Noche de Fuego. (DISPONIBLE E...

By Tequila213

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Kim tiene dos cosas claras en su vida: Que no quiere separarse de su padre y que está completamente enamorada... More

Noche de Fuego.
Nota de la autora y agradecimientos.
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33. FINAL.
Epílogo.
Libro en papel <3
Las 10 citas de Anne [En Wattpad]

23.

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By Tequila213

Cada voto y cada comentario cuentan :)   

—Llegas tarde —anunció Marc cuando oyó el sonido de la campanilla de la puerta.

Kim entraba bastante sofocada. Era imposible de creer, pero tras tanto tiempo en Arizona, seguía sin acostumbrarse al calor. Es más, cada vez le costaba más.

—Lo siento, mi madre me ha hecho esperar a que Dan terminara de sacar los libros nuevos de la furgoneta.

El joven alzó la vista del libro que estaba leyendo mientras esperaba a Kim, y suspiró levemente al ver la gran caja de libros que ella acababa de situar en la puerta. ¿Cómo era posible que una librería tan pequeña como esa, pudiera tener tantos y tantos libros?

—¿Qué lees?

—Ya sabes, La Divina Comedia.

Kim sonrió.

—Otra vez —dijo.

—Ooootra vez —secundó Marc, dejando el libro y acercándose para besarla.

—¿Me vas a decir por qué es tu libro favorito o va a seguir siendo un secreto?

Se separó un poco del chico y esbozó una mueca graciosa, sacando la lengua hacia Marc. Él sonrió y se quedó observando sus ojos verdes con una mueca enigmática.

—Seguirá siendo mi secreto. —Susurró.

—Ha vuelto Don Misterioso. Venga, Marc…

Finalmente él apartó la vista de los ojos de la chica. Para ella era muy fácil convencerle, de nuevo lo había hecho.

—¿Es porque Dante hace lo que sea por encontrar a su Beatriz?

Él se puso serio de repente.

—No. Me gusta porque puedo identificarme con alguna de las partes.

Ella lo miró con renovado interés. Al parecer la razón por la que él adoraba ese libro, era mucho más pesimista de lo que Kim había pensado en un principio.

—¿A qué partes te refieres?

—A alguna de las fases del purgatorio, al infierno…Todo lo que se ve y se siente. Cómo la gente ha acabado ahí.

La joven chascó la lengua y tomó la mano del chico, suavemente.

—¿Y el paraíso?

Kim intentó encontrar el contacto visual y de pronto, la mirada azul de Marc se posó en sus ojos. Sonrió casi melancólicamente.

—Supongo que aún no lo he encontrado, o que no voy a hacerlo.

Supo inmediatamente en qué estaba pensando: que ella se iría antes de que acabara el mes y que de nuevo se quedaría él solo, con el recuerdo de su padre incitándolo a volver junto a sus antiguos amigos y perderse para siempre. Kim no podía evitar sentirse vulnerable cada vez que recordaba el poco tiempo que le quedaba con él y por primera vez, se atrevió a tocar un tema que llevaba pensando desde la noche anterior.

—Marc… ¿Qué piensas hacer cuando empiece el curso de nuevo? ¿Irás a la universidad?

Él se separó de ella, no bruscamente, pero sí frunciendo el ceño levemente.

—No… no sé, ¿por qué?

—Quiero decir… yo volveré a Washington y aún no he terminado el instituto, pero… me gustaría no estar lejos de ti.

Se avergonzó un poco al decir eso. No sabía cómo reaccionaría él. A decir verdad, no habían tocado para nada el tema del futuro, es más, lo rehuían.
Pero era un asunto que tenían que arreglar, que estaba allí.

—Mira, Kim… mis notas han sido… —pareció costarle encontrar la palabra exacta—. Pésimas este año, quizá más que eso e incluso me echaron del equipo de fútbol antes de acabar la temporada. Veo imposible que ninguna universidad me quiera entre sus filas.

Ella bajó la cabeza, algo desanimada, pero volvió a acercarse a él y paseó una de sus manos por el brazo del joven.

—¿Has probado en alguna? ¿Lo has intentado en Washington?

Él abrió mucho los ojos. Era un tema que no quería tocar y que realmente le afectaba bastante.

—¿Washington? Como si fueran a aceptarme… Y es demasiado lejos, lejos de todo.

Se arrepintió al instante cuando dijo eso, pues ella frunció el ceño.

—No estarías lejos de mí, Marc. Es decir, no me estoy comparando con todo lo que tienes aquí… pero mejor una universidad en la que conocerás a alguien  que ninguna universidad, ¿no? —Murmuró casi sarcásticamente.

—No estoy diciendo eso, Kim. Quiero decir que realmente no sé si merecería la pena…

Lo estaba empeorando, era obvio, pues ella se cruzó de brazos y siguió mirándolo, ceñuda.
De veras que lo estaba entendiendo mal, él quería estar con ella, aunque realmente no veía ninguna oportunidad de poder hacerlo.

—Mira, te prometo que voy a intentarlo. Hace tiempo mi madre estuvo viendo todas mis opciones y aún no es tarde, quizá tenga alguna oportunidad allí o en algún sitio cercano.

—Marc, no quiero que lo hagas porque te lo he dicho. Quiero que tengas en cuenta qué quieres; incluso si tu sueño es estudiar en algún iglú de Alaska.

—Y yo no quiero que pienses que lo hago por eso. Simplemente esto es confuso.

—¿Esto?

El joven tragó saliva. Lo que realmente estaba pensando era que aunque sabía que la quería, no tenía claro si ella sentía lo mismo.
Acababa de pedirle que fuera con ella a Washington ese mismo año, pero, ¿qué pasaba si las cosas no salían bien?
Kim le había contado muchas cosas de su vida en Washington, incluso que antes había estado enamorada de uno de sus amigos.

¿Qué ocurría si veía de nuevo al chico y se daba cuenta de que seguía queriéndolo?
Esa era probablemente una de sus peores pesadillas, el darse cuenta de que ya no significaría nada para Kim.

—No quiero perderte.

La respuesta era desconcertante, pero Kim no vio otra opción que abrazarlo.
Entre sus brazos sentía cómo ambos corazones latían al mismo tiempo, como si lo hicieran juntos.

Los ojos de Marc estaban tristes cuando Kim alzó la vista y un pensamiento se adueñó de pronto de la mente de Kim:

Que nunca podría saber qué era lo que Marc sentía.

***

Cuando Kim se levantó esa mañana, notó un pinchazo en la cabeza.
Genial, iba a ir a jugar al fútbol con Marc estando enferma.

Se levantó de la cama y el dolor se desvaneció, pero sintió un escalofrío y de pronto, supo que algo malo sucedería ese día.

No podía explicar cómo, pero una parte de ella sentía que no todo estaba como debía estar.

Bajó a desayunar y encontró a Simon leyendo El guardián entre el Centeno mientras tomaba leche con cereales.

—¿Te lo ha pasado Rhiannon? —Lo saludó, alborotándole el pelo amigablemente.

—Sí, me lo dejó ayer. ¿Cómo has hecho para levantarte tan pronto si te dormiste de madrugada? —Simon cerró el libro y lo dejó sobre la mesa.

Ella cogió un tazón y lo rellenó con leche y cereales, luego se sentó junto a su hermano.

—¿Cómo sabes a qué hora me dormí?  ¿Me estabas espiando?

Simon rió animadamente.

—Todo Minewolf consigue dormir cuando tú te decides a apagar la música.

Kim le sacó la lengua.

—Sí, bueno —murmuró riendo—. Tú sólo consigues dormir cuando dejas de mandarle mensajes cursiloides a Rhiannon…

—¡Cállate! Ni que tú y Marc no os enviarais mensajes.

—Pues no —Kim bebió un sorbo de leche—. Si tenemos algo que decirnos simplemente quedamos.

Simon la miró durante unos segundos y guardó silencio. De inmediato, Kim supo que ocurría algo.

—¿Qué? —Preguntó.

—Nada.

—Dime.

Él miró a otra parte y tras unos segundos cogió su taza de leche y se dirigió a depositarla en el fregadero.

—Es sólo que… cuando te hayas ido, ya no será tan fácil… quiero decir, ¿qué va a suceder cuando tengáis algo que deciros?

Kim bajó la cabeza y se quedó reflexionando durante unos segundos. Podía jurar que lo había pensado mil y una veces desde que había empezado a salir con él, pero aún no podía encontrar una respuesta. Sólo había que ver la reacción que Marc había tenido al mencionarle la universidad de Washington.

Era completamente consciente de lo rápido que habían sucedido las cosas entre ellos y en ese momento, estaba segura de estar enamorada de él.
Pero de ninguna manera podía asegurarse de que él también lo estuviera de ella.

—Supongo que estás diciendo esto sabiendo que sólo llamarnos no es una opción… —respondió Kim.

—Sé que es duro que lo diga, pero todavía no he visto a un teléfono abrazando a alguien en un momento difícil…

La joven sabía que en cualquier otra situación, se habría reído de Simon y le habría soltado un comentario como “Deja de ser tan románticamente tonto”, pero la verdad es que sólo pudo mirar a una baldosa de la cocina con aire triste.

—Supongo que sólo me queda vivir totalmente el tiempo que nos quede juntos y después…

Cuando alzó la cabeza vio que su hermano estaba frente a ella y Simon, intentando animarla, le estrujó cariñosamente las mejillas.

—Y después ya encontraréis la manera de estar juntos, idiota.

Kim sonrió tristemente, con los ojos brillantes, y se levantó, para estar a la altura del chico.

—¿Me acabas de llamar idiota? —Dijo intentando sonar animada y normal.

—Sí, paso demasiado tiempo contigo, malhablada.

¿Ella? ¿Malhablada? Si Simon pasara cinco minutos con Álex, vería que él podía decir más tacos e insultos en ese tiempo que ella en dos meses. Se separó del muchacho y se dirigió a la puerta.

—Vamos a ir a jugar al fútbol, ¿qué me pongo?

Él la miró de arriba abajo un segundo, calibrando su respuesta, aunque en realidad no tenía la menor idea sobre moda femenina en los partidos de fútbol americano.

—¿Deportivas? —Propuso, no muy convencido—. Es decir, con tacones puedes matarte… o a él, ¡o ambos!

Kim entrecerró sus ojos verdes.

—Ja. Ja —rió falsamente—. Muy gracioso, por supuesto que no iba a ponerme tacones para jugar al fútbol.

Y aunque en realidad sí fuera lo que tenía pensado hacer, salió de la habitación directa a ducharse y cambiarse.
Aunque la duda la había asaltado: ¿De dónde demonios sacaría unas deportivas?

Unas horas después, tras haber terminado de comer, Kim ya estaba lista: No llevaba una ropa exactamente deportiva, pero al menos era de la que Simon menos se había reído.

—De todas formas da igual —comentó Kim, desesperada—. ¡Es imposible que dos personas solas puedan jugar al fútbol!

—Bueno, Kim, relájate. Ni que fueras a una entrega de premios.

Kim se vio tentada de decirle que no se encontraba demasiado bien y que todavía tenía la piel de gallina por el presentimiento que había tenido esa mañana.
Aunque, realmente, ella no era la persona más intuitiva del mundo: Al principio había pensado que Marc era un payaso y un cerdo, y había resultado ser incluso más civilizado que ella en muchas situaciones. De pronto, Kim se preguntó si era posible que ella tuviera un carácter demasiado fuerte…
No, la verdad era que comparada con sus amigos de Washington, ella siempre había sido como una niña a su lado.
Había visto a sus amigos pasar días enteros fuera de casa, acostarse con desconocidos e incluso había tenido que sacar a Álex de varias peleas estúpidas, de esas en las que diez tíos se cebaban con dos o tres.

De nuevo, se imaginó cómo reaccionaría Marc en Washington. ¿Sería capaz de darle una paliza a un tío por una cerveza? Su amigo Max lo había hecho.
Gruñó por lo bajo y se ajustó la camiseta, que le quedaba algo grande. Se percató de que Simon se había ido de la habitación y ella no se había dado cuenta porque estaba pensando en todo eso.

Bueno, de todas formas tenía que reconocer que sus amigos también tenían cosas muy buenas: Jamás la abandonaban cuando estaba sola, siempre se preocupaban tanto por los demás, que muchas veces se descuidaban a sí mismos.
Kim sonrió al recordar que incluso su amigo más bruto y rudo, Dawson, la había llamado hacía un par de semanas para “ver si mi desteñida está bien o tengo que ir a buscarla”. La llamaba “desteñida” por el pelo tan claro, y aunque ella odiaba cuando le decía eso, se llegó a emocionar bastante con esa llamada.

—¡Kim! ¡Marc está aquí! —La voz de su madre llegó alta y clara desde el piso de abajo.

Con un suspiro, bajó las escaleras lentamente y o vio ahí, en la puerta, esperándola.

Como siempre, sintió que su corazón comenzaba a latir de forma rápida, pero a la vez, una extraña calidez llenaba su pecho.
Cuando se fijó en sus profundos ojos azules, Kim no pudo evitar sonreír, y Marc hizo lo mismo.

Se despidió de su madre y segundos después, salieron por la puerta.

—¿Y dónde está ese famoso campo de fútbol?

Marc esbozó una de sus sonrisas misteriosas al señalarle a Kim el coche de Andrea, indicándole que se montara.

—Ahora lo verás.

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