Cadenas Eternas (18+)

By TintaFucsia_93

499 62 27

Al romper, el primer sello para dejar libre a Lucifer; nunca se creyó que iba a traer consecuencias que podrí... More

Dedicatoria
1
3-a
3- b
4-a
4-b
5-a
5-b
6-a
6-b
7
8
9
10
11-a
11- b
12

2

16 2 0
By TintaFucsia_93

Daniel, observando el trato de las reinas se percató de algo: las luces artificiales se habían fundido y el aire estaba helado; él reconoció de inmediato ese frío. Era Miguel, en compañía del Fuego Eterno de Dios, Uriel.

—Sophi, creo que deberías transformarte —Los acompañantes de la diosa miraron al ángel—. No es seguro que tus arcángeles te vean como una humana.

—Lamento informarte, querida Sophi, —la demoníaca mujer observó el firmamento—, que tus arcángeles son un grupo de pendejos con cerebros de pájaros que no te creerán en nada.

—No te preocupes Lilith —Dando unos pasos hacía atrás, para juntar las manos expulsando la energía divina—, que sé cómo son los pajarracos que dominó. —Se sacó el suéter para que sus alas respiraran y la cubrieran, de esta manera también nuevamente su armadura y espadas volverían a ella.

Esteban y Daniel, sabían que su reina necesitaba descansar, pero reconocían sobre todas las cosas lo capaz de su alma, mitad oscuridad, mitad luz. Ella que les había entregado su corazón y amor por partes iguales, además de la dicha y fortuna de ser padres.

Por otro lado, Lilith no pudo soportar la luz emitida por Sophia; tanta pureza en un solo ser la lastimaba, quemaba su piel así que se apartó, saltando donde los rayos lumínicos no pudieran alcanzarla. Sin embargo, el daño ya estaba hecho; su piel humeaba como un pavo recién salido del horno. La mujer torció el gesto. Un aviso antes de achicharrarme hubiese sido muy agradecido, pensó la madre de todos los demonios.

—Lo siento Lilith—habló la joven al sentir el olor a carne frita. Mirando con vergüenza las marcas en la piel de la reina demoníaca que iban sanando frente a sus ojos.

La antigua diabla se sorprendió bastante al observar como la auto denominada Dama Dios, poseía una falda de platinas doradas y sus alas eran más grandes y más claras que las de cualquier ángel que ella hubiera visto jamás. Sophia también tenía un corset demasiado pegado al cuerpo con una cruz en el centro y por supuesto la gran demostración de que era la hija de su enemigo o más bien el mismo Dios encarnado, fue cuando vio la corona de espinas y que en su mano derecha poseía la Daga del Destino. De esa manera y aunque parecía increíble, Lilith no tuvo miedo, es más pensaba que si el dios de esa dimensión fuera mujer, le ayudaría.

Segundos después, las nubes comenzaron a agruparse sobre el puente y un rayo cayó en el río que pasaba debajo. De entre el vapor y las chispas eléctricas surgieron dos figuras, seguidas de una tercera que se materializó cerca de la reina infernal. Eran tres ángeles: dos con enormes alas doradas y el tercero con alas tan blancas como la nieve.

Los dos ángeles de alas doradas permanecieron en el aire, clavando sus miradas sobre el pintoresco grupo reunido en el puente. Dos demonios junto a la usurpadora del trono del Padre y un ángel. ¿Qué clase de mal chiste era ese?

Uno de los recién llegados, el que poseía una larga trenza envuelta en llamas, se acercó bastante rápido a la mujer de los ojos verdes, desenvainando una espada, cuyo filo estaba hecho de fuego, y deteniéndose frente a ella, justo en el cuello de la mujer. Las llamas que formaban la hoja, crepitaban a centímetros, mientras los ojos amarillo pálido del celestial trataban de escanear aquello que el lazo ya le advertía. Esa mujer de cabello castaño y ojos del color de las esmeraldas era su nuevo Dios. Un tic nervioso se apoderó del ojo derecho del ángel, haciendo que éste parpadeara involuntariamente.

—Cálmate, Uriel, matarla no traerá a nuestro Padre de vuelta —le advirtió el otro ser de alas doradas, colocando una mano sobre su hombro—. La necesitamos —susurró el rubio.

En vez de calmar a su hermano, las palabras de Miguel surtieron el efecto contrario y, en un despliege de pura arrogancia, la armadura del Fuego de Dios, que parecía estar hecha de cientos de plumitas de oro puro, comenzó a brillar con un fulgor rojizo. Tampoco quiso bajar la espada del cuello de quien ahora consideraba su enemiga.

Mientras, Lilith miró al ángel encapuchado tras ella y le guiñó un ojo.

—Chiao, palomita —susurró la diabla rubia antes de agarrar al otro demonio por el antebrazo y desaparecer. Es que la reina no permitiría que nadie tocase a un hijo suyo, ni siquiera uno de esos pájaros descerebrados.

Sophia, al ver lejos a su amor demoníaco se tranquilizó un poco.

Rápidamente el ángel Guardián de la chica Dios le comunicó.

¿Sabes que por ti daría mi vida? Pensó el ángel a su lado, también dejando su aura divina salir junto a sus alas que eran muy parecidas a las alas de los arcángeles que se encontraban frente a ellos, volando muy pendientes de los intrusos. Te amo bastante mi diosa.

Lo sé vida mía, contestó la joven por sus pensamientos, mirando a los ojos azules que siempre le dieron tranquilidad y amor, que le enseñaron a ser lo que ahora era. Pero si debo enfrentarme a los arcángeles de esta dimensión, lo haré sin consideración.

La joven princesa se alejó de repente de la eminente amenaza, sin antes mover su espada, acercándose a su Guardián para besarlo tiernamente y decir a Uriel.

—Eres capaz de desafiar a la hija de tu Dios —dijo ella sacando de la nada su espada, de nuevo para atacar si era agredida—. Se preguntarán, ¿dónde está su padre? —Las llamas de la espada de Uriel fueron extinguidas por la mano de Miguel y sostuvo a su volátil hermano a una distancia que no le pudiera hacer daño a la dama—. Yo vengo de otra dimensión, y soy el dios de ese lugar. No tengo ni la menor idea qué hago acá.

—Mujer, ¿cómo te llamas? —preguntó el ángel rubio detrás de Uriel, con curiosidad. Recordaba esos ojos en algún lugar, pero no estaba seguro de dónde.

Daniel veía a su maestro y su alma gemela, mirarse como si ella tratara de ser reconocida por ellos.

—Miguel, tú deberías saberlo, —se colocó en posición de ataque y dijo sonriendo—, mi nombre es María Sophia de Nazaret.

Los ojos verdes claro, del arcángel Miguel se agrandaron, pero fue el Fuego de Dios quien reaccionó primero.

—¿Qué? Esa bruja está mintiendo —El pelirrojo se volvió hacía el mayor entre las huestes del Cielo—. Miguel, déjame matarla; es obvio que nos está mintiendo en la cara. Tú nunca tuviste una hija mientras caminaste la Tierra como mortal. ¡Nunca! ¡Déjame destruir a esta bruja usurpadora!

Los orbes verdes del rubio se nublaron y su mirada se tornó vacía; se hallaba buscando algo en los confines informáticos del universo. Uriel apretó los dientes, dispuesto a atacar cuando sombras salieron disparadas del suelo y se amarraron en torno al celestial, impidiendo su movimiento.

—¡Basta! No puedo creer que mis hermanos, más antiguos y sabios que yo, no quieran escuchar las palabras de esta joven. ¡Parecen niños humanos! —exclamó el ángel encapuchado, apretando los dientes por la gran cantidad de energía que debía utilizar para mantener atrapado al celestial de fuego—. Ustedes saben de la existencia de otras dimensiones, mundos e incluso universos enteros que son iguales y, a la misma vez, muy diferentes del nuestro. Universos paralelos, caballeros —Miró a Uriel con severidad, aquel todavía gruñía, pero había dejado de forcejear contra sus ataduras y su armadura ya no brillaba—. ¿Es tan difícil imaginar que sus palabras sean ciertas y ella venga de otra Tierra donde el Hijo de Dios sí se haya procreado con los humanos? Miguel, estamos conscientes que nunca tuviste descendencia mientras usaste el nombre de Jesús de Nazaret, pero dime, ¿sientes tu sangre en esta chica o no?

El primero entre los arcángeles observó a la joven. Era un hecho que sentía algo extraño viniendo de Sophia, como si su sangre corriera por las venas de la chica y a la misma vez no. Algo descabelladamente sin sentido, pero cuando intentó buscar las respuestas en la vasta creación de Yahweh, solo halló confusión. Era obvio que la historia de su universo había sido contaminada con eventos parecidos que sucedieron en otra dimensión; o como Eaiel estaba teorizando, en un universo paralelo al suyo.

Deseando respuestas más concretas, el rubio caminó hasta la nueva Dios. El ángel que la acompañaba se tensó, llevando una mano a la empuñadura de su espada, y Miguel se detuvo.

—Tranquilo. No le haré daño a tu señora —dijo, posando su mirada sobre unos orbes verdes muy parecidos a los suyos—. ¿Puedo? —preguntó, levantando una mano con intención de tocarle la mejilla a la mujer y ver sus recuerdos.

—Alado mío, no te preocupes —habló la mujer dando tranquilidad a su amor celestial—. ¿Quieres ver? —Puso la mano encima de la mano de Miguel, mostrándole su presente.

Sophia cerró los ojos para conectarse más íntimamente con Miguel, dejando ver desde su creación; ella había nacido de la unión de polvo de estrellas, la sangre de Cristo y la Daga del Destino, siendo así netamente la hija Jesucristo, o sea, la princesa de los cielos. Aclarando que su padre y madre nunca tuvieron acercamiento carnal, como Uriel pensó. Le mostró también la eterna batalla entre su padre y Lucifer, de igual manera llevándolo a la realidad de su sociedad, y su infancia, que fue solitaria; las lágrimas cuando la trataban diferente por ser princesa además de la elegida. Esa etiqueta la marcó para toda la vida, tanto que la llevó a ser Dios.


Mostrando también la unión de Esteban y Daniel, las hijas de ella con el chico ojiazul y el demonio, que desapareció junto a la reina de la oscuridad, quienes la adoraban con fervor y amor puro; ella era una clase de redención en su máxima expresión, también las muertes de los miles de ángeles, demonios y seres humanos en una batalla sin fin. La guerra que tenía con su padre.

De esta manera Miguel aclaró la situación con esa chica. Era la hija suya con una princesa de ojos azules como el mar, era la hija que una vez deseó tener con una mujer que conoció cuando fue a la tierra, siendo el hijo de Dios y que sólo vio ser su seguidora. Aquella a la que le decían Magdalena.

Recordando la antigua pregunta de su hermano menor, el rubio miró al ángel de ojos heterocromáticos.

—Sí, Eaiel, María Sophía tiene mi sangre; puedo sentirlo a pesar del caos en mi cabeza. Es extraño pues en su dimensión Emmanuel y yo somos dos seres distintos mientras que aquí somos dos caras de una misma moneda —Algunos mechones rubios cayeron sobre sus ojos al girarse para enfrentar a su otro hermano—. Es por esa razón que tienes prohibido tocarle una sola hebra de cabello, Uriel —sentenció Miguel deshaciendo el hechizo que lo mantenía atrapado—. Quieras o no, la señora Sophia es ahora nuestra diosa. Si le pones una mano encima, te las verás conmigo.

De inmediato, el rubio, Eaiel y Daniel hincaron una rodilla en el suelo de aquel puente en Nueva York mientras las puntas de sus enormes alas se arrastraban sobre el asfalto.

—La ayudaremos en cualquier cosa que necesite —dijeron Miguel y Eaiel al mismo tiempo. Uriel, sin embargo, permaneció parado con la mandíbula apretada y las manos en puños.

La joven Sophia se sintió apenada y logró pronunciar algunas palabras pues no entendía el porqué Miguel y ella compartían recuerdos. Según eso Emmanuel no existía y su padre era Miguel. Fue entonces que Daniel tomó la mano derecha de Sophia, esperando las últimas palabras de la noche.

—Chicos, sobre todo tú, Miguel, —sonrió al ver el parecido que tenía con Catalina, su hija—, dime Sophi.

Ten cuidado con Uriel, querida Sophi, el mayor de los arcángeles le comunicó una última advertencia a la de ojos verdes. 

Lilith apareció en medio de la sala de su mansión sin vergüenza alguna pues a esas horas de la noche sólo quedaban los empleados demoníacos. Su acompañante parecía algo sorprendido y malhumorado de haber sido apartado de su amada tan repentinamente, pero la reina lo ignoró. El bienestar de Esteban estaba por encima de sus sentimientos o, incluso, la etiqueta social.

Vergil, su hijo menor, se paró de inmediato y se colocó tras el asiento donde su joven consorte se hallaba sentada, mientras sus irises azul eléctrico se clavaron en Esteban. La chica de ojos grises tenía una mezcla de curiosidad y miedo que delataba su condición humana. Pero tenía que darle algo de crédito pues la pobre había reaccionado mucho mejor que cuando conoció al padre de todos los vampiros.

De inmediato Esteban sonrió, mirando detenidamente a Vergil y, buscando las palabras para no sonar como un cretino, miró a la mujer en el asiento. Era hermosa; tenía un brillo particular en su mirada y algo le decía muy profundamente que ella tenía algo que ver con las circunstancias que estaban viviendo.

Notaba la sobreprotección que indudablemente el ojiazul imprimía en la mujer, recordando así a su diosa y sus dos pequeñas hijas.

Suspiró, sacando su transformación como demonio. Tenía grandes cuernos negros, muchas cicatrices y una bastante grande en medio del pecho; hecha durante una de las batallas que tuvo con Daniel. De repente, algo le erizó la piel al no sentir a la divinidad en la tierra.

—Maldita sea, ¿dónde carajos te metiste? —susurró Esteban al no encontrar a su mujer.

Vergil, tomando aquella transformación como un acto de agresión, gruñó y las luces de la sala parpadearon mientras tomaba su forma demoníaca. Sus manos con garras se posaron sobre los hombros de su esposa mientras chispas de una electricidad azul chocaban entre sí a su alrededor, haciendo que su largo cabello blanco estuviera en constante movimiento.

—¿Quién carajo es este, Madre? —preguntó el príncipe infernal sin dejar de posar sus ojos, que se habían tornado rojos al transformarse, sobre el nuevo demonio.

Lilith y Mina pusieron los ojos en blanco al mismo tiempo. Esteban no quería hablar mucho sobre el problema que tenía y más con un desconocido, igualmente poderoso a él.

—Relájate, cariño—respondió la reina sin prestar mucha atención a la agresividad de su hijo—. Él es Esteban James, —dijo señalando al recién llegado y luego movió la mano hacia la pareja—, y, ellos son mi hijo menor, Vergil Larsa, y su consorte, Mina.

—Desde ahora te advierto que tengas mucho cuidado con ella, —el peli blanco habló fuerte para hacerse notar—, Esteban, —susurró al caminar hacia el lado de James, tratando de acabar con su ego—. A pesar de que nuestra princesa sea humana, —observó a su paloma con amor—, ella posee el poder de purificar a los demonios hasta matarlos.

—No te preocupes, no me interesa Larsa —La escaneó completa; era bonita pero para él, la única mujer era la Sophia, bueno aunque se había acostado con millares de mujeres. La única en su alma era la reina y Dios—. Tranquilo, si vamos hablar de mujeres poderosas, —mordió su labio recordando cómo era pasar las noches eternas con ella—, yo duermo con una alada —Mina se inquietó un poco, veía al demonio de ojos verdes con una sonrisa genuina y orgullosa—. Mi mujer es el dios que, muy seguramente, padre quiere destruir y que en estos momentos está reinando en estas tierras.

La mortal de cabello castaño oscuro tomó aire de repente, emitiendo un sonido de sorpresa y su consorte demoníaco clavó sus orbes, ahora rojo naranja, sobre los irises amarillos de su madre.

—Por los cuernos del rey oscuro, ¿qué significa eso, mamá? ¿Por qué este tipo se atreve a hablar como si estuviéramos emparentados?

Mina se paró de inmediato e intentó jalar a su príncipe lejos del demonio con las cicatrices, mas era inútil. Si su esposo no deseaba moverse, ella no tenía la fuerza necesaria para moverlo. Era en momentos como esos que odiaba ser una débil humana. Ya basta, amor. No busques pelea con ese demonio; su nivel de poder es muy parecido al tuyo y no quiero que te lastime. Ya tuviste suficiente con la batalla en Badwater Basin.

Es que no me agrada...

—Él es tu hermano, Vergil —declaró Lilith antes de que el diablo en cuestión abriera la boca. Sin perder un momento, retornó a su forma humana y se peinó su melena, ahora roja, con los dedos—. Claro que de otra dimensión, pero eso no quita que sean medios hermanos por parte mía —aclaró la reina del Infierno como si su declaración fuera lo más normal del mundo y tomó asiento en el sofá de estilo Victoriano que miraba directo a un monstruoso televisor, el cual acaparaba casi toda la pared—. Ven a sentarte a mi lado, mi pequeño trueno azul —le pidió mientras palmeaba el espacio a su lado derecho. Cuando el peliblanco no se movió ni un ápice, los ojos de la antigua diabla brillaron amarillos por una fracción de segundo—. Siéntate, Vergil —le ordenó con seriedad antes de relajarse sobre el mueble—. Y regresa a tu forma humana para que hablemos como personas civilizadas. Tú también toma asiento, Esteban. Les contaré TODO lo que sucedió.

Sin más peros, los dos demonios volvieron a su forma humana y se dispusieron a escuchar a la madre. 

Continue Reading

You'll Also Like

13.3K 66 28
After a wild party spirals out of control, a group of teenage boys are forced to attend an elite all-girls school as punishment, where they must lear...
798K 22.7K 59
Warning: 18+ ABO worldကို အခြေခံရေးသားထားပါသည်။ စိတ်ကူးယဉ် ficလေးမို့ အပြင်လောကနှင့် များစွာ ကွာခြားနိုင်ပါသည်။
25K 1.8K 36
"Say it. Say you hate me. Say you want to leave. But remember-no one will ever touch you like I do. No one will ever love you the way I do" "I hate y...
133K 4.5K 55
"I no longer want you." Emperor Richard de Tristaine fumed as he looked upon the woman he was ready to abandon just a few weeks ago. "You don't mea...