HARINA Y POLVO DE CARBÓN

By C-WILLOW

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Las teselas ya no son suficientes, a Gale lo atraparon los Agentes de la Paz, el Capitolio reforzó la segurid... More

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PREGUNTAS Y RESPUESTAS
AGRADECIMIENTOS
CAPÍTULO EXTRA
CAPÍTULO EXTRA
SEGUNDA PARTE
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"PAN DE PASAS"

Me dirijo a la escombrera, detrás de ella un poco más alejado viven los agentes de la paz. Es una aldea pequeña, pero decente si la comparas con la Veta. Me seco las lágrimas y toco a una de las puertas. Esta se abre de inmediato, y antes de que me puedan siquiera saludar hablo:

—Necesito tu ayuda.

—¿Para qué soy bueno?

—Necesito que me dejes entrar al bosque —digo. Sin un solo signo de duda, sin un atisbo de broma.

Sus ojos azules me miran incrédulos unos segundos, antes de que Darius empiece a reír en mi cara como si le hubiera contado un chiste. Sus mejillas comienzan a colorearse y se sigue carcajeando, yo espero a que se le pase.

—¿Ya acabaste o tengo que golpearte para que te calles y me dejes hablar?

—Negociaciones hostiles... me gusta —sonríe pícaro.

—He venido a pedirte esto en serio, sólo quiero sacar mis cosas.

—¿Y luego qué, Kat...?

—No me digas así —interrumpo. El ríe y rueda los ojos, yo ni siquiera parpadeo, no muevo un sólo músculo.

—¿Qué pasará después Kat-niss? ¿Cómo alimentarás a tu familia cuando ya no haya bosque?

—¿Qué quieres a cambio de hacerme el favor?

—Bueno... ya que has venido a mi puerta...

—Ni se te ocurra. No voy a venderte mi cuerpo, prefiero morirme de hambre y pudrirme en la Veta hasta que me muera que dejar que me toques.

—¿Y tu hermana qué? ¿Se pudrirán juntas?

—No juegues sucio, maldita sea.

—Es que tu no quieres hacer cochinadas conmigo, no me queda más que jugar yo solito contra ti. Siempre te vas por el camino de piedritas, Kat... lo vas a disfrutar, créeme, déjate llevar.

Avanza hacia mí y me toma por la cintura, luego aprovecha mi distracción causada por la sorpresa de ser tomada de esta manera e intenta besarme. Inmediatamente lo empujo y le suelto un golpe.

—¡Ni se te ocurra tocarme otra vez!

—¿O qué? —dice molesto. Las bromas han terminado— ¿Traerás a uno de tus dos novios para que te defiendan? —Comienza a reírse de nuevo.

—¿Para qué si puedo hacerlo yo misma?

Le suelto otro golpe, esta vez en la entrepierna; espero poder haberlo dejado sin posibilidades de engendrar niños. Definitivamente no necesitamos más pelirrojos corruptos en el distrito. O en el mundo. Me doy la vuelta y camino en dirección opuesta: hacia la Veta.

No sé ni para qué vine en primer lugar, creo que Peeta me está contagiando eso de intentar ver el lado bueno de las personas. A veces creo que él es muy ingenuo por pensar cosas así.

Esto es el distrito 12: ¿Qué se le puede ver de bueno al hambre, al maltrato, a la pobreza y la opresión? Esto es Panem. Esto son los Juegos del Hambre. Somos piezas que caen y caen una y otra vez del tablero, que son derrotadas y obligadas a ponerse en pie. Niñas convertidas en princesas que luchan como guerreras sin un final feliz. Niños inocentes convertidos en asesinos a sangre fría que visten formal; el color rojo les va bien, contrasta con la sangre que llevan en las manos.

¿Y al final quién gana? Snow.

...

Camino de regreso a casa sin ánimos. No pienso rendirme, pero por ahora no se me ocurre nada más. Tal vez pueda comprar unos cuantos cerdos y comenzar a criarlos o podríamos subsistir un tiempo con leche de cabra, quesos de Prim y las hierbas comestibles que haya aquí. Hace un tiempo intenté plantarlas, pero nunca se dieron... Ya encontraré una forma, tengo que hacerlo. Ni siquiera es por mí, como le dije a Darius, no me importa morirme de hambre y pudrirme aquí, pero Prim...

Entro a la casa. Mi madre y mi hermana están sentadas viendo la transmisión de los estúpidos juegos. De pronto recuerdo a Peeta, así que sin ánimos pregunto por él.

—Lo encontraron. La chica de nuestro distrito... Ella le está ayudando, le vendó la herida y prácticamente lo alimenta de pastillas y desinflamantes que hay en la mochila de Peeta.

Me libero de una carga menos al saber que Peeta está vivo, y si eso pasó... entonces mató a aquellos dos tributos profesionales... ¡Peeta acabó con dos profesionales! ¡Sin siquiera tocarlos! ¿Qué se supone que haga? ¿Le aplaudo? ¿Le grito por haberse dejado herir? ¿Escupo a la proyección la siguiente vez que aparezca su cara por casi matarme del susto? No lo sé, pero me alegra que esté vivo.

—¿Cuántos quedan? —pregunto.

—Nueve. Katniss... la chica de nuestro distrito asesinó a la tributo del siete, una niña de mi edad... ¿Y si le hace algo a Peeta?

—Eliminaron al cuatro y al dos...
...

Estoy sentada en mi cama, llorando como ya se me ha hecho costumbre en las últimas semanas. Pero esta vez no es porque no tengamos que comer o porque Gale no está. Lo que he visto hoy en la transmisión de los Juegos me ha hecho sentir horrible, engañada; si no fuera por mi madre (que por primera vez en muchos años sacó a relucir su carácter) habría roto el proyector que usamos como televisor.

Quedan ocho finalistas. El distrito doce, la mujer del once, los dos del uno, un tributo del cinco, del siete, y otro del tres. ¡Por primera vez en muchos años el doce está entre los ocho finalistas! Por primera vez en muchos años me arrepiento de no haber visto los juegos... Ya los repetirán.

No sé ni siquiera cómo es que han logrado mantenerse vivos. Peeta eliminó a un distrito profesional con bayas, simples bayas. Y Amaranta, bueno, cobró la vida de una niña inocente del siete en lugar de ayudarla, pero la verdad es que tampoco sé cómo estuvo la situación, puede que haya sido en defensa propia; aunque en los juegos siempre es en defensa propia, te estén atacando o no.

Peeta despertó hace tres días. Resulta que la chica de nuestro distrito, Amaranta, lo encontró tirado en el suelo desangrándose. Ella ha estado intentando mantenerlo vivo, lo cual le agradezco de todo corazón, aunque ni siquiera sé por qué, pero eso no importa, él está con vida. Se esconden en la cueva que Peeta había encontrado antes.

Me sorprendió bastante la forma en la que le curó la herida, incluso a Prim le llamó la atención lo bien que la cosió y desinfectó con material que Haymitch le envió.

—¿Cómo es que sabe hacer eso? —pregunté

—Ella era empleada de Sew, la modista del distrito —contesta mi madre.

—¿Y cómo es que sabe desinfectar heridas?

—Bueno, Katniss si vives en un distrito minero tienes que saber por lo menos cómo desinfectar una herida con alcohol, incluso Haymitch sabe acerca de él —respondió Prim.

El caso es que se han hecho amigos, es decir, supongo que es obvio que se harían amigos: si alguien salva tu vida es imposible no tenerle confianza, pero lo que ha hecho ella me ha molestado de sobremanera y que él le haya correspondido es lo que más me ha dolido.

Estoy..., estaba..., estoy molesta con él por haber dicho enfrente de todo Panem que me quiere como algo más que una amiga desde hace tiempo ya, pero sinceramente, nunca me lo dijo; y en este momento es cuando me cuestiono qué habría hecho yo si me lo hubiera dicho. ¿Me habría molestado? ¿Asustado? ¿Le habría agradecido por el pan y luego correría? ¿Nos habríamos vuelto amigos desde antes? ¿Y si yo le hubiera agradecido antes? ¿Me lo habría dicho?

Doy un golpe en la cama. Es inútil pensar tanto, pensar sobre Peeta y el beso que ha compartido con esa chica enfrente de todo Panem. ¿Cómo voy a quedar yo ahora? ¿Como la chica que perdió a sus dos posibles maridos? ¿O la chica a la que le mintieron? ¿Ahora me tendrán lástima?... ¡Maldita sea Peeta! ¡¿Qué rayos estás haciendo?!

Molesta tomo mi cazadora y me calzo las botas, me seco las pocas lágrimas que derramé y me dirijo a la puerta. Cuando paso por la cocina Prim y mi madre siguen allí, viendo la transmisión, tomando té y la última pata de pavo que queda; eso me motiva aún más para seguir mi camino.

Subo la mirada y me encuentro con la cara de Peeta en la televisión. Él no habla, sólo sonríe.

—Si no comes, no habrá más besos... —dice una voz femenina, nadie podría darse cuenta de quién es (nótese el sarcasmo).

—¡Ah! ¡Vamos! —se queja él.

—¡No! Tienes que comer, Peeta, anda, ¿Por mí?

—Está bien... ¿Dos cucharadas por un beso? —la voz femenina ríe.

—Estás abusando de mí.

Me quedo viendo, Peeta accede a tomar cuatro cucharadas de sopa, y luego Amaranta se acerca a besarlo. No puedo con esto, es repugnante. Prim voltea a verme.

—Katniss... sé que...

Pero no la dejo terminar, salgo por la puerta. Varias personas se me quedan mirando cuando paso por la plaza y luego por el colegio; finalmente llego al lugar que visité hace tres días. Toco la puerta, Darius me abre molesto argumentando que quién puede molestar a estas horas, que estaba viendo la transmisión de los Juegos y... se corta cuando se da cuenta de que quien está parada en su porche maltrecho soy yo, Katniss Everdeen. Entonces sonríe.

—Así que, Katniss... ¿Reconsideraste mi propuesta? ¿O vienes a golpearme?

—No malgasto pasos, si he venido aquí es por algo más que golpearte.

—Y me imagino que no es la tontería esa de apagar la corriente para que puedas ir a tu bosquecillo, ¿eh?...

—No. Pero lo que vengo a ofrecerte depende de lo que estés dispuesto a pagarme, y déjame decirte que no cobro barato.

Él parece divertido con la situación, yo me conservo seria, pensando en aquellos besos que han compartido Peeta y Amaranta. ¿Por qué me afectan tanto? No tengo ni idea, pero sí sé que no voy a ganar nada pensando en eso y que para mañana ya no tendremos nada que comer, que yo prometí a mi padre cuidar de mi familia a toda costa y eso es lo que haré, aunque me cueste mi cuerpo... De cualquier forma, nunca pensaba casarme, así que ¿Qué más da?

—¿Quieres tu bosque? Porque ya te dije que eso no...

—Te pagan bien —interrumpo—, quiero el doble de lo que gano en un día vendiendo presas.

—Pides demasiado —contesta Darius, poco convencido.

—Entonces el triple. Y no quiero bastardos tuyos, pagarás comisión por anticonceptivos.

—Más respeto, Katniss... Además, tu madre sabe cómo preparar brebajes anticonceptivos. No pienso pagarte por eso.

—Entonces no hay trato —suelto. Él me mira unos segundos, de arriba a abajo, muerde su labio.

—¿Y cuándo podré disponer de ti? —habla finalmente.

Se acerca a mí y me toma de la cintura, esta vez no lucho, sino que dejo que me tome. Al fin y al cabo tendré que acostumbrarme a esto..., al menos hasta que el bosque esté disponible.

He intentado de todo, he pedido trabajo en las minas, a Sae, he vuelto a la panadería, he ido a pedirle dinero a Madge, al hombre de las cabras también le pedí la oportunidad de un puesto... pero todos dicen que no. Siento la pena en sus ojos al negarse, pero sé que ellos tampoco tienen forma de pagarme. Mi única opción es aquí.

—Cuando tengas para pagarme lo acordado

—¿Y si lo tengo ahora?

—Pues paga el servicio. El doble por ser la primera vez...

—Tú primera vez, Katniss, nuestra primera vez.

—No te acostumbres.

—Más bien tú te tienes que ir acostumbrado.

Sus manos pasan de mi cintura a mi espalda y sus labios se posan en mi cuello. Un escalofrío de disgusto me recorre el cuerpo, estoy a punto de apartarme, pero recuerdo que necesitamos el dinero. Lo que me lleva a decirle:

—No me toques hasta que me pagues.

Él sonríe, sus típicas pecas de pelirrojo resaltan. Dudo realmente acerca de esto. Peeta tiene algunas pecas bajo sus ojos y en su nariz, Gale también, aunque tiene más debido a las horas que ha pasado bajo el sol...

Darius me invita a pasar a su casa, yo le sigo con la mitad de la seguridad que tenía cuando llegué aquí y toqué a su puerta. Vacilo un poco antes de entrar, pero finalmente cruzo el umbral; el clima se vuelve más fresco una vez dentro, aunque no menos incómodo.

Pasa a la cocina, yo le sigo igual. Sobre la mesa hay un pan, uno de ciruelas y pasas, que se ve completamente fresco. Él nota que lo estoy viendo.

—Reabrieron la panadería —dice.

—Lo sé. Esta mañana pasé a preguntar —"si podría recuperar mi puesto de trabajo"—... El precio del pan de pasas...

—¿Y luego? —pregunta, yendo a sacar algo de un cajón.

—No pude costearlo —respondo evasiva.

—Puedes agarrar un poco si quieres.

—No gracias...

—Bueno, espera aquí.

Él se va. Me siento en una silla y me quedo mirando el pan de pasas... Recuerdo que una vez en el colegio nos dijeron acerca de un modelo atómico que tenía complejo de pan de pasas. Ese día Peeta había faltado por no sé qué cosa... El punto es que se me quedó grabado por ello, además de que fue una ocasión especial: vino gente del distrito tres a enseñarnos un poco de ciencia para comprender las propiedades del carbón, su posición en la tabla periódica, sus derivados, sus funciones en el distrito, cómo se descubrieron... carbón, carbón, carbón; incluso en matemáticas nos enseñaron a restarle carbón al carbón, no bayas a manzanas. En fin, es un simple recuerdo.

Definitivamente el pan de pasas es un pan importante, sobre todo para mí, digo, me salvó la vida. No. Corrección: Peeta me salvó la vida con un pan de pasas quemado.

Vuelvo a dudar un momento de qué hago aquí, pienso en lo que Peeta diría, que probablemente sería un no, seguido de otro y otro, acompañados con sermones acerca de lo que estoy a punto de hacer. Pienso en Gale, seguramente él también me lo negaría, pero no está, y tomando en cuenta que él hacía lo mismo para obtener un descuento sobre el precio del carbón, bueno, no deja mucho más que una razón por la cual hay que seguir; si no fuera por eso probablemente nunca habríamos podido costear un saco de carbón y ambos habríamos muerto de frío en el invierto... Por otro lado, debió de habérmelo dicho. Sigo molesta por que no lo haya hecho.

Darius vuelve. Me pongo en pie, pensando en que ahora sí no hay vuelta atrás, así que suelto un suspiro y espero a que empiece mi pesadilla. Se acerca peligrosamente a mí, puedo ver como sus movimientos son cuidadosos, mis años de caza me dan la experiencia necesaria para identificar los factores que lo delatan. Me quedo ensimismada, mis años de caza se han terminado por ahora y hasta que no acaben los juegos (incluso después), tendré que seguir con esto. Tendré que seguir sola. Sin Gale. Sin Peeta.

El olor a pan de pasas llena mis fosas nasales, me lleva al momento bajo la lluvia, cierro los ojos para apreciarlo bien. Un escalofrío me recorre nuevamente cuando siento el tacto de la lluvia, aquel tacto frío y suave; las gotas caen sobre mi piel una por una, trémulas. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco... y luego paran. Abro los ojos, esperando encontrar a el Chico con el Pan, a Peeta... a el Chico del Pan; en cambio, unos de color azul me devuelven la mirada, un azul muy diferente, un azul que conozco desde hace años. Los dedos fríos del agente de la paz que alguna vez fue mi amigo (antes de que esta situación acabara con eso, antes de que Snow, su tiranía, el hambre, la pobreza y la necesidad acabaran con eso) se cuelan bajo mi cazadora, están fríos, mojados, seguramente se acaba de lavar las manos. Una decepción enorme provoca una punzada de dolor en todo mi cuerpo: no es Peeta.

Siento mis labios ser invadidos, devorados... La primera vez que me besan. Él toma una de mis manos y pone algo sobre ellas. Dinero. El precio justo. El precio acordado. El precio de la supervivencia. El precio del amor que le tengo a mi familia. Aprieto el dinero en la mano, intentando motivarme a seguir. Nunca me ha gustado compartir saliva.

—Relájate Katniss... —Su respiración es acelerada, su voz ronca, sus manos frías que me tocan a su antojo sin preocuparle en lo más mínimo lo que yo sienta. Brusco, poco amable, necesitado—. No te resistas...

Cierro los ojos nuevamente, intento idear una manera de que esto no me disguste de la manera en la que lo hace: la idea llega a mi mente en pocos segundos, pero me asusta tanto que alucino unos golpes en la puerta y me separo. Cuando Darius maldice y vuelve la cabeza hacia la puerta me doy cuenta de que no son parte de mi paranoia, sino de la realidad. Él se arregla la ropa y el cabello, yo hago lo mismo, aún en shock por la idea que pasó por mi mente y que aún no se va.

La puerta se abre, entra una Hazelle molesta. Antes de que me dé cuenta, me toma de la mano y me saca de allí. Suelto el dinero que Darius me había dado al salir, cae al piso. Es a medio camino cuando cobro consciencia y paro; me suelto bruscamente de su agarre.

—¿Qué te sucede? —le digo— ¿A dónde me llevas?

—¡¿Qué me sucede a mí, Katniss Everdeen?! ¡¿QUÉ TE SUCEDE A TI?! ¡Nunca creí que pudieras llegar a tal punto de tocar la puerta de un agente de la paz! ¿Qué diría tu padre si te viera? Dime que no hiciste nada, Katniss, por favor dímelo.

—No. ¿Cómo me encontraste?

—Todo el distrito te vio ir. ¡No puedes volver allí, niña!

—¡Claro que puedo! ¡Y lo voy a hacer! ¡No voy a permitir que mi familia se muera de hambre! Y ni se te ocurra hablar en nombre de mi padre, Hazelle.

—No vas a volver allí. Punto Final.

—¿Y qué va a impedir eso?

—Tienes una carta que leer.

Haymitch... ¡La respuesta de Haymitch Abernathy!

Un segundo, ¿Y si Hazelle la abrió? No tengo ni idea de qué pueda decir la carta, pero la última vez me comprometía bastante.

—¿La abriste? ¿La leíste? —pregunto asustada.

—No. —Suelto un suspiro al escuchar que el sobre se mantiene sellado.

—¿Entonces cómo sabes que me hará cambiar de opinión?

—Conozco al hombre que la escribió.

•~•♢•~•♢•~•♡•~•♢•~•♢•~•

¡Oh Dios mio!

No tienen idea de la confundida que me di con los tributos muertos, la secuencia de sus muertes, cómo y quiénes murieron jaja. Pero ya esta solucionado :) todo es congruente (según yo :/)

Aquí está el capítulo nueve, espero que les haya gustado muchísimo y que haya logrado intrigarlos un poquito... jejejeje.

Déjenme sus comentarios, críticas y sugerencias.

Recomienden la historia con sus amigos Tributos .lll.

¡Feliz inicio de semana!

Por cierto, me gustaría hacerles una pequeña pregunta: ¿Qué edad creen que tengo? ;) Dejen su respuesta en los comentarios.

-C. Willow

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