Aunque no te pueda ver ©

By ingridsilvanl

288K 28.8K 3K

Elizabeth es una estudiante universitaria de veinte años. Tras tener dos tumores en la cabeza, y que su vida... More

SINOPSIS
EPÍGRAFE
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
EPÍLOGO
Extra #1
Extra #2
Agradecimientos
ALMAS CONDENADAS

Capítulo 25

4.3K 444 37
By ingridsilvanl

Ha pasado una semana desde la última vez que vi a Jason y, una más desde que Eli me echó de su vida.

Y literalmente, desde entonces —desde que Eli decidió que no quería volver a saber nada de mí— mi vida ha sido un completo caos.

Para empezar, la noche que Jason se fue no pude dormir; por miedo a que entrara a la casa de nuevo y pudiera hacerle algo a mi hermana y a mi madre. Así que ese, y los días siguientes, podrían decirse que me la pasé de guardia. Cuidando mi casa y a las personas que amo.

Y lo jodido del asunto es que hay otra persona a la que quiero cuidar, pero simplemente no se deja.

No, por lo que pasó. Y en parte la entiendo.

Estas dos semanas que han pasado —y que han sido verdaderamente tortuosas para mí— he estado pensando todo lo que pasó con Eli; y, en cierta forma, me he puesto en su lugar. Y también he estado pensando qué hubiera hecho yo, de haberse invertido los papeles.

Y, aunque no seamos nada, sé que fue decepcionante para Elizabeth enterarse de lo que estuvo a punto de pasar entre Alanis y yo, cuando me comportaba con ella de una forma cariñosa y cuando, incluso, la besaba...

No puedo decir con exactitud lo que siento por ella, ni ponerle un nombre, pero sí sé que siento algo por Elizabeth. Y eso que siento, hace que quiera estar a su lado. Y me hace querer luchar por su perdón.

Aún no sé por qué Jason quería llevarse a mi madre lejos de Juliette y de mí, pero de lo que estoy seguro es que mi madre no quería irse con él. Lo sé porque ella me lo dijo, pero no me dijo para qué quería llevársela. Pero pronto lo sabré.

El sonido estridente de la bocina de un auto detrás de mí, me obliga a salir de mis pensamientos. Y, sin perder más tiempo, pongo en marcha mi auto hacia el establecimiento donde trabajo.

Ahora que ya no estoy cuidando de Eli, he decidido que trabajaré de mañana en la veterinaria y parte de la tarde, y mi jefe, claro estuvo de acuerdo. Así que ahora mismo voy hacia allá, después de haber dejado a Juliette en la preparatoria. Aunque ella me diga que ya no es una niña para seguir llevándola.

Luego de unos cuantos minutos de camino llego a la veterinaria. Acto seguido, bajo de mi vehículo para caminar hacia el establecimiento, mientras pienso en cómo voy a ganarme la confianza de Elizabeth de nuevo.


[...]


—Nos vemos mañana, Evan —se despide uno de mis compañeros.

—Descansa, Luke —digo, en forma de despedida.

Esta vez, decidí quedarme hasta la noche también. ¿Por qué? Bueno, para despejar un poco mi mente de pensamientos tortuosos y melancólicos.

Y aunque me cueste un poco admitirlo, no he podido hacer otra cosa más que pensar en cómo estará Elizabeth. Qué debe estar haciendo, o si ya se olvidó de mí...

Lo último me inquieta de sobre manera.

Todo el día me la he pasado en piloto automático, por así llamarle, haciendo lo que tengo que hacer en la veterinaria. Pero es como si mi cuerpo estuviera aquí y mi mente en otro lugar. La verdad es, que me siento perdido. Como si estuviera caminando en un sendero sin saber realmente a donde ir; sin saber donde tengo que estar.

Y sé de antemano que no voy a poder aguantar las ganas de tener cerca a la chica pelinegra de ojos azules volviéndose blanquecinos.

Entonces, sin molestarme en despedirme de mis compañeros que aún están en la veterinaria, salgo del establecimiento y camino hacia mi coche estacionado enfrente.

No sé qué es lo que planeo hacer, pero sea lo que sea, tengo que hacerlo antes que me arrepienta..., o me vuelva cobarde.

Una vez que llego a mi coche, trepo en él y lo pongo en marcha. La verdad no sé adónde planeo ir, pero estoy seguro, que sin siquiera buscarlo voy a encontrarlo. Es decir, que aunque mi cabeza sea una maraña inconexa de pensamientos sin un orden, sé que llegaré a donde debo ir, y lo sabré.

En realidad, a donde quiero ir es alado de Eli. Nada más.

No tengo que ir por Juliette hoy a buscarla a sus clases de violín, porque dijo que iría a casa de una amiga, y luego ella la llevaría.

Comienzo a conducir por las calles nocturnas de San Francisco. Pero ahora voy con calma, como si mi instinto me dijera que voy a encontrar algo por aquí cerca pronto.

Conduzco cerca del parque frente a la veterinaria y un estruendo en el cielo me indica que pronto comenzará a llover. Pero no me importa.

Sin saber realmente por qué, estaciono el auto frente al parque, y bajo de éste. Algo me dice que voy a encontrar algo —alguien— aquí. Mi corazón comienza a latir por la anticipación de sólo pensarlo y mis manos se mueven inquietas por el nerviosismo.

Comienzo a caminar.

La calle solitaria del parque e iluminada por los faros de luz es la que me recibe. A estas horas de la noche, y que está a punto de llover, no hay nadie transitando por aquí. Así que solo soy yo y el sonido de mis pasos por el suelo de concreto.

Se escucha otro estruendo en el cielo.

El parque está tan solitario, sin ningún movimiento o ruido, que comenzaría a pensar que soy la única persona en el mundo de no ser por los pocos autos que transitan cerca de aquí. No me inquieta andar solo, caminando de noche cuando está a punto de llover. De hecho, se siente bien. Me siento más relajado y tranquilo conmigo mismo, y está bien.

Porque ahora que me encuentro solo, sin ningún otro ruido que el de mis pasos y mi respiración que son casi nulos, todo en mí parece calmar la tormenta que llevo dentro. Y empezar a sentir como una que otra gota de lluvia cae sobre mi cuerpo, es sentirme en paz conmigo. Porque ahora puedo pensar. Y en momentos como estos —cuando estás solo, meditando o algo parecido— es cuando nos damos cuentas de las pequeñas cosas —pero importantes— que tenemos a nuestro alrededor.

Mis pasos se sienten ligeros ahora, y ya no importa tanto tener que ir a un lugar específico. Supongo que si estoy aquí, ahora mismo, es por algo, y lo que tenga que llegar, llegará a su debido tiempo.

Llegará cuando sea el momento adecuado.

Y eso —lo que vaya a llegar— lo esperaré con calma.

Las gotas de lluvia se intensifican, hasta que pasados unos segundos más comienza a llover con fuerza, y en otros pocos segundos mi ropa se empapa de agua. Y es cuando entonces, la veo...

Todos mis sentidos parecen reaccionar a ello, y no puedo detener la colisión de emociones que explotan en mi interior, ni la extraña sensación que siento en el pecho justo ahora.

La intensa lluvia apenas me deja ver parte de ella, pero estoy seguro que está justo ahí. Sentada en unos de los bancos del parque, mojándose bajo la lluvia, con las rodillas pegadas al pecho y la mirada perdida; y sé que no estoy alucinando. Elizabeth está ahí, a unos cuantos metros de distancia desde donde me encuentro y, es real.

Tengo que reprimir el impulso que tengo de correr hacia ella y envolverla en mis brazos, porque no quiero alertarla de mi presencia y que ella se vaya. No quiero que se vuelva a alejar de mí.

«Tú hiciste que se alejara de ti». Susurra mi subconsciente, cruel y despiadada.

Y sé, por sobre todas las cosas, que es cierto. Yo, en primer lugar, hice que se alejara de mí con ese error.

Entonces, noto algo que no había visto antes.

Elizabeth luce triste, perdida en algunos de aquellos pensamientos que llegan a su mente cuando está así.

Sin saber exactamente qué hago, comienzo a caminar en su dirección. Y un ligero temblor comienza a apoderarse de mis manos por la anticipación de saber que —quizás...— pueda hablar con ella y, por la esperanza que me da pensar que todo va a estar bien entre nosotros.

En pocos segundos ya me encuentro a solo unos cuantos pasos de llegar a Eli. La lluvia no ha cesado ni un poco, y aun con el sonido del choque del agua contra el suelo, Eli parece percatarse de mi presencia. Ya que enfoca sus ojos sin vida hacia donde escucha mis pasos, y rápidamente se pone en alerta ya que baja sus pies con rapidez. Su rostro luce angustiado y preocupado.

Entonces, me detengo.

No sé qué hacer. No sé si debería hablarle; porque siento que, ella podría irse al reconocer mi voz.

En ningún momento deja de enfocar sus ojos —sin ver, en realidad— hacia donde hace unos segundos se escuchaban mis pasos.

Me armo de valor y, doy un par de pasos más. Muy cerca de ella. Lo único que nos separa son tres pasos.

—¿Quién está ahí? —pregunta Elizabeth. No suena asustada, suena más bien, a la defensiva. Es probable que sienta que alguien la está observando muy de cerca. No respondo, me limito a mirarla; y, ahora noto que sus ojos están llorosos, pero realmente no puedo asegurarlo. Podría ser la lluvia que cae ahora mismo sobre nosotros—. ¿Quién está ahí? —repite, esta vez suena más molesta y desesperada que antes. Mi corazón comienza a latir con fuerza contra mi pecho—. ¿Qué quiere? Sé que alguien está ahí —señala casi el lugar donde me encuentro—, parado —luego sus ojos se vuelven a perder al frente, y opta la posición en la que estaba antes que yo llegara—. O no hay nadie ahí y yo estoy hablando sola —dice, para ella misma, en un tono que se me antoja melancólico.

Y mi corazón se estruja con fuerza por que ella piense que está aquí sola, preguntándole algo a nadie... Pero no es así.

Tomo una discreta respiración, para armarme de valor...

—No, no estabas haciéndolo —digo, finalmente, y mi voz suena más ronca de lo usual por la falta de uso, suena casi extraña para mis oídos. Elizabeth da un respingo al escucharme, y vuelve a enfocar su atención en el punto donde escuchó mi voz.

Su rostro es una mezcla de sorpresa, alivio, confusión y... enojo.

—E-Evan...

—Puedes llamarme Filomeno Pancracio —la interrumpo, con una sonrisa apenada en el rostro. Aunque sé que no me puede ver...

Al verla sonreír un poco por mi comentario, eso enciende una pequeña esperanza en mí, que me hace creer que todo se va a mejorar. Y me agarro de esa esperanza con todas mis fuerzas, porque no pienso soltarla.

—De verdad eres tú —la escucho decir, no es una pregunta, es una afirmación.

Escuchar que no me hable con ningún resentimiento o reproche en la voz, hace que mi sonrisa se ensanche otro poco y, que esa pequeña llama de esperanza vaya creciendo en mi interior, haciendo que algo dentro de mi estómago se remueva con inquietud.

—De verdad eres tú —repito de igual modo, porque no puedo creer que, después de tanto tiempo, Elizabeth —la chica que conocí por casualidad y que ahora hace que sienta cosas hacia ella— esté frente a mí. Que estemos los dos, separados por unos cuantos pasos, bajo la lluvia.

Un largo silencio se instala entre nosotros en ese instante.

Tomo una inspiración profunda, para empezar a decir, eso que he querido decirle. Para que vea, que lo que pasó con Alanis solo fue un fatal error, y que sé que no hay justificación para ello. Pero también quiero que sepa, que jamás intenté jugar con ella; que no haría nada parecido. Porque aunque parezca un cliché, no soy esa clase de chico.

—Eli, escucha... —comienzo, pero me detengo. Porque ahora que las palabras brotan de mi boca, mi cabeza se bloquea. Y es tan frustrante.

Elizabeth enfoca su atención donde escucha mi voz, aunque sus ojos no me miran directamente.

Y, aunque no me había hecho esta pregunta, me gustaría saber por qué está aquí ahora.

Lo intento una vez más.

—Eli, lo que quiero decirte es que lo que pasó con Alanis solo fue un error y...

—Evan —me interrumpe a media oración, y su voz suena calmada—, no tienes que darme explicaciones.

—Pero...

—Me di cuenta —vuelve a interrumpirme— que fue estúpido haber enojado por ello. Porque solo somos amigos —aunque no se escucha que lo haga con la intención de remarcarlo para que lo entienda de una vez, mi pecho se estruja con fuerza—. No somos una pareja, y por lo tanto, eres libre de hacer lo que quieras, y fue estúpido sentirme... dolida; pero también, no pude evitarlo... Y fue por lo que pasó. Por como me tratabas...

—Y lo entiendo —asiento frenéticamente—. Lo sé, Eli. Sin embargo, fui un imbécil. Caí en la trampa de Alanis, aunque sé que eso no es excusa. Porque yo también tuve la culpa —hago una pausa—. Y, ahora mismo no tengo las palabras exactas para explicarte lo mucho que me arrepiento de mi error, y de que sé que lo arruiné todo...

Elizabeth abre los ojos en grande, asombrada.

—¿A qué te refieres con «lo arruiné todo»? —pregunta, aunque suena como si quisiera comprobar algo que ya sabe.

Otra inspiración profunda es inhalada para disminuir todos los sentimientos que se arremolinan en mi interior, y que colisionan provocando tantas emociones, que no soy capaz de ponerles un orden.

—Eli —mi voz se ha enronquecido varios tonos—, nuestro beso. Nuestro primer beso —me corrijo—, no fue solo un impulso. Si lo hice, fue porque algo, que casi no puedo explicar, algún sentimiento, me hizo hacerlo —es notable lo sorprendida que está ahora con mi declaración, así que continuo—. Me refiero a que, después que te conocí, comencé a sentir sentimientos hacia ti. Y no me había dado cuenta de ello, hasta hace unas semanas, después de que Carol te dijo lo que pasó. Pero puedo asegurarte, que aunque estuvo a punto de pasar algo con aquella chica, no sucedió.

Silencio de nuevo.

—Elizabeth —hablo después de un corto rato de silencio—, estar sin ti es una tortura. Y desde la primera vez que te salvé de aquel auto, no sé, pero a partir de que comenzaste a aparecerte en mi camino, algo me dijo que ibas a cambiar mi vida. —Elizabeth desvía la mirada al escucharme—. Sé que debes odiarme, o que debes pensar que soy un patán. Y que no merezco tu perdón y que no vas a volver a hablarme jamás. Pero aquello que siento por ti, y que cada vez ha comenzado a crecer más y más, no es mentira. Y estoy dispuesto a remendar el error que cometí, si eso me permitirá estar a tu lado... De nuevo.

El silencio que le sigue a mis palabras es tenso, tirante y tortuoso.

La parte despiadada y cruel de mi cabeza susurra que a Elizabeth no le ha importado, y va a mandarme a la mierda. Pero la parte esperanzada, me dice que voy a lograr estar con ella, y que —quizás— algún día va a perdonarme.

Los segundos pasan, los minutos también, pero Eli no dice nada.

La lluvia no ha parado ni un momento y ya he comenzado a tiritar por el frío nocturno. Pero no me importa; solo quiero que ella diga algo —lo que sea...

—No sé qué decir —confiesa, después de un largo silencio, que estaba carcomiendome por el suspenso—. Todo esto, tengo que pensarlo... —hace una pausa—. ¿Sabes? Después de que te fuiste, me encerré en mi habitación. No sólo por lo que estuviste a punto de hacer con Alanis; si no, porque ya estaba harta de que la vida solo me diera más decepciones y desgracias. Primero, me quita la visión, luego trae a un chico a mi vida el cual le da un giro, para luego darme una gran decepción con él y, herirme en el proceso sin que pueda evitarlo —estoy seguro que algo dentro de mí se ha roto con lo último—. Y luego, mi hermano...

Frunzo el ceño. ¿Su hermano? ¿qué ha pasado con él?

Pero no lo pregunto, y me limito a escuchar lo siguiente que tenga que decirme.

—No tengo idea si es que hice algo muy malo para merecer todo lo que me está pasando, o si solo porque sí la vida se ha ensañado a hacerme sufrir —Elizabeth continúa diciendo—. Pero lo cierto es, Evan, que no te odio. Simplemente, estaba decepcionada de ti. Y también, llegaste a cambiar mi vida —sonríe ligeramente, sin mostrar los dientes, pero luego su sonrisa se borra y frunce el ceño—. Y, no quiero volver a escuchar aquello que pasó con Alanis, porque no es muy agradable para mí.

—Lo entiendo —asiento, esperanzado—. Entonces, ¿podemos empezar de cero?

Elizabeth vuelve a sonreír y trata de enfocar su atención donde me escucha.

—Sí —asiente—, podemos empezar de cero.

Entonces, camino hacia ella acortando los pocos pasos que nos separaban y me siento a su lado.

—Hola, me llamo Evan. ¿Cómo te llamas?

Elizabeth suelta una pequeña risa.

—Elizabeth —me sigue el juego—. No creo que deberíamos de hacer esto, es estúpido —arruga su nariz y yo río en el proceso.

—Sí, tienes razón. Fue muy exagerado.

Silencio por otro momento, pero este ya no es incómodo.

La lluvia parece no querer parar, y entonces noto que Eli tiene frío.

—¿Tienes frío? —pregunto, aunque ya lo sé.

—Sí —asiente. Entonces, me acerco a ella y paso un brazo sobre sus hombros, para atraerla más a mí, aunque no pueda darle un poco de calor porque ambos tenemos la ropa mojada.

—Deberíamos de irnos de aquí —propongo—. La lluvia no va a parar, o al menos no parece que quiera hacerlo.

Elizabeth no se tensa de mi contacto, así que eso relaja un poco más mis nervios.

Ella asiente.

—Sí, tienes razón.

Acto seguido, me pongo de pie y ella hace lo mismo, después de que no me siente a su lado.

—Vamos, te voy a llevar a casa, Eli.

Continue Reading

You'll Also Like

146K 12.8K 11
¿Cuánto esta bien entregarle al otro? ¿Con cuanto alguien se siente satisfecho? Dinero, fama, éxito.. O tal vez... ¿nuestra propia vida? Fiorella se...
85.9K 18K 115
Han pasado 7 meses desde el ataque al panal, muchas cosas cambiaron en el internado, por sobre todo la seguridad y el accesos. Luriel Gianti e Irace...
132K 9.7K 22
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
3.7K 201 9
Desde hace tiempo las plantas y los zombies estan en costante enfrentamiento tn un chico de 18 años va detener eso , disfruten ;)