La cueva del Peloponeso

84 15 24
                                    

La balsa estaba en silencio, uno de los más jóvenes comenzó a cantar, Zui lo mandó a callar, no querían atraer a ninguna sirena, ninguna más de la que esperaban. Por un costado a un metro de la balsa, una cabeza morena salió del agua, asustando a los piratas, abrió los ojos atrayendo la mirada de todos. Zui se levantó, empujando a los piratas embobados hasta llegar frente a ella, le sonrió y se acercó, Zui le ofreció la mano y esta la tomó para dejar el agua. En cuanto su cola dejó el océano se convirtió en dos piernas desnudas. Miró de soslayó a los cuatro hombres viéndola con deseo, se puso el vestido que le dieron y se acomodó entre dos de los remadores, que se tensaron al verla.

—¡Remen de vuelta! —ordenó el zombie en cuanto se acomodó en su asiento quedando frente a la sirena.

Llegaron frente al enorme barco, ella subió primero, decenas de hombres dejaron de hacer lo que hacían para verla pasar, el capitán llegó frente a ella empujando a los piratas.

—No creí verte tan pronto —dijo con una voz melodiosa— ¿volviste a perderla?

—Esta vez es peor, hablaremos en mi camerino —Angélica le dio la espalda para volver, la siguió— ¡De vuelta a sus labores, señores!

En seguida los zombies se encargaron de que así fuera, subieron por las escaleras y cruzaron un par de enormes puertas negras, el ruido se opacó en cuanto se cerraron, Angélica se sentó en su escritorio y la invitó a sentarse en la silla frente a ella con la mano, Marina lo hizo viendo a sus alrededores, jamás había estado ahí.

—Imagino que ya la encontró alguno y es por eso que me llamaste.

—Está recuperando la memoria —eso la sorprendió, pero no la asustó, ni un poco— sino es que ya la ha recuperado por completo.

—No es posible —sin duda no era ninguna exclamación, lo decía con seguridad— es demasiado para que ya lo sepa todo.

—No pareces preocupada.

—¿Por qué lo estaría? Un mal presentimiento invadió a Angélica. Marina le sonrió—. No tengo razones para estarlo, hiciste un buen trabajo.


Mordí el sándwich que preparó Harriet para el camino, un pedazo de servilleta se me pegó al labio, Harry se rió, lo empujé y casi se cae del tronco donde estábamos sentados. Llevamos demasiado tiempo andando, ya estoy comenzando a perder la paciencia.

—¿Exactamente —preguntó Harriet luego de morder su sándwich cubriéndose la boca con la mano— a dónde vamos?

—Con las hilanderas.

—¿Y esas que son o qué?

—Las tejedoras del destino —dije— ellas pueden decirnos que fue lo que sucedió en cualquier momento, por eso son muy importantes para los daneses.

—¿Daneses? ¿De donde son esos?

—De Danesia —respondió Harry, bien, respira, no lo golpees, no le grites y no te rías. No puedo creer que este par no tengan idea de mitología o geografía, ¿que les enseñaron en esa escuela? Voy a hablar seriamente con Facilier sobre su plan de estudios.

—Dinamarca —lo corregí, ambos parecieron sorprendidos un segundo, luego intercambiaron una mirada confundida. No los golpeo solo porque sé que no es su culpa—. Son los vikingos, ya saben, creen en Odín, Balder, Thor, Heimdall, van al valhalla... —no tienen la menor idea, cambiemos el rumbo—. De acuerdo, para los griegos son las moiras, ellas definen el destino, son tres y... ¿no? ¿nada?

El destino de Medusa || Harry Hook  #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora