Cadenas Eternas (18+)

By TintaFucsia_93

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Al romper, el primer sello para dejar libre a Lucifer; nunca se creyó que iba a traer consecuencias que podrí... More

Dedicatoria
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By TintaFucsia_93

Mina poseía una mirada de preocupación pues podía sentir el poder que emanaba el Rey de los Cielos, al desaparecer el espejo de agua. No podía creer que la Dama Dios hubiera tomado semejante decisión. No habló mucho del tema y ni hablar del terror cuando escuchó a su cuñado más querido gritar. No había visto a Esteban, pero por la expresión de Daniel, supo que no la estaba pasando nada bien.

—Daniel —habló Mina suavecito; el poder de el hombre era magnánimo y eso la asustaba. De repente, vio como los brazos y el pecho del ángel se fortalecían bastante mientras su cabellera negra azulada se le trenzaba, creciendo hasta la cintura, sus alas tomaban un dorado muy brillante con puntas blancas como navajas y la marca del brazo alumbraba con gran poder. A su alrededor se formaron unas ráfagas de viento, las cuales con el pasar del tiempo o los minutos se hicieron más intensas. Esa transformación le recordó la primera vez que vio a su marido convertirse en demonio. En aquel momento también había sentido una mezcla de miedo y admiración—. ¿Estás bien?

Halle se encontraba en un trance doloroso, era como si todas las vidas suyas con su amada fuesen un recuerdo convertido pesadilla. Sophi, su niña de ojos verdes lo abandonó, le arrancó el alma y el corazón cuando, al mirar al demonio, lo besó con amor. Era un sueño del que ya quería despertar.

Lanzando un suspiro, le advirtió a la joven:

—Mina, es mejor que alejes de mí —giró el rostro sin poder disimular la confusión y frustración en la mirada.

Dios, ¿qué hiciste?, pensó la mujer, deseando poder ayudarlo o, al menos, atenuar un poco de su dolor. Sin embargo, ella sabía mejor que nadie que a veces los seres sobrenaturales necesitaban espacio para sanar sus heridas. Asintiendo levemente, se retiró hasta el pasillo de entrada a la habitación de hotel. Allí se recostó de la pared derecha mientras lo miraba con tristeza en sus ojos grises.

—¿Por qué lo haces? —habló el hombre mientras que las gotas de sus ojos azules se reflejaban—. O sea que todos estos años fueron mentira, lógico que sí. Tú eras de Lucifer —suspiró con dolor antes de declarar—: pero cueste lo que cueste volverás conmigo —Su poder era tan grande que era casi imposible que los arcángeles no estuvieran al tanto de que algo sucedía. 

Hubiera deseado mil veces que su Reina no tuviera el poder que en ese momento tenía pues sería una mujer feliz y sin tantas tristezas en el alma. La conocía tan bien y jugaba con su cordura, deseando que todo eso fuera parte de su plan para acabar definitivamente, con Lucifer, con el mal. No era lo que él deseaba de ningún modo que ella íntimamente se declara del Rey de las tinieblas. 

¿Era egoísta desear que su mujer, la mujer que amaba, fuera simplemente una humana? 

Desde su escondite en el pasillo, Mina observó como la luz que despedía el Rey de los arcángeles aumentaba en intensidad al mismo ritmo que lo hacía su enojo. El aura blanca del celestial se iba tiñendo de rojo y violeta según sus emociones fluctuaban, atacando su corazón a diferentes intervalos. Las manos de la chica se cerraron en puños y estuvo a punto de dar un paso en dirección de Daniel cuando percibió una fuerte aura de paz y otra envuelta en una llameante ira acercándose con la velocidad de la luz. Antes que ella pudiera pestañear siquiera, dos luces aparecieron en la habitación de hotel y se transformaron en las formas angélicas de Miguel y Uriel.

El rubio tornó sus ojos verdes sobre ella por un segundo antes de dirigirse al ahora celestial peliazul.

—¿Eres tú, Daniel?

Seguido a esa pregunta Daniel, lo miró respirando profundo y bajó tan sólo un poco su poder  afirmando. 

—Soy yo, Miguel. 

—Percibí tu poder aumentar vertiginosamente no mucho después de que terremotos y repentinos cambios climáticos asolaron la Tierra así que supongo que sabes la razón de tal destrucción —Uriel, a su lado, hizo un sonido de disgusto y su cabello se transformó en llamas. Sin embargo, Miguel levantó una mano y el Fuego de Dios optó por menguar sus flamas—. Ella está en el Infierno, ¿no es así?

Daniel observó a Uriel con rencor antes de posar su mirada sobre Mina. Debía de proteger a la chica. Ella no tenía la culpa de que a partir de allí su vida se estuviera quebrando en pedazos. Finalmente asintió con la cabeza para después decir:

—Sí, ella está en el Infierno, buscando una solución a esto... Pero —guardó silencio, no iba a decir algo de lo que después se pudiera arrepentir. La adoraba y, aunque los ojos verdes ya miraran a otro Rey, sabía que ella daría la vida porque él y el idiota de James vivieran; y por eso le dolía tanto que ella se consagrara al maldito de Lucifer. 

El arcángel rubio ladeó la cabeza y sus ojos se posaron sobre su interlocutor, sopesando sus palabras. El guardián de la diosa era un verdadero protector, uno cuya alma lo empujaba a actuar de esa manera. Era obvio por qué Sophia lo había aceptado como uno de sus guardianes, el proteger estaba grabado a fuego en todo lo que era Daniel. 

Muy bien, que así sea, pensó Miguel para sí antes de suspirar.

—Necesitamos sacarla de allí cuanto antes. No podemos seguir permitiendo que la luz confraternice con la oscuridad. Ese encuentro ya ha causado demasiado daño —sentenció el rubio sin apartar la mirada del rey celestial. Daniel solo asintió, bajando de a poco su poder.

A su lado, Uriel escupió al suelo.

—Ella debe saber lo que está causando y aún así permanece allá abajo —comenzó el Fuego de Dios. Su ira tan solo logró que sus llamas tomaran más altura—. Apuesto mis alas a que esa bruja ya le abrió las piernas a Satanás. El maldito siempre ha sido bueno para convertir a las mujeres en putas y dudo que con tu señora la historia sea distinta —sentenció, sus ojos amarillos sobre los azules de Daniel.

Si las llamas de la Ira de Dios eran grandes, las ráfagas del viento del Rey eran impensables. En un segundo, Daniel tomó el cuello de Uriel para golpearlo tan rápido como pudo. No iba a permitir que un tipo, que no conocía a su dama, le tratara así; aunque de alguna manera fuera verdad. Sin embargo, Sophia era y seguiría siendo el amor de su vida, pasase lo que pasase. Parecía que el maldito de Uriel no entendía eso.

—Tu no comprendes nada—le propinó otro golpe en el estómago antes de que su rival fuese a atacar. Daniel miró en un segundo a Mina—, estás tan orgulloso de tus estúpidos principios que hiciste que una mujer tomará las llaves del Infierno y nos trajera hasta acá—, lo tiró contra una pared, creando una gran grieta que se desaparecía en el techo y el piso de la habitación de hotel—, todo es tu culpa. 

Recuperándose del impacto, Uriel sacudió su cabeza y desenvainó su espada, la hoja cubriéndose de fuego al instante.

—Yahweh escogió a la señorita Argeneaux para que decidiera el comienzo del Fin —dijo, cortando el aire frente a él a la misma vez que las llamas de su espada se alargaban formando una especie de látigo—. No es mi culpa que ella haya condenado a su gente por sus propios deseos egoístas y arrancara a tu mujerzuela de tu mundo.

Daniel respondió al ataque, cubriéndose con sus alas segundos antes que el fuego chocara contra un escudo dorado y translúcido que apareció frente al Rey de los Arcángeles.

—¡Basta! —Miguel ordenó con una voz firme, pero sin llegar a gritar; y sin embargo, todo a su alrededor pareció paralizarse de miedo, incluso el tiempo. Elevó a los contrincantes contra paredes opuestas, quienes continuaban mirándose con deseos de continuar su pelea, y, sintiendo el miedo de Mina, sus labios se entreabrieron para hablar cuando la percibió…. Sentía a la hija de sus venas aproximarse.

Tendrás mucho que explicar, hija, pensó Miguel.

Después de dejarles claro a los demás y a aquellos mosquitos que se hacían llamar consortes de la nueva reina, que ella sería la Diosa de los infiernos, Lucifer y sus reinas se retiraron de allí.

Al llegar, Sophia fue empujada contra una de las paredes a la habitación de su nuevo rey, creando una gran grieta y haciendo que la Infinitium cerrara los ojos del dolor. Lilith, que con parte de su brazo la estranguló creyendo que de esta manera le quitaría estabilidad a la mujer de ojos verdes, la miraba con llamas de ira en sus irises amarillos.

—¿Me puedes explicar qué carajos estás buscando? —Recordó a su hijo lastimado y la humillación que sufrió ella al recordarle su infertilidad.

La hija de Dios sólo miró a su par, quien continuaba sosteniéndola con su brazo, tratando de quitarle el aire. Suspiró, tomando el delgado brazo de la reina infernal para darle la vuelta y ser ella quien tomará las riendas de la discusión. Cruzó el brazo de la mujer mayor y la llevó hacia atrás pegándole contra la misma pared, hablando con una voz sensual.

—Primero, entiende que te daré lo que tanto anhelas —La giró para que le diera la cara, acercando su boca de una manera lenta—. Solo cumpliré mi misión. Deja de mirarme como si te fuera a matar. —Lilith sonrió y, para acabar con tanta sonrisa, Sophia tomó el rostro de su contraparte y la besó.

Los labios de aquella chiquilla eran demasiado dulce y más cuando metió la lengua en su boca, era una dulce de locura que volvería loco a cualquier demonio sin importar sexo, ahora entendía todo. No podía creerlo, Sophia la estaba seduciendo a ella sin darse cuenta.

¿Qué pretendes hija de Dios?, pensó la mujer alejando sus labios a los de la dichosa reina de los Cielos.

—Darte un hijo y la posibilidad de que engendres más —susurró, sintiendo las manos de su Rey oscuro aplaudiendo y dando una ovación a las Reinas.

Sígueme el juego, Lilith. La volvió a besar, dejando que las uñas de la diabla tomarán su rostro. Por la presión en los labios, dejó algunas marcas que sobresalían en el rostro de la Diosa. De esta manera Lilith entendió que Sophia era una mujer estratega y que, de alguna loca y deschavetada manera, le daría lo que deseaba; sin embargo, para eso necesitaba de su confianza. Sabía lo que hacía ella era Dios.

Está bien, querida.

—¡Que hermoso espectáculo!, pero ¿por qué no me invitan? —habló Lucifer con sus ojos dorados brillantes, agarrando la cintura de ojiverde antes de besarle el cuello, y poniendo los ojos en su primera reina mientras que la rubia mostraba sus dientes, tomando la parte del vestido de la pelicastaña y rasgando la tela de aquel traje, tirándole hacia abajo para dejar al descubierto sus delicados pezones

Las horas pasaron lentas mientras tanto en el salón de reuniones, Vergil observaba incrédulo a Esteban, después de que los demás Reyes se perdieran de la vista de los reyes supremos. Y recibir algunos improperios de los Reyes para el castigado, sobretodo de Gaap.

—Estás muy loco por ella para enfrentar a Lucifer tú solo —Estaba buscando la manera de quitarlo de la pared. Si lo dejaba allí solo, su paloma lo mataría.

Cuando Esteban alzó la mirada hacia el techo sin hablar trató de salir de las cadenas invisibles de su reina, pero fue imposible. Estaba vez lo castigó de la peor manera.

—Sophia deseaba esto desde el principio —Sonrió lastimado, tanto por fuera como por dentro—. Aunque no lo creas, ella lo adora, —aún tenía alguna esperanza—, pero a mí y al idiota de Daniel nos ama con su propia vida —Recordó cuando ella lo amaba—. Y si está aquí con él, acostándose en estos momentos con madre, olvidándose de sus hijas y el trono de su dimensión, debe ser porque algo está planeando y cuando salga de ese maldito puto cuarto lo sabremos.

Vergil guardó silencio pues entendía que su hermano amaba a esa mujer. Le iba hablar cuando el ojiverde sonrió al sentir los pasos de aquella niña loca que era Diosa, llegó en un instante,  saludó a Vergil tocando su hombro, tomando por sorpresa al trueno azul y desatando a su ex consorte, haciéndolo caer a sus pies con la mirada.

—Hola chicos —Esteban alzó los ojos y escupió la sangre que calaba por un lado de la boca. Sophia estaba maquillada en los ojos, tenía un delineado fuerte y una sonrisa traviesa, un vestido dorado con blanco y su santa corona de espinas, haciéndole ver sexy. Aun con esa aura traviesa, se agachó un poco para poder hablar con el rey infernal de su dimensión—. Te dije que el Karma es mi gran poder, ¿cierto? —le dio un beso en la frente y de esta manera el hombre se levantó con nuevas ganas de matar a Lucifer y devorar a la mujer en una cama. Cuando la miró fijamente, descubrió que ya tenía el Heredero del Apocalipsis en su vientre. Alejándose unos pasos de ella—. ¿Nos quedamos o nos vamos? Mina y Daniel nos esperan. Además estoy completamente segura que Miguel y su hermano Uriel, también.

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N/A:
Hola, chicos he aquí el capítulo de esta locura:
¿Cómo creen que El Rey de los Cielos, se tomará el nuevo bebé de Sophia?

La canción es de: Grace feat. g-eazy you don't own me...

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