Un Mundo Nuevo [Clexa]

By rosalg6

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La historia está ambientada justo en el momento en que Clarke entra en su habitación y se encuentra con Titus... More

Capítulo 1. Vuelta a casa
Capítulo 2: Nuevos enemigos
Capítulo 3: Espera de noticias
Capítulo 4. Necesidades
Capítulo 5. En coma
Capítulo 6. El plan de Jaha
Capítulo 7. Ciudad de Luz
Capítulo 8. El fin de Jaha
Capítulo 9. Diferentes tipos de guerra
Capítulo 10. La lección
Capítulo 11. Feliz Navidad
Capítulo 12. El ataque
Capítulo 13. El sacrificio
Capítulo 14. Tres años después
Capítulo 16. Polis
Capítulo 17. Agua
Capítulo 18. Adiós
Capítulo 19. La desaparición de Clarke
Capítulo 20. Encuentro inesperado
Capítulo 21. Inmortales
Capítulo 22. Clarke
Capítulo 23. El plan
Capítulo 24. El rescate
25. Cambio de planes
Capítulo 26. La batalla
27. Una nueva esperanza
28. El ataque
29. Traición
30. Un nuevo futuro
Epílogo. 10 años después

Capítulo 15. Resurrección

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By rosalg6


No había perdido ni un ápice de habilidad con la espada, aunque echaba de menos entrenar con otros guerreros y ponerse a prueba. No obstante, desde hacía tres años eso no era posible y por ello cada mañana desde que había llegado allí salía al pequeño jardín que daba a sus aposentos y entrenaba a solas con su espada. Al principio, le costó acostumbrarse al frío y tenía los músculos y articulaciones agarrotados, pero al final había conseguido acoplarse e incluso había llegado a entrenar simplemente con una fina camiseta, a pesar de las bajas temperaturas del Reino de Hielo. En los últimos meses había notado que ya no hacía tanto frío como siempre, las temperaturas habían subido y la nieve se fundía con rapidez. Lexa vivía en el Reino de Hielo desde hacía tres largos años, en una especie de estancia conjunta al palacio donde nadie tenía acceso y de la que ella no se le permitía salir. Únicamente podía salir de su habitación para ir al jardín, donde entrenaba y pasaba algunas tardes soleadas. Roan insistía que no era una prisionera, pero ella se sentía como tal. Humillada por el hombre al que perdonó la vida y al cual notaba que le satisfacía tenerla en esa situación, bajo su dominio, como un trofeo del cual presumir. Había pensado más de una vez en escapar del Reino de Hielo y volver a Polis, pero nunca haría nada que significara poner en peligro a Clarke. Ahora, por las noticias que le transmitía Roan, la paz reinaba en los clanes y los skaikru vivían tranquilamente en su territorio. Aden había conseguido una paz duradera y ella no iba a ser quien fuese a romperla. No podía saber a ciencia cierta si Clarke estaba bien, tampoco se fiaba de las informaciones de Roan, pero Aden le había prometido que cuidaría de Clarke y confiaba en la palabra del joven Comandante.

Había terminado su entrenamiento y se dirigía al interior para darse una ducha ya que estaba toda sudada. Con las temperaturas de los últimos tiempos, acababa todos los entrenos empapada en sudor y le urgía meterse en la pequeña bañera que había en su habitación. Estaba dirigiéndose a la puerta cuando se encontró con Roan. Iba todos los días sobre al mediodía para llevarla algo de comer, una muestra más de su superioridad ante ella. Ese día llegaba antes y no traía nada de comer.

- Veo que te mantienes en forma.- observó el hombre al ver a la chica acercarse con su espada aferrada y toda sudada.

- ¿Qué quieres Roan? ¿Me echas de menos y no te has podido resistir a venir antes?- preguntó sarcásticamente la joven. Al hombre le cambió la expresión.

- Vengo a despedirme, nos vamos.

Eso sorprendió a la antigua Comandante, no se esperaba para nada esas cinco palabras. No supo qué decir, así que el Rey de Hielo continuó hablando.

- La situación se está volviendo insostenible, el calor está haciendo que la nieve se derrita provocando aludes y devastando nuestras tierras.- explicó Roan, que verdaderamente se veía afectado por la situación que atravesaba su pueblo.- Vamos en busca de otros territorios, tú eres libre para hacer lo que quieras.- Lexa seguía sin pronunciar palabra ¿Qué iba a hacer ella ahora?- Nuestros exploradores me han contado que Aden no aguantará mucho más siendo el Comandante de los clanes, la situación se ha vuelto insostenible para él, la gente se muere de hambre y de sed.- suspiró antes de continuar.- Así que puedes tratar de regresar con tu skaikru, con un poco de suerte, aún se acuerda de ti.- apuntó con malicia.

Lexa agarró con fuerza su arma, le hubiese atacado y acabado con él, así pagaría todos estos años de humillación y de burla. También la traición, cuando se puso del lado de los clanes cuando se había comprometido a sumar sus fuerzas a ella y a los skaikru. Podía matarle, vengarse y luego escapar del Reino. No obstante, no lo hizo. Ahora era libre para volver, a su hogar, a volver a estar con Clarke, si lo mataba, seguramente sus guerreros la perseguirían y acabarían con su vida antes de poder llegar a Arkadia o a Polis. No podía arriesgarse a ello ahora que había conseguido su ansiada libertad, así que soltó el arma y suspiró fuertemente posando sus manos en sus riñones, tal y como solía hacer para relajarse.

- Lárgate cuando quieras.- dijo finalmente Roan encogiéndose de hombros.- Mucha suerte.

- Espero que encuentres la muerte que te mereces fuera de tu hogar, por tu traición, Roan.- le soltó finalmente, incapaz de matarle, por lo menos diría lo que pensaba. Se detuvo y se giró sonriendo.

- Supongo que es lo más amable que sacaré de ti, hasta nunca.

Luego ya no se detuvo y dejó a Lexa sola, asumiendo que era una persona libre y que por fin se podría ir. Después de tres años, ya casi había perdido la esperanza que aquello pasara, pero ¿Debía volver a Polis? Roan le había dicho que los clanes se estaban rebelando por la situación de hambruna que estaban pasando y Aden no era lo suficientemente autoritario para controlar a los clanes. Ella como Comandante no había tenido nunca ninguna gran crisis de hambruna, pero Titus le había comentado que cuando él era joven habían vivido una y se dio cuenta que cuando hay hambre, era muy difícil aplacar los ánimos. Era una cuestión de supervivencia, los pueblos se mataban entre sí cuando había escasez de comida, daba igual las alianzas y los lazos que pudieran haber. Si volvía seguramente se encontraría con una situación próxima a la guerra, pero debía hacerlo, era su hogar. Ofrecería su ayuda a Aden, trataría de llegar a un acuerdo con él, para poder gobernar ambos. Aceptaría que él fuese el Comandante y ella tuviese un papel secundario, con tal de poder estar con Clarke nuevamente y vivir en paz. Esperaba que los clanes también lo aceptasen.

Recogió sus pocas pertenencias y abandonó aquel castillo para encaminarse a su casa. Se percató que apenas quedaba nieve en el Reino de Hielo, Roan tenía razón cuando decía que debían partir en busca de otros territorios. Ellos habían vivido siempre con la nieve y el frío, era su estilo de vida y aquello no era para nada el Reino de Hielo que conocía.

No tardó en darse cuenta que llevaba demasiado ropaje para las temperaturas tan altas que estaba haciendo. Llevaba una capa que le cubría el rostro casi por completo, así podría pasar desapercibida hasta llegar a Polis, que era su primera parada, aunque iba a pasar bastante calor con ella prefirió no deshacerse de ninguna prenda de ropa. Sabía que cuanta más ropa se quitase, más líquido perdería y más expuesta estaría a las quemaduras del sol, lo mejor era cubrirse todo lo posible. Tardaría unos cuatro días en llegar a Polis, viajaría siempre cuando el sol se escondiese, era peligroso viajar de noche, pero más lo era hacerlo con las temperaturas que estaban haciendo. Percibió que la vegetación estaba seca, muerta y que tampoco había tantos animales como antaño. Se había llevado consigo un arco y unas flechas para poder cazar, era una buena cazadora, pero le estaba costando encontrar presas. Tampoco quedaba mucha agua en los ríos ¿Qué estaba pasando? Esto no era para nada normal. Y una de las cosas que más le chocaba es que no se había cruzado con nadie en todo aquel tiempo, no había ni una sola persona. En el fondo para ella era lo mejor, así no se arriesgaba a que la reconociesen.

En las horas centrales del día buscaba una sombra y trataba de dormir un poco, aunque incluso en la sombra hacía un calor asfixiante. Al inicio del cuarto día, estaba apenas dos horas de Polis, debería detenerse a descansar, ya que el sol empezaba a quemar y ese día lo estaba haciendo con más fuerza que nunca, pero al quedar tan poco tiempo decidió continuar y llegar ese mismo día. No sabía si podría resistir un día más sobreviviendo a la intemperie. Estaba a punto de introducirse en el bosque que hay previo a la llegada de Polis cuando algo llamó su atención. En el camino había dos vehículos skaikru detenidos, se acercó cautelosamente para inspeccionar su interior, pero allí no había nada. Miró para todos los lados, pero allí no había nadie, estaban abandonados. No obstante, lucían limpios, no hacía mucho tiempo que los habían dejado. Al parecer, estaban dirigiéndose hacía Polis y algo les detuvo. Quizá cayeron en una emboscada o decidieron ir desde ese momento a pie por respeto a los clanes, que no les agradaba la tecnología de los skaikru. A ella tampoco le gustaba, la verdad. Fuese lo que fuese, ella debía continuar su camino y la forma más rápida de llegar a Polis era atravesando ese frondoso bosque, que con un poco de suerte encontraría algo de sombra y frescor, en las sombras de los árboles. Sin embargo, todo lo contrario ¿Qué estaba pasando aquel día? Las temperaturas habían aumentado aún más si cabe y ahora ya casi no se podía caminar, quizá no había sido buena idea intentar llegar a Polis aquel día. Debería haber buscado refugio y pasar el día en él, para llegar de noche. Estaba haciendo un descanso, a los pies del árbol más grande que había encontrado, cuando delante de ella vio caer una enorme bola de fuego. Se puso en guardia enseguida, buscando quien le había lanzado aquel proyectil, pero enseguida vio que empezaron a caer más aleatoriamente por todo el bosque ¡Estaban cayendo del cielo! Recogió a prisa sus pertenencias y empezó a correr, con la intención de salir del bosque y huir de aquel infierno. Algo detuvo su huida, voces. Su voz. La reconocería aunque pasaran mil años, soñaba con ella todas las noches, evocaba el recuerdo de los momentos que habían vivido juntas en sus días más tristes y desesperados. No lo dudó. Fue en busca de ella, sabía que estaba en peligro. Las bolas de fuego golpeaban con furia los árboles y aquello estaba provocando que la vegetación seca empezase arder. Las ramas de los árboles que ardían empezaron a caer al suelo, entorpeciendo su avance. Y la vio. Estaba en medio del camino y ella no podía alcanzarla porque el camino se había cerrado por las llamas. Observó durante unos instantes cómo podría llegar hasta ella. Cuando vio que Clarke caía al suelo inconsciente, ya no se lo pensó más, le daba igual que todo estuviera en llamas y que pudiera arder ella también. Empezó a abrirse paso con su espada, como única arma para combatir el fuego. Notó como su ropa empezaba a arder, pero no le importó. Por suerte, había mantenido con ella varias capas de ropa. Finalmente, consiguió llegar al camino donde se encontraba Clarke y fue hasta ella. Podría haberse deleitado con la belleza de su rostro después de tres años sin verse, pero no era el momento de ello, había perdido el conocimiento y lo primordial era sacarla de allí. Por suerte, conocía aquellos bosques perfectamente y sabía que no muy lejos de allí había un río. Desconocía si con el cambio climático que se había producido aún llevaría agua, pero siempre había sido caudaloso, así que esperaba que siguiera llevando agua. Era la única opción que tenían de salvarse. Las bolas de fuego ya no caían, así que el único peligro residía en el virulento incendio que se había declarado, por lo que si llegaban al agua aún tendrían alguna posibilidad de sobrevivir. Puso su capa sobre ella, para protegerla y le recargó como pudo sobre sí misma. Clarke era más alta que ella, pero era ligera, y la antigua Comandante era fuerte, por suerte, en su cautiverio en el Reino de Hielo, había mantenido la forma. La única forma de salir de allí era volver por el mismo camino que había abierto y que, por fortuna, no se había vuelto a cerrar. Lexa era una persona ágil, pero correr cargando a otra persona, era otra cosa. No podía ir lo deprisa que quería y empezó a pensar que no iba a poder salir de aquel infierno "por lo menos, morirían juntas", no obstante, no había luchado tanto, no había sacrificado tanto, para que Clarke muriese delante de ella. No, tenía que sacarla de allí. Se merecía vivir más que tres años de paz. Finalmente, tras mucho esfuerzo, llegó al río. Bajaba menos agua de lo habitual, cosa que ya se pensaba, pero aún había y encima, al bajar menos agua, la cueva que había tras la cascada se había convertido en accesible. Por lo que había encontrado el refugio perfecto. Solo tenía que hacer un esfuerzo más y escalar por una pendiente lateral, con rocas, para llegar hasta aquel lugar. El fuego no llegaba hasta allí, así que pudo hacerlo con más calma, por suerte. Finalmente, llegó y al dejar a Clarke en el suelo, tuvo que tumbarse ella también. Estaba agotada, tenía que recuperar el aliento, unos minutos, antes de volcarse de lleno al estado de salud de Clarke. Sentía que le faltaba aún la respiración, pero no podía aguantar más, tenía que ver cómo se encontraba la rubia. Seguía inconsciente, pero respiraba. Había inhalado mucho humo, eso le preocupaba, y ella no era sanadora, no sabía qué hacer en ese caso. Solo se le ocurrió hacer jirones su capa y empaparla con el agua que caía de la cascada. Le puso trozos empapados de agua por todo el cuerpo, debajo de su ropaje y en la cara. No sabía si eso serviría de mucho, pero por lo menos le aliviaría después de sufrir el calor extremo del incendio. Eso hizo reaccionar a la joven, que abrió los ojos débilmente, fijó la vista en Lexa que permanecía a su lado y esbozó una extraña sonrisa.

- Gracias por esperarme, sabía que te encontraría después de la muerte.- murmuró Clarke débilmente.

Lexa abrió la boca para tratar de sacarla de su error, no estaba muerta. Ninguna de las dos lo estaba. No obstante, la rubia volvió a sumirse en la inconsciencia. Lexa suspiró resignada, no podía hacer otra cosa que esperar. Se acercó al filo donde caía el agua de la cascada, el fuego estaba menguando, no quedaba ya casi nada por arder y el incendio estaba muriendo de muerte natural. Se limpió la cara y dio un buen trago de agua, a pesar de todo caía fresca y era revitalizador sentir el líquido recorrer su seca garganta. Posteriormente, buscó acomodo al lado de Clarke y se tumbó. Debería mantenerse en guardia, pero estaba agotada, necesitaba descansar un rato. Se durmió, como le gustaría hacerlo todos los días de su vida, observando el rostro de Clarke.

Estaba atardeciendo cuando despertó, quedaba poco de luz. Había dormido más de la cuenta, Clarke continuaba tumbada a su lado, pero notaba que su rostro estaba más relajado y respiraba con normalidad. Salió a buscar algo de leña, si quedaba, para hacer un fuego, no es que fuese a hacer frío aquella noche, aunque el tiempo después de aquella tormenta de fuego había refrescado un poco, más bien era para estar iluminadas y ahuyentar a los depredadores que buscasen cobijo en la misma cueva que ellas. Estaba todo calcinado, devastado, el bosque eran ruinas y focos de pequeñas llamas que se resistían a extinguirse. Cogió uno de estos troncos que ardían y unos pocos leños que se habían salvado del incendio y volvió a la cueva. Guardaba algo de comida, que había recolectado el día anterior, así que comió una parte y reservó otra para Clarke para cuando despertase. No tardó en hacerlo, pero de manera abrupta con un ataque de tos tan fuerte, que asustó a Lexa. Creía que se iba a ahogar, fue a buscarle algo de agua y se la sirvió en el cuenco que ella utilizaba para beber agua. Le acercó el cuenco, la incorporó y se lo sostuvo con una mano mientras que con la otra, le sujetaba la cabeza. Bebió con necesidad y enseguida acabó con toda el agua. Lexa se iba a levantar para ir a por más, pero Clarke la agarró de la muñeca, no fuerte, pero sí con firmeza. La miró fijamente a los ojos.

- ¿Eres real?- preguntó Clarke en voz baja.

Lexa soltó una risotada emocionada, solo pudo asentir lentamente. Apartó el cuenco a un lado y se aproximó a Clarke para acariciar su rostro, algo que había echado en falta dolorosamente, vio como una lágrima resbalaba por la mejilla de la rubia, la recogió con ternura.

- Esto no puede ser, estás muerta, todos estos años...- murmuraba trémula Clarke.

- He pensado en ti cada segundo desde que nos separamos.- dijo Lexa.- En volverte a tocar como estoy haciendo ahora.- acercó su boca donde la lágrima de la joven había resbalado y depositó un tierno beso en la mejilla.- En volverte a besar...

- Por favor, si es un sueño, desaparece... No soportaré perderte nuevamente.- susurró Clarke que no parecía convencerse de que aquello estaba pasando de verdad ¿Qué tan difícil es asumir que la persona que amabas y creías muerta realmente no lo estaba? Lexa acercó sus labios a los de la joven y la besó. Creía que nunca más volvería a sentir el sabor de Clarke. Fue un beso corto, pero lo suficientemente intenso, para que Lexa se emocionase.

- ¿Crees ahora que esto es real?

Clarke no dijo nada más, solo volvió acortar la distancia entre ambas y la besó nuevamente, esta vez con más pasión que la anterior. Esa noche sus almas volvieron a estar juntas, se volvieron a fundir en una sola, al amparo del crepitar de las llamas de la hoguera y el ruido del agua caer por la cascada. Lexa recorrió cada rincón del cuerpo de la rubia, saboreó cada surco de su piel con devoción, hasta que ambas cayeron dormidas, una junto a la otra, como hacía tres años que no sucedía.

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