Invisible »Jb. |Finalizada

By Romidrauhl_

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Empujón por aquí, empujón por allá. Por un momento, ella era el centro de atención para los acosos y las burl... More

Prólogo.
Capítulo 001.
Capítulo 002.
Capítulo 003.
Capítulo 004.
Capítulo 005.
Capítulo 006.
Capítulo 007.
Capítulo 008.
Capítulo 009.
Capítulo 010.
Capítulo 011.
Capítulo 012.
Capítulo 013.
Capítulo 014.
Capítulo 015.
Capítulo 016.
Capítulo 017.
Capítulo 018.
Capítulo 019.
Capítulo 020.
Capítulo 021.
Capítulo 022.
Capítulo 023.
Capítulo 024.
Capítulo 025.
Capítulo 026.
Capítulo 027.
Capítulo 028.
Capítulo 029.
Capítulo 030.
Capítulo 031.
Capítulo 032.
Capítulo 033.
Capítulo 034.
Capítulo 035.
Capítulo 036.
Capítulo 037.
Capítulo 038.
Capítulo 039.
Capítulo 040.
Capítulo 041.
Capítulo 042.
Capítulo 043.
Capítulo 044. MARATÓN 1/2
Capítulo 045. MARATÓN 2/2
Capítulo 046.
Capítulo 047.
Capítulo 048.
Capítulo 049.
Capítulo 050.
Capítulo 051.
Capítulo 052.
Capítulo 053.
Capítulo 054.
Capítulo 055.
Capítulo 056.
Capítulo 057.
Capítulo 058.
Capítulo 059.
Capítulo 060.
Capítulo 061.
Capítulo 062.
Capítulo 063.
Capítulo 064.
Capítulo 065.
Capítulo 066.
Capítulo 067.
Capítulo 068.
Capítulo 069.
Capítulo 070.
Capítulo 071.
Capítulo 072.
Capítulo 073.
Capítulo 074.
Capítulo 075.
Capítulo 076.
Capítulo 077.
Capítulo 078.
Capítulo 079.
Capítulo 080.
Capítulo 081.
Capítulo 082.
Capítulo 083.
Capítulo 084.
Capítulo 086.
Capítulo 087.
Capítulo 088.
Capítulo 089.
Capítulo 090.
Capítulo 091.
Capítulo 092.
Capítulo 093.
Capítulo 094.
Capítulo 095. (Capítulos finales)
Capítulo 096.
Capítulo 097.
Capítulo 098.
Capítulo 099.
Capítulo 100.
Capítulo 101. PENÚLTIMO CAP.
Capítulo 102. FINAL.
EPÍLOGO

Capítulo 085.

823 50 9
By Romidrauhl_

El silbato sonó y todas comenzamos a correr por el campo de entrenamiento. La profesora Monroe nos seguía con la mirada, ya que si a alguna se le ocurría frenar debía correr el doble. Era una de las razones por las cuales detestaba educación física, quitando el rostro serio y poco confiable de Monroe. Y el problema no era correr, el problema era que sufría de asma y que toda mi vida sería así. Mi garganta comenzaba a arder y apenas llevábamos dos vueltas. Pero poco a poco comencé a olvidarme de la falta de aire, para concentrarme en la chica que le había besado la mejilla a Justin, quien corría unos metros delante de mí.

Era alta, delgada y su cabello era de color castaño muy claro. No parecía la típica plástica que sólo bebe agua y come lechuga, más bien todo lo contrario. Y mi depresión aumentó. Era la chica que Justin merecía; si ella lo haría feliz entonces estaba satisfecha. Por más que aquello significara que más tarde lloraría horrores pensando que esa debería ser yo.

El cielo estaba repleto de nubes grises y las gotas de lluvia comenzaban a caer sobre todas con lentitud, para luego transformarse en una vil tormenta. La profesora no le dio importancia, parecía estar pegada al suelo. Seguí corriendo mientras mis cabellos sueltos y mojados se pegaban en mi rostro, afectando mi vista. Alice, quien estaba sentada en las gradas debido a su embarazo, trataba de cubrirse con su chaqueta. Nadie tenía piedad de Monroe, ni siquiera Alice, y debía asistir a las clases aunque no pudiera correr. Maldije en mi interior al sentir mis converse totalmente empapadas, y luego mis calcetines.

Bastaron unos tres minutos para que la profesora volviera a tocar su silbato, gritando que todas fuéramos a las duchas. Traté de apresurarme para lograr conseguir una de las duchas, pero quedé atrás de todas. Y sí, afuera de los baños. Bajo la fuerte lluvia. Rodeada de lodo. La chica castaña también se había quedado afuera junto con otras dos chicas más, pero Hailey abrió la puerta e hizo que entraran con la excusa de que ya no había más duchas desocupadas. En cuanto volvió a cerrar la puerta la maldije en voz baja.

Me abracé a mí misma colocándome bajo un pequeño techo y así evitar mojarme más de lo que ya estaba. Tenía demasiado frío y mi garganta seguía ardiendo. A lo lejos vi a alguien caminando hacia mí. Mi corazón se aceleró cuando sus ojos mieles se posaron en los míos, y sentí ganas de llorar al tenerlo a sólo unos metros de mí.

No supe bien si fue un impulso o qué, pero comencé a caminar hacia el lado contrario a Justin. Por alguna razón sentía que mi corazón ya no podía aguantar más dolor del que ya tenía, y realmente no estaba preparada para volver a acercarme a él después de tanto tiempo. Temía que se burlara de mí como antes o me golpeara sin escrúpulos; y aunque muy dentro de mí sabía que Justin había cambiado, no era seguro.

Obviamente no lo oí llamarme ni nada de eso, simplemente giré mi vista hacia atrás y él ya no estaba. Mi ceño se frunció levemente y temí estar alucinando por el frío. Me apresuré y me adentré a la preparatoria; el conserje refunfuñó en cuanto crucé frente a él debido a las huellas de lodo que estaba dejando en el suelo. Me disculpé y puse la clave en mi casillero, sacando mi bolso.

Los baños estaban totalmente vacíos, y me sorprendía bastante ello. Saqué mi jean y mi blusa de mi bolso, junto con mi chaqueta, para luego adentrarme a un cubículo y cambiarme de ropa. Estaba empapada. Até mi cabello mojado en una coleta alta y al salir mi mano rozó un clavo salido, haciéndome un corte. Chillé y caminé hacia el lavabo, tratando de que la herida dejara de sangrar. Cuando lo logré, envolví mi mano con una servilleta y caminé hacia la clase de historia, donde Montgomery nos informaría acerca de la nota del examen.

[...]

A las tres en punto de la tarde estaba bajando los pocos escalones que me separaban del pavimento. No veía mi auto ni a Logan en ningún sitio de la calle ni del estacionamiento, lo cual me hizo pensar que quizás estaba atascado en el tráfico. Últimamente había más autos de lo normal, la ciudad comenzaba a ser un desastre. Decidí caminar hasta hallar algún taxi o simplemente una parada de autobús.

El examen de historia había sido muy fácil, claramente algo andaba mal. Yo nunca tenía suerte en esas cosas (O bueno, en nada). Montgomery me había felicitado por mi calificación tan alta y ahora figuraba como una de las mejores alumnas, estaba en el tercer puesto. Por mi parte sólo le había agradecido con una sonrisa actuada y poco convencional. No lo culpaba si creía que era una frívola sin cura. En esto me había convertido a lo largo de mi cruda adolescencia.

Mientras caminaba observé a un grupo de chicas de unos dieciséis años que pasaban por mi lado, mientras una de las cuatro les mostraba una foto desde su teléfono móvil. Fue cuando me di cuenta de que aquel apego caballeresco de "todas para una y una para todas" no existía. Tarde o temprano todas dejarían de hablar, se separarían y sufrirían. Entonces el no tener amigas era un punto a mi favor; me ahorraba el llanto por haberlas perdido o por traiciones.

Mi iPhone comenzó a vibrar en mi bolsillo y lo saqué de allí, atendiendo la llamada.

—Hola papá. —Dije.

—Cariño, ¿Dónde estás? —Preguntó con cierta delicadeza.

Fijé mi vista en el Starbucks a mi lado.

—En Avenue, justo al lado de Starbucks. —Respondí mientras caminaba con lentitud.

— ¿Qué? Creí que estabas con Logan.

—En realidad...—Alargué. —No lo he visto al salir de la preparatoria. Creo que está atrapado en el tráfico.

—Iré por ti entonces.

—¡No! —Exclamé. —Papá, puedo ir sola. Tomaré un taxi más adelante e iré a casa. ¿De acuerdo?

Él tardó unos segundos en responder. —Con una condición.

Viré los ojos. —Dime.

—Tráeme un Cappuccino.

—Papá...

—Prometo no consumir más cafeína en lo que resta de la semana. —Dijo, sonreí.

—Está bien, adiós.

—Ten cuidado.

Colgó la llamada y volví unos pasos hacia atrás, adentrándome al lugar. No solía venir a Starbucks ni mucho menos tomar café, la última vez había sido hacía unas cuantas semanas: Logan era adicto al Espresso Macchiato.

Pedí el Cappuccino y salí, tratando de hallar algún taxi entre tantos autos. Mi vista se dirigió hacia uno y alcé mi pulgar, mientras éste frenaba casi sobre mis pies. Al subir le indiqué la dirección de casa y el conductor asintió, comenzando a conducir. Rogué en mi interior que no se atascara en el maldito tráfico como todos los demás.

Para mi suerte llegamos en unos pocos minutos. La casa de papá quedaba a las afueras de la ciudad, así que era mucho más fácil llegar. Pagué y bajé no sin antes despedirme cortésmente. El hecho de llevar una bebida caliente en mi mano derecha, mi bolso colgado en mi brazo izquierdo y mi mano envuelta en una servilleta era de lo más incómodo. Además, la herida dolía horrores.

Toqué el timbre como pude y Marie abrió la puerta. Llevaba puesta la pulsera de perlas que papá y yo le habíamos obsequiado la noche anterior, y le quedaba realmente bien. La saludé con un beso en la mejilla y caminé hacia la sala, donde papá leía el periódico como siempre solía hacerlo. Dejé el Cappuccino sobre la mesa ratona y él, al oírme, clavó su mirada en la mía.

—¿Qué ha pasado con tu mano? —Alzó una ceja.

—Se topó con un clavo salido y punzante.

Me quité mi chaqueta y la colgué en el perchero.

— ¿Quieres que llame al doctor Philips?

Fruncí el ceño justo antes de comenzar a subir las escaleras, girándome de nuevo hacia él. —Dime que estás bromeando.

—De hecho sí. —Papá sonrió de oreja a oreja. —Ve a tu habitación, alguien llegó antes que tú.

Hice una mueca y subí las escaleras con lentitud. Estaba agotada y mis piernas comenzaban a dolerme debido a la clase de educación física. Y no, no tenía ánimos para platicar con nadie.

Abrí la puerta de mi habitación y los ojos de Logan se clavaron en mí. Estaba sentado sobre mi cama y entre sus manos sostenía uno de mis osos de peluche. Le sonreí levemente.

—No logré encontrarte hoy. —Dije, sentándome junto a él.

—Es por que no fui a buscarte. —Afirmó.

— ¿Estabas ocupado?

—No. —Negó con la cabeza. —Estaba tratando de hallar el mejor regalo.

Llevó una de sus manos a su espalda y dejó a la vista una pequeña caja blanca con un moño del mismo color envolviéndola.

— ¿Qué es? —Pregunté.

—Ábrela.

Con extrema delicadeza tomé la caja entre mis manos y quité la tapa, encontrándome con un precioso collar de oro. Pero me negué a aceptarlo.

—Logan yo...

—Déjame ver cómo te queda. —Sonrió, sacando el collar.

Se acercó a mí y lo abrochó. Las yemas de sus dedos rozaron mi cuello suavemente y me estremecí por completo. Poco a poco comenzó a separarse, sin quitar sus ojos de los míos.

—Eres hermosa. —Murmuró, llevando una de sus manos a mi mejilla.

Le sonreí como pude debido al nerviosismo que comenzaba a formarse en mi interior, pero no le respondí. Él también sonrió, y sin mediar palabra volvió a acercarse. No me moví.

—Déjame hacerte feliz, _____. —Dijo en un susurro.

Sin más me besó con dulzura, y cerré mis ojos dejándome llevar.


+++

Hasta aquí por hoy! /.\

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Rom.

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