A él solo le importaba el deporte. Siempre sus compañeros le buscaban para echar algunas canastas, o hacer un partido. MinHo, sin pensar aceptaba.
Cuando se trataba de chicas. No podía quejarse, alguna casi cada semana le daba una carta de amor, o le regalaba una cajita de bombones. Él no es de los que niega los presentes, pero siempre acababa rechazando aquellos sentimientos que ellas aseguraban sentir sin conocerle.
En ese momento se encontraba en la pista de básquet con sus amigos, haciendo un partido. Tras algunos esquivos, y botes, llegó a meter la pelota.
— Sigues siendo el mejor —dijo uno de sus amigos dándole unos golpes en la espalda.
MinHo sonrió, aquella era la rutina de su vida. Estudios y deporte, era lo que más destacaba en su planeación de futuro sin mencionar que ser el mejor y dar todo de sí mismo en los campeonatos era su meta.
Los murmullos y gritos de voces femeninas lo sacaron de sus pensamientos, concéntrandose nuevamente en el juego al notar que muchas estudiantes habían ido a verles, una vez más, entrenando.
Minho soltó un suspiro luego de encestar la pelota, ignorando a todas aquellas chicas que gritaban su nombre.