Cadenas Eternas (18+)

By TintaFucsia_93

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Al romper, el primer sello para dejar libre a Lucifer; nunca se creyó que iba a traer consecuencias que podrí... More

Dedicatoria
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By TintaFucsia_93

La gran habitación real era iluminada por cientos de esferas flotantes que brillaban con una luz amarillenta. Luces que eran creación del mismísimo Diablo, quien, contrario a la creencia popular, aún retenía varias de las habilidades que una vez le dieron su título perdido de Lucero del Amanecer. Los gemidos y sonidos pasionales habían desaparecido dando paso a susurros, caricias y risas. Una alegría que hacía muchísimo tiempo no se sentía en el Palacio Oscuro; no desde que su dueño había descubierto la infidelidad de su reina y la había maldecido.

Lucifer acarició las curvas de la hermosa joven junto a él mientras le echaba un vistazo a su cuarto. Las sábanas estaban rasgadas, las paredes tenían grietas y hoyos, había una mancha de carbón en la esquina de la cama y la roca del suelo parecía haber sido triturada en algunos lugares. De verdad que su pobre habitación recibió la peor parte de sus varios encuentros sexuales. Al paso que iban, demolerían el castillo entero si no paraban pronto. Sin embargo, él no quería parar. Poseer el cuerpo de María Sophia de Nazaret se había convertido en una adicción para él. Y Satanás nunca perdía la oportunidad de hundirse en un nuevo vicio.

-Creo que mi cuarto no resistirá que te tome otra vez -murmuró el Príncipe de las Tinieblas, lamiendo un pezón de la diosa.

-Ummmm -gimió ella, pero suave, sosteniendo los cabellos de Lucifer-. Es increíble que tu mansión aún esté de pie -Sonrió, alucinando por tanta pasión. Los ojos dorados del demonio eran diferentes cuando le hablaba a ella en un susurro, como contando secretos después de hacerlo. La verdad ya había perdido la cuenta de cuántas veces él se había metido en ella y la había hecho gritar de lujuria y banalidad. Cerró los ojos, apretando los labios para sentir como Lucifer se apoderaba de sus senos de nuevo-. Querido, necesitamos hablar de negocios. ¿Recuerdas?

-Claro, te di mi palabra y tú cumpliste con tu parte del trato -Lanzó un suspiro de molestia y se lamió los labios al levantar la mirada para cruzarse con la de ella-. Mi hija, Ishmeth, se encuentra dentro del volcán Kilauea, pero... -Lucifer besó el cuello de la diosa, sonriendo maliciosamente cuando ella le regaló otro gemido-. ¿De verdad quieres irte? ¿Acaso no sientes nuestra conexión? Sé mi reina, Sophia. Quédate aquí conmigo y bajaré las estrellas para ti.

La hija de Dios sonrió con melancolía, recordando algunas cosas y promesas muertas. Se paró de la cama aún desnuda, tocando las marcas que la hacían dueña de un de ángel que se había revelado y un demonio que buscó redención en ella.

-No puedo, mi Lucifer querido -Apretó los labios junto a sus manos-. Tengo obligaciones. Hay un demonio y un ángel que me esperan. Además de unas pequeñas que llevan mi sangre. -tomó aire al responderle-, y tranquilo yo me bajo las estrellas. ¿Sabes?, lo más extraño es que siempre soñé con que tu yo de mi dimensión dijera esto. Por otro lado, me has demostrado que eres diferente a mi "tío".-guardó silencio, para segundos después recalcar-, sé que tu corazón le pertenece a Lilith, tu consorte -puso las manos sobre su cuello tocando las marcas que la habían puesto allí como Diosa de Todo-. Tu alma jamás sería mía y no quisiera repetir lo mismo que pasó hace un tiempo atrás.

El rey infernal resopló y se levantó de la cama para detenerse tras ella mientras sus dedos descendían por aquellos suaves brazos con un roce casi fantasmal.

-Sé que nunca quisiste ser Dios, que todo lo que haces lo haces por obligación -le susurró al oído, mordiendo con cuidado el arco de su oreja-. Date la oportunidad de ser libre. Sin ataduras ni restricciones de nadie ni nada; ni siquiera las mías. Te ofrezco reinar a mi lado como mi igual no como mi consorte -Hizo una pausa para agarrarle la cintura y mordisquear su hombro-. Y en cuanto a Lilith... No es lo mismo que antes. Ya no confio en ella; ¿cómo puedo amar de verdad a alguien en quien no confío? Además, tú me puedes ayudar a olvidarla.

Aquellas palabras le calaron dentro. ¿Quizás esta vez sí podría amar a su primer amor y él la trataría como su igual? No como una simple mujer que tiene el poder por llevar la sangre del Hijo de Dios. Esos sentimientos encontrados la obligaron a girarse, besándolo de una manera que Lucifer no conocía: con ternura.

-Me conoces tan bien, nunca quise esto, no me gusta ser Dios -Recordó a los chicos, por eso preguntó-: ¿Qué harías con ellos? -Volvió a mirar la marca en su pecho, abrazando a su amante.

Una ceja rubia se alzó mientras su dueño le trazaba la marca que simbolizaba su unión a sus chicos.

-¿Tus consortes? -El rey del Infierno pareció meditarlo por unos brevísimos segundos antes de continuar-. Nada mientras que ellos no vengan aquí para sacarte a la fuerza; en cuyo caso serían castigados, sin que perdieran su vida, ya que son tan cercanos al corazón de la Dama Dios -Los labios de él volvieron al oído de su diosa-. Pero no me malinterpretes, si no fuera porque de seguro te molestarias, los mataría sin pensarlo dos veces.

-La verdad lo supuse, yo haría lo mismo con la reina de aquí -Lo empujó hacia cama-. Sí, quiero ser tu reina -acarició el cabello blanco de su rey oscuro-, pero no le harás daño a Lilith; ella me cae bien, es más ambas seremos tus reinas -dio una sonrisa coqueta, después observó las manos de Lucifer en sus caderas-, y, si lo consideras, te daré un hijo. -al decir esas últimas palabras, ella recordó a las dos estrellas de su vientre.

Pero la sonrisa volvió con rapidez al escuchar la voz de su amado demonio.

-¿Estás segura? Las consecuencias de engendrar semejante criatura podrían ser severas. -Habló el rey de la oscuridad, volviendo a besarla, cuando ambos en sus miradas tuvieron una visión compartida, una conexión secreta e inimaginada en otras circunstancias...

En medio del fuego y la lluvia, un ángel rubio, con un ojo verde y otro dorado, llevaba la Daga del Destino en sus manos ensangrentadas. Se sentía una combinación de auras. Era el Anticristo. Su hijo nacería y realmente estaría dispuesto a matar por su padre, en este caso Lucifer, y su madre Sophia.

Él se le quedó observando, sumergiéndose en aquella mirada esmeralda y sus labios se curvaron levemente. No había necesidad de más dudas o interrogatorios. Deseaba que aquella visión se convirtiera en realidad y, por primera vez en eones, no podía esperar a ver esa mujer en sus brazos con el vientre pesado por cargar a su hijo.

-Creo que Padre Tiempo me ha contestado -susurró mientras le acariciaba el rostro a la Dama Dios-. No se diga más. Tu serás la madre de mi heredero; aquel que dirija la destrucción de la humanidad.

La sonrisa de la mujer deslumbraba a cualquier ser que la viera. Sabía que estaba mal, que ella, por el contrario de Lucifer, debía salvar a la humanidad. Proteger siempre fue su tarea, pero la verdad no podía hacer mucho sobre la realidad que le mostraba. Él le ofrecía libertad y mucha pasión cosa que en su reino no tenía a pesar de tener a Esteban y Daniel. Ella no podía gobernar su universo Sola, ni siquiera pensar en ella misma por el simple hecho de ser Mujer... La humanidad había sido la peor creación de su Gran abuelo.

Gaap, rey de los Nocte Vespertili y gobernador del Infierno sur, se hallaba recostado de la pared cercana a la chimenea en la sala común del Palacio Oscuro. Los otros tres gobernadores también lo acompañaban allí pues les había sido indicado que su rey supremo los recibiría en unos momentos para dar inicio a la reunión del consejo. Habían pasado más de tres horas y Lucifer todavía no aparecía ni tampoco había enviado una razón para su demora.

El demonio no-muerto se despegó de la pared y se disponía a sentarse al lado de Amaymon, la hermosa gobernadora del Infierno este, cuando la reina suprema apareció en mitad de la instancia. Se veía alterada y su cabello estaba revuelto, cosa que ella nunca permitía en presencia de los otros miembros del consejo.

Amaymon, siempre atenta a todo, fue la primera en reaccionar.

-¿Qué sucedió, su majestad? ¿Se encuentra bien?

Pero su reina solo la ignoró y, tomando aire, le dirigió una pregunta a todos los presentes.

-¿Dónde está Lucifer? -Cuando ninguno respondió, se volteó directo hacia el monarca de los vampiros-. ¿Dónde está, Gaap? Tú siempre sabes donde mi consorte se encuentra.

-Lo percibo en su habitación y hay otra esencia acompañándolo, pero no logro descifrar qué o quién es.

Lilith resopló y sus irises amarillos se oscurecieron hasta casi tornarse dorados. No podía creer que su marido estuviera tan distraído que no se hubiera dado cuenta. Los griegos habían hecho su primera movida, no, el maldito de Hades le estaba declarando la guerra. Y, con la vida de Ishmeth en juego, ella no permitiría que una nueva vagina continuara distrayendo a Lucifer de aquello verdaderamente importante.

-Ven conmigo -se dirigió a Gaap mientras comenzaba a caminar fuera de la sala-. Si es necesario lo sacaremos de la cama, pero el rey supremo tiene que oír lo que tengo que decirle -afirmó la reina infernal mientras se desvanecía.

Al reaparecer frente a la puerta de dos hojas de las habitaciones del rey infernal, los pies de Lilith trastabillaron y perdió el equilibrio, cayendo en los firmes brazos del no-muerto.

-Esta esencia...

-Pertenece a la Dama Dios, la mujer que llegó aquí de otra dimensión -terminó la madre de los demonios por Gaap. Sus labios se entreabrieron para decir algo más, pero los cerró de golpe. Una amante más o una menos no importaba, no mientras ella mantuviera el título de reina suprema. Y, sin embargo, esa unión la asustaba. Hacía que su corazón latiera con fuerza sin dejarle saber si era por celos o por miedo a las consecuencias para ambas dimensiones.

Tomando otra bocanada de aire para calmar la tormenta en su interior, Lilith abrió las puertas con sus poderes y su cuerpo se congeló en el umbral de la puerta. En el interior, plumas blancas se esparcían por doquier mientras Sophía se hallaba montando a su consorte con total abandono. Las manos del rey infernal agarraban a la joven diosa por las caderas a la vez que las de ella se acariciaban el cuerpo, presa del éxtasis. Ni siquiera parecían darse cuenta que tenían audiencia.

-¡Qué bonito, consorte mío! -exclamó la madre de los demonios casi en un gruñido, provocando que la Hija de Dios se desmontara del demonio; sin embargo, él fue rápido para agarrarle la muñeca, reteniéndola a su lado-. Tú estás aquí revolcándote mientras Hades acaba de secuestrar a nuestra hija.

Rápidamente la reina de los cielos, dejó un poco la pasión y percibió el odio junto al rencor hacia ella misma, por parte de la Reina Suprema; haciendo que su conciencia volviera para hablar. No quería tener a Lilith otra vez como enemiga. Pero a pesar de ello, no se arrepentía de haber sido dueña de Lucifer por unos momentos.

-Suéltame, su majestad-habló la mujer del Cielo, usando su fuerza para liberarse del Príncipe de las Tinieblas y apareciendo frente a la Reina Infernal. Sophía tomó las manos de la rubia con una sonrisa descarada pues no sentía arrepentimiento por sus acciones, y aún con éxtasis dijo-: creo que te podría ayudar para salvar a tu pequeña.

Fue entonces que la furia del Príncipe de las Tinieblas se hizo visible, haciendo que tomara su apariencia demoníaca en un instante; una ráfaga de viento salió de él lanzando al suelo toda la decoración que no era pesada y revolcando las plumas de Sophia.

Apareció frente a Lilith en menos de un segundo y la agarró tan fuerte por el brazo que la diabla no pudo retener su grito de dolor mientras sus piernas perdían su fuerza.

-¿Cuando demonios pasó eso? ¿Cómo es que no te diste cuenta antes de lo que ese yakhe ishir pretendía? -gritó el Diablo a la vez que apretaba el brazo de su reina con mayor fuerza, oyendo los huesos comenzar a quebrarse.

Sophía sabía que si no intercedía, antes que el demonio dañara permanentemente a la reina, no iba a estar tranquila, por eso, haciendo uso de su poder, trató de llamar la atención del Diablo. El bienestar de Lilith primaba en esos momentos y más adelante, le diría a la madre de Esteban su porqué.

-Si, no te calmas con ella -se hizo detrás de la mujer lastimada, tratando de zafar su brazo del peli blanco-, te juro, que mi culo y vientre se irán de aquí -frunció de tal manera sus ojos, totalmente iracunda. No permitiría que aquel idiota dañará a la madre de Vergil y su Esteban. No en esa dimensión-. Te dije que si quieres que me quede no le harías daño -Cruzó los brazos esperando.

Lucifer le gruñó a la celestial, sus ojos blancos con rayitos dorados fulminándola, pero le hizo caso y soltó a su consorte; dejando a una Lilith totalmente atormentada.

-¿Por qué la defiendes? Ella no será tan buena contigo cuando se entere de lo que acordamos -le dijo Lucifer a la reina de los cielos-. Además ella tiene la culpa que mi enemigo mortal tenga a mi hija, esa misma hija mía que necesitas para enviar a tus consortes de vuelta a tu dimensión.

-¿Culpa mía? -La risa de Lilith solo sirvió para hervir más la sangre de su consorte-. ¿Quién la envió al plano mortal en una misión? ¿Quién es el que está obsesionado con saber todos los movimiento de Hades, pero se distrajo entre las piernas de una cara bonita? En todo caso la culpa del rapto de Ishmeth la tienes tú, esposo mío.

Lucifer levantó una mano para golpear a su insolente reina, sin embargo, una mirada a los llameantes ojos verdes de su pequeño pecado evitaron que lo hiciera. No quería perderla y deshacer esa futura criatura que crearían juntos simplemente por un coraje con su esposa. Era absurdo, pero la chica parecía haberse encariñado con la puta de su consorte.

-Te atreves a tocarla y te juro que acabó con este jueguito -habló la diosa con una suave voz, pero que erizaba a cualquier ser.

Fue entonces que Gaap entró a la habitación, teniendo cuidado de no acercarse mucho a la chica del cielo y aplaudió mientras una media sonrisa, que enseñaba unos de sus colmillos, curvaba sus labios.

-Bueno, ya que nadie va a matarse entre sí, ¿podemos bajar y comenzar la maldita reunión? Estoy harto de esperar por tí, Lu, y es obvio que hay muchísimo para informar -dijo el gobernador sureño. Podría haberse escondido en el pasillo, pero había oído todo y sabía que su antiguo amigo había acordado algo con la señorita celestial que haría que todo el Infierno y los Cielos se estremecieran con las noticias.

-Querido Lu, ¿no me presentarás? -preguntó Sophía en un tono meloso, mirando al demonio rubio frente a ella.

-Lo haré -respondió el aludido, tomándole la mano a la misma vez que conjuraba una falda negra asegurada por un cinturón metálico con runas demoníacas que brillaban rojas y una oscura capa sobre sus hombros. A su lado, ella materializó sobre su cuerpo un corsé dorado y negro junto a una falda larga en combinación y la corona de espinas que adornaba su hermoso cabello castaño-. Pero en la reunión, cuando esté todo mi círculo interno presente.

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N/A: A diferencia de los demonios y ángeles de la dimensión de Sophia, quienes usan Latín para comunicarse, los de la dimensión de Vergil usan Diavol'eshmir (idioma inventado).

Diavol'eshmir:
1- yakhe ishir= hijo de puta.
2-Yeara remir= dulce pecado.

Canción para esta parte: I Fell in love with the Devil de Avril Lavigne.

Les recomendamos el video oficial.

Besos de tinta.

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