Laura lo miró acercarse, se veía imponente y más con aquella mirada fría, que traspasaba todo su cuerpo, no pudo evitar encogerse en su lugar, quiso bajar la mirada y esconderse de la ira de ese hombre que tenía delante de sí, pero no lo hizo y pudo darse cuenta del preciso momento en que su actitud cambió, su mirada se suavizó y un suspiro de alivio salió de su pecho.
Él llegó hasta donde ella se encontraba y hablo con voz calmada.
_ ¿Estás bien? - preguntó mirándola de arriba a abajo examinando si estaba lastimada.
Ella asintió con su cabeza. Estaba temblando no sabía si por el frío o porque ese hombre le imponía, o quizás por las dos cosas.
_ Lamento mucho lo que ha sucedido. - se disculpó él poniéndose a su nivel y mirándola a los ojos.
Ella negó con la cabeza, él se arrepentía de haberle hecho pasar un mal rato, pero no se arrepentía de haber dado muerte a ese hombre. Seguía sin entenderlo, pero se alegraba de que estuviera ahí rescatándola, se dio cuenta de que era la segunda vez que él daba la cara por ella y se sintió avergonzada, después de todo ahora le debía algo, quizás su vida y eso la hizo sentirse más miserable todavía.
_ Sé que no me perdonas. - volvió a hablar él. _pero te aconsejo que pienses las cosas que hagas de aquí en adelante. Soy yo el que te molesta y a quien no soportas.
_ Yo... - iba a protestar.
_ No lo puedes negar. - la interrumpió. _pero fui yo quien te falló, no Damián, ni mi mujer. - dijo refiriéndose a Elizabeth que se había quedado muy angustiada. _ ni cada uno de los hombres que están aquí y los que están repartidos por todo el rancho buscándote. Todos nos preocupamos por ti y queremos que estés bien, no por Damián, él es mi hermano y lo amo y no sé qué relación tienen tú y él, pero esto es por ti, porque tu vida vale, porque mereces regresar y retomar tu camino y lamento de verdad que después de lo que pasaste, todavía tengas que ver cosa que no tenías por qué ver. Solo recuerda, yo no soy los demás y nadie tiene que pagar por lo que hice o haga en un futuro.
Ella lo miró sorprendida sus palabras le hicieron sentir que de verdad le importaba, a su manera le estaba llamando la atención, y su disculpa era sincera, lo veía en su mirada y por primera vez entendió a Elizabeth. ¿Quién podía resistirse a ese hombre? Si eso hacía por ella, una total desconocida ¿Que no haría por la gente que amaba? Elizabeth era afortunada y no... Ya no la juzgaba.
Laura se dio cuenta de que él estaba muy cerca de ella y sin más la levantaba en brazos.
_ Regresemos a casa. - dijo levantándola sin esfuerzo.
_Yo puedo caminar. - se resistió.
_Sé que puedes hacerlo - dijo él. _pero en tus condiciones nos tomaría todo el día regresar al rancho.
Él tenía razón, sus extremidades seguían adormecidas, todo su cuerpo se sentía agarrotado, por el frío, por la tensión, ya no sabía porque, pero él tenía razón.
Sin protestar se dejó llevar, aunque no se sintiera, cómoda, lo que si sentía, era un profundo agradecimiento por ese hombre, a pesar de que ella había sido grosera con él, despreciándolo, él lo hacía todo por ella, no por ser amiga de su hermano, se lo había dejado claro, ella le importaba y por primera vez en muchos años sintió una sensación de pertenencia, de calor fraternal, el sentimiento de que no estaba sola, cuando menos había dos hombres que se habían preocupado por ella en esos pocos días, y estaba Elizabeth, quien igual que ellos la había recibido con los brazos abiertos, sin preguntar nada, solo dando, sin recibir nada a cambio.
Caminaron por varios minutos sin pronunciar palabra, hasta que llegaron a un lugar elevado, desde ahí se podía ver y escuchar el río, se veía imponente con sus aguas turbulentas y turbias por la crecida que habían provocado las lluvias de esa noche.
Santiago se detuvo y la puso en pie, ella se sentía un poco inestable todavía, pero él la sostuvo del brazo mientras contemplaban la corriente de agua.
_Si alguna vez te pierdes. - habló él. _que espero no vuelva a suceder. - aclaró con una leve sonrisa. _Solo tienes que buscar el río, éste pasa por el rancho, así que indudablemente te llevará hasta él.
Ella asintió y se preocupó, eso quería decir que se hallaban fuera de él, lo cual implicaba peligro, se sintió como una tonta, se había puesto en riesgo y no solo a ella, sino a todos los que estaban ahí y otros más que la buscaban en otras áreas.
Iba a pedir disculpas cuando unos gritos desesperados los sobresaltaron, eran voces de mujer y llanto, ella no supo de donde provenían, pero Santiago sí, rápido dió instrucciones a sus hombres, dos se quedaron con ella con la orden de que la cuidarán y no la dejaran sola y él y los otros dos siguieron el sonido de las voces perdiéndose de vista de inmediato.
Unos metros adelante de donde ella había quedado el río daba una vuelta, hacia ahí se había dirigido Santiago y sus hombres.
No supo si fue por el miedo o la adrenalina del momento, pero ella corrió hacia donde ellos habían desaparecido, los hombres que la cuidaban no reaccionaron a tiempo, nunca se imaginaron que fuera a hacer eso y cuando quisieron detenerla ya había dado la vuelta y se habría ante ella una escena que la dejó aterrorizada.
Varios metros adelante estaba un grupo de hombres armados eran alrededor de cinco o seis, se encontraban en lo alto de unas enormes piedras que daban al río. Entre dos hombres sujetaban a una mujer que era la que gritaba desesperada intentando soltarse y a su hija, una pequeña de unos diez años aproximadamente, que lloraba tapándose el rostro para no ver como otros dos hombres empujaban con sus armas a un hombre con un bebé en los brazos y a un jovencito de unos catorce años más o menos.
Horrorizada miro como los hacían caminar hacia el precipicio, no tenían salida, si no obedecían morirían con una bala en el cuerpo y si daban un paso más morirían al caer al río.
Desesperada busco la mirada de Santiago, pero él no la veía, su mirada estaba puesta en el blanco, ella volvió a mirar justo en el momento en que el disparaba su arma, luego veía como uno de los hombres caía muerto. Le fue imposible no gritar de terror, fueron fracciones de segundos, en los que Santiago se volvió sorprendido solo para verla a su lado, luego, cuando quiso volver a disparar ya era demasiados tarde, el hombre había empujado a sus víctimas al abismo y estaba apuntando su arma hacia ellos, ella se quedó estática, viendo la escena, los gritos de dolor de la mujer retumbaban en su cabeza, el hombre muerto tirado sobre la roca, y el arma del otro apuntando directo hacia ellos, sintió como Santiago al ver que ya no tenía oportunidad de disparar antes de que él otro hombre lo hiciera, se abalanzó sobre ella abrazándola y cayendo ambos al suelo, desde ahí ella aún alcanzó a ver como el hombre que había disparado se llevaba las manos al pecho y caía junto al otro ya sin vida, luego volviendo en sí, escucho a Santiago maldecir, sintió como se incorporó con rapidez y corrió rumbo al río lanzándose a él sin dudarlo. A lo lejos miro como aparecía Bruno por el lado contrario de donde ellos estaban con su arma aún en la mano y detrás de él a Damián, que también corría hacia el río lanzándose igual que su hermano.
Ella espantada se incorporó y corrió para poder ver lo que sucedía en el río, con la mirada desorbitada, no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Damián había logrado asir al muchacho y luchaba con todas sus fuerzas para no sucumbir a la corriente traicionera de esas aguas, que por momentos se los tragaban y luego volvían a emerger, para su alivio ya estaban siendo ayudados por los hombres de Santiago, luego se dio cuenta de que él no se veía, lo busco con desesperación y a lo lejos rio abajo pudo verlo.
Al igual que Damián luchaba contra la corriente, solo que él tenía a dos vidas por las cuales luchar y nadie lo estaba ayudando. Los dos hombres que Santiago había dejado para que la cuidaran no se alejaron de su lugar, no podían hacerlo, cuando Santiago daba una orden se cumplía o se cumplía, ellos lo sabían. Podían haber corrido corriente abajo, pero jamás iban a poder darle alcance, así que se quedaron, él era fuerte y sabían que podría salir adelante. Lo conocían bien.