LA LOBA VINTERI

By AbbyDarcy9

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Eleanor Vinteri a quien algunos apodaban "El lobo" es una guerrera que no ha tenido una vida fácil, se ha con... More

Prólogo. Mi pequeño sol.
Capítulo 1. Un secreto revelado.
Capitulo 2. El juramento del conde.
Capitulo 2 Parte 2
Capítulo 3. El asalto.
Capítulo 4. El medallón del conde.
Capítulo 5. Mi muchacha Salvadora.
Capítulo 5. Parte 2
Capítulo 6. Atado a la cama.
Capítulo 6 Parte 2
Capítulo 7. Guardia baja
Capítulo 8. Saqueo al anochecer.
Capítulo 9. El capitán.
Capítulo 10. La extraña sirvienta
Capítulo 11. Jamás te pediré perdón.
Capítulo 12. Una firme decisión.
Capítulo 12. Parte 2
Capítulo 13. Se aproxima una batalla
Capítulo 14. En mis sueños.
Capítulo 15. El sonido del lobo.
LOS PERSONAJES.
Capítulo 16. Enfrentamiento.
Capítulo 17. El beso de la vida.
Capítulo 17. Parte 2
Capítulo 19. Padre.
Capítulo 19. Parte 2
Capítulo 20. Los enemigos
Capítulo 20. parte 2
Capítulo 21. La vida que hubiese tenido.
Capítulo 22. La espía.
Capítulo 23. Entre el amor y guerra
Capítulo 24. Sin piedad.
Capítulo 25. Crueldad.
Capítulo 26. Este es el fin... No. No lo es.
Capítulo 27. Queriendo y sin querer.
AVISO
Capítulo 28. Podrías ser mi reina.
Capítulo 29. Antes del desastre.
Capítulo 30. Encarcelado.
ESPECIAL (1)
Capítulo 31. Momentos difíciles, momentos de amistad.
Capítulo 32. El secuestro.
Capítulo 33. El escape
Capítulo 34. Recuerdos.
Capítulo 35. Una mujer llamada Narda.
Capítulo 36. Mi hombre.
ESPECIAL (2)
Capítulo 37. Revelación

Capítulo 18. Una lady muy ladina.

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By AbbyDarcy9

-¿De qué diantres me estás hablando? - tronó Maximilien al oír las palabras de Eleanor.

-Sé que creíste que yo había matado a mi hermana, y sí, fuí la responsable de su muerte, aunque indirectamente. –Ella se acercó a él hasta que estuvieron a menos de un metro de distancia y lo instó a sentarse en una de las sillas de su comedor. –Anne murió protegiendo los documentos que son la prueba de mi identidad como una Vinteri. –Maximilien no sabía que decir, no podía decir nada. Estaba muy abrumado con toda la situación en la que evidentemente estaba involucrado. Pero una pregunta rondaba por su mente. Necesitaba saber quién querría deshacerse de los documentos de Eleanor.

-¿Fue...

-No fue mi padre. –Respondió ella antes que el siquiera terminase de formular la pregunta. Eleanor se sentó también en una de las dos sillas disponibles cerca de Max, pues aunque le molestara saber que él había amado a Anne, pues ella le había tenido, sabía que estaría abrumado con las declaraciones de ella, pues aunque fuera su enemigo, había sido a quien Anne había elegido para compartir su vida.

-Hacía ocho años que no sabía nada de Anne ni de mi padre, vivía aquí, nunca me importó nada de lo que Andro quisiera contarme sobre ellos, pero entonces, el marqués se comprometió con una viuda. Sabella, la prometida de mi padre, sabe que existo, no sé cómo pudo enterarse, pero antes de morir Anne me dijo que si eliminaban los papeles yo jamás podría reclamar una herencia que mi madre me dejó, ya sabes, algunas madres heredan a sus hijas sin que el marido toque un solo peso.

-A menos, que esa hija muera. –Interrumpió el conde.

-O que no pueda comprobar ser hija legítima.

-Cierto. –Asintió Max.

- Esa noche, un tal Savage mandó a un par de asesinos a sueldo a robar los documentos que Anne tenía bajo su resguardo. Ella se negó a dárselos y la hirieron. He buscado a los asesinos pero mi gente aún no da con ellos.

-Debiste contarme eso desde el principio.

-No. Esa venganza me corresponde a mí. Era mi hermana.

-Era mi esposa.

-La asesinaron por mi culpa.

-Pero yo era responsable de ella. –Exclamó él con resolución. Tanta que Eleanor no pudo morderse la lengua antes de preguntar:

-¿Tanto la amabas?

-... -Maximilien no supo que responder ante eso. Hace tres años la había conocido. En un baile que ofrecían los condes de Maikine. Era una hermosa muchacha, tal como dictaban las normas y la tan preciada moda Valengina, delgada, con su pelo muy rubio, casi blanco como una perla exótica de los mares de Valengo, su cintura fina y su sonrisa tímida y encantadora.

En ese momento Maximilien recordó cuando bailó con ella por primera vez, siempre con prudencia y decencia. Ella era una magnífica anfitriona y tenía un carácter dulce y pasivo. Jamás la había escuchado levantarle la voz a cualquiera.

La había cortejado como las normas lo indicaban y a los dos meses le había propuesto matrimonio. Obviamente ella aceptó encantada. Maximilien había recibido de su madre la encomienda de casarse en esa misma temporada pues su madre quería verlo casado antes de morir. Cuando conoció a Anne, su madre la había aceptado y apreciado desde el primer instante. –(Max, hijo, ella es todo una joya, muy dulce y fina. No la dejes ir, ella será una digna condesa cuando yo no esté–Le había dicho su madre cuando la conoció), y así fue como el joven conde siguió los consejos de su madre y se casó con la joven Vinteri.

El día de su boda ella estaba muy bella con su vestido azul, que ocupaba gran parte de la estancia con sus encajes y bordados. Maximilien estaba con una actitud muy serena que simplemente aceptó frente al sacerdote junto a su esposa y se marcharon hacia su castillo después de la celebración. Su noche de bodas había sido como cualquier otra o al menos en su mayoría. Anne era muy tímida para atreverse a hacer otra cosa que quedarse quieta. Pero Maximilien era muy activo como para conformarse con ello, sin embargo jamás se atrevió a hacerle propuestas que seguramente ella consideraría indecentes. Esa noche fue muy delicado, Anne se merecía eso y mucho más, consumó el matrimonio después de tocarla un poco a través del camisón y darle algunos besos, siempre asegurándose que ella estaba bien, y después se marchó a su propia habitación, pues no quería importunar más tiempo del debido a su joven esposa. Los siguientes meses transcurrieron de la misma manera, Max la consideraba su amiga más que su esposa, después murió su madre y él se distanció de Anne poco a poco, hasta que la joven decidió pasar una temporada con su padre.

Pero, ¿podría responder lo que esa joven de chispeantes ojos castaños preguntaba?. ¿La amé? –Se preguntó a sí mismo. Miró de nuevo a la joven que estaba delante de él. Cuando miraba a Eleanor su cuerpo se estremecía y sus dedos le picaban por tocarla, no contento con eso su mente insistía todo el tiempo en pensar en ella y cuando estaba por morir, él sintió que si ella moría una parte de sus ser moriría también. Con Anne nunca había sido así.

-Yo...

-No tiene que responderme eso milord. He sido una entrometida. –Dijo ella. Después se dio la vuelta y volvió a su pequeña habitación. –Por favor, que nuestra charla quede sólo entre nosotros. Le pido que se retire y le agradezco haberme salvado y cuidado. Estoy en deuda con usted, coronel De Courcy. –Ella dijo todas esas palabras tratando de sonar indiferente pero su corazón latía furiosamente y se sentía muy débil.

-No me iré, aún no estás bien. –Dijo el conde al notar que ella había vuelto a tratarlo de usted. En ese momento la puesta se abrió y entró el soldado del marqués.

-Andro, por favor acompaña al conde a la puerta. Ya se iba.

-Por supuesto Nor. –Dijo el recién llegado.

Maximilien no tuvo otro remedio que irse pues ya no era bien recibido allí, habían dejado una charla inconclusa pero al menos sabía quiénes eran los responsables de la muerte de su esposa pero si él hacía justicia la muchacha nunca se lo perdonaría y sería imposible llegar a su corazón.

Lo que él no sabía es que ya estaba en él. Que sin saberlo se lo había robado como un vulgar ladrón y ella ni cuenta se había dado.

...

En el castillo de Vensurensi.

El marqués Vinteri se encontraba sólo en su gran comedor, había pedido a sus sirvientes que lo dejasen sólo. Se lo merecía, o al menos así pensaba. Era un hombre ruin. No merecía la felicidad. Día tras día recordaba la época en la que fue feliz y conoció el amor. Fue un tiempo tan breve que pasó como pasa un viento pasajero. Eloíse. El amor de su vida.

Ahora había podido deshacerse de lo que estorbaba en ese entonces. A diario se arrepentía de haber aceptado ser un espía. Pero no había vuelta atrás. Y estaba sólo. Tres de sus hijos estaban muertos y la única que le quedaba jamás quería saber nada de él.

Honorina tocó la puerta del gran salón y el conde le permitió pasar.

-¿Cómo está? –El marqués no necesitó decir a quien se refería, pues ambos lo sabían.

-Mi hijo ha ido a verla, mi señor. Pero si ella ya no estuviera entre nosotros ya lo sabría. –Respondió ella.

-Bien. –El marqués pareció reflexionar unos momentos -Cuando sepas algo más yo seré el primero en saberlo. ¿Entendido?

-Por supuesto, marqués.

-Puedes retirarte.

Dios había decidido no quitarle la última que quedaba de sus vástagos. Por alguna razón, tal vez aún había esperanza para él. Dudaba mucho que la víbora de su prometida le quisiera dar un hijo. Aunque él estaba decidido a conseguirlo aún la amarrase a la cama para que no consiguiera cómo evitar o deshacerse de un crío. No sabía que es lo que había hecho que le propusiera matrimonio a esa arpía. Quizás porque eran de la misma calaña, pero no importaba. La dominaría y haría que estuviera con él hasta que uno de los dos muriese.

----

-¿Qué diantres dices que pasó?

-Rcihard vio a tu condesito aquí, y se agarraron a golpes. El conde le dijo a Richard que tú y él erais amantes. ¿Es cierto eso? –Andro se apresuró a informar lo que había sucedido pues aunque Eleanor misma estuvo allí, era tan poderosa como un topo recién nacido.

-¿Y eso que importa? Nada cambiará mi lealtad hacia mi gente, ¿O acaso olvidas lo que hemos sufrido junto a ellos? –Eleanor estaba realmente enfadada, pocas veces Andro la había visto así.

-Por supuesto que no, Nor. –Intentó calmarla el soldado.

-Esos dos me van a oír. Con lo que me llamo Eleanor Fermonsel. –Había dicho ella con expresión dramática que casi se le saltan las carcajadas a Andro.

....

Después de discutir un buen rato con un divertido Andro, el aludido y por supuesto regañado, procedió a marcharse.

Fue entonces cuando Eleanor se dio cuenta de sus propias condiciones. Y eso era simple de decir, pero ciertamente muy vergonzoso. Estaba echa un completo desastre.

Su corto cabello ahora enmarañado había visto mejores días. Estaba completamente bañada en sudor por causa de la fiebre y su traspiración causaba que la ropa se pegara a su cuerpo como una segunda piel, y su olor no era definitivamente el mejor. Y lo peor de todo es que el conde la había visto así, y lo que era aún pero, la había olido. Eleanor se puso como un tomate de vergüenza. Definitivamente necesitaba un baño.

Con ese pensamiento, procedió a ensillar a bucéfalo para ir al manantial. Mientras se encargaba de tales tareas pensaba que posibles problemas podría acarrearle que Richard haya descubierto su lejana relación con el hermoso conde. Necesito enviarle una carta-pensó. Definitivamente estaba metida en un buen lío. Y lo peor de todo es que ni siquiera se había dado cuenta.

Dejando de lado tales pensamientos cabalgó hacia el manantial que se encontraba dentro de las tierras del marqués Vinteri, su padre. Se desnudó dejándose puesta solamente la camisa que le llegaba casi a las rodillas y se adentró en el manantial como pudo, pues tenía un brazo totalmente vendado.

El agua estaba muy fría, pero a Eleanor no se le hacía lo suficientemente fría para quitar de su mente unos ojos abrazadores color de mar. Nadie iba nunca allí, al menos no la parte que Eleanor había convertido en su santuario. Era su lugar preferido entre todo el mundo. Y había viajado mucho, con el grupo de mercenarios al que pertenecía, con el Capitán Grusbell, e incluso había conocido a los chinos. Cada vez que recordaba su único encuentro con los chinos no podía parar de reír.

Un día el Capitán Grusbell robó un barco que cargaba mercancía de China a Valengo, lo cual era raro, pues Valengo era muy poco conocido e importante, pero lo que motivó a Eleanor a unirse al robo, era que el dueño de tal mercancía era nada más y nada menos que el rey.

Obviamente Grusbell hundió el barco, pero dos chinos quedaron con vida, Grusbell consideró que los chinos no merecían morir y los dejó en el puerto siguiente. Pero la primera vez que miraron a Eleanor aquellas extrañas criaturas se apresuraron a quitarle sus botas para mirar sus pies. Y no tenían más que alabanzas para sus codos y partes de su cuerpo que Eleanor no prestaba atención, o al menos eso creía ella, pues no entendía tan singular idioma. Lo peor de todo fue ver comer a tales criaturas. Eso realmente fue instructivo.

Con una sonrisa en el rostro, Eleanor volvió a su realidad y supo de inmediato lo que haría.

Se apresuró a regresar a su cabaña después de bañarse y escribió una carta para Richard.

Amigo.

Espero que estés bien y con salud mientras leas esta carta.

Seré directa y breve. Andro me ha dicho el problema que has tenido con el coronel de Mursfhite, antes que nada debes saber, que mis relaciones nunca interferirán con mi deber como soldado rebelde. Mi principal pensamiento y meta es lograr que nuestro pueblo sea libre. Y que primero moriría antes que traicionarte a ti y a nuestro ejército. Fuera de eso mi vida personal o mi relación con tal coronel es puramente transitoria.
Tú eres una de las personas que sabe mis orígenes, pues hace poco descubrí algo que no te he contado, no soy hija natural de Vinteri, sino legítima, cómo ha sucedido, no sé cómo explicarlo pero cuando nos veamos la próxima vez hablaremos largo y tendido. Lamento en gran manera no haberos ofrecido un buen hospedaje después de la batalla, pero habrás de entender que yo misma estaba gravemente herida pues un desleal enemigo había envenenado una espada que por desatino me hirió. Estoy recuperada. Saluda a todos de mi parte y os insto a que todos olviden tal incidente.

Con cariño Eleanore.

...

Maximilien había llegado de muy buen humor a su castillo pues a pesar de no haber terminado en buenas condiciones con la muy ladina moza que estaba seguro convertiría en su esposa, ella estaba viva, tanto como para discutir con él por tanto estaba bien,

Pidió un café y un buen almuerzo el cual no pudo degustar pensando se Eleanor tendría también comida decente.

Mandó llamar a un par de soldados a quienes mandó a la cabaña de la muchacha para que le proveyeran alimento y supieran su salud.

...

Después de doblar la carta Eleanor se preparó para lo que se hallaba a punto de hacer. De su sótano sacó una buena cantidad de monedas de plata, las gallinas que llegaron solas a la cabaña fueron metidas a un saco con hoyos por Eleanor y tomando su espada y puñales Eleanor montó en su bello bridón y marchó a donde nunca pensó que volvería.

Su antiguo hogar si es que alguna vez lo fue.

Vensurensi.

Hola!!! Ha pasado una eternidad desde publiqué esta historia, o al menos para mí. Pero no tenía acceso a internet para publicar éste capítulo que ya tenía como borrador. Perdón por la tardanza. Estoy empezando una nueva historia con una temática totalmente diferente. Algo así como el apocalipsis jajaja. Si alguien quiere leerla puede preguntar en este espacio. Algo así como quienes se manejan en las altas esferas y cómo dominan a la población sin que ésta se dé cuenta todo incluido en la historia de una joven que empieza a tener extrañas pesadillas y descubre que no es quien creía.

En fín, esta novela LOBO VINTERI está tomando toques interesantes, de hecho es mi primera historia, ¿Os está gustando?

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