Noche de Fuego. (DISPONIBLE E...

Bởi Tequila213

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Kim tiene dos cosas claras en su vida: Que no quiere separarse de su padre y que está completamente enamorada... Xem Thêm

Noche de Fuego.
Nota de la autora y agradecimientos.
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33. FINAL.
Epílogo.
Libro en papel <3
Las 10 citas de Anne [En Wattpad]

13.

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Bởi Tequila213

Cada voto y cada comentario cuentan :)   

La semana siguiente pasó volando y Kim se daba cuenta de cómo, poco a poco ya no faltaba tanto para volver a Washington. Habló un par de veces con Álex y otras tantas con su padre, que parecía dispuesto a ir hasta Arizona en caso de que Kim se lo pidiera.

Rhiannon también se había pasado por su casa y después habían ido, junto a Simon, a probar los famosos batidos de chocolate del Sox’s.

Curiosamente, Kim no volvió a ver a Marc junto a los demás. Un par de días después de la discusión con su madre, se había encontrado con Suzanne, Kelsey y Frank frente a un bar y otro día los había visto a todos juntos, pero ni rastro de Marc.

¿Sería verdad que lo habían abandonado y que por eso se habían separado?
Curiosamente, Kim esperó que sí. No era que Marc fuera a ser mejor persona por no estar con ellos, pero al menos su personalidad sería un poco más verdadera.

Bajó las escaleras desde su habitación rápidamente para hablar con su madre. Lisa se encontraba leyendo en una de las sillas blancas de la cocina y en cuanto oyó a su hija, apartó el libro para dejarlo sobre la mesa.

—¿Es cierto lo que me ha dicho Simon?

Sus conversaciones no eran muy cálidas desde la discusión que habían tenido el otro día. La verdad, solo habían vuelto a hablarse para comentar algún aspecto sobre la rehabilitación de la librería y para algún asunto que sólo podía arreglarse mediante diálogo.

—¿A qué te refieres?

—Dice que esta mañana ha estado ayudando a Emma a colocar las últimas cajas y que han abierto la librería. Que esta tarde tengo que ir.

—Pues sí, es cierto.

—No voy a ir.

Lisa sonrió y volvió a agarrar su libro.

—Sí lo harás.

—¿Va a ir… él?

Su madre asintió con la cabeza mientras pasaba la página y cuando Kim abrió la boca para volver a negarse, su madre la miró con renovada ansia. Estaba claro que acabaría yendo quisiera ella o no quisiera.

—Es muy precipitado, deberías haberme avisado con algo más de tiempo y, y…

Lisa cerró el libro con fuerza y lo dejó sobre la mesa al tiempo que se ponía en pie y encaraba a su hija, que aunque siempre llevaba plataforma en sus zapatos, era considerablemente más baja que ella.

—Kim, considera que podría ser hora de que dejes de comportarte como si tuvieras siete años. Llevas una semana con esa actitud y la verdad es que es muy exasperante.

Por un segundo Kim tuvo ganas de gritarle una cosa horrible, de chillar que ella no había estado allí cuando tenía siete años y que, por consiguiente, no tenía ningún derecho a reclamarle nada… pero eso era muy cruel y además, ni siquiera lo pensaba de verdad. Era gastar saliva y crear problemas a lo tonto.

Asintió con la cabeza, aceptando lo que su madre decía. ¡Se estaba comportando como una tonta!
No podía hacer que Marc le cayera ni un poquito bien, pero eso no tenía por qué significar que odiara a su madre y criticara cualquiera de sus decisiones. Esa actitud era inmadura y eso no era lo que Toby le había enseñado.

Chasqueó la lengua al comprenderlo y suavizó el rostro.

—Lo siento, Lisa —se acercó a ella, conciliadoramente—. Tienes toda la razón, parezco una estúpida y lo he sido durante toda la semana. Sé que bastante has tenido con todo lo que ha ocurrido.

Nerviosamente se pasó la mano por el pelo, atusándoselo inútilmente hacia atrás, puesto que el cabello volvió a su posición natural en unos segundos.

—No te preocupes, mi niña —murmuró Lisa mientras la abrazaba, en parte contra la voluntad de la chica, en parte a favor.

—Intentaré hacer lo que pueda, pero no te prometo ningún milagro con Marc.

—Sólo intenta comprenderlo —le aconsejó su madre.

Después, ambas se separaron (un tanto incómodas, la verdad) y Lisa salió de la habitación.

Kim se preparó para ir esa tarde a la librería junto a Marc y siguió rumiando las palabras que le había dicho su madre.

***

En cuanto entró se alegró de estar sola y de que su nuevo ayudante aún no hubiera llegado, pero tras diez minutos de observar las cajas de nuevos ejemplares (en sustitución por los quemados) totalmente inmóviles, Kim comenzó a preguntarse si ese zoquete de Marc Tyler tenía la menor intención de cumplir la palabra dada y entrar a arreglar lo que él mismo había estropeado.

Como si hubiera oído sus pensamientos, la puerta se abrió y el joven entró a la sala.
La tensión aumentó vertiginosamente en cuanto cruzó la entrada y lo primero que vio fue la mirada de Kim, reprobatoria, al otro lado del mostrador.

—Llegas tarde. Veo que estás muy interesado en esto.

De ningún modo le diría que llevaba casi quince minutos en la puerta y que la había visto entrar, pero había preferido esconderse hasta reunir el valor suficiente para seguirla.

—Sí, ya ves. Supuse que me necesitabas.

Antiguamente, Marc habría acompañado ese comentario de una brillante sonrisa, pero en esa situación Kim pudo ver cómo su piel cetrina casi carecía de brillo y las ojeras bajo sus ojos resaltaban intensamente en su rostro.

—Ponte en marcha. Coloca esas cajas.

Él las miró desde lejos y calculó que habría unos treinta libros nuevos que debía colocar. Pensó en hacerlo sin preguntar, pero sabía que lo haría mal y entonces se ganaría otra regañina por parte de la señora Voldemort.

—¿Cómo tengo que hacerlo? No sé cómo se ordenan.

Kim resopló sonoramente y se dispuso a ir hacia él para explicárselo todo, pero un anciano señor entró por la puerta y la joven retrocedió para atenderlo.

El anciano sonrió hasta que de pronto se percató de quién era Marc y frunció el ceño profundamente, disgustado. Todo Minewolf se había enterado de lo que había ocurrido en la librería y por supuesto y como solía decirse: “En los pueblos mineros y en los pueblos pesqueros no hay secreto que se esconda demasiado tiempo”. No tardó mucho en optar por ignorarlo, pero aun así, Marc seguía notando sus miradas reprobatorias golpeándolo.

Observó que Kim también se había percatado y que, hábilmente, intentaba distraer la atención del hombre hacia los libros. Le impresionaba el modo en que ella podía escuchar interesadamente o reír en el momento exacto. Sabía tratar a la gente.

Todo fue bien hasta que el hombre decidió irse, con un par de libros en una bolsa de compra.

—Tu madre se está portando muy bien dándole trabajo al chico —con su bastón señaló a Marc, que contuvo la respiración al saber lo que vendría entonces—. Hay chavales que tendrían que estar en la cárcel desde hace tiempo.

Sin más palabras, el anciano cruzó la tienda y finalmente abandonó la librería Mason, dejando a Kim perpleja y a Marc extrañamente dolido.

—Oye, Marc —Kim fue la primera en cortar el silencio— no creo que ese hombre tenga razón…

—Déjalo.

Su voz fue fría, tanto que Kim sólo pudo sentir una oleada de furia hacia él. ¡Era un capullo! Ni siquiera podía hablarle para decirle algo bueno, ¡entonces sólo le diría cosas malas!

—No creo que sea conmigo con quien tienes que enfadarte, te recuerdo que fuiste tú quien intentó quem…

—¡Cállate de una vez! ¡Yo no intenté quemar esto!

Kim rió cínicamente. La furia bullía en su interior, y no era una sensación del todo desagradable.

—Discúlpame si malinterpreté que estuvieras esposado frente a la librería mientras el humo salía por todas partes y tú decías que todo había sido un accidente.

La mirada de odio que Marc le dirigió fue como una patada en el estómago y como buenos golpes que ambos acababan de dirigirse, no tardaron en aparecer estragos en los dos: Los ojos de Kim se apagaron de golpe y la expresión de Marc se ensombreció aún más.

—¿Sabes qué? Que no necesito que me ayudes a ordenar tus estúpidos libros. Puedes irte, yo me las apaño.

—¿Ah sí? —Kim gesticuló en exceso y su voz sonó demasiado aguda para resultar incluso soportable—. Pues léeme los labios: Que-te-den Don Imbécil.

—¡Deja de insultarme!

Sus voces se alzaron tanto y con tanto ímpetu que la joven que acababa de entrar tuvo que toser a un volumen muy alto para hacerse escuchar.
El silencio apareció de pronto y los dos se quedaron mirándola. Con el pasar de los segundos, el enfado y la furia daban paso a la vergüenza y el cansancio.

—¿Podéis ayudarme? —Dijo con una aguda vocecita—. Necesito una lista de libros para leer en verano.

De su bolsillo sacó un pequeño papelito y se lo tendió a Kim, que murmurando una disculpa, se dirigió a la trastienda para conseguir los cinco títulos que figuraban en la lista de la adolescente.

Una vez allí suspiró profundamente a la vez que apoyaba su espalda en la pared de madera. Solo deseaba que el tiempo que le quedaba en Arizona no fuera siempre así, y que las cosas cambiaran pronto.

Gracias por leer, ¡mil besos!

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