Cadenas Eternas (18+)

By TintaFucsia_93

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Al romper, el primer sello para dejar libre a Lucifer; nunca se creyó que iba a traer consecuencias que podrí... More

Dedicatoria
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By TintaFucsia_93


Lucifer se hallaba en sus habitaciones, con los dedos y lengua metidos en la vagina de una diabla acuática, cuando un enorme poder celestial hizo temblar su palacio. Era ella. Aquella chica que esperaba tanto había llegado.

En las puertas del trono infernal, la chica Dios y el príncipe demoníaco arribaron antes que Vergil fuera semi interrogando por la mujer de su hermano.

—Vergil, ¿qué traman tú y mi demonio amado? —Se encontraban cerca a los aposentos de Lucifer ella lo podía sentir, entonces para que le dijera algo, se acercó a él mirando sus ojos azules. Y algo extraño pasó allí; Vergil se quedó sin palabras por primera vez en su vida porque Sophia lo estaba seduciendo. No esperaba que un ser, que se suponía fuera puro, se atreviera a usar su cuerpo y belleza para obtener lo que quería.

—No sabes como me gustan los demonios que protegen a sus consortes —susurró ella, mordiendo el labio inferior del peli blanco y dejando al príncipe con ganas de arrojarse a ella—, pero eso no quiere decir que si no me dices lo que ya se, no te lastimaré.—Le dio un beso blanco y devolvió sus pasos hacia las puertas del trono infernal, transformándose mientras caminaba hacia el único hombre al que le tenía seriamente un respeto y un odio gigantes—. Me dirás luego.

El príncipe la miró irse hacia las puertas del trono cuando se abrieron.

—Espero verla pronto, reina —susurró, tocando sus labios al mismo tiempo que la Dama Dios giró el cuerpo para decirle en la mente.

Lo mismo digo, trueno azul. Contestó ella antes de entrar por las puertas de aquel sitio.

Sin embargo, luego de un par de segundos, decidió entrar tras ella, planeando quedarse al margen lo más posible. Solo los interrumpiría en caso de que las cosas se pusieran feas entre los monarcas.

Mientras tanto, Lucifer— quien había lanzado a su juguete sexual fuera de su habitación antes de aparecer sentado en su trono— la sintió caminar con una seguridad divina, pero lentamente. Él, casi acostado en su trono, se lamió los labios, deseando besarla y mirarla a los ojos, quitarle la ropa y preguntarle: ¿qué carajos hacía allí?; pero sus pensamientos dejaron de inquietarle al ver a una niña de cabellos castaños y de ojos verdes con una armadura que cubría las partes necesarias, vientre plano, labios rojos, además de un olor que no debía ser santo. Sin olvidar las alas que eran bastante grandes para un cuerpo tan sensual.

—Y al fin se digna a presentarse. Ya era hora, preciosa —dijo, tamborileando sus dedos sobre el reposabrazos de su trono.

Ella se apareció de la nada frente al trono demoníaco, dejando una estela de luz a su paso.

—¿Preciosa? —alzó una ceja castaña, con ironía mirando la hermosa mirada de su enemigo mortal. Ojos dorados y una sonrisa maléfica, el cuerpo de Lucifer brillaba en su oscuridad, viendo también sus grandes e imponentes alas oscuras—. La verdad yo también quería conocerte.

Los ojos verdes de Sophia brillaban con una intensidad divina y el latir de su corazón era un tambor quemando su interior.

—Tan suave como la pluma de un pavo real —susurró el amo de las tinieblas al aparecer tras ella y apartarle el cabello hacia un lado, dejando expuesto su cuello. La mujer divina cerró los ojos, mordiéndose el labio mientras sentía el aliento del dios de la oscuridad hacerle cosquillas desde sus adentro.

—¿Qué quieres, Lu?

—Mmm —Lucifer inhaló el aroma de la diosa y sus manos bajaron instintivamente para rodearle la cintura. Había algo en ella que lo había vuelto loco de deseo en el momento en que posó sus ojos sobre aquellas relucientes esmeraldas—. En primer lugar, me gustaría saber qué hiciste con Yahweh. Luego puedes decirme cómo te llamas, yeara remir.

Ella se giró lentamente para mirarlo directo, tratando de disimular ese deseo.

—Eso mismo te iba a preguntar —Mordió su labio inferior por el deseo—. ¿Para qué me trajiste si yo te maté cuando me engañaste al enamorarme de ti?

Vergil se carraspeó la garganta en ese mismo momento e hincó una rodilla en el piso como reverencia.

—Ya que veo que su majestad tiene todo controlado, ¿puedo retirarme?

El rey infernal solo se dignó en asentir antes que su atención volviera a la dama en sus brazos. Podía sentir llamas recorriendo su cuerpo y fortaleciendo

una zona que ansiaba enterrarse entre las piernas de la pelicastaña.

Cuidate mucho, Vergil, pensó la diosa al verlo salir del salón.

—No fui yo quien hizo eso de lo que me acusas, preciosa. Otro Lucifer, otra dimensión —susurró, rozando su nariz contra la yugular de ella y subiendo una mano hasta detenerse muy cerca de un suculento pecho.

Rápidamente ella lo detuvo, sabía que si no lo detenía iba a tener sexo con él.

—Debes de conocer a alguien que tenga el poder abrir dimensiones —Los irises dorados del demonio se achicaron ante aquellas palabras. No le gustaba que lo rechazaran y, en sus ojos, eso era precisamente lo que esa chiquilla había hecho.

—Primero dime tu nombre o no obtendrás nada de mí —amenazó con un tono que se volvió siniestro, hundiendo sus dedos en la cintura de la diosa.

Ella sonrió para demostrar que no le tenía miedo al reír de su dulce pecado.

—Querido Lucifer, te advierto una cosa antes de saber mi nombre. Diablillo, no te tengo miedo —Lo miró de nuevo, acercándose a él lo que pudo y mirándolo a los ojos. Pues realmente parecía una chiquilla a su lado—. Mi nombre es María Sophia de Nazaret. ¿Te suena el apellido?

Como si se tratara de hechicería, un chispazo de corriente le bajó por la espalda e imágenes llenaron su cabeza. Lucifer gruñó bajo, apartándose de ella por el repentino dolor que pulsaba en sus sienes. Ella. La veía a ella con otro hombre de cabello oscuro, que una voz le decía era su otro yo. Lo vio todo: la seducción, la entrega, la traición y finalmente su muerte a manos de esa belleza frente a él. Otro gruñido escapó de él mientras sacudía la cabeza y se desplomaba sobre su trono.

—¿Qué demonios me hiciste? —murmuró entre dientes a la vez que sus ojos se tornaban blancos veteados de dorado al posarse sobre ella.

Ella cruzó los brazos mostrando su poderío ante el demonio para decir:

—Te mostré lo que hiciste conmigo, mi amado rey oscuro. Te puedo decir que gracias a ti, voy a matar a Emmanuel para quedarme con el paraíso y el resto de mi dimensión. —Se acercó otra vez al trono quedando frente a frente del peli blanco—. ¿Sabes que la dimensión que ese alguien abrió jamás podrá ser cerrada si no vuelvo a mi hogar y tampoco podrás matar Yahweh, nuestro padre o, más bien, el tuyo?

El rey supremo del Infierno clavó sus garras negras en el cristal de su trono, haciendo que algunas llamas escaparan de su interior.

—No me compares con aquel que ni siquiera se me parece —susurró con rabia contenida y luego lanzó un suspiro—. En cuanto a la situación que nos enfrentamos, ¿qué estarías dispuesta a darme a cambio de mi ayuda? Yo sé quien puede ayudarte con tu problema dimensional, de hecho es una de mis hijas, pero todo tiene un precio en esta vida, yeara remir.

Si de algo estaba segura ella era que Lucifer la deseaba, debía aprovechar si la ayudaba además de esa forma se vengaría de la mejor manera de esos dos.

—¿Qué deseas? —Se giró sobre sus pies, dándole la espalda. Quería provocarlo, después de todo era hombre y había algo que aprendió del Lucifer de su dimensión... Era el arte de la seducción, pero claro no se lo iba a dejar tan fácil—. Mi rey.

—A ti en mi cama —Los irises del diablo retomaron su color dorado y se relamió los labios mientras se inclinaba hacia adelante, provocando que su largo cabello blanco le cayera como una cortina sobre el pecho—. Pero entiendo si no te crees capaz de manejarme. Y te repito: yo no soy el diablo que conociste en tu mundo. Soy mucho, mucho peor —Una ceja blanca se arqueó al ver que ella continuaba dándole la espalda y el orgullo en él no le permitió quedarse quieto. Teletransportandose frente a ella, usó su velocidad para aplastarla contra su cuerpo y besarla. Con brusquedad forzó su boca para deslizar su lengua dentro y saborearla como había deseado hacer desde que ella entró en sus dominios. Sus manos le envolvieron la cintura, sujetándola con fuerza contra él mientras que sus alas negras con plumas de puntas rojas la envolvían, apartándola del mundo.

—Eres un idiota —gritó enojada para dejarle claro quién era ella. Recobrando la postura de mujer divina. Pero estaba el deseo electrizante, por eso dijo con deje de superioridad—. Tranquilo, querido no puedes hacerme nada que yo no sepa. Además no soy como Lilith o las demás demonias con las que estás acostumbrado acostarte. Recuerda, en estos momentos soy Dios. —La respiración agitada después de elevarlo al besarle a la fuerza, el sabor del dulce pecado hacía que todo se volviera más oscuro de lo que ya estaba—. Te dije que no sería tan fácil —Lo había hecho sangrar. Él solo sonreía, no creía que ella fuese de esa manera tan provocadora. Las alas de la mujer comenzaron a vibrar para alejarse de él, sin embargo, alzó una ceja, haciendo señas—. Ven, querido Lu —De repente, ella se acercó a él, besándolo y empujando al cuerpo varonil, dejando a un Lucifer sorprendido. Rodeando sus piernas a la cintura de aquel rey para alzarse y robarle el aliento—. Llévame a tu cama, ¿quieres? —Esas orbes doradas la tenían enloquecida.

Una sonrisa curvó los labios del monarca infernal al ver el cambio en la actitud de la niña Sophia y, sin decir una palabra más, la sostuvo por los muslos para luego desaparecer de la sala del trono. Su destino no era otro que su cuarto, donde planeaba poseer las sensuales curvas de la Dama Dios no una, sino varias veces. Al llegar al cuarto de su majestad Lucifer, fueron recibidos por una decoración oscura, con detalles en las paredes y candelabros que permanecían encendidos siempre para ahuyentar la noche eterna. Las llamas crepitaron cuando una fuerte ráfaga de viento golpeó las ventanas, abriéndolas.

Él sonrió al sentir el viento golpearlos y, con una media sonrisa, lanzó a la chica a su cama. No hubo grito de sorpresa, solo una sonrisa invitante en aquellos deliciosos labios rojos que lo hizo gruñir. Su miembro, atrapado dentro de sus ajustados pantalones de cuero, se endureció aún más, rogando por ser liberado de su trampa. Ella, por su parte, detallaba cada espacio y, mirando la incomodidad de éste, dijo:

—Quítate eso que se ve apretado, Luci.

—Primero tú —respondió con la voz ronca, sentándose sobre las caderas de ella e inclinándose para lamer su cuello—. Esa armadura tuya es molesta —sentenció el rey, chasqueando los dedos para desvestirla al instante.

Ella se cubrió por lo menos los senos, sintiendo la corriente de su ser. Reflejada en los ojos dorados de aquel demonio a quien deseaba besar, hizo señas con las manos para mostrarse tranquila y soltó sus pechos.

—¿Qué pasa, preciosa? ¿Te estás arrepintiendo? —preguntó él, rozando sus labios por la curvatura del cuello de ella y sintiéndola estremecerse—. No lo hagas. Tengo un muy excitado amigo que muere por sentirte —susurró contra su piel.

Usando sus poderes para liberarse del demonio, ella se paró frente a él para luego arrojarlo hacia la cama grande, mordiendo su labio y subiéndose encima suyo. Dejó caer su cabello por el pecho de este, desapareciendo el pantalón de cuero de Lucifer, para comenzar a frotarse contra la virilidad de aquel sucio y sexy demonio. Lo quería provocar, hacerlo llegar antes de que se adentrará en ella, como alguna vez el Lucifer que ella adoró, le enseñó.

—Jamás en mi eternidad me arrepentiría de domarte, como lo haré —Lo besó de una manera casi caníbal, mordiendo su labio inferior para probar su sangre.

Él soltó una mezcla entre una carcajada y un rugido y le agarró las caderas para guiar sus roces al ritmo que él deseaba. Un gemido escapó de sus labios al sentir la humedad femenina lentamente cubrir su pene, preparándolo para el momento de la penetración. Sophia se tensó mirando las orbes de su amante, que la miraban como un delicioso dulce divino, de esta manera abriendo las piernas aún más para sentirlo aún al fondo. Arqueando su espalda, hasta que sus alas blancas tocaron el suelo de aquella habitación infernal. Para Lucifer era un sueño o una epifanía, además la mujer que lo montaba tenía gran fuerza. Las paredes de la habitación temblaban al gemir de aquella que se hacía llamar Dama Dios.

Perdiendo el control sobre su deseo, el rey infernal se transformó en su apariencia demoníaca. Cuatro pares de cuernos grises con puntas color carbón emergieron de su cabeza, su piel perlada se tornó grisácea y aquel largo cabello blanco se ennegreció hasta imitar a la noche. Un gemido hizo eco en la habitación mientras hundía sus garras negras en las caderas de la celestial. No la había soltado ni un momento desde que ella lo había montado.

Un rugido salió de su garganta antes de que se sentara, sin que su pene saliera de ella, y hundiera sus colmillos en el cuello de la chica. Cuando Sophia sintió la gran fuerza de Lucifer, sus alas desaparecieron y su cabello se tornó de color claro, castaño claro, los ojos verdes muy verdes y la marca del Infinitium sentado a su costado se volvía cada vez más grande, sin contar que era rodeada de luz divina, que al tocar al rey de los demonios lo tostaba un poco, aunque a él no le dolía antes al contrario le hacía querer entrar aún más.

El diablo soltó su cuello, sangre escurriendo de sus labios que fue lamida al instante, para mirarla con sus ojos demoníacos; irises blancos estriados de dorado.

—¡Maldición! Te vez incluso más hermosa ahora —dijo antes de robarle un beso brusco que hizo sangrar a la diosa—. Necesito poseerte por completo.

Ella sonrió mirando como las sangres se mezclaban y asintió pues lo deseaba como nadie.

En un instante los papeles se invirtieron; él arriba y ella abajo. Grilletes aparecieron en las muñecas de Sophia y las embestidas del demonio aumentaron en velocidad. Más gemidos inundaron el cuarto antes que Lucifer tomará un rígido pezón entre sus dientes y comenzará a torturarlo con su lengua; a la vez que iba penetrando el ano de la pelicastaña con su delgada cola.

—Lucifer —abrió sus ojos mirando al demonio encima suyo, cuando gritó—: te ves condenadamente sexual... Por mi. —sonrió, sintiendo cada parte de su divino ser lleno de él.

Él le regaló una media sonrisa a la vez que sus caderas aumentaron su velocidad de nuevo. Dentro y fuera. Dentro y fuera. Los vaivenes se tornaron bestiales mientras ambos dejaban que la lujuria les recorriera el cuerpo, apoderándose de ellos. Se sentía tan delicioso, tan divino, casi como si estuviera en el paraíso de nuevo. Jamás pensó que poseer a Dios fuera tan... triunfante.

Echando la cabeza para atrás, Lucifer rugió mientras su miembro explotaba, vaciando descarga tras descarga de semen caliente en la apretada vagina de la reina celestial. Segundos más tarde ella se aproximó al extasis total, aferrada a la espalda de él y mordiendo su cuello para gritar en la piel demoníaca, fueron muchos orgamos, moviendo su cadera un poco más lenta.

—¡Por tus cuernos! Te deseé tanto. Maldita sea —Sus cuerpos temblaron. Ambos jamás se cansaban, pero eran el bien y el mal en su máxima expresión. Tenían que haber tocado todo el universo con esa explosión de placer.

—Yo también, yeara remir. Te deseé desde que posé mis ojos en los tuyos —le susurró al oído—. Pero este es solo el comienzo.

—Ven querido —permitiéndole besarla, mientras que los grilletes se esfumaron para tocar la piel de este—. Sabes que fuiste tú... O más, tu yo de mi dimensión, fue el primero. 

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Señores perdonen la demora.

Los queremos mucho <3 

Canción Fiebre: de Ricky Martín (bizcocho de arequipe)

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