DOS PAÍSES Y UN AMOR

By UsenySanneh

25.2K 999 40

Ibrahim es un joven de 18 años de raíces gambianas que tiene claro que nada ni nadie cambiará su estilo de vi... More

CAPITULO 1: El principio de la ultima oportunidad.
CAPÍTULO 3: La chica del velo.
CAPÍTULO 4: Ira.
CAPÍTULO 5: Un encuentro inesperado.
CAPÍTULO 6: Dos noches distintas
CAPÍTULO 7: Yo
CAPÍTULO 8: Salt city.
CAPÍTULO 9: La chica silenciosa.
CAPÍTULO 10: ¿La culminación?
CAPÍTULO 11: "THE SMILING COAST"
CAPÍTULO 12: LA FAMILIA QUE NO CONOCÍA.
CAPÍTULO 13: Al otro lado del mundo.
CAPÍTULO 14: Inglaterra
CAPÍTULO 15: "VIERNES"
CAPÍTULO 16: Frustraciones.
CAPÍTULO 17: Situaciones.
CAPÍTULO 18: Reencuentro.
CAPÍTULO 19: Tiempo y distancia.
CAPÍTULO 20: Contacto.
CAPÍTULO 21: Confusion.
CAPÍTULO 22: Bienvenido al otro lado.
CAPÍTULO 23: Noticia inesperada
CAPÍTULO 24: Maquinación.
CAPÍTULO 25: Impensado.

CAPÍTULO 2: Los cuatro fantásticos.

1.8K 59 2
By UsenySanneh


Narrador

Horas más tarde, a las dos del mediodía llegó Alagi, el marido de Ñuma. Como siempre, llevaba puesta su gorra de una marca conocida estadounidense que ensombrecía su mirada penetrante, cubierta de polvo que ocultaba su color blanco natural, una sudadera gris que portaba una mancha enorme en la parte posterior que no se quitaba ni con lejía, acompañado de otras manchas más recientes, que hacían percibir a uno lo duro del trabajo que realizaba. Llevaba puestos unos tejanos que dejaban al descubierto sus calcetines negros, acompañados con esos zapatos enormes que le iban como anillo en el dedo, ya que era un hombre bastante alto y robusto. 

Se despertaba cada madrugada para ir a trabajar en diferentes bosques para cortar leña y luego venderlas. Era un trabajo en el que trabajaba todas las horas que él creyese necesarias ya que el salario dependía de cuanta leña cortase al día, pero a él le daba igual mientras ganase algo, lo importante para él era mantener a su familia. Cada mes enviaba algo de dinero a sus familiares de Gambia, ya que ellos tampoco lo estaban pasando muy bien. Pero él siempre se preguntaba si realmente los que vivían con menos problemas eran los de África, ya que la vida en Europa no es lo que parece según el punto de vista de los que viven en el continente africano, porque para ellos, Europa era la solución, mientras que para los africanos instalados en Europa, era la perdición, le parecía irónico, pero era cierto.

SONINKE, dialecto africano

- Salamaleikum -Saludó Alagi a su esposa mientras abría la puerta.

- ¿Cómo va la cosa? -Le preguntó curioso.

- Bien ahora estoy cocinando la comida, ¿cómo fue el trabajo? -Le preguntó Ñuma aun sabiendo la respuesta.

- Agotador como siempre. Voy a rezar, que estoy muy cansado -Se asomó por la cocina -. ¿Has ido a hablar? -Preguntó sin decir el nombre de la persona que ambos sabían.

- Sí -Afirmó su esposa.

- ¿Y que dijeron?

- Le dan dos semanas más... -Le miró mientras removía la comida.

- Ya veo ¿sigue igual en ese curso no? -Dijo Alagi quitándose el gorro de la cabeza, que dejaba restos de polvo en el aire.

- Sí -Respondió exhausta de la situación en la que estaba su hijo.

Alagi negó con la cabeza.

- ¿Y dónde está? -Preguntó.

- Desde que he llegado está en la habitación -Dijo bajando la cabeza.

Alagi tocó un buen rato la puerta de la habitación de Ibra, pero el muchacho no mostraba señales de vida. Abrió la puerta de la habitación con delicadeza, dándose un golpe en la nariz con una nube de humo que al principio no sabía de donde venía, vio al muchacho sentado con unos cascos enormes en la oreja que al principio le pareció que era algún tipo de gorro nuevo, y la causa de esa niebla de humo, un cigarro en la mano que no cesaba de sacar humo. Ibra se percató de su presencia, miró hacia la puerta y le vio ahí de pie, sujetando el pomo de la puerta y con el gorro en la otra mano. Tiró el cigarro por la ventana y se quitó los cascos sin quitarle los ojos de encima.

- ¿Qué pasa? Antes de entrar se toca la puerta -Le dijo Ibra en tono pasota.

- He tocado, pero como no contestabas, he abierto -Contestó Alagi confuso.

- Vale ¿Qué ocurre? 

- Nada -Negó Alagi con la cabeza -. Solo te quería decir que es la hora de rezar -Añadió.

- Vale, ahora iré -Contestó desviando la vista hacia la calle.

- Tu madre me ha dicho que te han dado dos semanas más - Preguntó aun sabiendo que no recibiría respuesta por parte del chico.

Ibra le ignoró y se volvió a poner los cascos. Alagi prefirió no seguir, agachó la cabeza y cerró la puerta lentamente.


Narrador

El calor acechaba más que nunca, era difícil pensar que era un mes de invierno, y eso que los del tiempo avisaron que la semana iba a ser bastante bipolar, como si los dioses de la mitología griega estuvieran furiosos luchando contra los titanes. Ibra empezó a preparar sus cosas, cogió su libreta de apuntes, tres bolígrafos de color diferente y se los metió en aquella mochila pequeña del tamaño de un bolso. Se puso las bambas y salió de la habitación. Se detuvo en el pasillo para agradarse en el espejo mientras se peinaba aquel típico peinado, llamado cresta que muchos chicos africanos llevaban por moda. Dejó el peine encima de la meseta y abrió la puerta principal. Desde el salón salió una voz.

- Ibrahim antes de irte ven a comer -Exclamó la madre.

- No tengo hambre -Cerró la puerta y se fue.

A paso lento, fue bajando las escaleras chateando por el móvil, cuando alguien le tiró una bola de papel en la frente. Observó quien era extrañado y se dio cuenta de que era su hermana Fátima, que venía del instituto con una amplia sonrisa dibujada en la cara, como siempre. Subiendo las escaleras paso a paso como una escaladora exhausta a punto de llegar a su meta.

- Fea ¿ya volviste de clases? ¿tan pronto? -Pregunto su hermano.

- Si tete -Mientras subía a paso lento, esforzándose en cada escalón -. Pero si siempre acabamos a las 14:30 y además el insti está lejos, estoy cansada de tanto andar.

- Ya veo, ¿hoy habéis aprendido a hacer bolas de papel no? -Le dijo sarcásticamente.

- Ja ja era un dibujo que había hecho. Por cierto hoy, he visto a ma en el instituto con la directora, no sé porque habrá ido, si por mis notas o porque habré hecho algo malo -Le respondió pensativa.

- Que va tonta, tú no has hecho nada - Dijo mientras le ponía la mano en la cabeza y le restregaba el pelo -. Ahora ves a casa y come que yo me voy.

- Vale adiós, quiero que me ayudes con unos deberes -Dijo ilusionada.

- Descuida, luego lo hacemos, adiós -Se despidieron.

Bajó de su piso lo más rápido posible y ahí estaban, unos amigos suyos de toda la vida. Todos vivían en el mismo barrio, llamado barrio de la cruz o conocido por otros como segunda África, que se encontraba a las afueras de Pineda y donde la mayoría de inmigrantes vivía, de ahí ese segundo nombre. Asistían al mismo curso que él y cada día de clase le venían a buscar para ir juntos. Uno de ellos era Omar, de origen magrebí, con una piel bastante oscura que le daba un aire a mulato, una mirada penetrante que junto a su cabello ondulado resultaba más engañoso acertar su raza. El otro era Mamadu, de origen malien, era el menos alto de todos, pero el que más destacaba por su brillante cabeza rapada, y sus llamativas prendas de ropa, que el mismo llamaba swag. Y el otro era Carlos, moreno, ojos azules, el típico guapo del grupo que decía sentirse negro por dentro. Se conocían muy bien, pasaron toda la primaria y secundaria juntos, además crecieron todos en el mismo barrio, fortaleciendo más su amistad. Los que compartieron clase con este grupito solían llamarlos los cuatro fantásticos, el grupo CB (Código de barras) la clásica broma de, blanco, negro, blanco etc... Y otros apodos que les pusieron, pero a ellos les daba igual, eran como una familia y nadie podía cambiar eso.

-Hostia Carlos ¿este es el nuevo coche, no? -Preguntó Ibra a su amigo sorprendido mientras les chocaba la mano.

Era un Ford fiesta de color negro, con los cristales traseros blindados de negro y unas llantas de un color plateado bastantes llamativos, la luz del sol reflectada en esas llantas se reflejaba en los cristales de un bar que estaba justo en la esquina de donde vivía Ibra.

- Claro que si tío -Carlos tiró el cigarro al suelo y mostró una sonrisa.

- Hermano, azzi( Negro) anda que no tira, antes lo he probado y suuuu... como tira -Dijo Omar soltando una carcajada.

- Pues ya lo probaré -Miró el coche Ibra con una sonrisa maliciosa -. ¿Dónde está Mamadu? -Preguntó, a lo que le respondió Carlos.

- Está en el coche, es que como los cristales son negros y el también, pues no se le ve -Los tres empezaron a reírse -Anda, vamos tirando que ya llega la hora -Añadió.

- Vamos, vamos - Decía Omar mientras subían al coche.

Ya pasadas las tres en punto, que era la hora que daba comienzo a este pequeño curso, el grupito llegó. Omar tocó la puerta de clase con dureza asustando a los que estaban en el interior y se agachó. El joven profesor, Juan, desde el interior miró a través del cristal que había en la puerta con una expresión seria, vio a Ibra mirando abajo y riéndose de algo. Mamadu, que apareció de golpe, abrió la puerta bruscamente y entró.

- Mamadu, antes de entrar se saluda -Le dijo Juan a su alumno.

- Hola -Dijo sin mirarle.

Los otros tres entraron riéndose de la situación

- ¿Qué os parece tan gracioso? -Preguntó Juan.

- Nah, el Mamadu, que está cabreado porque le han dicho que los de Mali no saben llevar bici - Contestó Carlos a lo que toda la clase se rió.

- Te voy a petar los cristales del coche, Carlos -Mamadu miró a este mientras tomaba asiento.

- ¡Eh! Basta ya, venga, va, sentaros vosotros tres. Además de llegar a estas horas, ¿creéis que éstas son maneras de entrar? - Regañó el profesor.

- Vale, vale disculpe señor -Dijo Ibra mientras se sentaba.

Juan se quedó un instante observando el panorama. Aquella clase era una bastante pequeña, no cabían más de 30 personas y recientemente había empezado a ser utilizada para ese curso en concreto. Las mesas estaban separadas entre sí formando una hilera de una punta a otra y los diez alumnos ocupaban las únicas diez mesas y sillas que había en clase. Las paredes estaban cubiertas de dibujos que habían hecho otros alumnos durante años. Al otro lado de la clase, habían dos ventanas que proyectaban la luz del sol hacia el interior y unas cortinas evitaban que la luz molestara a los alumnos. Se acomodó las gafas y se dio la vuelta hacia la pizarra.

- Bueno, hoy hablaremos de... -Empezaba a hablar Juan cuando un ruido extraño surgió de detrás. Se dio la vuelta y vio a Ibra, que se reía disimuladamente mirando a su amigo -. ¿Qué os parece tan gracioso señores? -Preguntó el profesor -. ¿Aprovecharas estas dos semanas, Ibra? -Añadió.

- Que pesados sois los moros y los negros hostia, a ver si os calláis la puta boca, sino piraos de aquí -Dijo desde delante Andrea, que se dio la vuelta para mirarlos.

- ¡Anda calla mal follada! -Dijo Carlos señalándola con la mano.

- ¿Mal follada yo? -Ésta dirigió la mirada hacia Carlos con la boca abierta.

- Si, tu, azzi -Respondió Omar a la vez poniéndose en pie -. ¿Qué coño te pasa a ti con nosotros, eh?

- Necesita un polvo africano para curarse -Dijo Ibra mientras miraba a Mamadu riéndose, este otro también se reía.

- Un buen polvo -Contestó Mamadu.

- Prefiero que me folle un pez -Murmuró Andrea.

- ¡Wooooo! -Profirió Shen un sonoro grito desde la mesa que estaba al lado de la ventana.

- ¿Y tú porque chillas novita? -Preguntó Omar que todavía seguía de pie.

- Soy chino, no japonés -Contestó el asiático mientras jugaba con su bolígrafo.

- Soy chini no jipines -Ibra dijo imitándolo con gestos y un tono burlón.

- Si sois todos iguales... -Volvió a murmurar Andrea.

- ¡Ya está bien! -Exclamó Juan-. Vosotros cuatro, fuera de clase, ya mismo. No volváis hasta mañana -Indicándoles la puerta -. Andrea, ¿Cuántas veces te he dicho que no sueltes esos comentarios? tu también, !fuera de clase! -Dirigió una mirada de advertencia hacia Andrea.

- Pero, juan... -Dijo ella con voz de no entender lo que estaba pasando.

-Nada de peros, no voy a consentir este tipo de comentarios en mi clase -Exclamo el profesor y le señalo la puerta.

Ella desvió la mirada hacia la ventana y se levanto lentamente para luego salir con un rostro de rabia,  los demás se quedaron mudos, para no ser los próximos. Los cuatro fantásticos se levantaron sin vacilar y miraron desafiante y con aires de superioridad a los demás alumnos.

- ¿No podéis aprovechar ni estas horas de clase que os damos? -Preguntó Juan mientras estos salían, y les calaba la mirada, sin recibir respuesta de su parte.

Las clases concluyeron dos horas después, a las cinco. El curso ofrecía dos horas de clase tres días a la semana. Surgió después de que la junta directiva llegara a un acuerdo de ofrecer una oportunidad a cualquier alumno u alumna sin el título, o para aquellos que provienen de otro país.  Siempre que se esfuercen, asistan cada día y saquen buenas notas, está claro. Pero aun así, para los cuatro fantásticos, que se quedaron abajo ya que no podían abandonar el edificio hasta que el profesor lo permitiese, dos horas de clase era demasiado. Durante el castigo estuvieron hablando sobre lo que harían el próximo sábado; sus ligues, fiestas, etc... Hasta que irrumpió el profesor y los demás alumnos, que les provoco una sensación de euforia, se pusieron de pie rápidamente, abrieron la puerta sin vacilar y salieron.

- Mañana no lleguéis tarde -Dijo Juan -. Omar y Carlos le mandaron gestos insultantes, pero este los ignoró y prosiguió su camino.

El sol caía con menos intensidad y las ramas de los arboles resonaban por el parking, por el aire fresco que los sacudía. Se quedaron un rato a fuera gozando de ese aire fresco y de las vistas que ofrecía el sol cuando se abrazaba con las nubes en ese atardecer tan rojizo, hasta que Ibra se puso en marcha y alcanzó el coche.

- Tú, Carlos, déjame conducir a mí ahora -Mencionó acercándose a la puerta del piloto.

- Si no tienes carnet - Le recordó este a Ibra. Saco un paquete de tabaco y le ofreció un cigarro a Ibrahim.

Ibra negó con la cabeza.

- ¿Y tú, Mamadu? -Volvió a preguntar.

- Que va, merci -Contesto a la vez que le daba una patada a una piedra. Le daba vueltas a las palabras de Juan. Parecía que le hizo reflexionar.

- Va, si sabes muy bien que algo sé, no como el pera, pero lo intento, no la liare -Dejó escapar una risa diciéndole a Carlos.

- Va anda, toma, era broma - A lo que le tiró las llaves.

Los dos se miraron e intercambiaron sonrisas. Con tan solo una mirada eran capaces de entenderse el uno con el otro. Ibra encendió el motor del coche repasando con la mirada cada parte de aquel nuevo trasto por dentro, hasta terminar en el volante. Aceleró de tal forma que una nube de humo salió por el tubo de escape, y se le caló el coche, provocando una risa desgarradora de sus amigos.

Todos dormían cuando Ibra abrió la puerta principal parsimoniosamente, intentando no hacer ruido. Había pasado la tarde en Calella con los demás, dando un paseo por la playa y entrando en algunas tiendas para mirar ropa que al final no acabarían comprando.
Un pequeño chirrido salió de la puerta, lo que le hizo cerrar todavía más sigilosamente la puerta, acompasando su respiración para que no se le oyera. Encendió la luz del salón y se acomodó en una de las sillas. Revisó los mensajes de su WhatsApp y puso a cargar el móvil

- Dios, aún estamos a martes- Pensó -. Todavía quedan cuatro días para sábado.

Levantó la vista y observó la televisión apagada, desviando la mirada hacia las fotos que estaban al lado; él y su hermana de pequeños, el día de su cumpleaños, su madre con sus amigas, sus abuelos, sus primos y más fotos familiares mostrando esa cultura Soninke, esos vestidos únicos y fiestas tradicionales reflejaban la esencia africana. Todo lo que quedaba de aquellos momentos eran imágenes en un simple papel y un nítido recuerdo, pero había una imagen que le captó la atención y que repentinamente le hizo desvanecerse del salón. Entró en la cocina y sacó la comida provocando pequeños ruidos, pero suficiente ruido como para que Alagi despertara y se asomara en la cocina para ver lo que hacía.

- ¿Ya has llegado?- Preguntó Alagi.

Ibra le observó fríamente y rápidamente le rehuyó la mirada, sacando la comida sin pronunciar palabra.

- Tu hermana ha estado toda la tarde esperando a que la ayudaras con los deberes -Mencionó Alagi -. Se ha quedado dormida en tu habitación -Añadió.

Ibra se quedó quieto por un momento, se acordó de que la tenía que ayudar con los deberes, pero seguía sin pronunciar palabra, con un rostro inexpresivo y unos pensamientos de autocrítica vagando por su mente. Alagi estuvo unos segundos parado en la puerta sin cambiar de postura, como si fuese una estatua y luego volvió a su habitación cuando se acordó de que todavía tenía sueño, dejando a éste solo en la cocina.
Sacó rápidamente la comida y fue a su habitación a ver a su hermana. La vio tumbada durmiendo como un ángel, respirando pausadamente y los deberes encima de la mesa ya hechos. Verla dormir así le dejaba tranquilo, le hacía fluir sentimientos que a primera vista, pareciese que no tuviera

- Lo siento hermanita, mañana los haremos - Dijo mientras le acariciaba la cara. La embadurnó con la manta y él se fue a dormir en el salón.

Continue Reading

You'll Also Like

1.4M 75.4K 71
-Soy una niña buena- susurro adormilada -claro que sí nena - dice daddy acurrucandonos más en la cama. - ahora toma tu biberón baby- escucho a papi...
299K 11.7K 41
Se llama Marcos. Se apellida Cooper. Y toca la guitarra. Jude Brown es una estudiante de periodismo, tras un largo camino en su vida, tiene que busc...
80.1K 7.5K 71
Bilogía «Russkaya ruletka». Después de haber sido rechazada por el mejor amigo de su hermano cuando Anna y Arizona leyeron su diario, Tailime solo qu...
2.9M 169K 105
Libro uno de la Duología [Dominantes] Damon. Un hombre frío, amante de los retos, calculador... decidido. Se adentra en un mundo desconocido, donde l...