El destino de Medusa || Harry...

By GinellePhoenix

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¿Y si te dijera que la historia de Auradon no es como la conoces? ¿Qué no todos los villanos fueron enviados... More

Prólogo
Combate de espadas
Tormenta
Secreto a voces
Bazofias de la Isla
Abducted
Tratos con el diablo I
Tratos con el diablo II
Nuevas no tan buenas
Cuando el reloj marca las doce
Experimento marino
Trouble, trouble, trouble
Trucos de un ladrón
La bahía
Respuesta
Gato por liebre
El dilema de la prisionera
Salvando al hombre equivocado
Despertar
Cambios de media luna
Roulette
El ojo del huracán
Digno Oponente
Lost Revenge
El listón azul
De una treta y otros desastres
Mamba negra
15 curiosidades
Sueño lúcido
Frenesí
Elegir un bando
Nuevos horizontes
Un problema doble
Whispers of a mermaid
Ma douce souffrance
Deja vú
Feliz no cumpleaños
Bienvenidos a Auradon
H de Harriet
Blanco y negro
Noche estrellada
Memories
Moonacre Manor
Mentanoia
La cueva del Peloponeso
Las hilanderas del destino
Cuentos del Olimpo
Madness return(s)
A través del espejo
La dama del lago
Bibbidi-bobbidi-boo
Serpientes y dragones
Damnatio memoriae
Manos de princesa
Ilusión de colores
Oscuridad
Asunto de Estado
Las brujas del mar
Inframundo
Saint Martin
Persecución y huida

Turquesa, jade y esmeralda

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By GinellePhoenix

Entre al camarote de mi madre, estaba sentada en su escritorio cosiendo muñecos, me acerque a ella sin mirar nada en específico. El camarote es amplio, con colores oscuros y sin espejos por ningún lado, detrás de mi madre los cristales de las ventanas estaban sucios desde afuera, se veían oscuros y la poca iluminación con velas era suficiente para ver por lo menos lo importante dentro del lugar. En la pared del lado derecho las gruesas puertas detrás de las rejas con cadenas y un enorme candado guardaban todos los trofeos que mi madre iba tomando; los barcos atrapados en botellas de ron vacías. Pasamos años buscando el Venganza que cada barco pirata que se cruzaba en nuestro camino terminaba dentro de una botella resguardado detrás de esas cadenas.

-¿Qué quiere?

-El prophètée -mi madre se puso tensa, no está dispuesta a sacar ningún barco de su botella, de eso estoy segura-. Le dije que no pasará y...

-Entonces querrá irse -negué, debía contarle a mi mamá la verdad, pero entonces sabrá porque dejé que ganara, soy buena mentirosa pero no con ella, no suelo mentirle acerca de nada. Debo idear un buen plan sino no quiero ni saber que planes hará para Peter-. No creo que quiera morir, es joven y muy apuesto, tiene mucho que vivir aún.

-Quiere el anillo de jade -mentí rápidamente, sé que si hago creer a mi madre que Peter quiere algo valioso para gastar en un futuro, entonces no sospechará nada en el futuro, para mi madre los hombres solo quieren riquezas para gastar en placeres y vicio, si creía que Peter es cómo todos entonces lo ignorará igual que al resto de la tripulación-. El que robamos en la joyería de Cádiz.

Mi madre miró su mano en busca del anillo, pero ese no lo lleva puesto jamás, es demasiado grande y llamativo, además de que estorba en combate. Todas esas joyas las guarda en un cofre debajo de su escritorio, y la llave siempre está en su cuello colgada, me erguí mirando su sombrero sobre el globo terráqueo lleno de marcas, lugares que hemos visitado, saqueado, buscado y sobre todo los lugares que no debemos cruzar jamás. Se puso de pie y rodeo el escritorio hasta quedar frente a mí, me miraba como cuando quería saber más, ese brillo de inquietud en sus ojos que tiene cada que intenta descubrir toda la verdad en una persona resaltaba aún bajo la leve luz de las velas. Me mantuve erguida y dejé de respirar para no delatarme, hace tiempo rebasé a mi madre en estatura, le llevo al menos cinco centímetros, aunque no se notan demasiado ya que ella siempre usa botas con tacón y yo no.

-Lo tendrá ésta noche -mi madre se giró para volver detrás de su escritorio, en ese momento solté el aire y respiré con tranquilidad, no notó que mentí.

Es difícil imaginar a mi madre en mi lugar y a Barbanegra sentado en aquel escritorio, mi abuelo había sido el pirata temido por piratas y mi madre se está ganando el mismo título o aún peor, ya que al ser mujer todo es distinto. Vi a mamá sacar la llave de su cuello y asomarse un crucifijo de su escote, se agachó perdiéndose bajo el escritorio y escuché como abría el cofre, me di un pequeño recorrido por el camarote, hacía tiempo no venía aquí, al menos desde la última vez que tocamos tierra y eso fue un mes atrás, todo seguía casi igual.

No quería volver esa noche al Jewel of the Ocean, quería quedarme aquí, con mi madre igual que cuando era pequeña. Me sentía culpable por dejar que Peter ganase en el combate pero finalmente, sé que mi madre lo comprenderá algún día, o tal vez lo haría ya mismo más no estoy segura de querer confesar aún. Primero quería cometer el error y después arrepentirme, al menos así sabré que se siente. En el estante de libros, mapas y pergaminos había algo inusual, o quizá no lo había notado antes, cartas en hojas azules, con el sello real de un reino desconocido para mí, nunca había visto nada escrito en hojas azules, siempre son blancas o amarillentas. El golpe del cofre cerrándose me hizo dar un salto y disimule estar entretenida mirando el libro de hechizos que descansa sobre la pequeña cajonera, el hechizo que ahí había era uno de liberación de alma, mente y corazón, ¿para que quiere ese hechizo mi madre? en la otra página había un conjuro para liberarse de las cadenas que te atan a un lugar maldito. Los pasos de mi madre caminando cada vez se hacían más cercanos. La sangre de tu peor enemigo, el cabello de un ladrón, las llamas azules de Hades, el vínculo de un amante perdido y la vida de un traidor. Que sangriento suena, parece hasta satánico, pero comprendo que quizá las más difíciles de obtener son las llamas azules de Hades, hasta donde sé los dioses odian sino a todo humano, al menos sí a todo pirata. Mi madre leyó lo mismo que yo y señaló el procedimiento; en un caldero de bronce se pondrá fuego, el cabello trenzado de un ladrón y el vínculo de amor se pondrán en este, se pedirá clemencia a Hades por tus pecados, pondrás la sangre tiñendo de rojo y con una daga de plata tomarás la vida de un traidor como ofrenda al dios, si éste la acepta las llamas se volverán azules, frías como el hielo, te iluminará la salida y guiará tu camino hacia un mejor destino. Nada de eso suena muy convincente pero si hablamos de escapar de un lugar maldito, mejor consigo un libro igual a éste.

-Nunca sabes cuándo vas a necesitar la ayuda de un dios, Medusa -habló mi madre aún sin mirarme, es una mujer hermosa, algún día quiero ser igual a ella-. Sabes lo que pasó con Calipso hace 20 años, nos otorgó el perdón y gracias a eso podemos navegar libres en sus dominios.

Mi madre tomó mi mano y puso el anillo de jade en ella, la cerró y luego la escuché suspirar, supongo que las joyas no son realmente importantes para ella, ninguna que no tenga un valor que no pueda comprarse, puede desprenderse de esta con facilidad. El medallón de Atenas, la espada de Tritón, el anillo de Barbanegra, ninguno podrán quitárselo sin perder antes la vida. Miré mis uñas pintadas de rojo sangre, los muchos anillos y el vendaje negro que me puse antes de la batalla para no lastimarme de nuevo con la espada, abrí la mano y miré el anillo hecho con esa hermosa piedra verde.

-Te veré por la mañana, madre.

Coloque el anillo en mi dedo medio, hice una reverencia a mi madre que fue respondida con un asentamiento y una sonrisa. Salí del camarote de mi madre y fui en busca de Peter, ya todos dormían, espero, los Zombies custodian cada noche que nadie intente hacer una idiotez, en el timón estaba Zed, bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, quizá ahí encuentre a Peter antes de volver a mi barco.

Estoy aún más nerviosa ahora, sentía que mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier instante, aún no comprendo lo que estoy haciendo pero sin duda estoy extasiada, la emoción corre por todo mi cuerpo cómo si fuese electricidad, por mis venas corre la incertidumbre. En la cocina no había nadie, saliendo de ahí alguien me empujó hacia una pared, con su mano cubría mi boca, aplastaba mi nariz y casi me picaba los ojos con sus dedos, hizo un sonido de silencio y luego vi a Zam y Zoni pasar a metros de nosotros. Peter me había aprisionado y cuando me soltó retiré la daga de su abdomen, este se quedó mirándome con los ojos muy abiertos, la guardé de vuelta a mi bota y lo empujé por el hombro para volver a la cocina, ahí podíamos hablar sin que nadie sepa nada, Peter me siguió sin decir nada.

-¿Cómo...? -miré sobre mi hombro a Peter, seguía sorprendido, caminé hasta la alacena y saqué una botella de ron a medias- ¡Pudiste herirme! ¿Quién creías que era?

-No soy muy confiada -abrí la botella, la llevé hacia mis labios y antes de tomarle decidí que debía aclarar una cosa-. No me venciste chefcito, te dejé ganar.

Le di un largo trago a la botella sintiendo el ron pasar por mi garganta, cerré los ojos para saborear mejor el líquido y cuando necesite aire dejé la botella a un lado, estaba cansada de estar de pie, me subí a la mesa aún con la botella en mi mano. Quizá no comprendo porqué mi madre se enamoró de Jack Sparrow pero si porque ama el ron. Es un elixir de vida, aunque el vino que robé de alguna costa de Italia era aún más delicioso.

-No lo entiendo -Peter caminó por la cocina hasta quedar recargado frente a mí en algún almacén, se quemaba el cerebro tratando de entender-. Porque Medusa, la mejor espadachín pirata ¿dejaría ganar a un chefcito?

Me reí de ello, sonaba tan divertido cuando él mismo se llamaba así. Sé la respuesta más no se la daré, le di otro trago más a la botella y se la extendí, Peter la tomó, dio un sorbo al ron y se quedó esperando una respuesta.

-¿Porqué tú, niño bonito, querrías un beso de esta pirata -me incliné hacia adelante tratando de verlo mejor bajo la luz de la vela- cuando puedes tener a la mujer que quieras en cualquier costa?

Por la cara que puso, comprendí que lo había desarmado por completo, me reí de nuevo y luego me puse a trenzar un mechón de mi cabello esperando una respuesta. De pronto él estaba demasiado cerca, se había metido entre mis piernas y tenía sus manos recargadas en la mesa, cada una de un lado de mis caderas, me erguí en mi lugar tratando de parecer tranquila aunque sentía como mi cuerpo se volvía un manojo de nervios, su cercanía provoca aquello. Tragué duro, mantuve mi respiración lo más relajada posible, lo ví sonreír y sentía como me desarmaba, a esa distancia y con esa luz poco veía en sus ojos, sus colores se intensificaron más, tenía verde alrededor, café al centro y muchas motas naranjas en ellos, hipnotizantes.

-Porque sólo hay tres cosas que valen la pena en este barco -¿Tres? para Peter sólo tres cosas valen la pena, me preguntó cuales serán- y un beso de la nieta de Barbanegra, el pirata más cruel que el mundo nunca había visto, es una de ellas.

Inconsciente abrí la boca ligeramente, estoy segura que tenía algo que decir más nada salió de mis labios. Estaba a punto de besarme cuando puse mi mano frente a su cara, mostrándole el anillo de jade, no comprendía que le quise decir con ello, miraba el anillo y luego mi rostro.

-Le dije a mi madre que pediste el anillo de jade -lamí mis labios, tenía sed y que no me haya devuelto la botella de ron no me hace muy feliz, procedí a quitarme el anillo aunque Peter me detuvo, levanté la cabeza para verlo negar-. Si no te lo doy me meteré en problemas, quiero que lo conserves.

-Eso hacen los piratas, meterse en problemas.

-No con Angélica Teach -me quité el anillo antes de que Peter pudiera detenerme otra vez- y menos su propia hija -lo puse en su mano pero Peter se negaba a tenerlo-. Tómalo cómo un regalo por no poder darte el barco de tu padre.

-Me conformo con el beso -dejo de ver el anillo y comenzó a buscar mi mirada, no puedo hacerlo, rompería reglas de mi madre, su palabra es la ley y yo no soy nadie para romperlas sin ningún motivo. Peter se quitó algo del cuello, el collar de una tortuga de metal, lo puso en mi cuello, levanté un poco el cabello para no enredarlo con la cadena-. No es una gema pero quiero que lo tengas.

-Hazme un favor ¿quieres? -Peter asintió, quizá el anillo no sea un buen regalo para alguien que perdió todo en manos de mi madre, regalarle algo que robé para ella quizá no es muy buena idea- la próxima vez que toquemos puerto, vende el anillo y vete, huye lo más lejos que puedas y no mires atrás.

-¿Qué será de ti? -me encogí de hombros y tomé el collar que me puso-. No puedo dejarte en ese barco endemoniado, y tampoco a mi padre en una botella.

-Ese barco, mi madre y la travesía en busca de lo que nos fue robado es lo único que tengo.

Peter acarició mi mejilla, acomodó un mechón detrás de mi oreja con cuidado de no enredarlo en mis argollas, me tomó de la nuca y unió nuestros labios en un suave movimiento. Cerré los ojos y dejé que sus labios guiaran, nunca antes había besado y ahora lo estoy haciendo, un beso real y no en sueños. Lo tomé de los hombros para apartarlo, pensé que era suficiente y que alguien podría vernos, con una mano me pegó a él desde la espalda y con la otra me mantenía de la nuca pegada a su boca, intenté apartarlo una vez más y no cedió. Me di por vencida. Lo rodeé con mis brazos y me puse a jugar con su pelo, no lo llevaba muy largo, ni al lóbulo de la oreja le llegaba, en medio del beso Peter sonrió, lo sentí en mis labios, su beso era dulce, con el ligero sabor del ron que bebimos hace un rato, abrí más los labios y lo dejé explorar con su lengua mi boca, era más extasiante que embriagarse con vino. Peter Luv. El ayudante del cocinero, un guapo joven de 25 años besando a una niña que no ha cumplido los 18; el hijo de un pesquero besando a la nieta del pirata despiadado, un chico que pudo ganar su libertad en un combate decidió besar a la hija del capitán que se lo rebato todo en una noche. Supongo que cupido trabaja de formas extrañas en el mar. Peter me separó de él dejándome con ganas de más, apoyó su frente contra la mía, abrí los ojos acostumbrándome a la luz de nuevo, casi podía ver cómo nuestras respiraciones se unían frente a nuestros rostros, volviéndose una sola.


Me levanté de golpe, tenía la respiración agitada y con las manos sudando, creo que la frente igual, miré a mi alrededor y no hallé nada extraño, aunque por la falta de luz no podía notarlo a simple vista. Escuché movimiento fuera, supuse que sería Zui, por las noches mantenía guardia fuera de mi camarote por órdenes de mi madre para mantenerme a salvo. Nunca había tenido un sueño tan intenso, ni siquiera cuando soñaba con perder a mi madre del mismo modo que ella perdió a Barbanegra, esa era la única pesadilla que me atormenta por las noches y puede mantenerme temerosa por días. Traté de calmar mi respiración, me froté la cara con las manos y los recuerdos del sueño fueron borrosos casi por completo, no podía quitar la imagen de alguien herido cayendo al agua y yo llorando y gritando desesperada, bajé mis pies de la cama y busqué las botas a ciegas en el suelo, recordaba una batalla, a mí haciendo equipo con un completo desconocido, Peter muerto y esos ojos... nunca he visto unos ojos como aquellos en mi vida. Azules, igual que el mar. Encontré las botas y me dispuse a ponerlas en mis pies para salir y distraerme, no podía pensar en algo que vi en un sueño solamente cuando tengo cosas más importantes que hacer.

Esos ojos que desprendían locura y crueldad, astucia e incredulidad, esos ojos que podían hipnotizar... me abofetee, no debía pensar en nada que no fuese real. Ya con las botas puestas me levanté y caminé hacia el pequeño tocador con un espejo mugriento, debería limpiarlo alguna vez... o mandar a alguien que limpie todo aquí. Jalé la pequeña liga que ataba el fin de una trenza mal hecha y la deshice como si deshebrase algo, el leve reflejo que alcanzaba a ver me decía que debería encender alguna vela para ver mejor, cuando terminé de soltar mi pelo lo lancé hacia atrás y abrí el cajón en busca de algún cerillo, hasta que di con uno y prendí la vela junto al espejo. La luz me cegó unos segundos, parpadeé y luego me acostumbré a la nueva iluminación. Miré mi reflejo, el pelo castaño ondulado, estaba más ondulado de lo normal, quizá se debía a la trenza, mis ojos se veían más oscuros con esa luz y debajo de estos había un par de lunas moradas, por lo regular mis ojos están rodeados de rojo, mis ojeras rojas, pero ahora están lilas, se debe a que son las tantas de la madrugada tal vez. Mis labios siempre están pálidos, ahora están resecos también, jalé un pellejito y recordé el beso con Peter. Mi primer beso. No pude evitar sonreír, sus ojos verdosos me hacían alteraciones en mi sistema nervioso. Y de nuevo esos ojos me invadieron la mente, ¿qué es lo que significa? Nadie tiene ojos tan azules o con esa chispa de demencia que los hace resaltar, al menos nadie que yo conozca. Miré el reloj de bolsillo que robé en Inglaterra, no recuerdo a quien sólo que lo robé de ahí, decía que no pasaban de las cuatro de la madrugada.

Jamás vi el Big Ben cuando estuvimos ahí, solo recuerdo que robé un reloj valioso en el país donde había un reloj gigante, si no me equivoco, el reloj iba a ser un regalo a alguien importante. Tenía al menos tres o cuatro horas para distraerme ya que no podría volver a dormir, eso es seguro. Pensando que podía hacer sentada en el tocador, el viejo dibujo que hice de Medusa en la pared llamó mi atención, sé porque me llaman así, pero nunca había pensado en el hecho que Medusa tiene serpientes en lugar de cabellos, puedo hacerme trenzas imitando su imagen, puedo pintarlas de verde para que parezcan serpientes de verdad, puedo hacerme un par de rastas y decorarlas con argollas de oro y plata. Tengo tres rastas en todo el cabello, una está debajo de mi pelo iniciando en la nuca, de color gris, mi madre dice que es plata, otra a su lado con adornos rojos y dorados, y la tercera la tengo al otro lado de la cabeza, iniciando detrás de la oreja un poco más arriba, a esa solo le puse una cadena desde el inicio hasta la punta.

Busqué algo para teñir mi pelo de verde en las puntas, encontré un bote de pintura verde esmeralda y otro verde oliva, o al menos eso decían las etiquetas. Los llevé al tocador y comencé a trenzar mechones de mi cabeza, algunos gruesos y otros muy delgados, varios fueron sin forma e incluso hice dos rastas nuevas en mi pelo. Miré el reloj antes de pintar las trenzas, marcando las 5 con 30 minutos decidí que debía iniciar y meter unas a un bote, otras a otro bote y dejar fuera algunas sin color, entre ellas las tres rastas que ya tenía. Mientras espero a que sequen me dediqué a decorar las trenzas sin pintura con argollas, anillos y cadenas. Hice lo mismo con el resto cuando éstas se secaron, al finalizar miré mi reflejo en el tocador, me veía más iluminada, observé la luz del sol entrar por la ventana cubierta con cortinas amarillentas, miré el reloj por última vez, ya casi serían las 7 de la mañana y aún no me había vestido.

Saqué del cofre de ropa lo primero que vi y busqué mis armas bajo la cama, siempre cerca pero nunca a la vista mientras dormía. No encontré el cinturón de casi veinte centímetros de ancho que usé ayer pero si un corsé negro de mi madre, decidí dejarme la musculosa de hombre con la que duermo debajo y la camisa de mi abuelo, su color combinaba perfectamente con mis trenzas, verde musgo. Antes de salir me coloque todos los anillos y collares de siempre, entre ellos encontré la tortuga de Peter. Recordé el beso. Y pensé en todos los problemas que tendría si mi madre se llega a enterar de eso, quité la sonrisa que había aparecido en mi rostro e hice una mueca de enojo, era hora de iniciar el día.

-Buen día Zui -le di una palmada al zombie lleno de perforaciones en el rostro, me miró cómo si intentase comprender porque el cambio de la noche a la mañana, pero es un muerto y solo gruñó-. Es hora de trabajar -hice un ademán con la cabeza y Zui asintió, eso significa que deben despertar los marinos que hay en el barco e iniciar con sus labores- ¿Quién está al timón?

-Zeb.

Asentí. Zui se fue dando indicaciones a dos zombies más y todos fueron a despertar a los marineros, fui hacia el timón, Zeb estaba inmutable, cómo siempre desde que fue zombificado. Lo conocí por al menos un minuto antes de que mamá lo hiciese parte de sus leales trabajadores, su nombre era Sebastián, venía de las colonias españolas, criollo, su padre había estado en la guardia nacional y su madre era la quinta hija del dueño de un viñedo importante de Castilla, el volvió a España y terminó en un navío pesquero francés donde terminó moribundo luego del ataque del Brig Unicorn, donde fue zombificado. Les empecé a preguntar sus nombres antes de morir luego de comprender que al despertar de nuevo no recordaban nada de ellos mismos, y esa misma tarde conocí a Peter, en el mismo barco, hubo 2 sobrevivientes y siete resucitados. Hice un asentimiento con la cabeza en modo de saludo al zombie que fue respondido del mismo modo, me paré frente al barandal mirando como todos los hombres con pulso comenzaban sus tareas del día, unos con pereza y otros apresurados, Zam y Zui supervisando que todos trabajen. Zergi se acercó a mí y me entregó una pistola sin balas, una espada en estado de oxidación y un pedazo de tela azul claro, era encaje turquesa.

-Se mató por la noche -informó Zergi, inspeccioné los tres objetos en silencio mientras el zombie me daba toda la información que había sobre el desertor suicida, al parecer perteneció a la tripulación del yellow mellow, un pequeño barco de piratas miserables que atacamos un mes antes, la tripulación era una vergüenza para la piratería pero el barco demasiado bonito para no estar dentro de una botella, es mi único trofeo en mi escritorio-. Se disparó a la cabeza, en el cerebro.

-Sabía que un cerebro dañado es un cerebro inservible para Barbanegra -le di indicaciones de tirar su cuerpo al océano, no sin antes quitarle todo objeto de valor y ofrecer a los vivos sus ropas, Zergi obedeció, claro que lo haría, para eso fue tomado de manos de la muerte.

Miré a mi izquierda, el Venganza estaba varios metros delante de nosotros, no vi a mi madre por ningún lado, de seguro está tomando alguna nota en su oficina, fijando curso o aún no se levantaba. Quiero que vea mi cabello, las trenzas es algo que al menos cinco años no hacía, había acostumbrado a traer el pelo suelto, como ella, pero no me parecía mucho a mi madre, ella tiene ojos castaños y pelo negro, yo al revés, los ojos negros y el pelo castaño, ella es lacia y yo no tanto, ella es bronceada mientras que yo, por más que esté en el sol, sigo siendo tan pálida como antes y solo salen horrorosas pecas.

-¡Tierra a la vista!

Todos los hombres se levantaron y comenzaron a buscar la tierra que se había anunciado, yo no veía nada. Bajé las escaleras corriendo y le quité el catalejo a Rusty, busqué hasta que di con una isla muy sombría, no supe a que se debía pero me sentí atraída hacia la isla, como si algo me esperase debajo de todas esas nubes negras que cubren la isla entera. Tengo que saber hacia dónde nos dirigimos, y la única forma de saberlo es yendo al Venganza con mi madre, y aprovechando el viaje también podía ir con Peter. Pedí a Zam que preparase un puente al Venganza y subí las escaleras gritando órdenes a los hombres para que siguieran trabajando, nadie me desobedeció y aún menos con los malhumorados Zui y Zidane amenazando con sus látigos ahí, llegué junto a Zeb y tomé su lugar. Estábamos muy alejados para poder cruzar de barco a barco, me encargué de pegarlo lo más posible sin correr riesgos hasta que llegó Zam informando que todo estaba listo para cruzar, le di mi lugar a Zeb y seguí a Zam.

-El puente está listo y la capitana Teach fue informada de su audiencia -dediqué una ligera sonrisa a Zergi antes de subir al puente-. Zulú la espera al otro lado, Medusa.

Había ordenado que en el Jewel no me llamasen capitana, sino Medusa simplemente, crucé el puente sin problemas a pesar de ser apenas treinta centímetros de ancho, llegué al barco de mi abuelo y Zulú, como me habían informado, me ayudó a no caer ya que era muy alto para bajar sola. Las miradas de todos los vivos del Venganza se dirigieron a mí, eran las trenzas de seguro. Caminé siguiendo a Zulú hasta el camarote de mi madre ignorando a la tripulación igual que hacían los zombies, al llegar arriba vi a Z en el timón, como siempre cuando era pequeña, toqué la puerta y entre luego de escuchar el adelante de mi madre. Estaba igual que anoche, solo que ahora llevaba el pelo recogido como una cebolla en su nuca, no se veía tan demacrada como yo en ese momento, de hecho se veía perfectamente descansada. Cerré la puerta dejando fuera el bullicio y los gritos del barco, levantó la cabeza y me observó asombrada, maldito silencio que había ahí dentro. Caminé hasta quedar frente a ella, le sonreí y entonces ella se puso de pie, caminó hasta quedar frente a mí, no traía zapatos y me miraba alzando un poco la cabeza, tomó una de las trenzas y la paso detrás de mi oreja.

-Te ves... diferente -mamá sonrió y me dio un beso en la mejilla, con sus pulgares acarició debajo de mis ojos, las ojeras me acababan de delatar- ¿A caso dormiste anoche?

Asentí, cinco horas no eran mucho pero al menos dormí algo.

-Solo quería verme más como ella -señalé el medallón colgando de su cuello, no era mentira pero tampoco era toda la verdad, no había vuelto a pegar ojo luego de aquel sueño. Debatí en mi cabeza si contarle mi sueño y que ella me expliqué un poco o mejor dejarlo así y olvidarlo para el siguiente día.

-Desde que tienes nueve años eres tan hermosa y letal como ella -no sonreía pero tampoco estaba molesta ni nada más que asombrada-. Las sirenas te bendijeron con grandes dones antes de nacer, no los malgastes, hija mía.

Sonreí. Mi madre volvió a su escritorio, siguió trabajando en sus archivos, no leía nada más que mapas y hacia anotaciones en su diario, me acerque lo suficiente y tomé el muñeco vudú de Sinatra, los había hecho anoche, lo sé, habían dos más en su escritorio, uno del cocinero y otro que aún no caracteriza. ¿Qué tan divertido podía ser molestar a Sinatra desde aquí? No lo suficiente sino veía su sufrimiento, le pinché el estómago con mi anillo de serpiente y lo devolví al escritorio.

-Se disparó un marino del Yellow Mellow.

-Espero lo hayas preparado para zombificar.

-Se disparó en la cabeza -mi madre levantó su rostro en mi dirección, se veía estresada, no cansada como me sentía yo-. Lo tiré al agua antes de venir.

Asintió y siguió con lo suyo, no se enojó, le dio tan igual, está más preocupada por lo que sea que haga con sus mapas y su diario.

-¿A dónde nos dirigimos?

Mi madre dejó de escribir y comenzó a buscar algo, me entregó un mapa que nunca había visto antes. No había ningún nombre pero sí muchos dibujos: sirenas, islas, montañas, árboles brillantes, un barco con una vela negra, un cocodrilo gigante y dos estrellas hasta arriba. Las estrellas las había visto alguna vez, me gustaban demasiado pero no siempre estaban en el cielo, no siempre tenía las mismas constelaciones, me gusta la astronomía y aprendí a usar las estrellas como guías si algún día me falla la brújula o el mapa, pero esas dos estrellas en particular habían llamado mi especial atención desde niña. Las había visto mejor cuando visitamos Inglaterra, hace un largo tiempo atrás, comencé a investigar sobre ellas en libros y leyendas, Peter me había contado el cuento de hadas donde salían y entonces caí en cuenta de nuestro destino.

-Isla Calavera -señaló un punto en el mapa donde se veía la forma de una calavera, supuse que se llama así por su forma- prepárate para conocer los mares de Neverland.

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