Laura grito aterrada cubriendo su rostro con sus manos temblorosas.
La risa de Rigoberto se escuchó por todo el lugar.
Alfonso se quedó paralizado al darse cuenta de lo que había sucedido.
_ ¿Qué es lo que pretendes? - gritó furioso aventado el arma lejos de sí.
_ Nada. - dijo entre risas. _te dije que me iba a divertir y es lo que estoy haciendo. ¿Qué se siente disparar y ver que tu enemigo no cae? - río de nuevo mirando el rostro pálido de Damián, que observaba sin poder creer que su hermano lo hubiera asesinado a sangre fría, si su arma no hubiese estado descargada.
_Eres un maldito. - se abalanzó Alfonso sobre él.
_ Cuidado con lo que haces. - exclamó mientras Alfonso era contenido por sus hombres. - recuerda quien manda aquí.
_ Tenemos un trato. - reclamo. _yo ya cumplí con mi parte, te toca cumplir con la tuya.
_ Cierto. - dijo poniéndose serio. _pero tus hermanos aún están con vida, el trato se cumple cuando haya terminado con ellos.
_ Pues termina de una maldita vez con ellos - vociferó. _ ¿no sé qué esperas.
_ Tienes que tener paciencia. - sonrió. _ aún no he terminado. _llévense a la chica y cuídenmela muy bien, porque quien se va a divertir con ella voy a ser yo. - ordenó. Luego se volvió hacia él. _a ti te tengo todavía una sorpresita, va a ser tu premio por tu cooperación.
_ Mi premio va a ser lo que pactamos. - dijo. _la vida de Santiago a cambio de poder tomar su lugar.
La risa de Rigoberto volvió a sonar por todo el lugar.
_ No cabe duda de que eres un idiota. - le espetó. ¿Acaso crees que he luchado por tantos años, en contra de tu hermano, para que cuando por fin me deshaga de él dejar que otro tome su lugar, cuando ese ha sido el sueño de toda mi vida y es por lo que he peleado siempre, aún desde que tu padre vivía?
Alfonso palideció.
_ ¡Tú lo prometiste!
_ ¿Y crees que yo Rigoberto Salas tengo palabra? - río con burla. _por algo soy quien soy, y estoy en el lugar en el que estoy.
_ Eres un maldito traidor. - quiso abalanzarse sobre él, pero sus hombres se lo impidieron.
_ No soy mejor que tú. - dijo. _al menos yo no traiciono a mi familia, yo no te pedí nada, fuiste tú quien vino a ofrecerme a tu hermano y de paso trajiste al otro. Tu padre no se equivocó al escoger, tu eres un bueno para nada, crees que eres lo máximo, cuando para lo único que sirves es para ser siempre un segundón, no tienes las agallas ni la inteligencia que se requiere para esto, la prueba es que no puedes cuidar lo tuyo, menos cuidar lo de otros. No tienes la capacidad de planear, ni de anticipar a tu enemigo, solo te dejas ir de cabeza en lo que tú crees y esto trae consecuencias.
_ ¿De qué hablas?
_ De esto. - hizo un ademán para que le acercaran un celular.
En la pantalla se reproducía un video. Lo miró con atención y quedó espantado de lo que veía.
Por primera vez sintió que la tierra se abría a sus pies. Las imágenes mostraban primero, el cuerpo sin vida de su cuñado Leonel a quien había hecho regresar para traer a su esposa hasta donde él estaba, luego se veía la imagen de ella siendo golpeada salvajemente por uno de los hombres de Rigoberto.
Desesperado aventó el teléfono de un manotazo.
_ ¿Cómo te atreves? - gritó. _ ¿qué le hiciste?, ¿en dónde está ella? - lo miró desesperado. Ya no pensaba en la traición de Rigoberto, ya no le importaba si cumplía o no su palabra, lo único que deseaba era ver a su esposa y constatar que estaba bien. ¿En dónde la tienes?
_ Tráiganla. - ordenó Rigoberto. _pero antes quiero aquí al hermanito mayor de los Moran.
Rápidamente sus hombres se empezaron a movilizar, no pasó mucho tiempo cuando aparecieron trayendo a empujones a Santiago, sus ojos estaban vendados y se encontraba atado con las manos hacia atrás, su rostro y cuerpo mostraban la salvaje golpiza de que había sido objeto.
Cuando estuvo frente a Rigoberto, la venda le fue quitada.
Rigoberto sonreía con satisfacción, por fin lo tenía frente a frente, en su territorio, bajo sus reglas, doblegado, totalmente vencido. Sus hombres lo obligaron a caer de rodillas ante él y eso lo halagó aún más, el grande e invencible Santiago Moran, estaba ahí delante de él, totalmente derrotado.
_En realidad tengo mucho que agradecerte. - se volvió de nuevo hacia Alfonso. Ahora puedes contemplar con orgullo tu obra, creo que siempre si eres bueno para algo. - río. _reconozco que esto no lo hubiera conseguido sin ti. Supongo que esto también es obra tuya. - señaló los golpes que Santiago presentaba.
Alfonso no contestó, no estaba prestando atención, su mente estaba más allá de eso, su esposa ocupaba por completo sus pensamientos, por primera vez empezó a lamentar lo que acababa de hacer, por primera vez entendía el dolor que podía causar a alguien a través de sus seres queridos, lo acababa de descubrir y no se lo deseaba a nadie,
En la bruma de su mente fijo sus ojos en Damián, estaba casi desfallecido en medio de dos matones que lo vigilaban, se veía calmado, probablemente solo esperando lo inevitable, más allá estaba Santiago, a pesar de estar de rodillas y con varias armas apuntando a su cuerpo se veía tranquilo, también solo esperando su fin al parecer con resignación, solo él se sentía alterado y desesperado, él que era el que había urdido todo ese plan, el que había planeado la muerte de sus hermanos, el que no soportaba estar en esa angustia de no saber de su esposa. ¿Cómo ellos podían estar tan apacibles y él no?
Los miró de nuevo y sintió envidia de ellos Rigoberto tenía razón, él era un cobarde después de todo, su padre no había visto potencial en él, como lo había visto en Santiago y ahora comprendía porqué, él era fuerte aunque pareciera lo contrario, era valiente, era inteligente, ahora podía ver más allá de lo que los demás veían, Santiago estaba doblegado pero no vencido, a él no le importaba estar de rodillas, ni le importaba ser maltratado, el veía más allá de eso, él veía el resultado final y el mismo empezaba a vislumbrar lo que en realidad iba a suceder ahí y sintió pena porque nadie conocía realmente a Santiago Moran, ni de lo que era capaz de hacer aunque estuviera a un paso de la mismísima muerte.
Nada ni nadie lo podría detener, lo veía en su mirada. Ni siquiera el estado tan lamentable en el que él mismo lo había dejado al llegar, a ese lugar.
Recordó como había esperado con impaciencia su llegada. Lo había enfrentado y se había ensañado con él, así atado de pies y manos como lo traían los hombres de Rigoberto.
_ Por fin estas en mis manos. - le había dicho. Por fin tengo la oportunidad de cobrarme lo que me debes.
_ No te debo, ni te deberé nada, jamás. - había contestado él. Lo que lo enfureció, soltando el primer golpe de muchos,
_ Me quitaste lo que era mío. -gritó furioso. _y me condenaste a una vida de miseria.
_ Fuiste tú con tus actos quien lo hizo - lo retó.
_ Ya no me importa lo que digas, dentro de muy poco yo voy a ocupar tu lugar. - lo miró con suficiencia.
_ ¿En verdad crees que ese hombre va a cumplir su palabra y te va a dar lo que te prometió? ¿Tan iluso eres? ¿No te das cuenta de que solo te está usando?
_ Cállate había arremetió de nuevo contra él, lo había golpeado hasta, quedar rendido de cansancio, y el tirado en el piso inconsciente.
Alfonso volvió en sí de sus recuerdos cuando observo con angustia como unos hombres traían a la fuerza a una mujer, la tenían atada de pies y manos y una bolsa de papel cubría su rostro.
La pusieron delante de Rigoberto, ella forcejeaba e intentaba hablar, pero seguramente la tenían amordazada porque sus palabras no salían. Cuando la miró intentó correr a su lado, quería desatarla, quitar esa horrenda bolsa de su cabeza, abrazarla y decirle que todo estaba bien, que él la defendería, aun con su vida. Pero esos hombres se lo impidieron.
_ ¿Querías a tu mujer? - escucho la voz de Rigoberto. _aquí la tienes. Supongo que le juraste amor eterno, porque ahora van a estar juntos para siempre.
Levantó su arma, apuntó a su cabeza y disparó.
Alfonso miró con horror como su cuerpo dejaba de luchar y caía al suelo, donde empezaba a crecer un charco de sangre.
Él no fue capaz ni siquiera de gritar, no tuvo tiempo, la sorpresa de lo que veía no le permitió hacer nada. Incapaz de reaccionar solo miró como Rigoberto lo miraba con burla, levantaba de nuevo su arma y la apuntaba hacia él. En ese momento todo lo que pensaba, todo lo que deseaba, todo lo que añoraba se desvaneció, se dio cuenta de lo vano que era todo, había pasado la totalidad de, su vida envidiando, odiando y deseando ver muertos a sus hermanos, ahora a unos minutos de obtener lo que quería, todo se desvanecía, se convertía en nada, se dio cuenta de que su vida, su alegría, su felicidad, se reducía a su esposa, sin ella nada de lo que hiciera o tuviera tenía sentido, quería dinero y poder, pero sin ella a su lado jamás podría disfrutarlo, todo lo que había hecho en la vida, consciente o inconscientemente había sido por ella y para, ella.
Ya no estaba. Como un autómata miro a Rigoberto, miró el cañón de su arma apuntándole a la cabeza, lo miró poniendo el dedo sobre el gatillo y no le importo, ya nada le importaba, cerró los ojos y escuchó el disparo. No sintió dolor, solo sintió un golpe fuerte en la cabeza, se sintió aturdido, las fuerzas le fallaron y sintió que caía, fue todo. No supo más de sí. Solo quedó un olor a muerte.