Esto no es un cliché, ¿o sí?

Autorstwa allierngll

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Luego de que su crush la golpeara por accidente sus vidas se mezclarán irremediablemente y ella descubrirá qu... Więcej

Prólogo
1. La víctima
2. El castigo
3. El beso
4. La fiesta
5. El cretino
6. La salida
7. El deseo
9. La pregunta
10. El acercamiento
11. La excepción
12. El rumor
13. El partido
14. La plática
15. El plan
16. El paseo
17. La cosa
18. La revelación
19. El tiempo
20. La reconciliación
21. El viaje
22. El lago
23. La fogata
24. El mensaje
25. El cuidado
26. El espacio
27. La esperanza
28. La familia
29. La despedida
30. El despertar
Epílogo
Nota Final
1. Extra
2. Extra
3. Extra

8. El diario

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Autorstwa allierngll

Capítulo Ocho

El diario

—¿Qué te enamoraste de mí? —murmuré llevando mis manos a mis mejillas fingiendo estar sonrojada.

Me balanceé frente al espejo y sonreí con coquetería.

—Espera, ¿también quieres tener una cita conmigo? No lo sé, tendría que revisar en mi agenda, para ver si tengo un día libre —recargué una mano en el espejo y la otra en mi cintura—. Ya sabes, la vida de una chica como yo es demasiado ajetreada, suelo salir con muchas personas, ¿chicos? Sí, muchos chicos, pero no te pongas celoso, hay mucha Mack para todos.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —brinqué del susto al encontrarme con Connor de pie en el marco de la puerta de mi habitación.

Di unos pasos hacías atrás para alejarme del espejo.

—Nada, no estoy haciendo nada.

Él se comenzó a reír.

—¿Estabas coqueteándole a tu espejo? —se cruzó de brazos y sus ojos reflejaban diversión—. No te creo, cada día eres más una perdedora. Espera, esto lo tiene que saber nuestra hermana. ¡Oye, Brianna! A qué no adivinas qué estaba haciendo la rara de Mackenzie frente al espejo.

Sentí mis mejillas arder de la vergüenza.

—¿¡Qué estaba haciendo!? —gritó Brianna desde la planta de abajo.

—¡Estaba coqueteándole al espejo!

Se escuchó su carcajada hasta aquí, la que no tardó en ser acompañada por la voz chillona y aguda de mi hermano.

—¡Claro que no estaba haciendo eso! —aclaré.

—Estabas imaginado que era Alex, ¿o me equivoco?

Mis ojos se abrieron en asombro.

Él sabe cosas wey.

Los que conozcan al comediante Franco Escamilla entenderán esa pequeña referencia. Sacudí mi cabeza.

—¿Tú cómo sabes de eso pequeño mocoso?

—Sé muchas cosas.

—¿Escuchas mis conversaciones, cierto?

Me dio un simple encogimiento de hombros.

—Tal vez sí, tal vez no, eso nunca lo sabrás.

—Estarás muerto si le llegas a contar a alguien lo que has escuchado —le advertí señalándolo con mi dedo índice.

—Hermanita, ¿crees que desaprovecharé esta oportunidad? En un futuro esta información me será de mucha utilidad.

—Oh, pequeña sabandija, te mataré —mis pies se movieron con rapidez y comencé a perseguirlo.

Ambos bajamos las escaleras corriendo.

Cuando llegamos a la sala hicimos una especia de coreografía, en la que yo iba a la derecha y él a la izquierda, mis manos preparadas para atraparlo.

—¿Crees qué esto me hará callar? —su pequeña risa inundó la habitación—. Sería una pena que él se enterará de todo lo que hablas de él con tus amigas.

—Él nunca lo sabrá.

Esbozó una sonrisa traviesa.

—Oh, Alex es tan sexi, ¿viste como se miraba en el partido? Ay, me encanta cuando se pasa la mano por el cabello, hoy paso junto a mí, olía delicioso, ¿crees que un día me invite a salir?

—¡Cállate! ¡Solo cállate!

Él comenzó a cantar una estúpida canción.

—Alex y Mack, se gustan, se quieren, se besan sus bocas, se pasan el chicle, se tocan...

Abrí mis ojos por completo.

—¿Qué ibas a decir?

Cerró su boca y sus mejillas se tornaron rosas.

—Nada.

Me empecé a reír.

—Ibas a decir otra cosa, te atrapé.

—No, no es cierto —negó.

—Sí, sí es cierto.

—No le digas a mamá, por favor.

Me crucé de brazos.

—Bueno, eso te costará caro.

—Te prometo que nunca contaré sobre tus llamadas telefónicas vergonzosas. No se lo digas, por favor.

—¿Dónde aprendiste esa canción? —intenté reprimir la fuerte risa que se quería escapar de mis labios.

No soy una tonta, yo la cantaba en la primaria con mis compañeras, pero mi intención era ponerlo incómodo.

—En la escuela, mis amigos suelen cantarla —sus ojos se desviaron y su voz apenas fue un susurro.

—Interesante, no solo aprendes canciones no aptas para niños de diez años, sino que también vas a jugar a la escuela en vez de estudiar, esto sí que es material extra para que te comportes como un buen hermano.

—Lo que tú haces también está mal, se le llama chantaje.

Me encorvé para estar a su altura.

—No, se le llama ser inteligente y no dejar que te salgas con la tuya, así como sueles hacerlo siempre —pase mi mano por su cabello para sacudirlo.

—¡Mack, ven a desayunar! —gritó mi madre desde la cocina.

—¡Ya voy! —avisé—. Vamos, Connor, ¿no vendrás a desayunar?

Sus cejas se estrecharon y comenzó a rezongar por lo bajo mientras caminaba detrás de mí. Estaba enojado.

(...)

Tenía al profesor Joseph sentando frente a mí.

—Entonces, sí estoy entendiendo bien, usted quiere formar parte del diario, ¿verdad, señorita Davis?

Asentí con emoción.

—Sí, así es.

—Bien, dígame qué es lo que la hecho tomar esta decisión, sabe que no aceptamos a cualquier alumno, intenté convencerme del porqué debería dejarla formar parte de este club, ¿qué tiene usted de especial? Sorpréndame.

¿Estaba hablando en serio?

Hasta donde yo sabía el diario no era la gran cosa para muchas de mis compañeros. Casi a nadie le gustaba.

Me sentía un poco observada.

No solo tenía la mirada del profesor, también la de un alumno de ultimo año, era un chico alto y delgado, su cabellera castaña al igual que sus ojos, no se miraba intimidante, de hecho tenía pinta de ser un buen chico.

Era todo lo contrario al profesor Joseph, su cabellera de él es canosa y sus ojos azules, creo que estoy comenzando a divagar. Tenía que concentrarme si en verdad quería esto.

Me aclaré la garganta.

—Las palabras, esas a las que nunca me detuve a ver su valor, las que suelo escribir desde que tengo memoria, lo hacía en la escuela, en mi diario, en el blog de mi celular o en algo tan insignificante como un mensaje. Hasta que de pronto comenzó a crecer un amor y se empezaron a volver parte de mí.

»Lo hago en mis momentos de tristeza, enojo, felicidad y desesperación. Me gusta expresar todo lo que siento, es como una forma de desahogarme. El escribir se volvió como respirar para mí, creo que sí me veo en un futuro dedicándome a esto, a lo que amo.

»El diario puede ser un lugar donde podré aprender a desenvolverme un poco más, convivir con personas que tengan la misma pasión a las letras. Señor Joseph, déjeme decirle que no vengo buscando estar en el encabezado de chismes, quiero ayudar a hacer un cambio, hacer entrar en conciencia de muchos temas a los estudiantes, en verdad quiero ser parte de esto.

Ambos presentes me sonrieron y me vieron con aprobación.

—¿Tú que opinas, Chad? —se volvió para ver al chico, no es como si fuese una pregunta, era más cómo buscar una reafirmación.

—Creo que ella es perfecta para el club —sus palabras me hicieron sonreír de manera bobalicona.

—Caray, ¿en serio lo logré?

La emoción hizo que mi corazón comenzará una gran carrera, galopando a todo la velocidad, me daba miedo que se estrellara en cualquier momento. Sé que tengo que vencer el miedo de que aparezca mi nombre en el periódico y que la gente sepa quién soy. No quiero seguirme privando de este tipo de oportunidades, es todo o nada, lo hago o no lo hago, no quiero seguir haciendo las cosas a medias.

—Sí, señorita Davis —su mano se estiró para estrechar la mía de forma amigable—. Me ha dejado sorprendido, y créame cuando le digo, que eso no lo logra cualquiera, así que bienvenida al diario escolar, será un enorme placer tenerla con nosotros —se levantó de su lugar para señalarme al castaño—. La dejaré con Chad para que le diga en que momentos del día la vamos a necesitar aquí.

—De acuerdo —me levanté para darle la vuelta al escritorio y situarme a lado de Chad.

—Si no le molesta, me tengo que retirar —él comenzó a caminar a la puerta y antes de salir, añadió—: Chad le dirá cuál será su primera entrevista.

—¿Es-Es una broma? ¿Una entrevista?

—No lo es, creo que tiene un gran potencial y que mejor que comenzarlo a explotar desde ahora.

—Vaya, no sé qué decir —pase una mano por mi cabeza nerviosamente.

—¿Qué tal si empieza con un gracias?

—Claro, ¿cómo no se me ocurrió? Muchas gracias por esta oportunidad, le prometo que no la desaprovecharé.

—Espero que no lo haga.

El señor Joseph salió y me dejó a solas con Chad.

—¿Eres Mackenzie, cierto?

—Sí, aunque me sentiría más cómoda si solo me dices Mack, es que si me dices por mi nombre completo suena muy formal, no me gusta.

—De acuerdo, Mack —lo dijo como si probara el cómo suena y después sonrió al ver que no era tan malo.

No pude evitar reír.

—Entonces, ¿a quién tengo que entrevistar?

Él comenzó a caminar dentro del salón para sacar una carpeta llena de documentos.

Sacó una hoja y se la llevó al pecho.

—Bien, sé que debes conocerlo, la mayoría de las chicas de este club se están peleando por tener esta entrevista, y puesto que tú recién empiezas y no sabes a quién es, creo que sería perfecta para ti.

—Ah, de acuerdo, solo dime de quién se trata.

—Es el líder del equipo de Básquetbol.

Suelto una pequeña risa.

—Tiene que ser una broma —murmuré.

—¿Qué dijiste?

—No, no dije nada.

—Bueno, la entrevista es para Alexander Price.

"No me sorprende", pensé.

—Una pregunta, ¿para qué es la entrevista?

—Eres la primera que lo pregunta.

—Es solo que siento que le estarían subiendo el ego.

—No me digas que no eres de esas que cae ante sus encantos.

—No precisamente, pero tampoco soy una fanática.

—Entiendo —dice entre risas y me entrega la hoja—. Bueno, estás son las preguntas, la mayoría que lo conoce sabe que muchas universidades están esperando a que pase a tercer año para comenzar sus ofertas. Alex se convertirá en toda una leyenda para la escuela, así que el señor Joseph tiene planeado que tengamos una primicia, ya sabes, que nos cuente un poco el cómo llegó hasta donde está, lo que lo impulsa y si se ve dedicándose a esto el resto de su vida, nada del otro mundo, ¿te parece bien?

—No es como que vaya a cambiar algo si no me llega a parecer, solo me queda aceptarlo, ¿verdad?

—Buen punto —sonreí.

—¿Sabes? No sé si conoces a Leonardo, él también está en el equipo y es realmente bueno, él también podría llegar muy lejos, tal vez más adelante puedan darle la misma oportunidad que le están dando a Alex.

Él asintió y pareció pensarlo un poco.

—Sorprende al señor Joseph, y te aseguro que podrás entrevistar a quien quieras, intenta que Alex se abra a nosotros, que nos cuente cosas vitales. Algo que cause impacto, aquí entres nos, sabes perfectamente que a muchos no les gusta leer el periódico, así que necesitamos atraer su atención de algún modo. El señor Joseph piensa que somos famosos, la verdad lo dejamos soñar, es la edad —no pude evitar cubrir mi boca para callar la risa—. No nos vendrían mal unas ideas nuevas, no te pido ser nuestra salvación, solo tomarte esto en serio.

Eso es algo que ya sabía, la mayoría prefiere hacer otras cosas mientras está en la escuela, que estar leyendo unas cuantas hojas de papel. Se que algo se me podría ocurrir.

—Cuenta con ello.

(...)

Me quité mi chaqueta negra y la metí dentro del casillero, para después sacar los cuadernos que iba a ocupar en las siguientes clases. Mis ojos viajaron a la ropa de Alex, sé que tengo que entregársela, pero no puedo olvidar la plática que tuve con Leo. El solo recordarlo hace que una colonia de mariposas vuelen en una especie de remolino dentro de mi estómago, lo he estado evitando en los últimos días, siempre que lo veo, me escondo en el lugar más cercano, sin ser tan obvia, bueno, espero no serlo.

Me acomodé mi blusa de tirantes, inspeccionando que todo estuviese en orden antes de cerrar el casillero.

Todo estaba bien hasta que sus ojos se encontraron con los míos, di un pequeño brinco del susto. Alex sí que sabía aparecer cuando menos lo esperaba, ni siquiera me di cuenta cuando se acercó.

Tranquila, respira.

Alex se recargó en los casilleros y esa sonrisa derrite chicas hormonales estaba en sus incitantes labios.

—Hola, nube de azúcar.

Sonreí al escuchar sus palabras.

—¿Así que eso es lo que has estado haciendo? —intenté aferrarme a mis libros para no caer—. ¿Has estado pensando en un apodo para mí? Debió de haberte tomado mucho tiempo, lo que quiere decir que, sueles pensar mucho en mí, ¿no es así?

Si lo que Leo me había dicho era cierto, no perdería esta oportunidad que se me estaba dando. O sea, estaba siendo bendecida por los dioses de los chicos sensuales y moja bragas. ¡Que dios bendiga a América! Ah, espérense, así no era, y también ya me estoy desviando del tema importante.

El tema en el que no puedo evitar sentirme bien al tener su atención. Sé que mi autoestima no depende de otra persona, pero no me dejarán mentir en que si un chico guapo pone los ojos en ti, tu autoestima sale disparado hacia arriba. Te sientes de alguna manera especial.

—Que va, se me ocurrió apenas ahora, no eres la única con apodos ingeniosos —fingió reír y abanicó su mano para restarle importancia.

—Mis apodos siempre son los mejores.

—Vale, puede que te dé algo de crédito.

—Me alegro de que estés aquí —abrí el casillero para sacar su ropa. Alex enarcó una de sus cejas y miré por el rabillo de mis ojos una infantil sonrisa. Tierno.

—¿Ah, sí?

—Sí, pero no por las razones que tú crees.

—¿Cuáles serían esas razones, Mack? —se inclinó para estar más cerca de mi rostro.

—¡Oye! Tienes que dejar de hacer eso.

—¿Qué cosa? —fingió no entender.

—Acercarte tanto a mí.

—¿Eso te pone nerviosa?

—No, solo que los amigos no hacen eso.

—¿Quién lo dice? —se estaba acercando demasiado, podía sentir algunas miradas sobre nosotros—. Yo pienso que los amigos tienen que ser muy cercanos.

Atrape mi labio inferior con mis dientes para evitar que saliera de mí un fuerte suspiro. Mis mejillas se sentían extremadamente calientes. Él solo iba a ocasionar que se esparcieran rumores.

Extendí nerviosamente mi mano con la ropa en ella.

—Aquí-Aquí tienes tú ropa, es muy cómoda, deberías prestármela más seguido —no sé si debería pegarme una buena bofetada por lo que acababa de decirle, ¿le estaba coqueteando? No sabía que podía hacerlo, pensé que eso no estaba registrado en mi sistema, sé que luego finjo ser coqueta, pero esta vez me había salido natural.

Percibí un pequeño rastro de brillo en sus ojos.

Enarcó ambas cejas.

—¿Me estás diciendo indirectamente que te desnudarías para que yo te preste mi ropa? —su voz salió más sensual en esta ocasión.

Tragué saliva.

—Yo nunca dije eso —negué repetidamente con mi cabeza como un tic nervioso—. Creo que entendiste mal.

Me dio una última mirada antes de tomar distancia.

—Tranquila, nube de azúcar, solo estoy jugando.

—Sí, claro —asentí.

—Bien, creo que ya nos veremos por ahí.

Mi mente había entrado como en un trance.

Alex se estaba alejando.

Esperen, la entrevista, tenía que decirle.

—¡Alex! —grité.

Él detuvo su andar y se volteó.

Me acerqué.

—No es como si te interesara verdad, pero acabo de entrar al diario de la escuela, y tengo tanta mala suerte, que me tocó realizarte una entrevista —sabía que estaba hablando demasiado rápido por los nervios, pero justo ahora eso era lo de menos—. Entonces quería saber qué día nos podíamos ver para realizartela, tendría que ser cuando no estemos en clases o en las prácticas, no quiero traerte problemas. Así que dime, ¿qué día podríamos vernos?

Alex asintió con su cabeza.

—Ni clases ni práctica, ¿eh?

—Así es.

—La hora de la comida mucho menos —él parecía estar maquinando algo en esa cabecita de maní sensual—. Ya sé que podemos hacer para que nadie nos moleste.

—¿Qué cosa?

—La haremos en la casa de Caleb el día miércoles después de clases, ¿te parece bien?

No me parecía buena idea, también quería saber por qué no lo hacíamos en su casa, aunque luego me acordé de que él no está viviendo allí en estos momentos. Tal vez esta entrevista me iba a ayudar a saber por qué no lo estaba haciendo. Tendría respuestas, las cuales me ayudaría a saber un poco más de Alex.

—¿Él estará ahí?

—¿Por qué? —esbozó una media sonrisa—. ¿Quieres que estemos solos? Te tengo una buena noticia, ni él ni sus papás estarán allí, solo nosotros, tú y yo, nadie más.

Sentí mis mejillas arder.

—Es-está bien.

Le di una última mirada antes de esquivarlo y seguir mi camino al salón de clases. Alex y yo, solos en esa casa, sin nadie más, esto no iba a acabar bien. Intenté recobrar la respiración, al parecer desde que él apareció había dejado de hacerlo, bien podría comenzar a practicar mis respiraciones, ya que a este paso no tardaría en morir.

🏀📖
Limonagrio y nube de azúcar.

¿Se nota lo mucho que me gusta Hora de Aventura? Si lo piensan mejor, Mack y Alex son como un fanfic entre limónagrio y la dulce princesa JAJAJAJA.

Capítulo editado. ✔️

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