The one that got away [Yoon G...

By mgmazzoni

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- ¿Quieres jugar a un juego, Yoon Gi? - ¿Qué juego? - Se llama "¿Qué tal si?" Yo comenzaré... - Paris se acom... More

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By mgmazzoni

Días después, todavía en vacaciones, Paris tuvo su segundo arrepentimiento por haber recurrido a sus padres en busca de ayuda por los gastos de Sahara en el hospital. Supuso que el primero – la llamada sobre las faldas – sería suficiente por, al menos, todo el mes, pero al parecer la mente de su madre seguía teniendo una manera diferente de trabajar y no aceptaba que nadie se tomase un descanso de sus insistentes molestias. Una vez que le habían otorgado la entrada, ella se encargaría de traspasarla la cantidad de veces que quisiese. Y, sin importar cuánto intentase ignorarla, aquella mujer siempre encontraba la forma de inmiscuir en su vida, cambiar las cosas y no darle siquiera un aviso. Por su lado, había creído que la presencia de Chuck la ayudaría a distraerse de esos temas que la disgustaban, pero si el cambio envolvía a su hija, no sería capaz de quedarse de brazos cruzados como si nada ocurriese. Debido a esa razón, cuando Sahara se apareció en la cocina una mañana con una mirada inofensiva, fingiendo pasearse por el cuarto mientras se acercaba lentamente, supo que el mal presentimiento en su estómago estaría por ser justificado. Era su hija, estaban conectadas, así que podía darse cuenta de detalles como esos. ¡Cuánto deseaba que le pidiese permiso para ir a una fiesta de motociclistas! La niña tomó asiento en frente de ella en silencio, como esperando que Paris fuese quien lo rompiera, pero prefirió no hacerlo. Tenía miedo.

- Eomma...

De mala gana, al escuchar que la llamaba, la aludida alzó la vista de las cuentas que debía pagar de ese mes y se acomodó las gafas. Trató de mostrarle su mejor sonrisa, para que no sospechase.

- ¿Ne, cielo?

- Yo... - Sahara se aclaró la garganta al mismo tiempo que ella apretaba un puño por debajo de la mesa, asustada. - Voy a presentarme.

- No es necesario, cariño – respondió, esta vez confundida, y devolvió su atención a los papeles -. Conozco tu nombre, fui yo quien lo eligió.

- Ani, eomma – negó, haciendo que la mirase de nuevo -. Voy a presentarme – le recalcó.

Sintiendo que su mal de estómago se intensificaba, Paris suplicó que sus palabras no estuviesen refiriéndose a lo que creía que podía tratarse y, dejando las cuentas a un lado, se cruzó de brazos y apoyó su espalda en el respaldo del asiento con el ceño fruncido.

- Al ass eo – dijo, asintiendo con la cabeza – Entonces, dime, ¿a quién vas a presentarte?

- A la sociedad.

Por favor, no.

- ¿De qué estás hablando? – fingió no comprender – Todos te conocen en Sannae-myeon.

- Sabes a lo que me refiero, eomma. – Sahara se sentó derecha, imponiendo su posición como desde que era niña, aunque con una expresión ansiosa. - A la abuela se le ocurrió hacer una fiesta para presentarme a sus amigos y, así, también podremos festejar mi entrada a la nueva escuela de Daegu.

Y, como si hubiese regresado en el tiempo, su madre de nuevo había encontrado la forma de hacerla sentir como si no tuviese el mínimo control sobre su vida. De nuevo, se convirtió en la niña de diez años que simplemente debía aceptar todo lo que sus padres le impusiesen. Pero ya no era esa misma niña. Era una adulta mayor de treinta años capaz de mantener y proteger a su propia familia, que era Sahara.

No obstante, tal como su madre había predispuesto, no podía sólo negarse a que su hija hiciese lo que quería porque creyese que estaba siendo manipulada. ¿Cómo explicarle que cualquier oración que comenzase por "A la abuela se le ocurrió" jamás podría terminar de manera beneficiosa para nadie? El que desconfiase de su madre no era algo que quería que Sahara aprendiese. Ella adoraba a sus abuelos – a pesar de todo – y siempre lucía entusiasmada cuando podían ir a verlo, aunque ocurriese una o dos veces al año. ¿Qué debía hacer? Su hija estaba observándola con sus ojos ansiosos, expectante por su respuesta, y lo único que Paris podía hacer era idear una respuesta que no la hiriese. Finalmente, decidiéndose por recurrir a su lado humorístico, la muchacha entrelazó sus manos sobre la mesa, inhaló una bocanada de aire y sonrió.

- ¿Necesitarás que te alquile un carruaje también? – bromeó.

Calmando el ambiente, Sahara rió avergonzada y negó con la cabeza.

- Sé que no te agrada la idea pero la abuela dijo que es importante que lo haga – insistió por su lado -. Dijo que todos desearían tener la oportunidad de conocer a las personas que yo conoceré. – Al escucharla, Paris hizo una mueca de asco. – Y que hay flores.

- Asqueroso.

- Y música.

- Posiblemente desagradable.

- Y comida.

Estuvo a punto de hacer otra mueca, pero se calló y admitió:

- Su comida sí es buena.

Se dio cuenta que, incluso si trataba de no darle mucha importancia al asunto, Sahara seguía esperando que le diese una respuesta honesta a su pedido por lo que, aclarándose la garganta, Paris se irguió en su asiento.

- ¿Estás segura que quieres hacer esto, cariño?

- Ye.

- ¿Entiendes lo que significará? Sabes cómo es tu abuela en estas situaciones, te volverá loca.

- Lo sé.

No estuvo del todo convencida por su respuesta.

- ¿Por qué lo haces, Sahara? – inquirió al mismo tiempo que se ponía de pie y se dirigía a la cafetera para rellenar nuevamente su taza.

- Es la primera vez que los abuelos quieren presentarme a sus amigos, eomma – respondió ella, siguiéndola por detrás alrededor de la cocina -. Quiero hacerlos sentir orgullosos de mí.

- Ellos están orgullosos de ti, cielo.

Al decir aquello, se volteó a verla y le pasó una mano por el cabello.

- Sabes a qué me refiero, eomma.

Por supuesto que sé a lo que te refieres, pensó para sus adentros. Ella, que había intentado desde niña hacer que sus padres se enorgullecieran de sus logros, ¿cómo podía no comprenderlo? El poder sobrenatural que tenían ambos para hacer sentir a los demás como poco merecedores de su reconocimiento, ¿por qué tenían que proyectarlo también en su hija? Paris había pasado la mayor cantidad de su vida pegando su cabeza a los libros para tener las mejores notas de su clase con tal de poder sentirse digna de formar parte de su familia, y se trataron de los años más estresantes que tuvo que pasar. No quería que Sahara creyese que estaba obligada a hacer nada que no quisiese hacer. Y no estaba segura de si debía confiar en que ella estaba de acuerdo con permitir que su abuela se encargase de todo. Sabía que no le agradaba estar rodeada de extraños, mucho menos ser el centro de atención en una fiesta.

- Si hay algo con lo que no te sientas cómoda – dijo con un tono severo en la voz -, házmelo saber de inmediato y hablaré con ellos, ¿ne? Prométeme que lo harás, Sahara.

- Lo prometo – juró la aludida, y esbozó una sonrisa -. Entonces, ¿estás de acuerdo?

Lo dudó unos segundos y, sin querer arruinar su felicidad, respondió a su sonrisa.

- Ne.

Ambas regresaron a sus asientos después de preparar un desayuno improvisado con café, galletas dulces y waffles recalentados en el microondas, acompañados de jarabe. Debido a que aún estaban en vacaciones, ninguna de las dos tenía planes, así que decidieron pasar ese día trabajando en su confianza con Chuck, quien seguía durmiendo en la cama de Paris.

- Eomma – habló Sahara pasados algunos minutos de silencio.

- ¿Mh?

- ¿Sabes si será una fiesta grande o algo por el estilo? – preguntó desconfiada – Ya sabes, la presentación y todo eso.

Está preocupada, reconoció.

- Aniyo, no lo creo. – Ella dio una mordida a una galleta con indiferencia y, mientras leía el periódico, soltó: - Habrá un feriado nacional ese día. Todas las banderas estarán a media asta. El grupo femenino 4Minute prometió unirse sólo para venir a dar un concierto para ti.

- Eomma.

- El Papa tenía planes para esa noche, pero está intentando cambiarlos para asistir – siguió, y sorbió de su café -. Pero escuché que Kim Soo Hyun y Lee Dong Wook vendrán y traerán soju.

- Haces una pregunta simple...

Logrando que su hija se tranquilizara, Paris decidió excusarse para tomar una ducha. Subió las escaleras hasta su habitación, en donde Chuck continuaba roncando dormido, buscó una muda de ropa limpia y cómoda y, cuando quiso adentrarse al baño, escuchó su teléfono repiqueteando. Al leer el número de su madre en la pantalla, pensó sobre si podía simplemente rechazar la llamada o no responder. No le haría ningún daño. No obstante, debía tener en cuenta que, si se trataba de una emergencia, lo mejor sería que respondiera, por lo que decidió hacerlo. Y, antes de poder decir una palabra, su madre la interrumpió:

- Necesito que me acompañes a hacer compras.

- ¿Yo? – preguntó pasmada.

- Ne, tú.

Se dejó caer sentada sobre el colchón con la ropa en manos, evitando despertar a Chuck.

- ¿Waeyo?

- Quisiera regalarle algo a Sahara para felicitarla por su ingreso en la escuela de Daegu.

- Estoy segura de que le gustará cualquier cosa que le des, eomma – aseguró.

- Tal vez, pero quiero que sea algo especial. Algo bonito. Algo que necesite. Algo... - Se calló por unos segundos y soltó un suspiro. – Algo que tú le regalarías.

- Entonces tú encárgate de conseguir la pipa de agua y yo escogeré los sabores de hierbas.

- No es gracioso, Paris. Apenas la he visto durante estos catorce años y quiero conseguirle algo lindo. Es suficiente con que haya perdido su cumpleaños.

Tenía que echarlo en mi cara algún día, admitió ella para sus adentros.

- Al ass eo, eomma. – Se llevó una mano al rostro y masajeó su cien. - ¿Qué te parece que nos veamos en Daehyun Primall, en Daegu, a las cinco? ¿Está bien para ti?

- Ne. Gamsahabnida.

- No te preocupes.

- Te veré allí – finalizó -. Y vístete apropiadamen-

- ¡Annyeong! – se despidió, impidiendo que terminara la oración.

Una vez terminó de ducharse y vestirse, Paris volvió a bajar, esta vez seguido por el Shepherd Australiano, y se encontró a Sahara también duchada y lista para salir. En su paseo mañanero por el pueblo, le hizo saber que debía irse por la tarde por unos asuntos en Daegu, así que acordaron que intentarían pedirle a alguien que fuese a cuidarla hasta que regresara. Aunque no debía de ser por demasiado tiempo. Si tenía suerte, su madre la dejaría libre en cuanto encontraran algo que le gustara. Será la primera vez que estemos solas, sin Sahara o appa en la habitación de al lado, pensó para sus adentros. ¿Cuándo había sido la última vez? Ya ni siquiera lo recordaba. Incluso cuando vivían juntos, su padre se había encargado de estar presentes en todas sus conversaciones. De lo contrario, su madre y ella apenas intercambiaban palabras. Lo único de lo que hablaban era sobre sus profesores, sus notas y su futuro, nada más que eso. ¿Y por qué le temía? Porque no le era necesario escuchar su voz para reconocer la desaprobación que sentía en cada gusto y decisión que tomaba. Ya fuese la ropa que comprase como su forma de llevar el cabello.

- Ya no puede hacerme eso – se susurró a modo de ánimos esa tarde al lado del coche, sin atreverse a entrar y conducir a Daegu -. Soy una mujer adulta que no será intimidada por su madre.

- Por supuesto que no serás intimidada por tu madre, noona – la sorprendió una voz masculina.

Se giró para encontrarse con Tae Hyung, quien apenas llegaba a la casa para poder cuidar de Sahara en las horas que estuviese fuera. Él le regaló una de sus adorables sonrisas y le arrojó lo que pareció un objeto rectangular. La tomó casi cayéndosele de las manos y se dio cuenta de que trataba de una barra de chocolate.

- Para darte fuerzas. Las necesitarás.

- ¿No estarías interesado en cambiar de lugares conmigo? – curioseó Paris mientras rompía el papel y daba un mordisco.

- ¿Y enfrentar a la dama dragón? – Tae Hyung negó rápidamente, levantando las manos. – Es toda tuya, noona. ¡Fighting!

- Traidor...

Después de abrazar y besar a su hija unas cientos de veces, Paris encontró el valor de encender el motor y emprender su camino.

No obstante, no creyó que las horas de viaje se pasarían tan rápido. Antes de poder darse cuenta, ya se encontraba entrando por las puertas de la tienda para escuchar a una mujer discutiendo con una de las empleadas de atención al cliente. No le fue necesario ver su rostro para saber que era su madre ya que el atuendo de falda recta, camisa de seda y tacones, junto con el cabello rubio atado en una rosca elegante, la evidenciaban lo suficiente. Se le acercó por detrás, casi temiendo que la notara.

- No entiendo por qué es tan difícil pedir que un empleado especializado nos atienda por la tarde y se encargue de llevar nuestras compras. Mi hija y yo tenemos mucho que hacer. Apreciaría que usted hiciese su trabajo y nos ayudase – parloteaba.

La mujer del otro lado tenía una expresión exhausta que demostraba que su madre llevaba varios minutos molestándola, por lo que Paris le hizo una seña desde atrás para indicarle que no la golpease.

- ¿Es su madre? – inquirió ésta.

- Ne – respondió, y se ganó la mirada de la mujer, quien se detuvo.

- Por favor, haga que deje de hablarme.

- Si tan sólo tuviese ese poder... - La tomó por los hombros y la llevó consigo al interior de la tienda. – Anda, eomma. Camina antes de que nos eche de aquí.

- Llegas tarde – fue lo primero que le dijo -. Te pedí que te vistieras apropiadamente, ¿por qué llevas esa ropa puesta?

Dio un vistazo a su propio conjunto, el cual consistía en unos vaqueros, suéter blanco de cuello alto, tenis y una gorra de beisbol. Se había dejado el cabello suelto y usaba sus gafas de descanso. Debía admitir que, en parte, había escogido su ropa para molestar a su madre pero, en ese instante que la tenía en frente quejándose, comenzó a arrepentirse de haberlo hecho en primer lugar.

- ¿Por qué no mejor empezamos, mh?

- Eo – aceptó -. Hay algo que estuve viendo mientras te esperaba.

Indicándole que la siguiera, su madre se apresuró en llegar a la zona de sombreros para tomar uno en sus manos. Era de estilo inglés, blanco, con una enorme pluma sobresaliendo en la parte alta.

- ¿No es hermoso?

- Ne, podrás regalárselo cuando la coronen como la Reina de Inglaterra. – Le quitó el accesorio y lo devolvió a su lugar. – Será mejor que nos pongamos en marcha.

Siguieron caminando en los pasillos, encontrándose con artículos de decoración de interiores hasta ropa interior, y Paris se detuvo al alcanzar la zona de accesorios para adolescentes. Encontró las estanterías con bolsos de mano, les dio un rápido vistazo y escogió una entre ellas, rosada, con la forma de una guitarra.

- ¿Qué tal esto? – ofreció - Sahara usaría algo como esto.

La aludida entornó sus ojos.

- ¿En público?

- Ye.

- ¿Qué pensaría la gente?

- Que es una asesina psicópata, por supuesto – contestó sarcásticamente.

- No lo sé, me gusta más el collar de perlas – expuso, y señaló hacia la vidriera de joyería.

- ¿Perlas?

- Acompañado por un vestido de casimir.

- Eomma – Calmadamente, la muchacha respiró hondo y le explicó: - recuerda que estamos comprando para una jovencita. Piensa en algo para jóvenes.

- ¿Una pluma?

- ¿Para su buffet de abogados? – Paris dejó el bolso en donde estaba, colocó los brazos en jarra y continuó caminando por la zona. - ¿Qué tal esto? Es una agenda en forma de gato.

Con sorna, su madre soltó una carcajada.

- Por favor, Paris, estamos comprando para Sahara.

- Ani, yo estoy comprando para Sahara – se defendió, sin poder evitar alzar un tono su voz -. Tú compras para tu nieta imaginaria: Barbara Hutton.

Haciendo un movimiento con la mano, le indicó que saldría por un momento. Necesitaba tranquilizarse o terminaría fingiendo sufrir un ataque al corazón, sólo para que su madre la dejara en paz. Creía que podía soportarlo, que en verdad había madurado para soportarlo, pero seguía siendo la misma niña que se tomaba los insultos disfrazados de su madre como si se tratasen de estacas al corazón. Era cierto, quizás exageraba la situación; sin embargo, ¿cómo no hacerlo? En eso la habían convertido. Debería haber guardado el chocolate, se lamentó en su mente cuando su estómago rugió.

- ¿Paris-ah?

Girándose sobre sus talones, quedó helada al toparse con un muchacho alto, de tez morena y cabello largo castaño con algunos tintes más claros. Está más alto de lo que recordaba, admitió.

- Nam Joon hyung. No te he viste desde-

- Desde aquel verano, lo recuerdo. - El joven se aclaró la garganta y sonrió con un toque de confusión. - ¿Cómo has estado? Supe que Yoon Gi hyung y tú volvieron a encontrarse.

- Ah, ne. Él... es el nuevo doctor de mi hija.

- Me lo dijo - susurró.

Dándose cuenta de las intenciones de Nam Joon, Paris quiso excusarse para volver adentro de la tienda pero una mano férrea la retuvo por la muñeca.

- Cuando llamaste aquella tarde para hablar con Yoon Gi, diciendo que tenías que darle una noticia importante, ¿acaso te referías a-?

- No tiene caso que hablemos de esto ahora. Por favor, no me hagas recordar el pasado.

Y, de un tirón firme, la joven se soltó del agarre.

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