Hasta el último de mis días...

By Andrea1174

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Libro 1 de la Bilogía "Te Amaré" Libro 2: Por Toda La Eternidad Puedes querer y hacer que te quieran, pero... More

SINOPSIS
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EPILOGO.
🤍
PARA TI. CARTA DE JACE.
Dedicatoria.
🏳️PLAYLIST🏳️
Libro 2. SPOILER
EN FISICO 🥳

12.

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By Andrea1174

CHARLIE

Hoy es el día. Hoy es el gran partido de americano. En cuanto cruzo la puerta de la escuela, los colores oficiales del equipo me rodean: en cada una de las prendas de todos los alumnos, además en globos, pintura en la cara, carteles, serpentinas. Todo el mundo va con un jersey del equipo. Todos menos yo. No porque no quiera hacerlo, es solo que no tengo ninguno.

—Hola, Charlie —me saluda Daphne con una sonrisa. Ella, al igual que todos, lleva su rostro pintado, y con mucha más razón porque es animadora. Viste un jersey de su novio encima de su uniforme de porrista, además lleva una coleta alta con rizos y un gran moño. Algo muy clásico, pero lindo a la vez.

—Hola, Daphne.

—¿Y tu jersey? —pregunta, amable.

—No tengo.

Alza ambas cejas con sorpresa.

—¿De verdad? ¿Ninguno? ¿Ni el del año pasado?

—Ninguno —susurro.

—Pues no te preocupes, lo vamos a solucionar en un tris.

—¿Cómo?

—Sabes cómo —Toma mi mano y me lleva con toda la confianza entre la gente—. Lo mejor de este día es que solo tenemos dos horas de clases, el resto son libres para ver el entrenamiento de los chicos.

Los partidos importantes siempre enloquecen a la escuela y dan un ambiente de felicidad. Los años anteriores yo tomaba utilizaba esas clases libres para ir al taller de Arte o leer algún libro, pero este año creo que será diferente. Ahora sí tengo a alguien que me interesa ver.

Jace Grey me dará un show. Lo ha prometido.

Entramos al salón y todos me miran como si fuera una inadaptada por no llevar un jersey. Todos llevan uno, hasta los maestros. Me siento, ignorando las miradas desaprobatorias de la gente. Al menos me he puesto una blusa negra de manga larga para estar a tono. Daphne se sienta a mi lado como si nunca hubiera dejado de hacerlo.

—Jace —se gira y lo llama—, Charlie no tiene un jersey, ¿alguna sugerencia?

—No es necesario.

—Sí lo es. No te preocupes, tengo uno extra en mi casillero del vestuario ¿Quieres usarlo?

—Solo si tú quieres que lo use —contesto jugando con mis dedos.

—Oh, Charlie —comienza a hablar Leo—. Lleva toda la mañana diciendo que ojalá llevaras uno de sus...

No termina su frase, ya que Jace le cubre la boca con una mano. Lo mira con desaprobación y se dirige a mí con una sonrisa.

—Cuando termine la clase, vamos y te lo doy para que así

—Jace puede — trata de decir de nuevo Leo, pero Jace le pone la otra mano para reforzar la barrera.

—Para que así puedas tener uno para el partido.

Le doy las gracias con una sonrisa. Pasan las dos primeras horas, Español y Cálculo y, después de toda la tortura, por fin nos dejan libres para poder ir al estadio y ver el famoso entrenamiento. Parecemos una colonia de hormigas yendo a visitar a su reina, casi es imposible caminar entre tanta gente. Por suerte Jace me va abriendo camino entre la multitud.

— ¿Te gusta el color azul marino? Porque de ese color es el jersey. Por cierto, lleva mi nombre y número, espero no te moleste.

—Sí me gusta, no te preocupes —respondo.

En realidad, no me molesta para nada llevar su apellido.

Después de unos minutos tratando de llegar a los vestuarios, lo logramos. Aquí están todos los jugadores del equipo, me siento nerviosa con todas sus miradas puestas sobre mí, pero no son coquetas, son de sorpresa.

—Ven, Charl.

Jace me toma de la mano y me jala hasta lo que parece ser su casillero. De su espacio saca un gancho con un jersey azul marino ribeteado en color amarillo, en letras amarillas bordadas lleva el nombre de él y el número once.

—Ten, todo tuyo. —Me lo tiende con una sonrisa.

Lo tomó y lo abrazo ligeramente.

—Te lo devolveré después del partido —digo mientras miro el jersey.

—No, es todo tuyo, te lo regalo, así podrás tener uno antes de cada partido.

—Gracias, Jace, procuraré ver al número once con mucha atención —murmuro.

Muerde ligeramente su labio sonriendo y toma aire como con emoción.

¿Me ha dado vergüenza decir eso? Sí, y mucha, pero no me arrepiento al ver cómo sus mejillas se tornan rosadas, y su apariencia luce más tierna de lo que ya es.

—Trataré de darte un buen espectáculo.

Le sonrío y digo:

—Me iré ya para que puedas estar listo. —Jace asiente.

Cuando vamos saliendo de los vestuarios, cruzamos una zona dividida por algunos casilleros, donde justamente están todos los jugadores, quienes se dispersan con torpeza para disimular que nos están espiando.

Graciosa escena, para ser sincera.

Jace les lanza una mirada que hace que todos se giren. Salimos del vestidor.

—Lo siento.

—No te preocupes, ha sido gracioso.

—Nos vemos después, entonces —bromea.

—Sí, te veo luego.

Ambos nos quedamos quietos. Tal vez, ambos tenemos la sensación de que falta algo. Entonces me acerco a ella y, de puntillas, le doy un beso en la mejilla.

—Suerte —murmuro para después huir de la escena con un nudo en mi estómago.

Si pudiera ver mi interior, estoy segura de que tendría mil mariposas haciéndome cosquillas. Jamás hubiera pensado que estaría viviendo este tipo de cosas bonitas con Jace Grey, mi examigo de la adolescencia que se creía un superhéroe y me aconsejaba sobre los chicos de esos tiempos. Pero ha sido inevitable, lo tiene todo. Es guapo, amable, cariñoso y, sobre todo, sabe escuchar.

Y eso es lo más importante para mí.

JACE

Entro al vestuario de nuevo y me encuentro con todas las miradas y sonrisas de los chicos.

—¿Qué pasa? —pregunto haciéndome el desentendido.

—Charlie Hans, una de las chicas más lindas del colegio llevará tu jersey, ¡qué privilegio! Vas a ser la envidia de muchos —alardea uno de los chicos. Todos alientan el comentario con un ¡sí!, a excepción de Leo y Ken, que solo miran la escena con una sonrisa orgullosa.

No es un secreto que Charlie es una de las chicas más lindas, con más chicos detrás de ella, pero tampoco es un secreto que ninguno de ellos ha tenido suerte. Hasta ahora. Tal vez soy el indicado, pero eso solo lo decidirá ella.

—Basta, no estamos en un reality show para hablar de mi vida, mejor prepárense para el entrenamiento —reprocho quitándome la playera para ponerme el equipamiento de entrenar.

—Ninguna chica lleva un jersey de un jugador si no son algo más que amigos. Últimamente pasan mucho tiempo juntos. ¿Qué fue lo que hiciste? —dice Karl, recargándose contra uno de los casilleros para estar más cómodo, como si fuera a contarles toda la historia.

—Nada que les incumba.

— ¡Están saliendo! —gritan todos con emoción.

—Lo que pase entre ella y yo asunto nuestro, nada más.

— ¡Sí, capitán! —gritan al unísono.

Por fin salimos al campo, los gritos de aliento resuenan por el estadio como si fuera el mismísimo partido. Toda la gente de las gradas enloquece; si eso es ahora, no quiero ni imaginar cómo será en el partido. Tenemos la mejor afición.

Miro hacia las gradas en busca de Charlie; por suerte, la encuentro rápido. Está sentada a pocos metros de nosotros. La saludo y ella me devuelve una sonrisa. Mis amigos me jalan para comenzar, y lo agradezco, o me quedaría mil horas mirando en su dirección, admirando su belleza y gritando internamente: «¡Charlie lleva mi jersey!».

Como es un simple entrenamiento no podemos dar un gran espectáculo, pero el de más tarde será genial y sorprendente, digno del equipo de Jace Grey. Mi mirada de vez en cuando se desvía a Charlie, y ella cumple su palabra: sigue cada uno de mis movimientos y eso me gusta y motiva, pero también me pone nervioso. Mis pases se vuelven algo torpes por culpa de mis pensamientos.

—¡Gray!, ¿qué te pasa? —El grito furioso del entrenador llega hasta mí y me saca del trance. Tengo que concentrarme; si me pongo tan nervioso como ahora, perderemos. Y además de esa derrota, también perderé la apuesta. No voy a desperdiciar esta oportunidad.

—Hey, Jace, sal de ese mundo, te necesitamos cuerdo —me dice Ken mientras se acerca a mí y truena sus dedos.

—Perdón, solo pensaba en la fiesta.

—Tenemos un juego importante ¿y tú piensas en la fiesta? ¿Te sientes bien? Este no es nuestro capitán —comenta Leo con una de sus cejas alzada.

—No en la fiesta en sí, Charlie y yo hicimos una pequeña apuesta. Si ganamos el partido, irá a la fiesta y pasaremos juntos la noche; si perdemos, ella se irá a su casa. De verdad quiero estar esta noche con ella.

—Uuuh —se burlan.

—Es en el sentido bueno y sano, par de idiotas. Además, no necesito que incrementen mis nervios, el entrenador ya me ha gritado cuantas veces pudo.

—No pienses en la apuesta. Cuanto más pienses en ella, más nervioso te pondrás, así que olvídate por el momento

El entrenamiento más largo de mi vida termina después de dos horas y media. Ahora es tiempo de ir a descansar, comer, recargar energía y volver a ganar otro partido.

En el vestuario me toca decir unas cuantas palabras como cada vez que hay un partido, es mi papel como capitán.

—Muy bien chicos, quiero que recuperen energías, que en el campo lo den todo, que estén concentrados en las jugadas y en el balón, nunca en el tiempo. Ganaremos hoy porque somos uno de los mejores equipos de nuestra ciudad, eso lo debemos tener muy presente. Nuestros rivales son buenos, pero nosotros somos mejores. Las águilas se caracterizan por cazar, es lo que haremos con ellos hoy.

Todos asienten con una sonrisa ladina y comienzan a marcharse. Tomo mis cosas y salgo del vestidor lo antes posible. Tengo todas las ganas de ver a Charlie de cerca con mi jersey. Cuando salgo veo a Daphne y Karl.

—Daph, ¿dónde está Charlie?

—Dijo que iría caminando a su casa, acaba de irse. No quiso que Karl y yo la lleváramos. —Me señala el camino hacia la salida.

Asiento y me despido de ellos.

Corro por todo el pasillo para alcanzarla. Va mirando su celular y no se percata de que estoy a su lado.

—Charl —le llamo.

Gira y sonríe cuando se percata de mi presencia.

—Jace.

—¿Te llevo a casa?

—Si tienes tiempo

—Para Charlie Hans siempre tengo tiempo.

Caminamos hacia el auto, que por suerte he dejado cerca de la puerta, subimos y, una vez que tenemos el cinturón puesto, comienzo a conducir hasta la casa de su madre.

—¿Cómo me has visto?

—Sudado —contesta con una risa.

—Y guapo, ¿verdad?

—Un poco.

—Un poco bastante.

—Claro que sí.

—Pero era un guapo nervioso, porque una chica muy bonita estaba siguiendo cada uno de mis pasos. ¿Has visto que casi me tropiezo con mis propios pies?

—Lo hemos visto todos, más el entrenador.

—Creo que soñaré con sus gritos.

Ríe sonoramente. Fue su culpa, pero si tropezarme es el precio que pagar por tenerla cerca de mí con mi jersey, viviría en el suelo sin quejarme.

—Eres tan exagerado

Lo soy, pero no me importa, como tampoco me importa ser cursi, clásico y estar enamorado. Son cosas que a cualquiera le pasan. Y sí, puede que ese comportamiento dé asco, pero al final todos pasamos por la misma etapa. Si encontramos a la persona correcta, tratamos de dar todo de nosotros. Son cosas básicas que pasan al estar enamorado.

—Cuando termine el partido, ¿quieres que te lleve a tu casa para que te cambies o prefieres ir con mi jersey?

—Te gusta decir que tengo tu jersey.

—Un poco

—Espérate a ganar y veremos.

—Solo estoy siendo precavido.

Me empuja haciendo que me tambalee un poco.

—Solo eres un tramposo.

—Era una estrategia, soy bueno con ellas, por algo soy capitán desde hace dos años.

—Quédate mejor con tus estrategias de juego, en este tipo de situaciones no eres muy bueno.

—Porque con las personas me bloqueo, y por personas me refiero solo a ti.

—¿Te pongo nervioso?

—Un poco.

Le sonrío con diversión y ella ríe para después mirar por la ventana.

Si supiera que con tan solo pararse frente a mí yo ya me muero de nervios Creo que no va a ser necesario confesarle mis sentimientos; ella poco a poco los está descubriendo, eso me lo hace más fácil y más emocionante, porque en el camino puede que se enamore tanto de mí como yo de ella.

CHARLIE

Me acostumbré a comer sola muy rápido y de verdad a veces me hace bien. No necesito tener compañía; te sientes mejor cuando tienes un momento tranquilo en el que puedes pensar solo en ti.

Pero ahora estoy comiendo sola y no me siento tranquila. Mi madre está moviendo cielo, mar, y tierra, para quedarse con mi custodia y molestar a mi papá una vez más. Estoy muy estresada por todo esto este asunto, solo quiero que termine de una vez por todas. Espero que el juez sea justo y no uno de esos que se deja influenciar por un par de ceros a la derecha.

El sonido del timbre de la puerta principal me saca de mis pensamientos. Tal vez es Jace, ya casi es hora del partido y no puede llegar tarde. Voy a la entrada corriendo para no hacerlo esperar demasiado, abro la puerta y efectivamente es él: el buen Jace Grey está frente a mí. Tengo que admitir que se ve muy bien. Viste una playera de licra negra, shorts grises y tenis negros. Lleva el pelo algo revuelto y con una banda negra para que no le estorbe en los ojos.

— ¿Lista? —pregunta con una sonrisa nerviosa.

Asiento mientras sonrío ligeramente.

—Sí, pasa, solo tengo que tomar mi celular y mi chaqueta.

Corro hasta el comedor para tomar ambas cosas. No me demoro mucho, pero cuando vuelvo lo encuentro mirando un par de fotos que están sobre un estante.

—Te ves muy tierna en esta foto, ¿es de cuando ibas a preescolar?

—Sí, estaba muy feliz porque quería hacer muchos amigos. Pero solo hice una amiga.

Nos miramos y sonreímos.

—Daphne —decimos al mismo tiempo.

—Ella me dijo que quería hacer muchos amigos, pero no había logrado tener ninguno, y yo le dije lo mismo. Y boom: mejores amigas al día siguiente, hasta secundaria.

—Sabes, Daph todavía te considera su mejor amiga, nunca ha dejado de ser así.

—A veces sentía que me odiaba por haberme alejado.

—Créeme, nunca fue así, te lo dice la persona que ha sido su hombro de lloriqueo durante todo este tiempo. Te quiere, y siempre ha anhelado que vuelvan a ser amigas, aunque sigue siendo complicado para ella, le da miedo y desconfianza porque no sabe si tú

—Tal vez en algún momento volvamos a ser tan amigas como antes, eso me encantaría, haré todo lo posible para que confíe de nuevo en mí.

Sonríe mientras se acerca a mí y pasa su brazo por mis hombros. Yo sonrío también y tomo su mano para llevarla hasta la salida e irnos al gran partido. Caminamos en silencio, pero es tan cómodo que no dan ganas de romperlo.

El camino hasta el estadio se hace muy divertido. Jace no para de gastarme bromas o decirme adivinanzas sin ningún sentido y sus anécdotas nuevas son aún más graciosas que las viejas. Él, Ken y Leo siempre han sido así, bromistas, divertidos, con una sonrisa que nunca desaparece. Son los chicos más felices que conozco, me dan envidia de la buena.

Me hubiera encantado formar parte de todas esas anécdotas. Muy tarde para el arrepentimiento, que siempre llega cuando ya no se puede hacer nada más que lamentarse.

—¿Estás nervioso?

—Un poco.

—¿Por qué?

—¿No es obvio? Asiste un público importante al que quiero impresionar y nunca he tenido entre él a alguien que llevara mi jersey. Debo hacer un buen trabajo para que no lo tire a la basura. Y quiero ganar el partido para pasar esta noche juntos.

—No te presiones por eso, disfruta el juego.

Sonríe con las mejillas encendidas cual tomate, pero no le digo nada más para no ponerlo más rojo de lo que ya está. No soy tan mala.

Cuando llegamos a la escuela, que está más llena que de costumbre, hay gente con los jersey de la escuela, algunos llevan el negro, otros el azul o el amarillo, y hay quienes llevan los que tienen todos los colores. También está la otra escuela; esos se distinguen fácilmente, ya que sus jerséis son de color rojo y plateado.

La gente camina por todos lados para poder entrar y tomar el mejor puesto para ver el mejor partido del año.

Creo que lo será.

—Hay mucha gente —murmuro, y no exagero. Si es difícil llegar al estadio de la escuela cuando somos solo los del colegio, ahora es casi imposible con dos escuelas en una.

—Ven, nosotros entraremos por donde acceden los jugadores y las animadoras, así nos ahorraremos todo este alboroto.

Me toma de la mano, y algo que me sorprende es que no lo hace de forma normal, sino que entrelaza nuestros dedos y reafirma su agarre. No digo nada porque no me molesta, al contrario; su tacto me da una tranquilidad que no he sentido desde hace años, y además él parece muy seguro de lo que acaba de hacer, así que no me opongo a su contacto.

—En las gradas están Sucy y Melanie, si quieres puedes sentarte con ellas, ya que Daphne está con las porristas.

—Está bien, nos vemos luego —murmuro. Nos miramos por un segundo como esperando algo, sé muy bien qué es, pero la mirada de intriga que los compañeros de Jace y el público tienen sobre nosotros me incomoda tanto que solo logro darle un beso en la mejilla—. Adiós.

El corazón me late como loco. Subo por las escaleras para poder llegar hasta las gradas junto a Mel y Sucy, las saludo con timidez y luego me dedico a ver a Jace unirse a su equipo y hablar con el resto de los chicos. Parece muy emocionado, se ve tan tierno.

Ay

JACE

Camino hasta el círculo donde están calentando. Comienzo con varios movimientos de cabeza, después sigo con algunos de brazos, que detengo lentamente cuando me percato de que nadie ejercita, sino que me miran en silencio.

—¿Qué?

—Estas manitas —vitorea Ken mientras toma mis muñecas y las mueve en el aire haciéndolas parecer dos espaguetis.

—Todos las hemos visto —dice ahora Leo.

—Cómo no, si no nos han quitado los ojos de encima desde que hemos llegado.

—Es que es Charlie.

—Lo sé, no lo mencionen más, ya estoy lo suficientemente nervioso teniendo agarrada su mano, no me hagan tener más nervios.

No había planeado tomar su mano, solo lo hice, y cuando me di cuenta ya era muy tarde, mis nervios estaban a flor de piel. Por suerte pensé en gatitos con gafas de sol y me calmé.

—¿Cómo vas con la propuesta? —preguntan en voz baja mis amigos, apartándome del círculo.

—Está en proceso, aunque a veces me entran dudas.

—Ya son como novios, no te preocupes —dice Leo, despreocupado.

—Aún no tenemos nada oficial, genio.

—Ya están en proceso, genio, y lo sabes Ella te tiene confianza, se siente segura a tu lado, que es lo más importante en una relación.

—Estoy subiendo el siguiente escalón, supongo. —Bajo la mirada para ocultar mi sonrisa, es inevitable no pensar en algo más, en darle todo mi cariño y amor.

—Mi amigo es un campeón que con trabajo honesto ganó —rima Leo, y comienza a bailar—. Aja, aja, aja. Jace lo hizo, lo logró.

Sonrió por las motivaciones de mis amigos. Es lo que más necesito para poder concentrarme en ella y poder darle todo el amor que se merece.

—¡A cambiarse! —grito a todo el equipo. Todos me obedecen y comenzamos a trotar hacia los vestuarios para poder estar listos y aplastar a esas ratitas que se hacen llamar liebres.

¡Hoy ganamos!

El estadio cada vez está más lleno, las gradas se pintan de amarillo negro, azul, rojo y plateado, pero hoy solo un color puede predominar. Y será el nuestro.

—Hidrátense lo suficiente que hoy tenemos que estar mejor que nunca. Quiero que sean agresivos, fuertes y despiadados, pero no quiero que sean antideportivos. Céntrense en el balón, en las jugadas que hemos practicado todo este tiempo. Ellos son buenos, pero nosotros somos mejores.

—¡Sí, capitán!

—¿Están listos?

—¡Completamente!

—Así se habla, muéstrenme todo lo que saben en el campo.

Tomo mi casco y los demás hacen lo mismo. Salimos al campo, atrayendo las miradas y despertando los gritos de nuestra escuela. Caminamos hacia el centro, listos para patear traseros de esas insoportables liebres.

Todos tomamos nuestra posición cuando hacen el llamado a los dos equipos. El árbitro lanza una moneda al aire. Estrechamos las manos con el equipo contrario, nos colocamos los cascos y vamos a nuestras posiciones.

Uno de los jugadores patea el balón haciendo que una de las yardas se convierta en punto de batalla. Un par de jugadas después, otro gol de campo se agrega a nuestro marcador de puntos.

Tomo el balón y afirmo mi agarre. Ken corre hacia mí y ambos simulamos pasarnos el balón, engañando a las torpes liebres. Varios corren hacia él y lo taclean para dejarme un camino más libre.

De reojo veo a varios jugadores correr hacia mí para taclearme. Cuando uno está dispuesto a hacerlo, me agacho y continúo corriendo, pero otro más de ellos me tumba con fuerza. La ira me recorre.

Leo se acerca a mí y me tiende la mano para ayudarme a levantar.

—Bien hecho, avanzamos.

—Pudo haber sido mejor.

—Tranquilo hombre, estaré esperando tu lanzamiento —murmura para después darme un leve golpe en el casco.

Nos volvemos a posicionar. Después de unos gritos tengo el balón y diviso a Leo a lo lejos mientras un par de mis jugadores me cubre. Lanzo y Leo atrapa el balón en el aire, logrando que ahora los flacuchos de los contrincantes vayan hacia él, y corre por el camino libre que va encontrando.

—¡Corre, Leo!

—¡Vamos, número ocho!

Esos gritos son los que logro escuchar a lo lejos.

Ken alza la mano para llamar la atención de Leo, este lo mira y le alcanza a lanzar el balón antes de ser tacleado por una manada de liebres. Ahora Ken porta el balón y los gritos que antes alentaban a Leo ahora llevan su nombre y el número veinticinco.

A unas cuantas yardas de llegar a zona de anotación, un par de chicos derriban a Ken.

Esto se está poniendo divertido.

Me reúno con el equipo y me quito el casco y el protector bucal para hablar con ellos.

—Bien, esto es lo que haremos, Bill —me doy la vuelta para miralo— ...me vas a lanzar el balón en cuanto escuches el silbato, y espero que no tengas problemas de audición y tardes. En cuanto yo tenga el balón simularé dárselo a Paul —miro ahora al rubio—, tú vas a correr por todo el centro y harás que ellos dejen más libres los laterales.

—¿Cómo estás seguro de que los laterales se quedarán libres? —pregunta Joe.

—Porque estoy observando. Bueno, mientras Paul los distrae, Ken... —lo miro—, te lanzaré el balón, y de verdad espero que corras y esquives como sé que sabes, voy a correr por la otra lateral para poder alcanzarte. Si te encuentras en apuros siempre estará Leo; si no llego a tiempo, lánzale el balón, y luego Leo me lo dará a mí, si llego, hazme pase directo. ¿Entendido?

Todos asienten y es cuando me coloco nuevamente el protector y el casco.

Vamos a las posiciones, el silbato suena y el balón llega a mí en cuestión de segundos. Tal como acordamos, simulo pasar el balón y, tal como lo deduje, las ratas de campo van al centro dejando las laterales libres. Lanzo el balón a Ken, quien tiene que dar un salto bastante alto para evitar que nos roben el balón. Cuando lo toma comienza a correr y a esquivar liebres. Yo corro por la otra lateral, pero me parece imposible llegar a tiempo antes de que las tres lagartijas derriben a Ken. Este me busca y, al no encontrarme, lanza el balón a Leo. Continúo corriendo y sobrepaso a mi amigo, que me lanza el balón, y tomo una posición aún más defensiva para evitar que me tacleen; estoy bastante cerca de la zona de anotación, tengo que hacerlo.

A mis lados solo puedo observar cómo mi equipo me cubre tacleando a todo aquel que me trata de alcanzar.

Todo mi cuerpo arde por el gran impulso que mis piernas están tomando en cada paso que doy. Veo muy cerca al cornerback, quien viene hacia mí, pero Karl lo derriba con brusquedad quitándome a un intruso más. Siento unos dedos rozar mi espalda y luego miro ligeramente hacia atrás y veo a Ken rodar por el campo sobre una rata de alcantarilla que ha intentado jalarme para hacerme caer.

Mi cuerpo arde en adrenalina.

—¡Tan solo te faltan cuatro yardas, Grey! ¡Cúbranlo como si fuera su hijo! —grita el entrenador.

Tengo que conseguirlo. Ella ha venido a verme y lleva mi jersey, prometí dar espectáculo y se lo daré. Se merece que le dedique un touchdown

Miro el tiempo y luego la zona de anotación. Sé que dije que no lo miraran, pero me ha sido imposible, faltan tan solo segundos para acabar y estamos perdiendo. Si logro marcar, ganaremos y pasaremos a cuartos de final. No puedo decepcionar al entrenador, a mi equipo, ni a mí mismo.

Saco fuerzas de flaqueza para correr aún más rápido. Muy cerca de la zona, un chico me llega por un lado, ambos saltamos al mismo tiempo. El chico me derriba y caigo, pero he sido mucho más rápido que él porque me ha hecho caer en su zona de anotación.

El grito eufórico de la escuela se escucha claro y estruendoso.

¡Touchdown!

¿Hemos ganado?

¡Hemos ganado!

El grandullón se me quita de encima y yo me quedo en el suelo con una sonrisa de satisfacción. Las ratitas no han resultado tan inteligentes como en partidos anteriores.

Tengo que admitir que dieron pelea, pero vamos, ¿qué esperaban? Sí, anotaron un par de veces, pero mi equipo me tiene a mí y yo a ellos. Touchdown por aquí, touchdown por allá, gol de campo; uno y otro, seguros. Acabamos de ganar un juego superimportante para el equipo. La escuela está como loca: la gente se abraza, grita, brinca, celebra junto a nosotros, ha sido un partido reñido.

Leo y Ken me ayudan a levantarme, me pongo de pie y me quito el casco logrando verlos con más claridad; las gotas de sudor corren por sus rostros.

—Lo logramos. —Sonrío.

—Lo logramos —dicen al unísono con una sonrisa.

Nos reunimos con el equipo y todos juntamos las manos en el centro.

— ¡Águilas! —gritamos después de hacer un conteo que enloquece a la escuela. Eso es lo que me gusta de ella, se mete tanto en el papel de afición que dan ganas de darles buen espectáculo.

Miro hacia Charlie. Está sonriendo y me saluda con mucha emoción. Estoy seguro de que no querrá tirar mi jersey. Le dedico una última sonrisa y corro hacia los vestuarios para no hacerla esperar demasiado.

Después de calzarme otro par de tenis, secarme el sudor y meter todo en mi maleta, por fin estoy listo para irme.

—Ya me voy —aviso a Ken y Leo.

—Nos vemos en tu casa.

—Claro. Me voy ya, Charlie me está esperando —me despido y salgo de los vestuarios oliendo exageradamente a brisa del mar.

Mientras camino hasta ella, trato de arreglarme el cabello al máximo, alisar mi uniforme y quitarme las gotas de sudor que aún tengo. Quiero lucir guapo aunque esté todo sucio y apestoso. Charlie espera recargada en los casilleros con la mirada puesta en mí. Me acerco a paso lento fingiendo que los nervios no queman mi piel con cada centímetro que acorto.

Qué bien se ve con mi jersey, le regalaría todos los que tengo, sin duda los luce mejor que yo.

—Hey —llamo su atención.

—Jace —se gira para mirarme—, felicidades, has jugado muy bien, y esa última jugada Sin duda has dado el mejor espectáculo. Por ti dejaria de apoyar a loa Cowboys . —Me abraza con una sonrisa. En ese preciso momento siento un calor en mis mejillas y se me acelera el corazón. En un acto reflejo, yo también la abrazo.

Nos separamos y la miro con una sonrisa.

—Gracias, tú fuiste una parte fundamental para hacerme ganar.

Sus mejillas se ponen rojas, pero aun así no rompe el contacto visual.

Armándome de valor tomo su mano y entrelazamos nuestros dedos para reafirmar el contacto. Para mi sorpresa, ella no se opone; al contrario, hace más fuerte el agarre. Me acomodo la mochila y nos vamos platicando del partido en dirección a mi auto para ir a su casa y después a la mía.

—Ese touchdown ha sido impresionante, has mejorado mucho desde secundaria.

—Creo que un poco.

—Y ese baile de celebración ha sido tan tierno... Creí que ya no lo hacías, pero me encantó verlo de nuevo.

—Ya es una tradición, jamás dejaré de hacerlo mientras yo siga siendo un campeón.

Suelta una risa que me hace sentir bien conmigo mismo. Sé que la hago reír porque quiero caerle más que bien, pero también porque quiero que olvide por un momento sus problemas.

Al llegar al auto nos subimos a él, nos colocamos los cinturones y le doy mi celular para que ponga música.

— ¿Qué quieres escuchar? —pregunta.

—Lo que tú quieras.

—Esta vez el ganador elige.

Sonrío y pienso en una canción que sea una indirecta muy directa, solo para ver si la capta.

—Muy bien. Pon «Someone To You».

Escucho cómo teclea mientras yo comienzo a conducir; segundos después, la melodía comienza a invadir el auto. Ambos vamos tarareando la canción con una sonrisa en nuestros rostros, nuestras manos entrelazadas, y una noche llena de estrellas rodeándonos. Es curioso cómo una acción tan simple como ir en un automóvil puede convertirse en un gran momento.

Cada palabra cantada me acelera el corazón. No sé si ella ha captado la indirecta directa, pero con el simple hecho de que se la estoy dedicando sin que se dé cuenta me basta.

Pasan aproximadamente cuatro canciones cuando por fin llegamos a la casa de Charlie.

—Vendré en un momento.

En cuanto entra en su casa tomo un extremo de mi playera y la acerco a mi nariz. Uf, apesto. A pesar del medio bote de perfume que me ha echado Ken sigo apestando, y aun así ella ha decidido abrazarme.

Charlie regresa vestida con ropa casual, jeans, sudadera y su gorro Estoy comenzando a amar a los Cowboys. Su cabello suelto y peinado queda muy bien con ese gorro, voy a soñar con él.

Se ve hermosa hasta llevando prendas de mi enemigo.

—Te ves muy bien, más que bien —le digo sin poder dejar de admirar su belleza natural cuando abre la puerta del auto.

—Gracias —dice, sonrojándose. Sube al auto, cierra la puerta y se coloca el cinturón.

— ¿No estaba tu madre? —pregunto. Es una pregunta tonta, sé que el tema de su mamá es delicado.

—No —responde con un tono cortante.

—Lo siento, ya sabes, por preguntar.

—No te preocupes, no es tu culpa que tenga una madre tan despreocupada. —Suelta un suspiro.

— ¿Sabes qué te subirá ánimos? —pregunto.

Ella alza una ceja.

—El pastel de chocolate de mi mamá. Preparó uno ayer y ha quedado un poco. Podemos escabullirnos y comerlo juntos, pero no vamos a tocar a mucho. Leo siempre se reserva la mitad y, cuando no la consigue, se pone de mal humor. Se vuelve tan insoportable que me hace comprarle uno entero de su pastelería favorita.

Ella ríe y le vuelvo a sacar una sonrisa, que no se le borra en todo el camino hacia mi casa. Estoy muy nervioso por esta noche. Si todo sale bien, este día será la guinda del pastel para la propuesta del baile. Además, San Valentín está muy cerca, y definitivamente quiero pasarlo con ella. Tengo en mente un día perfecto. Sin embargo, si no estamos lo suficientemente listos para pasar juntos ese día tan formal, lo pospondré para cualquier otra fecha.

Pero no me voy a comer la cabeza con eso. Por el momento solo voy a concéntrame en nosotros y en esta noche. En demostrarle lo que siento por ella.

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