Muriendo Por El Asesino ©

Per YourDoom

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"- Podría matarte justo ahora y nadie lo sabría. - ¿Eso quiere decir que vas a matarme? - Probablemente." En... Més

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Epílogo
NOTA DE LA AUTORA: DOS LIBROS MÁS

Capítulo 17

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Per YourDoom

—¿Jason?

Mi celular seguía junto a mi oreja, pero yo no era capaz de articular las palabras. Mi mente se llenó de imágenes y palabras, mientras miles de emociones recorrían mis venas como si fuesen mi sangre.

—¡Jason!

Podría jurar que Alan me gritó desde el otro lado de la línea, pero yo no lo escuchaba. Su voz era tan lejana que apenas podía percibirla.

—Acá estoy —respondí. No estaba seguro si realmente lo dije en voz alta. Mi mente estaba tan nublada y mis oídos tan cerrados, que no podía escuchar mi propia voz.

Mis manos temblaban; una sobre el celular y otra a mi costado. Cerré la mano que estaba a mi costado, y la hice un puño, para evitar que el movimiento continuara.

—Jason, escucha —empezó a decir Alan. Al parecer, si había hablado en voz alta—, lo que menos quiero es preocuparte. Quizá te estarás preguntando qué tiene que ver contigo —hizo una pequeña pausa. Cuando se dio cuenta de que yo no pensaba contestar, continuó—: Esa es la razón por la que Brad hizo lo que hizo. Cree que tú la tienes.

Tragué saliva.

Sabía que tenía que hacer algo, tenía que actuar, el problema era que no sabía qué hacer.

Giré mi cabeza, y observé sobre mi hombro. Cynthia estaba conversando animadamente con mis padres, mientras se servían waffles y jugo.

Cynthia. Mis padres.

Eso era lo primero. Debía mantenerlos a salvo, a como diera lugar.

—Entiendo —logré decir.

—¿Jason, estás bien? —Alan sonaba preocupado, pero no por cómo me encontraba sino por lo que podía tener en mente. Y tenía toda la razón para estarlo.

—Claro —traté de sonar lo más convincente posible—. Me tengo que ir, tengo cosas que hacer.

—Jason, ¿no estarás pensando en hacer alguna locura, cierto? —me preguntó Alan. No le conteste, solo colgué.

Apagué el celular. Era probable que Alan no dejara de llamarme hasta localizarme nuevamente. Preferí no pensar en ello.

Me di la vuelta y puse mi mayor esfuerzo en pasar el reciente asunto como desapercibido. Avancé nuevamente hasta el comedor. Cynthia y mi madre, ya tenían el plato vacío y sin rastro de los waffles; mi padre, acababa de servirse otro par.

—¿Qué quería Alan? —preguntó mi madre, al verme acercándome.

Me puse tras la silla de Cynthia y coloqué mis manos en sus hombros. Cynthia, puso sus manos sobre las mías y comenzó a jugar con mis dedos. Era como si con solo sentirme cerca de ella, supiera que algo me pasaba y estuviese tratando de reconfortarme. Estaba funcionando.

—Ah, nada importante —dije, tratando de sonar relajado. Me encogí de hombros—. Ya sabes cómo es él. Como no contesté las primeras llamadas, creyó que posiblemente hubiese muerto y había empezado a preocuparse.

Cuando dije eso, tres pares de ojos voltearon su vista hacia mí, con una mirada que decía “¿Qué clase de amigos tienes?”

Me di la vuelta para evadirlos, y me dirigí hacia la cocina. Abrí la puerta del refrigerador y saqué el cartón de leche.

—Jason… —dijeron Cynthia y mi madre al unísono. Rodé los ojos y guardé la leche.

—Las mujeres nunca están satisfechas —rezongué—. Si tomo la leche del cartón, malo; si no hay leche, malo. ¿Quién las entiende?

Mi padre me señaló asintiendo. Estaba completamente de acuerdo conmigo. Cynthia observó a mi madre, y se sonrieron.

Eso me regresó a la realidad.

Mis padres. Mi novia.

Los tres estaban en peligro.

—Hermosa —dije. Cynthia se volteó hacia mí, haciéndome ojitos—, voy a mi cuarto, ¿me acompañas?

Cynthia miró dubitativa a mis padres, durante unos segundos. Al ver que no se opusieron, se levantó de la silla.

—Está bien —se colocó a mi lado y me tomó la mano.

—Podemos jugar Dark Souls si quieres —dije sonriéndole. Cynthia hizo una mueca con su boca que me provocó reírme—. O Mario Bros.

—Mario Bros está bien —respondió Cynthia.

—De acuerdo —dije riendo.Rodeé su cintura con mi brazo y nos encaminé a las escaleras.

—Jason—dijo mi madre— recuerda que hoy es domingo, y hay que hacer compras. Tu padre y yo nos iremos en un rato. No olvides dejar cerrado si sales.

Asentí y continué caminando.

Entré a mi habitación y cerré la puerta. No tuve la necesidad de ponerle el seguro. Mis padres tenían la costumbre de tocar la puerta y no entrar hasta que yo les dijera que pasaran. Además, es probable que no pasaran la mañana en casa, así que tenía un rato para estar a solas con Cynthia.

—¿Quieres algo de tomar? —le pregunté a Cynthia, abriendo mi armario.

—¿Tienes una refrigeradora ahí? —dijo Cynthia, medio sorprendida, medio extrañada.

Saqué una caja del armario.

—De hecho no, pero debería —abrí la caja y rebusqué entre unos cuantos cables, hasta encontrar mi GameCube—. ¡Aquí estás!

Saqué el Nintendo y cerré la caja, para guardarla nuevamente en mi armario. Coloqué el artefacto en mi cama.

—Es lo más clásico que tengo —dije. Cynthia asintió, pretendiendo entenderme.

—¿Y dónde se supone que vamos a jugar? —preguntó.

La tomé por la cintura y la pegué a mí para poder besarla.

—Abajo.

—¿Y a qué venimos entonces? —dijo, con nuestros labios a un suspiro de distancia.

—A bañarnos —contesté.

Cynthia reaccionó alejándose un poco de mí y enarcando una ceja.

—Por separado —aclaré—. A menos que tú quieras… —guiñé mi ojo.

—Por separado está bien —contestó Cynthia rápidamente, provocándome reír. La besé nuevamente y me dirigí a mi armario. Saqué un pantalón—. Este es el pantalón más pequeño que tengo, de esos tiempos en los que era un palillo de fósforo. O algo así. Quizá te quede —señalé el conjunto de camisas que colgaban en mi armario—. Puedes elegir cualquier camisa, no dudo que se te verá bien.

Cynthia se acercó,  me quitó el pantalón de la mano y se lo puso por encima del suyo, sosteniéndolo desde sus caderas para ver si le quedaría.

—Me las arreglaré —dijo.

—Seguro que lo harás —besé su mejilla y tomé una toalla de un estante sobre el ropero.

Enrollé la toalla en torno a mis caderas y salí de la ducha. Esta vez, tomar mi ducha dejó de ser un momento relajante y de reflexión y se transformó en un momento de tensión; no dejé de pensar en lo que estaba sucediendo con Kelly. Lo peor de todo es que yo estaba parado ahí y sin hacer nada, cuando ella podría estar sufriendo.

Me lavé los dientes rápidamente y salí del baño, aun en toalla.

—Tu turno —le dije a Cynthia, que estaba tirada en mi cama. La observé extrañado—. ¿Qué has pasado haciendo, traviesa?

—Escuchaba cómo cantabas un popurrí de música clásica.

—¡Yo no hago eso! —espeté.

—Eres malo mintiendo —me respondió ella.

Me arrodillé en mi cama, apoyándome con mis manos; una a cada lado de Cynthia.

—Tú eres mala creyéndome —respondí, y la besé lentamente—. Te conseguiré una toalla —me levanté y salí de mi cuarto.

Un instante después estaba de regresó en mi cuarto, con una toalla azul en mano. Cynthia ya no estaba en el cuarto y la puerta de mi baño estaba cerrada.

Me acerqué lentamente a la puerta y la abrí con cuidado.

—¿Amor?

Cynthia chilló, lo que me hizo cerrar la puerta de golpe. De todos modos, creo que Cynthia la hubiese empujado.

—¡No entres! —me gritó, desde el otro lado de la puerta.

—Acá está tu toalla —alcé la voz un poco, para que pudiera escucharme.

—Cierra los ojos —me ordenó.

Enarqué la ceja un segundo para luego encogerme de hombros.

—Listo —dije.

Escuché la puerta del baño abrirse. Estiré mi mano, tendiéndole la toalla al aire. Sentí la mano de Cynthia buscar la toalla. Abrí lentamente mi ojo derecho.

—Hola —susurré.

Cynthia conectó con mi mirada y gritó de nuevo, cerrando la puerta del baño y llevándose la toalla consigo.

—¡Jason! —gritó.

—Lo siento —respondí riendo.

Luego de haber terminado de conectar la consola de videojuegos al televisor de la sala, serví dos platos de espagueti —uno para Cynthia y otro para mí— y los puse en el suelo, entre el sofá y los controles. Mis padres ya se habían ido y decidimos comer algo y luego jugar videojuegos.

Me dirige a la cocina y saqué dos latas con soda de la nevera. Al cerrar el refrigerador y levantar la mirada, me encontré a Cynthia bajando las escaleras, vistiendo muy tierna y seductoramente uno de mis pantalones viejos y una camisa de mangas largas a juego. Se veía encantadora.

Caminé de regreso a la sala con las sodas en las manos. Al pasar al lado de Cynthia, le robé un beso y la hice sonrojarse.

—Te ves…

—Ya dilo —me interrumpió—, soy todo un macho.

—De hecho —respondí—, te ves hermosa.

—Mentiroso.

—Bella.

—Bruto.

—Fea —dije guiñándome el ojo, al estilo 3 Metros Sobre el Cielo.

Cynthia me sonrió y se sentó en el sofá.

—¡Ah, ah, ah, ah! —señalé el suelo— Al piso.

Cynthia resopló y obedeció, sentándose en el piso y tomando su plato de espagueti.

—Linda, ese es mi plato —dije medio sonriendo,

—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella— Los dos son iguales.

Negué con la cabeza.

—El mío trae más.

Cynthia observó los platos, como comprobando que lo que yo estaba diciendo era cierto. Luego de que su capricho quedó totalmente saciado, cedió e intercambió los platos.

Me senté junto a ella en el suelo, tomé mi plato y empecé a devorarlo.

—Con paciencia —me dijo Cynthia, abriendo su lata.

—Yo de ti —dije—, ya habría empezado. No suelo cocinar, pero cuando lo hago…

Y Cynthia tomó su plato y comenzó a comer.

—No lo hice.

—¡Que sí! —repitió Cynthia como por milésima vez.

—Si tú lo dices… —respondí.

—¡Ves! —chilló— Eso quiere decir que sí lo hiciste.

—Aquí vamos de nuevo —rodé los ojos—. Que no.

Cynthia se cruzó de brazos en el asiento del copiloto. Iba de camino a su casa para dejarla.

Luego de haber terminado de comer, decidimos jugar videojuegos. Traté, lo más que pude, de convencer a Cynthia de jugar algo que no fuera Mario Bros., pero lo único que logré fue que accediera a jugar Mario Kart.

Después de haber ganado la mayoría de las carreras, empecé a aburrirme de ganar, así que decidí cambiar un poquito las cosas. No pretendía dejarla ganar, porque es mujer. No lo digo de modo machista. Lo digo de modo en que las mujeres son muy complicadas, y si las dejas ganar, en lugar de alegrarse por haber “ganado”, te acusan de que las dejaste ganar. Incluso aunque no lo hayas hecho, siempre van a tomar como posibilidad, el hecho de que las pudiste haber dejado ganar.

Eso creía Cynthia.

Y aunque podría ser cierto, por una parte, yo no lo veo así. Yo no la dejé ganar, simplemente, cambie mi modo de juego a uno más simple. Es como que hubiese aumentado sus posibilidades, en lugar de disminuir las mías. Eso no es dejarla ganar.

Pero Cynthia insistía en que sí.

—Ya bebé —puse una mano en su pierna—. Mira, si tu dices que te dejé ganar, entonces de dejé ganar.

Cynthia me observó de reojo. Doblé una esquina y estacioné frente a su casa. Me quité el cinturón para poder acomodarme en el asiento, de manera que pude quedar de frente a ella.

—¿Y si te digo que eres feo? —me preguntó.

Sonreí.

—Soy feo.

—¿Y si te digo que yo soy fea?

Coloqué una mano en su cuello, por debajo de su cabello, y me acerqué a ella. Podía sentir su respiración sobre mi boca, y seguramente, ella sentía lo mismo.

—No acepto exageraciones —dije, y la besé, sin darle tiempo a contestar.

Luego de dejar a Cynthia, regresé a mi casa a dejar el auto. Donde iba, no era muy conveniente que viesen que ahora tenía auto.

Además, me quedé un rato con mis padres después de que ellos almorzaran. Quería pasar la mayor cantidad de tiempo posible con ellos, y que ellos me sintiesen más cerca.

A media tarde, decidí ir. Me armé con lo único que tenía: una navaja. Quizá no fuera lo mejor, pero era útil.

Salí de mi casa, con una punzada de dolor en el corazón. No quería dejar solos a mis padres. Me asustaba lo que podía pasar en mi ausencia, pero no tenía otra opción.

Salí de mi casa y me encaminé a ese maldito lugar. Al lugar al que me había arrepentido de entrar a alguna vez.

No quería ir, pero eso me llevaría a Kelly, porque yo sabía quién la tenía.

Continua llegint

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