Capítulo 012.

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Narra Justin.

Entré a la habitación 102 del tercer piso del hospital, haciendo el mayor ruido que podía, quería asustarla de entrada. Jennifer giró su mirada y sacó de su boca todo el humo acumulado del cigarrillo que sostenía. Viré los ojos y cerré la puerta. Caminé hacia ella sin rodeos, saqué cinco mil dólares y los dejé sobre la camilla.

— ¿Sólo eso, Drew? —Preguntó contemplando los billetes.

—Sabes muy bien que no mereces más que eso—Respondí, metiendo mis manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón.

—Yo sólo decía, niño...estás tan atractivo, igual a tu padre hace unos años —Formé una sonrisa hipócrita en mi rostro, ella bajó la mirada.

—Al parecer tienes esos recuerdos calcados en tu cabeza, eh perra. —Dije borde, sintiendo como empezaba a intimidarla poco a poco. —Jeremy y tú se la pasaban genial, ¿o no? Él como un millonario saciando sus necesidades y tú como una zorra faldera yendo a sus espaldas...

—Calla, mocoso.

—A mí no me callarás, prostituta. O sabes que tu querida hijita sufrirá. —Jennifer suspiró, negando con la cabeza.

—Ya no me interesa esa estúpida, por mí mátala. Debí abortarla apenas pude.

De repente unas ganas terribles de golpearla inundaron mi cuerpo. La tomé del cuello fuertemente. Ella trataba de quitar mis manos con las suyas, sabiendo perfectamente que podría matarla ahora mismo. _____ no merecía una madre como esta, ni algo mejor. Sólo merecía sufrir como yo, o quizás un poco peor.

—Provoqué tu accidente, casi mato a Jeremy, golpeo a _____ todos los putos días...y tranquilamente podría matarte, cortarte en pedacitos y dárselos a los perros. ¿Quieres que eso pase, Jennifer?

El tono amenazante con el que hablaba me hacía sentir superior a ella; lo era. Era superior a los demás y siempre sería así. Jennifer negó con la cabeza, la solté y entonces comenzó a toser como si realmente la hubiese ahorcado. Pero, ¿Qué podía esperar? Ella fingía tan bien como una hija de puta.

—Estás haciendo mi vida imposible, pero...Quiero diez mil para la otra semana, y dejaré en paz a Jeremy. —Balbuceó acariciando su cuello. Reí sin gracia.

—Tú dejarás en paz a ese viejo de todas formas, porque te mataré si no lo haces.

— ¿Y si dejo en paz a ____ también? —Preguntó de repente, la miré de reojo.

— ¿Qué importa ella? No me interesa. —Respondí fríamente. Jennifer soltó una risa patética.

—Oh vamos, Drew. Te importa tanto que casi me matas cuando hablé de haberla abortado.

—Hables o no de ella te mataría ahora mismo. _____ no me interesa y puedo demostrártelo. —Hablé firme, mirándola a los ojos vacíos que tenía.

— ¿Cómo?

—Ya verás, zorra.

Sin más salí de allí, pensando un buen método para que todos se enteraran de que _____ Hall no era más que basura para mí.

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Narra _____.

Desperté alegre, con la mayor felicidad que jamás había tenido en mucho tiempo. Le había prometido a Claire que no volvería a sufrir, que desde ahora sería más fuerte que nunca. Y lo cumpliría, realmente lo haría. Necesitaba tener una energía positiva de mí misma. Oh vamos, era joven, tenía una vida por delante... ¿Qué mejor que eso? Quizás no siempre es bueno pensar en el futuro, pero mi presente no era nada bonito. No en el término "cariño". Escribiría un destino diferente.

Salí de casa luego de una relajante e incómoda ducha fría, caminé a la velocidad de la luz fijándome la hora en el gran cartel de reloj situado en el edificio más alto de la ciudad. Al llegar a la preparatoria, fui directo hacia mi casillero. Sonreí al sentirme libre de todos, y de "él".

La clase de historia se hacía eterna a medida que los minutos pasaban. La profesora, que por cierto era sustituta, no dejaba de hablar de años del siglo pasado y de personas que hicieron un "algo" que a muchos no nos interesaba. Solté un suspiro, estaba aburrida. Y por primera vez en toda mi vida deseaba que alguien me molestara; ni Hailey, ni Alice, ni Matt, ni Ryan, ni Justin estaban en la clase. ¿Dónde se habrían metido esos cabrones? En fin, no me importaba.

Mis ojos de repente comenzaron a querer cerrarse. Había dormido plácidamente unas siete horas, pero el aburrimiento era más fuerte que todo. Y por fin el timbre de receso sonó, salí última del salón como siempre solía hacer y me escabullí entre la multitud de estudiantes hambrientos que corrían hacia la cafetería. No traía dinero, no iba a comer.

Bajé los pestaños que daban al suelo del patio, en cuanto mis pies hicieron contacto con el playón, los recuerdos invadieron mi cabeza. Cuando Hailey me golpeó sin piedad, cuando caí rendida a la merced del daño que me hacían...cuando Justin prefirió su imagen de chico malo a salvarme como una vez lo había hecho. ¿Cómo comenzó todo? No lo recuerdo, mamá nunca me habla sobre ello. Pero estaba segura de que ella conocía a Justin perfectamente, lo único que faltaba era que me lo confesase. No recuerdo lo que pasé desde los seis años hasta los doce, y si lo hago son simples pensamientos que no estoy segura si viví o sólo lo soñé. Sólo sé que mamá y papá no me dejaban salir de casa. Y me atormentaba pensar que eso volvería a sucederme.

Caminé por los pasillos tranquilamente, hundida en un mar de dudas. Cada pregunta que tenía en mi mente no tenía su respuesta, estaba libre para seguir atormentarme. Miré hacia mi derecha: el director hablaba con una expresión preocupante en su rostro por teléfono, tenía su mano en su cadera en señal de nerviosismo y cuando me miró, corrió hacia su oficina. Fruncí el ceño pensando en lo estúpido que era aquel anciano.
Pero eso no era lo más raro, a medida que avanzaba me daba cuenta de la situación. Observé de reojo a las personas allí presentes y estas corrían hacia otro lado, ¿Acaso huían de mí? Seguí caminando, tratando de ignorar la situación que estaba viviendo. Y entonces volví a comprender que nadie me temía, todos le temían a él. Incluyéndome.

—Oye Hall, no huyas de mí. Te gustará la sorpresa que te preparé.

Justin tomó mi brazo, y entonces deseé con todas mis fuerzas que fuera una maldita pesadilla.

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Invisible »Jb. |FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora