Ryu; Retorno (2)

By noleesheep

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[COMPLETA] Segunda temporada de seis: Retorno. Conocerse a uno mismo puede llegar a ser aterrador. Nuestros p... More

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16: Todo o nada (Parte 1)
17: Todo o nada (Parte 2)
Epílogo

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By noleesheep

Entramos en casa con la amarga sensación de que ya no era nuestra. Apenas se filtraban los últimos rayos de luz natural; el salón estaba iluminado por focos cálidos y unas inesperadas velas aromáticas. Una ligera fragancia a lavanda y unas sonrisas forzadas de Cian y Takeo maquillaban el golpe.

Bright nos concedió unos minutos para vendar heridas y cambiar ropajes ensangrentados por unos limpios. Desvestí a Hila con la ayuda de Yunie. Mientras le colocaba unos calcetines mullidos en los pies apareció Sairu con un collarín alrededor de su cuello. Hila nos chistó en voz baja para llamar nuestra atención.

― ¿Eito me ha tocado la cara o lo he soñado? ―preguntó en un susurro.

―Lo ha hecho, lo ha hecho―respondió la rubia de forma atropellada―, ha sido rarísimo. Más raro que lo que está pasando ahora.

Volvimos al salón, Ritto me había guardado un sitio a su lado. En el otro extremo del sofá estaba Saichi, esposado de pies y manos, mordisqueándose los labios. Bright era el único que se mantenía de pie, lo cual le daba todavía más autoridad. Apoyado sobre el respaldo de una silla desocupada frente a los sofás daba los últimos sorbos a un té. ¿Desde cuándo Bright Loknahr bebía té? Al ver a Cian absorbiendo gustosamente las notas de lavanda del aire aventuré que el toque zen de la reunión se debía a ella.

― ¿Esto es necesario? ―la voz de Saichi se me clavó como un puñal en el abdomen.

Bright parpadeó lentamente como respuesta, sin llegar a asentir. Compartí una fugaz mirada con el rubio, fugaz pero intensa. Me recordaba desde sus ojos grises todo lo que me había contado de su pasado, y yo intenté transmitirle un "tranquilo, estoy contigo".

―Bien―la taza de Bright repicó contra la mesa de madera―, ha llegado el momento. Llevo años preparando esto así que el que me interrumpa se lleva un tiro entre ceja y ceja. ―Materializó desde su ordenador una de sus largas pistolas plateadas y la acomodó en la mesa, al lado de la taza―. No estoy de coña.

Silencio. Volví a desviar la mirada hacia Saichi: grandes gotas de sudor resbalaban desde su flequillo perfectamente despeinado.

―Empezaremos por Saichi, pero no el que conocéis sino el de verdad.

Se me tensó el cuerpo de tal manera que bien podría haber estado sentada en el aire sin moverme un ápice. Bright dio un ligero golpe a la pantalla del ordenador de la pared, se iluminó con una gráfica que contenía cinco rectángulos negros. Al dar otro golpe sobre uno de los rectángulos apareció una silueta humana, oscura, con un interrogante por cara. Y un nombre, "Saichi", entre comillas. Como si fuese un nombre artístico.

―Sabéis varias cosas llegados a este punto: que los militares de Ryu intentaban colonizar y explotar los recursos de otros planetas, que uno de esos planetas albergaba Dioses, que de ese planeta se llevaron niños de razas con poderes sobrenaturales―hizo una breve pausa para recuperar aire y aprovechó para voltear sus ojos con sarcasmo―, que esos niños se mezclaron con la raza humana durante generaciones y que nosotros descendemos de esa mezcla que se ha mantenido, exclusivamente, en el Ala Oeste de Ryu. Es decir, entre militares.

―Y que quieren acabar con nosotros por ello―añadió Takeo.

― ¿¡Qué he dicho sobre interrumpirme!? ―exclamó Bright haciendo agachar la cabeza del licántropo cual cachorro asustado.

Bright resopló. Volteó la silla y se sentó del revés en ella, apoyando sus brazos en el respaldo.

―Sí, "quieren acabar con nosotros por ello"―continuó Bright alzando unas comillas al aire con recochineo―, pero... ¿quién ha dado esa orden? ¿Ryu? Ryu no es una persona, Ryu como tal no toma decisiones.

Sin necesidad de voltearse tocó con sus nudillos otro de los rectángulos. Esta vez sí que apareció un rostro acompañando al nombre. Unos ojos tan verdes como los del moreno con coleta que acababa de ser abroncado. Briatore.

―La humanidad se reconstruyó sobre unos cimientos vulnerables. Tenían tanto miedo a repetir errores del pasado que eliminaron cualquier exaltación o culto a un ser superior. No hay un único líder, cualquier decisión se toma consensuada por un selecto grupo de personas. La decisión de hacer una "limpieza de sangre"―volvió a alzar unas comillas―viene desde arriba. Y ese arriba, irónicamente, forma parte de esa élite de militares anormales y peligrosos.

Se sacó una cerveza del interior de la gabardina y la abrió con el canto del respaldo de la silla. Escuché un grito ahogado en la garganta de Shiruke. Ya decía yo que el té era attrezzo. Después de un profundo sorbo y de relamerse los labios, continuó:

―Estos cinco militares controlaban desde las sombras todo el complejo sistema militar de Ryu. De ellos viene la brillante idea de resetear vuestros recuerdos para afligir alianzas, idea que empezaron a implementar hace apenas unos años.―Su mirada azul se perdió en la nada, en la mesa en la que había depositado la pistola. Volvió a incorporarse y a dar grandes zancadas al compás de su discurso―. La limpieza de sangre, como tal, empezó hace unos veinte años. Primero poco a poco, muy fortuitamente. Luego, sin disimulo. Uniéndoles como Tridentes para que desfilasen por el matadero. Hasta ese momento, las cinco sombras estaban orgullosas del linaje que habían construido entre sus camaradas. Más que orgullosas... obsesionadas. Les obsesionaba la herencia que corría por sus venas de la misma manera que algunos clanes proponían matrimonios de conveniencia entre ellos para que la descendencia fuese más pura.

Señaló con su cerveza al rostro oscuro del Saichi de la pantalla y luego ladeó la cabeza hacia el del sofá.

―La sombra más escurridiza es la más importante. Saichi. Prácticamente un fantasma, un puto fantasma en boca de todos. Y por "todos" me refiero al resto del equipo alfa.

Tocó otro de los rectángulos sin girarse. Realmente parecía haber tenido tiempo de sobras como para memorizarse la coreografía. La imagen que apareció hizo saltar de su asiento a Shiruke.

― ¡Papá!

―En efecto, Bryce Loknahr era una de esas sombras. ―El dedo índice de Bright dibujó una cruz sobre la pantalla y el rostro de Bryce, idéntico al de sus hijos, quedó oculto tras ella―. Era. Éste ya está muerto. Uno menos.

― ¿Lo mataste tú? ―preguntó Shiruke tímidamente. Su hermano se encogió de brazos.

― ¿Importa a estas alturas?

Otro sorbo de amarga cebada de trigo. Si el ambiente fuese más distendido le pediría una. Desde la Arena no había bebido nada y la tensión estaba secando mi garganta cual desierto.

―Saichi ni siquiera es su nombre―dio varios golpes a su rectángulo haciendo brotar varios apodos―, "Cowboy del espacio", "El Relámpago"... un sinfín de gilipolleces autoproclamadas. Se bautizó como Saichi después de volver de ese planeta. Porque, oh sí, Saichi consiguió volver allí. A las coordenadas más prohibidas de toda la galaxia siglos más tarde desde la última visita.

Mientras tragaba otro sorbo dibujó una "S" sobre la pantalla. Repitió varias veces su trazo, una y otra vez, ensanchando su grosor.

― ¿Saichi porque el nombre del planeta empieza por "S"? ―siguiendo la curva de la "S" llegó a dibujar el símbolo de infinito― ¿O porque es un planeta infinito? ¿O es el nombre del Dios de allí? Alimentó muchos rumores con esas coordenadas que guardaba recelosamente para sí mismo. Empezó a ser "Saichi" hace treinta años; los cuchicheos sobre el planeta pusieron de moda los nombres empezados por "S" como si fuesen un buen augurio para su portador.

Señaló con la barbilla a Shiruke mientras apoyaba su pie en la mesa (desquiciando así a su hermano).

―A Ainé y a mí nos pidieron que eligiéramos tu nombre. Tenía que empezar por "S". Yo propuse Shiru y Ainé, que estaba sorda como una tapia, respondió "¿qué?" y te quedaste como Shiruke.

―Muy bonito―repuso él de malas formas haciendo reír a su hermano.

―Yo no soy ese Saichi―dijo el rubio con un hilo de voz.

Bright frunció el ceño, murieron sus risas. Oh, oh.

―No, no creo que lo seas. Te conservarías demasiado bien, ¿no? ―acomodó el botellín de cerveza vacío sobre la mesa y se inclinó hacia el rostro del rubio―, pero tienes las agallas de utilizar su nombre. Es como si te intentaras llamar Adolf Hitler en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Un nombre sin importancia para el resto de los mortales, una diana para cualquiera que hayamos surfeado cerca de las sombras. Porque no naciste con ese nombre, ¿verdad?

Saichi negó con la cabeza.

―Nadie conocía el nombre de Saichi. Ni un perro ni una planta han tenido nunca ese nombre. Sólo la "S", la dichosa "S" que flotaba por el aire cual estela incorpórea. Además, querido Saichi, se te han cruzado por el camino demasiadas casualidades como para ser completamente inocente. ¿Cómo explicas que tu medalla no concuerde con ningún número de expediente?

― ¡Es porque es un buen hacker! ¡Mejor que todos vosotros! ―salté colocándome de pie.

Saichi se puso rojo al instante. Bright me miró con incertidumbre. Ritto estalló a reír con las carcajadas más sonoras de la galaxia. Y Eito... ¿Eito ocultaba su rostro tras su mano? ¿¡También se estaba descojonando de mí!? Saichi me devolvió una mirada llena de vergüenza y disculpa. Oh mierda, era mentira.

― ¡Pero... pero si tiene que pedir ayuda cada vez que quiere buscar algo en Google! ¡Y Google es el buscador más primitivo! ¡Lo usan en guarderías los infantes que quieren un poco de teta! ―dijo Ritto ahogado entre risas que se fueron contagiando.

Me volví a sentar, rígida y avergonzada. Clavé los ojos en otra dirección maldiciendo a Saichi en todos los idiomas. Que te maten si quieren, no pienso ayudarte.

― ¿De verdad te creíste lo de que era buen hacker? ―preguntó Bright, escéptico.

―Cállate.

―Bueno, vale, eso era mentira...―susurró el rubio haciendo fruncir mis labios―Pero, ¡pero todo lo demás es verdad! ¡Lo juro!

― ¿Qué es todo lo demás? ―la voz de Bright retomó un tono amenazante. Era una pregunta retórica, no le otorgó ni un minuto para explicarse―Apenas sé cuatro cosas de Saichi, del Saichi de verdad. Las reuniones de los capullitos se hacían en mi casa porque mi padre disfrutaba siendo el anfitrión. ¿De dónde venía el apodo de "El Relámpago"? De sus putos poderes. Y yo hoy te he visto centellear en la Arena cual Pikachu.

― ¿También juegas a Pokémon? ―susurró Ritto conteniendo la alegría.

―Calla Risotto―frunció el ceño hacia mi novio para después susurrar: ―Luego intercambiamos Pokémons.

―Al final seréis best friends forever―dijo Takeo entre dientes.

Bright gritó exasperado por haber perdido el rumbo en su discurso, pero mientras gritaba contra un cojín Saichi aprovechó para respirar hondo. Evitaba el contacto visual con cualquiera de nosotros y yo ya no sabía qué pensar de él. De repente, Bright cogió su pistola de la mesa y ni las velas de lavanda consiguieron calmarle.

―Te lo preguntaré sólo una vez―un zumbido de carga empezó a brillar en el cuerpo del arma al quitarle el seguro. Clavó sus ojos de color zafiro sobre Saichi y, por un segundo, tuvo la misma mirada de hielo que el Bryce Loknahr que nos observaba desde la pantalla―: ¿eres el hijo de Saichi? ¿El hijo que tuvo hace diecinueve años en una de sus últimas estancias en Ryu? ¿El hijo que tuvo con una mujer de mala vida después de una noche de borrachera?

―Al parecer sabes más de cuatro cosas de Saichi...―susurró Shiruke.

―Shiru, ahora no―amonestó Bright y apretó más fuerte el agarre en su arma―. ¿Lo eres?

―Sí.

Bright ensanchó su sonrisa mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás. Cerró los párpados. Me relajé durante un breve segundo que duró toda una eternidad.

―Estás muerto―anunció Bright apuntando a la cabeza de Saichi.

― ¡Espera! ―grité incorporándome de un salto, Ritto me agarró.

―A ver, a ver un segundo―continuó Sairu alzando sus manos al aire―. ¿Por qué hay que matarle si es hijo de Saichi? ¿Eso no es una ventaja para nosotros? Takeo y tú también sois hijos de...

―Lo mato porque está mintiendo―respondió Bright cargando el disparo con el pulgar.

― ¡No! ―gritó Saichi encogiendo su cuerpo maniatado―N-no te miento. De verdad. Soy su hijo.

― ¡Mientes!

― ¡Dice la verdad! ―intervine con voz aguda―Me dijo que "Saichi" era el nombre del hombre al que buscaba. Tiene sentido que le busque si es su hijo, ¿no?

― ¡Está mintiendo!

Varios más se incorporaron de pie sin llegar a interponerse entre Bright y Saichi. Ritto me mantenía sujetada aunque intentaba librarme de él, sabía que quería evitar que en el último instante la bala acabara en mi cuerpo. Los ojos grises de Saichi empezaron a llorar.

― ¡Te juro que no!

― ¡Saichi nunca tuvo un hijo! ¡Tuvo una hija!

― ¡Espera!

El último grito fue el de Ritto que, como si su cuerpo levitase, tuvo la capacidad de soltarme y correr hasta el brazo de Bright para arrebatarle el arma de sus manos. Al ver que Ritto le había quitado el arma pude vislumbrar en sus pupilas la idea de hacer explotar toda la casa.

―Espera―insistió Ritto con aire entrecortado―. Joder. Ahora lo entiendo todo.

Saichi gimoteó rompiendo el silencio que aguardaba la explicación de Ritto. Ya había anochecido del todo.

―El sistema protege los datos personales de los militares transgénero. Protege sus datos de nacimiento y cualquier otra información que pueda considerarse vulnerable. Les protege.

Bright Loknahr puso los ojos en blanco y se golpeó la frente por no haber caído en ello antes que Ritto. Los culos volvieron poco a poco a los sofás pero yo me quedé de pie, procesándolo. Saichi me echó un cable:

―Nací con coño, no hay para tanto.

Me quedé con la boca abierta y sin poder evitar hacerle una radiografía con los ojos. Sus músculos marcados bajo la ropa (siempre de una talla más pequeña), su mandíbula cuadrada, su débil vello facial superando los últimos coletazos de la pubertad... Y joder, el recuerdo de su pene al aire me golpeó en las sienes.

―Pero...―susurré.

― ¿Recuerdas lo que te conté? Mi abuelo, el coronel retirado que me adoptó de la calle.―Asentí lentamente mientras Saichi dibujaba una sonrisa en sus hoyuelos―Gracias a él puedo ser yo mismo. Costeó el cambio, me aceptó desde el primer momento.

―Pero... ¡Pero no puede ser! Pero...

Mierda. Todas las miradas se clavaron en mí. Incrédulas. Saichi empezaba a mostrarse afligido. Estaba quedando como una tránsfoba de mierda así que dejé escapar el contenido real que me nacía de las entrañas.

― ¡Pero si eres el hombre más guapo que he visto en mi vida!

Su sonrisa me deslumbró aunque aún tenía lágrimas en los ojos. Bright señaló a Ritto entre risas jocosas.

― ¡Golpe bajo para ti, campeón!

―Y para ti también, capullo egocéntrico―repuso Ritto de brazos cruzados acallando las risas como si tuviese un interruptor.

―Mierda―masculló Bright y suspiró pesadamente para después volver apoyar el pie en la mesa―. Así que sí eres hijo de.

―Sí. Y me gustaría aportar como dato que mi pene es una puta obra de ingeniería. Es absolutamente perfecto. Elegí el tamaño, la forma del prepucio... ¡todo! Mis testículos producen semen de calidad desde los dieciséis años y, en definitiva, soy un hombre deliciosamente perfecto. Desde nuez hasta los oblicuos. Exquisito.

― ¡Eso es trampa! ―se quejó Shiruke.

― ¿Tamaño en modo reposo o también en modo ataque? ―preguntó Yunie.

―Ambos―guiñó un ojo Saichi mientras Sairu le miraba con interés.

― ¡Joder tío! ¡Casi te mato! De verdad que has estado a nada de morir―dijo Bright mientras le quitaba las manillas al rubio.

―Hubiese muerto siendo yo mismo―se encogió de hombros y Bright volvió a suspirar.

―Bueno, en fin. Esto es bueno, sí. Muy muy bueno. ¿Qué sabes sobre Saichi?

―Nada.

Bright hizo un gran esfuerzo para no partir la silla en dos en vez de sentarse en ella, desesperado.

―Le vi un par de veces en mi vida. Mi madre se desentendió de mí. Era muy pequeño y...―se acarició el flequillo, el flequillo que oculta la fea cicatriz de su pasado―. Sé que era rubio, del mismo color que yo, supongo. Y que me escribió "PUTA" con una navaja en la frente antes de abandonarme en la calle.

Me dejé caer lentamente al suelo para sentarme sobre mis piernas. Le acaricié las rodillas con una mano y esperamos en riguroso silencio a que terminase de llorar. Dejó salir de su pecho dolorosos gemidos que se habían ido acumulando a lo largo de los años.

Finalmente, y tras repartir una ronda de cerveza para todos, Bright golpeó el cuarto rectángulo. Otra silueta negra y otro apodo: "Doctor".

― ¿De éste qué se sabe? ―preguntó Sairu.

―Poca cosa―se encogió de hombros Bright―. Pero al final no se trata de ponerles rostro ni de encontrarles por una venganza personal. Se trata de que, hace casi veinte años, pasaron de enorgullecerse de ello a querer eliminar hasta el último resquicio de vida. Poco antes de desaparecer Karin―me miró de reojo y dejé de respirar―habíamos oído rumores. "Qué casualidad que las últimas bajas sean de clanes de herederos" "¡Oh! Qué tragedia el incendio que abrasó a tantos Loknahrs, lo sentimos mucho Bright".

― ¿No tienes ni la más remota idea de lo que pudo ocurrir? ―preguntó esta vez Hila, un poco más recuperada de sus heridas.

Los ojos azules de Bright se desviaron hacia el rectángulo que aún no había descubierto. Eito, sumido en el silencio y observador nato, se percató al instante.

― ¿Quién falta?

Bright tensó su mandíbula y respondió:

―Hay un motivo por el cual no os he dicho esto desde el principio.

Me miró y pude sentir que la casa temblaba. Que el mundo temblaba. Que los cimientos se iban a derrumbar. Esperé, sin articular palabra, a que soltase todo el aire de sus pulmones y se animase a tocar el último rectángulo para acabar de dibujar al equipo de cinco, al equipo responsable de nuestro destino y el de otros tantos que ya habían perecido.

Me lo temía. Ojos rojos, rasgados. Pelo negro como el azabache, del mismo tono que Karin, despuntado hacia el cielo en una maraña alocada.

―Kyo Akira―anunció Bright acompañando las letras de la pantalla―, padre de Karin y Kira. El mejor Defensa de toda la historia de Ryu.

―Joder...―susurró Shiruke mientras Ritto acomodaba un brazo detrás de mi espalda.

―Mis padres desaparecieron en combate cuando yo tenía un año―dije apresuradamente―, desaparecieron. ¿Desaparecieron? Bright, ¿están vivos?

Bright frunció el ceño y miró hacia Kyo, hacia el padre que sólo he conocido en fotos.

―No lo sé. Lo que sí puedo casi asegurar es que la limpieza de sangre o empezó con ellos o empezó justo después. He ido acumulando todos los reportes de posibles víctimas de la masacre durante los últimos años, desde el exilio. El topo que tengo en Ryu me ha ido dando información a cuenta gotas. Todo empieza desde la desaparición de los Akira.

― ¿Podemos fiarnos de ese topo? ―la voz de Eito sonaba desconfiada.

―Sí, de verdad que sí―afirmó Takeo.

―Conozco a Takeo desde que nació al igual que conocí a Karin por la "amistad" de nuestros padres―continuó Bright con gesto cansado―. Gracias a él pude llegar hasta este planeta para poder encontraros.

Nos miró a Shiruke y a mí, y luego a todos en general. Crujió su espalda y se estiró con un bostezo sonoro.

― ¿Cuál es el plan? ―preguntó Bright para sí mismo―En un mes iremos a Ryu. Nos colaremos por las rendijas. Haremos que Briatore se cague encima al mostrar nuestro poder en público. Usaremos el desfile de tropas anual coincidiendo con la Ceremonia de la Medalla de esa generación. Con un poco de suerte evitaremos que reseteen a alguno más y... con un poco de suerte evitaremos muertes de civiles al ir a un acto puramente militar. Briatore parece estar tomando las decisiones él solo, dudo que Ryu sea consciente de que gran parte de esas sombras se han evaporado. Nunca hubo reemplazo para Bryce ni lo hubo para Kyo. Confío que al caer Briatore podremos recuperar nuestras vidas y, una vez recuperadas, podremos dar caza al resto de responsables.

Siguió dando más detalles del plan pero el aire empezaba a ser demasiado denso para mis pulmones. Me disculpé para ir a tomar el aire, nadie opuso resistencia. Una vez fuera me dejé caer, como en una espiral, por los recuerdos al lado de Karin.

El recuerdo de verle los ojos acuosos al enseñarme fotos y vídeos de papá y mamá. Un día le pregunté dónde estaban y ella tuvo que asumir ese peso, otro más, sobre su joven espalda. Hablaba de ellos con amor, según ella eran la pareja más feliz del universo. Siempre sonreían en las fotos, ambos por igual. Él de ojos rojos, ella de ojos turquesas y rizos pelirrojos. Apenas les dio tiempo a hacerse fotos conmigo cuando era un bebé rechoncho, Karin tenía tantos recuerdos guardados que acabé dormida entre sus historias.

― ¿Estás bien?

La voz de Bright me sobresaltó mientras sorbía mocos. Estaba llorando y ni siquiera me había percatado de ello. Me sequé las lágrimas con las manos sin dejar de mirar al lago que se extendía frente a nuestro hogar. El aroma a galleta me embriagó y Bright hizo aparecer uno de sus cigarros edulcorados frente a mí. Lo sujeté como si fuese un flotador naranja en medio del océano. Se encendió otro para él a mi lado y, sorprendentemente, no dijo nada más. Tanto rato a su lado sin hablar se me hacía raro así que, tras una buena calada de aquel analgésico para el alma, le pregunté:

― ¿Cómo era mi padre?

Tardó unos segundos en esculpir la mentira.

―Ni idea.

―Le conocías. Y le conocías bien. ―Me miró extrañado, como si estuviese delirando. Enarqué una ceja para enfatizar mi apreciación―: Te has referido a él como el mejor Defensa de todo Ryu. No has añadido un "después de mí, por supuesto".

Abrió la boca con sorpresa y sonrió ampliamente.

―Qué hija de puta, empiezas a tenerme calado.

― ¿Y bien?

―Decidí que quería ser Defensa por él, a Bryce le dio una buena pataleta.

― ¿Cómo era?

―Kira... algunas cosas me gustaría que te las contase ella.

Ella. Karin. El humo se mezcló con el sabor de las lágrimas y empezó a caerme en el estómago como una losa.

―Entiéndeme―siguió Bright―, no me siento con... derecho.

― ¿Crees que ella fue a buscarles?

―Sí. Creo que por eso se fue.

Nuevas lágrimas brotaron de mis ojos, esta vez de alivio.

―Eso me consuela. Pensar que está viva buscándoles me consuela. Me consuela pensar que lo hizo por la familia y no por otro motivo más egoísta.

―Fue egoísta no contar conmigo, pero sí, entiendo lo que dices. A mí también me gusta creer que ése es el motivo. Es el que menos duele, sin duda.

Tras unos minutos de absorber la tez rosada de las dos lunas sobre la superficie calmada del lago, volví al interior un poco más recompuesta. Bright aún tardaría unos minutos más en volver.

― ¿De qué habláis? ―pregunté dejándome caer en el sofá. Ritto aprovechó el impulso para darme un beso en la frente y regalarme una de esas sonrisas que lo arreglan todo.

―De cuando Saichi se vistió como una mujer para ir a por los regalos navideños dentro de la Cúpula―respondió Sairu―. Joder, qué rabia. ¿Cómo lo hace su cara? Está guapo de cualquier manera.

― ¿Podemos apreciar que Sairu está más amable conmigo desde que he hablado de mi pene morfológicamente perfecto? ¡Hoy follo seguro! ―exclamó Saichi con las manos alrededor de su boca a modo de altavoz.

Sairu le dio tal patada en el estómago que casi vomita. Sobre la mesa de café habían brotado tentempiés que lo cubrían todo de migas. A Shiruke le temblaba una ceja cual metrónomo aunque jurase y perjurase estar bien con aquella situación. Bright reapareció con una larga cabellera morena en la mano y casi me da un infarto.

― ¡Joder! ―grité agarrándome el pecho.

― ¿No se lo has explicado? ¡Creía que habías salido para contárselo! ―Ritto le tiró un panecillo a la cabeza. Más migas por el suelo.

― ¿Qué es esto? ―pregunté una vez tuve el corazón recolocado en el pecho.

―Esto no te va a hacer mucha gracia―respondió Bright.

No me la hacía. Por supuesto que no. Pero entendía el propósito. Con una larga y ondulada peluca morena me transformaba en una Karin bastante creíble. "Más bajita y con menos tetas", a palabras del siempre encantador Bright, pero una Karin al fin y al cabo. Aparecer como ella desequilibraría a Briatore del todo. Incluso Bright tuvo una ligera expresión de dolor nada más verme salir de esa guisa.

Yo era incapaz de ver el parecido. Ella era mejor, más bonita. Tenía los ojos más juntos (bueno, menos separados), los labios más gruesos y la nariz más armoniosa. No tenía oscuras ojeras bajo los ojos ni los huesos tan marcados. Me estaba inspeccionando en la cámara frontal de mi ordenador con mis pensamientos gritando más fuerte que cualquier otra conversación cuando recibí su mensaje:

[Nueva conversación]

Bright: Sal fuera. Te espero. Emoji de tortuga.

Fruncí el ceño antes de responderle.

Kira: Tienes el emoji de putas tortugas en "Animales", escribirlo no sirve para nada.

Bright: No lo encontraba, JODER. Sal ya. Emoji de me cago en Dios.

Arrugué la nariz y vi cómo la cena de picoteo transcurría sin más. Hablaban sobre "Doctor" y discutían sobre si era un doctor como tal o se trataba de un apodo sobre sus cualidades. "Seguro que es Defensa" apuntó Sairu con la boca llena de ganchitos. Me escabullí sigilosamente sin dejar de rascarme la cabeza. La peluca picaba.

Una vez fuera tuve que correr detrás de Bright. No me había dado ni cuenta de que había salido. Es difícil de creer que casi dos metros de altura puedan pasar tan desapercibidos.

― ¿¡A dónde vas!? ―grité sin alzar mucho la voz al ver que salía fuera del perímetro de seguridad.

―Kira, ¿puedes sentirlo?

A las orillas del lago se volteó, con las manos embutidas en los bolsillos de la gabardina. Miré a mi alrededor y enarqué las cejas.

―La creciente tensión sexual entre nosotros―continuó y le di una patada en las costillas.

―Mira, de verdad...―fui a quitarme la peluca pero me detuvo sujetándome de la muñeca.

Sentirle tan cerca me asustó como si estuviese al borde de un precipicio.

―No te la quites―susurró entre dientes―. Está cerca.

Me peiné disimuladamente la peluca mientras él me soltaba poco a poco. Busqué entre la vasta oscuridad del horizonte. Allí estaba, a lo lejos: ese cosquilleo. Esa fuerza desconocida.

―Estamos fuera del perímetro de seguridad―susurré.

―No te preocupes.

― ¿Estamos de cebo?

―Sí.

Tragué saliva y me concentré en jugar con los pies sumergidos en el agua.

― ¿Quién crees que es?

―Ni Karin, ni Dave. Ni Kyo. Ni nadie que conozca―respondió suavemente y de manera despreocupada.

― ¿Se acercará del todo?

―Creo que aquí parados sin más somos un poco sospechosos. Deberíamos disimular. ¿Qué harían Karin Akira y Bright Loknahr en una oscura noche en el bosque? ―preguntó con tono picarón.

Cogí un guijarro del suelo y se lo lancé a la cabeza.

― ¡Haces bien de Karin! ―dijo con sorpresa.

En la tenue oscuridad Bright parecía más joven, aunque remover el pasado durante las últimas horas le había envejecido. Estaba visiblemente cansado y algo más humano de lo habitual. Honestamente preocupado por nosotros, sin esconder cuánto nos necesitaba para recuperar su vida. Comprendí que una década en el exilio no había sido nada fácil.

―Kira―su rostro se petrifico de repente.

―Soy Karin, ¿recuerdas? ―susurré con los dientes apretados.

―Creo que ya sé quién es. Vuelve dentro. Es una orden.

Desobedecí. Mis ojos quisieron buscar entre los árboles que se extendían más allá del lago. Entre la oscuridad vino a mí: una bola de energía blanca que lo arrasó todo a su paso.

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