Noche de Fuego. (DISPONIBLE E...

By Tequila213

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Kim tiene dos cosas claras en su vida: Que no quiere separarse de su padre y que está completamente enamorada... More

Noche de Fuego.
Nota de la autora y agradecimientos.
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33. FINAL.
Epílogo.
Libro en papel <3
Las 10 citas de Anne [En Wattpad]

12.

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By Tequila213

Cada voto y cada comentario cuentan :)   


Capítulo 12.

Había amanecido hacía apenas unos minutos y Andrea se encontraba hablando por teléfono con evidente nerviosismo. Prácticamente no había pegado ojo en toda la noche y en cuanto había visto los primeros rayos de sol filtrarse por la ventana, había corrido hacia el teléfono para llamar a Lisa. En ese momento Andrea se encontraba totalmente segura de que Lisa era su mejor amiga, puesto que lo que ella le acababa de proponer no lo habría hecho cualquiera.

—Tranquila, Andrea. Ahora mismo me visto y nos encontramos para ir a buscar a Marc —se oyó la voz al otro lado de la línea.

—Gracias Lisa. Oye, ya sabes cómo es Marc... pero te juro que pronto te ofrecerá sus disculpas y te dará una explicación.

Un suspiro de su amiga y Andrea volvió a sentirse profundamente avergonzada.

—Nos vemos ahora, paso a buscarte en diez minutos —anunció Lisa y tras sendas despedidas, las dos colgaron.

Andrea dejó el teléfono sobre la mesa y volcó en el friegaplatos una taza llena de café de la que no había bebido ni un solo sorbo. Caminó hacia su habitación para vestirse y no pudo evitar fijarse en una de las fotos que reposaban en el aparador: El jefe de policía, Gerard Tyler, posaba con el uniforme y cuadrándose al estilo militar, a su lado, un niño de apenas ocho años intentaba imitar a su padre y Andrea pensó que Marc tampoco había cambiado tanto desde entonces. La sonrisa del niño se le quedó grabada junto a la amable mirada del padre e, intentando que los recuerdos no la acosaran en ese momento, se dirigió hasta su habitación rápidamente, cruzando esa casa vacía y fría.

***

Los rayos de sol lo golpearon en la cara de pronto y Marc gimió al darse cuenta de dónde estaba. Tenía la espalda destrozada por haber dormido en una mala posición y el sudor había empapado su camiseta blanca. Estaba en una pequeña celda de no más de dos metros cuadrados y justo frente a él había otra parcela de igual tamaño. Un vagabundo murmuraba palabras incomprensibles, tumbado en el suelo de su calabozo y al percatarse de que Marc se había despertado, se levantó rápido para hablar con él.

—¡Gordon! ¡Gordon, has venido! —El vagabundo se agarró a los barrotes y comenzó a sacudirlos con euforia, era como si verle a él fuera lo más maravilloso que le hubiera pasado nunca.

Marc retrocedió automáticamente, pensando que el hombre podría incluso tirar las celdas abajo. Miró a su alrededor, pero el escritorio que tendría que estar ocupado por el agente Smith estaba vacío.

Desde su sitio le llegaba el olor a alcohol rancio que desprendía el vagabundo.

—¡Eh, Gordon! Ahora que estás aquí podemos fugarnos juntos. He traído la nueve milímetros que me pediste y también tengo munición.

El chico se frotó los ojos para comprobar que no estaba en un sueño. ¿Qué acababa de decir ese hombre? Pensó que estaba totalmente chiflado hasta que se metió la mano en el gran bolsillo de su sucia gabardina y sacó algo. Marc se juntó aún más a la pared, preparado para que el hombre sacara el arma, pero en lugar de eso sacó una galleta roñosa y se la tiró. Le dio en la cara.

—¿Qué hace? —se quejó el chico frotándose la mejilla.

—¡Carga tu arma, Gordon! Mindy nos espera fuera con la pasta.

—¿Qué co... —comenzó a decir Marc, pero justo en ese instante el agente Smith apareció por la puerta con una bolsa de papel y se acercó a él.

—Toma, Marc —el joven cogió la bolsa—. ¿Cómo has pasado la noche?

En la bolsa había un par de sándwiches envueltos en papel de plata. Con un poco de miedo cogió uno y se lo acercó al vagabundo que lo agarró rápidamente y se lo metió en otro de sus innumerables bolsillos.

—Cada vez tengo más munición, ¡la venganza está cerca! —exclamó mientras se acomodaba en un rincón del calabozo, lo más lejos posible de ellos.

—Mal, sólo he dormido un par de horas —dijo respondiendo a la pregunta de Basile Smith y despegando la mirada de su «curioso» compañero.

Basile era joven, no tenía más de treinta años y medía aproximadamente lo mismo que Marc. Su piel oscura y sus ojos claros hacían un contraste bastante encantador y sumado a la labia que poseía con las mujeres, era indiscutiblemente el bombón del cuartel. Los segundos de silencio pasaron y entonces Marc vio esa mirada extraña, mezcla de compasión y acusación. Conocía a Basile desde que había nacido y aunque se tenía bien merecido el sermón que iba a darle, seguía sin poder soportarlo viniendo de uno de los compañeros de su padre.

—Mira, Marc. Sé que no soy tu padre y que debería cerrar la boca, pero también sé que tú no eres capaz de incendiar nada y apuesto a que tus amigos estaban contigo anoche.

—¿Qué amigos? ¿De qué hablas? —murmuró Marc, indiferente. Se alejó un par de pasos de los barrotes, no quería que nadie le diera más consejos.

—Sabes perfectamente lo que estoy diciendo, Marc. No seas idiota.

—¿Idiota? Estaba solo, Smith. Y solo haré el castigo que me impongan.

Realmente no habría costado en absoluto decir que Frank estaba con él y que fue él quien provocó el fuego, pero sabía que Frank un cobarde. No tardaría en inculpar también a Rob y a Will y finalmente acabarían los cuatro en el reformatorio, confundiendo comida con munición para armas.

—No habrá castigo, al menos no por nuestra parte. Lisa no ha puesto ninguna denuncia.

Marc abrió la boca, realmente sorprendido. ¿De veras? No, eso no podía ser. Tenía que ser una broma.

—¿Cómo? ¿Cómo que no me ha denunciado?

Basile negó con la cabeza, al parecer él tampoco terminaba de entenderlo.

—Como te lo digo. Al parecer ha llegado a un acuerdo con tu madre... Llevan media hora hablando con el jefe Johnson. Él tampoco da crédito a lo que están diciendo.

—¿Pero me lo estás diciendo en serio? ¿Ni siquiera allanamiento de morada?

Basile se rió.

—Joder, Marc. Parece que quieres que te inculpen.

Y la verdad es que en cierto modo lo prefería, se sentía mucho peor si lo dejaban marchar impune que si al menos tenía que hacer unos meses de servicios comunitarios, al menos.

El chico quiso responder con una pequeña broma, pero en ese mismo momento, su madre y Lisa aparecieron por la puerta y lo miraron fijamente. Tras ellas, el jefe Johnson agitaba las llaves de los calabozos. Iba a sacarlo de allí.

***

—No me lo puedo creer. ¿Nunca has escuchado Dark Lust?

Kim no daba crédito a lo que su hermanastro decía y rápidamente se levantó de la cama de Simon para sentarse frente al ordenador.
La habitación era sencilla: la cama estaba pegada a la pared, el escritorio junto a la ventana y todo lo demás estaba más o menos ordenado.

En unos segundos, la música comenzó a sonar tan alta que parecía que las paredes estaban retumbando.

—¿Siempre tienes que poner la música a ese volumen? —gritó Simon, haciéndose oír por encima de las guitarras y los gritos.

Kim bajó el volumen casi hasta el mínimo, dejándola sólo como un suave susurro. Había hablado esa mañana con Álex y con su padre. A Toby no había querido contarle lo de la librería para no preocuparlo, pero lo acabaría haciendo tarde o temprano. Eran más de las seis de la tarde y Lisa aún no había aparecido desde que había salido esa mañana a hablar con Andrea, ni siquiera había llamado y Kim se moría de ganas por saber qué había ocurrido finalmente con Marc.

Hacía un par de horas también había llamado Emma, la otra empleada de la librería para saber cómo iban las cosas por allí, pero Kim no había podido proporcionarle ninguna novedad puesto que sencillamente, ella tampoco sabía nada.

Volvió a sentarse en la cama de Simon, donde él estaba tumbado y pensativo. Llevaba así desde que habían subido.

—Oye Sim... no es que quiera meterme donde no me llaman, pero...

No supo cómo seguir, la verdad es que aunque en esos días había desarrollado mucha confianza con su hermanastro, no tenía claro si podía tocar el tema de Rhiannon o si a él le molestaría...

—¿Pero? ¿Qué ocurre?

Decidió arriesgarse, quizá era un poco cotilla, pero si en realidad estaba tan colado por ella como Kim creía, lo mejor sería que empezara a demostrarlo y no a huir al verla.

—A ti te... —se retractó—. ¿Qué opinas de Rhiannon?

El chico se tensó de pronto y se levantó, quedando sentado en el otro lado de la cama.

—¿Por qué? ¿Te ha dicho algo?

Kim soltó una pequeña carcajada y su cabello platino saltó sobre su espalda. Dejó de reírse de inmediato, al temer que a Simon no le hiciera gracia —que por cierto, no se la hizo— y volvió a girarse hacia él.

—No, no he tenido oportunidad de hablar con ella —guardó silencio hasta que supo que era absurdo retrasarlo más—. Te gusta, ¿no es así?

Simon abrió la boca para negarlo, pero no tardó mucho en darse cuenta de que era una tontería hacerlo, y mucho más delante de su hermanastra.

—Mi mejor amigo dice que quizá le guste, pero que como no hablo con ella, no tengo oportunidades.

—Le caes bien. —Kim compuso una sonrisa y eso le tranquilizó.

—¿En serio?

—En seeerio. Volveré a invitarla a cenar aquí, o quizá a dormir y se quede encerrada en tu habitación por accidente...

Sim la reprendió, aparentemente ofendido, pero volvió a enrojecer con violencia al instante y Kim sintió cómo ese lazo que los unía se hacía más fuerte a cada momento. Su amistad comenzaba a forjarse solida.

Finalmente, Kim se levantó, rumbo a la puerta.

—Venga, vamos a comer algo. Conocerás algún sitio en el pueblo donde pongan algo de música decente.

—Música que pueda gustarte... digamos que Arizona está llena de bares moteros de mala muerte. —Simon la siguió y ambos fueron bajando las escaleras—. Si encuentras a algún tío lo suficientemente sobrio, a lo mejor puedes convencerle de que te conceda un baile.

Kim golpeó al chico sin dejar de reír.

—¡Yo no bailo! Y muchísimo menos con un tío que no esté borracho...

Las carcajadas se oían por toda la planta baja de la casa, pero cesaron de pronto, en cuanto Lisa giró la llave en la cerradura y abrió la puerta.

Simon y Kim se dirigieron de inmediato a ella, preocupados.

—¿Qué ha ocurrido?

—Todo se ha solucionado —suspiró Lisa.

—¿Cómo que solucionado? —Kim la miró, confusa—. ¿Qué ha pasado con Marc?

Se descubrió a sí misma con el corazón latiendo rápidamente. ¿Y si lo habían mandado al reformatorio? Era lo que se merecía, sí, pero... ojalá no se lo hubiesen llevado de Minewolf. Se sentía extraña ya que hasta ese momento no se había percatado de lo fuertes que eran los pensamientos que estaba teniendo. Por suerte, su madre negó con la cabeza.

—Nada, nada. No le ha pasado nada. Ahora mismo está en su casa recibiendo broncas de su madre.

—¿Pero qué le van a hacer? —La voz de Simon sonaba calmada, como si supiera que poniéndose histérico no conseguiría nada aparte de alterar a su madre.

Lisa los miró con franqueza y se dirigió a la cocina con aire cansado.

—Sentaos —indicó—. Al final no va a pasar nada. Hemos llegado a un acuerdo.

—¿Qué clase de acuerdo?

—A uno beneficioso para todos, Simon. Nadie gana nada si envían a Marc a una cárcel y Andrea se queda sola otra vez.

¿Otra vez? ¿A qué se refería su madre con ese «otra vez»? Se dispuso a preguntarle sobre el padre de Marc, tema que llevaba rondándole la cabeza toda la noche, pero finalmente sus pensamientos se fueron por otro hilo al oír lo que su madre dijo en ese momento.

—Marc trabajará en la librería hasta que haya pagado todo lo que nos debe por las reformas.

Kim abrió la boca, sorprendida, y Simon se puso pálido de pronto.

—¿Cómo que en la librería? ¡Ha intentado quemarla!

Su madre guardó silencio durante unos segundos y sus ojos se perdieron en los dibujos del mantel azul que recorría la mesa. No sabía cómo decírselo a sus hijos sin que se alteraran aún más.

—Yo... —volvió a intentarlo—. La verdad es que no creo que Marc intentara quemar nada.

Kim se sentía extremadamente confusa y, aunque discrepaba de la opinión de su madre, aun así Marc había estado dentro de la librería esa noche. ¡Incluso había robado la llave!

—Pero, Lisa...

—Kim. Hemos tomado una decisión; Marc va ayudarnos a reparar el daño que ha causado y desde mi punto de vista, ahora que se ha dado cuenta de que sus propios amigos lo dejaron tirado esa noche... A la larga, será mucho mejor persona.

La lógica de su madre le parecía absurda, pero Kim se mordió los labios y compartió una mirada cómplice a la par que preocupada con Simon.

—De todas formas no creo que Emma quiera compartir ni un minuto de su tiempo trabajando con Marc, ha llamado hace un rato y parecía realmente furiosa con él.

—Kim, mírame. —Hizo una pausa dramática—. No va a ser Emma quien comparta su turno con Marc. Sé que en ella puedo confiar, pero tú...

—¡No, no y no! Por supuesto que yo no me voy a hacer cargo de él.

—Ahora está solo, no es la misma persona de anoche. Está completamente solo.

Kim frunció los labios con enojo, ¡no quería! Simon permanecía callado, pero aun así, la línea tensa de su boca indicaba que él no estaba de acuerdo con la decisión que acababa de tomar su madre. No terminaba de ver justo ofrecerle mil y una oportunidades siempre a la misma clase de gente.

—Yo ya tengo a Simon en la librería —omitió el hecho de que su hermanastro siempre olvidaba ir o le «surgía algo» que se lo impedía—. Así que no creo que se necesite una persona más. O voy yo, o va él.

—No me pongas en ese aprieto, es una conclusión a la que he llegado con Andrea.

—¡Pero yo en ningún momento te pedí poder estar trabajando en la librería! De pronto me dijiste que me encargara de eso y yo no me quejé. —La joven se levantó de la mesa, cada vez se alteraba más y hablaba más alto—. Y ahora sólo te estoy diciendo que no quiero estar con ese chico, que me cae mal, ¡que le odio!

La rabia brillaba en sus ojos, pero los de su madre también comenzaron a llamear y aunque no solía alterarse con Simon, las palabras de Kim le dolieron.

—Pues más te vale acostumbrarte a odiarlo en silencio porque vas a trabajar con él en cuanto volvamos a abrir la librería y es más, vas a poner cara de interés cuando te hable, responder cuando pregunte y ayudarlo cuando te necesite. ¿Lo has entendido?

Kim bufó y salió corriendo hacia el piso de arriba, al final del pasillo era donde estaba su habitación. Estaba tan enfadada que sentía los dedos ardiendo de tensión. Desde la cocina, Lisa y Simon sólo oyeron un gran portazo que indicaba que el enfado tardaría mucho en irse. Después la música comenzó a sonar a todo volumen, borrando todo lo demás.

<3

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