HARINA Y POLVO DE CARBÓN

By C-WILLOW

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Las teselas ya no son suficientes, a Gale lo atraparon los Agentes de la Paz, el Capitolio reforzó la segurid... More

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CAPÍTULO EXTRA
CAPÍTULO EXTRA
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By C-WILLOW

"¿CELOSA?"

NARRA KATNISS

Tierra, paz y esperanza
Buscan los hombres al caminar,
Sólo encuentran señales
Que hay en la vida y que ya no se dan.

La primera estrofa de la canción arrulla al bosque, la voz de mi padre y su sonrisa traen a mi corazón exactamente lo que la letra que entona dice: paz y esperanza. Aquí, en el bosque, en donde yo pertenezco. Tierra, paz y esperanza.

Largas y lentas miradas,
Buscan la vida que al fin han de hallar
voces de niños que cantan,
de ancianos que ríen, que saben amar.

El sol también se ha enamorado de su voz, se ubica justo detrás de su cabeza, deslumbrándome, únicamente permitiéndome apreciar su silueta y, más allá del sol, la noche que comienza a desdibujar el color azul del cielo, degradándose a un perfecto naranja atardecer y un rosa claro  ubicado entre ambos colores.

Tiende tu mano así,
tiéndela al fin
derramarás el amor
Que habita en ti.

Mi padre siempre suele terminar la canción en aquella estrofa; sin embargo, gira su cara para verme con característica, heroica y cálida sonrisa, y continúa con la primera estrofa —por lo que entiendo— invitándome a unirme a su bohemia. Sonrío, carraspeo un par de veces y sigo el ritmo estacato en un tono más agudo; claramente mi voz lo es: más ligera y tierna.

Tierra, paz y esperanza
Buscan los hombres al caminar,
Sólo encuentran señales
Que hay en la vida y que ya no se dan.

Largas y lentas miradas,
Buscan la vida que al fin han de hallar
voces de niños que cantan,
de ancianos que ríen, que saben amar.

Tiende tu mano así,
tiéndela al fin
derramarás el amor
Que habita en ti.

Mi padre sostiene la última nota, yo, como se me ha acabado el aire, abro la boca para llenarme de él y poder, aunque sea, terminar el final de la melodía al unísono. Mi padre me tiende su mano, tal y como dice la canción, prometiendo tierra, paz y esperanza. Sonrío, me levanto del tronco en el que estaba sentada y camino hacia él, observando la poca claridad que queda en el cielo y la cara de mi padre que sigue siendo oscura gracias a la luz que emerge por detrás y que su misma silueta detiene. Apenas siento un pequeño roce, cuando la luz se desvanece y se lleva la figura de mi padre poco a poco.

—No —susurro—. Regresa, no te vayas ¡Regresa!

—Señorita Everdeen, ¡señorita Everdeen!

—¿Eh? ¿Qué?

—La clase se acabó, retírese. Es la primera advertencia: no vuelva a dormirse en mi clase.

—Lo siento.

Sacudo la cabeza para intentar espabilarme, intentar deshacerme del sueño que me envuelve y, aunque no quiera, de mi padre cantando aquella canción en la puesta de sol. Tomo mis cosas para salir del salón.

Madge me espera en la banca de siempre, la más alejada de todas. Me extiende un sandwich (gesto que agradezco infinitamente) y me siento a su lado... Y la gente piensa que Madge es ufana.

—¿Qué tal la cena con los vencedores? —pregunto.

—Oh, estuvo bien, supongo.

—¿Por qué lo dices así?

—Hmmm... No lo s. Peeta y Amaranta... Ellos parecían idos, poco amables, sonrisas fingidas.

—Esa niña sólo finge su sonrisa cuando no tiene a Peeta besando el suelo que pisa —mascullo molesta. Aprieto el pedazo de sandwich por el coraje, provocando que una rodaja de tomate caiga de él al suelo. Madge se ríe y yo la miro feo, pero aun así continúa; supongo que me conoce lo suficiente como para no inmutarse con mis miradas asesinas.

—¿Celosa? —Alza una de sus cejas para enfatizar la intención.

—Para nada.

—Oh, bueno, entonces supongo que el hecho de que muy pronto tal vez tengan familia ni te moleste...

Y ahora sí comienzo a ahogarme con el bocado que tenía en la boca. Madge deja de reírse y da chasquidos en el aire con el fin de distraerme y que se me pase el... Soponcio...

—¡Por un demonio, Madge!

—¿Yo qué? —pregunta en un tono que intenta la inocencia.

—Con eso no se juega —digo seria. Suelto un suspiro y vuelvo a mi comida, dejando el silencio en el ambiente, prefiero pensar en el tomate que he dejado caer al suelo.

—¿Katniss?

—¿Mande...? —respondo, aun dentro de Katniss.

—¿Cuántos hijos planeas tener con Peeta...?

Mi mente capta poco a poco las palabras de Madge, confundida, analizo la frase varias veces. Me doy cuenta de que debería molestarme por lo que ha dicho.

—Ninguno. —Frunzo el ceño—. No pienso tener hijos.

—¿Ni con Peeta? —responde decepcionada.

—Ni siquiera con el mismísimo pavo real Finnick Odair, Mad.

—¡Oye qué te pasa! ¡Loca!

—Sí, me van a encerrar y me van a amarrar...

—Tenlo por seguro...

Después de terminar de comer aún nos quedan unos minutos de descanso, así que decido aprovecharlos para volver al tema inicial, al que realmente me interesa.

—¿Por qué dices que estaban idos?

—No lo sé. Al principio de la cena todo parecía normal, pero luego... Peeta se disculpó para ir al baño y cuando regresó ya no era el mismo; le susurró algo a Amaranta y ella también palideció.

—¿Qué crees que podrían haber visto?

—No tengo idea,  pero lo que sí creo es que saben algo, más que haberlo visto —responde ella, intentado hacerse la interesante.

—Es lo mismo...

—Escucha, lo que te voy a decir a continuación es serio. —Asiento—. Mi padre ha estado frustrado, no ha parado de trabajar desde que Peeta y Amaranta visitaron el distrito once en la Gira de la Victoria, prácticamente ni siquiera salia de su oficina, comer o ir al baño parecían insignificantes según la gravedad de la situación que enfrentaba. Entonces, preocupada por él, decidí llevarle comida, y fue cuando comprendí todo al ver las pantallas. Los distritos están molestos Katniss, parece ser que Peeta y Amaranta están atizando el fuego del infierno.

Me quedo callada unos segundos, intentando asimilar todo lo que Madge me ha dicho. Lo único que se me ocurre contestar es:

—Ya estamos en el infierno, y si nosotros ardemos, ¿por qué no deberían arder con nosotros?

—Debería de echarte una cubeta de agua para apagar esa flama. Ten cuidado con lo que dices, puedes causar un incendio, y no querrás que te queme a ti también o a Prim o a Peeta. No juegues con fuego.

...

Suelto un suspiro cuando Prim me dice que no moleste a Buttercup y asiento resignada. El tonto gato fue quien empezó. Estúpido gato. Podría seriamente desatar el infierno sólo para verlo arder a él.

Muevo la comida en el plato, incapaz de no pensar en otra cosa que no sea lo que Madge me ha dicho hoy, en Peeta o en Gale.

Los distritos enojados. ¿Qué significa eso? ¿Significa que se están revelando? ¿Significa que la gente se está levantando a luchar? ¿Significa que la gente ya no tiene miedo?

Yo debería hacer algo al respecto. Quiero hacer algo al respecto, pero no se me ocurre otra cosa que no sea huir al bosque. La opción es tentadora: irnos de aquí, buscar otro lugar, otra oportunidad... Pero ya no es atractiva al momento de tener que dejar aquí a todos los que me importan. Tener que dejar a Peeta, a los Hawthorne, a Madge, a Sae, a Thom...

—¿Katniss?

Volteo la cabeza para mirar a Prim... Está creciendo, está dejando de ser una niña, está corriendo más peligro de ser elegida en la cosecha, está a punto de...

—Rory vendrá a cenar esta noche...

Se ha sonrojado.

—¿Y va a traer su propia comida? —contesto sarcástica.

—¡Katniss! —brama molesta, yo sólo me río.

—Trátalo bien, Patito, no vaya a ser que lo asustes y salga corriendo. Te deseo suerte.

—¿No vas a estar?

—No, tengo que ir a ver a Peeta.

—Creí que no lo querías ver más...

—Es complicado... —comienzo.

—No —interrumpe—, no lo es.

—Son cosas que no comprendes, Prim, y espero en verdad que nunca lo hagas. No lo mereces, nadie se lo merece... Nos vemos en la noche.

—¡Katniss!

—¿Qué?

—No es complicado. Lo hacen complicado.

—Yo no...

—Nunca dije que tú lo hicieras complicado. Puedo imaginar lo que sucede, todos lo hacemos.

—¿Y qué es eso? —pregunto curiosa, acercándome poco a poco hacia donde ella está.

—Que tú quieres a Peeta —responde firme. Ay no. No, Prim. No vuelvas a decir eso... ¡Cállate!

—No vuelvas a mencionar eso, Prim.

—¿Por qué no? No tiene nada de malo...

—No tienes idea, no te metas en esto.

Salgo de la casa, apenas doy un par de pasos antes de arrepentirme de haberle hablado así; de todos modos, no regreso a disculparme, a veces no está mal ser firme, Prim tiene que aprender a ser prudente, ya no es más una niña con derecho a balbucear.

A medio camino maldigo todo y suelto un par de groserías porque empieza a llover, apresuro el paso, como si estuviera persiguiendo a mi presa. Cuando llego a la Aldea de los Vencedores la lluvia es curiosamente densa. Una vez superado el arco que da la bienvenida, anunciando la entrada, sigo la ruta que creo va hacia la casa de Peeta. Poco a poco las cortinas de lluvia se abren ante mí, dejándome un escalofrío que dura lo suficiente como para causarme otros más.

Una luz me indica que sigo el camino correcto, miro al suelo con intenciones de evitar caer. Esta situación me abruma un poco: la lluvia, yo viendo al piso con miedo a caerme, yendo a buscar a Peeta; la única diferencia podría notarse al ver que esta vez si caigo, sería capaz de levantarme y llegar hasta él, en cambio, recuerdo muy bien la sensación de mis rodillas trémulas a causa del frío y la falta de alimento,  las escasas fuerzas que a duras penas me permitían mantenerme en pie; el desaliento, las disculpas adelantadas que le hacía a Prim porque no llegaría a casa, porque yo moriría de la forma más miserable posible y probablemente a ella la enviaran a un orfanato. Pero entonces la gloria y la vida llegaron a mí, cuando Peeta apareció en la puerta de la panadería.

Me detengo en seco (irónicamente, porque lo cierto es que nunca había estado tan mojada en mi vida), levanto un papel que podría verse tan demacrado como yo en aquella vergonzosa situación hace años y, cuando levanto la cabeza, aprecio la luz que veía a lo lejos, ahora más cerca, enfrente de mí, viene de la casa de Peeta. Extrañamente siento que ahora es mi turno de ser la gloria y la vida.

Camino los últimos pasos antes de subir al porche. Es cuando los veo. Abrazados, reconfortándose el uno al otro, él acariciando su cabello. El coraje bulle de mis pies a mí cabeza. Ella llegó primero. Pero algo detiene el efecto, algo que Peeta sostiene en su mano y que parece ser, yo también.

Con cuidado desdoblo el papel empapado, las letras, aunque algunas corridas, permiten a la razón comprender todo.

______________________________________


Panem, Capitolio a 08 de noviembre

Amaranta Bellihyde

Vencedora del distrito 12

Antes que todo, me gustaría felicitarla nuevamente por su compromiso, señorita Bellihyde, por su valentía y su papel responsable y fiel con Panem como vencedora; así como el que juega como aliada junto con el Capitolio.

Ha cumplido como se le ha mandado, aunque debo recordarle que los disturbios y las desobediencias no son requeridos para la paz que, buscamos, reine en Panem.

En calidad de presidente de Panem, debo informarle con lástima que, a pesar de que incluso yo estuve a punto de admirar el escenario que usted y el joven Mellark han construido, los distritos no están de acuerdo con ello y eso simplemente no es posible. Así que, si su futuro matrimonio ha logrado apaciguarlos un poco, se me antoja que la noticia de la inocencia en camino sea suficiente para que el pueblo desista.

Es una orden, que estoy seguro y ansioso de saber, estarán usted y el joven Mellark, dispuestos a cumplir. Mis más sinceras felicitaciones de antemano por la inocencia que buscará crecer dentro de usted durante nueve meses para después emerger y hacer a la violencia desistir.

Debo admitir, que usted y su esposo saben complacer a la gente del Capitolio, y me gustaría explotar su destreza. Todo vencedor tiene una responsabilidad y, siendo ustedes dos vencedores, doblegan el número de pedidos. Hay una gran fila esperando para hacer uso de sus capacidades y cualidades físicas innatas.

Atentamente:
Coriolanus Snow
Presidente de Panem.

____________________________________

El nudo en la garganta se apretó más y más conforme leía la carta, conforme las palabras cobraban vida para luego llevarse la tuya. ¡Pero por mi madre!

Es claro lo que él quiere, y ni siquiera es lo suficientemente formal como para dar la cara y apoyar su lengua viperina en los dientes frontales con tal de crear una palabra. No. No lo es.

Lágrimas bajan de mis mejillas cuando lo comprendo, cuando lo visualixo. Un niño, tal vez una niña, una hija de Peeta, un pequeño ser inocente que sería amenazado nada más ser concebido...

—¿Peeta? —susurro, respirando entrecortadamente, intentando eliminar la imagen de aquella dulzura de pie en el edificio de justicia a los doce años, en su primera cosecha, Peeta a su lado... ¡No!

En un momento lo encuentro caminando hacia mí, mientras Amaranta pasa llorando a mí lado.

—¿Peeta? —repito.

Él se detiene ante mí, de pronto, el delirio en el que estaba pasa, y las gotas de agua helada recorriendo la piel de mi espalda me espabilan. Tiene sangre por toda la cara.

—Te necesito —susurra.

Sus ojos encuentran los míos unos segundos. El alivio viene a mí al recordar cada una de las situaciones en las que he necesitado de él y ha acudido a mí. Tenía razón hace un momento, es momento de devolverlo a la vida, de devolverle el favor.

Entramos a su casa, las losas que suponen estar detrás de la puerta están cubiertas por un charco de agua, ya que esta se encontraba abierta, así que decido cerrarla.

Sus brazos me envuelven, temblando, fríos y mojados por la lluvia. Levanto la cabeza para verlo a los ojos, lo logro por un segundo, quedando en blanco, pero luego sus labios se posan en los míos y no puedo ignorar la tormenta de pensamientos que se arremolinan en mi cabeza, el latido acelerado de mi corazón cada vez que estoy con él, el dolor impotente que se siente al verlo así, mal.

Se separa de mí lentamente sin mirarme; en cambio, fija su atención en la pared, detrás de mí. Alcanzo a ver trozos de vidrio al fondo. Cuando subo la mirada, buscando sus ojos, comprendo que se ha asustado.

Lo pienso poco menos de un segundo antes de comprenderlo: la sangre.

Baja la mirada hacia sus manos, también cubiertas de aquél líquido rojo que nos da la vida y que nos la puede quitar de un momento a otro si no disponemos de él. Podría decirse que es un líquido egoísta, poco considerado, si se toma en cuenta que no perdemos sangre, que no perdemos la vida poco a poco por elección propia.

—No, No. Mírame Peeta, no las mires, quita tus manos. Mírame a mí.

Tomo su cara entre mis manos, luego tomo las suyas. Sin importarme que puedan manchar mi ropa, las pongo en mi cintura. Me presiona contra él, inseguro, temeroso de que me pueda ir; por ello intento aliviar aquel temor con un beso, parece que funciona conforme avanza el tiempo, porque cuando este se rompe, suelta un suspiro pesado (gracias a la sobrecarga de emociones que llevaba), para luego decidirse a hablar.

—Te necesito —repite en voz baja, en un tono cauteloso y melancólico que simplemente me rompe el corazón.

—Tómalo, lo que necesites. Aquí me tienes.

Estamos a nada de besarnos otra vez, con el ruido de la pesada lluvia de fondo, pero, entonces, la luz se va, las habitaciones de la casa de pronto quedan a obscuras, tan sólo dejando pasar la luz de fuera. Tomo aire antes de susurrarle:

—No puedo creer lo que les está pidiendo.

—Yo tampoco lo hacía al principio, pero luego...

—¿Y vas a obedecer?

—No tengo de otra,

—Pero Peeta, ¿un hijo?

—Lo cuidaré con mi vida, Katniss, no dejaré que le hagan daño.

—No tienes por qué cumplirlo, no puede obligarte

—¡Claro que puede! Conoce todos y cada uno de mis puntos débiles, sabe que mi familia es lo único por lo que yo lucharía y supo de ti, supo que nos besamos y...

A partir de allí no escucho más lo que dice, no proceso más de una idea a la vez y la que logro reflexionar, denota peligro. De la nada, todas las ideas, todas las palabras que hemos discutido son analizadas, y llego a una conclusión:

—No es seguro hablar aquí.

Hace unos momentos la lluvia comenzó a menguar, dejando únicamente una llovizna ligera y a nosotros en la obscuridad. Entonces, como solía decir Prim cuando era pequeña y tenía una idea: "Se me prendió el foquito".

Tomo a Peeta de la mano y lo arrastro a la salida, como ya es costumbre entre nosotros cada vez que queremos hablar en privado. Pisamos varios charcos en el camino y algunos lugares en donde el lodo se acumuló durante el chubasco. Es el momento perfecto, nadie está fuera de su casa para poder atestiguar que estuvimos en el bosque; porque sí, allí es a donde lo llevaré: al bosque.

Doy un paso junto a la alambrada, sin soltar la mano de Peeta. De cada uno de los alambres caen gotas de agua. Hago lo posible por concentrarme, por separar cada uno de los sonidos, cada una de las gotas de agua impactando contra el suelo y el viento moviendo las plantas; nunca capto un zumbido. Temerosa por no estar en lo cierto, cierro los ojos y poso una mano sobre el alambre. Suelto un suspiro de alivio, paso el alambre por encima de mi cabeza y espero a que Peeta haga lo mismo. Caminamos, mojados, hasta la cabaña del lago, en donde nos cubro con un manta una vez que nos hemos deshecho de las prendas mojadas y enciendo la chimenea para que se sequen. Poco a poco, vamos entrando en calor.

Es raro, pero todo esto consigue sacarme una sonrisa. Me recuerda a el incidente con mi vestido rosa y el chocolate, mi primer beso con él, la primera vez que alguien más que no fuera mi familia me veía en ropa interior. Ahora me encuentro en la segunda vez que Peeta y mi desnudez están en un sólo lugar. Con las mejillas sonrojadas, suplico al universo que la ropa se seque rápidamente para poder ponérmela antes de que haya luz y la obscuridad sea incapaz de ocultar mi cuerpo semi desnudo.

Volteo a ver a Peeta, quien no ha dicho una sola palabra desde que encendí el fuego. Su humor se aligeró un poco cuando lo arrastré hasta aquí debajo de la lluvia, pero hasta allí. Ahora se limita a ver cómo las brasas sueltan pequeñas motitas de calor que ascienden al techo de la cabaña y se pierden a la mitad del camino en el ambiente.

—¿Qué te atormenta? —pregunto. Dos segundos después me arrepiento por lo estúpido que sonó eso. ¡Por favor, Katniss! ¡Como si no fuese obvio! Bajo la cabeza avergonzada, un poco esperando a que responda y otro poco esperando a que tenga una reacción negativa y se enoje conmigo; tendría el derecho completamente justificado. Además de que hay una extraña sensación dentro de mí que lo busca, algo que quiere saber que soy capaz de tranquilizarlo como él lo hace conmigo.

Contra todas mis esperanzas, Peeta suelta una sonrisa triste y me mira unos segundos antes de contestar.

—Me atormenta cuánto pueda querer a mi hijo, cuanto pueda quererte a ti, cuanto pueda querer a mi familia y cuanto puedan quererme ellos a mí. Me atormentan los espíritus intranquilos de las vidas que terminaron antes de tiempo por mi culpa, que yo terminé. Me atormentan las noches frías, me atormenta soñar con perderte. Me atormenta no poder estar a tu lado. Me atormenta desatar algo que no quiero y...

—¿Hablas de que los distritos están provocando disturbios?

Para en seco y traga de la misma manera. No responde, pero supongo que yo estaría pensando algo así como «¿Cómo es que lo sabe?» o... «Y si lo sabe, ¿Será que también está pasando aquí?». 

—Madge me lo dijo. Ella te vio tenso en la cena después del Tour de la Victoria y lo descubrió por sí misma.

El desconcierto llena su cara.

—Nunca intenté ser una figura rebelde. Nunca quise problemas, ¡Demonios, Katniss, tú más que nadie lo sabes!

Tiemblo un poco ante la idea, pienso que, si invirtiéramos papeles, a él ni siquiera le importaría y me abrazaría tan fuerte como le fuese posible, aun cuando hacen falta prendas de ropa. Lo medito un poco, pero termino cortando el espacio que nos separa, envuelvo mis brazos alrededor de su espalda y me acomodo en su regazo, recargando la cabeza en su pecho.

—No puedo imaginar que tan horrible pueda ser que te obliguen a tener un hijo, pero lo que no entiendo es que no puedas hacer nada al respecto.

—A mí no me molesta, me gustan los niños, pero no engendro hijos para que vivan doce años y luego sean mandados a una arena para morir de la forma más cruda. Me tienen amordazado, y a ti, a mi familia, a Amaranta. Si supiesen que amo a Delly y a Madge con todo mi corazón también ellas estarían en peligro.

—¿Qué pasa si...? ¡Qué sucedería si ustedes perdiesen al bebé?

—No pienso matar a mi hijo, Katniss.

—¡No estoy proponiendo eso! Quiero decir, nunca habría bebé, sólo sería una noticia, meses después secundada por otra que dejara saber al público que ha muerto.

—No creas que no lo he pensado, pero no creo que el presidente Snow sea tan tonto como para no corroborar que en verdad exista un bebé.

—No se puede tener un corazón más negro y viperino —escupo con odio.

El silencio vuelve, ensordecedor, la lluvia ha parado completamente ahora, es imposible no escuchar los pensamientos del otro.

—Cuando estaba en el Capitolio, en el Tour de la Victoria, desgraciadamente celebrando mi compromiso, hablé con Finnick Odair. Ya sabes, el sex symbol del Distrito Cuatro.

Asiento.

—Bueno,  le pregunté qué hacía allí exclusivamente de los demás vencedores. Me respondió que «servicios sociales»... Katniss, yo no comprendí aquello hasta que leí la carta esta tarde, se lo hice entender a Finnick en su momento, y me dijo que te preguntara a ti.

—Peeta yo... No me gusta recordar eso.

—Te conozco mejor que nadie; sé que harías lo que sea para proteger a tu familia, y eso incluye sus sentimientos. Katniss, yo no necesito que me protejas después de todo lo que ha pasado; pero sí necesito saber la verdad. Quiero que me cuentes lo que realmente sucedió ese día, que me digas todo lo que pasó por tu mente para haberte llevado a tocar la puerta de un agente de la paz. Y, sobre todo, quiero saber si en verdad él no sobrepasó los límites.

—Peeta no necesitamos hablar de eso.

—¡Sí! ¡Yo lo necesito! Si en verdad quieres ayudarme dime la verdad. La verdad.

Suelto un suspiro resignado y me preparo para hablar. No puedo creer que esté haciendo esto. Pero se la debo, tengo una inmensa deuda con él y tendré que hacer muchos sacrificios para saldarla. Hablar de mí y de mis sentimientos es uno de ellos.

—Estaba desesperada —suelto, la voz me grazna porque tengo la garganta hecha un nudo—. Tenía miedo a volver a la época en la que no había nada para comer. Me sentí impotente por no poder cuidar de mi hermana. Tú estabas en los juegos, yo tenía la idea de que lo más probable era que ibas a morir y no me gustaba en lo más mínimo, así que me dije a mí misma que no podía depender de nadie o de nada y salí a buscar trabajo, pero nadie me lo quiso ofrecer. Tomé la última opción: nunca me ha molestado hacer sacrificios si hablamos de Prim. Esa misma tarde me presenté, armada de valor y dispuesta a todo, pero luego...

Silencio.

Silencio.

Silencio.

—¿Luego qué?

—Luego yo...

—Katniss, prometiste contarme la verdad.

Silencio.

Silencio.

Silencio.

—Luego pensé en ti, luego pensé en lo que tú me dirías, y ya no quería hacerlo; pero Darius volvió y entonces ya no hubo vuelta atrás. —Peeta se aprieta el puente de la nariz y baja la mirada mientras niega con la cabeza.

—Yo... No creo que pueda seguir escuchando esto —dice molesto. Lo ignoro, comprendiendo las razones de su cólera, pero continúo hablando siendo consciente del desenlace de mi relato.

—Todo. Sus manos frías sobre mi cuerpo. Sus besos. Su coraje... Cerré los ojos, intentando huir de allí y me encontré pensando en el primer momento en el que tomaste un papel protagónico en mi vida. Viajé a aquel día cuando lo del pan y me sorprendí deseando que fueras tú quien estuviese en esa habitación conmigo... —Él levanta la cabeza ante lo que acabo de decir. Aunque antes ya lo había admitido, tenía la tranquilidad de que nunca entendió lo que le dije. Ahora que ha escuchado atentamente cada una de mis palabras, buscando alivio en ellas  se ha dado cuenta del verdadero significado y una parte de mí ha quedado expuesta ante él. A pesar de todo, decido continuar—. Luego llegó Hazelle y me sacó de allí antes de que pudiera haberme quitado ninguna prenda, puedo asegurarte de que si hubiera llevado una escoba con ella lo habría hecho a escobazos. Me entregó la carta de Haymitch, en ella me decía que no cometiera estupideces y me ofrecía dinero que él había escondido en algún lugar de su casa. Después de entrar en un shock nervioso por todo lo que me hizo hacer, encontré el dinero. Supongo que el resto ya lo sabes.

—No sé qué decir.

—Yo sí, quiero saber por qué me preguntas esto.

—¿Leíste la carta de Snow? —Asiento—. Bueno, creo que podrás haber notado que el último párrafo...

Debo admitir, que usted y su esposo saben complacer a la gente del Capitolio y me gustaría explotar su destreza. Todo vencedor tiene una responsabilidad y, siendo ustedes dos vencedores, doblegan el número de pedidos. Hay una gran fila esperando para hacer uso de sus capacidades y cualidades físicas innatas.

¡MADRE MÍA!

—¡No! —grito— ¡No, no, no, no! ¡Viejo loco! ¡¿Qué le pasa?!

Peeta se ríe sin ánimos.

—No es que a mí me emocione la idea tampoco, Katniss.

—Es que... Es que... No puede obligarte a hacer eso...

De pronto me encuentro imaginando a Peeta y a cualquier mujer del Capitolio que seguro ha pagado millones por el placer su compañía, alguien con orejas de gato y bigotes; tal vez con la piel tatuada... Mis mejillas se tornan rojas cuando lo imagino a él sin ropa y  la intensidad del color aumenta cuando pienso que él estará obligado a complacerla de cualquier manera, incluyendo cualquier cosa en un sentido más carnal.

—¡No!

—¿Qué te sucede, Katniss? Parecería que eres tú a la que van a vender.

—¡No pueden!

—Ya ves que sí.

—¡No quiero que lo hagan!

—Yo tampoco, pero es algo que no puedo manejar yo, y no soy el único, Amaranta también...

—¿Alguna vez lo has hecho? —pregunto, sé que entiende a lo que me refiero cuando sus mejillas se ponen rojas.

—No —responde—. Pero supongo que eso cambiará pronto porque me están obligando tener un hijo...

Frunzo el ceño, siento la sangre subir a mi cara, siento el calor y la ira.

«¿Celosa?» dijo Madge hoy en la mañana. Quién hubiese pensado que, aunque no quiera admitirlo y lo sigo negando, Madge tenía la razón.

Me separo de Peeta y toco la ropa. Sigue un poco húmeda, pero eso es lo de menos. Me visto en menos de dos segundos y salgo a la noche con las botas ya puestas en un tiempo récord. Él confundido me pregunta qué es lo que hago y lo último que observo antes de salir es cómo se tropieza intentando ponerse los pantalones.

Empiezo a correr, aquella desagradable sensación de pertenencia hacia Peeta me está matando de miedo y si lo sigo viendo no podré erradicarla. De la nada mis ideas dan un salto. Cuando me separo del cuerpo con el que he chocado, lo que salta es mi alma, fuera de mi cuerpo.

Un agente de la paz con un uniforme que, posteriormente, noto que le queda grande, me mira. He chocado con un agente de la paz.

El frío de la noche me congela. Escucho los gritos de Peeta llamándome a lo lejos, maldiciéndolo por hacer tanto ruido; sin embargo, no me muevo, suplicando para que Peeta se calle y no se lo lleven como lo harán conmigo. Ahora sabré qué es lo que le pasó a Gale realmente. Lo viviré en carne propia.

  •~•♢•~•♢•~•♡•~•♢•~•♢•~• 

¡HOLA! 

Bueno, pues aquí está el nuevo capítulo de la historia, tenía pensado que tuviera otro enfoque pero me ha salido así y me gustó como me quedó, así que decidí dejarlo.

Ayer por la noche creo que fue, sin querer publiqué el capítulo, y de hecho algunos de ustedes me mandaron mensajes diciendo que no se podía abrir , y efectivamente, no se podía, porque lo borré. Estaba incompleto y a penas llegaba a la mitad, de lo contrario lo hubiera dejado. A pesar de todos los contratiempos, espero que  haya sido de su agrado y que les haya hecho pasar un buen rato.

Nuevamente, muchas gracias por su apoyo, por sus votos y sus comentarios, tanto con esta como con mis otras historias.

Comenten qué les gustaría que pasara en el siguiente capítulo y qué creen que va a pasar, de igual forma su opinión sobre el capítulo, sus sugerencias y críticas son siempre bienvenidas.

 La pregunta de hoy es: ¿Qué les gustaría estudiar? Hablo de una carrera profesional, a lo que se quieren dedicar, y si ya tiene una carrera, cuéntenme cuál y por qué han decidido estudiar aquello. Personalmente tengo una pasión por la fotografía y el cine; y supongo que ya se habrán dado cuenta de que me gusta mucho escribir.

¡Los quiero!

-C. Willow


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