HARINA Y POLVO DE CARBÓN

By C-WILLOW

36.2K 3K 537

Las teselas ya no son suficientes, a Gale lo atraparon los Agentes de la Paz, el Capitolio reforzó la segurid... More

1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
Q&A
26
26
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
AGRADECIMIENTOS
CAPÍTULO EXTRA
CAPÍTULO EXTRA
SEGUNDA PARTE
COMISIONES

27

1K 60 25
By C-WILLOW

(Play a la música: ***)

"¿QUIÉN ES EL VERDADERO ENEMIGO?"

Tardamos tres meses en volver a poner el trece en funcionamiento completo, hemos perdido casi medio año y casi medio Distrito, pero tenemos a prácticamente todo Panem de nuestro lado. Unas semanas después de que sucedió lo del bombardeo, restablecimos comunicaciones y nos enteramos de que nuestras propos estaban funcionando: muchos de los Distritos accedían a ayudar; sinceramente, creo que Peeta también tuvo algo que ver con eso.

Al arriesgar su vida por avisarnos, la gente, ante todo, sabe que él está de nuestro lado, a pesar de que, cuando aún nos encontrábamos siendo bombardeados dentro del búnker, comenzaron a hablar de su aparición en la televisión y lo llamaron traidor varias semanas, hasta que yo tomé uno de los micrófonos conectados a todas las bocinas dispersoras de sonido del lugar y le dije a la gente que si él no hubiera pedido un alto al fuego, no habría hallado la forma de ayudarnos y, como tal, no estarían aquí criticándolo, comentando que no deberíamos intentar salvarlo.

Recuerdo muy bien que protestaron ante las primeras palabras que resonaron desde el micrófono, pero yo continué recriminándoles que deberían recordar cómo la sangre de Peeta corría por las baldosas blancas de la mansión de Snow, siendo un gran pintor, se destacó por teñir de rojo el suelo ante las cámaras, perdiendo por un momento— o para siempre— lo que le da vida a él, para darnos diez minutos extras de desalojo, y darnos la vida que él perdía a nosotros.

»Para que todos y cada uno de los que están escuchando esto y lo llaman traidor pudieran llegar aquí, para que reconsideren cuántas veces Peeta se ha parado en frente de todos ustedes, como uno de ustedes, ignorando al Capitolio sin medir las consecuencias que podría traerle su lealtad. Es nuestro turno de hablar por él, de repetir sus palabras y su fe, y hacer que sean escuchadas, aunque el Capitolio corte nuestras lenguas para censurarlas. Se lo deben. Se lo debemos, este vivo o no, lo hacemos.

Dicho eso la gente, todavía algunos discrepando, entendió mi mensaje y la mayoría guardó silencio y les sugirió a aquellos que continuaban no haciéndolo que deberían cerrar sus bocas.

Todos se mostraron más solidarios después de esto y yo comprendí que lo que dice Peeta sobre mi liderazgo innato es cierto, de verdad puedo llegar a conquistar la lealtad de la gente. También, entonces accedí a hacer más propos y a salir en cámara mientras, con un aparato improvisado que logró construir Beetee, transmitían a los demás Distritos cómo nos uníamos para reconstruir lo que el Capitolio había reducido a cenizas (otra vez).

—... Y como también podemos construir un Panem con cimientos sólidos si se unen a las fuerzas rebeldes. Si derrotamos a Snow. Si desobedecemos su tiranía. —Y pensando en Peeta dije: —. Juntos.

Entonces la propo terminó y continué ayudando a levantar piedras y llevarlas hasta el lugar en donde las amontonábamos.

Tuvimos la oportunidad de intentar rescatar a Peeta y a las chicas, pero no resultó: nos tendieron una trampa y sólo regresó uno de los tres grupos voluntarios. Coin dijo que no accedería a perder más gente por mi causa y que los recuperaríamos una vez que Snow estuviera fuera del juego. No me quedó de otra más que asentir. Insistí, amenacé con no apoyarlos más, pero lastimosamente para Peeta y para mí, las propos eran eficientes y hacían su trabajo. Por lo menos ahora sabemos que Peeta está vivo después de la segunda transmisión que hizo; demacrado, casi enfermo, sí, pero vivo. No es un consuelo, sino una esperanza.

....

Después de eso, logro mi cometido. Coin accedió a mandarme al Distrito dos, el único que continúa apoyando al Capitolio y que cuenta con El Hueso, uno difícil de roer, que por supuesto tiene que ser deshabilitado. Con la gente de aquí a nuestro favor será más fácil llegar hasta Snow, pero primero necesitamos una estrategia para lograrlo, la cual aún no tenemos..., o más bien nos oponemos a la que Gale ha propuesto por intentar salvar más vidas.

—Ellos bombardearon nuestro Distrito, son enemigos aunque lo único que hagan sea trapear el piso de Snow —opina Gale.

—No es su elección —le contradigo. Lo sé porque nosotros no elegimos que la mina en la que nuestros padres trabajaban explotara, no elegimos tener que sobrevivir de la caza furtiva; no elegí que mi madre se perdiera en sí misma o que Gale fuera secuestrado, que Peeta fuera cosechado junto con Amaranta.

Pero sí elegí ofrecerme como voluntaria, elegí luchar por la paz para traer a Peeta de vuelta, elegí desafiar al Capitolio...., no matar a nadie por voluntad propia y si puedo seguir permitiéndomelo, nadie va a morir mientras tenga voto y voz en este tipo de cosas.

—Tampoco fue la nuestra que nos bombardearan.

—Eso fue mi culpa. Destruyeron mi distrito porque yo destruí su arena. ¿Entonces ahora lo entiendes, Gale? Estamos jugando de nuevo, las reglas son cabeza por cabeza, sangre por sangre. ¿Quién va a pagar el precio de esto?

—Ellos mismos. Son los que saldrán heridos.

—No necesitamos herirlos. Lo único que ganarás con eso será que nos odien más por atacarlos. Tendremos a menos gente a nuestro favor. Buscamos paz. Dejemos de actuar como Snow. No somos ni seremos como él. Nuestro trabajo es cazar, lo hemos hecho toda la vida, así que, atrapemos a esta víbora sin necesidad de lastimar a otros.

—Alguien tiene que ser la carnada, si no, no funcionará, la víbora no caería en la trampa.

—¿Y ellos son la carnada? ¿Les haremos creer que morirán a manos de su propio benefactor? Porque te recuerdo que somos nosotros los que están atacando hoy y aquí, no ellos.

—Pues entonces los convenceremos de que es Snow quien debe pagar el precio de lo que estamos a punto de hacer. Haremos que caiga en su propia trampa.

—¿Y cómo haremos eso?

—Les avisaremos que estamos aquí, dejaremos que nos ataquen primero.

Intentar convencer a alguien tan obstinado como yo, en este caso Gale, no es fácil a menos que le dé una buena razón y una solución que esté dispuesto a aplicar y que sea suficiente para que las cuentas por el bombardeo de nuestro distrito queden saldadas. Destruí su arena: bombardearon mi distrito; inicié una campaña para reunir rebeldes: terminaron con un hospital, que sabían, estaba lleno de enfermos y de gente indefensa. Luego bombardearon el Trece, sin saber lo que teníamos y sin que nosotros supiéramos ese pequeño detalle, como ahora con el asunto del Hueso... Si tan sólo... ¡Lo tengo!

—No sabemos lo que tengan, con lo que se puedan defender, es como... como cuando nos bombardearon a nosotros en el Trece... ¿No te das cuenta, Gale? ¡No iban a matarnos en el Trece, era una advertencia! ¡Peeta lo pedía en su entrevista! ¡Lo llamaron traidor por ello, pero jamás se dieron cuenta de que nos protegía! ¡El Capitolio quería un alto al fuego y qué mejor manera para lograrlo que inhabilitarnos por unos meses y tenernos ocupados reconstruyendo las áreas dañadas y barriendo cenizas! ¿Cómo podrían asesinarnos si no saben lo que tenemos, con lo que podemos contraatacar o en dónde podemos escondernos? Nosotros tampoco sabemos con qué nueva arma puedan atacarnos o de cuántos agentes de la paz disponen; sin embargo, sabemos por dónde entran y salen.

—Las vías del tren —deduce.

—Exacto. ¿Por qué no cerramos todas, menos una, dejamos que crean que los estamos atacando, pero únicamente hacemos que salgan de allí por uno de los túneles?

—Hay que bombardear únicamente las entradas.

—Luego hablaremos con ellos.

—No. Hablarás con ellos y lo transmitiremos. Eres la única que tiene alguna remota posibilidad de convencerlos, así como convenciste a la gente de que Peeta no era un traidor.

Asiento. Todo esto Peeta lo sabía, él sabía que irían atacarnos, pero no tenían idea de qué teníamos nosotros, lo vimos cuando Coin lanzó el primer misil y entonces respondieron en esa dirección. Nos avisó porque no tenía forma de enterarse si seríamos capaces de defendernos, pero ¿cómo lo supo? La gente lo llamó traidor por pedir un alto al fuego ¿Realmente nos está traicionando a nosotros o los está traicionando a ellos? Puede ser que también busque, después de todo, no traicionarse a sí mismo.

Amaranta lo planteó en su primera entrevista: si no tenemos otra opción más que ser una pieza en el tablero, entonces jugaremos bien. A nuestro modo. La diferencia es que ella planteaba sabotearse a sí misma para que el juego de Snow cayera; ahora haremos que Snow sea quien quede mal.

—Está bien. Haré lo mejor que pueda.

—Sólo recuerda y recuérdales quién es el verdadero enemigo. Entonces los tendrás comiendo de la palma de tu mano.

...

Las alarmas de evacuación comenzaron a sonar hace unos segundos, todos están colocándose en sus posiciones a esperar el tren. Médicos detrás de mí revisan sus provisiones, los guardias aguardan en sus posiciones, los camarógrafos preparan sus equipos..., y yo niego las tarjetas con palabras de Effie que Haymitch me entrega.

—Sabía que no las querrías.

—Puede que vivan junto al Capitolio, pero aunque Effie escribe mejor de lo que se viste, esta gente no escuchará eufemismos. Quieren la verdad, y se las daremos.

—Entonces hazlo. Y hazlo bien, Katniss, confiamos en ti.

Haymitch asiente con la intención de irse y ver en qué más puede trabajar por ahora, pero por alguna razón, lo detengo y lo envuelvo en un abrazo.

—Gracias —le digo al oído.

—Cuidado, preciosa, derrites la arrogancia que tanto tardó en soldar —responde burlón, devolviéndome el abrazo.

—Y tú como siempre arruinas las buenas intenciones de la gente, borracho inútil.

—Y yo creía que Peeta te había ablandado...

—Yo creía que te había hecho ponerte en forma, y míralo, ahora quien necesita unas horas bajo el sol para agarrar color es él. Ambos lo vimos, está demacrado, ni siquiera en los Juegos se veía así...

—Por eso acabaremos esta guerra y traeremos a Peeta de vuelta.

El ruido y el movimiento de las vías del tren no me dan más tiempo para otra cosa que no sea asentir. Haymitch corre a refugiarse detrás de los soldados armados, la escena comienza a transmitirse y se refleja en una pantalla enfrente de mí.

—Soy Katniss Everdeen hablándoles desde el Distrito Dos —explico a las cámaras—. Hemos procedido a desalojar el lugar en el que el Capitolio guarda y fabrica sus armas al obstruir todas las entradas del lugar, menos en la que ahora esperamos a los trabajadores y agentes de la paz. Ayudaremos a los que puedan haber resultado heridos, tomaremos la armería, acogeremos a los que se nos unan en calidad de rebeldes y apresaremos a los reacios hasta que estén dispuestos a luchar con nosotros para recuperar Panem.

Tres trenes llenos aparecen deslizándose por las vías, rápidamente se forma una escolta a menos de dos pasos de distancia de mi posición, luego están los demás soldados, listos para defenderse y defendernos; atrás, los paramédicos tienen su lugar y los camarógrafos son responsables de su libertad de movimiento. Una vez abiertas las puertas de los trenes, gente herida y otros en perfectas condiciones se mueven por el suelo, hasta que ven a la infantería apuntándoles, y a mí de pie frente a ellos. Entonces muchos se agachan, otros se hincan.

Respiro profundo antes de hablar, recordando lo que dijo Gale, recordando que estoy aquí para acabar con esta guerra y, que si lo hago, podré ver a Peeta después, confiando en que siga vivo para entonces y que yo sobreviva todo esto. Antes de decir la primera palabra noto que todos tienen su atención en mí, hay gente que necesita ayuda médica antes de que yo hable. Hay un hombre herido que no ha dejado de arrastrarse hacia mí, lleva un arma y va dejando un importante rastro de sangre detrás de su paso. Inmediatamente mi escolta apunta para volar su cabeza antes de que intente volar la mía.

—¡No! ¡Esperen, está herido! ¡Suelten sus armas para que podamos ayudarlos! —pido, avanzando hacia el hombre. Mucha gente noble deja caer sus armas al suelo y se inca—. ¡Este hombre necesita ayuda!

Antes de que llegue a él, un agente de la paz aún armado avanza en mi dirección, rápidamente siendo derribado por el fuego de las armas que carga mi escolta.

—¡No disparen! ¡Detengan el fuego!

Y se hace, el fuego para. Suelto un suspiro mientras veo de reojo como el hombre herido de antes suelta su arma y deja que los médicos lo atiendan. Cuando me giro para comenzar a hablarles de una buena vez, otro agente de la paz me derriba y me apunta un arma en la cabeza antes de que puedan intentar defenderme, entonces otras seis armas apuntan a la suya.

—Dame una buena razón para no volarte la cabeza como volaste las entradas de la montaña.

—No la tengo. Pero tú y toda la gente que están aquí deberían agradecer que sí tuve una para bombardear sus entradas y no toda la montaña. Sería tan fácil como prenderle fuego a un borracho con todo el alcohol que lleva dentro... Toda la pólvora de ese lugar habría ardido como el polvo de carbón lo hizo en mi distrito con las bombas incendiarias que ustedes lanzaron.

—No fui yo personalmente, pero será un placer matarte ahora que no me has dado razón para no hacerlo.

—Y tú dales una razón a ellos para no acabar con el mismo destino que yo —digo, apuntando la mirada hacia mi escolta—. Ese es el problema, ¿no? Tenemos tantas razones para querer matarnos uno al otro. Así que si quieres matarme, hazlo. Hazle el favor a Snow. Estoy cansada de ensuciarme las manos con sangre de sus esclavos en su lugar.

—No soy su esclavo.

—Pero yo sí. Y mis amigos. Por eso Peeta es un Vencedor, y Amaranta, porque ella mató a aquella niña y su compañera mató a los demás tributos; Peeta mató a dos profesionales y los profesionales han asesinado a los tributos de mi distrito año tras año. Siempre es lo mismo: uno tras otro cae, ¿y quién gana siempre?

—Snow —contesta el hombre, tirando su arma al suelo, dejándome libre.

Me pongo en pie con un sólo movimiento, mientras inspirada por mis propias palabras, me dirijo a toda la gente que se ha quedado observándonos.

—¡ESTOY CANSADA DE SER UNA PIEZA EN SUS JUEGOS! El Distrito Doce y los demás distritos, junto con el Dos, no tenemos ningún problema más que los que nos ha dado el Capitolio ¿Por qué pelean con los rebeldes? ¡Somos vecinos, somos aliados! ¡Esta gente no es su enemigo! El verdadero enemigo que tenemos tiene nombre, y se llama Snow. Nos corrompe a unos en contra de otros. ¡dejen de matar en su nombre! Esta noche dirijan sus armas hacia el Capitolio, dirijan sus armas... hacia Snow.

La gente parece reflexionarlo, parece estar a punto de cruzar la línea hacia los rebeldes; pero, de entre la razón, el veneno de Snow avanza hacia mí con un arma en la mano. El agente de la paz dispara. Puedo verme caer en las pantallas frente a mí después de que las balas me alcanzan.

...

El ambiente es estéril de nuevo. Las pesadillas vuelven cuando duermo. La dosis de morflina me es inyectada cada cierto tiempo. Los desmayos vuelven a ocurrir antes de recuperar la consciencia por completo.

Las sábanas blancas cubren todo mi torso vendado, impidiéndome respirar con libertad, mientras que miro a Finnick con recelo.

—No puedo creer que Coin no vaya a dejarme ir —admito derrotada—. Estoy segura de que si insisto un poco, terminará cediendo como la última vez.

-Katniss, tenías una costilla rota por dos balazos seguidos en el mismo lugar. Te dieron otro en la pierna. Hace sólo unas horas, te juro que vi por esa ventana de allí cómo unían tus costillas y ese sexy muslo que tienes allí vendado, tenía un corte por lo menos del tamaño de mi mano.

—Ahora estoy bien, Finn —insisto, a pesar de que yo más que nadie sé que es una completa mentira y que ni yo me la trago.

Gale me mira molesto.

—Se supone que deberías descansar —dice—. Además, ¿no tendrías que estar contenta porque ya tenemos al Distrito Dos de nuestro lado?

—No estaré satisfecha hasta que el que esté de nuestro lado sea Peeta, junto con Johanna y Annie.

—Peeta es lo suficientemente egoísta como para poder sobrevivir —escupe.

—¿Qué quieres decir con eso?

Gale aprieta los labios, pero sé que está dispuesto a decirme lo que sea que le está prendiendo mecha a su lengua.

—No —advierte Finnick, mirándolo mal—. Sólo lo empeorarías.

—Deja que lo diga —pido desafiante—. Quiero escuchar lo que tiene que decir.

«¡Que se atreva!» -pienso.

—Está haciendo entrevistas, intenta competir con tu propaganda, todos sabemos que la gente lo escucha cuando habla.

—¡Es la única forma que tiene de mantenerse vivo! —alego. Seguro lo matarían si desobedeciera.

—¡No! ¡Es un cobarde egoísta!

—¿Y qué se supone que haga, morir?

—¡SÍ! ¡Yo dejaría que me mataran antes de venderme como lo está haciendo él!

Probablemente hace mucho tiempo habría creído eso, cuando las palabras que salían de la boca de Gale pasaban por sinceras, cuando según yo, seguíamos siendo un equipo y enfrentábamos todo nosotros. Pero, como dije, fue hace mucho tiempo.

—Ah, ¿sí? ¿Estás seguro? —Río con sarcasmo—. ¿Cuánto pagabas por el carbón, Gale? El precio usual eran dos pavos por un saco, nunca podríamos haber pagado eso sin quedarnos sin cenar por lo menos dos días... ¿Tengo que recordarte que necesitábamos recurrir a un maldito descuento del que tú nunca me hablaste? ¿O debería llamarlo favor? ¿O acaso eras tú el que se vendía por carbón, por el que obtenían un descuento pagando con un par de sacos?

La mirada de Finnick me sigue, no tiene idea de lo que estoy hablando, pero no bastarán más que unos minutos para que lo comprenda, no hay mucha ciencia en esto.

—Tú no sabes nada de eso, Katniss. —gruñe Gale.

—Sé más de lo que tú crees. Pero lo entiendo.

—No lo haces. No puedes.

—Lo hago.

—Te repito que no es así.

—No. ¡Eres tú el que no entiende! Si todos alguna vez nos hemos vendido al diablo para sobrevivir, podrías mostrar más compasión hacia Peeta. Además, es nuestro aliado allá, como si fuera un infiltrado, está de nuestra parte.

—Peeta está en el Capitolio porque así lo quiso él, no me obligues a explicártelo, Katniss, no es algo que debas escuchar. No es nuestro aliado, ni está viendo por nadie más que sí mismo.

—¡Así lo quiso él! —repito sorprendida.

-¡Sí! Yo escapé de ese lugar. Si yo pude, ¿qué lo detenía a él con el apoyo del trece? ¡Nada más que él mismo!

—¡No lo sabes! Tú sólo fuiste alguien a quien encontraron rompiendo las leyes, él se ha convertido en una maldita figura pública.

—¿Entonces eso crees de verdad? ¿Piensas que no tengo una respuesta razonable de por qué él no está aquí? —pregunta desafiante.

—No —contesta Finnick. Gale y no nos miramos interrogantes, para después voltearlo a ver a él, esperando una respuesta—. No lo sabes. Puedes haber sido un prisionero, haber sido quien ayudó a crear la arena del Vasallaje; pero no eres un vencedor. No tienes idea de lo que es serlo.

—Tengo idea de es posible manejarlo si quieres.

Finnick sube los ojos y sonríe de lado, yo aprieto los labios para reprimir una risa, pero al final no resulta.

—Tú piensas que tienes la razón y la verdad en la punta de la lengua — acuso, aún con la sombre de la risa entonando mis palabras—. Dime una cosa, ¿Ya conociste a Amaranta?

Resopla.

—Todo Panem sabe quién es.

—Y sólo yo sé que su embarazo no es casualidad. No entiendes nada de lo que está pasando aquí. Has estado detrás de Los Juegos, pero nunca en ellos. Tu cabeza puede valer un precio si no haces tu trabajo, pero no es la de nosotros la que vale, sino la de todos los que te rodean. No eres sólo tú. No es así de fácil. No puedes sólo ignorarlo y correr, porque a los que vayan tras de ti los asesinarán. A ti te seguirán pagando como siempre, como si nada hubiera pasado.

» Peeta no está siendo egoísta, nos está protegiendo a todos y sí, a sí mismo. No tiene elección. No es como tú —espeto con rencor—, que pudiste haberme dicho que no podíamos pagar el carbón, entonces habríamos encontrado otra forma, siempre lo hacíamos..., pero quizá tus horas de diversión valían más la pena...

—Sé que tú hiciste lo mismo —confiesa—, Vick escuchó a mamá contárselo a alguien. No puedes juzgarme por eso si tú hiciste lo mismo y alegas que no acuse a Peeta por haberlo cometido también.

—!Es diferente!: Tú me tenías a mí, éramos los dos, tú y yo contra el mundo, habríamos hallado una forma, ¡Lo habríamos hecho, maldita sea! —repito, con el enojo y las lágrimas a punto de estallar—. En cambio, cuando yo recurrí a lo mismo, tú para mí ya estabas muerto, Peeta estaba en los juegos a punto de morir también y era sólo yo para cuidar a tu familia y a la mía. ¿Ahora ves como sí lo entiendo?

—De acuerdo. Tengo eso, pero no puedo aceptar que Peeta sea una víctima en todo esto. No lo es.

—¿Crees que no eres víctima de algo cuando te obligan a tener un hijo? ¿En qué mundo vives, Gale?

No me contesta, así que pongo más atención hacia él, dándome cuenta de que Finnick lo mira otra vez, advirtiéndole algo... Si tan sólo supiera que Gale hará lo que se le dé la gana: si tiene una razón, por lo menos una, aunque sea la más tonta de todas, lo hará. Y lo hace.

—Creo que estoy informado de que Peeta no fue sacado del Capitolio porque cuando la gente del trece llegó por ellos, él estaba en la cama con quién sabe qué mujer. Vendiéndose.

Por un momento creo que mi corazón está a punto de romperse, por un momento quiero golpear tanto a Peeta como a Gale, irme a llorar a uno de los muchos escondites que he encontrado en este lugar. Peeta con otra mujer, vendiéndose para conseguirme patrocinadores. Pero, ¿por qué haría algo así si sabía que el plan era, de alguna forma, sacarme de ese lugar?

Entonces miro a Finnick, recuerdo la carta de Snow a Peeta y Amaranta, como si estuviera de nuevo bajo la lluvia leyéndola. Recuerdo los ojos de Peeta llenos de lágrimas, su expresión al ver la sangre que había en sus manos, su miedo por ella.

En ese momento no comprendía todo exactamente, sólo sabía que él necesitaba mi ayuda; pero una vez que yo estuve dentro de la arena, supe lo que eran las pesadillas y el miedo a la sangre en tus manos. Supe lo que era ser un tributo y un vencedor. Supe lo que era matar a otros en la misma situación precaria sólo para que tú pudieras vivir.

Después de todo, aún conservo la pulsera que dice mentalmente desorientada.

—Eso no pudo ser así —concluyo, pensando en todo lo que acabo de recordar, en todo lo que yo también sentí, en todo lo que vi que le hicieron a Peeta. En la causa por la que estoy aquí, por la que me dieron tres balazos.

—¡¿Cómo no?! —grita—. ¡Pero claro que lo fue! Todo el mundo sabe que él te quiere a ti, Katniss, por lo menos todos los que lo conocen, pero nadie dice nada. Siempre has sido tú para él, así que lo único que prueba que se estaba vendiendo, irónicamente, eres tú y su obsesión contigo. Di lo que quieras, di que estaba consiguiéndote patrocinadores, intentando sacarte de allí. Pero sé cuando te digo que él sabía el momento en el que irían por él y por Haymitch, y por Finnick y Beetee. ¡Demonios, hasta Effie Trinket salió de allí! Pero Peeta, Katniss, se quedó porque así lo decidió.

Hay un silencio corto, hasta que decido que estoy perdiendo el tiempo.

—Quizás tengas razón —digo al fin, queriendo parar una discusión inútil: yo misma lo dije, si Gale no quiere, no lo va a entender—. Todos tenemos un precio. Un precio que te cuesta la vida, te cuesta matar gente inocente, te cuesta todo lo que eres. Pero te repito que tú no eres un vencedor, Gale. Ya te lo dije: tú no eliges serlo, te convierten en uno.

Gale lo piensa un momento, hasta que parece notar que estoy cansada de discutir, sobre todo con él.

—Tú y yo teníamos algo, Katniss, antes de todo esto. ¿Qué cambió que eres capaz de perdonarlo a él y a mí no? ¿Por qué ahora es él y no yo?

—Siempre fue él. Sólo que yo no lo sabía o, en su defecto, elegí no hacerlo.

—Jamás le prestaste atención —dice, recriminándome.

—No. Tú no me prestabas atención a mí, porque Peeta tenía más de la que yo quería darle.

—¿Por qué?

—Eso no te importa.

...

Finnick es de mucha ayuda para volver a caminar una vez que la herida de mi muslo comienza a sanar. Paseamos por el distrito, nos saltamos los horarios (excepto la hora de comer), e incluso nos reímos, por ejemplo, de cómo Finnick se quitó la camisa de papel del hospital cuando no lo dejaron ir con nosotros al Distrito Dos, quedándose en calzoncillos... Debo admitir que es incluso más guapo (y fuerte) que Peeta, pero eso nadie nunca lo oirá de mi boca, aunque sé que se notan mis mejillas rojas cuando lo pienso.

También visitamos a Amaranta en su compartimiento, la verdad es que nosotros tres hemos aprendido a convivir y hacernos el rato ameno a pesar de todo; las bromas de doble sentido de Finnick y el humor sarcástico de Amaranta le dan un toque nuevo a mi día a parte de pensar en Peeta.

—Díganme señoritas, ¿qué planes tenemos para cuando la guerra termine?

Finnick toma uno de los bolígrafos de la mesa, de color negro, y comienza a rayar figuritas en la panza de casi nueve meses de Amaranta. Una de ellas me llama la atención: es una especie de círculo dividido en cuatro partes, y en cada una hay un lazo que parece anudarse de la misma manera.

—No creí que supieras dibujar —comento curiosa.

—Sé escribir simbología, no dibujo. A los pescadores del Distrito Cuatro nos gusta comunicarnos de manera original.

—¿Y eso qué es exactamente?

Él se encoge de hombros mientras sigue trazando cosas.

—Representa la unión eterna, la imposibilidad de deshacer el lazo del amor más allá del tiempo y el espacio. En las bodas celtas se intercambia en señal de su amor, con la confianza de que su unión será para siempre. La tradición dice que evita que el amor sufra los desgastes del tiempo. Representa también el complemento, el apoyo y la fusión con la pareja.

—¿Y por qué lo dibujas... uhmm... allí?

—Siempre he creído que el amor de una madre por su hijo es el más grande, el único que no se puede deshacer.

Asiento. Nos quedamos un minuto en silencio, Finnick sigue dibujando, mientras Amaranta comenta de vez en cuando que siente cosquillas, yo los observo. Quiero decirle a Finnick que no siempre es así, que tu propia madre es capaz de abandonarte a ti y a tu pequeña hermana cuando las cosas van mal, que puede olvidarse de ti, tener poca consideración por qué tan mal te puedas sentir después de la muerte de tu mejor amigo, de tu padre...

Sacudo la cabeza para intentar olvidarme de esos malos pensamientos y traer a mi mente unos nuevos: me doy cuenta de cómo Finnick saca la lengua mientras traza líneas por todo el vientre, justo como Peeta mientras pasa los pinceles con suma delicadeza por el lienzo y bate sus pestañas.

—Vaya, Finnick —comenta Amaranta, rompiendo el corto momento de silencio—, parece que alguien se siente romántico hoy.

Finnick no la mira mal, pero responde a su comentario de igual manera.

—Parece que alguien ha comido mucho en los últimos meses...

Ambos ríen.

—Sí bueno, ¿qué puedo decir? Esta bebé es una fan de las fresas.

«Como Madge, siempre nos compraba fresas» —pienso— «Pero Madge está muerta, porque yo la maté, yo la...»

—¿Katniss? —habla Amaranta, terminando con lo que pudo haber desatado un ataque como el que tuve en el aerodeslizador.

—¿Uh? ¿Qué?

—Te decía algo importante...

—Ah, sí, sí... Eh... ¿No lo quieres repetir?

—Te preguntaba si querrías ser la madrina de Carolina.

—¿Yo? —pregunto, ¿Se refiere a mí?— N... no..., es decir sí. Me refiero a que... Yo no..., bueno es que...

Las risas se escuchan de nuevo en la habitación, burlándose de mi confusión. Los miro mal a todos cuando siento el calor subir a mis mejillas.

—Cálmate, Katniss, ni siquiera ha nacido —dice Finnick.

—Pero no le falta mucho...

—Entonces, ¿qué dices? —insiste Amaranta.

—Es que no sé...

—No confío a nadie más mi hija. Eres la única persona que sé que la protegería con su vida, Katniss, Peeta también lo quiere así.

—Peeta no está aquí.

-Estoy segura de que su decisión de que fueras tú sigue vigente. —carraspea—. Después de todo, quizás serías tú quien cargaría a esta bebé si no fuera por mí...

—No. No quiero hijos.

—Oh, Katniss, no te estoy pidiendo que la adoptes. Vamos, di que sí.

—¿Tendré que cambiar pañales sucios?

—Sólo si eres voluntaria para hacerlo, no rechazaría tan buena oferta de tu parte...

—Entonces olvídalo —espeto

—Lo tomaré como un sí. —Sonríe.

—Lo negaré.

—No lo harás —responde con la misma confianza.

—¿Ah no? Mírame hacerlo.

Me pongo de pie apoyándome en un sillón y doy traspiés hasta la puerta del compartimiento para salir. Antes de cerrarla la escucho gritarme algo entre carcajadas:

—¡Pondré tu nombre en los documentos de todas formas!

Finnick llega momentos después para ayudarme a cruzar lo que queda del pasillo, al principio lo rechazo, pero después de caerme, termino aceptándolo a regañadientes y, al final, riendo de sus bromas como siempre.

Siento haber dicho que no. Sé que esa niña me importa tanto como Prim, pero es demasiada responsabilidad..., demasiada culpa..., demasiadas verdades expuestas en mi cara.

...

Es la mañana cuando Finnick llega a despertarme. Me acomodo en la silla del hospital en la que exigí quedarme a esperar noticias, aunque creo que al final debería de haber obedecido y haberme ido a descansar al compartimiento para regresar ahora por ellas, al fin y al cabo, un parto suele durar varias horas.

Termino de acostumbrarme a la luz y abro los ojos para ver a Finnick y que me indique si ya puedo ir a ver a la mamá primeriza y conocer a su nuevo bebé. Lo primero que enfoco son sus ojos, luego el resto de su ceño fruncido, con los labios ligeramente apretados.

—¿Ya podemos pasar a verlas? —pregunto en medio de un bostezo.

A pesar de todo, me emociona conocer a la niña, quiero saber si tiene los ojos azules de Peeta, su cabello rubio, si le gustará pintar tanto como a él y si sacará su pequeña recién formada lengua al hacerlo...

—Katniss... —susurra él, interrumpiendo mis pensamientos.

—Ajam... —aliento a Finnick a continuar, ansiosa, quiero saber acerca de la niña ¡No por nada acabaré con problemas de lumbares por dormir en esta estúpida silla!

Finnick suspira, evade mi mirada, continúa sin hablar.

—Katniss... —repite.

Espero unos momentos más, pero no sucede nada más que otro suspiro mientras niega con la cabeza.... Entonces las brumas del sueño se van y lo comprendo: ha pasado algo malo.

*** ***

—¡Finnick! —le llamo poniéndome de pie, aunque me tengo que sostener de sus hombros para no caer por la herida de mi pierna, él lo comprende y me toma del torso, apretando una de mis costillas y cambiando de lugar cuando gimo de dolor.

—¡Lo siento! —por fin habla, preocupado.

—¡Importa un bledo, Finnick! ¡¿Me quieres decir qué carajos sucede?!

Una enfermera pasa mirándome mal por hacer un escándalo en este lugar, empeorando mi humor ansioso. Finnick sigue callado, mirando un punto fijo, sin olvidarse de sostenerme, ahora por debajo de los brazos, provocándome ciertas cosquillas que intento ignorar.

—¡Finnick, maldita sea, escúpelo ya! ¿Acaso la niña está mal? ¿Qué le pasó?

Por fin reacciona y hace fuerza para ponerme de nuevo en aquella dura e incómoda, fría silla metálica.

—¡Que timbre! —exclama dolorido— ¡Mis tímpanos!

—¡Me importan un carajo! ¿Qué le pasó a Carolina?

—¡¿Quieres dejar de gritar, maldita sea?! La niña está bien, la niña nació perfectamente es... No es la niña...

Respiro aliviada al escuchar eso, saber que la niña está bien, que está viva, saber que eso no es lo que a Finnick le preocupa... ¿Pero entonces qué...?

Finnick se deja caer en la silla de al lado.

—¿Quieres decirme qué sucede? —mascullo entre dientes, molesta y preocupada a la vez, impaciente.

—¡Sí! —grita— Es solo que no es fácil asimilarlo, ¡comprende! ¡Ni siquiera lo entiendo! —murmura lo último para sí mismo. No lo había visto tan desubicado desde que se enteró de que Annie había sido capturada por el Capitolio.

—Finnick... —Sinceramente, no puedo decir si eso fue una amenaza para que continuara o fue una súplica, pero parece funcionar.

—¡Ya! ¡Está bien! —Grita de nuevo, y parece sumirse otra vez en sus propias ideas, estoy a punto de agitarlo entero para que de una maldita vez me diga Qué. Está. Pasando... pero él se me adelanta:— No es la niña —explica en un susurro—. Es Amaranta es...

—Está muerta —dice al fin una voz más grave detrás de mí. Gale.

Unos segundos después, mi cerebro comienza a ordenar ideas, despachando la cuestión de que Gale nos interrumpió y dejándome procesar sus palabras, poco a poco cayendo en cuenta acerca de lo que significan.

Muerta.

Todas las veces que he escuchado y pensado esa palabra, es en medio de los juegos, de la guerra, de los bombardeos, para describir a gente que ya no está, porque las heridas drenaron la sangre de su cuerpo, dejándolo sin la posibilidad de funcionar más. Cadáveres. Su imagen sigue allí, tal y como era segundos antes, pero técnicamente, la persona ya no existe, ya no es capaz de reaccionar. Entonces se dice que está muerta.

No escucharás más su voz.
No pasarás más tiempo con ella.
Sus ideas ya no serán expresadas, ni sus sentimientos.
Será inútil abrazarla, porque no significará nada.
Todo lo que era se desvaneció en el aire, y sólo quedó lo que guardaba la esencia humana.

Será un recuerdo.

La voz de Gale resuena en mi cabeza una y otra vez: «Está muerta».

Hasta que por fin lo entiendo: Amaranta está muerta. Carolina se ha quedado sin su madre y nosotros no sabemos qué tan vivo pueda estar Peeta en estos momentos.

—Pidió que fueras tú quien se hiciera cargo de la niña —explica Gale—. De ahora en adelante Carolina Mellark está registrada como tu hija... y de Peeta.

¿Qué?

¿Tengo una hija? ¡Una hija con Peeta!

Tengo una hija...

°

°

FIN DEL PRIMER LIBRO

Continue Reading

You'll Also Like

5.4K 293 35
Clarion lleva a su hijo a sus clases de universidad gracias a que la niñera enfermó. Y donde logra llamar la atención del maestro Milori gracias a su...
984 113 5
En otro de los intentos de juvia por hacer que Gray la ame, esta terminará por unir a su amado con su rival de amor... Y no estoy hablando de Lucy. ...
499K 30.5K 33
Esta historia tratará esa versión que pudo ser real: el embarazo de Katniss antes de entrar a la segunda arena. Ella siempre se negó todo tipo de sen...
736K 78.8K 132
1era y 2da temporada ♥️ Sinopsis: En donde Jimin es un Omega mimado y Jungkook un Alfa amargado, los dos se casan por sus propias conveniencias. ⚠️...