DOS PAÍSES Y UN AMOR

By UsenySanneh

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Ibrahim es un joven de 18 años de raíces gambianas que tiene claro que nada ni nadie cambiará su estilo de vi... More

CAPITULO 1: El principio de la ultima oportunidad.
CAPÍTULO 2: Los cuatro fantásticos.
CAPÍTULO 3: La chica del velo.
CAPÍTULO 4: Ira.
CAPÍTULO 5: Un encuentro inesperado.
CAPÍTULO 6: Dos noches distintas
CAPÍTULO 7: Yo
CAPÍTULO 8: Salt city.
CAPÍTULO 9: La chica silenciosa.
CAPÍTULO 10: ¿La culminación?
CAPÍTULO 11: "THE SMILING COAST"
CAPÍTULO 12: LA FAMILIA QUE NO CONOCÍA.
CAPÍTULO 13: Al otro lado del mundo.
CAPÍTULO 14: Inglaterra
CAPÍTULO 15: "VIERNES"
CAPÍTULO 17: Situaciones.
CAPÍTULO 18: Reencuentro.
CAPÍTULO 19: Tiempo y distancia.
CAPÍTULO 20: Contacto.
CAPÍTULO 21: Confusion.
CAPÍTULO 22: Bienvenido al otro lado.
CAPÍTULO 23: Noticia inesperada
CAPÍTULO 24: Maquinación.
CAPÍTULO 25: Impensado.

CAPÍTULO 16: Frustraciones.

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By UsenySanneh





- ¿Todo en orden? -Preguntó Lamin al notar la persistente vibración del móvil de Ibra debido a los mensajes entrantes.

Ibra asintió cortésmente ante las palabras de Lamin y desvió su atención hacia el teléfono móvil, el cual vibraba sin cesar. Aquel dispositivo, que hasta ese momento apenas había sido más que un adorno en su bolsillo, de pronto cobraba vida como si hubiera despertado de un largo letargo. Mientras tanto, su mirada se deslizó hacia el hombre que había gestionado sus datos anteriormente, quien permanecía sentado en una silla de plástico bajo un parasol que lo protegía del sol implacable. Alrededor de él, se encontraban otros vendedores, cada uno ofreciendo una gama diversa de productos, desde alimentos hasta dispositivos electrónicos y prendas de vestir.

Justo detrás de los chicos se extendía la carretera principal de Turntable. Al otro lado, se erguía una gasolinera, y a unos metros hacia la derecha, una fila de vendedores ofrecía sus mercancías, culminando en diversos edificios que albergaban principalmente tiendas y restaurantes. Turntable servía como punto de conexión clave en Kombo, facilitando el transporte entre diferentes pueblos. Sin embargo, "facilitando" podría ser una descripción inexacta, dado el estado lamentable de las carreteras gambianas. Con el tráfico, la imprudencia de algunos conductores y la falta de respeto de los pasajeros hacia los turnos, esperar un medio de transporte podría prolongarse durante horas. Afortunadamente, los chicos contaban con la compañía de Amadou y su abuela. Se ahorraban tener que empujarse por un asiento, o por pagar un poco mas por el ingles de Ibrahim.

-¿Funciona no? –Preguntó el hombre en ingles.

- Si ¡Muchas gracias! –Respondió con una sonrisa de alivio.

- ¿Queréis algo más?

-  No, muchas gracias -Respondió Lamin mientras se encaminaba hacia el coche. Luego se volteó hacia Ibrahim -¿Vamos, no? -Agregó, al darse cuenta de que su primo no había avanzado ni un milímetro.

- ¡Si, ya voy! -Respondió Ibrahim con premura mientras deslizaba su dedo por la pantalla del móvil, dedicando una última mirada a los mensajes de despedida antes de dirigirse hacia el coche.

Durante el trayecto de regreso a casa en el coche, la abuela Khadija se enfrascaba en una animada conversación con Amadou sobre el reciente viaje a Senegal, mientras este relataba sus experiencias con evidente satisfacción. En los asientos traseros, los dos chicos ocupaban sus lugares respectivos, uno absorto en su teléfono móvil y el otro atento a la charla entre la abuela y Amadou. Un suspiro escapó de los labios de Ibrahim, llamando la atención de Lamin, quien lo observó brevemente para luego desviar su vista hacia su pantalla. Examinó cómo su primo tecleaba rápidamente y deslizaba la pantalla con destreza en busca de algo, sacudiendo la cabeza con un gesto de desaprobación antes de volver a mirar al frente, perdido en sus pensamientos.

Las horas pasaron sin sobresaltos para el joven, quien desde su escondite observaba cómo su tío Abudo hacia resonar su voz por toda la casa anunciando así el momento para la oración. En el mosaico de tradiciones islámicas, hay cinco gemas de devoción: la primera, Fajr, en el velo del amanecer; la segunda, Thuhr, en la quietud del mediodía; la tercera, Aasr, tejiendo su magia en la tarde; la cuarta, Maghrib, al beso del ocaso, y la última, Isha, en el abrazo de la noche. Era esta última la que Abudo anunciaba. Los presentes en la casa comenzaron a prepararse, cumpliendo con los rituales de ablución. Principalmente hombres se sumergían en esta tarea, mientras muchas mujeres y niños se encontraban inmersos en un bautizo que se llevaba a cabo unas calles más allá. Una amiga íntima de la familia había dado a luz semanas atrás, y la mayoría deseaba estar presentes en este acontecimiento especial. Durante todo el día, las mujeres habían estado dedicadas a los preparativos de la fiesta, que se había planificado meticulosamente desde el día anterior. Algunas optaron por quedarse en casa y unirse más tarde, sabiendo que la celebración se extendería hasta altas horas de la noche.

Ibrahim, comprendiendo el llamado de la oración, se encaminó hacia la hilera de flores cerca de la entrada, donde a la izquierda se encontraba una pequeña fuente. Por primera vez en todo el día, se sobresaltó al encontrarse con el perro que caminaba delante de él, un fiel compañero de la familia cuyo pelaje blanco apenas se distinguía en la penumbra del anochecer. Deteniéndose frente a las flores, notó que sus primos ya se habían adelantado. Observó cómo los pájaros revoloteaban sobre su cabeza bajo el cielo estrellado que comenzaba a desplegarse. Una brisa fresca le erizó la piel, y se frotó las manos instintivamente. Extrajo lentamente su teléfono móvil del bolsillo y comenzó a deslizar el dedo sobre la pantalla, navegando por un chat que había estado contemplando durante horas, sin recibir señales de la otra persona. Empezó a revisar las antiguas notas de voz y poco a poco las fue reproduciendo, rememorando algunas conversaciones pasadas.

- Ya puedes llenar tu tetera.

Lamin lo sugirió al notar su presencia. Los otros primos avanzaron sin prestarle atención, todavía molestos por lo ocurrido al mediodía.

- Vale -Contestó.

Desplegando su voz envidiable y pronunciando cada sura* (Capitulo del Corán) con una maestría innegable, Abudo demostraba su profunda devoción y conocimiento del Corán. Su habilidad para recitarlo lo convertía en el favorito para liderar las oraciones como Imán* (Persona que dirige la plegaria en las oraciones), siendo admirado por todos por su compromiso religioso. Tras la última postración, se sentó con solemnidad, recitó en silencio y observó a su derecha e izquierda antes de concluir la oración. A Ibrahim le había parecido una eternidad, como si el tiempo se hubiera estirado más allá de lo normal. Tras el final de la oración, todos se dispersaron. Ibrahim se levantó apresuradamente y se encaminó hacia su habitación. Notó de reojo que su tocayo y Mamadu también se dirigían hacia allá, pero decidió detenerse en el comedor y tomarse un momento para sí mismo. Se sentó en silencio, dejando que sus pensamientos fluyeran mientras los observaba. No tenía ganas de interactuar con sus primos, especialmente después de todo lo ocurrido durante el día. Además, tenía la expectativa de salir con Kebba, y eso era lo que realmente le importaba en ese momento.

Extrajo el móvil de su bolsillo y una leve sonrisa se le dibujo en el rostro al abrir su chat de Whatsapp.

CHAT DE WHATSAPP:

- ¿Mañana hay fiesta, verdad? -Preguntó Mamadu.

- Sí, eso me han dicho -Contestó rápidamente Carlos.

- ¿Habéis avisado a Ibra? –Añadió Omar.

- ¿Qué estás diciendo, Omar? Ibra está en Gambia -Respondió Carlos con sarcasmo.

- ¡Es verdad, no me acordaba! –Respondió este.

- Menos mal que me has avisado, Carlos. De lo contrario, hubiera estado tocando en su puerta mañana. -Añadió Mamadu segundos después.

Una risa se escapó de Ibrahim, quien no podía evitar sacudir la cabeza ante la picardía de sus amigos y sus intentos de hacerle sentir envidia.

- No os preocupéis chavales, que yo también me voy de fiesta ahora mismo -Escribió Ibra antes de salir del chat y regresar inadvertidamente al chat de Aliyah, solo para darse cuenta de que no estaba en línea.

Cinco minutos después, los dos primos emergieron del cuarto con un aire renovado. A Ibra le pareció que las combinaciones de prendas que habían elegido insinuaban grandes expectativas para esa noche, sin sospechar que sus planes se limitarían al modesto bautizo de la vecina. Se apresuró hacia su habitación y desbloqueó su maleta principal, protegida celosamente por un candado siguiendo las advertencias de su madre. Dentro guardaba su dinero, ky cualquier descuido podría significar la desaparición de alguna de sus pertenencias. Tras meditar unos instantes, seleccionó un conjunto que creyó perfecto para su debut en las fiestas gambianas. Confiado en su elección, salió del cuarto solo para encontrarse en el comedor con su abuela y su tía Maimuna, inmersas en una charla animada sobre el bautizo de la vecina.

- ¿Dónde vas? -Preguntó Maimuna.

- Quedaré con Kebba para dar una vuelta.

- Que guapo esta mi esposo, ¿Vais al bautizo? -Agregó la abuela.

- No, vamos a Senegambia, creo -Respondió con dudas.

- ¿ Vais a Senegambia?

- Si ¿Porque? -Preguntó con una sonrisa. Sentía que poco a poco lograba soltarse con ellas, quizás porque al estar entre su compañía se sentía más cercano a su difunto padre.

- No me agrada la idea de que salgas de noche, y menos aún en Senegambia. Pero si vas con Kebba, estarás seguro -Añadió, aunque su tono delataba preocupación.

- Lo que me preocupa a mi, es que encuentres a otra mujer más guapa que yo en Senegambia

- No, abuela -Soltó una risa apenas audible -Eso no va a ocurrir.

- Está bien, pero ten cuidado. Antes de salir, asegúrate de avisar a tu tío Haruna y de pedirle las llaves a Lamin. Hablaré con Kebba para que te ayude a entrar por la puerta principal -Agregó Maimuna, mientras se esforzaba por garantizar la seguridad del joven con un toque de preocupación materna.

- Entendido, tía -Asintió el joven.

De repente, una voz imponente resonó desde fuera, captando la atención de todos los presentes. El sonido era fuerte y enérgico, como si el dueño de esa voz estuviera lleno de entusiasmo y vitalidad. Los presentes pudieron distinguir que la voz provenía de la casa, y conforme la voz se acercaba, el sonido se volvía más nítido y cercano. Se percibía una cadencia característica en las palabras, como si la persona que hablaba estuviera caminando rápidamente mientras saludaba efusivamente.

- ¡Salam aleikum!

- Wa alaikum salam, Kebba. ¿Cómo estas? -Preguntó Khadija.

- No me quejo, ¿ y ustedes?

- Muy bien, ¿cómo está tu madre?

- Está bien, como siempre. Me ha pedido que os salude antes de ir a la cama. Y también que cuide al invitado. -Sonrió de manera pícara.

- ¡Vaya, parece que hoy has decidido robarme a mi marido!

- Solo lo tomo prestado por unas horas.

- Si me entero de que ha encontrado a otra mujer, habrá problemas -Dijo Khadija.

- No, no, tú eres la única e insustituible. Jamás me atrevería a cometer una traición semejante.

- No tardaréis mucho, ¿verdad? -Preguntó Maimuna después de un breve silencio, aún con una preocupación evidente en su rostro.

- Te lo prometo, iremos con unos amigos míos que tienen su propio coche. No habrá ningún problema con el taxi.

- Está bien -Observó al muchacho.

Kebba, un joven de ascendencia soninke con tez clara y una figura esbelta que imponía respeto con su estatura de metro noventa, se destacaba por su enérgica personalidad y perpetua sonrisa, la cual irradiaba una actitud positiva ante la vida. Su voz resonaba como un estruendo en los alrededores, siendo reconocida por los habitantes de la casa incluso en su ausencia, gracias a la proximidad de los hogares y al tono enérgico que lo caracterizaba. Las familias de ambos, los Camara y los de Njie, mantenían una amistad sólida desde hace décadas, y Kebba había continuado con esa tradición al ser amigo cercano de los jóvenes de la casa. Sin embargo, el reciente encuentro con el visitante europeo había generado cierto distanciamiento entre él y los hermanos Ibrahim y Mamadu. Fue Lamin quien facilitó el encuentro entre Ibra y Kebba, informando a este último sobre la presencia del primo europeo en la casa. Aunque tarde o temprano, debido a su constante presencia en la zona, Kebba habría descubierto la situación por sí mismo. Las primeras conversaciones entre Ibra y Kebba revelaron una pasión compartida por el AC Milan, lo que desencadenó largas discusiones sobre jugadores históricos. A pesar de su entusiasmo por el equipo, siempre terminaban lamentando la situación actual del mismo.


Después de la oración en la mezquita, Kebba le propuso a Ibra la fascinante idea de explorar Senegambia. La pasión de Kebba al detallar el destino dejó a Ibra con una anticipación palpable durante todo el día. Generosamente, Kebba se ofreció a organizar el transporte y a fungir como guía por los lugares más destacados, prometiendo una experiencia inolvidable para ambos.

- ¿Listo para partir? -Echó un vistazo a su móvil antes de volver la mirada hacia Ibra-. Me han avisado que ya están en camino.

- Si. Estoy listo.

- Antes de iros, asegúrate de despedirte de tu tío Haruna y de obtener las llaves de Lamin -Añadió Maimuna-. Y Kebba, al regresar, asegúrate de acompañarlo hasta que abra el portal principal.

- No hay problema -Asintió, poniéndose de pie y llenando la habitación con su imponente envergadura.

- Chicos, mantened los ojos abiertos -Advirtió Khadija con un dejo de preocupación - Evitad cualquier situación complicada.


Siguiendo las recomendaciones de Maimuna, ambos se dirigieron hacia donde se encontraba Haruna, quien estaba sentado junto a sus hermanos Lasana y Abudo, en compañía de otros tres hombres que, aunque no formaban parte de la familia, parecían estar completamente integrados en el entorno doméstico, con una presencia que sugería un arraigo casi indefinido. Se encontraban dispuestos en un círculo imperfecto, pero lo suficientemente alineado como para que todos pudieran mirarse mutuamente. La luz que se filtraba desde las habitaciones contrastaba, iluminando a esos hombres que parecían estar planeando su próximo movimiento, como si estuvieran tramando algún tipo de acto ilícito.

- Tío Haruna -Pronunció Ibrahim, distinguiendo su voz entre la multitud y reconociendo la camisa blanca que había llevado desde la tarde.

Giró su mirada hacia atrás de inmediato al reconocer la voz. Esta interrupción repentina marcó un alto en el acto ilícito que estaban planeando, deteniendo temporalmente su conspiración.

- Ibrahim, ¿Qué ocurre?

- Voy a salir con Kebba.

- ¿A donde vais? -Dirigió la mirada hacia Kebba.

- A Senegambia -Contesto al captar su mirada.

- Ah... -Un breve silencio llenó el espacio mientras organizaba sus pensamientos. -¿Te has asegurado de avisarle a tu abuela y a tu tía?

- Si.

- ¿Vais de fiesta no? -Preguntó uno de los hombres, cuya sonrisa destacaba en la zona sombreada donde se encontraba

- Vamos a dar un paseo -Respondió Kebba con entusiasmo.

- ¿No quieres acompañarlos, Abudo? Recuerdo que hace unos años también te encantaba salir por esa zona.

- Lo pasado, Ousman, es historia. Aquí, todos hemos caído alguna vez -Dijo, recordando fugaces momentos.

Lasana soltó una risotada estruendosa y luego guardó silencio repentinamente -Eso es verdad -Añadió.

- Aunque hoy en día aún hay personas de nuestra edad que continúan yendo -Dijo Haruna, girándose para observar a Ibra -Debéis tener cuidado -Añadió.

- Si tío, tendremos cuidado.

- ¿Queréis que llame a Amadou para que os acerque? -Propuso.

- Está bien, no hace falta. Unos amigos vienen a buscarnos en coche ahora mismo -Respondió kebba.

- De acuerdo, cualquier cosa, me llamas, ¿vale, papá? Y no os metáis en ningún lío.

Ambos asintieron y se dirigieron hacia la entrada, donde Ibra había quedado con su primo Lamin para que le entregara las llaves. Pasaron un par de minutos sacudiendo la cabeza en sincronía, escudriñando en ambas direcciones con la esperanza de ver al chico. Justo en el momento en que apareció, llegaron los otros amigos de Kebba con el coche, estacionando unos metros más adelante.

- Te escribí hace diez minutos, Lamin -Refunfuñó Ibrahim

- Lo siento, leí tarde al mensaje -Observó a Kebba  -Mantén el control; ya sabes cómo son estos europeos, les encanta la fiesta -Dijo en wolof.

- No te preocupes, yo me encargaré de cubrirle las espaldas hoy -Aseguró.

Extrajo las llaves del bolsillo y las entregó a Ibrahim, quien lo miraba con ceño fruncido, contrariado por el cambio repentino de dialecto. En silencio, se dirigieron hacia el coche. La música del bautizo resonaba por el vecindario, mientras las sombras se movían bajo la tenue luz de la luna, complementada por el débil resplandor de las farolas. Una serie de saludos les dio la bienvenida al entrar al vehículo, aunque Ibra no podía distinguir los rostros de los dos muchachos que lo acompañaban debido a la falta de luz en el interior. Respondía en inglés a cada pregunta que ellos también le formulaban en ese idioma, mientras observaba por la ventanilla las diferentes escenas: personas sentadas en los portales de sus casas, grupos caminando, otros esperando un taxi al borde de la carretera y el control policial que solo contribuía a ralentizar el tráfico. Tras varios minutos de pequeños baches y una conducción irregular en un tráfico impredecible, finalmente llegaron a su destino.

Para sorpresa de Ibra, esperaba encontrar un lugar más llamativo, con edificios modernos y un tráfico más fluido. Aunque comprendía las diferencias entre Gambia y España, Kebba, su guía turístico para esa noche, había avivado su imaginación con expectativas más altas. No contento con eso, se estaba encargando de explicarle los lugares que el solía visitar mientras conducían por la carretera principal de Senegambia. A la izquierda se desplegaban diversos locales de comida rápida, discotecas y el constante trasiego de taxis, que forzaban a la multitud a apartarse. Por el lado derecho, una hilera de coches estacionados se extendía, junto con algunas discotecas y más establecimientos de comida rápida. Numerosas personas se encontraban apostadas cerca de la carretera, con sus mesas listas para ofrecer una amplia gama de alimentos durante toda la noche. Alrededor, grupos de personas deambulaban juntos, dirigiéndose hacia el bullicioso centro de Senegambia. El conductor accionó el intermitente al llegar a la intersección, pero un joven policía detuvo su avance, encargándose de regular el bullicioso tráfico. Ibrahim observaba sorprendido por la ventana la multitud de personas que transitaban por la zona, todos parecían dirigirse hacia la izquierda. Observó al policía, cuya expresión denotaba cierto enojo mientras realizaba su coreografía de gestos para mantener el orden en el tránsito, intercambiando palabras con algunos coches. La presencia de algunos automóviles de alta gama, conducidos por jóvenes como ellos, captó su atención. Sin embargo, apenas tuvo tiempo de detenerse a observar el siguiente vehículo que también le había llamado la atención, ya que el conductor finalmente recibió la aprobación del policía para avanzar. Avanzaron unos metros pero la ley se interpuso de nuevo deteniendo su coche.

- Hola chicos -Dijo el policía en wolof.

- Hola -Contesto el conductor.

Ibra se acerco a la ventanilla para contemplar el rostro del policía, y observo que detrás se encontraba su grupo, sentados en un banco, bajo una pequeña casita

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