El regreso de Marina

By gabyaqua

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Marina regresó a casa, sorprendiendo a todos, en especial a Pablo, el chico que era su obsesión platónica cua... More

Booktrailer & Sinopsis & Advertencias
Capitulo 1: Volvió.
Capitulo 2: Cuestión de venas.
Capitulo 3: Problemas con la Ley.
Capitulo 4: Contra la corriente.
Capitulo 5: El secreto de Marina.
Capitulo 6: Enemigo hospitalario.
Capítulo 7: Los perdedores odiados.
Capitulo 8: El día gris.
Capitulo 9: Revolver cosas del pasado.
Capitulo 10: Sí o no.
Capitulo 11: La de la voz.
Capitulo 12: Marina.
Capitulo 13 - Desafiando lo seguro.
Capitulo 14: Confidente.
Capitulo 15: Mala Espina.
Capitulo 16: Una ayuda.
Capitulo 18: Lo que sabes del amor.
Capitulo 19: Una herida.
Capitulo 20: No me destruyas.
Capitulo 21: Advertencias.
Capitulo 22: El día sin retorno.
Capitulo 23: Unas supuestas paces.
Capitulo 24: El primer cambio de contraste.
Capitulo 25: Un recuerdo amargo.
Capitulo 26: El gris se empezaba a desteñir.
Capitulo 27: Corazón.
Capitulo 28: Puro juego.
Capitulo 29: Los ganadores.
Capítulo 30: Confusiones y problemas.
Capitulo 31: La apariencia de lo interior.
Capitulo 32: Lo imposible.
Capitulo 33: La familia.
Capitulo 34: El viaje.
Capitulo 35: Remolino.
Capitulo 36: Motivación

Capitulo 17: Sentimientos encontrados.

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By gabyaqua



Capitulo 17: Sentimientos encontrados.



Era miércoles en la mañana cuando Pablo fue por fin a visitar a Eloise después de lo que sucedió. Llevaba un par de noches durmiendo donde Reynaldo y ya sabía que empezaba a pesar en ese lugar. Más que nada, porque dos hombres durmiendo en una misma habitación era demasiado para soportar. Y además, sus padres ya empezaban a sospechar, y Pablo no había permitido que Rey les dijera nada todavía.

Tenía un miedo intenso de que se dieran cuenta antes de que él tuviera la oportunidad de decirle a Eloise. Él no sabía cómo ella se lo iba a tomar.

Al llegar, le llevaba una rosa que compró en una floristería. Acostumbraba a hacerles regalos muy a menudo. Sencillos o extravagantes, siempre dependiendo de su bolsillo. Ahora que ahorraba para lo del anillo había cesado un poco con lo de los regalos, para llegar más rápido a la suma deseada.

Eloise abrió la puerta, tenía un vestido muy bonito de tiros, que se amoldaba a su figura y le llegaba a mitad de muslos. Ella le sonrió, no llevaba mucho maquillaje, un poco de labial rosa. Era muy bonita. Se lo dijo en la mente. ¿Dónde encontraría a alguien más perfecta que ella?

Ella lo abrazó cruzando sus brazos en su cuello. Después se besaron unos segundos.

—Te estaba extrañando tanto. —Se quejó frente a sus labios, los cuales besó de nuevo—. Sentí que me evitabas, porque estabas enojado de que no fui a esa estúpida carrera. —Le comentó. Pablo agarraba su cintura con suavidad.

—Mi amor, nunca. Te amo.

—Yo también —le dijo y lo besó de nuevo—. Esa rosa, ¡wow! —Tomó la rosa de la mano de él—. Soy tan afortunada por tenerte. Vamos, pasa. —Le pidió.

Ambos fueron a su habitación. La casa estaba sola, sus padres trabajaban, ella tenía libre ese día en la universidad, Pablo no, pero decidió faltar.

Se acostaron en la cama de Eloise, ella en sus brazos mientras estaban solo pasando el rato allí.

—¿Qué hay de nuevo? —Ella preguntó.

—No mucho, mi amor.

Ella se levantó, y se subió encima de su regazo. —Debo admitir que te extrañaba mucho, Pablo Enrique, no me abandones tanto.

Pablo extendió su mano y le echó el cabello hacia atrás, que después cayó en ondas hacia delante, la admiró allí, volvió con sus dos manos a agarrarle las caderas. —Nunca lo haría. ¿De acuerdo Eloise? bajo ninguna circunstancia.

Ella se inclinó y se besaron primero lento, y después rápido. Pablo sintió miedo, de que era demasiado bueno para ser cierto, pero echó ese pensamiento a un lado.

—¿Qué te gusta de lo que hay ahí? —Le preguntó Hugo a Marina.

—¿La verdad? Uhm... Nada. No me parece apetecible. —Miró la comida del buffet.

—Tal vez debamos ir juntos a mi casa y cocinar de lo que allí hay. —Hugo dijo en broma, dejando de mirar la comida.

—A mí me parece bien, vamos. —Marina asintió completamente de acuerdo, dejó de mirar la comida también, y miró entonces a Hugo. .

Así que el la llevó a su casa. Dejó a Marina que examinara la nevera y que sacara ingredientes. La observaba desde la puerta de la cocina.

—Diablos, mami. —Hugo dijo de pronto, asustó a Marina, solo porque no esperaba escuchar su voz así de la nada.

—¿Qué pasó?

—Se me olvidó decirte que esta tarde nos vamos a Santo Domingo, no nos dará tiempo de cocinar. Falta casi media hora.

—¿Hasta ahora me dices? —Marina cuestionó sorprendida—. Oye, es que, ni siquiera traje ropa.

—Nah. Te ves bien, con ese jean. Tu culo se ve perfecto, tendrás a más de uno deseando ser el que se lo coge.

Marina se sonrojó. A veces él hablaba así. Vulgar. Ya se tenían esa confianza.

Que después de estar juntos, se sentía unida a él. No podía entender como alguien podía acostarse con otra persona y no sentirse unida para siempre a esa persona. ¿Sería porque era muy novata en eso del amor?

No se lo estaba cuestionando mucho. Solo se sentía así.

Como no tenía planeado un futuro, no pensaba en qué pasaría en el futuro, si lo tendría a él, y si no lo tendría, que iba a hacer con su corazón.

—Me hubiese gustado arreglarme más.

—Mami, que así te ves bien. —Caminó hacia ella lentamente, hasta tocarse pecho con pecho, se inclinó un poco—. No tenemos tiempo para cocinar pero si para esto... —La besó, poniendo sus manos en su espalda baja y después bajando más, para alzarla y ponerla encima de la meseta.

Marina agarró su cara. —¿Y después el hambre, quien nos la quita?

—Tengo hambre de ti, coño, Marina. —Volvió a besarla, esta vez como si la devorara, acabaron riendo por la forma graciosa en que la había besado. Se quedaron en silencio. Frente a frente.

—Yo también quiero sentirte. —susurró Marina, bajando las manos que le tenía en la cara a su cuello, le besó la quijada, y después la mejilla—. Me estoy volviendo adicta a ti, Hugo.

Llegaron a Santo Domingo a las cinco de la tarde. Todo el equipo: Judas, un par de amigos del Toro, Hugo, Pablo, Eva, Reynaldo, Marina, y otros dos competidores. Pidieron un taxi tipo guagua que los llevó a una pista que se encontraba en el corazón del Distrito Nacional. Al llegar se encontraron con los preparativos para el evento. Un hombre cuarentón los fue a recibir y los llevó hacia donde estaba el grupo de personas.

Se veían gente muy común. Saludaron alzando las manos pero no se acercaron a ellos.

—Cuéntennos, ¿Cómo será todo? —Uno de los competidores, llamado Federico, preguntó.

—No sé si habrán notado que hay unas banderillas de distintos colores colgadas allá. Señaló hacia la derecha, en la pista de algunos seiscientos metros, cada cierta distancia habían puesto unos postes a cada lado, de donde habían amarrado una soga y ahora colgaban de esa soga banderillas.

—No vine a correr a pie. —Hugo dijo.

—Calma, muchacho, déjame explicar. —Volteó de nuevo a señalar—. Cada uno debe recoger las veinte banderillas del color que se les asigne. Hay unas que son muy fáciles y otras que son muy difíciles. Solo disponen de cinco vueltas a la pista o lo que les dé el combustible. Quien al final de la competencia tenga más banderillas gana la carrera.

—¿Cómo diablos se supone que vamos a agarrar unas banderillas tan altas si estamos conduciendo? —preguntó el otro competidor que había traído Toro.

—Aquí es donde entran estas muchachas. —Señaló a unas muchachas que estaban de pie. Llevaban pantalones cortos algunas, y ropa que dejaba poco a la imaginación.

—Ahora me gusta —dijo Sadriel.

—¿Trajeron a alguien que quiera participar? —preguntó el hombre, mirando específicamente a Marina y a Eva.

—¿Eva? —Reynaldo preguntó.

—No creo que se me dé bien la adrenalina.

—Yo quiero participar. —La voz de Marina sorprendió a más de uno, no había abierto la boca desde que había llegado. Todos la observaron.

—Genial. Pasa de este lado, para que te elijan.

—No esperen, Marina no va a competir. —Hugo dijo de pronto.

—¿Qué rayos? —preguntó ella, mirándole desafiante.

—Tranquilo, papá, no le pasará nada. —El hombre que dirigía había intervenido.

—Claro que le pasará, ella no sabe lo que está diciendo. Marina no ha montado nada, solo a mí. —Vio como la cara de Marina se puso roja—.Y no te voy a elegir para esto Marina, quiero ganar. —Le dijo mirándola y señalándola con un dedo.

Pablo miró la cara de Marina, pasó de enojo, a tranquilizarse a sí misma.

—No me elijas. —Pasó del lado donde estaban las otras muchachas.

Esa acción molestó a Hugo, que lo desafiara así, pero no dejó que eso le hiciera salir de sus estribos. Pelear con ella ahora no resolvería nada y entonces él se iba a ver muy intenso. No creía que ella tuviese la capacidad, pero si ella insistía, que haga lo que se le dé la gana.

Pasó media hora mientras terminaban de montar el evento, Toro había traído unos drones. Y nadie de los que estaban organizando, o las personas que había traído con él, sabían que él iba a transmitir en vivo esa competencia —a excepción de Judas—, y que estaba cobrando por ello, y no solo eso, sino que también, estaban corriendo las apuestas con grandes sumas de dinero, porque la plataforma había acumulado los mil usuarios ya.

Hugo eligió a una muchacha llamada Nicole para que compitiera con él. Los demás, no miraban a Marina. Parecía como si Hugo se había encargado de amenazar con la mirada a quien sea le pasase por la mente montar a Marina en la cola de esos motocross.

Ese día, Pablo estaba un poco rezagado. Quería ganar para comprar el anillo de una vez por todas. Solo quedaban dos chicas.

—Hey, Marina. Te elijo a ti —dijo casual.

Marina sonrió. —En serio, ¿estás hablando en serio?

Él abrió los ojos. —En serio.

Reynaldo rió. —Parece de película.

Hugo se volteó y le dio frente Reynaldo. Le tomó de la camiseta. —Te juro idiota, que si no me dices que insinúas con tus malditos comentarios te voy a romper la cara. —Hugo todavía estaba enojado por lo que hizo Marina, al elegir participar cuando él le había dicho que no.

—Tranquilo, viejo. —le dijo, sin atemorizarse.

Eva empujó a Hugo. —Hey, ¿qué te pasa?

—¡Tu amiguito vive haciendo comentarios de mi novia y ese imbécil, quiero saber a qué diablos se refiere!

—Ay coño, no puedes estar celoso de eso, ahí no hay nada.

—¿Pero hubo? —le preguntó a Eva entonces.

—A mí me bajas el tono, ¿okey? —Respondió a la defensiva—. Entre Marina y Pablo nunca hubo algo. ¿Entendido hombre?

—¡Entonces a qué diablos se refiere!

—¿De qué hablas Hugo? —Marina se unió a la conversación con un tono divertido en su voz. Hugo la miró, y después miró a Pablo más atrás que probaba la motocross que iba a conducir.

—Que a ella le gustaba Pablo, es solo eso.

Hugo miró a Marina. —¿Eso es cierto?

Marina se quedó en blanco. ¿Estaban hablando de ella y Pablo? Se sintió incomoda, no pudo evitar abrir los ojos.

—Pasó hace tiempo. —Eva respondió, al sentir que habían puesto a Marina en el medio de un lio al decir tal cosa—. Eran cosas de niños.

—No me has respondido.

—Ya ella te lo dijo. —Marina respondió.

—¿Qué se gustaban ustedes dos?

De alguna forma, la noticia le molestaba. Ella era su novia, y él su enemigo, por decir así, que tuvieran algo antes le molestaba en niveles astronómicos.

—No así como piensas —respondió en voz baja—. Además eso ya no importa, porque no siento nada por él.

—Eso está claro entre todos aquí. —Eva dijo preocupada—. Entre Pablo y Marina nunca sucedió nada, Hugo.

—Si hubiese sucedido no debería importarle mucho. —Marina le comentó a Eva—. Es mi vida.

—Pudiste haberme dicho algo.

—¡Qué diablos te voy a decir, si no hubo nada! —Le gritó, abriendo los ojos—. No me hables del tema, cállate. —Se fue de ahí.

Hugo le siguió detrás.

Reynaldo silbó.

—¿Ves en lo que la metiste? Pendejo. —Eva le tocó el hombro, quizá un poco muy brusca.

—¿Qué sucede con esos dos otra vez? —Pablo preguntó al acercarse a sus amigos después de dejar todo listo.

—Sucede que Hugo está celando a Marina contigo, cree que tuvieron un ligue en el pasado o algo así. Todo es culpa de Rey.

Reynaldo se puso las manos en los bolsillos. —Tranquilos, ellos se reconcilian solos. —Comentó levantando la barbilla hacia ellos, Pablo volteó a mirar, Hugo besaba a Marina y ella se dejaba besar. Cerró y abrió las manos. Ya casi era hora de competir.

Marina tenía unos jeans no muy cómodos para lo que tenía que realizar allí. No se lo dijo a Pablo, pero aun así haría todo lo posible para que saliera bien.

—Marina, quiero ganar. —Se lo comentaba seriamente.

—Todos quieren —respondió, con el casco de él en sus manos. Él se subía al motocross, cruzó un pie y se quedó de pie entre la motocicleta, la miraba a sus ojos grises, con ese delineador oscuro que tenía, sus ojos se veían más claros y llamativos. No podía dejar de mirarle... las motitas de color marrón... era como mirar el universo.

—Marina, estoy confiando en ti.

Marina asintió. Ahora él la llamaba por su nombre. Eso le sentía extraño, y para él también, el llamarla así. No le convenía decirle Coco, mucho menos cuando la competencia estaba en sus manos.

Él se sentó en el motocross y se puso el casco, levantó la ventanilla de los ojos. —Súbete.

Marina volteó hacia donde Hugo, su compañera Nicole ya estaba subida con él y le agarraba la cintura mientras Hugo estaba atento a la línea de salida a unos metros de ellos. Recordó la conversación de hace unos segundos.

«Sé que él te quiere.» era estúpido que Hugo pensara eso. Primero, porque no conocía toda la historia. No sabía la historia de Pablo y ella.

Él nunca iba a quererla, de eso ella estaba clara.

Se subió al motocross con Pablo, y de inmediato su corazón empezó a latir descontrolado. Estaba muy cerca de él. Más de lo que jamás estuvo. Tuvo miedo de que si se pegaba mucho de su espalda, él iba a sentirlo. Le dio pánico. No entendía a su corazón, ¿por qué latía así? Es solo Pablo. Ya no lo quieres.

Sujétate.

No necesito sujetarme, si lo hago, ¿Cómo agarraré los banderines? —preguntó.

Pablo aceleró hasta la línea de salida y frenó de golpe, haciendo que el cuerpo de Marina fuese presionado contra el de él súbitamente, y que ella se agarrara de su cintura para volver a estabilizarse.

—¿No que no te agarrabas?

Marina se molestó. Soltándolo. —Si haces cosas así, te juegas el no ganar —dijo sosteniéndose de su cintura para despegarse de él. Marina buscó a Hugo con la mirada, pero seguía concentrado en otra cosa.

—¡Competidores! Cuando alcancen una velocidad de setenta kilómetros por ahora, entonces las chicas podrán empezar a recoger los banderines. Tiene que ser a esa velocidad, si bajan de esa marca, los banderines que recojan no serán contados.

—Tenemos el color azul.

—Que irónico que Hugo tenga el verde. —Marina susurró.

—Todo es por Toro, estoy seguro. —Pablo dijo sospechando.

Contaron los números en cuenta regresiva y arrancaron. Marina no pudo evitar agarrarse de su cintura cruzando sus brazos fuertemente. Se pegó fuerte, pues iban muy rápido.

Juntaba sus labios para no gritar.

—Prepárate, casi ya estamos cerca de los setenta.

Marina se soltó un poco. Miró todo, la brisa chocaba en sus ojos. —No voy a poder hacer esto.

—¿Qué? —Gritó. Tenía que hablar alto, para que escuchara.

—¡Vas muy rápido!

—¡Concéntrate, ahí viene la primera!

Marina trató de tomarla, pero no pudo agarrarla.

—Tiene que levantarte un poco, ¿Qué tal?

Marina no respondió, se acercaban a la segunda banderilla y no la pudo tomar, se le deslizó de los dedos. Iban muy rápido. Tenía miedo de caerse. El público gritaba cada vez alguien tomaba una banderilla.

—Vamos, creo en ti, lo puedes hacer.

Volvió a abajarse y agarrarse de Pablo. Más adelante, Hugo iba y su compañera Nicole tenía tres banderillas atrapadas en su pantalón. Pablo y Marina se quedaban atrás, pues andaban justo en el borde de los setenta. Solo disponían de dos vueltas, los demás iban muy rápido, pues si empataban con el número de banderillas, quien llegaba primero ganaba.

Se levantó en el motorcross y puso una de sus manos en el hombro de Pablo. Se quedó entonces así de pie, se acercaba la primera banderilla, la tomó.

Se emocionó en sobre manera y Pablo también.

—¡Genial! —dijo alto para que ella lo escuchara. Marina se colocó la banderilla en un bolsillo. Volvió a la misma posición para la próxima banderilla.

Con ese ritmo, le fue fácil tomar todas, o la mayoría, algunas se le quedaban atrás, había contado que tenía quince, pero no sabía si los demás tenían más. No les quedaba otras vueltas, allí terminaban.

Se bajaron ambos.

—¡Bien! —Puso su mano al aire, la cual Marina chocó.

—A ver si ganamos. —Le dio las banderillas en las manos a Pablo.

—¡Vengan para contarlas! —decía el presentador de la carrera.

Hugo se bajó de su motocross, con sus banderillas en la mano y se dirigió hacia Marina, poniendo su mano en su cintura. —Bien, ya terminaste, te quiero a mi lado. —Comentó, mirando a Pablo, quien no le respondió.

Marina se fue a su lado.

Contaron las banderillas.

Estaban llenos de suspenso, hasta ahora, quien tenía más era Sadriel con 13. Le contaban las de Hugo, tenía 16, le descontaron dos por la velocidad. Pablo tenía 15.

—¡El ganador es... Pablo Portorreal!

Pablo abrió los ojos, y miró a Marina, no lo pudo creer. Se acercó a ella y la abrazó, la envolvió en sus brazos, y le dio vueltas. Hugo lo detuvo, quitándola a Marina de sus brazos, y lo empujó.

—¡Ya basta!

Pablo lo miró divertido, era claro que todo lo estaba haciendo por molestarlo. Quería darle un puñetazo, se le veía en los ojos.

—Calma. —Marina le dijo tocándole el hombro. Le daba miedo que se enfrascaran en una pelea.

—Vámonos —dijo, caminando a la salida. Marina miró a Pablo, susurró un «felicidades». Y se marchó, dejando la algarabía de todos y celebración al ganador.

Marina siguió a Hugo a su carro y se subió sin decir palabra. Estaba enojada con el show que había armado él. Fueron a la ciudad de nuevo. En el viaje Marina inclusive durmió.

Cuando llegaron ya a la ciudad donde vivian, observó que Hugo conducía a su casa, sin preguntarle a Marina si ella quería ir allí.

Así que cuando parqueó, no tuvo de otra que bajarse.

En la entrada a los apartamentos a donde vivía Hugo, Marina iba detrás de él. Recordó la actitud de Hugo, no pudo evitar hacer un comentario mientras subían los escalones.

—Esos estúpidos arranques de celos.

—¡No ves que se está burlando de ti! —Le voceó.

—¿De qué hablas? —Marina no entendía.

—Te elige para que compitas con él, te abraza, entérate Marina, ¡él solo quiere que me acojone, y hacerte ilusiones!

—No me interesa Pablo. —Le dijo tajante, cruzándose de brazos—. No tengo ilusiones.

—Pues no dejes que se burle de ti. —Se acercó a ella, acunó su rostro con sus manos—. Mami, no soporto ver, ni permitiré, que jueguen contigo, no son celos, te estoy protegiendo.

—No entiendo de que me proteges. —Se alzó de hombros.

—Ese tipo tiene una novia, y está coqueteando contigo para burlarse en tu cara, es el mismo que te acusó cuando ganamos la carrera.

—Tenía razón, él había llegado primero.

Hugo respiró, aun acariciando la cara de Marina. —Te quiero Marina. No permitas que ese se burle de ti.

—No lo permitiré. Simplemente quería participar... Pero me alejaré de él.

Hugo la besó, abriendo sus labios para besarle más profundo. Después ambos quedaron muy cerca.

—Te quiero, Hugo. —Cruzó sus brazos por su cuello ahí en medio de los escalones.

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