Llevé la taza de café hacia mi boca y bebí un sorbo. Justin no soltaba mi mano ni un segundo, pero no era nada lindo. Luego de haber visto a Connor con Marie comenzó a interrogarme de por qué estaba con ella y qué hacía aquí. No tuve más opción que decirle la verdad.
Su rivalidad comenzaba a joderme bastante. No tenía idea de cuál era el motivo por el cual se odiaban tanto, ni qué tenía que ver yo. Pero de una cosa estaba segura: jamás lograría que esos dos se llevaran bien.
—Vamos al apartamento. —Soltó, levantándose.
Lo miré. —Quiero quedarme con mi padre.
—¿No te dijo que estaba mejor? Luego podemos volver.
—Justin...—Susurré, reteniéndolo nuevamente.
—Vámonos antes de que le rompa los dientes a ese imbécil. —Respondió.
Mi corazón dio un vuelco, y me rendí ante él. Aquella ira con la que hablaba hacía que temblara de miedo, era obvio que aún no había superado todo lo que me había hecho hace unos años y dudaba que algún día pudiera lograrlo.
Subimos a su auto y el camino al apartamento fue incómodamente silencioso. Quería quedarme con papá, acompañarlo y darle todo mi apoyo para que pudiera recuperarse completamente. Pero no, Justin quería irse y yo como una estúpida iba detrás de él. A veces era detestable.
Aparcó su auto en el estacionamiento y bajó. Ni siquiera fue capaz de esperarme ni de abrir mi puerta; al bajar lo seguí con la mirada baja, notando que comenzaba a subir las escaleras y el ascensor estaba vacío. Refunfuñé en mi interior y en vez de subir los tantos peldaños hasta el tercer piso, subí a la caja metálica.
Apreté el botón y me preparé mentalmente para una discusión. Aún no sabía cómo enfrentarme a él sin ponerme nerviosa o que mis piernas temblaran. Lo amaba demasiado, pero le temía. Por más que él me protegiera, me amara, me cuidara y me hiciera feliz jamás lograría dejar de temerle.
Las puertas se abrieron de par en par y lo vi parado al lado de la puerta del apartamento. ¿Cómo demonios había llegado antes que yo?
—La tarjeta. —Dijo, fruncí el ceño levemente recordando que tenía la tarjeta para abrir la puerta automática en mi bolso.
Me sonrojé. —Ten...
Él se adentró al lugar y yo me quedé parada unos cuantos segundos en el pasillo. Luego de que me decidí por entrar también, cerré la puerta tras mis pies y dejé mi bolso sobre el sofá. Hacía bastante frío y la calefacción estaba apagada, supuse que si quería que Justin se dignara a encenderla debía pedirle una disculpa. Oh vamos, le había ocultado que su peor enemigo estaba viviendo bajo el mismo techo que yo. Creo que si yo estuviera en su lugar habría hecho un escándalo.
—Oye...—Lo llamé, entrando en la habitación.
Estaba sentado en la cama tecleando en su iPhone rápidamente, pero al momento de oírme me miró atento. Sabía perfectamente a qué venía, y no lo culpaba: era bastante predecible.
—Siento no habértelo dicho...—Dije, soltando un suspiro. —Estuve tan distraída todo este tiempo que no me preocupé por él ni por lo que sucedía en casa.
—Bien. —Respondió, y volvió a teclear su maldito teléfono móvil.
Mordí mi labio inferior. —¿Quieres dejar esa cosa y ponerme atención un segundo? —Solté, sorprendiéndome a mí misma.
Se levantó de la cama y se quitó su chaqueta, sin dejar de mirarme. Luego se quitó la sudadera y la dejó en el suelo, caminando hacia mí.
—Tomaré un baño. —Dijo, exasperándome.
—Creo que estoy tratando de hablar contigo. —Alcé una de mis finas cejas.
Comenzó a caminar hacia el baño que estaba ubicado en la habitación y me crucé de brazos. Demonios, era tan, tan detestable. El agua artificial comenzó a caer en el suelo de la ducha y caminé hacia el baño seriamente.
— ¿Qué? —Preguntó él clavando sus ojos en mí. —¿Quieres hacerme compañía? No me molesta...
—Volveré al hospital. —Escupí, caminando hacia la puerta de la habitación.
—Bien, ve con Connor si quieres. —Gritó.
—Púdrete, Bieber.
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Mis pies se deslizaban por la acera lentamente. Cada tanto frenaba frente a las vidrieras de las tiendas de ropa y me imaginaba a mí misma usando aquellos preciosos vestidos, pero uno llamó mi atención al instante. Era de color rosa pastel y tenía pequeños diamantes en la parte superior, haciendo que se viera mucho más hermoso. Fijé mi vista en el precio y mi sonrisa se borró al instante.
Era demasiado costoso, aún no había almorzado y traía sólo cuarenta dólares en mi bolso. Genial, _____.
Decidí seguir mi camino y bastaron unas cuantas cuadras más para llegar al hospital. Al entrar saludé a algunas personas que estaban allí desde el día anterior y busqué la habitación de papá, sobando mis brazos. Toqué al menos dos veces y el grito de papá me informó que podía pasar.
—Hola papá —Lo saludé, caminando hacia él con una sonrisa.
—Hola cariño. —Respondió y por mi parte me senté en el pequeño sofá. —Tienes la nariz roja.
Ambos soltamos una carcajada. —Entonces ya te diste cuenta del frío que hace afuera. —Sonreí, mostrando mis blancos dientes.
— ¿Y Justin? —Preguntó y me observó atentamente.
—Se quedó en su apartamento. —Alcé los hombros y pude notar la mirada confundida de mi padre.
¿Y qué más podría decirle? "Oh, Justin y Connor se odian" No, claro que no. Eso atraería las curiosas preguntas de papá y no estaba de humor para contestarlas, ni mucho menos para tener que aguantar el sermón de lo bueno que era Connor y lo infantil que era Justin.
Decidí cambiar de tema rotundamente.
—¿Cuándo podrás ir a casa? —Pregunté, soltando un suspiro en mi interior.
—Aún no lo sé, el doctor Williams quiere asegurarse de que mi corazón funcione bien. —Respondió. —Este viejo necesita un largo descanso. —Soltó una risita, contagiándome.
Luego de despedirme de él con un fuerte abrazo salí del hospital, totalmente hambrienta.
++++
Eran las siete en punto de la tarde, Justin no me había llamado ni enviado ningún mensaje de texto y no lo culpaba, su orgullo estaba más allá de todo. Al igual que el mío.
Crucé la calle apresurada, chocándome con algunas personas. Eso era lo malo de vivir en una ciudad tan grande, nadie tenía respeto ni consideración por nadie; pero a pesar de todo el lugar era hermoso. Desde la playa hasta los pequeños parques repartidos por todos lados. Tal vez no era como París, pero sí era bello.
Fijé mis ojos en el estacionamiento del edificio y vi el auto de Justin ahí, al igual que su motocicleta. Bien, eso quería decir que estaba en el apartamento. ¡Debía admitirlo! Estar distanciados por unas horas fue más que suficiente para darme cuenta de que no podía seguir sin él. Me sentía vacía, sola y desprotegida.
Subí las escaleras al ver que el ascensor iba demasiado lleno. Al llegar al tercer piso respiré hondo y conté hasta tres en mi mente, caminando hacia la puerta. Extrañamente estaba sin seguro, así que me adentré al lugar sin hacer mucho ruido.
Busqué a Justin en la cocina, la sala, el baño y por último decidí ir a la habitación. Al abrir la puerta mis ojos se clavaron en una caja sobre la cama, con un moño de color rojo sobre ésta. Quité la tapa y llevé mis manos a mi boca, mientras mis ojos brillaban más de lo normal.
Era el vestido rosa pastel del que me había enamorado en la tarde. Estaba perfectamente guardado y tenía también un collar de perlas a su lado. Oí unos pasos detrás de mí y me giré, observando a Justin apoyado en el umbral de la puerta.
—Lo siento. —Dijo, mirándome fijamente.
No dudé ni un segundo en lanzarme a sus brazos. —Yo también lo siento, no debí haber actuado de esa forma. —Susurré, acariciando su mejilla.
Él no dijo nada, simplemente se acercó aún más a mí y atrapó mis labios, formando el beso más perfecto de todos.
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Hasta aquí por hoy <3
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Rom.