Esto no es un cliché, ¿o sí?

De allierngll

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Luego de que su crush la golpeara por accidente sus vidas se mezclarán irremediablemente y ella descubrirá qu... Mais

Prólogo
1. La víctima
2. El castigo
3. El beso
4. La fiesta
5. El cretino
6. La salida
7. El deseo
8. El diario
9. La pregunta
10. El acercamiento
11. La excepción
12. El rumor
13. El partido
14. La plática
15. El plan
16. El paseo
17. La cosa
18. La revelación
20. La reconciliación
21. El viaje
22. El lago
23. La fogata
24. El mensaje
25. El cuidado
26. El espacio
27. La esperanza
28. La familia
29. La despedida
30. El despertar
Epílogo
Nota Final
1. Extra
2. Extra
3. Extra

19. El tiempo

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De allierngll

Capítulo Diecinueve

El tiempo

Los días de la semana transcurrían lentamente, como si de pequeñas manecillas se tratara. Mi mente solía imaginar que brincaba de una en una, viendo cómo el tiempo se escurría entre mis manos y todas las oportunidades de arreglar mi amistad con Leo entre ellas. Él no había matado a nadie, no había cometido el peor de los pecados y mucho menos algo que no mereciere mi perdón.

Sin embargo, el miedo me invadía cada que pensaba en todo lo que pudo haber pasado si las cosas no se hubiesen resuelto entre Alex y yo. Me aterraba la idea de pensar que él tal vez nunca me lo iba a contar, los sentimientos de las personas no son un juego, no existe un botón que puedas presionar para dejar de sentir. Es que simplemente no pueden decirte que sentir y que no. Leo había tomado una decisión que no lo pertenecía ni a él ni a nadie más.

No soy tan ignorante como para no saber qué estaba intentando hacerlo por mi bien. Pero, ¿qué consecuencias trajo todas sus preocupaciones? El haber pensado lo peor de Alexander, los días nublados en mi corazón, uno detrás de otro y un sinfín de emociones negativas. Me culpé de tantas cosas. Me sentí insegura y busqué respuestas en preguntas que ni siquiera existían. Todo por él.

Es increíble cómo una buena intención sin medir las consecuencias puede traer un sinfín de problemas a muchas personas. ¿Era fácil para mí culparlo de todo? Claro que sí, el humano siempre culpará a alguien más, todo sea por librarse de la carga. Yo no quería hacerlo, no solo él se había equivocado, porque también Alex se había prestado para las infantiles peticiones de mi mejor amigo y yo me dejé llevar por lo que vi. No me quedé a preguntarle por qué lo había hecho e hice lo mismo que hizo él.

Me alejé.

Aún sentía esa espinita en mi corazón de solo recordar todo lo que había pasado. Mis esperanzas se habían roto, y yo con ellas. La verdad es que los tres habíamos cometido errores y sabía que nos arrepentíamos de ellos.

Pero, es que así somos los humanos, somos un constante círculo vicioso de errores. En los que caemos con cierta facilidad y en el peor de los casos, no siempre salimos ilesos. Arrastramos con nosotros todo lo que podemos, dejando heridas en la piel y en el alma de las personas a las que decimos querer. Es inevitable que dejemos de hacerlo, puesto que de ellos aprendemos. Aunque siendo un poco sincera conmigo misma, los tres nos estábamos ahogando en algo que tenía solución.

No lo quería reducir y dar a entender que nuestros problemas no significaban nada. Solo era consiente de que en comparación con otras personas, los de nosotros son simples pequeñeces. Ninguna es más o menos importante que la otra. Todos tenemos una manera diferente de ver las cosas, así como también nos pueden afectar de distinta forma. Ningún dolor debe ser tomado como un juego y minimizarlo. Cada quien sufre y se levanta de la mejor manera que puede.

Debemos aprender a respetar los tiempos difíciles de las personas. Así que eso es lo que había intentado, darle un tiempo a mi mejor amigo. Uno en el que tanto él y yo pudiésemos pensar mejor las cosas. Tener nuestra cabeza fría nos ayudaría a ver mejor las cosas y no dejarnos llevar por los sentimientos del enojo combinado con el de la dura decepción. Sería paciente por él y por mí.

—¿En qué piensas? —preguntó Alex cerca de mi oído, estaba encorvado a un lado de mí.

Mis ojos se encontraron con los suyos.

—En todo lo que ha pasado.

—¿Eso es bueno o malo? —se sentó a mi lado.

—Yo diría que es bueno —admití.

—Sé que todo se va a arreglar.

Me tiré sobre el pasto.

—No estés tan seguro.

—¿Por qué lo dices? Aunque me cuesta admitirlo, nadie tiene una conexión tan fuerte como él y tú.

—Eso es lo que me preocupa.

—¿Tienes miedo a perderlo?

—Sí —me llevé mi antebrazo para cubrir ojos, y reprimir las fuertes ganas de llorar que tenía—. Las conexiones no nos aseguran nada, y tal vez nada vuelva a ser igual.

—Claro que no será igual —comentó.

—Gracias por los ánimos.

—Mack, nada puede ser igual, no importa cuánto te esfuerces en que lo sea. Todo el tiempo estamos en constantes cambios, dígase buenos o malos, no puedes retenerlo. Es algo que nos hace crecer y cambiar la forma en la que vemos las cosas. No siempre será bueno, en ciertas ocasiones perderás a personas y oportunidades por ello. Pero no significa que no llegaran más, o que puedas poner todo de ti para sanar lo que alguna vez hubo.

—No quiero que lleguen más —dije entre pequeños sollozos. No quería volver a llorar, una cosa era saber que tenía que ser paciente y otra que me doliera ese proceso.

—Mack, no puedes evitar que más personas lleguen a tu vida —retiró el brazo de mi cara, y lo dejó caer sobre mi pecho —. Ninguno de ellos estará sustituyendo a nadie, así que tranquilízate. ¿De acuerdo?

—Solo sé que nadie será como él —confesé.

Alex volcó los ojos.

—Obviamente.

—¿Crees que pueda volver a confiar en él?

—Me temo que existirán ciertas grietas de ahora en adelante y que la desconfianza sí existirá. Pero si ustedes se aman y quieren recuperar su amistad. Los dos tendrán que poner de su parte para hacerlo funcionar.

—No quiero que la desconfianza exista, quiero que sea como antes y que nuestro amor baste para que funcione.

Alex entrecerró sus ojos y negó con su cabeza.

—A veces eres como una niña pequeña.

Me limpié las lágrimas.

—No me molestes —pedí.

—A ver, no te puedo mentir diciendo que el amor lo puede todo. Existen ocasiones en el que amar a alguien no es suficiente. Tiene que ir encaminado con ciertas cosas; honestidad, respeto, comunicación y lo principal: ambos tienen que quererlo. Si están dispuestos a seguir adelante y dejar el pasado atrás. Sé que su amistad será más fuerte que antes, porque aprendieron de sus errores e intentaran no volverlos a cometer. Sí, vendrán muchos más, pero tendrán que aprender a enfrentarlos juntos.

Mis lágrimas de tristeza se trasformaron en unas de completa felicidad. ¿De dónde había salido todo eso?

No es que no crea que él pueda decir todo eso, es solo que me cuesta creer que sea el mismo Alex. Ese idiota que se divertía molestándome. Bueno, aún es un poco idiota.

—Alex... —susurré, y luego me interrumpió.

—Ni una sola palabra —advirtió—. Mi lado romántico es el que ha hablado. Así que ni se te ocurre decir algo al respecto, o dejaré que mi lado celoso e indiferente se haga cargo de la conversación. ¿Entendido?

Esbocé una sonrisa.

No dude ni dos segundos en abalanzarme a sus brazos y caer encima de él. Mis labios comenzaron a besar cada parte de su rostro. No cabía duda en que todo lo que había dicho también aplicaba a nosotros. Ambos habíamos cometido errores y decidimos dejarlos atrás para volver a intentarlo. Mi afecto hacía él no hacía más que crecer, así como una pequeña semilla, la cuál estaba siendo regada día a día con su cariño y apoyo. Así que lo menos que podía hacer era regresarle el mismo afecto. No sabía lo que el futuro tenía deparado para nosotros, pero quería aprovechar cada momento como si fuese el último.

—Si sigues hablando de esa manera, solo harás que me enamoré más de ti —aseguré con una sonrisa.

Sus ojos brillaban.

—¿Eso significa que tengo que seguir haciéndolo?

—Solo si quieres que te siga besando hasta que mis labios se vuelvan inexistentes y tu rostro se reduzca a un charco de baba con mucho amor.

Alex comenzó a reírse.

—Eso suena asqueroso, pero ridículamente tentador.

—¿Me estás diciendo indirectamente que te doy asco?

—Tú nunca me darías asco —aseguró.

Me incorporé un poco.

—No te creo.

—Te gusta contradecirme, ¿verdad?  —preguntó

En un movimiento rápido me tenía debajo de su cuerpo y el suyo en medio de mis piernas. Aguanté la respiración.

—No —mentí.

Alex susurró en mis labios.

—Porque a mí me gusta que lo hagas.

—¿Es un tipo de fetiche o algo así? —me comencé a reír pero me detuve al sentirlo más cerca. Tragué grueso.

Sus labios fueron en busca de mi cuello y luego dijo:

—¿Quieres averiguarlo?

—Tal vez —musité.

Cuando estuvieron a punto de rosar con mi piel, una voz chillona e irritante nos interrumpió. Haciendo que Alex se separara de mí al instante y ambos nos sentáramos.

—¿Por qué estabas arriba de mi hermana? —preguntó el odioso de mi hermano con los ojos realmente abiertos.

Ambos nos volteamos a ver.

—Estábamos... —intentó explicar Alex.

—¡Nada que te interese mocoso! —exclamé.

—No me interesa lo que estaban haciendo —Connor se cruzó de brazos, y volcó los ojos—. Solo quiero que sepas que aún no quiero ser tío. Estoy muy chico para serlo.

Mis mejillas se calentaron.

—No es, yo no estaba... —estaba tan nerviosa que no podía formular nada bien—. ¡Nadie esta haciendo bebes!

Alex reprimió una risa y lo fulminé con la mirada.

—Lo que sea, no tardan en venir mis amigos —avisó.

—¿Y eso qué?

—No quiero que ellos y sus papás los encuentren haciendo lo que sea que estaban haciendo.

—¡Que no estábamos haciendo nada!

—Dile a quien te crea, por cierto, espero que este año me des un regalo de cumpleaños mejor que el anterior.

—¿Si no que? —lo reté.

Entrecerró sus ojos.

—Le seguiré contando cosas a tu novio, como la vez que te vino a recoger aquel día y también le diré a mamá lo que vi ahorita.

Mi barbilla toco el suelo, y después me giré para encontrarme con Alex viendo hacia otro lado para que no lo viera reírse en silencio. ¡Maldito engendró del mal! Mi propio hermano me había dejado en vergüenza. No me quería imaginar todas las tonterías que le había contado.

Santísimo.

Una Mack eructando, sin bañarse por días, comiendo y hablando con la boca llena y un sin fin de imágenes vinieron a mi cabeza. ¿Qué era exactamente lo que le había contado? Sentí la vergüenza invadirme por completo y me quise hacer lo más pequeña que pudiese.

Le di una mirada asesina a mi hermano.

«Date por muerto», gesticulé con mi boca para que solo él supiese lo que le había dicho. Una vez que todos los invitado y Alex se fueran. Este niño iba a estar tres metros bajo tierra y nadie sería testigo de ese crimen. Mi hermano retrocedió y se dio la vuelta para echarse a correr dentro de la casa.

Una vez que nos habíamos quedado solos me digné a preguntarle. No me quería imaginar cuál sería su respuesta y solo me quería cubrir el rostro de la pena.

—¿Q-Qué fue lo que te contó? —indagué.

Alex se volteó y me dio una sonrisa soñadora.

—Nada en particular.

—No te creo —espeté.

—No me creas —se encogió de hombros.

—Sé que algo te dijo y lo averiguaré.

Me sonrió.

—Suerte con ello.

Hablando de averiguar, ya llevaba días intentando saber cuándo planeaba Alex arreglar las cosas con sus papás.

¿Qué pasaba cuando lo intentaba? Él se molestaba.

—Oye, Alex —hablé, temerosa.

—¿Qué pasa?

—No me gusta ser insistente con el tema, pero ¿cuándo piensas arreglar las cosas con tus papás? Ellos deben estar preocupados por ti. Estoy asegura que te extrañan mucho.

Él se tensó y apartó la mirada.

—No es tan fácil.

—Sabes que sí, solo tienes que pedirles disculpas por haberte ido y volver con ellos. ¿Lo ves? No están difícil.

—Mack, no presiones —su voz sonó fría y supe que tenía que detenerme. No quería que se molestara conmigo.

—No lo haré, perdón.

—No pasa nada, solo dame tiempo, ¿vale?

Asentí con mi cabeza y le sonreí.

—Lo haré.

Se levantó y se sacudió sus jeans. Mis ojos cayeron en la tentación de viajar hacia su sexy trasero. Era perfecto.

—¿Te gusta lo que ves? —sonrió de lado.

Idiota, egocéntrico.

—Te lo diré, si me dices lo que Connor te contó de mí.

—Me lo pensaré, ¿entramos? —me extendió su mano para ayudar a levantarme.

Entramos a la casa por la puerta trasera, y nos sentamos en el sofá a esperar que los invitados llegarán. No había mucho que hacer, era una fiesta de niños, no sabía ni por qué había invitado a Alex, lo más seguro es que se fuese  a aburrir en cualquier momento. Lo que me recuerda que Connor me preguntó si Leo iba a venir, y no supe que responder a eso.

Es que dudaba mucho en que mi amigo hiciese presencia en la fiesta. Aunque tenía la pequeña esperanza de verlo el día hoy. Mi hermana se había encargado de planear todo y más temprano me había puesto a ayudarle a arreglar la casa para que todo estuviese listo. Me preocupaba que mamá no llegara a tiempo, los tres éramos conscientes que siempre salía tarde del trabajo. Así que al final solo esperaba que mi hermano se la pasará bien. Nada más.

Minutos más tarde todos empezaron a llegar.

En una ocasión tocaron al timbre, y mi hermano se encargó de recibir a la persona. Solo que esta vez fue diferente porque no volvió hasta después de algunos minutos y sin compañía. ¿Quién había venido?

Connor llevaba un regalo en sus manos.

—Ahorita vengo —le avisé a Alex.

No me espere a que me respondiera y me levanté del sofá para dirigirme a la mesa de regalos. Mi hermano estaba acomodándolo junto a los demás.

Me crucé de brazos frente a él.

—¿Quién vino y por qué no se quedó?

—¡Hola, Mack! ¿Cómo estás? Yo estoy bien, gracias por preguntar —se giró en mi dirección, y extendió sus manos con las palmas abiertas —. Vamos a lo más importante, ¿dónde está mi regalo?

Volqué los ojos.

—Está en mi habitación.

—Bien.

—¿Ya me dirás?

Él se volteó y fingió que seguía acomodando.

—Leo, y no se pudo quedar —comentó.

—¿N-No te dijo nada más? —era consiente de que me escuchaba nerviosa a la hora de hablar.

—Solo se disculpo por no hacerlo.

Asentí mientras mis manos tocaban las envolturas de los diversos regalos que le habían traído. Todos de diferentes colores y tamaños. Me sospechaba que la mayoría eran videojuegos o esas cosas que él solía ocupar para jugar.

—Mhm, ya —dije simplemente.

Connor se volteó y me entrecerró los ojos.

—No te daré pastel, si no me das mi regalo —advirtió.

—Que odioso, ya entendí.

—¿Tú novio me trajo uno?

Abrí mis ojos completamente.

—Eso no se hace, Connor. No vas por la vida exigiendo regalos, esos tienen que nacer de las personas.

—Entonces no es correcto que yo les de comida, pastel y dulces sin que me den nada. ¿No lo crees? Es un cambio justo. Yo recibo mis regalos y ellos todo eso.

Joder, él tenía un punto.

—Aún así, tienes que aprender a dar sin recibir nada.

—Tal vez algún día —dijo sin mucho interés.

Levanté ambas manos en rendición.

—Eres imposible.

Me di la vuelta para regresar con Alex.

No podía creer que Leo no se quedará, y lo más seguro es que piense que no lo quiero ver aquí. Si tan solo supiera que si lo quería ver y moría por arreglar las cosas con él.

—Leo estuvo aquí —solté.

Alex se enderezó.

—¿Aquí? ¿Ahora?

—Sí, aquí y ahora.

Él comenzó a buscarlo con la mirada.

—¿En dónde está?

—Solo vino a dejarle un regalo a mi hermano y se fue.

—Oh, entiendo.

Empecé a caminar de un lado a otro.

—¿Crees que no quería verme? ¿Por eso no se quedó?

—No lo creo, yo digo que tal vez pensó que arreglar sus problemas en la fiesta de tu hermano no era una buena idea. Piénsalo mejor, sería incómodo que no se hablen y la tensión afectaría un poco, ¿no lo crees?

—Tienes razón —me llevé la mano a la barbilla, y asentí con mi cabeza—. No era la mejor idea.

Él también asintió.

—Si quieres, puedes intentar ir a su casa mañana.

Lo señalé con mi dedo índice.

—¡Sí! Esa es una grandiosa idea —sonreí.

—¿A qué soy el mejor?

—No estás mal —me encogí de hombros.

Alex se burló.

—Eres un encanto, ¿lo sabías?

Lo patee con delicadeza en la espinilla.

—No juegues conmigo —advertí.

—Auch, no tienes por qué ser agresiva —se llevó ambas manos a su pierna e hizo un poco de presión.

Me senté a su lado, y ambos observamos cómo todos estaban en su propio mundo. No cuadrábamos nosotros en toda esa fiesta infantil. Me estaba aburriendo horrible.

Alex se giró hacia a mí.

—Por cierto, se me había olvida comentarte algo.

—¿Qué cosa? —pregunté.

—El fin de semana iremos a la casa del lago.

—¿Del lago de quién?

Negó con su cabeza y se burló.

—Así se llama, tonta.

—Ah, sí, me imaginé —mentí.

—La casa es de Caleb.

¿Se iría de vacaciones? No quería ser una pesada, pero ya me estaba acostumbrado a verlo los fines de semana.

Sería raro no estar con él en este.

—¿Y quienes irán?

—No muchos, en realidad, solo los más cercanos.

—Mhm, ya —puede que este mal, pero en mis pensamientos suplicaba que no fuese Kelsey.

Lo sé, es algo que ya pasó. Pero es que esa chica me pone de los nervios, aunque Alex dice que no siente nada por ella, sé que es su amiga y que tienen historia. Es normal que me sienta incomoda al respecto, pero también sé que debo confiar en él y saber que no volvería a intentar nada con ella. Él estaba conmigo y solo eso importaba.

—¿Mack? —se empezó a reír—. ¿Me estás escuchando?

—¿Eh?

—Te pregunté si quieres venir conmigo.

—¿Contigo? —pregunté con asombro.

—Sí, ya sabes, pasar todo el fin de semana con nosotros.

Joder.

—¿S-Solo nosotros?

—No, también estarán los demás, pero si solo quieres estar conmigo por mi no hay problema —se burló.

SOLOS. LOS DOS. POR TRES DÍAS.

No, Mack. También irán sus amigos.

¡ESTAREMOS SOLOS!

Olvídalo, eres un caso perdido.

Me aclaré la garganta.

—Esto, ¿tres días? Guau, eso es mucho tiempo.

—A mí me parece poco —confesó.

—Tendré que pedir permiso.

—Y, si llegas a arreglar las cosas con Leo, puedes invitarlo también.

—¿Lo dices de verdad?

Volcó los ojos.

—Por eso te lo estoy diciendo.

Me giré un momento y vi como Connor me observaba.

Bien, tenía que ir a por su regalo.

—Vale, perdón si cambio de tema, pero ¿no quieres acompañarme por el regalo de mi hermano?

—Claro.

Lo tomé de la mano para dirigirnos a las escaleras, y mi corazón comenzó a palpitar con rapidez. Solo íbamos a subir por el regalo y después bajaríamos, ¿no? Así que no había nada de que preocuparse, no entendía porqué me sentía nerviosa. Tal vez era porque iba a entrar a mi habitación, un lugar privado y solo estaríamos él y yo.

Joder.

Alex y yo solos en una habitación.

Tenía que tranquilizarme, soy una persona capaz de poder controlarme y no una adolescente que se deja llevar por sus muy inquietas hormonas. Al menos, eso quería creer.

Abrí la puerta con un temblor en mi mano.

¿Qué demonios? Inhala y exhala.

—Así que, está es mi habitación —extendí mi mano para mostrársela y que él entrara después de mí.

Sus ojos viajaron por todo el lugar.

—Es justo como me la imaginé —murmuró.

—¿T-Te la has imaginado?

Torció sus labios en una sonrisa sexy.

—Un poco —confesó.

¡Virgen santísima!

No podía evitar pensar en que más podía imaginarse.

—Mhm, ya —dije simplemente.

—¿No venías por el regalo? —preguntó, divertido.

Abrí mis ojos y solté un risa nerviosa.

—Ah, cierto.

Abrí el armario para sacarlo de entre mis cosas, no le había comprado la gran cosa. Solo lo que había logrado juntar con mi gasto de las últimas semanas. Le compré unos nuevos audífonos gamer porque los que tiene ya son algo viejos. Bien, tal vez había agarrado un poco de mis ahorros, esta bien, puede que un poco más. Estas cosas sí que eran caras y no entendía el por qué. ¿Estaban bañadas en oro u algo por el estilo? En fin, esperaba que se conformara con esto y no escuchar más de sus reclamos.

Al darme la vuelta me encontré a Alex muy cerca de mí.

—¿Te confieso algo más? —posó ambas manos en mi cintura y me susurró al oído.

—Sí —musité.

Mi corazón latía con rapidez, algo en el ambiente había cambiado por completo. ¿Cómo podía tener ese poder?

—Desde que te vi esa vez en la cafetería con tu falda y tus medias de red. Se han convertido en una de mis prendas favoritas y no puedo evitar fantasear cada que traes una.

¿Saben que traigo puesto ahora? Sí, una falda.

—¿E-En serio? —titubeé.

Dejó un beso húmedo en mi cuello, y sentí mi piel arder al instante. Eso me había derretido por completo.

—Muy en serio —su voz ronca, y el olor que soltaba de su loción me dejó inmovilizada. Era embriagador.

—¿Sabes? Deben estarnos esperando.

—No lo creo, nadie nos vio subir y dudo que a alguien le hagamos falta. ¿No viste? Apenas notaban nuestra existencia —aseguró.

—Tienes razón —confesé, nerviosa.

Me tomó de las mejillas y dejó un suave beso en mis labios.

—Estás conmigo, no hay por qué estar nerviosa.

¡Exactamente por eso estoy nerviosa!

—Lo sé —abrí mis ojos y le sonreí.

Los suyos nunca dejaron de ver los míos, mientras una de sus manos acariciaba lentamente mi brazo. Era una caricia simple, pero cargada de afecto. Sentir las yemas de sus dedos en mi piel y la delicadeza con que lo hacía. Pero no se le podía comparar con la intensidad con la que me estaba observando. No me podía mover, estaba perdida en el verde de sus ojos y suplicaba no ser encontrada.

Se acercó lentamente y besó la comisura de mis labios.

El que sea tan delicado conmigo me hace sentir de alguna forma muy especial. Me hace sentir como si fuese de cristal y no quisiera romperme. Sus besos fueron bajando poco a poco hasta llegar a mis clavículas, y su mano bajo de mi cintura a mi cadera y luego me presionó contra él.

Necesitaba besarlo.

Levanté su rostro para unir nuestros labios, y nuestras respiraciones se volvieron acompasadas y no era por la rapidez. De hecho, nuestros besos eran lentos, pero eso hacía que nuestros corazones fueses más desbocados. Sus manos me levantaron y rodeé mis piernas en su cintura.

No pude evitar intensificar la velocidad en la que mis labios lo recibían. Él comenzó a caminar hacia la puerta y recargó mi espalda en ella. No sabía porqué había elegido ese lugar, hasta que escuché como le ponía pestillo a la puerta. Estaba demasiado perdida en sus besos como para poder pensar con claridad.

¿No se supone que eras un chica que no se dejaba llevar por sus inquietantes hormonas? Ignore esa vocecita molesta de mi cabeza y seguí disfrutando del momento.

Me sostuve de sus hombros, y sus labios fueron bajando poco a poco besando mi cuello y la parte de en medio de mis pechos. Era consiente de que nadie subiría a mi habitación en estos momentos, así que no detuve lo que estábamos haciendo. Al sentir una de sus manos en mi nuca y la otra en mi cintura, mis labios soltaron un gemido que fue callado por sus besos. La manera en la que él me hacía sentir era casi mágica y me hacía olvidar todo. Me gustaba eso, que mis preocupaciones quedaran en el olvido y fuesen llenadas por sus caricias y esta forma de hacerme sentir tan especial.

Mi piel hormigueaba, era como si tuviese la necesidad de ser tocada por él y pedía a gritos que lo hiciera.

—Alex... —susurré, y él se detuvo.

Sus labios estaban ligeramente hinchados y sus preciosas pupilas dilatadas. Nuestras respiraciones eran un caos.

—¿Quieres que me detenga? —su voz destilaba deseo puro y eso hizo que mis mejillas se incendiarán.

Tranquilos, no literalmente.

—Te quiero —musité.

—Te quiero más.

Él me volvió a besar y caminó hacia atrás. Sentándose en la orilla de mi cama y yo quedando a horcajadas sobre él.

Me acarició la mejilla con el pulgar.

—Besarte es la mejor sensación que puede existir.

—Me gustaría decir lo mismo —me burlé.

—¿Ah, sí? —enarcó una ceja. Llevo su mano a mi nunca y me comenzó a besar con más intensidad que antes. Nuestras lenguas colisionaron y crearon su propia danza.

Solté un jadeó.

—Mentí —confesé.

—Eso creí.

Mi cuerpo anhelaba cierto roce, así que comencé a balancear mis caderas contra él. En ese momento bajo sus manos y las colocó en ambos extremos para presionarlas.

¿Qué se suponía que estaba haciendo?

Al parecer él también quería ir un poco más lejos, porque en un movimiento rápido volteó nuestros cuerpos. Mi espalda se encontró con la suavidad de mi cama y su cuerpo quedó entre mis piernas. Su boca nunca abandonó la mía en el proceso. Alex comenzó a impulsar su cuerpo contra el mío y sentí como mi cuerpo ardía. Sabía que traíamos nuestra ropa puesta, pero eso no quitaba que su intimidad chocara con la mía. Ese roce me hacía desearlo mucho más de lo normal.

Me estaba volviendo loca.

En el momento en el que me mordió el labio inferior supe que estaba perdida. Mis jadeos eran ahogados por sus besos, y una de sus manos bajo por mi cuerpo hasta llegar a mi pierna y empezar a acariciarla. Sin pensarlo mucho las enrosque a su alrededor y lo atraje más hacia a mí.

Nuestra burbuja se reventó cuando alguien llamó a la puerta y ambos nos quedamos inmóviles. Mis ojos se quedaron perdidos en el verde boscoso y nuestras respiraciones están descontroladas. Mi pecho subía y bajaba con rapidez. El corazón me iba a mil por hora y no podía creer que estuviésemos en este estado.

—¿Mack? ¿Estás ahí? —habló Brianna.

Tomé un respiro y me aclaré la garganta.

Alex me sonrió con picardía.

—Sí, ¿qué pasó? —mi voz sonó demasiado extraña, y esperaba que ella no lo fuese a notar.

—Ya vamos a partir el pastel —avisó.

—Ah, sí, en un momento bajo.

—¡No te tardes! Te esperamos.

Cerré mis ojos y los presioné.

—Está bien.

Alex hundió su rostro en mi cuello y soltó una risa.

—Solo cállate —pedí, molesta.

—¿Por qué?

—¿Te imaginas que nos hubiese encontrado juntos?

—Le puse seguro a la puerta.

—¿Te imaginas si no lo hubieses hecho?

—Pero lo hice, así que cálmate.

Lo moví de mi cuerpo y me enderecé.

—Joder, eso estuvo tan cerca —me llevé la mano a mi desbocado corazón.

—Fue divertido, no lo niegues —se burló.

—Mejor bajemos antes de que sospechen.

—No puedo bajar ahora.

Me levanté y comencé a acomodarme la ropa.

—¿Por qué? —me volteé para verlo y, cuando lo hice, mis mejillas se sonrojaron al instante—. Ah, por eso.

Se empezó a reír.

—¿Te importaría bajar primero?

—N-No.

Agarre el regalo de Connor y salí con rapidez.

No puedo creer que me avergüence verlo de esa manera, cuando hace unos momentos eso no me preocupaba. Me quedé recargada unos segundos en la puerta en lo que mi corazón se tranquilizaba y el rubor de mis mejillas bajaba.

Si esto había pasado en mi habitación.

¿Qué cosas me esperaban ese fin de semana?

🏀📖
Ahora se dice:

¿Me acompañas por el regalo?
🌚🔥

Capítulo editado. ✔️

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