"A quien corresponda. Escribo esta carta, con la intención de demostrarles que si me aceptan en su universidad, voy a ser una alumna comprometida e innovadora"
No, mejor primero me presento. Pensé borrando lo que llevaba escrito y volviendo a redactar la carta.
Estaba comenzando a escribir mi carta de admisión para la universidad de artes plásticas en Chicago. La escribía con el único propósito de que me dieran la oportunidad de mandarles una obra mía y si esta les gustaba, me entrevistaran para ver si me aceptaban en la universidad o no.
Toda mi vida había soñado con ir en esta universidad, era una de las mejores de todo el país, habían muy buenas en Inglaterra, pero yo quería quedarme en Estados Unidos y esta me había enamorado desde que había leído sobre ella.
Hoy era el ultimo día para mandar la solicitud de admisión, sin embargo, no me salían las palabras. Estaba tan nerviosa que estaba bloqueada. Quería que fuera la mejor carta que recibieran. Deseaba con toda mi alma estudiar en esa universidad, cada vez que estudiaba para un examen, era con la única intención de tener buen promedio para que me aceptaran en esta universidad.
Quite mi pelo de la cara y recargue mi espalda en la silla desesperada. Voltee a ver hacia la ventana de mi habitación, viendo como el aire hacía que las ramas de los arboles bailaran, con hojas flotando a su alrededor. Libres, volaban por todos lados.
Voltee a ver hacia mi computadora, viendo la pagina en blanco. Acomode mis dedos sobre el teclado y deje que mis dedos se convirtieran en hojas, moviéndose por todos lados, libres de escribir lo que en realidad sentía.
Dos horas después, mi carta estuvo lista. Escribí el correo de la universidad y pique el botón que decía enviar. Lo único que quedaba era esperar.
Me levante de la silla y salí de mi cuarto, buscando a mis abuelos.
El aroma a galletas recién horneadas me llego una vez estuve en la planta de abajo. Llegue hasta la cocina y vi a mi abuela sirviendo las galletas en un plato.
_Que ricas se ven.- dije acercándome a agarrar una.
_¿Ya acabaste de escribir la carta?- Pregunto mi abuelo entrando a la cocina.
Asentí dandole un gran mordisco a la galleta. Amaba los sábados de postres. Todos los sábados mi abuela se dedicaba a cocinar algún postre nuevo.
_Tu abuelo y yo estamos seguros que te van a aceptar. - Dijo mi abuela entregándome un vaso lleno de leche.
_Gracias abuela. En verdad lo deseo.-
_Por supuesto que sí, ¿Quien no querría tener a mi nieta de alumna? Ademas de talentosa, hermosa.- Me alagó mi abuelo, comiendo dos galletas de un solo bocado.
_Tom.- lo regaño mi abuela.
El solo levanto las manos haciéndose el inocente, haciéndome reír.
_Pues ya mande la carta. Espero que me contesten rápido. - dije tomando otra galleta.
_Vas a ver que lo van a hacer. Mientras eso pasa, yo rezaré para que, sin importar lo que te contesten, sea lo mejor para ti. - dijo mi abuela abrazándome.
Sonreí y la abrace. Abrazo al cual, mi abuelo se unió unos segundos después.
_Todavía no se que obra les voy a enseñar si me aceptan. Deje casi todos mis bocetos en Londres. - dije separándome del abrazo.
_Algo se te va a ocurrir. Ahora ve al supermercado por lo que te pedí.- me ordeno mi abuela.
Bufe y la vi suplicante. Tenía mucha flojera.
_¿Tengo que ir?- dije como un berrinche.
_Oh si, tienes que ir. Si no, no voy a poder hacer esa tarta de frambuesas que tanto te gusta.-
Hice una mueca y me di por vencida. La tarta de mi abuela valía la pena.
Tome mi celular, la lista de super, y mi cartera.
_Ahorita regreso, espero que cuando vuelva sigan habiendo galletas.- le dije viendo divertida a mi abuelo.
_Yo te guardo algunas.- dijo mi abuela guiñándome el ojo.
Reí y sali de la casa. El supermercado no estaba tan lejos de la casa de mis abuelos. En realidad, nada estaba lo suficientemente lejos. Todo estaba cerca de todo. Eso era otra cosa que me gustaba de Long Valley, podías moverte sin necesidad de un coche.
Camine hasta llegar al supermercado y tome un carrito para ir poniendo lo que decía en la lista.
Camine entre los pasillos, buscando todo lo que necesitaba. Sentía la mirada de muchas personas encima de mi. La noticia sobre que la nieta de los Folker había llegado, no había tardado en difundirse y los que todavía no se habían enterado, seguro se estaban preguntando ¿Quien era la extraña?
Ya tenia todo lo que necesitaba, solo me faltaba helado. La tarta con helado era lo mejor. Camine hasta que vi un refrigerador abierto. Me acerque y vi a una niña pequeña intentando alcanzar unas paletas heladas.
_¿Necesitas ayuda?- la llame haciendo que se sobresaltara.
Me volteo a ver y vio sus manitas. Se habían enfriado por estar tanto tiempo sostenida del estante, intentando alcanzar las paletas.
Me puse a su altura y tome sus manos entre las mías, cubriéndolas para que se calentaran.
_¿Ya no están frías?- le pregunte sonriéndole enternecida.
Ella solo asintió y volteo a ver hacia el paquete de paletas con un puchero.
Me estire y las tome. Me voltee hacia ella y se las di.
Me volteo a ver con una alegría que llenaba toda su cara, pero esta se fue cuando escucho a una señora detrás de mi.
_Niña, no te escapes de mi.- Hablo una señora mayor acercándose a nosotras. Parecía muy enojada.
_Perdón Martha, solo quería paletas heladas.- Dijo viendo el paquete entre sus manos.
_No te puedes estar escapando de mi niña, no me pagan lo suficiente para estarte buscando cuando decidas escaparte. Un día te vas a perder y nadie te va a encontrar.- Le dijo con frialdad.
Vi la cara de la niña y mordí mi labio al ver sus ojos cristalizarse.
_Señora, no le debe de hablar así. Es solo una niña. - Me entrometí
_Una niña muy rebelde. - Dijo cruzándose de brazos. - No te voy a comprar eso, así que déjalo donde estaba.
La niña miro triste la caja de paletas y se fue acercando a la señora.
_Yo te las compro.-
Las dos voltearon a verme y la niña me miro feliz.
Me acerque a ella y tome la caja de entre sus manos. Le sonreí y me sorprendí al sentir sus bracitos alrededor de mi cuello.
_Gracias.- Me dijo feliz. Se separo de mi y tomo mi mano, comenzando a caminar.
Mire a la señora rodar los ojos y camino unos pasos mas adelante de nosotras.
_¿Como te llamas?.- le pregunte.
_Me llamo Olivia, tengo cinco años.- Dijo mostrándome su manita con el numero cinco.
_Que lindo nombre Olivia. Yo me llamo Tamara, pero me puedes decir Tara.- Dije viendo como brincaba con cada paso que daba. Era muy tierna.
Llegamos a la caja registradora y la señorita que atendía fue cobrando lo que había en mi canasta junto con las paletas heladas de Olivia. Pague y esperamos a que la señora Martha acabara de pagar.
_Bueno, yo ya me tengo que ir. Fue un gusto conocerte Olivia.- le dije entregándole la caja de paletas heladas.
_Muchas gracias Tara.-dijo sonriéndome, mostrándome su dentadura. Al parecer se le acababa de caer un diente. Le devolví la sonrisa y voltee a ver a la señora Martha.
_Que tengan buen día.- Hable y me di la vuelta para comenzar a caminar.
Voltee la cabeza y vi como se alejaban hacia el lado contrario de mi. Era una niña muy tierna.
Me di la vuelta y comencé a caminar a casa de mis abuelos. Solo esperaba que siguieran habiendo galletas.
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Otro capítulo ! estoy muy inspirada. Espero que les este gustando. Por favor comenten que les esta pareciendo la historia. Los quiero !
Maite-ev