Harry Y Hermione (one shots)

By azzzaa29

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Serie de one shots e historias cortas de nuestra pareja favorita, Harry y Hermione. Que podrán ser de difere... More

Primer beso.
Ciego.
Ocupados
Siempre
Solo mío.
Un buen día
Elegido
Gracias al castigo
Promesa
Navidad con los Potter
Sólo mi culpa.
Por ti
Algún día
Fingiendo
Fingiendo II
Futuro...
Futuro parte 2
Como si no hubiera un mañana
Futuro (Hermione)
Todos lo saben
La mejor idea.
Matrimonio
Destinados
Percepción de un tercero
Vuelve, Hermione.
Vuelve Hermione parte II
¿Cómo fué?
¿Cómo fué? II
We Could Have Had It All
¿De algún modo?
¿De algún modo? II
El cambio del Elegido
El cambio del Elegido II
The One That Got Away
All I Want
Todo lo que quiero
What could have been...☆
What Could Have Been. II☆
What had to happen
What had to happen (final)
Bring her back
Bring Her Back (parte final)
La Orden del Fénix ☆
La Orden del Fénix Pt. II ☆
La Orden del Fénix (última parte) ☆
Lo correcto
El príncipe mestizo ☆
El Príncipe Mestizo II ☆
El Príncipe Mestizo III ☆
El Príncipe Mestizo IV ☆
We Bonded For Life
Una ayuda extra
Memorias olvidadas
Deseos Reprimidos
El comienzo del fin
¡supéralo!
¡Supéralo! Pt. II
Erróneas confusiones
Erróneas confusiones II
Rose
Por siempre y para siempre Pt.I
Por Siempre Y Para Siempre Pt 2
Por Siempre Y Para Siempre Final
Entre Líneas
Memories
Memories Pt II
El peso del pasado
El peso del pasado II
Anhelos desesperados
Anhelos desesperados II
Happier
Sentimientos engañosos
El camino a la felicidad
El Valor del Amor
El Valor del Amor II
Soulmates
La Dirección Del Destino
Storm Of Feelings
Storm Of Feelings (final)
Idilio
Idilio Pt. II
Aviso Final

Todo

19.6K 765 195
By azzzaa29


Luego de años, la impuntualidad sería un problema con el que todavía tendría que lidiar.

Pensó que eventualmente cambiaría, al madurar. Aquello no sucedió y en ocasiones era bastante sencillo fingir que no se trataba de un defecto. Para su mala fortuna, en ese día específicamente, se sintió como una maldición.

Atravesando la calle con largas zancadas, entró a la primera tienda que encontró. Con la fachada alegre, llena de colores llamativos y dibujos anunciando lo que se encontraría al atravesar la puerta.

Un inmensa juguetería llena de todos los juguetes posibles, con funciones específicas, marcas que no conocía y diseños que los niños encontrarían irresistibles. Si era así, por su aspecto, él debía poder encontrar lo que buscaba.

Perdiéndose entre los pasillos, las personas y los encargados, observó con interés cada estante, esforzándose por agudizar su escrutinio y solo entonces, hallar lo que lo llevó ahí en primer lugar.

A sus espaldas, mientras caminaba, podía sentir las curiosidad en las miradas de las personas, posiblemente, a causa de su desaliñado aspecto, todavía vistiendo su uniforme, no en las mejores condiciones luego de un largo día de trabajo. No le importó, aquello era la menor de sus preocupaciones. Si todo salía bien, se encontraría marchándose de aquella infernal tienda pronto.

Todo marcharía bien.

Sí, aún tenía tiempo suficiente y con suerte su encantadora esposa no terminaría asesinándolo a su llegada. Todavía ahora seguía preguntándose como aquella mujer, varios centímetros más baja que él, con una menuda complexión podía llegar a ser tan intimidante cuando se lo proponía.

Ya no tenía caso ocultar su impaciencia. Mirando a su alrededor, más confundido ahora que se encontraba rodeado de un montón de muñecas, todas iguales si se lo preguntaban, mirándolo desde sus estantes solo incrementaba su nerviosismo. Lo peor era que la mayoría de juguetes se movía y tenía un montón de artilugios cada uno más curioso que el anterior integrados.

¿Cuál se suponía que debía elegir?

Examinó diez muñecas más antes de tomar una decisión. La única que creyó, cumpliría con los altos estándares. Una que tenía un bonito vestido azúl marino, en conjunto con accesorios mágicos.  En su poca experiencia, pensó que era la más bonita de todas, así que aquella debía ser la elegida. Sin más remedio o ayuda, pagó por ella y abandonó la tienda, retomando su presuroso camino. Finalmente, apretando el regalo contra su pecho, desapareció con un chasquido.

Un segundo después se encontraba frente a su hogar, una hermosa casa de aspecto simplemente familiar, la clase de lugar al que siempre se encontraría feliz de volver. Tan hogareña e imponente como siempre, le dio la bienvenida. Sintiendo inconscientemente al saber quién lo esperaba detrás de esas paredes, atravesó el jardín principal y entró a la casa.

Entrando cuidadosamente,  haciendo uso de sus buenos reflejos, depositó la caja con el regalo en una pequeña mesita de caoba en el recibidor, y solo entonces avanzó por la casa con sigilo. Le parecía extraño no escuchar ni un solo ruido.

—Así que aquí estás. ¿Finalmente Harry Potter se ha dignado en aparecer?

Al escuchar su nombre, se detuvo en seco, dándose media vuelta solo para encontrarse cara a cara con su esposa, observándolo con los ojos entrecerrados, los brazos cruzados sobre el pecho y sus labios formando una mueca, señal clara de que estaba en problemas.

—He hecho todo lo posible. Atravesé todo el callejón Diagon, luego, busqué lo mas rápido que pude, pero... ¡Todas las muñecas son iguales!—  protestó, exteriorizando finalmente sus pesares. Al escuchar la desesperación en su voz, ella sonrió con elocuencia, acercándose a él cautelosamente.

—Nunca me puedo enojar contigo— admitió ella, meneando la cabeza—, sólo espero que hayas traído el regalo de tu hija, o al menos, que hayas recordado que es lo que quería.

—Eso espero también— respondió, esperanzado de verdad.

—No ha hablado de otra cosa por las últimas dos semanas. Con descripciones exactas, ¿Recuerdas? Ella no paró de repetirnos lo que quería de regalo y, por supuesto, le he prometido que su padre se lo daría para su cumpleaños, ¿Dónde está?

El peso de sus palabras intimidó a Harry por un segundo, luego, recomponiéndose, se tranquilizó al creer con seguridad que conocía lo suficientemente bien a su hija como para saber lo que deseaba.

—¿Verdad, querido?— insistió ella, palmeando su mejilla. Cómo pudo, asintió, mientras permitía que ella  pasara sus brazos por su cuello y no tardó en rodear su cuerpo con ellos, en un gesto tan familiar con los años. 

Prestando atención al resto de la casa, ahora podía observar todos los arreglos que compraron para organizar la fiesta. Habría deseado ayudar con ello, sin embargo, se encontró lo suficientemente durante esa semana en el Ministerio que habría resultado humanamente imposible. Haber olvidado el regalo de su hija habría sido inconcebible.

Al menos, lo recordó a tiempo, apenas antes de dirigirse a su hogar con las manos vacías. Pero de eso, su dulce esposa no tenía porqué enterarse.

—Por supuesto que sí, lo tengo cubierto, señora Potter y, debo decir, que estoy muy feliz con mi elección— susurró cerca de sus labios.

Hermione le dirigió una sonrisa traviesa y lo atrajo a ella para deshacerse de la distancia entre ambos.

—¡Papá!

Harry no tuvo que moverse. Reconocería aquella voz en cualquier lugar del mundo, así como lo considerablemente alto que podía elevarse su tono de voz. Cómo usualmente ocurría, al verlo, el sonido de sus pasos llenó el recibidor, dirigiéndose en su dirección. Sin más remedio, se separó de su esposa y sonrió abiertamente, agachándose para abrir los brazos y recibir el pequeño cuerpo de la niña que corría hacia él.

Al atraparla, se enderezó, balanceándola en el aire.

—¿Has traído mi regalo?— preguntó la niña, aferrándose a los hombros de su padre—. Le he dicho a Ethan que lo traerías y que sería el mejor regalo que te han dado. Aunque... el tío Ron y la tía Luna me han traído un nuevo juguete y el tío George estuvo haciendo uno por semanas, ¡Sólo para mí! Entonces Ethan terminó molestándose y se ha derramado su jugo de calabaza encima, ¡Fue muy gracioso!

La narración de su hija, seguramente con acontecimientos individualmente interesantes no abarcó su completa atención, divida al reafirmarse lo mucho que se parecía a su madre.

—Lily, ¿Recuerdas lo que hablamos, cariño? ¿Sobre no burlarnos de las personas? Especialmente de Ethan— mencionó Hermione, con una severidad que no alcanzó a resultar muy convincente.

Harry observó con fascinación lo bien que le sentaba aquel papel.

—¿De quién te has burlado?—preguntó Harry distraídamente, en cuanto procesó las palabras. La mirada severa de Hermione recayó en él.

—¡De Ethan!— obvió su hija, con aparente indignación—. Te lo dije hace un momento. Papá, ¡No estás haciéndome caso!

—No es eso, cariño— se excusó, rozando su nariz—, estuve un poco distraído pensando en si te gustará tu regalo.

Los pequeños ojos verdes de su hija se iluminaron por la emoción, olvidándose de todo lo demás.

—¡Lo quiero ver! ¿Puedo verlo? ¡Por favor! —rogó con emoción contenida, a la vez que fruncía sus pequeños labios en un mohín.

—Tu padre te dará el regalo afuera, ¿Qué te parece— negoció Hermione—, ya hemos estado mucho tiempo aquí, ¿Qué dirán tus invitados?

La pequeña se resignó, con gesto derrotado asintió vagamente, dispuesta a compartir su felicidad con el resto. Así, los tres avanzaron hacia el jardín, enteramente adornado según los gustos específicos de la pequeña Lily Potter, con cintas de sus colores favoritos y un montón de arreglos mágicos cortesía de Sortilegios Weasley.

Primero, Harry distinguió la presencia de los Weasley, como Ron, discutiendo con su hijo, Ethan, intentando que comiera algo mientras Luna, su madre, los miraba con gesto risueño, también estaban los Malfoy, Ginny y Draco, charlando armoniosamente con Bill, Fleur y su hija, Victoire, jugando con él ya no tan pequeño Teddy Lupin.

Arthur, George y Charlie sin embargo, estaban del otro lado del jardín, ligeramente sonrojados, algo que Harry atribuyó a todo el whisky de fuego que seguramente habían consumido en su ausencia.

—¡Compañero!— exclamó Ron, llamándolo con la mano—. Pensé que el padre de la festejada no estaría aquí.

Su distracción causó que su hijo aprovechara aquel descuido, liberándose de él para salir corriendo detrás de Lily, alejándose de los adultos en medio de escandalosas risas.

—Hubo un problema— repuso Harry, vagamente, acercándose a la mesa de sus amigos con Hermione de la mano. Observó culpablemente a su esposa y en tono confidente agregó:— todavía no tenía el regalo de Lily. Si hubiera venido aquí, sé que Hermione me habría devuelto a conseguirlo.

—Qué dulce que me conozcas tan bien— opinó Hermione.

—Bien, ya que comenzaba a sentirme extraño, con Malfoy dando vueltas por aquí—  repuso Ron, señalando con un gesto de cabeza a dónde Draco de encontraba, rodeando los hombros de Ginny con los brazos.

Luna río suavemente, poniendo su mano en la hombro del pelirrojo.

—Te recuerdo que tu hermana es una Malfoy— le recordó Luna. Ron no parecía especialmente feliz, incluso con tantos años para acostumbrarse, lo que siempre resultaba cómico.

—¡Harry! ¡Hermione!— los llamó Ginny, percatándose de su presencia. Cómo si hubiera sido llamada con sus palabras, ahora se acercaba a la mesa acariciando su abultado vientre, de la mano de su esposo. Ron soltó un gruñido.

—Potter— saludó Draco a Harry, mientras Ginny y Hermione susurraban entre sí.

De alguna manera, Harry debía admitir que era un poco extraño, incluso luego de tantos años, que Draco Malfoy ahora de me tuviera tan cerca. Habiéndose casado con la única hija de los Weasley, debía ser así, supuso.

Draco había sido aceptado por los Weasley hacia varios años, luego de momentos realmente difíciles.  Cuando comenzó una relación formal con Ginny, no recibieron felicitaciones precisamente.

Incluso Harry creyó que Ginny estaba cometiendo un error, presa solo de un capricho. La sorpresa que les causó a todos derivó en grandes conflictos entre la familia.
Al final, cuando resultó inútil no notar el amor entre Ginny y Draco, todos terminaron por aceptarlo, a excepción de Ron, por supuesto.

En su momento, amenazó con impedir la boda, algo que no ocurrió gracias a la advertencia de su hermana menor, quien con varita en mano, amenazó con maldecirlo si se atrevía a hacer algo como aquello.

Luna y Ron, por otro lado, no habían comenzado a salir sino hasta que terminaron su estadía en Hogwarts y de eso ya hacía casi años. Si bien eran diferentes, sus peculiaridades conseguían encajar a la perfección. En cambio Harry y Hermione... Su relación había sido bastante peculiar.

Al inicio, ni siquiera podría haber sido considerada como una. Al encontrarse solos, en medio de la búsqueda de los Horrocruxes, la atracción oculta entre ambos fue simplemente imposible de ocultar. Comenzó siendo más que mera atracción física, luego, dio paso a algo más profundo que terminó con Harry confesando sentimientos que nunca creyó albergar y años más tarde, luego de la guerra, en una sólida relación, por la que todos parecían haber apostado desde antes de ellos saberlo.

—¿Estás segura?— jadeó Ginny repentinamente, haciendo que todos se volvieran a verlas. Riéndose, se cubrió rápidamente la boca con una mano, mientras Hermione le dirigía una mirada de advertencia.

—Oh, ¡Es maravilloso! Es algo tan...

Siendo la última en entender que sucedía, Luna no comprendió que ocurría con sus amigas hasta que Hermione le cubrió la boca con la mano. Los tres hombres se miraron simultáneamente.

Irritada, sin decir nada más, Hermione condujo a sus dos amigas lejos de la mesa, desapareciendo al entrar a la casa, con Luna siendo prácticamente arrastrada por Hermione.

—¡Papá!

Harry volteó en dirección a su hija, que se acercaba corriendo, con sus pequeñas manos levantadas en el aire. Cuando llegó a él, Harry la levantó en brazos, sentándola a su lado mientras la aprisionaba en un apretado abrazo.

—Papá—se quejó Lily, peinándose el cabello con los dedos—. me estás aplastando, ¡Y el peinado que mamá me hizo!

Todavía preguntándose de dónde habría sacado aquella vanidad, Harry la soltó, riéndose.

—Al parecer no te quiere ni tu hija—bromeó Ron, logrando la risa de Malfoy y una mirada asesina de Harry, que decidió ignorarlo.

Las manos infantiles de su hija lo tomaron de las mejillas, haciéndola mirarla directamente a sus ojos verdes, tan idénticos a los suyos. Señal clara de que quería toda su atención.

—Papá, quiero abrir el resto de mis regalos, ¡Mamá y tu dijeron que podía abrirlos! He esperado toda la tarde, como prometimos, ya es hora, ¿Verdad?

Harry se rascó la cabeza con nerviosismo, evitando mirar los ojos de su hija, que transmitían una irresistible súplica. Podía darle caza a un montón de magos tenebrosos y a una niña con listones en el cabello no podía decirle que no.

—Iré a ver a tu madre, ¿De acuerdo? Entonces podrás abrirlos.

Lily asintió con alegría antes de emprender sus juegos, ahora considerablemente más feliz al haber llegado a un acuerdo.

Sin otra opción Harry se levantó entonces, dispuesto a buscar a su esposa en busca de una respuesta. Casi río por lo irónica que era su vida. Podía ser uno de los mejores aurores y enfrentarse a toda clase de peligros en el mundo mágico y muggle, pero simplemente no podía negarse a los deseos de una niña y, de paso, debía pedir autorización para ello de su esposa.

Su reputación como temible Auror seguro se desvanecería si sus enemigos conocían aquella indiscutible verdad.

Dirigiéndose a la casa, nuevamente sigiloso, recorrió el pasillo hasta llegar a la cocina, dónde se dedicó al escuchar los susurros de las veces de Hermione y sus amigas. Lo que por sí solo resultaba extraño. Para él, sabiendo descifrar cuando algo se salía de los parámetros le resultó imposible ignorar su curiosidad ante su extraña actitud. No es que fuera a espiarlas, ¿O sí?

De todos modos, había entrado para hablar con Hermione, que hubiera escuchado algo más estaba de por medio, era cuestión de pura casualidad, pensó.

—¿Por qué? No puedo entenderte, ¿Por qué no has querido ir a San Mungo? ¿No es más confiable?

— Quizás lo sea, pero no es mi deseo. No tengo explicación para esto, pero preferí ir con un doctor.

Varios sonidos de negación y desacuerdo se oyeron desde dentro.

—Pero por supuesto que también iré a San Mungo, sólo fui con el doctor para estar segura, ¿No es lógico?

—A mí esos doctores muggles me parecen... Peculiares.

La voz de Luna llenó la cocina, mientras proseguía:— están todos llenos de...

—Como te decía—la frenó Ginny con rapidez, previendo lo que serían posiblemente solo mitos creados por Luna.

—Lo más importante es decirle a Harry, algo así no puede ocultarse, aunque hayas ido con esos... doctores. ¿Cuándo le dirás?

La preocupación comenzó a invadir a Harry como un torrente, ¿Qué era lo que le tenía que decirle? ¿Estaría enferma? Aunque, si mal no recordaba, Hermione no parecía la misma últimamente, ¿Por qué no decírselo entonces? Él mismo pudo acompañarla, en lugar de estarlo ocultando.

—Se lo diré hoy, lo prometo, de todos modos, no quiero ocultarlo—aseguró Hermione a sus amigas firmemente, solo para tranquilizarlas.

Irremediablemente preocupado, Harry abandonó su oculto lugar en las sombras.

—¿Qué es eso que me dirás?— preguntó Harry, con desesperación en la voz. Las tres mujeres lo observaron, atónitas por su repentina interrupción.

—Nosotros... Deberíamos dejarlos solos, ¿No lo crees, Luna? Seguramente Ron no puede lidiar solo con Ethan.

Ginny apuró a la rubia, que se dejó guiar sin protestas fuera de la cocina.

—Solo que espero no sigas escuchando conversaciones de mujeres, Harry— le advirtió Ginny irónicamente, cuando pasaron a su lado lo que provocó una risita ahogada de Luna.

Decidido a ignorar el comentario, convenciéndose de que realmente hacía falta que interviniera, Harry encontró justificación en el pensamiento.

— Dímelo, ¿De qué hablaban? ¿Realmente estás enferma?— preguntó Harry, tomando su rostro entre sus manos en busca de cualquier señal de que algo iba mal.

—Para nada— aseguró Hermione,  removiéndose nerviosa ante el escrutinio de su esposo—, aunque, hubiera preferido decírtelo después.

Su aparente disgusto resultó gracioso para Harry, aligerando su latente preocupación.

—Bien—suspiró él—. De todos modos, tienes que decírmelo, ¿Qué es lo que tienes?

Hermione se apartó unos centímetros, alejándose de él para aclarar su mente ante lo que diría
Harry la conocía, estaba nerviosa.

—¿Recuerdas todo lo que me ha estado pasando? ¿Lo extraña que me he sentido?

—Por supuesto, te dije que deberíamos ir a San Mungo, creí que te acompañaría—mencionó Harry, con reproche en la voz.

—Tenía sospechas y estaba en lo correcto— susurró Hermione sabiamente, con el mismo tonto que empleaba cada que tenía la razón, lo que generalmente, siempre ocurría. Soltándolo, Hermione se colocó frente a la ventana de la cocina, desde donde podían ver a su hija, Lily, riendo en brazos de George.

—Como si nunca tuvieras la razón— bromeó, abrazándola.

Cómodos con su cercanía y el silencio, permanecieron callados, disfrutando de su presencia. Incluso, Harry olvidó de que estaban hablando inicialmente y se permitió cerrar los ojos aspirando el perfume de Hermione.

—Estoy embarazada— murmuró Hermione de pronto. Su voz llegó a oídos de Harry como un eco lejano.

—¿Qué?—preguntó confuso.

—Que estoy embarazada— repitió Hermione, soltando una risita nerviosa. Deshizo el abrazo y se giró a mirarlo. Al abrir los ojos, creyendo que había escuchado mal, Harry se encontró con que su esposa lo observaba con expectativa.

—¿Has dicho que tú...?

—Que estoy embarazada— declaró Hermione—. Tendremos otro bebé.

El corazón de Harry se detuvo, incrédulo, para un segundo después latir con fuerza en su pecho. Mirándola ahora, sabiendo la verdad, la recorrió entera, deteniéndose hasta llegar a su abdomen. No había ningún cambio en su figura, absolutamente nada.

Pero ahí, en su interior, Harry comprendió que se encontraba su bebé, creciendo día a día en el interior de su madre. ¡Sería padre de nuevo! Finalmente, ahí estaba, aquel cosquilleo de alegría al unir todas las piezas en su cabeza.

Hermione, por su parte, comenzaba a ponerse nerviosa.

Con Lily fue diferente, ambos habían esperado hasta ser lo suficientemente mayores, responsables y con un buen trabajo en el ministerio como para plantearse el convertirse en padres. Por aquel entonces, planearon cada paso, trazando cuidadosamente cada plan, ahora era diferente, ¿Y si Harry no deseaba otro hijo? Tal vez, deberían haber sido más precavidos, hablarlo antes y solo entonces...

Hermione detuvo sus pensamientos cuando notó como la expresión estupefacta de Harry cambiaba hasta transformarse en la total alegría, dándole una sonrisa deslumbrante. Un segundo después, tenía los brazos de él rodeándola, meciendo sus cuerpos con sincronía.

—¿Vamos a ser padres de nuevo?— le preguntó, sosteniendo su rostro—. De nuevo, ¿Quién lo diría? Quizás sea otra pequeña niña, como tú, Lily estará encantada, tendrá una hermana o hermano.

Deteniéndose, Harry colocó cuidadosamente su mano sobre su vientre.

—Me has hecho muy feliz, Hermione.

— Pensé que no estarías contento— confesó ella, riendo de alivio ante el entusiasmo de su esposo.

—¿Qué no estaría feliz?— río Harry,—. Casarme contigo, tener a Lily... es lo mejor que me pasó y ahora, tendremos otro. Merlín, Hermione, ¡Deberías saber que tendría incluso 10 hijos contigo!

Hermione lo detuvo, colocando su mano sobre el pecho de Harry.

—¿Qué has dicho? Detente ahí, Potter— advirtió ella—. Todavía no sé si estoy lista para esos diez niños, pero podemos prácticar...— susurró en tono sugerente.

Harry la acercó a él y sin demora, la besó con calma, disfrutando de los labios de la que amaba, con sus brazos la aprisionó contra él, acariciando su cintura su piel.

—¿Dónde se supone que están?, Lily los está... Vaya...

Ambos se separaron, para encontrarse con Ron, sumamente incómodo.

—Ya veo porque Ginny no quería que entrara.

La frustración de Harry se fue al recordar el motivo de su alegría, algo que compartiría con su mejor amigo. Ante la sorpresa de Ron, avanzó hasta su amigo y lo tomó de los hombros. 

—Ron, ¡Amigo!— gritó Harry, retomando su alegría—. Hermione me ha dicho que... Seremos padres de nuevo.

Los ojos de Ron vagaron de uno en otro, abriéndose por el asombro, luego se abalanzó sobre ellos, aprisionándolos en un abrazo sofocante según le permitían sus dos brazos.

—Qué buena noticia— les dijo Ron—. También seré su padrino, ¿No es así? Ni se les ocurra pedírselo a Ginny, soy su mejor amigo. He de ser yo, ¿verdad?— pidió, en tono suplicante.

—Ya lo pensaremos— reflexionó Hermione, comenzando a avanzar hacia el jardín. Harry no tardó en seguirla, seguido de Ron.


—Cuidado con el escalón, deja que te ayude— dijo Harry, tomándola del brazo para ayudarla.

—No empieces con eso, Harry Potter, no te comportarás de nuevo así, hiciste lo mismo con Lily, ¿Olvidas que sé valerme por mí misma?

—Lo sé muy bien— aceptó él con resignación, pero sin alejarse mucho de ella. Le esperaban meses difíciles.

No dirían nada acerca de su embarazo, no todavía. Era el cumpleaños de Lily y, después de todo, era su día. Hermione se encontró con el resto, mientras Harry y Ron permanecían en un extremo.

—Seré su padrino¿verdad?— susurró Ron en su oído, comprendiendo la confidencialidad—. No deseas al hurón como padrino de tu hija ¿O sí?

—No parece mala idea—razonó Harry con claras intenciones de hacerlo enfadar, logrando un gruñido seguido de un empujón y golpe en el hombro—. Tengo que convencer a Hermione, es todo.

Ron estrechó su mano, como si sellaran un acuerdo.

Por ese día, nada arruinaría la felicidad de Harry. Tenía más de lo que podía pedir, a la mujer que amaba como su esposa, quien más lo conocía, la madre de sus hijos. Además, contaba una familia y amigos unidos. Al final, todo el sufrimiento valió la pena y se esforzaría porque así fuera.

Por ellos.

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Y aquí está otro ❤
¿les gustaría que haga un one shot en especial?

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