Hurricane ✓ ⋆ Finnick Odair

By astrolupin

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Keera Pevensee no quería ser parte de la revolución, así como tampoco deseaba seguir los honorables pasos que... More

INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE
00| Rebeldes
01| Promesas
02| Huracán
03| Descontrol
04| Violencia
05| Problemas
06| Inestable
07| Salvación
08| La Cacería
09| Devastada
SEGUNDA PARTE
10| Chantaje
11| Cenizas
12| Supervivencia
13| Propuesta
14| Rescate
15| Familia
16| Casamiento
18| Capitolio
19| Mutos
20| Paz
Agradecimientos

17| Mente Maestra

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By astrolupin

Hola amores, ¿Cómo están?

Remus en multimedia. (Por si tal vez no se dieron cuenta, amo Harry Potter). Me había dado cuenta de que nunca había puesto algún gif, ni tampoco había dicho quién lo interpretaba, y antes de que esta historia termine, debía mostrarles como me lo imaginaba.

De paso quería invitarlos a pasar por mi perfil y tal vez pueden leer alguna de mis historias. Sería increíble.

CAPÍTULO DIECISIETE

—No irás.— dijo Finnick por décima vez. Él yacía sentado en la cama, mientras la castaña se ponía su ropa para el entrenamiento. Sabía que su esposo diría eso. Era bastante obvio, de hecho, pero necesitaba hacerlo y no le pediría permiso. Nunca le había pedido permiso a su padre para hacer cosas malas o ilegales, no lo haría ahora. Tenía veinte años y podía tomar sus propias decisiones. No necesitaba a un hombre que le dijera lo que podía hacer y lo que no. Por más que Finnick no se lo dijera con esa intención.

—Toda mi vida fui independiente.— declaró Keera, decidida y con un mal humor, tal vez era el feto que crecía en su estómago el que la hacía de esa manera.— Necesito entrenar, debo mostrarle a todos que estoy capacitada.

—Estás embarazada, debes quedarte quieta, reposar y estar bien. No puedes entrenar e ir al capitolio con tu estado.— parecía que él no la escuchaba y hacia todo a su alcance para que ella se quedara. Él muchacho se levantó de donde estaba sentado y se acercó a ella, posando sus manos en las caderas de la chica, acercándola a él.

—Estoy embarazada, no enferma. Puedo hacer las cosas que quiera, soy fuerte.

—Sé que eres fuerte, has ganado los juegos hace cuatro años y sobreviviste a el vasallaje. No se lo tienes que probar a nadie, amor. Eres inteligente y sabes que esta guerra es sangrienta y podría decirse que es mucho peor que los Juegos del Hambre. Rocco, Artemis, él bebé en camino, nosotros, somos una familia ahora y no me permitiré perderte, porque nos sentiríamos como la mierda.

Keera suspiró. Lamentaba tener que exponerse de esa manera, pero tenía que hacerlo. Lograría lo que quería, fuera cual fuera el precio que tendría que pagar. Quería la cabeza de Snow colgando de su armario. No lo lograría esperando que otros lo hicieran por ella, no, quería tener sus manos ocupadas en el cuello del hombre.

—¿Y qué pasa con lo que pienso yo? Te amo y también amo a mi familia, pero realmente siento que tengo que hacer esto.— respondió, siendo totalmente sincera, observando los brillantes ojos de su acompañante. Ella recordó lo que había sucedido hacía sólo una semana; su casamiento deseado. Después del evento, ellos se habían mudado a la misma habitación juntos, ahora compartían cama y la gran mayoría de sus tiempos. Había sido raro ahora todo para ellos. Finnick trataba de no hacerla levantar de la cama, por precaución hacia él bebé y Artemis le había contado que eso hacían los padres primerizos y que todo para ellos era alarmante. Había sido una semana bastante aburrida, necesitaba golpear varias cabezas.

»Además, tu también vas.— comenzó a chantajearlo.— Puedes ver cada uno de mis movimientos y cuidar mis espaldas. Muy pocos saben de mi embarazo, tampoco tengo intención de contárselos a todo mi escuadrón. Así que puedes fijarte en que nadie me golpeé por accidente.

Finnick aún no parecía satisfecho. En parte quería dejarla ser feliz y permitir que ella hiciera lo que deseaba, pero él quería mantenerla segura. Desde el vasallaje, siempre había intentado mantenerla a salvo, incluso cuando no entendía los sentimientos que albergaban en él. Pero, ¿Podía protegerla de si misma? Keera realmente deseaba hacer eso y si no se lo permitía, ella sería infeliz por el resto de su vida. Algunos encontraban la felicidad escuchando música, otros bailando, algunos con el sexo, pero ella encontraba la felicidad acabando con aquellos que la mantenían cautiva entre cadenas, a ella y a toda su familia. Finnick no quería que ellos se convirtieran en un matrimonio disfuncional, donde el hombre no le permitía a la mujer ser ella misma, o viceversa. Las parejas se debían apoyar en todo y no prohibirse cosas, eso solía decirle Mags.
La había conocido a Keera como una mujer no dependiente de nadie, lista para asesinar al Presidente Snow. No la cambiaría por sus caprichos.
Tal vez las pesadillas de su mujer se calmarían cuando acabara con el asqueroso hombre, quizás ella podría volver a ser normal luego de cometer aquello que tanto ansiaba. ¿Era lo suficiente egoísta?

—Bien.— aceptó Finnick, observando los ojos marrones de la chica, transmitiendo que no estaba muy de acuerdo con ello.— Le diré a Bogs que el entrenamiento para ti sea leve y mantendré mis ojos todo el tiempo en tu silueta. Te sucede algo y nos volvemos.

Ella asintió, con una sonrisa en sus labios. Lo besó, sintiendo los cálidos labios chocar contra su piel. Sentía los brazos de su amado rozar su cuerpo, abrazándola, sintiendo el profundo sonido de su corazón palpitar.

—Iría de todas maneras, me dejarás o no.— admitió.

El entrenamiento no fue muy difícil, o al menos para ella. Había estado haciendo actividades así desde que era pequeña, y el cuerpo tenía memoria. Entrenó por unas horas con Katniss y Finnick, ellos siendo lo suficiente delicados con ella para notar que estaban dejándola ganar. Katniss era la segunda ajena a la familia que sabía sobre su embarazo, aparte de Remus. El Sinsajo había reaccionado genial, aunque le seguía el rollo a todas las preocupaciones de Finnick y eso le irritaba bastante. Sin embargo los golpeó un poco y pudo demostrar que aún su cabeza recordaba lo aprendido, que sus músculos reaccionaban a acciones ya producidas. Trepó sogas y se arrastró por el piso, hasta que acabó, casi muerta. Su cuerpo sudaba, pero eso sólo la incentivo más. Se sentía contenta consigo misma y con lo que había logrado.

—Quiero que conozcas a Annie.— dijo él rubio, cuando la castaña salió de la ducha toda mojada. Él la esperaba en la puerta, ofreciéndole la toalla. Keera lo observó sorprendida, puesto a que jamás pasó por su cabeza hablar con la chica. La había visto en una camilla en la enfermería y cuando Artemis iba a sus visitas diarias, la ojeaba un poco. Sabía que estaba loca y por esa razón jamás se había propuesto acercarse más. Tomó la toalla blanca que le ofrecía y se la enroscó en su cuerpo.

—¿Ahora?— preguntó y él asintió. No era tarde, todo lo contrario. Antes de meterse al baño había chequeado que eran las tres de la tarde, tampoco había estado mucho tiempo debajo de la lluvia artificial.— Está bien, sólo deja que me vista.

Keera aceptó, porque quería conocerla en persona. No la había visto en su boda, y según Katniss, ella permanecía en su habitación. La mujer no estaba estable y con la tortura que recibió por parte del Presidente Snow, todo lo poco que tenía sano se había ido a la borda. Le daba pena y realmente esperaba que ella mejorase. Finnick solía hablar de Annie, sobre cómo la quería y todo lo que había hecho para protegerla.
Tal vez antes no había sentido la necesidad, pero Annie Cresta había hecho feliz a Finnick por un tiempo y él la había mantenido cuerda. Quisiera o no, ella siempre sería cercana a su esposo.

Mientras se vestía, observó su estómago al descubierto. No había ningún indicio por fuera de que otro ser estaba siendo engendrado allí, pero sabía que ahí dentro estaba su bebé, que dentro de unos meses comenzaría a hacerse notar más. Sonrió, estaba demasiado feliz con todo lo que había logrado. Se prometió a sí misma liberar al país de Snow, así su primogénito podría nacer en un sitio tranquilo, sin preocupaciones. Quería descansar y saber que cuando este naciera, no tendría que ir a los Juegos cuando alcanzara la edad necesaria.

Las manos de Finnick se posaron sobre las suyas y luego se movieron para acariciar su estómago desnudo. Él tocó su piel delicadamente. Ellos habían creado una vida sin saberlo.

—Pronto tendré una panza gigante. — murmuró la castaña, soltando una pequeña carcajada. Finnick besó su cuello.— Eso no es justo.

—Te verás aún más hermosa. — él se alejó unos pasos y le cedió una camiseta suya. Desde que se había mudado a su habitación, apenas había tocado su ropa. Usualmente solía colocarse alguna camiseta lo suficiente grande para sentirse liviana.

Una vez preparada, abandonó la habitación con Finnick tomado de su mano. Caminaron por el distrito 13, abatidos por el entrenamiento duro del primer día, pero eso no quitó sus ganas de hacer lo que debían hacer. Keera sostuvo la mano de Finnick cuando golpeó la puerta de la habitación de la pelirroja. Con un gesto tranquilizador por parte de su marido, ella se relajó un poco.

—Annie es agradable.— Keera asintió ante sus palabras, tratando de confiar en él. Y empujó la puerta, llevándola consigo. A pesar de ser una chica a la cual no le importaban las opiniones y las críticas negativas de los demás, tenía miedo de lo que pensaría la mujer acerca de ella. Porque después de todo, Annie era como una hermana para su esposo y su aceptación era una gran pieza en el tablero.

Lo primero que vieron sus ojos fueron a una muchacha sentada en la camilla. Sus cabellos naranjas se encontraban despeinados y tenía varios huecos en su cuero cabelludo. Las torturas se notaban en ella por completo, su visión le recordó a su hermana cuando había regresado del Capitolio.
Era bonita, totalmente. Annie Cresta lucía inocente y eso la hacía parecer mucho más joven, como una muñeca de porcelana pintada a mano, que en cualquier momento se rompería; pero Keera supo que las apariencias eran engañosas. Los ojos con ojeras de la pelirroja se lo demostraron, luego las marcas en sus piernas, arañazos. Si miraba más detalladamente, podía ver sus uñas carcomidas, dejando a la vista un poco de sangre seca.

—Finnick.— saludó la pelirroja, mostrando una sonrisa. Ella saltó de la cama, directo a él rubio, para envolverlo en sus flácidos brazos. No iba a negar que tuvo celos por esa acción, porque ese gesto tan natural en ellos era inigualable. Pasaron unos segundos en los que la chica no supo lo qué hacer, porque todo resultaba incómodo, y finalmente, ellos dejaron ese abrazo familiar.

—Ella es Keera, mi esposa.— explicó, agarrando nuevamente la mano de la castaña. La nombrada forzó una sonrisa, lista para las palabras provenientes de la inestable mujer. Pero lo siguiente que sucedió cuando parpadeó y abrió sus ojos, fue que la muchacha se encontraba con sus brazos sobre ella, en un abrazo. Descubrió que Annie se demostraba bastante cariñosa con algunas personas y le causó confusión. Por eso, ante la mirada del rubio sobre ella, colocó sus brazos sobre la mujer y devolvió el gesto. Pareció durar unos cinco minutos hasta que finalmente la chica loca se separó. Los ojos verdes de la mujer la inspeccionaron.

—Me agradas, Finnick me ha hablado mucho de ti. Es cierto, eres igual a como él te describió.— Keera se sorprendió por segunda vez, pues jamás había pensado que ellos hablaban de ella. Tal vez hablaban del matrimonio, pero no de ella en sí.

—¿Qué dijo él de mi?— cuestionó la castaña, aceptando el lugar al lado de la muchacha. Ambas tomaron asiento en la camilla. Observó los movimientos tímidos de Annie, sus manos en sus cabellos, o en su cara, al parecer, no podía quedarse quieta.

—Que tu cabello es hermoso y que tu lo atraes como ninguna. Dijo un par de cosas más, pero creo que lo estoy avergonzando demasiado.— ambas rieron, viendo a Finnick estar rojo, pero una sonrisa adornando su rostro. Keera pensó que él era hermoso y jamás se cansaría de pensar en eso.— También dijo algo de tus pechos.

—¡Annie!— soltaron una carcajada. Él se apoyó en una pared, observando como ambas se mostraban tal cual eran, sacando sus almas de esas duras pieles.

—Tu lo ayudaste a escribir los votos para la boda, ¿No es así?— la pregunta salió de su boca, aunque estando bastante segura de su respuesta. Finnick podría amarla hasta la muerte, pero las tan bonitas palabras no podían salir puramente de él. Al menos, necesitaba a alguien que lo ayudara con un filtro.

Annie Cresta asintió. —Sólo un poco, Finnick me dijo lo que quería decirte y yo lo ayudé a redactar.

Keera asintió comprendido. No tenía ningún problema con ello, lo había dicho antes y lo seguía pensando ahora, no habían palabras suficientes para describir lo que sentían ellos mismos.— Gracias por eso, probablemente todo hubiese sido un fiasco sin tu ayuda.

Finnick comenzó a hablar con la pelirroja, sobre temas triviales, luego le preguntó sobre su recuperación y le dijo que la había extrañado en su casamiento. Keera intentó meterse en su tema de conversación, pero no se presionó mucho. Era como intentar hablar en un diálogo que tenían Katniss y Gale, ellos tenían historia y era difícil sumarse a su corriente.

—Deberías ver fotos de Finnick. — dialogó la mujer, colocando su mano en la rodilla de Keera.— Le gusta estar semidesnudo desde siempre.

—Bueno, son manías difíciles de sacar.— se justificó él. La castaña soltó otra carcajada. Ansiaba ver esas fotos, para ver cómo era Finnick cuando era pequeño, tal vez su hijo o hija podrían ser la copia idéntica a él.

—He oído que irán al Capitolio.— musitó la pelirroja, con su voz llena de molestia y de nostalgia. Annie había tenido suerte, ya que sus heridas eran por caídas, o por cosas inofensivas, en su estadía en la tierra de las torturas. Ellos habían entendido que la joven no tenía información que brindarles y por esa razón no le habían hecho lo mismo que a Artemis. No obstante, la dejaron allí, sólo para que Finnick no tuviera a su ser querido cerca.

Los ojos de Keera conectaron con él chico, sin saber realmente lo que decir.

»Es cierto.— aseguró la mujer, viendo las caras de la pareja famosa, todos hablaban de ellos en el distrito trece.— Merecen pagar por todo el daño, se lo merecen.

—Y eso es lo que vamos a conseguir.— contestó Finnick, con sus ojos azules cristalizados. Él era más frágil de lo que todos creían, pero no se dejaría vencer, eso se decía cada día al levantarse.

(...)

Su semana se basó en entrenar y entrenar, se ejercitaba con Johanna, que adoraba la morfina y no paraba de mirar mal a Keera. Ellas jamás se habían llevado del todo bien, por lo cual, no actuarían como unas personas falsas. Ambas tenían caracteres fuertes y eso causaba una explosión entre ellas. Algo así como la pelea que había tenido con el Sinsajo, en la arena. Pero eso las ayudaba a ambas a ser competitivas y mejorar con su rutina, aunque muchas veces Finnick las detenía. Él no quería que todo se fuera a los golpes y que alguna resultara gravemente herida.
Cuando no se encontraba entrenando o pasando el tiempo con Finnick, almorzaba con Katniss y con Gale. Había evitado pelearse con este último y desde su último conflicto, donde se habían dicho cosas hirientes, apenas le dirigía la palabra. Todo resultaba bastante tranquilo en la cafetería del distrito; muchas veces saludaba a Peeta, pero este estaba tan perdido que la ignoraba por completo.
Quizás era la emoción, pero todo sucedió demasiado rápido para ella, y cuando menos lo pensó, le otorgaron el escuadrón 451.

El Escuadrón 451 era una unidad especial de francotiradores rebeldes. Se le conocía también como el Escuadrón Estrella, ya que estaba integrado por los rostros que aparecían en las propos para las transmisiones rebeldes. Katniss, Finnick, Keera, Gale. Y al ser todos famosos, Coin había decidido que serían los que harían menos, los privilegiados. Los demás escuadrones avanzarían, asegurando que todo estuviera a salvo, para ellos poder avanzar. Básicamente querían que ellos fueran filmados, transmitiéndoles a todos como acababan con el legado de Snow.  Pero Keera no dijo nada, bastante suerte tenía con que la presidenta aceptara que ella se integrara al grupo. Ambas se odiaban y ella suponía que la mujer había presionado a todos para que ninguno tratara de salvar a la chica Pevensee: la muchacha a la que todos los presidentes y personas al mando parecían sorprendentemente detestar.

—Debes dejar que tu cabeza sea una mente maestra, pensar en todas las probabilidades, por más que sean sádicas. Tal vez ellos dicen una cosa, pero si tu crees en algo y crees que nos sacará de esa, confiaré plenamente en ti.— dijo Remus hacia su protegida, él también había sido elegido también para ir con ellos. Era él único soldado en el que tanto como Finnick y su pareja confiaban plenamente. Y supo que era igual para él con ellos.

—Haré lo que pueda para que todo salga bien.— susurró, queriendo que solo ellos pudieran escuchar su conversación. No estaba interesada en que los demás oyeran sus palabras deprimentes.— Siempre creí que cuando moríamos, lo haríamos solos. Pero supongo que no todos saldremos vivos de esta, más de uno morirá, pero al menos lo haremos juntos.

Colocó sus ojos en los demás presentes, en Pollux, un camarógrafo, amigo de Cressida, Mesalla y de Castor.  Todos ellos estaban sentados en la nave, camino a un destino trágico. No era por alardear o intentar tornar a esas personas como insignificantes, pero se preguntó si realmente ellos sabían lo que estaban haciendo. Estaban yendo a la línea final de sus vidas, sacrificandolo todo.  Supuso que todos estaban cansados de perder familiares en los Juegos, cansados de tener que ser callados por miedo a recibir una golpiza en frente de todo su distrito. Estaban allí porque querían, aceptarían la muerte.

—Cuando volvamos a casa, con nuestra meta cometida.— se integró Finnick.— Remus, tu serás él padrino de nuestro hijo.

Él se quedó estupefacto, puesto que no sabía acerca del embarazo de Kerra Pevensee. Hablaban, sí, pero trataron de no informarle a casi nadie sobre el bebé que posaba en su barriga, por miedo de perderlo, para estar seguros de lograr un embarazo sano, antes de contarles a todos. Y si el bebé salía con alguna discapacidad, Keera se dijo que lo amaría igual y le daría todo el cariño necesario.

—¿T-tu? ¿Estás embarazada?— ella asintió, con una sonrisa en su boca. Él pareció alegre, con su rostro emocionado y sus pobladas cejas rojas se mostraron sorpresivas.

—Además, permitiré tu relación con mi hermana.— musitó Keera, viendo el acalorado rostro del soldado.

—No me gusta.— él insistió, aunque era un malo mentiroso.

—Eso decía yo de Finnick y mira ahora.— sólo bastó eso para que Remus cerrara su boca, porque dentro suyo, sabía que él se sentía atraído por su hermana menor. Se conocían desde algunas semanas, pero, ¿Por qué no podrían intentarlo? Ellos eran jóvenes y no estaban atados en ninguna relación, podrían ser felices juntos.

—Cuando vuelva a casa, le diré a Artemis lo que siento por ella.

Los minutos pasaron rápidos en aquél aerodeslizador que los dirigía al Capitolio. El nerviosismo ocupó lugar en todos y apenas hablaban entre ellos. Katniss se mantenía serena, observándolo todo. Bogs y Jackson —la segunda al mando—, eran los únicos que no parecían para nada asustados. Todos en la nave temían de lo que sucedería luego. Keera agradeció haber abrazado a sus hermanos cuando tuvo la oportunidad, haber estado por casi dos horas explicándoles lo que haría. Recordó los rostros tristes de Artemis y Rocco, los llantos y los gritos, hasta que ambos se durmieron en sus brazos, en aquella habitación gris. Después se marchó, con su corazón en la boca, roto. Tuvo que dejarlos, porque quería volver a la normalidad. No haría lo mismo que a su madre le había costado tan caro, ella prefería hacer todo por si sola, sin involucrar a niños indefensos.

El aerodeslizador se sacudió violentamente, haciendo que las manos de la pareja se acercaran y que él pelirrojo comenzara a insultar a todo el mundo. Luego de unos segundos, la turbulencia se retiró, dejándolos intactos.

Habían aterrizado, y ya estaban en el Capitolio.

***

¡Hola a todos! ¿Cómo están?

Estuve haciendo cuentas y quedan dos capítulos (creo), más el epílogo, para terminar con esta historia. ¿Están listos? Yo no. Amo cada uno de los personajes, y estoy contentisima con todo.

Gracias por cada uno de sus comentarios, me encantaría poder responder todos, pero muchas veces no se que ponerles jajaj.

Los amo <3

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