Capítulo 24. El rescate

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Estaba cansada, aquellas bestias no necesitaban comer ni dormir, pero ella sí. El problema es que no lo entendían y prácticamente no paraban, aunque ella era la que daba las órdenes allí, estaba controlada por aquellos humanos cableados y por la Élite que ya había descendido a la Tierra y estaban esperando en algún lugar de México que acabase de limpiar la zona para ocupar el territorio que hacía un siglo habían comprado por una suma multimillonaria. Aquella gente era la peor expresión del ser humano, capaces de matar a millones de personas, a exterminar a toda una especie, solo para conseguir su objetivo de hacerse con el control de las riquezas. Solo quedaba aquel reducto, que ella se estaba encargando de limpiar, una vez finalizado, todo el mundo pertenecería a la Élite. La única esperanza que le quedaba a Clarke es que su gente y la de Lexa tuvieran tiempo de huir. Si lo conseguían, ella se quitaría la vida, ya lo tenía todo pensado. Cuando dejase de ser útil ellos mismos lo harían, así que les ahorraría tener que matarla.

Dio la orden de parar, necesitaba estirar las piernas y comer algo. Recorrían las distancias en coches, paraban en algún punto y luego durante el día se lo pasaban rastreando la zona por si se encontraban algún terrestre acabar con ellos. Cazaban a la gente y Clarke no podía hacer nada para evitarlo. Cuando se encontraban con algún grupo ella prefería no ver lo que hacían. Se quedaba lejos, mientras ellos hacían la faena.

Ordenó montar su tienda, harían noche allí. Los androides no dormían, se la pasaban aletargados en el fuego o dentro del coche, esperando que ella despertase para reiniciar la marcha. Intentaba detenerse lo máximo posible, ralentizar la marcha, pero en cuanto salía el Sol ya la despertaban para continuar. Las noches era su único momento de descanso y de evasión, cuando no podía dormir se las pasaba pensando en su gente, sobre todo en Lexa. Había sido increíble como la Élite enseguida había sabido que ella era su punto débil, no Bellamy ni nadie de los suyos, era Lexa. Era como si hubiesen sido capaces de hurgar en su mente. Y Clarke se había arrepentido tanto de tratarla de aquel modo, cuando regresó. Solo en aquellas horas que vislumbraba la muerte tan cerca, había sido consciente de lo mucho que amaba a Lexa y de lo idiota que había sido por no volver con ella cuando había podido. Por lo menos, la había podido ver por última vez y despedirse, decirle que la quería, que siempre había sido así.

Una vez montada la tienda, se encerró en ella y pidió que nadie la molestase hasta que amaneciese al día siguiente. No tenía ninguna intención de salir de allí. Con ellos había ido un robot con aspecto de chica que era quien realmente informaba a la Élite de los avances que estaban teniendo. Era más inteligente y autónoma que los robots guerreros, que lo único que hacían era obedecer órdenes y luchar, aunque tenían suficiente inteligencia para tomar la mejor decisión y buscar soluciones a problemas. Se hacía llamar Andrea y era quien verdaderamente estaba al cargo del comando. No dejaba de ser un robot, pero era inteligente, casi como un humano y si Clarke hubiese intentado algo raro enseguida hubiese ordenado a las tropas detenerla o hubiese informado a la central. A Clarke realmente solo la utilizaban para avanzar por aquel territorio que apenas conocían por imágenes de satélite.

Todavía faltaban unas horas para que se hiciese de noche, se pasaba las horas en silencio en su incómoda cama, simplemente pensando y recordando el pasado. Algo inusual la sacó de sus pensamientos, había demasiado ruido en el exterior, escuchaba a los androides hablar, parecían inquietos, normalmente apenas hablaban y si lo hacían era con una vez calmada y monótona. Algo les trastocaba su calma. Sin poder resistir la curiosidad más, salió de la tienda y lo que vio le heló la sangre. Lexa con traje militar avanzaba con una mano en alto y la otra aferrándose a la cintura donde reposaba su espada. Andaba despacio, pero decidida y mirando a todo el mundo desafiante. Había perdido la cabeza. Los androides no la atacaban porque habían recibido la orden de no hacerlo, pero la Comandante estaba jugando con fuego. En cualquier momento, Andrea podría ordenarles atacar y lo harían. Sin pensárselo dos veces, echó a correr hacía ella, hasta chocar con su cálido cuerpo, en un abrazo, aunque lo que realmente pretendía Clarke es cubrirle el cuerpo ante un posible ataque.

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