Lost

By Redlipstickswift

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"Y a pesar de que sentía como si la conociera en ese entonces, nunca conseguí mirar detenidamente su rostro... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 82
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87 (Final)
Epílogo

Capítulo 7

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By Redlipstickswift

Capítulo 7.

-Harry-

Eran más de las diez de la mañana cuando crucé la puerta de la habitación. Todo seguía en su sitio, incluso los vidrios esparcidos por todo el piso de la habitación. El teléfono de Skylar seguía en el mismo lugar en donde lo dejé, ni un centímetro más, ni uno menos. Las cortinas cerradas, las ventanas selladas con llave. El aire acondicionado encendido helando el ambiente, y Sk...ylar en el piso, con los ojos cerrados y las manos esposadas. Tiritando de frío, al lado de mi cama.

Me sentí un tanto mal. La había amenazado de muerte y luego le había ordenado que se quedara ahí, y ella había acabado durmiendo en el suelo aguantando un frío cortante.

Cerré la puerta con el pie intentando no provocar un portazo, y le bajé al aire acondicionado, apaciguando el frío. Caminé con pasos lentos hacia ella, la cual seguía en su misma posición fetal con los párpados apretados y las cejas inclinadas. Me agaché hasta ponerme de cuclillas frente a ella, y por alguna razón comencé a detallarla.

Me acordé de Becky, la zorra ésa con la que tenía sexo cuando el estrés se apoderaba de mí. Sus pechos prominentes, sus caderas pálidas, sus insinuaciones excitantes… Su cabello negro azabache cayéndole en cascada por su espalda desnuda, sus ojos negros cristalizados a la luz de la luna…

Skylar era totalmente distinta. Sí, era muy pequeña. Incluso sus manos parecían veinte centímetros más pequeñas que las mías, como de juguete; y nunca me la hubiese imaginado insinuándose. Porque Becky había comenzado también como una víctima al borde de la muerte. Pero estaba demasiado buena como para matarla, y vendía su cuerpo con tal de mantenerse con vida. Ése había sido el trato. Skylar, en cambio, era tan insoportable e ingenua que provocaba tirarla por la ventana del auto para que se escapara de una vez. He ahí la diferencia.

Sus esposas se hallaban ensangrentadas y sus muñecas estaban llenas de cicatrices vivas y dolorosas. Los cabrones ésos me habían hecho un favor al mantenerle las manos atadas, pero al fin y al cabo era una chica, tampoco había que ser tan duros con ella.

La tomé de las caderas, lo que me produjo un cosquilleo en las manos, (¿por qué?) Y la cargué hasta acostarla en la cama, donde le quité las esposas con una llave maestra. Las tiré a un lado, y me senté junto a ella. No sé por qué me daba por observarla tanto, si se iría en unas cuantas horas y entonces me la quitaría de encima. No debería estar detallando cada centímetro de su frágil cuerpo tan minuciosamente, sabiendo que no era más que otra de mis víctimas.

Era insoportable, pero era realmente preciosa. Y tumbada en la cama… Oh, Dios. No me creía lo que yo mismo quería hacerle.

Suspiró en sueños, removiéndose levemente, y haciendo que me alejara de ella hacia atrás, dándome cuenta de lo que acababa de pasar por mi mente.

-Skylar-:

Tenía la certeza de que despertaría con el mismo puto par de esposas, y el mismo puto dolor en las muñecas. Pero en cuanto abrí los ojos, el ambiente de repente había cambiado. No recordaba que el suelo de madera podía ser tan suave, hasta que me percaté de que me encontraba encima de una cama, sin esposas, sin ataduras, sin nada que pudiera impedirme escapar. Me senté en la cama mientras intentaba aclarar mi mente y convencerme a mí misma de que la pesadilla aún no había terminado, que todavía me faltaban unas horas de agonía para luego irme de toda esa mierda. Y que luego podría regresar a mi vida normal, y nunca más volvería a pasar por esto.

Todo había sido tan irónico. Nadie se espera que lo secuestren buscando un baño en las montañas, saliendo de una fiesta. Nadie se espera que de repente se encuentre secuestrado bajo una amenaza de muerte. Nadie, salvo en las películas, cuando los protagonistas saben exactamente qué hacer, qué decir, siempre salen de ésa de la mejor manera, triunfantes, complacidos.

Yo misma me arrepentía de haber actuado como una estúpida durante las últimas setenta y dos horas, porque mis habilidades de actriz eran toda una mierda. Gracias a eso me hallaba en la casa de un asesino.

-Creí que despertarías más tarde –musitó alguien. Desvié la vista de golpe hacia la puerta, temerosa de que fuese alguien que me re secuestrara de nuevo. Pero no. Era sólo Harry.

-No puedo dormir más… Entiéndeme –casi susurré. Tenía miedo de decir cualquier cosa, porque con facilidad podría hacer que Harry sacara su arma y disparara. Así de fáciles eran las cosas ahí. Pero me sorprendió, él asintió, cerrando la puerta con el pie.

-Sí, comprendo –concordó con voz serena -. Yo también me sentiría incómodo.

Asentí, convirtiendo mis labios en una línea. Al menos le quedaba un poco de sensatez.

Se quedó ahí parado, examinando la habitación como si no la conociera, con sus brazos cruzados sobre su pecho. No pude evitar detallarlo. Quien lo viera, nunca se imaginaría que era un asesino. Parecía más bien un modelo de champú. Y no podía negar que era muy sexy.

Se había remangado la chaqueta para lograr un tono despreocupado, para pasar desapercibido. Calzaba unos zapatos formales y caros, unos pantalones ajustados de color negro, y una camisa holgada en un tono blanco desvencijado. ¿Cómo coño podía ser eso un asesino, un secuestrador, un criminal? Además, ¿qué edad tenía? No pasaría de los diecinueve años, sólo dos más que yo.

-¿Cuándo me devolverás mi teléfono? –tuve que preguntar.

-Cuando te lleve de vuelta.

Resoplé. ¿Más tiempo?

-No te preocupes, será pronto. No quiero tenerte más aquí. La verdad es que eres un dolor en el culo –puso los ojos en blanco.

-¿Quiere decir que me iré hoy? –sonreí involuntariamente.

-Ahora.

-¿De verdad? –casi grité.

-Levántate, antes de que me arrepienta –me guiñó un ojo.

Me levanté de la cama de un salto y perseguí a Harry por todo el espacio hasta llegar al auto, donde revoloteé hasta que su mirada penetrante me obligó a subirme al auto. ¡Volvería a casa!

Conducía en silencio, mirando su reloj de vez en cuando, inquieto. Arqueando una ceja cuando no le gustaba una emisora, e inmediatamente la cambiaba. Lo miraba de reojo, detallándolo, pero también mantenía mi mente en el camino, no quería ser llevada a otro lado de nuevo, para ser amordazada y maltratada por tercera vez en menos de tres días.

-Tienes… una linda casa –mascullé, con la vista fija en mis piernas. Harry soltó una carcajada. Lo miré, confundida.

-Ésa no es mi casa –continuó riéndose -. ¿Tú crees que sería tan idiota como para llevarte a mi casa? La policía me descubriría en un santiamén, nena. Me verías tras las rejas.

Medité.

-Yo… No le diría nada… a nadie –lo miré, y él mantuvo su expresión alegre.

-A que irás corriendo con tu papi a decirle que te han secuestrado –dijo, divertido, mientras se reía otra vez.

-No es cierto… -respondí patéticamente -. ¿Por qué crees que lo haría?

-Cierto. Puedo matarte de lo contrario, nena –sonrió. Me estremecí hasta los huesos.

-No le diría nada a nadie de todas maneras –musité -. Me has sacado de un aprieto, pude morir en ese terreno baldío si no fuera porque me sacaste de ahí.

-Espera. ¿Me das las gracias por secuestrarte? –rió.

-No por secuestrarme –solté una risita lánguida -. Sólo por mantenerme a salvo.

Se enserió de inmediato.

-No te emociones. Lo hice porque te necesito viva. De lo contrario, no estuvieras hablándome ahora –me dijo, apretando el puño alrededor del volante. Tragué saliva. No podía pasar un segundo a su lado sin estar asustada.

-Bueno, pero gracias por dejarme ir al baño –añadí, levantando la vista para mirarlo otra vez.

Soltó una carcajada.

-Eres divertida, Skylar. Me gusta.

-Sí, bueno. Ayer me querías matar por eso, si mal no recuerdo.

-Compréndeme, nena, estaba estresado y tenía un rehén en mi auto –sonrió -. ¿De verdad te creíste que te iba a matar?

-Pues… Sí.

-Eres una niña muy ingenua –negó lentamente con la cabeza, como si fingiera decepción -. ¿Qué edad tienes?

-Diecisiete.

-Eso lo explica todo –sonrió -. A esa edad yo también era un estúpido. No te lamentes, pequeña.

-No me halagues tanto, que me abrumas –mascullé con ironía, volviendo mi vista hacia la ventana. Escuché una risita espectral y traviesa a mi lado izquierdo, y lo escuché murmurar algunas cosas, pero no pude escuchar muy bien qué había sido.

Conforme nos acercábamos a mi casa, el miedo me volvía a invadir. Había olvidado por completo el tema de que mis padres no me habían dado el permiso para ir a la fiesta de Jake, y que de seguro estarían esperándome para asesinarme. Si Harry no me había matado, mis padres se encargarían de eso. ¿Cómo iba a explicarles que llegué de la calle casi dos días después de mi desaparición? Además, yo sabía que si abría la boca, Harry me buscaría para matarme. Tenía que inventar una buena excusa al menos para poder volver a ver la luz del Sol alguna vez en mi vida, sin poner en riesgo mi vida.

Harry detuvo el auto a dos cuadras de mi casa, lo miré escéptica.

-Supongo que querías que te deje aquí –musitó -. A no ser de que quieras que tus padres te vean llegar con un asesino.

Asentí.

-Gracias por traerme –mascullé, llena de prisa.

Harry sacó mi teléfono celular del bolsillo de sus pantalones, y acarició la pantalla con sus níveos dedos, al tiempo que daba pequeños toques en la misma. Se escuchó un “beep” proveniente de su camiseta, y supuse entonces que era su celular. Y ya está. Tenía mi número.

Me extendió el teléfono con amabilidad, casi rozándome los dedos con su mano nívea.

-Aquí tienes –sonrió -. Puedes irte, pequeña. Estás libre.

-¿Me vas a llamar la próxima vez que quieras secuestrarme? –inquirí, guardándolo en mi bolsillo.

-Te llamaré para salir cuando me entere de que no estás castigada –me guiñó un ojo -. Ahora bájate, ¿quieres? Puedo arrepentirme en cualquier momento.

El miedo de ser tomada de nuevo me sacudió las venas, así que abrí la puerta del auto con rudeza y eché a correr en cuanto puse un pie fuera, cerrando la puerta del auto con el pie.

Vacilé en el momento en el cual tuve que girar la perilla de la entrada de la casa, cuando los fervientes e hirvientes en furia ojos de mis dos padres reunidos en la misma sala, me esperaban. Mi madre, con lágrimas en los ojos y el teléfono en la mano izquierda. Mi padre, sentado en el sillón con el periódico y un bolígrafo ocupando sus manos grandes. Se quitó los anteojos cuando me vio entrar de esa manera. “Mierda”.

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