Corazones en Guerra

Por Yaenneirys

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En una era antigua y mística el heredero del reino de Karakura, el príncipe Ichigo Kurosaki deberá afrontar c... Más

Prologo
Capítulo 1: Sorpresa
Capítulo 2: Un día gris
Capítulo 3: Secreto
Capítulo 4: Un encuentro poco casual
Capítulo 5: Inolvidable
Capítulo 6: Realidades difíciles
Capítulo 7: Aparece el misterioso caballero plateado
Capítulo 8: Visita
Capítulo 9: Decepción
Capítulo 10: El peso de la corona
Capítulo 11: La fiesta
Capítulo 12: Más preguntas que respuestas
Capítulo 13: Sin descanso
Capítulo 14: Pequeño error
Capítulo 15: Accidente en el camino
Capítulo 16: Una vida arrebatada
Capítulo 17: Buscando respuestas
Capítulo 18: Razones
Capítulo 19: Quien eres en verdad
Capítulo 20: Nuevas deciciones
Capítulo 21: Decisiones y rencores
Capitulo 22: Dudas
Capitulo 23: Lo que no sabía
Capítulo 24: Pretensiones
Capítulo 25: La noche inolvidable
Capítulo 26: Comienzo del caos, parte 1
Capítulo 27: Comienzo del caos, parte 2
Capítulo 28: El enemigo
Capítulo 29: Un día agotador
Capítulo 30: Tristeza
Capítulo 31: Ser princesa
Capítulo 32: Preocupación
Capítulo 33: Partida
Capítulo 34: Entre el deber y el querer
Especial #1: Viejas Promesas
Capítulo 36: Una vida nueva
Capítulo 37: Confrontación
Capítulo 38: Temor
Capítulo 39: Poder
Nota
Capítulo 40: Resignación
Capítulo 41: Infierno
Capítulo 42: Desesperación
Capítulo 43: Dolor
Capítulo 44: Lo que no sabía, parte 2
Capítulo 45: Angustia
Capítulo 46: Traición
Capítulo 47: Teatro
Capítulo 48: Mezame
Capítulo 49: Deseos
Capítulo 50: Despedida
Capítulo 51: En busca de una solución
Capítulo 52: Hallazgo
Capitulo 53: Fortaleza
Capítulo 54: El juicio
Capítulo 55: Tropiezos en el camino
Especial #2: Como te conocí. Parte 1
Especia #2: Como te conocí. Parte 2
Capítulo 56: Sacrificio
Capítulo 57: Amigos ¿O algo más?
Capítulo 58: Un viaje muy largo
Capítulo 59: Fin del viaje
Capítulo 60: Merlín

Capítulo 35: Crueldad

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Por Yaenneirys

El ejército karakeno llevaba siete días de marcha cuando salieron de los limites del reino para adentrarse en tierras despobladas de personas. Ichigo encabezaba la marcha del grupo a galope con la intensión de encontrarse con Shinji pero a unos metros más adelante tuvo que detenerse súbitamente y con él, la marcha de los cuarenta mil soldados que lo acompañaban. En medio del camino, frente a él, el soldado que había partido junto con su camarada se apareció corriendo hacia ellos y Shinji no estaba con él, lo que lo hizo suponer lo peor. Ichigo avanzó hacia él y se desmontó de su caballo al llegar a su lado.

-¿Qué sucede?-le preguntó casi cortante.-¿Donde está Hikaro?

Los camaradas de Ichigo vieron como el soldado, luego de una pobre reverencia, se acerba a este y le decía algunas palabras en voz baja que ninguno llegó a escuchar. Sea lo que fuera que le había dicho debía de ser grave por la expreción de sorpresa y enojo que reflejó el rostro de Ichigo quien de inmediato subió a su caballo y emprendió el galope acelerado haciendo que los demás lo imitaran. No entendían por qué su repentina actitud pero lo siguieron en sus monturas. Aunque más adelante no fue necesario que les dijeran que sucedía porque ellos mismos pudieron comprobarlo. Lo primero que percibieron fue un hedor a descomposición que se hacía más fuerte conforme avanzaban. Luego, a unos pocos metros, vieron el escenario más macabro que habían visto en sus vidas. El paisaje que apareció frente a ellos heló la sangre de muchos, dio arcadas a otros y al resto los llenó de una profunda ira y deseo se venganza. Un campo abierto se extendía frente a sus ojos, cubierto de cadáveres en estado de descomposición, dejados sin ningún cuidado para que sirvieran de comida a los cientos de cuervos que revoloteaban al rededor y a las bestias salvaje. Todos, soldados de Karakura que habían ido a ayudar a su reino vecino sin saber que se dirigían a su propia tumba. Las armaduras se encontraban oxidadas o ennegrecidas por la sangre seca y la mayoría de cuerpos estaban irreconocibles. La sangre, la carne muerta y los gusanos cubrían casi todo cuanto veían. Los soldados kurovinos no solo asesinaron vilmente a los soldados karakenos sino que también habían dejado sus cuerpos tirados sin ningún tipo de consideración. Ichigo reprimió las ganas que tenía de ir en pos de Kyosiro y cortarle la cabeza con su espada y contuvo sus emociones para mantener su firmeza frente a los soldados que lo acompañaban.

-Debemos sepultar los cuerpos antes de continuar, no quiero que se produzca una epidermia a causa de esto. Cavaremos fosas para cada uno, es lo menos que se merecen por haber servido al reino. Trabajaremos en turnos, mientras unos cavan, el resto montará guardia, no podemos dejar que nos tomen por sorpresa. Traten de identificar el mayor numero de cuerpos posibles para informar a sus familias. Esta ofensa que han hecho los salvajes en unión con el ejército kurovino no se quedará impune.

En cuanto Ichigo terminó de hablar los soldados se organizaron en la tarea que se les encomendó y de inmediato comenzaron a trabajar.

Lo más difícil de todo era tratar de identificar los cuerpos que habían sido atacados por las bestias y reconocer en ellos a un amigo, un familiar o un conocido. No era una tarea fácil de llevar y les tomaría su tiempo. Ichigo se paseo entre los cuerpos inspeccionandolos rápidamente cuando uno de los soldados se acerco a él con cara de alarmado.

-Majestad, tiene que ver esto. Los cuerpos, les han sido arrancado el corazón a cada uno.

-¿Estas completamente seguro de ello?

-Hasta ahora todos los que hemos revisado tienen un agujero en el pecho y donde se supone que debía de estar su corazón no hay nada.-dijo el soldado mostrándole a Ichigo los cuerpos. Este pudo comprobar que lo que decía era cierto, todos estaban desprovistos de su corazón. Ichigo no podía entender hasta que punto llegaba la crueldad de sus enemigos como para no solo dejar los cadáveres de miles de soldados abandonados sino  también arrancarles el corazón. Nunca había sido una persona rencorosa pero ahora albergaba un profundo odio en su corazón hacia los salvajes, hacia Kyosiro y sus hombres. Un odio que no cesaría hasta hacerles pagar por todo el mal que habían hecho. Sabía que la guerra era cruel y despiadada pero se necesitaba no tener alma para cometer tal masacre. Quiso darse la vuelta y alejarse de allí para poder desahogarse a solas pero uno de sus amigos lo detuvo con dos simples palabras.

-Lo encontramos-dijo Hisagi con la mirada ensombrecida. Ichigo no necesitó que le dijeran más para saber de quien le hablaba. De inmediato, y sin decir una palabra, partió detrás de Hisagi quien lo guió por el laberinto de cadáveres que era el terreno en que estaban, hasta llevarlo con el resto de sus amigos quienes estaban parados formando un semicírculo alrededor de un extraño bulto. Estos le abrieron paso a Ichigo para que se acercara al centro y lo que vio le dejó sin habla y con el corazón encogido.

El cuerpo estaba totalmente irreconocible, la carne estaba hundida y putrefacta. Lo único que quedaba para identificarlo era una lanza con plumas rojas al final con un grabado de un dragón oriental en la hoja metálica. Estaba firmemente sostenida por un brazo descompuesto que parecía aun conservar vida por la forma en que la aferraba. Estaba claro que su dueño había muerto peleando hasta el último aliento y todavía al llegar la muerte se negó a soltar su arma para partir con toda la dignidad y orgullo de un soldado. “Típico de Ikkaku”.

Los camaradas de Ichigo contemplaban con profunda tristeza el cuerpo de su amigo. En lo que quedaba de su rostro demacrado y agujereado por las larvas se podía apreciar que había muerto con una sonrisa.

-Vivió y murió como lo que era, un soldado formidable-dijo Rojuro detrás de Ichigo mientras este lidiaba con liberar la lanza del firme agarre del cadáver de Ikkaku.

-Me alegro de que Yumishika no hubiese venido con nosotros. Ya ha pasado por mucho como para tener que presenciar está escena también.

-Tiene razón majestad. Esperemos terminar antes de que el segundo grupo nos de alcance. De seguro Shinji ya está por volver y nos traerá información del enemigo.

-Esperemos que así sea Aikawa.

La tarea de enterrar a todos los cuerpos de los soldados karakenos les tomó un par de días. Y cuando se terminó se hizo una sencilla ceremonia de despedida y continuaron la marcha. Hubiese sido más rápido quemarlos pero no querían que sus enemigos conocieran su posición por el humo, deseaban ser ellos los que los sorprendieran y acabaran con el mayor número posible de rivales. Como esperaban Shinji se encontró con ellos y traía información sobre las fuerzas enemigas. Ichigo mandó a que montaran el campamento en aquel lugar y de inmediato se comenzaron con los preparativos. Una vez todo listo se llevó a Shinji y al resto de sus amigos, junto con los capitanes de los soldados, a su tienda, para debatir cual sería su siguiente paso.

Mientras conversaban dentro, los soldados encargados de montar guardia, se mantenían alerta por si algún enemigo se acercaba, acabar con él de inmediato. La masacre de sus camaradas les había quitado todo rastro de piedad para con los kurovinos y los salvajes, y deseaban poder pagarles con la misma moneda. Por eso en cuanto escucharon las espuelas de unos caballos acercándose a trote se prepararon para atacar en cuanto los tuvieran a la vista. El líder de ellos sostenía firmemente su espada, deseoso de bañarla con la sangre de algún kurovino. Pero se decepcionó cuando pudo ver la silueta de las dos personas que se acercaban. Uno vestía simples ropas mientras el otro iba dentro de una reluciente armadura plateada. Ambos no parecían ser peligrosos pero aún así no aflojó el agarre de su espada y con paso decido caminó hasta los dos desconocidos que fueron desacelerando el ritmo hasta llegar a él.

-¿Quienes son ustedes? ¿Que hacen aquí?

-Mi señor es un soldado que ha venido a luchar por el reino de Karakura, y yo soy su escudero-respondió el de ropa simple, un hombre alto, fornido y pelirrojo, con tatuajes en el rostro.

-¿A qué casa sirve tu señor?-le preguntó el soldado con desconfianza.

-A ninguna y a todas. Mi señor está consagrado al reino de Karakura.

-Que no habla tu señor ¡Que se quite el yelmo para verle la cara!

-Eso no se podrá-le respondió el pelirrojo con calma.

-¡Ah sí! ¿Y piensan que los dejaré ingresar al campamento así como así? Antes de que pretendan dar un paso más una lluvia de flechas caerá sobre ustedes-el soldado que hablaba levantó la mano y a su señal todos los arqueros a su alrededor tenían sus arcos tensados apuntando a los recién llegados. Pero eso no pareció intimidar a ninguno de los dos, el escudero pareció le dirigió mirada interrogativa al de la armadura y este asintió sin decir una palabra.

-Mi señor pide que se le informe a su majestad que estamos aquí.

-Claro. ¿Te parecemos tan tontos que dejaremos que dos desconocidos vean a nuestro rey? Muy bien pueden ser espías de Kyosiro.

-Les aseguro que mi señor y yo sólo luchamos por el rey de Karakura, su majestad Ichigo Kurosaki.

Uno de los soldados que les apuntaban bajó el arco y se acercó al líder para decirle algo en los oídos y luego retirarse.

-¿Así que tu señor es el mismo que llegó en medio de la lucha en Rukongai y apreció en el castillo a galope en la celebración del cumpleaños de la princesa? El caballero plateado escuché que le dicen.

-Mi señor no se ha dado tal nombre pero sí, es el mismo del que usted habla.

-De acuerdo, le informaros a su majestad-accedió el soldado poco convencido.-Pero ustedes se quedan aquí.

El mismo soldado que se había acercado fue quien se retiró a buscar a Ichigo, quien aún se encontraba en su tienda. Cuando el soldado fue a buscarlo les informó a los guardias la razón por la que había venido y estos lo dejaron entrar después de hacerle dejar su arco afuera. Ichigo de inmediato dejo de hacer lo que hacía para prestarle atención.

-Majestad-dijo el soldado haciendo una reverencia.

-¿Qué sucede?

-Un soldado ha llegado al campamento junto con su escudero.-Ichigo lo miró como preguntándole si había ido a verlo solo por ese asunto e interrumpirlo estando él ocupado, por lo que el soldado se puso nervioso y se apresuró en terminar de decirle todo.-Dice que es un sirviente del reino y que... se hace llamar El caballero plateado.

-¿Estas seguro de eso?-le preguntó Ichigo con verdadero interés, al igual que los que estaban con él que ahora tenían todos sus ojos puestos sobre aquel soldado.

-Bueno, no exactamente. Le he reconocido por su armadura. Es plateada y reluciente sin ningún emblema. No ha ducho una palabra ni ha mostrado su rostro pero cuando se le preguntamos a su escudero, este no lo negó. Ha pedido que se le informe de que están aquí.

-Llevame con ellos.

Ichigo salió detrás del soldado, al igual que sus amigos quienes tenían curiosidad por ese misterioso caballero. No solo ellos, sino también otros soldados se habían acercado, muchos de los que lo habían visto luchando en Rukongai u otros que solo habían escuchado de él, todos querían saber quien era ese caballero. Cuando Ichigo llegó, los soldados le abrieron paso hasta el soldado de la armadura plateada y su escudero quienes se mantenían en el lomo de sus caballos, sin moverse. Ichigo reconoció la misma armadura que había visto la noche del cumpleaños de Karin y se alegraba de volver a ver a ese caballero pero no debía mostrarse tan confiado delante de sus súbditos por lo que se mostró duro y severo.

-Dices ser el caballero plateado.

-Mi señor no se ha dado ese nombre pero es sin duda la persona que usted piensa-volvió a responder el pelirrojo escudero.

-La última vez que nos vimos no tenía ningún escudero.

-Soy necesario para servirle a mi señor.

-¡No haga caso a sus palabras majestad!-dijo uno de los soldados de la capital.-Este hombre no es un escudero, es una sabandija ladrona de la cuidad real. Le ha robado a muchas personas y siempre se escapa de la justicia.

-Si, yo también le conozco. Renji el escurridizo. Deje que me encargue de darle su merecido a esa basura.-dijo otro soldado capitaleño sacando su espada de la funda, haciendo que muchos lo imitaran y sacaran sus armas para atacar a Renji, quien no se sorprendió ni se asustó en lo más mínimo. Los soldados avanzaron hacia él para atacarlo mientras Ichigo se mantenía como un expectante sin ninguna necesidad de intervenir. Pero antes de que estos lograran herirlo, el caballero de armadura plateada se puso delante de Renji y desenvainó su espada apuntándola hacia los soldados karakenos.

-No es el caballero plateado, de seguro es otro ladrón al igual que él.

Los soldados se decidieron a atacarlos a ambos pero el caballero plateado se encargó de desarmarlos a todos sin siquiera cortarlos. Solo esquivó sus golpes con gracia y los golpeaba en partes protegidas por sus armaduras, y cuando los hubo desarmado a todos, los amenazó con el filo de su espada y estos se rindieron. Entonces Renji avanzó y se puso a su lado con la mirada en alto.

-Solo sirvo a mi señor a quien he consagrado mi vida y solo él puede quitármela. Por lo tanto cualquiera que intente hacerme daño tendrá que verselas con su espada.

Ichigo quedó impresionado por la lealtad de Renji hacia el caballero plateado y por como este lo defendió aun a costa de su propia vida por lo que no le dejó dudas, ese era el auténtico caballero plateado.

-Acercate-le ordenó al a caballero quien desmontó de su corcel blanco, al igual que su escudero, y caminó hacia Ichigo para incar la rodilla ante él mientras sostenía su espada  con ambas manos sobre su cabeza.

-Mi señor jura lealtad al reino de Karakura y pone su espada al servicio de su majestad.-dijo Renji mientras inclinaba la cabeza ante Ichigo, no porque le obedeciera sino porque su señor así lo deseaba.

Ichigo le tomó la espada y apoyó ligeramente la punta sobre la cabeza del caballero.-Tomo tu juramento ante los hombres aquí presentes. Que el Rey Espiritual bendiga tu espada siempre que sea usada con lealtad. ¡Levántate! Caballero Plateado del reino de Karakura...

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