Hasta el último de mis días...

By Andrea1174

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Libro 1 de la Bilogía "Te Amaré" Libro 2: Por Toda La Eternidad Puedes querer y hacer que te quieran, pero... More

SINOPSIS
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EPILOGO.
🤍
PARA TI. CARTA DE JACE.
Dedicatoria.
🏳️PLAYLIST🏳️
Libro 2. SPOILER
EN FISICO 🥳

9.

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By Andrea1174

JACE

No sé qué hacer. Me voy a volver loco. Ya ha pasado una semana y Charlie y yo apenas hemos intercambiado un par de frases.

Creo que no me atreveré a pedirle que venga conmigo al baile.

—Estoy emocionado por hacer mi propuesta —comenta Leo.

Nunca he visto a mi amigo ser tan organizado: ha movido cielo y mar para darle una buena propuesta a la chica que le gusta; incluso ha contado con nosotros y nos ha pedido opinión. De verdad anhela que le den el sí.

—Estoy bastante nervioso, pero a la vez emocionado.

—No tienen de qué preocuparse, los dos son amigos de las chicas que les gustan y aparte son guapos —murmuro con desgana mirando el suelo.

—No estés triste, Jace.

—No estoy triste, solo pensativo. No creo que sea nuestro momento de ir al baile. Tal vez no la invite.

—Tienes todas las de ganar, eres guapo.

—Eso no es suficiente, se necesita confianza y ganas, no solo belleza.

—No te puedes rendir.

—Solo es un baile tonto —murmuro con fastidio, y me adelanto hasta el salón de clases. Al entrar me percato de que ella aún no está allí, lo cual es extraño, ya que siempre llega pronto.

La clase comienza y ella no aparece, lo cual me extraña aún más. Así que decido sacar mi celular por debajo de la mesa.

—¿Estás bien?

La respuesta no tarda en llegar.

—Estoy resfriada.

—Oh, me asusté un poco al no verte en clase.

—Pues no sufras por mí; aunque tengo la nariz tan roja como Rodolfo.

Sonrío.

—Bueno, por ser Rodolfo, el reno navideño, hoy te has perdido una de las más acarameladas propuestas de baile.

—¿Cuánto de acaramelada?

—Un baile tipo musical. Demasiado hasta para mí, que tiendo a ser un cursi muchas veces.

—Bueno, creo que sí me hubiera disgustado un poco, bendito sea el Dios de los resfriados.

—¿No necesitas nada?

—¿De qué?

—Ya sabes, una sopa de pollo, o algo así. Después de clase podría llevarla.

—Suena muy tentador.

—¿Entonces? ¿Voy?

—Si quieres

Sonrío de nuevo y miro ligeramente al profesor, pero ni se da cuenta de que estoy poniendo nula atención a su explicación sobre los catetos.

—Okay, iré después de las clases, así te cuento de las demás propuestas que me superan en nivel de cursilería.

—Okay, te estaré esperando, Jace Grey.

Apago el celular y lo dejo sobre mi mesa, me muerdo ligeramente el labio tratando de no sonreír tanto, pero es inevitable.

Nunca pensé volver a tener tanta confianza con Charlie, no como para llevarle a su casa sopa de pollo cuando está enferma. ¿Será que ya me considera su amigo de nuevo? ¿O solo se le ha antojado la sopa de pollo?

¿Y si su «si quieres» es más en un tono seco implorando un no en vez de una invitación?

Sacudo la cabeza disipando esa idea. Tengo que dejar de ser tan paranoico.

Toco la puerta sosteniendo la bolsa blanca con un par de grandes vasos con sopa de pollo que he comprado en un restaurante. Estoy nervioso y las piernas se me mueven solas. Me abre Charlie, envuelta en una cobija color rosa, con pantuflas y en pijama, y efectivamente

—Sí pareces Rodolfo —digo con una sonrisa al ver su nariz roja por el resfriado.

Inmediatamente se cubre con la cobija y se hace a un lado para dejarme pasar.

—Te traje sopa de pollo. —Le tiendo la bolsa, ella la toma y se sorbe un poco la nariz—. Mi madre me la prepara siempre que estoy enfermo, así que fue lo primero que se me ocurrió para comer.

—Pues muchas gracias, la verdad es que me la has traído en el mejor momento. Puedes quitarte la chamarra y ponerla en el perchero, y tu gorro de los Eagles en

—¿La basura?

—Es broma, pero mi gorro de los Cowboys es más bonito.

Sonrío y me quito la chamarra, mientras tanto ella camina hacia el sofá.

Me parece extraño que sea mucho más abierta y libre cuando está sola que cuando hay muchas personas a su alrededor, como en la fiesta o la escuela. Voy a la sala de estar, donde está sentada en el sofá abriendo la bolsa con las sopas y sacando ambos botes.

—Dos sopas

—Pensé en hacerte compañía. ¿Me he pasado de la raya?

—Mmm, no —niega, despreocupada—. Estoy sola desde esta mañana, así que tu compañía es genial. Ven, siéntate.

Tomo asiento a su lado con una distancia que no le incomode ni me ponga nervioso. Antes de poder dar el primer bocado, ella suspira; tiene cara de satisfacción mientras sostiene la cuchara plástica muy cerca de la boca.

—¿Está rica?

—Muy buena, la verdad.

Como un poco y sí, efectivamente está muy buena.

—Tienes buen paladar.

—Todo me sabe rico. No he desayunado y no he comido, esto es lo primero que pruebo en el día.

—¿No cocinas?

—No si no quiero incendiar la cocina, y me da vergüenza pedir comida a domicilio.

—No te creo.

—¿Por qué?

—Cuando estamos solos o medio solos, pareces menos callada.

—¿En serio?

Asiento y tomo un poco más de sopa.

—Mmm. —Tomo la sopa y me aclaro la garganta—. Cuando estábamos en la fiesta no me hablaste mucho, y está bien. Apenas habíamos comenzado a hablar después de años, pero cuando estuvimos solos en el mirador me hablaste con mucha confianza, y justo ahora es igual.

—Bueno, supongo que es por, no sé, me salen las palabras de la nada.

—Y me gusta que sea así. De esa manera siento que podemos ser buenos amigos. Me encanta escucharte hablar de lo que te gusta, disgusta, hacer bromas sobre el fútbol, y ese tipo de cosas. Me gusta escuchar tu voz.

—Gracias. No sé, supongo que al estar solos y confiar en ti puedo ser yo misma. Me gusta estar en paz y creo que soy más sociable con las personas que me hacen sentir así.

—Ahora tus mejillas están igual de rojas que tu nariz —bromeo.

—Deja de reírte de mi nariz roja.

—No me burlo de ella, en realidad se ve muy tierna.

—Mejor dejemos de hablar de mi nariz. ¿Quieres ver una película?

—Claro que sí.

Toma el control remoto y enciende la televisión.

—¿Cuál quieres ver?

—La que tú quieras.

—No, me trajiste sopa, así que te toca elegir la película.

—Está bien, veamos La princesa y el sapo.

—¿Seguro?

—Si, dijiste que era tu película favorita y no la he visto, así que veamos esa para poder comprender tu amor por ella.

—Qué lindo —susurra, y compongo una media sonrisa. Presiona los botones del control remoto hasta que los tintineos y el gran castillo aparecen en la pantalla. Charlie se hace bolita en el sofá sin soltar su sopa.

La película comienza con la escena de un cielo oscuro con una particular estrella muy brillante. Supongo que es Evangeline.

—Puedes quitarte los zapatos si quieres —murmura.

—Estoy bien.

—¿Te huelen los pies?

—¿Qué? No. Me los quitaré, de acuerdo.

Me quito los zapatos, me pongo cómodo y cruzo las piernas sobre el sofá.

Charlie mira de nuevo la televisión y le presta atención a la película; yo hago lo mismo, aunque en ocasiones desvío la mirada hacia ella. Tal vez se sepa la película de memoria, pero está emocionada. Si le gusta a Charlie, entonces me gusta a mí. No digo que específicamente se vuelva mi favorita y la quiera ver siempre, pero quiero aprender a apreciar lo que le gusta y le disgusta a ella. Creo que esa es la principal señal de una relación sana, cuando demuestras cuánto quieres a una persona. Es mi punto de vista.

La película transcurre poco a poco, mostrando cómo dos personajes totalmente diferentes se enamoran. Aunque se conocieron cuando no eran las personas más lindas, ni siquiera eran personas, pero la historia me está enamorando. ¿Por qué no vi esta película antes? La forma de ser de Tiana me está encantando. Es tan ella, ni siquiera le ha importado estar frente al mismísimo príncipe, solo es ella misma a pesar de todo.

—¿Te está gustando? —susurra sin dejar de mirar la pantalla.

—Me está encantando.

—¿De verdad? ¿O estás mintiendo para quedar bien?

—De verdad, me está encantando la historia de amor.

—No sabía que eras tan cursi.

—Solo un poco. ¿A ti qué es lo que más te gusta de tu película favorita?

—Me gusta todo, pero lo que más es que Tiana lucha por salir adelante a pesar de todo lo que la detiene. Querría ser como ella.

—¿Y por qué no lo eres?

—Porque es difícil. No te despiertas un día y decides ser feliz para siempre, Es un proceso que conlleva tiempo y es muy tedioso. Si fuera así de fácil, créeme que lo sería. Y también me gusta Naveen.

—Tienes razón. Si fuera tan fácil, no habría muchos problemas. Y sí, Naveen es guapo y baila muy bien.

—Eso es verdad, pero lo que más me gusta de él no es su belleza, sino que es coqueto, simpático, romántico, tiene grandes habilidades, tiene un nivel de ego suficiente para ser atractivo, y la forma en que trata de ayudar a Tiana, y cómo conforme se va enamorando de ella comienza a ser torpe y fiel. Es perfecto.

Me doy cuenta de que esa descripción encaja conmigo perfectamente. ¡Soy Naveen! Eso no suena egocéntrico ¿O sí?

CHARLIE

Ya es de noche, Jace se ha ido minutos después de que la película terminara. Hemos acabado nuestras sopas de pollo y hablado sobre la película, incluso ha llorado con la escena de Evangeline. Aunque ha tratado de ocultarlo, le he descubierto secándose las lágrimas; así que también le he molestado un poco. La tarde ha sido estupenda a pesar del resfriado.

Justo ahora estoy a oscuras, sin quitar la mirada de la televisión. Estoy viendo una serie, Las Chicas Gilmore, y comiendo algunas frituras. Me encanta la trama y el estilo en el que se graba. Es mi serie favorita por muchas razones. Una de ellas son los dramas románticos. También, la historia de madre e hija que se cuenta. Desearía tanto tener la relación que Rory tiene con Lorelai, de tanta confianza y como si fueran mejores amigas.

Me hace feliz ver la serie, pero a la vez siento un gran vacío en mi estómago cada vez que ellas sonríen.

La puerta se abre, lo significa que ella ha vuelto. Así que pauso la serie y me doy la vuelta para ver a mi madre. Ella se quita el abrigo y todas las prendas que utiliza para no pasar frío.

—Ya he vuelto de un largo día de trabajo. ¿Qué tal la escuela? ¿Todo bien? Genial.

—No fui, te lo dije esta la mañana.

—¿De verdad? —Camina hasta la vinoteca que está cerca de la sala de estar, toma una botella de vino y una gran copa.

—Te dije que no iría porque estoy resfriada.

—Ah, eso explica el color de tu nariz. —Toma un gran trago de vino—. Creí que era un mal maquillaje—. Sin decir nada más se aleja escaleras arriba hasta que la puerta de su habitación se cierra. Miro de nuevo la televisión poniendo más atención a la imagen que ha quedado en pausa: madre e hija abrazándose. Resoplo y apago la televisión.

Casi ha sido un gran día.

Es tan injusto... No odio a mi madre, pero sí ha logrado que le tenga un ligero rencor, y eso se lo ha ganado con los años, intentando hacer que yo odie a mi padre, como si su guerra fuera por mi causa, o yo fuera un árbitro que decide quién gana. Siempre estoy en el centro de todas las discusiones, los gritos, regaños... Siempre tengo la culpa de todo. Es una mujer que no se merece que la llamen mamá, no se merece mi cariño ni mi aprecio. Si yo no existiese, su vida sería mejor; estoy segura de que piensa eso.

Tomo con fuerza la frazada y me pongo de pie. Subo las escaleras y entro a mi habitación, a paso lento voy hacia la cama, donde me recuesto, suelto un suspiro y tecleo el mensaje.

¿Cuándo será el juicio?

Camino hasta mi casillero con la cabeza baja para que nadie me vea. Mi papá me respondió que todo lo referente al juicio se ha retrasado de nuevo y posiblemente tardará un mes en resolverse, y eso me frustró tanto que me hizo llorar.

Yo no quiero estar así un mes más

Lamentablemente la primera clase del día es Deporte, por lo que después de dejar mi mochila en el casillero, tengo que ir hasta los vestuarios. Están llenos de chicas riendo y platicando mientras se visten con el uniforme de deporte. No las miro mientras me quito la ropa casual que llevo hoy; me pongo los shorts de deporte, la blusa de la escuela, unos tenis negros, y, para terminar, me hago una coleta. Me acerco al gran espejo que hay y me miro el rostro. Me veo fatal, la hinchazón de mis ojos ha bajado ya, pero aún se nota un poco.

Salgo de los vestidores y voy hacia la cancha de baloncesto. No soy mucho de deportes, prefiero libros y pinceles antes que balones y pelotas. Me gusta más imaginar escenarios, ser la protagonista de todo tipo de tramas, poder ser una reina, una agente del FBI, o una simple chica con una gran historia de amor. Eso es lo más hermoso del mundo de la literatura: apartar la realidad y soñar lo que más deseas.

El estruendoso silbato del profesor suena por todo el gimnasio para que le prestemos atención. Se detiene frente a nosotros con una expresión seria y pone los brazos en jarras de forma intimidante. Es entrenador de americano, así que se toma las clases de Deporte muy en serio.

—Chicos, hoy toca aprender baloncesto. ¿Quién sabe jugar? —Todos los chicos de la clase y alguna que otra chica levantan la mano—. Excelente, los que no saben hagan pareja con los que saben, y comiencen con lo básico: cómo lanzar, hacer entradas para anotar, etc. Tengo un asunto que resolver en dirección, pero vuelvo pronto.

Todos asienten y comienzan a hacer sus parejas. En cambio yo me quedo parada sin saber a dónde ir, o mejor dicho, con quién ir. Comienzo a jugar con los dedos como un acto de nerviosismo, no puedo contenerme. Muchas personas, incluso mi madre, creen que hago esto para llamar la atención, pero no es así. Siempre me sale solo, me es difícil controlarlo, más ahora que la gente solo pasa a mi alred

—Hola, Evangeline. ¿Tienes pareja? —pregunta Jace.

«¿Cómo es que Jace aparece en los momentos que más necesito a alguien?».

—No

—Pues estás de suerte. —Sonríe contagiando esa alegría que le caracteriza. Es algo curioso, Jace es conocido por no estar nunca enojado o triste. Cuando sonríe te transmite una felicidad que te reconforta aunque estés con el corazón hecho pedazos.

—Ven. —Hace un movimiento con la cabeza, indicando que vayamos hasta la canasta vacía—. ¿Sabes tomar el balón para anotar? —pregunta dándole vueltas al balón con sus manos.

—No sé nada de este deporte —confieso.

—Yo sé mucho, no es por ser un presumido, pero soy todo un campeón, tan bueno como Kobe.

—Entonces sí eres un poco presumido.

—¿Eso es malo?

—No creo, presumir de los logros y carencias en exceso sí lo es, pero de vez en cuando no suena tan mal.

Me acomodo junto a él, que se pone detrás de mí a una distancia razonable. Me hace tomar el balón y pone sus manos sobre las mías. Siento su respiración en mi cuello, eso me pone nerviosa; su contacto me brinda un calor acogedor, incluso puedo sentir la delicadeza de sus palmas sobre el dorso de las manos. Después de calcular la distancia, lanza hacia la canasta y logra encestar.

—Hagamos un trato.

—Ilumíname. —Le quito el balón y lo giro entre mis manos.

—Te enseño baloncesto si aceptas salir conmigo a tomar un helado.

—Eso no vale, tienes que ayudarme con el deporte por orden del entrenador.

—Bueno, ¿aceptas?

—Convénceme. —Le doy el balón.

—Helados, tú y yo, salida casual, hablar y divertirnos. ¿Eso funciona?

—Mmm.

—Anda, Charl, ¿acaso no se te antoja un delicioso helado de chocolate? —Sube y baja las cejas con mucha gracia.

—Claro que me apetece uno, solo que mi madre es algo..., no sé cómo decirlo.

—Le pediré permiso, iré hasta tu casa, me arrodillaré si es necesario, pero di que sí. Hay que reanudar la amistad de hace años, esa confianza que compartimos cuando éramos niños. —Me quita el balón de las manos y lo pone en el suelo.

No tengo nada que perder

—Está bien, pero... ¿el helado puede ser de pistacho? Es que ese es mi sabor favorito del mundo.

—Podrás pedir el que quieras con las combinaciones que quieras. —Sonríe.

Toma nuevamente el balón, apunta a la canasta, lo lanza y encesta limpiamente. Me mira con una gran sonrisa. Hace un baile de celebración y suelto una carcajada.

—Lo hice, claro que sí, yo lo hice, y soy el mejor —comienza a cantar.

Jace es tan bueno, es sorprendente la rapidez en la que te puede hacer olvidar tus problemas. Yo estaba por los suelos hace unos minutos y ahora no puedo dejar de sonreír. Es increíble ver cómo se esfuerza por hacer el bien, por sacarme una sonrisa y hacer que me olvide de mi alrededor.

Es como un personaje de un libro con final feliz

—¿Ahora sí me puedes enseñar algo de deporte? No quiero suspender.

—Oh, claro. —Se acerca y comienza a explicarme un poco las bases que toda persona debería saber: cómo se toma el balón adecuadamente, la posición de las piernas, todo lo básico para aprobar.

Nunca pensé que me lo pasaría tan bien en una clase de Deporte. Jace me ha enseñado baloncesto, pero su clase tan solo ha durado diez minutos. Cuando he anotado la primera canasta, nuestra conversación ha cambiado y nos hemos dedicado a inventar un baile de la victoria, que según él es lo que hace una verdadera estrella del deporte. Otra señal de lo egocéntrico que es, pero eran bailes muy graciosos.

Al salir del vestuario trato de llegar a mi casillero para tomar mis siguientes libros, pero el pasillo está lleno de gente. Camino a duras penas junto a un grupo de chicas de mi clase.

—Charlie. —Escucho mi nombre.

¿Quién me llama?

Me doy la vuelta para ver a un chico que sostiene un ramito de margaritas. Chris Saltman, ciertamente es guapo, pero pero solo le conozco por ser presidente de la sociedad de alumnos. No somos del mismo grupo de clase, no hemos hablado jamás, y ni siquiera sabía que me conociera.

La puerta del vestidor de los chicos se abre a empujones y la gente se agolpa a nuestro alrededor. Veo a Jace acercarse el primero.

—He venido hasta aquí a probar suerte, quiero conocerte, quiero que vayas al baile conmigo y poder pasarla muy bien.

Me mantengo seria ante sus palabras. Sin importarle mi silencio, me entrega el ramito de flores y me mira con una pequeña sonrisa ansiosa.

¿Qué pecado cometí para verme en esta situación?

Miro las flores, a él, a la gente, y luego a Jace. Intuyo que está medio confundido, pero solo me ofrece una sonrisa ligera que me reconforta a medias.

—Acepta, Charlie —grita alguien.

—¿Qué dices? —pregunta tomando una de mis manos.

Hago una mueca y niego, lo que le hace apartar de mí su cara coqueta.

—¿Perdón?

—Que no, no puedo ni quiero ir al baile contigo, Chris, lo siento. —Le entrego el ramo y casi corriendo me abro paso entre todas las personas, que me miran confundidas, como si yo estuviera obligada a aceptar.

Con esta ya van tres, y espero no seguir contando.

Al llegar a mi taquilla todos me miran y murmuran, pero los ignoro porque, al final, creo que mi decisión ha sido la adecuada.

—Siento eso —murmura Daphne, que ha llegado a mi lado con una ligera mueca.

—La gente me mira raro.

—Chris es raro. Mira que tratar de presionarte en público Muy idiota de su parte. No te preocupes Charlie, las personas solo quieren drama, se les olvidará con la siguiente propuesta que hagan.

—Eso espero. ¿Crees que he estado muy mal?

—Nah, te has comportado como alguien fuerte.

—Pues gracias —susurro sonriendo ligeramente—. ¿A ti ya te invitaron?

—Iré con Karl. Es mi novio, por cierto

—No soy muy sociable, pero tampoco vivo en una cueva. Entonces ya tienes tu cita de la noche.

—Bueno, te confieso que estoy algo decepcionada. Yo la verdad esperaba que mi novio me invitara, no sé, para tener un lindo recuerdo.

—Tal vez esté planeando pedírtelo. —Cierro el casillero y ambas comenzamos a caminar hacia el salón de clases.

—No sé, ya me preguntó de qué color será mi vestido. Bueno, siempre queda el baile de promoción. Espero que en ese sí tenga suerte. Perdón por contarte mis problemas sin sentido.

—No pasa nada, fue interesante, corto pero interesante.

—Ha estado bien.

—¿Qué cosa?

—Hablar contigo, también ha sido corto pero agradable. —Sonríe y se marcha. Me siento en mi mesa y miro mi banca algo confundida.

Tantas cosas han pasado en este día Tengo una especie de cita, he hablado como si nada con Daphne, y me han hecho una vergonzosa propuesta. Esto último es, definitivamente, lo único que quisiera borrar. Por todo lo demás, ha sido un buen día.

Desde que he llegado a casa, he sentido tanta felicidad e hiperactividad que no he dudado en ponerme ropa vieja y comenzar a desfogar esa energía. Es lo que se hace con los sentimientos: desfogarlos de mil maneras. La mía es esta. Cuando estoy frustrada suelo llorar, pero cuando me canso de hacerlo, pinto. Me puede salir un retrato o unas simples líneas desordenadas y, aun así, es arte, una expresión y un sentimiento plasmados en un lienzo.

Ahora me ha salido un retrato de papá, y la verdad voy bien, se me da bien. Pintarlo me hace sentir más cerca de él. De pronto la puerta suena y me desconcentro. Antes de levantarme giro el retrato de modo que mi madre no lo pueda ver; seguro me haría un escándalo por tenerlo en su casa.

—Acaba de venir un chico y me ha preguntado si te dejo salir con él.

Mierda, Jace Él es el motivo de tanta felicidad y he olvidado lo de los helados.

—¿Qué le digo?

—Dile que sí.

—¿Y vas a ir así vestida? —pregunta con una mueca.

—Claro que no. Mejor voy a recibirlo.

—Pues apúrate, ese chico es demasiado lindo para hacerlo esperar.

Vuelvo los ojos y esquivo su mirada. Abro la puerta principal y lo veo ahí parado, con cara de golden retriever. Él me sonríe ligeramente.

—No tenía que haberme arreglado tanto, ¿verdad? Digo, tú estás genial con todas esas manchas de pintura; yo soy quien se ha pasado por completo

Señala su ropa: unos vaqueros, una camisa azul marino remangada, deportivas negras y su pelo bien peinado.

—Te ves bien —le interrumpo sin querer. El color de sus mejillas sube a unos cuantos tonos de rojo, pero creo que las mías le ganan—. Yo yo, quise decir que que..., mejor espérame aquí y me cambio en cinco minutos—. Cierro la puerta sin darle tiempo de contestar.

Que suerte que me he bañado justo al llegar a casa. No pensaba estar sucia todo el día después de la clase de Deporte. Busco ropa decente en el closet, pero no me convence nada. Finalmente me decido por cualquier cosa, porque Jace ya debe estar desesperado y a punto de irse. Me pongo unos vaqueros negros y una blusa de manga larga del mismo color, sobre esta una cárdigan beis y finalmente unos tenis negros, sencillos pero buenos. Me miro en el espejo y trato de arreglarme el cabello de forma linda, rizo mis pestañas y me aplico un poco de brillo labial. Creo que estoy lista.

Bajo rápido y voy a la puerta, la abro y me encuentro con él, que está sentado en un escalón del porche. Se levanta de inmediato y me mira con una sonrisa.

—Cambio mi opinión de hace un rato. En realidad, tenía que haberme arreglado más. Comparado contigo parezco un arenero de gato usado.

—¿Era necesario decir que usado?

—Los areneros de gatos sin usar son bonitos.

—¿En qué mundo?

—Pues en el mío. —Sonríe.

Tomo su muñeca y lo jalo para poder irnos. ¡Que comience la diversión!

JACE

Estoy tan nervioso que las manos me sudan, mi cabeza va de aquí para allá y ni siquiera sé qué decir.

¿A esto se le podría llamar cita?

Esa pregunta circula por mi cabeza mientras vamos a la heladería. La verdad, anhelo que ella piense que así es, porque de ese modo podría presumir ante mis amigos de que tuve una cita con la mismísima Charlie Hans. De todos modos, si no les da envidia no me importa: yo me siento ganador y el chico más afortunado.

Pongo un poco de música para relajar el ambiente. La canción que suena de mi playlist es «How Deep Is Your Love», de The Bee Gees. Charlie comienza a tararearla y a chasquear los dedos al ritmo de la melodía y sonrío por verla feliz y tranquila, sobre todo después de haberla visto llorar.

—Tu mamá es agradable.

—¿Te parece? Mucha gente dice eso, pero es porque no viven con ella.

—Bueno, es lo que todos decimos de nuestros padres. La gente siempre comenta que tengo los mejores padres, y lo creo, pero a veces los odio un poco.

—¿Por qué?

—Porque necesito espacio, ya sabes, cuando me enfado.

—¿Jace Grey se enfada?

Sonrío y asiento sin apartar la mirada del camino.

—Aunque no lo creas, pero sí, me enfado mucho.

—¿Y por qué te enfadas?

—Por muchas cosas, a veces siento desesperación, que se transforma en enojo, aunque la mayoría de las veces es por los Eagles.

—Es que son malísimos.

—Uff, sí, lo dice la del equipo que no gana desde el 96.

—Uy, lo dice el del equipo que no tiene ninguna Super Bowl.

—Eso ha sido muy cruel, estamos trabajando en ello.

—Claro, pero no llores cuando no ganen en diez años.

—Eres mala.

—Soy competitiva.

—Me gusta eso, quiero decir Me gusta la competitividad del deporte, por eso he dicho eso

—Tranquilo, lo he entendido.

Suspiro, nervioso, y subo un poco más la música para así evitar que mi boca suelte cosas que no pienso muy bien antes de que salgan. A los pocos minutos llegamos a la heladería, ubicada en la esquina de la calle. Sus grandes árboles frondosos y sus colores pastel logran que el antojo que tengo por un helado aumente aunque esté haciendo el maldito frío más frío de los fríos justo ahora.

—No te bajes aún —le pido.

El que se baja soy yo y corro hasta la puerta del copiloto, la abro y sonrío ofreciendo la mano. Ella me mira, suelta una pequeña risa y se apoya en mí para bajar del auto.

—Muchas gracias.

—Cuando guste, su plebeyo estará a sus órdenes.

Ríe y me suelta para arreglarse la ropa, y ambos entramos al local sonriendo. Nos acercamos a una mesa próxima al gran ventanal con vistas a una calle transitada.

—Buenos tardes, espero que estén teniendo un gran día. ¿Ya saben que sabores de helado desean probar? —pregunta la camarera con amabilidad.

—Sí, serían dos conos de helado, uno de chocolate con menta y el otro de pistacho —le pido.

—En unos minutos se los entregamos.

Se hace el silencio en la mesa. ¿Qué digo? Le puedo decir que se ve hermosa, que se veía hermosa incluso llena de manchas de pintura. Pero las palabras no pasan de mi garganta. En el auto no era tan difícil, y tal vez a causa de la música y de ir conduciendo; además de que no la estaba viendo frente a frente. Suena tan estúpido, porque no es la primera vez que estamos solos. ¿Será porque esto es más como una cita?

—No has olvidado mi sabor favorito.

—Nop, estaba feliz por esta ci, por salir contigo, y no me podía olvidar de tu sabor favorito.

—Qué lindo de su parte, mi plebeyo —bromea, y me hace reír.

Ha utilizado «mi» refiriéndose a mí. Es una emoción muy tonta, pero no me importa. La felicidad que me ha proporcionado algo tan insignificante es difícil que desaparezca.

—¿Tienes pensado ir al baile? —curioseo.

Durante la noche, después de ver la película, me cuestioné mucho si arriesgarme a pedirle ir al baile. Hasta que después de un rato llegué a la conclusión de que el que no arriesga no gana. Cuando, por la mañana, vi a Charlie y Chris juntos, confieso que me sentí no celoso, no creo haber llegado a tal punto, pero sí que me sentí extraño, como amenazado. Por un momento creí que ella diría que sí por la presión de las miradas (incluyendo la mía). Pero, afortunadamente, respondió que no.

Sin embargo, aunque fui feliz, mi esperanza por lo que había sucedido durante la noche y en parte de la mañana se derrumbó. En ese momento solo podía pensar lo peor para mí. ¿Y si lo intento y me dice que no? Lo aceptaría, pero ¿nuestro avance se pausará o continuará? Así que ahora estoy en la misma posición de antes.

¿Me arriesgo?

Porque él se arriesgó y no ganó.

—No, no creo que vaya.

—¿Por qué? ¿Sabes que hay al menos un chico ahí afuera —o aquí adentro—queriendo invitarte, probablemente ideando y rompiéndose la cabeza por tener una propuesta lista?

¿Ha sido muy obvio lo que he dicho?

—Aunque lo hubiera, no iría con cualquier chico, como Chris. No tengo ni idea de por qué creyó que lo que hizo era buena idea, jamás habíamos hablado.

—¿Y qué chico es la excepción?

—Me gustaría ir con alguien de confianza, con quien pueda tener al menos un tema de conversación, alguien que recuerde conmigo ese momento, que lo anhele

«¡Yo, yo, elígeme, elígeme!».

Yo lo haría sin dudarlo, la admiraría toda esa noche para recordar cada segundo.

—Eso tiene sentido, lo mejor de un baile es recordarlo con una sonrisa años después

Asiente con ligereza.

—Por ejemplo, tú: iría contigo porque hemos comenzado a hablar de nuevo, y no me siento incómoda

Alto, alto, alto. ¿Es una indirecta o solo coincidencia de palabras?

—Te refieres a que si yo te

—Aquí tienen sus helados, espero que los disfruten —interrumpe la amable mesera.

Un poco enfadado, tomo el cono y comienzo comerlo. Me han interrumpido en un momento muy importante. Hubiéramos estado mejor en un parque.

Charlie toma su helado y no vuelve a prestarle atención al tema del que estamos hablando. Así que dejo que mi mente vuele. Lo que ha dicho me ha parecido una indirecta, espero estar en lo correcto.

—¿Está bueno? —pregunto, sorbiendo el líquido de mi helado.

Ella asiente con una sonrisa.

—Se nota, Charl, tienes un poco aquí. —Extiendo el brazo hasta su mejilla y la limpio. Me quedo mirando sus hermosos ojos. No sé cuánto tiempo estoy así, pero es lo más lindo que me ha sucedido, admirar la belleza de la chica de tus sueños es un privilegio que no muchos tienen. Y aquí estoy yo, un simple chico enamorado perdido, que mira a los ojos al amor de su vida

Quiero ser su primer pensamiento al levantarse, al dormir, al leer, pintar, cantar, bailar, quiero que ella sienta lo mismo, quiero ser parte de su felicidad, incluso de sus lágrimas.

Quiero ser «su» chico.

Me gusta más de lo que siempre llegué a pensar. Cuando Charlie comenzó a atraerme me pareció extraño, ya que no nos hablábamos. Me enamoré de su belleza, de cómo lucía. Pero después también me gustó cómo movía los dedos por los nervios, de su manera de caminar tan apenada, de su voz, las pocas veces que la escuché decir algo durante las clases. Poco a poco me enamoré de la nueva versión de mi antigua amiga.

Me enamoré de Charlie.

Y ahora mismo, sentado frente a ella, me siento el chico más afortunado del mundo. Por fin me habla, me toma en cuenta, se podría decir que me tiene confianza. Después de un año en las sombras, por fin he salido al sol, y me quiero quemar.

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