HARINA Y POLVO DE CARBÓN

Per C-WILLOW

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Las teselas ya no son suficientes, a Gale lo atraparon los Agentes de la Paz, el Capitolio reforzó la segurid... Més

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PREGUNTAS Y RESPUESTAS
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CAPÍTULO EXTRA
CAPÍTULO EXTRA
SEGUNDA PARTE
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Per C-WILLOW

"ES MI CULPA"

NARRA PEETA.


Las cámaras captan cada uno de mis movimientos e inundan la estación de trenes del doce. En cualquier parte se pueden apreciar reporteros del Capitolio.

Cuando bajo del auto que me ha traído hasta acá, incluso antes de que cierre la puerta, más de diez manos sosteniendo micrófonos se posan enfrente de mi cara, son tantos que tengo que balancearme ligeramente hacia atrás. Haymitch me toma de la mano y me arrastra sin prestar atención a las preguntas que hacen.

Llegamos a un plató que hay cerca, justo el mismo en el que nos presentamos cuando llegamos aquí. Sin ánimos doy gracias a la gente del doce y prometo volver pronto al distrito... bla, bla, bla... Sólo leo las tarjetas que Effie me dio.

Finalmente subimos al tren y, sin importarme cualquier otra cosa, me voy a mi compartimiento.

Nunca lo hizo, nunca se presentó. ¿Eso qué quiere decir? Me he calentado la cabeza toda la noche intentado descifrar el por qué. Incluso me molesté con Haymitch porque creí que él la había persuadido, pero luego pensé que no tenía sentido, él se fue a su casa inmediatamente después de que habló conmigo y no tenía idea de que había citado a Katniss en mi casa. Por lo tanto, mi conclusión es que no asistió por voluntad propia.

Enciendo el televisor para analizar mi gran actuación. Parezco desanimado, será mejor que no lo haga cuando lleguemos mañana al distrito once, si Katniss no me quiere a su lado entonces mi actuación será aún mejor, porque no sentiré que la pierdo cada vez más. Ya lo hice, así que ahora no tengo nada que perder al respecto.

Busco el control para apagar la transmisión, pero la voz de Katniss llama mi atención. Le están haciendo una entrevista, atrás aparezco yo hablando, despidiéndome del distrito.

—No, no lo hago —contesta a una pregunta que no escuché.

—¿Y qué pasara entre ustedes, Katniss?

—Yo dejaré el tema por la paz, se le ve tan feliz cuando está junto a ella, nunca había visto brillar tanto sus ojos... Yo sólo quiero que sea feliz y si ella lo hace feliz, no tengo nada más que decir, sólo que les deseo lo mejor.

Hacen otras preguntas más, triviales, ignoro todas, sólo pongo atención las palabras de aquella que me ha dejado con los ojos abiertos, aquella que me ha roto el corazón.

Es obvio que no son palabras sinceras, su vocabulario dista mucho de su «yo» real; aun así, hay cierta parte que las hace creíbles: la parte de su ausencia anoche.

Por primera vez desde que volví ,la culpa por haber asesinado a aquellas personas me cobra factura. Gran parte de los Juegos la pasé escondido, fingiendo amor y cursilerías mientras otros realmente luchaban por su vida cuerpo a cuerpo en arena abierta. Soy un cobarde, un pelafustán ¡Me doy asco!

Ahora tendré que enfrentarme a todas y cada una de las familias de los tributos muertos, no puedo imaginar el odio y el resentimiento que me tendrán. Sus hijos, amigos, hermanos... Ellos tuvieron que morir para que yo sobreviviera ¿Y qué hago yo? Me lamento porque Katniss no me quiere, eso hago yo; cuando dos familias de cada distrito, exceptuando al doce, están llorando y guardando luto a sus familiares. Me gustaría poder recompensarlos, me gustaría poder saber que, de alguna forma, ha valido la pena haber salido de allí. Me gustaría liberarlos de la opresión y la tiranía, de las reglas de un juego de dos en el que solo uno gana.

Qué fácil es tomar una vida inocente y luego desperdiciar la tuya.

Qué fácil es intentar seguir cuando ellos no pudieron hacerlo.

Qué fácil sentir autocompasión.

Qué difícil aprovechar tu vida.

Qué difícil dedicarla a los que ya no están.

Qué difícil hacer que valga la pena.

Qué difícil hacerlo sin la persona que más deseas a tu lado.

Qué difícil tener que alejarla para protegerla.

...

—Sostenlo así —dice Katniss. Se coloca atrás de mí y pone mi brazo derecho en la posición correcta, separa mis piernas con sus pies y corrige mi postura.

—¡Tira! —ordena.

Suelto la flecha, la cuerda del arco libera la tensión, impulsándola, puedo ver como tarda tan sólo unos segundos en clavarse en mi objetivo. La chica del distrito cuatro, la chica que mis bayas asesinaron. Suelto el arco, inmediatamente busco a Katniss para correr. Al voltear la cabeza encuentro un cuchillo amenazando la piel oliva de su cuello. Las venas saltan de su lugar, nerviosas, asustadas. Sigo el brazo que sostiene el cuchillo para identificar a quien la amenaza: el tributo del dos.

—Aliada por aliada, doce, Vida por vida. Cuando acabe con ella iré por ti.

—¡No! —grito.

Tomo el arco del suelo, una flecha del carcaj, me coloco como Katniss me dijo. Apunto, calculo, tenso la cuerda, tiro. La flecha da directo al corazón de Katniss, esta cae al suelo. Muerta.

—¡NO! ¡NO! ¡KATNISS!

—¡PEETA!

—¡KATNISS!

—¡PEETA DESPIERTA!

Abro los párpados de golpe, separo las pestañas, la luz rápidamente impacta contra mis pupilas, provocando que las vuelva a cerrar y repita esto hasta que mis ojos se acostumbran a ella.

Miro a mi alrededor, intentando regular mi respiración. El lugar en el que me encuentro dista mucho de ser un bosque. Al principio me asusto cuando veo los árboles distorsionados, creyendo que aún estoy en la pesadilla; entonces una voz conocida me llama («¿Peeta?»). Volteo hacia donde creo que está la dueña de aquella voz y me emociono un poco al ver un par de ojos grises, luego el ruido del tren andando me devuelve a la realidad.

—Sí, sólo fue una pesadilla.

—¿Qué? ¿Tan fea era? —pregunta Amaranta, sentándose al borde de la cama.

—Arruina los buenos recuerdos... —respondo evasivo, recordando aquella vez que fui con Katniss a cazar y la pesadilla.

—¿De qué trataba?

La miro a los ojos unos segundos, si no pensara que los de Katniss son los más bonitos, podría decir que ella le roza los talones, pero los de Kat tiene un aire especial, algo que me pone feliz con tan sólo verlos. Quizá me hacen recordar la voz de una niña pequeña de cinco años, a las plumas de los sinsajos. El gris no es un color especial en el distrito doce, todo cubierto de polvo de carbón le da aquel tono, de por sí el concreto lo adopta por naturaleza. Pero como ya dije, hay algo en esos ojos grises que captan mi atención cual imán... Lástima que ella no me permita verlos más.

—¿Peeta?

—¿Eh? Uh, lo siento... No es nada relevante.

—Tiene que serlo si te puso tan mal —insiste.

—Es una pesadilla, supone ponerte mal —contesto tranquilo.

—Tal vez eso mejore si me cuentas...

—No gracias... ¿Qué haces aquí?

—Effie nos llamó a desayunar, date un baño y ve al comedor en veinte minutos.

—De acuerdo.

...

—Una joven valiente y fuerte que cayó muerta entre los débiles y se levantó en otra vida, entre los invencibles.

Creí que las palabras de Effie serían más exageradas, pero no podría estar más de acuerdo con ellas: la tributo del distrito once no era más que ello.

Es difícil mirar a sus familias, pensar en que ella podría estar aquí, al frente de su distrito igual de necesitado que el doce, con los agentes de la paz en cada esquina.

Es imposible llegar a una conclusión cuando te preguntas cuál de las dos vidas vale más la pena, sobre todo si no conocías a una. Vives pensando en cómo compensar algo que no se puede pagar, cuyos intereses aumentan con cada pesadilla, con cada fiesta del capitolio a las que estoy obligado a ir, con cada palabra y sonrisa dedicada a Amaranta frente a las cámaras. Somos una farsa, una triste pareja televisiva cuyo pusilánime destino le tenía miedo a la muerte.

Las últimas palabras de las tarjetas de Effie resuenan en todo el lugar, el sol abrasa mi piel a pesar del saco gris que llevo puesto y puedo imaginar cómo mi cabello refleja la luz, provocando que luzca de un color dorado en lugar de un amarillo claro.

Dos mujeres de piel morena llegan vestidas con lo que parece ser una especie de sábana blanca enrollada en el cuerpo y una diadema de hojas adorna sus cabezas. Una de ella se posa a mi lado, la otra se queda junto a Amaranta, ambas sosteniendo un pequeño cojín blanco en el que descansan nuestras coronas. El alcalde del distrito once dice una vez más nuestros nombres. Entonces, la corona de hojas y frutas decora también mi cabeza. Volteo a ver a Amaranta, quien me sonríe.

Decimos un último agradecimiento al distrito, el alcalde nos despide y entramos de nuevo al edificio de justicia. Una vez que las puertas se cierran detrás de nosotros, me quito la corona y la observo: está hecha a mano. Antes de que pueda reclamar algo, Effie me la quita de las manos y me arrastra junto con Amaranta a habitaciones separadas, asegurando que nuestro respectivo equipo de preparación estará aquí dentro de poco.

Cuando Flavius, Venia y Octavia entran, puedo escuchar su parloteo acerca de los protocolos de seguridad con los que el distrito cuenta: afirman que es excesivo, sobre todo que se aplique tratándose de ellos. Cuando llegamos Effie ha dicho algo parecido, se ha quejado por el trato de los agentes de la paz, «como si fuéramos delincuentes», según ella.

Después de algún tiempo de producción se me permite salir de la habitación, listo para ir a la cena con la gente importante del distrito y todos los demás que se encontraban en una lista que Effie me dio y nunca leí.

Amaranta sale de allí minutos después, luciendo un vestido morado del color de las bayas, del color de las Jaulas de Noche... ¿Qué es esto?

Veo a Portia salir de la habitación en la cual yo me encontraba, camino hacia ella y le pregunto por qué el color del vestido, ella simplemente responde que fue trabajo de Cinna, no suyo.

Effie llega a dirigirnos y nos indica aparecer diez escalones después de que Haymitch entre, así será en todos los distritos a los que vayamos.

Lo primero que aprecio al entrar al salón es el contraste entre la pobreza en la que vive la población del Once, después la elegancia capitolina y la opulencia estrafalaria que la decoración del salón y las mismas personas desprenden. Siento algo de asco a mí mismo al estar aquí, toda esa comida podría alimentar a una buena parte del distrito; en cambio, llego yo, un inquilino que no contento con haber tomado el lugar de dos de los suyos, come lo que ellos han llegado a cosechar, producción de la que sólo obtienen unos cuantos frutos insuficientes.

Frunzo los labios y termino de bajar las escaleras cubiertas con alfombra roja. Inmediatamente la gente deja lo que estaba haciendo y se acerca a nosotros. Todos preguntan cosas y nos felicitan a la vez. Yo sólo agradezco y sigo a Effie, que nos hace señas para que lo hagamos. Amaranta está enganchada a mi brazo, así que nos movemos juntos.

El alcalde del distrito nos recibe de nuevo, nos presenta a su hija, Alida, y hablamos con ellos un rato, hasta que Effie regresa para presentaros a otras personas. Así pasa toda la velada: conocemos a gente y comemos.

...

De regreso en el tren me excuso para ir a cambiarme de ropa y descansar. Este va a ser un viaje muy largo, y será mejor que me vaya mentalizando para demostrar que la relación entre Amaranta y yo es oficial.

Este distrito sólo fue un inicio, una probadita de lo que será de ahora en adelante. Faltan diez distritos, ya que en el doce por alguna razón que desconozco la celebración se ha hecho antes, cuando normalmente el distrito ganador es el último en celebrar... pero bueno, supongo que alguna razón tendrá; además, ¿qué daño puede hacerles a las personas del Doce celebrar antes que los otros?

Sé que a mucha gente no le agradamos, tanto en el propio Doce como en los demás distritos, e incluso puede haber alguno que otro en el Capitolio que no disfrute de vernos. Intuyo que ese es el objetivo de este viaje: hacer que nos conozcan, agradarles. No estoy muy seguro de si están conscientes de que podría ser una arma de doble filo; podría tener un único propósito que se basara en hacer sentir a los distritos más miserables aún, no porque seamos del Doce, uno de los distritos más pobres e insignificantes de Panem, sino porque sus tributos murieron y el Capitolio busca recordarles que ese año —por lo menos a los distritos pobres— seguirán pasando hambre y necesidades, tendrán que pedir teselas y ofrecer su nombre en la cosecha por cada miembro de la familia.

...

Distrito diez, distrito nueve, distrito ocho, distrito siete...

Uno de los más duros. No para mí, sino para Amaranta, quien asesinó a la tributo del distrito. Pude leer en las tarjetas de Effie que su nombre era Acacia, es un bonito nombre, algo lógico viniendo de un distrito de árboles.

___________________________________________________________

"Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros,

pero ya no producirá flores".

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Dice inscrito en la entrada del edificio de Justicia, algo que me costó trabajo comprender. Al principio, incluso creí que podría ser una frase un poco rebelde como para estar inscrita en una placa colgada en el edificio de justicia, pero luego pensé: se refiere precisamente a que un levantamiento nos mataría a todos. Si nos levantamos en armas, nos quedaríamos sin nada. No hay que saber mucho para darte cuenta de que todos y cada uno de los distritos están controlados de una manera específica.

Durante la ceremonia, intentamos por nada del mundo ver directamente a los ojos a la familia de Acacia, pero hay un momento en el que se me desborda la curiosidad y decido que, al menos, su familia merece que encaremos y aceptemos la responsabilidad de que su hija esté muerta. Hay dos niñas junto a la madre, de piel tigreña y cabello negro.

Me siento mal al pensar que por nuestra culpa su hermana está muerta. Entonces, sabiendo que es una vieja tradición del Distrito Doce y que muy poca gente o si tengo suerte, nadie más que la gente del Doce lo entenderá, levanto los tres dedos centrales de la mano y cruzo los dos restantes, luego elevo mi mano.

Amaranta me mira, puedo adivinar lo culpable que se siente al haber matado a la chica, y sé que era su vida o la de aquella niña, más, entonces, ella también lo hace, encarando a la familia de Acacia. No sé cómo es que sucede, pero la madre parece comprenderlo, parece saber que le brindamos respeto a su hija y se nos une.

Un ruido metálico se escucha, segundos después, el estruendo de las grandes puertas del edificio de justicia abriéndose. Me toman desprevenido de los hombros, puedo alcanzar a ver que hacen lo mismo con Amaranta y cómo ella intenta forcejear para que el agente de la paz la suelte; las puertas se cierran detrás de nosotros de un portazo. Se escuchan gritos. Me libro del agarre y corro a una de las ventanas cubiertas por una cortina antes de que vuelvan a atraparme, sólo llego a ver cómo la madre de aquellas dos niñas es asesinada.

Los agentes de la paz se van luego de que Haymitch les dice que se hará cargo de nosotros. Con una mirada de desaprobación, nos indica que lo sigamos y nos guía varias escaleras arriba hasta que halla la puerta que está buscando, la abre y prácticamente nos empuja dentro.

—¿Qué fue eso? —pregunta gritando, ninguno de los dos contesta— ¿Qué-fue-eso? —repitie en un tono aún más fuerte.

—N...no lo sé... Yo solo quería hacerle saber a su madre que lo sentía —respondo-, creí que nadie entendería y, como todo, lo dejarían pasar después.

—No puedes mostrar compasión por otro tributo. Aun así, se les aplicaría un castigo menor, no sería pena de muerte inmediata.

Es mi culpa... —dice Amaranta de repente. Ambos, tanto Haymitch como yo, volteamos a verla, aunque sólo obtenemos una imagen de ella con la cabeza gacha.

—¿De qué hablas, niña? —pregunta Haymitch severo.

Duda un momento en hablar; sin embargo, levanta la cabeza y se nota la frustración que siente

—Yo... El presidente Snow vino a visitarme antes de la Gira de la Victoria.

—¿Qué?

—Te vio besándote con Katniss, me dijo que debíamos de convencerlos acerca de nosotros, de nuestra relación. Me advirtió que si no lo hacíamos habría consecuencias.

—¿Qué? —repito en voz baja.

—Peeta yo lo siento, sé que debí de habérselos dicho antes, pero no quería preocuparte, tenía tanto miedo que...

—¿Tenías tanto miedo?... ¿TENÍAS TANTO MIEDO? —ahora soy yo quien grita a todo pulmón. Haymitch me toma de un brazo, en un estado de resignación me susurra: «chico cálmate», pero yo me suelto y continúo con los reclamos y las acusaciones. Esto ha superado mis límites—. Escucha: que tú no tengas una familia que proteger no significa que yo no tenga una o que Katniss tampoco ¿Qué creías que hacías? ¡Pudimos haber evitado que esa mujer muriera! ¡Ahora hay dos niñas huérfanas por nuestra culpa, probablemente un error más y matarán a mi familia, a la de Katniss! ¡RESPÓNDEME! ¡¿QUÉ CREÍAS QUE HACÍAS?!

—¡ES SUFICIENTE, PEETA, BASTA! —interrumpe Haymitch.

Me saca a la fuerza de la habitación. Subimos unos pisos más y me indica que entre a una de las puertas. Cuando lo hago, noto que la mayoría de las cosas aquí están viejas y olvidadas, quizá ni siquiera recuerden que se encuentran aquí, así que aprovecho para descargar mi coraje con una de las cosas, en este caso, una lámpara.

—¡DIJE QUE BASTA!

—¡NO PUEDO! —contesto— ¿ENTIENDES?

—¿QUÉ TE PASA, PEETA? ¡NO ERES ASÍ! ¡NO ES PARA TANTO!

—¡SÍ LO ES, LO ES! ¿NO LO ENTIENDES? MATÉ A DOS PERSONAS, ASESINÉ A DOS, Y SE PUEDE CONSIDERAR QUE LO HICE A SANGRE FRÍA, AUNQUE NO LOS HAYA NI SIQUIERA TOCADO; ASESINARON A LA MADRE DE UNA NIÑA A LA QUE NOTROS LE QUITAMOS LA VIDA; KATNISS NO QUIERE VERME; LLEVO DÍAS TENIENDO PESADILLAS EN LAS QUE ELLA MUERE, ALGUNAS EN LAS QUE YO LA MATO...

—¿Y ESO QUÉ? ¿CREES QUE DESPUÉS DE ESTO NO VERÁS MORIR A GENTE CONSTANTEMENTE? —Haymitch suelta un suspiro y baja el tono de su voz—. Eres un vencedor, Peeta, cada minuto de tu vida amorosa con esa chica será monitoreado por las cámaras del Capitolio, cada año, tendrán que subir a este tren con dos niños para verlos morir en la arena, y ruega que ese niño no sea más inteligente que los Vigilantes, porque entonces tú también pagarás por las consecuencias. Podría ser peor, sólo tienes que fingir que amas a esa chica y leer las cartas que Effie te dé. No lo arruines.

—¿Qué pasará con Katniss? —pregunto ya más calmado, inmediatamente sé que es una pregunta estúpida, porque es evidente lo que va a suceder.

—Creo que ya te has respondido la pregunta tú mismo, pero en caso de que no te haya quedado claro, Katniss tiene que quedar en el pasado. Es hora de que la dejes ir, por el bien de ambos.

Asiento. Haymitch me da dos palmaditas de consolación en la espalda. Antes de salir me dice que irá a hablar con Amaranta, yo lo detengo un segundo para pedirle una disculpa, luego lo dejo ir.

Suelto un suspiro y me asomo por la ventana para intentar aclarar mis ideas, pero todo pensamiento positivo se esfuma al ver a dos agentes de la paz recoger el cuerpo de la madre de Acacia y llevárselo.

«Podría ser peor» —me repito— «Se pondrá peor».

•~•♢•~•♢•~•♡•~•♢•~•♢•~•

Vaya que se viene lo fuerte, esto sólo es el principio del fin, y como dice Peeta, se pondrá peor. Es una de las primeras veces en las que vemos a nuestro Chico del Pan enojado, generalmente siempre que lo hace es porque alguien a quien ama está en situaciones de peligro, él siempre protegiéndonos a todos ♥

Espero que les haya gustado el capítulo, que hayan sufrido con Peeta y con Amaranta. Díganme qué personajes quieren que aparezcan más, qué creen que ha pasado con Gale, qué pasará entre Peeta y Amaranta, o entre Peeta y Katniss... ¿Les gustaría otro beso Everlark aunque corran el peligro de morir?

¡Dejen todas sus opiniones, críticas, predicciones y sugerencias en los comentarios!

♥_♥También cuéntenme cómo les fue el catorce de febrero ♥.♥

¡voten por la historia y compártanla con sus amigos tributos!

¡Mil millones de gracias por su apoyo: ya llegamos a las mil lecturas!

¡LOS QUIERO!

-C. Willow

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