The one that got away [Yoon G...

By mgmazzoni

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- ¿Quieres jugar a un juego, Yoon Gi? - ¿Qué juego? - Se llama "¿Qué tal si?" Yo comenzaré... - Paris se acom... More

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s e i s

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By mgmazzoni

- Soy desagradable - masculló por lo bajo después de dejarse caer en el suelo esa noche mientras sus cinco compañeros estaban esparcidos por la habitación, algunos sentados en las camas y otros de pie, cruzados de brazos -. Soy horrible y desagradable. Me bañé tres veces, mi cabello luce terrible y no tengo idea de qué usar o cómo maquillarme. Y por primera vez estoy arrepintiéndome de no haber prestado atención a todas las cosas que mi madre me dijo acerca de las citas. ¿Por qué debí pasar por mi fase de rebeldía cuando quiso explicármelo?

- Nunca tuviste una fase de rebeldía, Paris - la detuvo Ji Min con una media sonrisa.

- ¡Por supuesto que la tuve! ¡Ustedes lo recuerdan, hace dos años!

- Perforarte las orejas y comprarte una chaqueta de cuero no es una fase de rebeldía.

- Para mis padres lo fue - aclaró rápidamente -. En su opinión, prácticamente podría haberme unido a una secta satánica y sacrificado gallinas en nuestro jardín, siempre y cuando siguiese viéndome linda y angelical a la hora de comer.

- Tranquilízate. - Seok Jin se le acercó y extendió una mano para ayudarla a levantarse. - Lo que llevas está bien, sólo necesitas un poco de maquillaje y estarás lista.

- Ne, estás exagerando.

- ¡Pues, eso es lo que hago, V! - exclamó una vez estuvo de pie y caminó para quedar frente al espejo del cuarto - ¡Me gusta exagerar las cosas! ¡Me ayuda a verme bonita!

- Tal vez no deberías haber bebido esa última taza de café - pudo escuchar murmurar a Jung Kook, quien se ganó una mirada asesina de parte de la muchacha.

Él levantó las manos arriba en señal de rendición y no volvió a hacer comentarios.

Paris tomó su delineador para comenzar con su difícil tarea de maquillaje al mismo tiempo que daba un rápido vistazo a su atuendo. De entre todas las prendas coloridas en su equipaje, terminó siendo un milagro que hubiese empacado una blusa caqui de mangas a la altura de los codos junto con unos pantalones negros ajustados y unas bailarinas del mismo color que su madre insistió en que llevase con ella. Le debo una, pero jamás lo admitiré, pensó para sus adentros cuando finalizó con el brillo labial. Sin embargo, algo en su apariencia no le convencía del todo. Necesitaba un detalle resplandeciente, como sus accesorios para la escuela, pero ¿qué? Se giró para volver a enfrentar a sus amigos y buscó entre su equipaje por algunos minutos hasta finalmente encontrarse con una vincha de piedras brillantes que le habían obsequiado años atrás y nunca tuvo el valor de usar ya que estaba segura de que se trataba de un accesorio elegante y costoso y temía perderlo. La situación lo amerita, ¿verdad? Intentó animarse a sí misma. Además, sus padres estarían felices de saber que le dio un uso después de tanto tiempo escondido en el fondo de su pequeño cofre de alhajas.

Regresó al espejo a paso veloz, se colocó la vincha en la cabeza y revolvió su cabello para dejarlo caer en ondas a ambos lados de su rostro. ¿Cuál se suponía que era el siguiente paso ahora? Y, como si aquellas horas de estrés no hubiesen sido suficiente, una sensación de malestar ocupó su estómago a medida que malos pensamientos giraban alrededor de su cabeza, mostrándole imágenes de ella misma haciendo el completo ridículo con Yoon Gi burlándose mientras le arrojaba con tortas de arroz.

- No voy a ir - anunció.

- No vas a hacer esto de nuevo - expuso Ho Seok caminando hacia ella y obligándola a dejar de enfrentar su reflejo para llevarla a la sala -. Es la cuarta vez que lo dices desde que llegaste.

Se sentó en el sofá al mismo tiempo que los cinco la rodeaban.

- Sólo te hace falta algo de práctica - opinó Tae Hyung encogiéndose de hombros -. Tienes una habitación repleta de carne masculina, sólo escoge a uno. ¿Quién será el afortunado?

- ¡Yo, elígeme a mí! - saltó Jung Kook, arrodillándose frente a ella.

- ¡Ani, a mí!

- ¡Ani, ani, a mí!

- ¡A mí!

Los vio a todos acercársele a gritos.

- Pero yo soy exótico - se defendió el menor, ofendido.

- Igual que la fiebre amarilla.

Ella rió al ver a Ji Min recibir un fuerte golpe en el hombro pero calló al escuchar la puerta.

- Hora de conocer al valiente e inocente sujeto. - Seok Jin dio un aplauso para juntar las manos.

- ¿Mwo? - inquirió aterrada al distinguir a los cinco levantarse y caminar a la entrada - ¡Esperen! ¡No lo hagan! ¡Ustedes no tienen vergüenza!

Tropezando con sus propios pies al intentar atravesar a sus amigos a los empujones, Paris amenazó con caer directo al suelo de no ser porque unos dedos largos y bronceados la sostuvieron antes de que sucediera. Reconociendo la colonia, ella no pudo evitar soltarse como si su contacto la quemase y dar una rápido, pero cuidadoso, vistazo a Yoon Gi, quien vestía con una camiseta blanca de mangas cortas, unos vaqueros oscuros y rasgados y unas botas militares marrones. A diferencia de las otras ocasiones, el cabello negro lo llevaba ligeramente rizado, lo cual le quedaba estupendo al igual que cualquier otro peinado que se hiciese, pensó para sí.

¿Cómo es que podía verse tan bien a pesar de sólo haber cambiado su atuendo? Ella prácticamente había pasado horas encargándose de su apariencia por completo y luego ese joven llegaba y le demostraba, una vez más, que aceptar aquella cita se había tratado de un error. ¿Y si escapaba? ¿Lograrían atraparla antes de que llegase a hundirse en el mar? No obstante, en lo que los muchachos se saludaban entre ellos, Jung Kook pareció darse cuenta de sus intenciones ya que, en el instante en que giró para volver a entrar, el menor le tapó el paso, le dio un empujón hacia el exterior y, antes de que pudiese admirar su dedo corazón, cerró la puerta, no sin antes asomar la cabeza y gritar:

- Diviértanse. - Jung Kook le guiñó un ojo rápido. - No te esperaremos despiertos.

- ¡Ya, Jungkookie!

Dejándolos en un silencio incómodo, Paris se quedó enfrentando a la puerta mientras escuchaba a sus amigos susurrando incoherencias en el interior y luego apagando las luces de la sala, queriendo pretender que no se encontraban del otro lado de las cortinas, espiándolos. Nunca debí escuchar a mi conciencia, se lamentó en sus adentros. ¿Por qué diablos había dicho que "sí" a salir con un sujeto maravillosamente perfecto como él? Ni siquiera se sentía capaz de mirarlo después de saber cómo se veía en ese momento. Sus latidos no lo resistirían. Moriría. Probablemente. Tal vez conseguiría persuadirlo de que tratasen un nuevo estilo de citas en el que no debían verse a la cara en toda la noche. ¿Sonaría estúpido? Había aceptado salir con una chica cuyo mayor orgullo era pasar todo un día entero socializando con personas sin vomitar, después de todo. Aunque él no lo supiese. Quizás-

- ¿Qué tanto debo esperar hasta que me mires esta noche? - interrumpió Yoon Gi sus pensamientos, escuchándolo bastante cerca ya que se encontraba a sus espaldas en el porche.

- Los planetas no están a tu favor hoy - admitió encogiéndose de hombros al mismo tiempo que apretaba su bolso, nerviosa -. Mi sentido auditivo funciona mejor, si te hace sentir tranquilo.

- Algo, pero aun así tendremos que hacer algo al respecto.

- Pues, tengo una muy buena máscara que compré en el festival que podrías usar si no te-

Pero fue obligada a callar porque la mano firme del muchacho se aferró a una de las suyas. Y fue incapaz de encontrar una excusa lo suficientemente creíble que la ayudase a eludir el contacto por esa noche. De mala gana, volteó en la misma dirección que él para poder seguirlo en todo el trayecto hasta el Jeep, donde el joven se ofreció en abrirle la puerta, le indicó que se colocara el cinturón de seguridad y luego giró alrededor del vehículo para tomar asiento como piloto. Encendió el motor, haciéndolo rugir debajo de sus pies, y, en un mutismo sepulcral, comenzó a conducir hacia el centro. Dudó sobre si debía decirle que era capaz de caminar hasta allí sin necesidad de un coche, pero recordó que estaba usando bailarinas, las cuales apenas dejaban a sus pies respirar, por lo que decidió callar y agradecerle mentalmente el hecho de que ambos fuesen unos inadaptados anti deportistas.

- Así que... - quiso romper el silencio ella, jugando con sus manos sobre su regazo - ¿te gustan los yakgwa?

- ¿Mwo?

De nuevo, Paris, ¿cuál es tu problema?

- Yo... - Tamborileó sus dedos en sus rodillas, intentando no arruinar aquella incoherente conversación. - Quiero decir, hacen unos yakgwa muy deliciosos aquí. Son muy... redondos.

- Al ass eo - le oyó decir con un tono desconcertado pero entretenido -. Lo recordaré.

- Ye - asintió, sintiéndose una idiota -. Deberías hacer una nota. No querrás olvidar dónde los yakgwa redondos están.

Estuvo a punto de golpearse a sí misma en la frente por su intento fallido de actuar como una persona normal cuando la misma mano bronceada que la había detenido de golpear su nariz contra el suelo se colocó sobre las suyas para poder detener su movimiento ansioso.

- No eres buena en esto, ¿verdad? - preguntó con su voz baja y grave.

Ella lo miró por segunda vez, desconcertada.

- ¿Haciendo propaganda de comida? De hecho, yo-

- Me refiero a salir - se apresuró en aclarar, dedicándole una sonrisa comprensiva que le detuvo el corazón -. ¿Es tu primera vez teniendo una cita o algo así?

- Ne, algo así.

- Tranquila. - Le apretó las manos con delicadeza en señal de ánimo. - También soy nuevo en todo esto así que ambos estaremos aprendiendo esta noche, ¿ne? No será muy difícil.

- Heol - soltó, algo más calmada que antes -. Me alegra saber que no seré la única ignorante.

- Sólo seguiremos el libro de reglas: paso a buscarte, cenamos, hablamos y te regreso a casa - le explicó rápidamente, cambiando la mirada entre ella y el camino.

- ¿Hay un libro de reglas?

- Eso dicen. Cliché y estúpido, pero romántico.

- Me encanta que me hables sucio - bromeó, guiñándole un ojo. Se quedaron observándose a los ojos por algunos pocos segundos, que fueron eternos, hasta que las mejillas de Paris se enrojecieron. - Así que... ¿te pregunté si te gusta el yakgwa?

- Ne, creo que lo hiciste - dijo él soltando su mano y concentrándose en el camino entre risas.

- Oh... es que en verdad el yakgwa es delicioso aquí...

- Te creo.

El resto del trayecto lo pasaron tratando de conocerse un poco en los minutos restantes que tenían hasta que llegaran al lugar donde cenarían. En ese corto tiempo, Paris pudo enterarse de que Yoon Gi tenía veintitrés años y, por el momento, no tenía planes de estudiar en la universidad y se dedicaba a hacer distintos trabajos de medio tiempo para sobrevivir. Cuando quiso preguntarle sobre su familia, el coche finalmente se había estacionado en frente de lo que parecía ser una galería nocturna con distintas tiendas de venta y un pequeño pero cálido bar veraniego construido sobre el agua, por completo de madera. Tanto el techo hecho de hojas de palmeras y las antorchas hawaianas de fuego le daban un aspecto acogedor que sus padres habrían detestado, dato que sólo lo volvió más atrayente.

¿Por qué su mente trabajaba de aquella manera trastornada? Todo aquello que sabía que resultaría desagradable para su madre, automáticamente era algo que deseaba probar o tener. El suéter con la fotografía del buldog era un ejemplo, y sus zapatillas de arcoíris. ¿Ocurriría lo mismo con su interés por Yoon Gi? Tal vez, en su subconsciente, aquel muchacho de cabello azabache y rostro perfecto, sin ningún plan para el futuro y con una apariencia seductora y peligrosa, era tan diferente a lo que sus padres esperaban conseguir para su hija y, por ello, Paris se sentía atraída hacia él. ¿Sería posible? ¿Funcionaría así con todo lo que le gustaba? ¿Qué había del ramen instantáneo? Para su madre, se trataba de un plato desagradable y común, por eso no le permitió comerlo hasta que alcanzó la edad suficiente para ir a la tienda de conveniencia y comprarlo por sí misma.

Y con aquel pensamiento en la mente, se decidió por ordenar ramen en el bar mientras que Yoon Gi pedía sundubu jjigae junto con una cerveza. Esperaron por algún tiempo hasta que la comida estuvo en la mesa y, en el instante en que quiso llevarse los fideos a la boca, quedó helada.

- ¿Qué sucede?

Prestó atención a su plato como si intentase encontrar algún defecto en él.

- Tengo un dilema - comentó al pasar unos segundos -. No sé si me gusta el ramen.

- ¿Quieres ordenar otra cosa?

- No lo sé, ¿es en verdad necesario? ¿Me gusta el ramen? - Dejó los palillos a un costado y apoyó los codos sobre la mesa para mirar a Yoon Gi. - ¿Hay algo que me guste?

- ¿Estás intentando asustarme para no pedirte que salgas conmigo de nuevo? Porque está funcionando - expuso el aludido, dejando de comer para prestarle atención.

- Es sólo que estoy pensando acerca de la primera vez que comí ramen, ¿sabes? Y eso me hizo preguntarme: ¿Qué tal si no quiero hacer las cosas que quiero hacer porque quiero hacerlas, sino porque mis padres no quieren que las haga?

- ¿Uh?

Me arrepentiré de tener momentos de reflexión cuando esto termine, declaró.

- Quiero decir, ¿qué tal si no me gusta lo que me gusta porque me gusta, sino porque a mi madre no le gusta o no quiere que me guste? ¿Qué tal si en realidad no me gusta la música que me gusta, o las películas, o la ropa? ¡O hasta los hombres! - Paris fijó su vista en la mesa y se perdió en sus pensamientos. - ¿Qué tal si no me gusta lo que parece gustarme?

- Y de allí viene el dilema del ramen - comprendió Yoon Gi.

- ¡Ye! - Feliz de que él pudiese seguir su mente desquiciada, la joven lo miró con una sonrisa. - Puedo recordar la primera vez que comí ramen. Fui a la tienda para comprar algo para beber y estaba con mis amigos y ellos me preguntaron si quería comprar ramen instantáneo. Y en mi mente supe que mi madre odiaría la sola idea de mí probándolo. Hasta podía imaginarla diciendo: "¡¿Mwo?! ¡¿Ramen?!" Así que fui hasta el estante, lo compré, lo calenté y probé un bocado. Y pensé que nada en el mundo podía saber mejor que eso. Sabía a libertad, sabía a mi propia persona. El ramen sabía a libertad, rebelión e independencia.

- Heol, me gustaría saber qué tipo de ramen era ese - no pudo evitar reír.

- Y ahora estoy aquí, comiendo contigo, pensando: "No sé si me gusta el ramen." ¿Me gusta el ramen? ¿Me gustaría el ramen si mi madre me lo hubiera servido en un tazón de cristal y me hubiera obligado a comer hasta el último bocado?

Una vez hubo terminado con su perorata sin sentido, Paris volvió a tomar los palillos con una porción grande de comida, se quedó estudiándola y luego se la llevó a la boca. En lo que masticaba, no pudo evitar dar un vistazo a su acompañante, quien se había cruzado de brazos con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. Quiso preguntar sobre lo que le ocurría pero él se le adelantó.

- Eres interesante. - Su confesión la tomó por sorpresa de nuevo y la hizo atragantar con los fideos. - De una manera angelical, ¿entiendes? Eres amable, educada. Eres la imagen viviente del tipo de persona que es vestida por un pequeño pájaro todas las mañanas.

- Ya - lo interrumpió después de tragar -, no he sido vestida por un pájaro desde los dos años.

- Y graciosa - continuó él -. Es difícil creer que tengas problemas con tus padres con tu tipo de personalidad, pero de alguna manera me siento agradecido por ello porque me hace sentir más a gusto hablando contigo.

- ¿Qué quieres decir?

Yoon Gi hizo a un lado su flequillo y creyó que un destello brillante cruzaba sus ojos oscuros.

- No quise decirlo antes porque no quería tener esta conversación contigo, especialmente porque podría darte una mala impresión de mí - comenzó a explicarse -. La razón por la que no tengo planeado ir a la universidad es porque quiero concentrarme en seguir mi sueño de dedicarme a la música. Y, un paso para llegar a serlo, fue dejar la casa de mis padres al graduarme de la preparatoria y conseguir un apartamento donde vivir por mí mismo.

- ¿Lograste largarte de la casa de tus padres a los dieciocho años?

- Ne - asintió con la cabeza -. ¿Qué me dices de ti? Si no tienes una buena relación con ellos y no te gusta vivir bajo el mismo techo, ¿qué es lo que te detiene? ¿Cuál es el plan?

Eludió su mirada, avergonzada, y lo pensó antes de responder.

- Pues... de hecho, quiero entrar en la Universidad Nacional de Seúl y estudiar medicina.

- ¿Y esa es tu idea de rebelión? - inquirió el muchacho enarcando una ceja.

- Quisiera tener un futuro seguro si voy a desprenderme de mi familia.

- Te refieres al dinero.

Ella jugó con sus palillos mientras una mueca triste se le escapaba.

- Crees que soy una nerd y una malcriada.

- Aniyo - le oyó negar, sorprendiéndola tanto que tuvo que elevar los ojos para verlo. Yoon Gi seguía sonriéndole con naturalidad. - Creo que eres impresionante y que tendré que esforzarme muy duro para poder conquistarte, pero valdrá la pena.

- ¿En verdad?

- En verdad.

Por lo que duró el resto de la velada, Yoon Gi y Paris pudieron intercambiar teléfonos y hablar de distintos temas que tuviesen que ver con sus vidas personales en los que ella pudo enterarse de datos variados e interesantes sobre su persona, como, por ejemplo, que había estudiado piano desde niño, era amante del hip hop, tenía un perro llamado Holly, sus colores favoritos eran el negro y el blanco - algo en lo que discreparon por varios minutos - y que uno de sus trabajos de medio tiempo era también grabar canciones en su apartamento para venderlas a las discográficas. Y con cada palabra que escuchaba salir de su boca, Paris sólo conseguía sentirse más fascinada.

Ya no le interesaba el hecho de que su madre pudiese detestarlo ni que su padre la mandaría a un convento si la veía en ese momento, lo único en lo que podía pensar era en la masculinidad de sus movimientos, la dulzura de su voz, el brillo en sus ojos y su inteligencia oculta detrás de su apariencia desinteresada. No hablaron de la escuela pero ella podría haber apostado lo que fuese a que ese joven había sido el mejor en su clase, por más que intentase ocultarlo. Era alucinante el sólo escucharlo hablar. No importaba cómo, lograba deslumbrarla con una facilidad que la aterraba. Estaba confundida. ¿Cómo podía estar compartiendo una conversación con un ser como ese? ¿Cómo esperaba tener su atención por más tiempo cuando sus únicas historias interesantes eran en las que alguien terminaba lastimado, generalmente Ji Min, Tae Hyung o Jung Kook? Se sentía una idiota sacada de un dorama romántico cada vez que se daba cuenta que podía observarlo por horas con una expresión estúpida en el rostro.

Cuando la regresó a la cabaña, no se sorprendió al darse cuenta que el último tema que se le vino a la mente para hablar fue sobre "Un tranvía llamado Deseo" mientras hacía su mejor imitación del grito de ¡Stella! a mitad de la calle, exagerando sus movimientos con las manos hacia el cielo.

- Entonces, ¿es una película?

- Es un estilo de vida - aclaró ella, fingiendo ofensa por su comentario -. Una religión.

En pocos pasos, se encontraron ambos de pie frente a la puerta, donde pudieron escuchar con claridad el sonido de una televisión apagándose. Están escuchando a través de la puerta, supo Paris al distinguir unas sombras moviéndose detrás de las ventanas. ¿Qué se supone que debía hacer ahora? ¿Debería simplemente entrar? ¿No había algún truco? No tenía llaves para fingir jugar con ellas, como si esperase algo, por lo que no le quedaban opciones. Jugó con un mechón de su cabello para encontrarle un uso a sus manos, bajó la mirada al suelo y llevó a cabo una inclinación. ¿Acabas de saludarlo con una reverencia? ¿Quién eres? ¿La Reina de Inglaterra? Se regañó a sí misma. Temerosa de meter otra vez la pata, la muchacha colocó una mano en la manija con intenciones de abrirla pero la sensación cálida de una mano su cintura la detuvo. No le dio oportunidad de girarse al sentir unos labios posar un beso en su cien, dejando la impresión húmeda y un cosquilleo placentero.

- Salgamos de nuevo - le pidió Yoon Gi en un susurro, haciendo que su aliento golpeara en su oreja -. Compraré yakgwa y ramen instantáneo con sabor a libertad, y podrás hablarme de esa película.

Lamentó sentir que la soltaba y escuchó sus pasos bajando las escaleras.

- ¡Ya, Yoon Gi! - lo llamó girándose, logrando que él también la mirara sorprendido ya que era la primera vez que lo llamaba por su nombre - ¿Te gustaría venir a cenar aquí mañana? Puedes invitar a tu compañero si quieres.

- Nos encantaría - aceptó con otra de sus radiantes sonrisas, mostrando sus rosadas encías -. Te llamaré.

- Al ass eo. Entonces... - Levantó una mano para saludarlo. - annyeong.

Lo vio alejarse hacia el Jeep y luego conducir de regreso a su casa mientras ella soltaba un suspiro.

- "Toto, tengo la sensación de que ya no estamos en Kansas" - recitó, y presintió en su pecho que estaba entrando en un territorio maravilloso y desconocido, parecido a "El mago de Oz".

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