Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA...

By Themma

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Completa versión borrador. +16 Se casaron presas del impulso, de la pasión desbordada, esa con la que se com... More

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1. Desa
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3. Zakariah
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34. Desa.
|Nota Final|
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LIBRO II
Más de ellos

14. Desa

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By Themma



Llego a tiempo pero luzco echa un desastre, no pude ni cambiarme cuando él atraviesa el umbral, regreso lo andado decidida a saludarlo. Arruga la frente, desconcertado.

—Des, tenemos una cena —me recuerda examinándome. ¡Carajo, la cena! En estas semanas es la segunda vez que me ocurre y eso, antes, era impensable. Abro los ojos de par en par—. ¿Lo olvidaste de nuevo? —pregunta conociendo la respuesta. Es de una de las empresas, me lo dijo el día anterior, nada muy formal, aun así, no puedo quedarme como estoy, eso seguro. Mi vaquero roto, mi blusa desgastada, la coleta, ni un poco de maquillaje. Riah aprieta los puños mientras me observa detenidamente, su mirada se nubla y juro que hay deseo ahí.

—Dame unos minutos, no tardo lo prometo —pido agobiada. Se rasca la cabeza, alejándose.

—No importa, iré yo, ya nos están esperando —dice un tanto descompuesto. Me acerco negando. Sé que estoy dispersa a últimas fechas, que parezco a veces estar lejos de él aunque esté a su lado, pero no logro acomodar mis dos vidas.

—¡No! Prometo que no me tardo —le digo agarrando su manga para que gire, me mira de reojo.

—¿Qué hiciste todo el día? —pregunta sereno, pero frío. Paso saliva pero no hablo. Asiente—. Bien, debo irme. Regreso más tarde. —Besa mi frente y sale así, nada más, de casa. Me quedo suspendida en el recibidor, respirando agitada. Lo sigo corriendo y lo alcanzo.

—¡Riah! Lo lamento —me disculpo agobiada justo cuando se está metiendo en el auto, me observa y cierra de nuevo la puerta para acercarse, cuando lo tengo frente a mí entorna los ojos.

—¿En qué estás gastando tanto dinero, Desa? —suelta de repente. Retrocedo con el corazón brincando en mi pecho, alocado. Termina con la distancia y me estudia como buscando la respuesta a su pregunta—. Te has terminado todo lo que tenías en la tarjeta, entonces has retirado cantidades de la tarjeta de crédito. ¿Hay algo que deba saber? ¿Qué está ocurriendo?

—Nada... yo solo, es ropa... y esas cosas, ya sabes —miento humedeciendo mis labios secos.

—No quiero controlarte, te lo aseguro, pero es un exceso... Además, podría jurar que en tu armario hay menos ropa, no más —refuta con voz mesurada, me da escalofríos. Sé que está irritado, preocupado, desilusionado.

—No, te lo aseguro.

—Soy hombre, no estúpido.

—No, Riah, ya no gastaré tanto... Lo lamento, no me di cuenta.

—Busca algo productivo que hacer durante tu día, de tu vida, en vez de estar de tienda en tienda, para ni siquiera usarlo. Desa —y se acerca controlándose—. No eres una niña, siempre lo dices, así que deja de comportarte como tal y por una jodida vez comportante como una mujer, como mi mujer. Si quieres algo, lucha por eso, consíguelo tú misma —zanja contenido dejándome ahí, en la acera, congelada, absolutamente agobiada.

Entro a casa con las manos cosquilleando, con ese nudo en la garganta atorado que me dificulta respirar, si supiera llorar lo haría en ese momento. Me siento en uno de los sofás y permanezco ahí, quieta durante un buen rato. Mi celular suena, lo tomo apesadumbrada, con las palabras de Zakariah acribillándome. Es Graco, hace un par de semanas que no hablamos, no es el mejor momento pero definitivamente lo necesito.

—Hola, Grac —digo recargando la cabeza en el respaldo, cerrando los ojos, buscando por todos los medios hacer a un lado lo que acaba de ocurrir.

—¡Ey! ¿Qué pasa con mi ardilla favorita? —Me saluda alegre, así me nombra desde pequeña.

—Nada, ¿cómo estás? —pregunto buscando por todos los medios que mi voz no me delate, sé ocultar lo que siento de verdad, tragarme lo que duele y fingir que todo va bien, aunque en esta ocasión me está costando un mundo, todo lo referente a Riah me desarma.

—Genial, el trabajo va de maravilla, ya sabes. Pero tú, ¿cómo está mi cuñado? ¿Están cenando? Espero no haberlos interrumpido.

—Para nada. Él está bien, salió a algo del trabajo, mejor dime... Piensas regresar a este lado del mundo pronto —pregunto esperanzada. Tengo tantos deseos de verlo.

—Solo si es para verte, te echo de menos, pequeño huracán —admite nostálgico.

—Yo también, monstruo. —Y es verdad, con Graco nunca tuve que actuar, que fingir, que ocultar.

—¿Sigues yendo al albergue? —Sí, él sabe lo que hago, no pude más y un día se lo tuve que confesar, me regañó por no contarle nada a mi esposo, pero no insistió al notar mis negativas. Subo a mi habitación y le pregunto si podemos hablar por facetime, se pone feliz y la siguiente hora y media le cuento anécdotas de aquel lugar como de Steve, de mis avances en la guitarra y mi mente se despeja.

—Dile a Zakariah, Desa, eres experta en ocultarte, con él no tienes necesidad.

—No es verdad —me defiendo al recordar que Riah me lo dijo ya.

—¿A qué le temes? Lo que haces es algo hermoso, no tiene nada de malo.

—No le gustará. No es algo importante, ¿sabes? O Algo como a lo que a él le gustaría verme dedicarme —argumento. Graco frunce sus adorables cejas negras.

—¿Por qué dices eso?

—Porque sí, él necesita otro tipo de mujer.

—No digas tonterías. Te eligió a ti, es tu esposo. Habla con la verdad.

—Buscaré un trabajo —suelto de pronto, comprendiendo que eso es justo lo que debo hacer, así no tendría que tomar dinero de él y lo usaría para lo que se me diera la gana, en mi caso, donarlo a ese lugar que amo y sobre todo devolver lo que gasté.

—¿De qué? ¿Dónde? —pregunta divertido.

—Ya veré, con Camila van varias chicas que tienen negocios, algo saldrá.

—¿Necesitas dinero?

—Bueno, si quiero ayudar al albergue de verdad, debe ser con mis propios méritos, ¿no?

—Cierto y para que sonrías, ardilla, hablé con mi papá, se interesó en el lugar y decidimos hacer donativos. ¿Qué te parece? —Abro los ojos de par en par y brinco de la emoción sobre el colchón. Graco suelta la carcajada.

—¡Es genial! ¡Gracias! —grito entusiasmada.

—Mándame los datos y lo haremos. Y por favor, lo que necesites, dime.

Al final cuelgo alegre, con una meta en la cabeza: buscar trabajo, así que no pierdo el tiempo y le marco a mi prima. Ríe a escuchar lo que deseo, ella no sabe nada de lo que hago en el día, solo se queja de que ya casi no nos vemos y es que éramos como muéganos, pero acepta ayudarme.

Paso la noche en la que denomino "mi habitación", buscando trabajos por la web mientras canto con la música que sale de la computadora. Luego de tener ya varias anotaciones que guardo en mi bolso y algo frustrada, porque no tengo en realidad experiencia de nada, dejo las tarjetas de crédito en mi cajón. Solo usaré lo que necesito, Riah tiene razón, si quiero algo lo haré yo. Con esa idea en mi mente me acerco a la cama, él llega cuando me estoy por acostar, nos observamos en silencio por unos segundos y se siente la potencia de lo que sentimos, pero también somos conscientes de la brecha que en ese momento crece.

—Pensé que ya estarías dormida —dice como de paso, cuando deja el saco colgado.

—Eso iba a hacer —le respondo, con la opresión de nuevo en el pecho. Asiente mientras se desviste. Paso saliva desviando la mirada, no puedo resistirme a él, pero no puedo en ese momento acercarme, no después de lo que ocurrió—. Riah —lo nombro ya sentada sobre el colchón, posando la atención en mis manos—. Lamento haber olvidado la cena —me disculpo bajito.

—Ojalá no fuese eso lo que lamentaras, Desa —murmura a cambio mintiéndose al baño y cerrando. Cierro los ojos suspirando, me recuesto apretando la almohada. La distancia se abrió, la siento, pero no haré nada para acortarla, la verdad podría abrirla más.

Paso una noche espantosa. No logro conciliar el sueño, él duerme y lo observo gran parte del tiempo, acerco mi mano más de una vez a su rostro pero me retraigo. Si tan solo me sintiera suficiente. Pero ¿cómo serlo? Paseo por todo el lugar descalza, reflexionando. Al final decido que debo demostrarle, demostrarme que puedo serlo, que soy más que esto, si Riah, al igual que Graco, siempre han visto más allá en mí, debe ser por algo.

Cuando él se levanta le informo que no podré acompañarlo al entrenamiento, no dice nada al respecto y se va serio, soy consciente de lo que piensa al respecto, pero no hago nada para justificarme, de todas maneras él era lo que esperaba, ¿no? Es espantosa esta situación, juntaré lo que usé y lo pagaré, por ahora con mi ayuda deberá ser suficiente para el albergue, después de todo con el donativo de mi hermano me siento más tranquila.

...

Llego con Camila temprano, sonríe al verme ahí.

—¡Vaya! ¡Era en serio! —Entorno los ojos. ¿Qué nadie me cree más que una idiota mantenida? La ignoro y le tiendo un papel con lo que anoté la noche anterior.

—Encontré esto en internet. Hablaré, pero la verdad es que son puros horarios largos y mal pagados.

—Prima, no tienes experiencia, eso es normal —me hace ver. Asiento torciendo la boca—. Pero no te desanimes, tengo en la mira a dos y si no, podrías ayudarme aquí —propone y me dice quiénes son, las conozco de cuando pasaba ahí gran parte del tiempo, sonrío entusiasmada. Una de ellas cuenta con un par de librerías, la otra una clínica para niños.

Hablo con ambas después de haber concertado citas en un par de lugares. Al final la de la clínica me cuenta que una de sus asistentes tendrá pronto un bebé y que le encantaría que le ayudara, pero debo estar a prueba. Por la tarde consigo el trabajo en una cafetería que es por las mañanas hasta mediodía, que entra el siguiente turno. La paga no es tanta pero me permite ir al albergue, ganar de propinas. Los empleados son chicos de mi edad, unos más jóvenes y el ambiente se siente ligero. ¡Fue una suerte!

Se me ha hecho tarde, de nuevo, pero me decanto, mientras conduzco, por el de la cafetería, me pagan menos, pero el horario me acomoda más. Llego a casa y su auto ya está ahí, entro un tanto agobiada, no lo veo por ningún lado, solo a Awdry a Missy que brinca como una loquilla, así que la cargo.

—¿Y Riah? —pregunto. La encargada de la casa, ahora menos osca, con una media sonrisa me señala el ático.

Bajo con Missy, lo escucho reír abiertamente, luego su voz masculina, me acerco pero me detengo al oír lo que dice.

—No pienso decírselo aún. No sé cómo lo tomaría y... prefiero esperar un poco —murmura. Pestañeo apretando a Missy a mi pecho. ¿Con quién habla?—. Ro, no digas tonterías, eres cosa seria, dame unos días —dice, divertido, cambiando la voz por una más suave.

Mis terminaciones nerviosas se detienen, respiro con dificultad y un sudor espeso recorre mi frente, mi cuello. Nerviosa no me quedo ahí para escucharlo acabar su linda plática. Subo con sigilo, una vez arriba tomo la cadena de Missy y salgo buscando aire. Camino deprisa con ella siguiéndome el paso. Siento que algo me está quemando. ¿Qué me está ocultando? La idea de que estén juntos, de esa manera que tanto me aterra se adhiere a cada uno de mis pensamientos y de pronto me siento perdida, agitada, agobiada y con ganas de llorar, pero no lo hago, continuo andando.

Mi celular vibra en el bolsillo, no me importa. Cuando transpiro y mi pobre perrita jadea, me detengo, la forcé de más y ahora muere de sed y cansancio. La tomo en brazos y la beso agobiada, temblando.

Llego a casa y él abre enseguida, suelto a Missy y esta sale corriendo por agua, alejándose de mí.

—¿Dónde estabas? Te estuve marcando —pregunta entre molesto y preocupado. Mi pecho arde, me duele incluso respirar, pero no lo encaro, en cambio lo hago a un lado y le digo de paso que debo darme una ducha. Por supuesto no llego ni a cruzar el umbral cuando me detiene por el brazo.

—¿Puedes por lo menos contestarme? —Me zafo temblando, evadiendo sus ojos, esos que me comen, que me absorben, que me hacen sentir tanto.

—Paseando a la perra, no es evidente —y entro a la habitación, dejándolo ahí. Entra y cierra tras él, no logro entrar al baño cuando me da la vuelta y me besa con voracidad, la rabia y ansiedad se entremezclan con el miedo a perderlo, no le respondo al inicio pero al sentir sus labios sobre mi cuello gimo, sin embargo, la duda, lo dicho el día anterior, todo se une, lo hago a un lado y entro cerrando con seguro. Un sollozo ahogado escapa de mi garganta mientras me desvisto pero no lloro, no puedo.

Más tranquila salgo, por lo menos ya no apesto a sudor y tengo el piyama encima. Me observa desde la cama, atento. Nunca antes lo había rechazado, de hecho no me creía capaz de hacerlo.

—Mañana entro a trabajar —le informo seria. Riah se yergue arrugando la frente, clavando sus ojos férreos en los míos.

—¿Trabajar?

—Sí, trabajar. Algo útil, ya sabes, algo de provecho —digo con ironía y camino hacia la puerta.

—¿Me dirás dónde, de qué? —pregunta contenido. En ese momento quiero gritarle que eso no le importa y que se vaya a mierda junto con Rowe, pero me detengo y giro cruzada de brazos.

—Nada que supere tus expectativas, es solo un trabajo —y salgo.

—Desa —lo escucho a mis espaldas.

—Zakariah —lo nombro deteniéndome, pero sin verlo.

—Ayer... lo que dije, yo tan solo... —Me volteo y me acerco acallándolo con un ademán.

—Tú tienes razón, toda la razón y no volverá a ocurrir.

—¿Por eso buscaste trabajo? No es necesario, sí fue exceso, pero si necesitabas más solo debías decirme —argumenta perdido. Rio con indolencia.

—Yo no necesito más, gracias —murmuro con la intención de irme, pero me detengo—. Y por cierto, entro temprano, salgo tarde, así que no me esperes —señalo bajando las escaleras. Me detiene de nuevo, rabioso.

—¡Qué mierdas te pasa! ¿Así, nada más, sin explicar, sin nada?

—Yo no te cuestiono sobre lo que haces o no, ni de tus horarios. Tú tampoco hagas eso conmigo, Zakariah. Es mi vida, soy esa mujer que justamente dijiste ayer, la que realmente estás buscando —aseguro con el pecho apretado. Me suelto y bajo. No tengo hambre pero no lo quiero cerca, no lo resisto. Ya no me sigue, se queda ahí observándome, lo sé porque no dejo de sentir su mirada potente sobre mí hasta que desaparezco de su campo de visión.

Baja a cenar unos minutos después, yo ya terminé y lo dejo a media comida. Me escabullo hasta mi escondite, cierro la puerta con seguro, me planto frente a la computadora sin parpadear siquiera, abrumada, ahogándome. Quisiera poder tomar la guitarra y cantar hasta que mi voz se funda en las notas que desprenden mis dedos, hasta que el aire se me termine. Me trago las sensaciones y sin percatarme termino buscando carreras sobre Servicio Social. Abro un documento en el que voy dejando todas las posibilidades, las imágenes de él y ella aparecen cada tanto, abren heridas con las que no sé cómo lidiar. Termino escuchando mi propia canción evadiendo todo lo que en ese momento no puedo controlar, pensando de alguna manera que si no era ella, sería otra, Zakariah nunca ha tenido razones para estar a mi lado.

...

Entro a la habitación rogando porque esté dormido, sin embargo, está sentado sobre uno de los sofás, a oscuras. Lo ignoro y avanzo hasta la cama.

—Debemos hablar en algún momento —dice levantándose. Me cubro con las cobijas, encogiéndome de hombros, apenas si lo distingo.

—Y no es éste, definitivamente. Buenas noches —refuto agotada, una noche sin haber dormido prácticamente ya cobra factura y al día siguiente es mi primer día de trabajo.

—Desa... —murmura acercándose, me encojo, no quiero que me toque, temo a su roce. Aprieto los ojos cuando siento su mano sobre mi brazo. Nota que no me muevo, acaricia mi cabello. Suspira y siento como se aleja un poco—. Mi madre, continuó sus estudios, incluso cuando me tuvo. Me dejaba al cuidado de mi abuela que por las mañanas no trabajaba. Tiempo después un chico de su preparatoria la ilusionó, ella... le creyó. Meses más tarde nació Kyroh, fue complicado, ¿sabes? No solo por lo evidente, sino porque los primero años fue muy frágil su salud. —Conforme sus palabras se adentran en mi cabeza, mis defensas bajan y la duda de si él me engaña de verdad, aparece. Me giro despacio y lo miro, Riah me evalúa unos segundos en silencio y luego continúa—. El padre de Kyroh no se hizo responsable, como debes imaginar, pero mi madre no desistió y mi abuela no se lo permitió, es así como terminó el bachillerato con un niño de 2 años y un bebé que venía en camino.

Paso saliva y me incorporo, dejando caer las cobijas. Y si estoy yo confundiendo las cosas; son amigos de mucho tiempo y no sé, quizá en estos días me diga eso que ambos saben y yo no, y quizá no sea lo que estoy pensando, imaginando.

De pronto acerca su mano a mi rostro, pasa su dedo pulgar por mi barbilla, luego por mis labios, atento.

—No sé ver la vida salvo así, Desa, pero evidentemente contigo eso no funciona —susurra con suavidad—. Si deseabas gastar todo ese dinero en... lo que sea, está bien, puedo absorber esos caprichos, si deseas trabajar, OK, te apoyo.

—Riah... —digo con hilo de voz, agobiada—. ¿Si... no soy la mujer para ti? —suelto al fin presa de esa maldita inseguridad y es que cada confesión me está hundiendo más. Se acerca a mí como un felino, con la mirada fiera, logrando con ello que termine mi espalda de nuevo sobre mis almohadas.

—Tú estás hecha para mí, así el mundo o la puta vida diga lo contrario, mi sol —asegura con coraje y me besa con vehemencia, una tal que no puedo más que responderle.

Pronto acabamos desnudos, hambrientos y hechos uno con esa agónica necesidad que siempre nos ha sometido, con ese lazo que nunca se ha debilitado. Cuando terminamos, después de haber soltado gritos de placer inexplicable, queda sobre mi pecho, respirando agitado. Acaricio su cabello ralo mientras él enrosca sus dedos en los míos y los aprieta un poco.

—Mi madre nunca fue a mis recitales o festivales —confieso de pronto. Se tensa pero no alza la cabeza, se lo agradezco, así que continúo—. A los de Graco y Alena, sí, a los míos no. Me gustaba participar, pero dolía saber que nadie de mi familia iría, era triste ver cómo los demás papás aplaudían, pero nunca nadie que me importara a mí. Un día, cuando tenía 8 años, subí y canté, me lo pidieron en la escuela. Creí que por ser yo la del papel más importante esta vez sí iría. Le di invitación, le supliqué que no faltara y me prometió asistir. No fue. —Mi marido alza ahora sí el rostro, encarándome, no sé descifrar su mirada así que desvío mi atención a otro lado, pasando saliva—. Lloré, todos los niños al acabar el festival se fueron. Me felicitaron personas que ni conocía, pero ella nunca apareció. Era el día de las madres —dije enfrentándolo—. Ese fue el último día que supe lo que era tener lágrimas en los ojos, nunca más he vuelto a llorar. —Riah se incorpora, pestañeando, me cubro por instinto pero quita mis manos y las arropa con suavidad, aguardando. Me coloco frente a él, pasando saliva—. Magno llegó a la salida normal, una maestra aguardaba a mi lado, consolándome. No le dije nada a mamá, jamás volví a invitarla a nada y ella nunca preguntó tampoco.

Zakariah acuna mi barbilla y me acerca a su rostro.

—¿En serio nunca has vuelto a llorar? —pregunta asombrado. Niego sin soltarme. Asiente para un segundo después abrazar mi cuerpo desnudo, le respondo el gesto.

—Nunca había hablado de esto —murmuro. Besa mi cabellera.

—Yo tampoco había hablado de mi pasado con nadie —admite. Me aprieto más a él. ¿Cuánto más hay bajo nuestras capas de piel?


POST MALONE  - GOODBYES ft YOUNG THUG

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