Hurricane ✓ ⋆ Finnick Odair

By astrolupin

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Keera Pevensee no quería ser parte de la revolución, así como tampoco deseaba seguir los honorables pasos que... More

INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE
00| Rebeldes
01| Promesas
02| Huracán
03| Descontrol
04| Violencia
05| Problemas
06| Inestable
07| Salvación
08| La Cacería
09| Devastada
SEGUNDA PARTE
10| Chantaje
11| Cenizas
12| Supervivencia
13| Propuesta
14| Rescate
15| Familia
17| Mente Maestra
18| Capitolio
19| Mutos
20| Paz
Agradecimientos

16| Casamiento

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By astrolupin

CAPÍTULO DIECISÉIS

—¿Estás bien?— era la cuarta vez que Keera le preguntaba eso a Artemis en media hora. Tras el ataque de ira que había tenido la noche pasada en la sala de enfermería, sólo trataba de calmarla. Pero con cada segundo que la pregunta sonaba, una y otra vez, su hermana parecía ansiosa en agarrar un cuchillo y amenazarla para que cerrara su maldita boca.

—Estoy bien, no te preocupes.— respondió, igual que las otras veces. Su voz estaba muy calmada, mientras observaba sus uñas carcomidas. Cuando observó al frente, donde su hermana estaba sentada, sonrió.— Estás realmente hermosa.

Keera le sonrió en respuesta.

—Mis manos son muy buenas. Aún sigo insistiendo en que otro peinado te quedaría mucho mejor.— exclamó Effie, la ex presentadora del distrito doce. La había visto varias veces en la televisión, pero jamás había compartido palabras con ella, no hasta el día de su boda. La mujer la había ayudado en lo que se refería al maquillaje y a su vestimenta. Sin embargo, ella quería vestirla como a una muñequita, llena de colores. Keera se negó rotundamente. No dejaría su personalidad y su estilo atrás; era su día especial y quería ser ella misma sobre todas las cosas.

La castaña observó su reflejo en el espejo. Su cabello estaba sostenido en una coleta, dejando su rostro libre. La señora le había puesto unas sombras doradas en los ojos, que la hacían más despierta, e iban en degrade: en el lagrimal llevaba un tono claro, para iluminar la mirada y en la punta del ojo tenía un color más oscuro. Effie se había encargado de ponerle pestañas postizas y un labial de color sangre, sin olvidar la máscara. Tras dos horas densas, el maquillaje había acabado, con un buen resultado. Keera estaba bellísima.

—Gracias.— le agradeció verdaderamente a la mujer. Cuando anunció su casamiento, todo el mundo se había revolucionado. Los pobladores del distrito 13 estaban feliz por la nueva ceremonia que se celebraría, sin embargo, no tenían mucho tiempo para prepararse ante este evento. No obstante, a las horas, Effie Trinket se había presentado en su puerta, arrastrando a dos mujeres consigo, para hacerla lucir bonita. Keera supo que criarse en el Capitolio no los hacía cargo de tales actos violentos, puesto que la mujer era alguien muy agradable y con la cual había hablado bastante.

La puerta se abrió lentamente y Artemis se sacudió un poco. Los ojos de su hermana se enfocaron en ella, trasmitiendole que todo estaba bien. Anteriormente había sucedido lo mismo cuando la mujer del Capitolio y su equipo aparecieron, pero luego de que las charlas comenzaran, logró relajarse notablemente. Incluso Effie la había maquillado un poco a ella. Artie traía un maquillaje dorado en sus ojos, pero bastante relajado. Sus ojos azules resaltaban. Ahora estos estaban enfocados en El Sinsajo, quien entró en la habitación, cargando una bolsa grande con ella. Por la forma, parecía un vestido. Cuando los ojos de ambas chicas conectaron, pudieron sentir la felicidad en tiempos difíciles.

—Estás bellísima.— reconoció Katniss, con una gran sonrisa en sus labios y depositó el vestido en un sillón. Una de las estilistas fue apresurada a recogerlo. La castaña se acercó unos pasos hacia Keera y ella se movió de un lado para el otro, mostrando su maquillaje y su peinado.

—Es tu momento para decir que me amas, así nos planeamos una fuga. No soy una chica muy fanática del drama, así que por favor no interrumpas mi boda con tus lamentos. Toma la oportunidad o déjala.— bromeó hacía Katniss, la chica rodó sus ojos. Artemis soltó una carcajada.

—No eres tú, soy yo. Finnick te merece más, créeme.— la contestación de la joven rebelde causó que su hermana carcajeara un poco más. Por su lado, Effie estaba sacando el vestido de la bolsa. Los ojos de Keera fueron instantáneamente hacía allí. Era un vestido blanco, con detalles dorados que Katniss había traído. Y Keera soltó un pequeño jadeo, ya que nunca lo había visto antes. El dorado era su color favorito.

—Pruebatelo.— propuso Artemis. Y su hermana asintió, porque realmente deseaba hacerlo y tenía. Faltaban unas tres horas para su casamiento y aún no se había probado nunca el vestido. Se preguntó que sucedería si le quedaba mal a su cuerpo. Katniss y ella no era muy diferentes físicamente, así que supuso que de ser necesario, las estilistas harían algunas pequeñas costuras.

Colocarse el vestido era difícil, pero llevaba tiempo yendo a fiestas y a eventos donde eran necesarios vestidos con clase, así que no se inquietó cuando se necesito a las tres mujeres para colocarle todo correctamente. Inhaló cuando la tela apretó su piel, temía romper aquella pieza que tanto le había gustado.
Su cuerpo era bastante menudo y atlético, así que el vestido le quedó muy bien puesto, era su talle. Ninguna de las mujeres que habían venido necesitó hacerle alguna costura para que quedara pegado a su cuerpo, porque no la necesitaba. Trató de no temblar mientras le ponían la ropa, pero lo hizo.

—Guau.— exclamó Effie. Katniss y Artemis quedaron calladas, viendo a la chica, sin decir nada, pero con unos ojos soñadores en su atuendo. Y las demás mujeres presentes parecían fantasmas, puesto que sólo abrían la boca cuando tenían que darle algunas instrucciones.

Sus ojos volaron al espejo, viendo el vestido que le había regalado el sinsajo, de su colección de vestidos no usados. Era hermoso, pensó. ¿Cómo podía tener Katniss un vestido así? No se parecía en nada a su estilo, ni un pelín de esa tela podría agradarle a su amiga. Era totalmente revelador, ideal para la futura Odair. Era una falda larga con bastante volumen y un top, pero ambos estaban unidos entre ellos con una tela delgada, muy similar al tul, —que mostraba parte de su estómago—. En la parte de arriba, se podía notar un gran escote que resaltaba y visibilizaba parte de sus pechos. Además, Tenía varias líneas de color dorado alrededor de la tela blanca.
Algunas mujeres dudarían en usar un vestido así en su casamiento, pero Keera no lo hizo. El vestido era largo hasta los pies y no era esponjoso, ya que su tela no era de ese material. Sofisticado y sexy, eso era lo que le gustaba vestir. Ese era su día. Era su casamiento.

Estaba lista para cambiar frente a todos y reclamar en matrimonio a Finnick.

(...)

Lamentaba saber que su padre no estaba acompañadola en un día tan especial. Había tenido tiempo para pensar en su pérdida, pero a unos minutos de dar el sí, su hija pensó en él nuevamente. Troye era un buen hombre, que los había cuidado con su vida y amado por años. Pudo tan sólo marcharse, como lo hacían muchos padres, pero no hizo. Él optó por vivir el recuerdo de su mujer muerta, viendo el reflejo de los hijos que habían creado y que tenían varias similitudes con ella. Si bien su presencia en la casa no era demasiado consoladora y nunca había sido de esos tipos que mostraban sus sentimientos, él velaba por ellos todos los días. Keera necesitó a su padre. Necesitó tenerlo a su lado y preguntarle cómo había sido el casamiento de él con su mamá, pues nunca habían hablado de ello. Pero cerró su boca, sintiendo la amargura.
Supuso que él estaría en un lugar mejor, con su esposa. Algo dentro de la joven quiso creer que sus padres la estaban mirando desde el cielo.

—¿Estás nerviosa?— cuestionó Rocco, abrazado de Artemis. Unas horas atrás se habían reencontrado y el pequeño parecía que quería llorar. Desde que él niño había llegado recientemente, sólo abrazaba a su hermana y Artie hacía todo para mantenerlo a él consigo. La visión la hacía enorgullecerse. Artemis actuaba de una buena manera, mejor de la esperada.

—Demasiado y creo que si sigo pensando en aquello voy a enloquecer.

—Ya es momento.— dijo Katniss, abriendo la puerta. Le sonrió a sus hermanos y ellos la miraron como si estuvieran viendo a su ídola. Y lo era. La habían admirado desde los juegos anteriores, cuando se había ofrecido por su hermana. Ahora ella estaba frente de ellos y se preguntó cuánto tiempo tardarían en pedirle un autógrafo.

Se enfocó en la situación importante. Era momento y estaba jodidamente nerviosa. Prefería escuchar la cuenta regresiva de los juegos, antes que la cuenta regresiva en su mente, haciéndola recordar todo. Era uno de los momentos más intensos que estaba viviendo, mejor dicho, todo lo que había ocurrido estos últimos meses había sido intenso. Desde el Vasallaje, lo que sucedió ahí dentro, la revolución, la desaparición de su familia, y ahora, parecía que todo estaba yendo mejor. Había recuperado a sus hermanos con vida y se casaría con el muchacho de sus sueños. Quizás toda la intensidad de su vida pararía después del tiempo.

—¿Estarás bien?— le preguntó a su hermana, con la duda reflejada. Artemis puso sus ojos en blanco.

—No te preocupes por mi, es tu día.— respondió, aunque Keera no pasó por alto la respuesta. La castaña no dijo que iba a estar bien, tampoco mal.

Con pasos decididos, avanzó por el distrito trece, con el sinsajo a su lado. Sin embargo, sabía que su cara reflejaba miedo cuando Katniss sostuvo su mano por unos segundos. Ella murmuró un «todo estará bien». Keera asintió en respuesta.
La boda no sería como las que se celebraban en el Capitolio, donde todo era riqueza: empleados que llevaban la comida a cada invitado, manjares que costaban más que su vestido y adornos extravagantes. Era bastante lo contrario. Había sido algo reciente, así que tampoco se esperaba la gran cosa. No le importaba en lo absoluto.
Las cámaras iban a estar grabando minuto a minuto, para que todos supieran que ellos seguían alli y que podían ser felices nuevamente. Que a pesar de tener una vida de mierda, podían amar.

Artemis Pevensee observó a su hermana mayor salir de la habitación y se apresuró junto a Rocco a ir a la sala donde se celebraría la boda. Keera tardaría unos minutos más, puesto que primero llegaban los invitados y luego la novia. A pesar de que estaban en el distrito trece y nada era como antes, las tradiciones seguían siendo tradiciones.
La joven observó la sala. Estaba adornada por cintas de colores blancos y dorados, y algún que otro tono azul. Eran en honor a los distritos de ambos y sus colores favoritos. Después de aquello, estaba todo bastante común. Habían colocado varias sillas en los rincones para que los invitados se sentaran cuando lo desearan. Las personas sonreían, mientras comían del banquete que habían preparado para ellos.

La muchacha se quedó plasmada y dudó sobre tomar otra pastilla más, pero no lo hizo, no se convertiría en una drogadicta. No en el casamiento de su hermana. Su frente comenzó a sudar y sus manos a temblar. Se sentía sofocada con todas las personas allí.

—¿Estás bien?— cuestionó él niño, viendo la desesperación de su hermana.— Nadie va a herirte, yo lucharé con cualquiera.

Artie quiso soltar una carcajada ante las palabras del castaño. Era gracioso ver a un niño atreverse a luchar con personas de gran tamaño. Su hermano había perdido algunos kilos y jamás había sido bueno en las peleas. Muchas veces volvía golpeado tras venir de la escuela, puesto a que había algunos bravucones que creían que podían hacer lo que quisieran con él. Rocco jamás se acobardaba, era igual que Keera, prefería recibir una paliza antes que correr temeroso.

—Ellos no van a herirme.— se dijo, tratando de convencerse, soltando varios suspiros.— Ellos no lo harán.

Agarró una copa de alcohol que posaba en una de las mesas y tragó, sintiendo el puro sabor del vino tinto. No era lo mejor para relajarse, pero algo era algo. De todas maneras, no era muy fanática de las bebidas. Sostuvo la copa en manos, aún cuando las ordenes sobre dejar la entrada libre llegaron y todos comenzaron a moverse, incluídos ellos. Dejaron una especie de pasarela libre, para que su hermana pasara con su vestido.
Se sentía un clima cálido en esa habitación, las voces altas y contentas, las risas. Supuso que los casamientos causaban eso en la mayoría de la población. Varios metros de ellos, se encontraba el prometido de Keera. Finnick yacía con un traje de color marrón claro, o de color crema, tal ves gris, no pudo distinguirlo demasiado, pero estaba bastante guapo. Él movía sus manos y se sacudía su cabello cada unos tantos segundos, supuso que estaría igual de nervioso que su hermana. Cuando las personas que sostenían las cámaras dijeron que en un instante comenzaba el espectáculo, Finnick Odair sonrió. Artemis, quien solía ser muy fanática de casi todos los vencedores y siempre estaba escuchando los chismes, se dio cuenta de que jamás había visto al Vencedor sonreír de esa forma. Sus ojos azules transmitían realmente lo que sentía dentro, era algo muy real y no esa falsa sonrisa que solía hacer para atraer mujeres. Él realmente la quería a su hermana.

Unos niños sobrevivientes del distrito doce comenzaron a cantar una suave melodía, de esas que se utilizaban en los casamientos. Las lágrimas comenzaron a asomarse por varios ojos en esa noche, principalmente en los Pevensee. Rocco sostenía la mano de su hermana con fuerza, mientras se colocaba de puntitas de pie para no perderse ni un detalle.
Entonces entró Keera en la habitación, con su lindo vestido blanco y dorado, con su rostro y cuerpo espléndido. Varios de los presentes soltaron un jadeo y la música apenas los cubrió. Cuando el coro se silenció, el público comenzó a aplaudir y a silbar. Algunos ya estaban acostumbrados a las bodas pero en el caso de los pobladores del distrito 13, quienes no sabían que hacer, —puesto a que allí no solían celebrarse bodas—, intentaron seguir la corriente. Todos lograron adaptarse, incluso Artemis, Johanna y Rocco.

Keera avanzó por el salón repleto de gente, donde su futuro esposo la esperaba. Él le echó una mirada un tanto atrevida, contemplando su vestido. Ella no dudó en hacer lo mismo con él, pensando en que usara lo que usara, ese hombre siempre estaba bien. Más que bien.
Una vez que llegó a su lado, ambos se sonrieron entusiasmados. Apenas escucharon las palabras que decía él hombre que los casaría, porque estaban tan emocionados que perdían el conocimiento de lo que sucedía a su alrededor.

—Keera Pevensee, ¿Quieres decir tus votos?— sus ojos se estrecharon con el hombre del distrito doce. Había estado pensando en lo que diría desde muy temprano, apenas pegó el ojo a causa de eso. Sin embargo, las palabras nunca habían sido su fuerte. Era imposible describir todo lo que sentía dentro suyo con algunas frases.

Asintió con la cabeza y giró su cuerpo hacia Finnick. Mordió sus labios viéndolo. Era momento de improvisar.

—Voy a serte sincera, porque es algo que me juré hacer cuando me di cuenta de que estaba enamorada de ti. Tu lo eres conmigo, y es justo que yo sea sincera contigo. Realmente no sé qué decir, no hice ningún borrador, tampoco un rejunte de frases de algún libro que sirviera para esto, ni tampoco le pedí ayuda a nadie. Porque creo que describir mis sentimientos hacia ti, Finnick Odair, es algo que no se pueden poner en palabras. No alcanzaría. Sin embargo, voy a intentarlo. Me haces ser una cursilada, que desastre.

» Eres el único en esta sala a la que le he mostrado quien soy realmente, en toda mi esencia. Te he mostrado quien soy cuando odio a alguien, te mostré cómo soy cuando amo a alguien y cuando pierdo a alguien. De alguna manera, fuiste el único ser humano al que he detestado hasta amarlo y amado hasta detestarlo. Te odiaba, Finnick. Odiaba esa estúpida sonrisa, odiaba tu cabello rubio, tus ojos azules. Odiaba que salieras con muchas mujeres, odiaba como eras. Eras un hombre absurdo y alguien al cual no quería tener en mi vida. Pero ahora no me puedo imaginar qué sería de mi si no te hubiera conocido. Ayer le dije a mi hermana un montón de cosas sobre ti, sobre cómo me hacías sentir y todavía tengo todas esas palabras en mi cabeza. Le dije que te amo, que todo fue inesperado, pero ahora te veo como el único hombre al cual siempre amaré. Que me ayudas con cada una de las cosas que me salen mal y me haces ser una persona mucho mejor. Me haces ser la antigua muchacha que era, una joven la cual no tenía ningún problema alguno y estaba lo suficiente tonta para no hacerse ningún problema por nada. A tu lado ya no soy una asesina, una cara bonita, o una vencedora del distrito dos. Me haces bien y eso es lo que necesito a mi lado. Me haces sentir amada.

Estaba lo suficiente cerca para ver como los ojos de su prometido comenzaron a aguarse. Él se estaba controlando para no besarla.

» Ser tu esposa es algo más oficial, puesto en un papel y grabado en cámaras, pero yo no necesito un anillo para saber que eres el hombre de mi vida. Te amo, Finnick.

Se escucharon varios aplausos cuando ella finalizó de hablar, sin embargo, sólo necesitaba la aprobación de Finnick ante sus palabras. Sus labios se arquearon en una sonrisa, le tomó la mano y se la acarició.

—Te amo.

—Ahora, Finnick Odair, ¿Quieres decir tus votos? — el muchacho asintió al instante. De otra manera, si hubiera dicho que no, Keera le habría dado un gran golpe en sus nueces. Había abierto su corazón hacia un montón de desconocidos, merecía lo mismo de él.

—Yo lo tengo escrito, lo siento. A veces me olvido lo que tengo que decir y quiero que esto sea perfecto para ti. —
Finnick sacó un pequeño papel de su bolsillo trasero y lo desenvolvió frente todos los ojos curiosos. Comenzó a leer, haciendo contacto visual con Keera cada vez que terminaba una de las oraciones.—  Mi corazón es tuyo, no hay otra forma de decirlo y no me importa lo que diga la ciencia de todo esto, ni Beetee. Cada vez que te oigo, que te huelo, que te veo, mi corazón parece salirse de mi pecho. Me causas un montón de sentimientos que jamás sentí por ninguna otra persona más que tu. A veces me da miedo de que sufra algún colapso mental o físico al verte, porque eres deslumbrante, Keera. Todas las personas a mi alrededor podrían estar brillando como estrellas fugaces pero tu eres la única a la cual tendría mis ojos encima, hipnotizado. Puedes estar desarreglada, usando mis ropas, o con nada encima, y yo te veo brillar como nadie. Y tu toque se siente más electrizante que el rayo que Katniss desató en la arena sobre nosotros.

Se escucharon varias carcajadas y los ojos de Keera fueron a parar hacia su amiga. Ella también se reía de ello. Regresó su mirada hacia Finnick, contempló sus bonitos ojos. Ella también se sentía de esa forma.

» Cuando te veo a ti, puedo imaginarme todo un futuro juntos. Yo jamás había pensado en lo que me sucedería, creí que todo seguiría siendo lo mismo, ¿Sabes? Pensé que mi vida sería un bucle interminable hasta el día de mi muerte.
Mi futuro eres tú, Keera. Puedo imaginarme un montón de nuestros hijos correteando por la arena de mi distrito, tu a mi lado con una sonrisa en tu boca. Le enseñaríamos a nuestros hijos un montón de cosas, le hablaríamos de tu familia y yo de la mía. Serían fuertes, al igual que tu lo eres. Estaríamos juntos hasta que nuestros hijos fueran los que nos tienen que cargar, a causa de la vejez. Seríamos dos ancianos hablando de cosas que pasaron hace décadas, hablaríamos de los Juegos del Hambre, para recordarles que no tenemos que volver a esos tiempos jamás. Les hablaríamos de los tributos, también de los amigos que perdimos. Nuestros hijos estarían cansados de que siempre repitamos las mismas cosas, pero no serían los suficientes egoístas para callarnos.— los labios de la castaña se arquearon en una sonrisa. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos sin poder detenerlas. Finnick quería tener hijos con ella, se imaginaba un futuro con ella. Las palabras se clavaron en su cuerpo y no se resistió a la tentación de tocar su rostro. Lo amaba, quería tener todo un futuro con él también.

» No quiero tener hijos, ni me quiero casar con otra persona que no seas tú. Me haces ser el hombre más afortunado del mundo. Eres mi vida entera y lo significas todo para mi.

Se oyeron varios aplausos y Finnick se sonrojó un poco. Él guardó el papel un poco arrugado de vuelta a su bolsillo.
Cuando los sonidos se apagaron nuevamente, escucharon las palabras que salieron de los labios del hombre.

—Una vez dicho esto, Finnick Odair, del distrito cuatro. ¿Aceptas como esposa a Keera Pevensee?

—Acepto.— musitó Finnick bastante decidido. Los oídos de la chica empezaron a chillar, tal vez era algo psicológico, se dijo a si misma. Deseó no desmayarse allí mismo, sería bastante patético perder el conocimiento en su propio casamiento. Sus manos temblaban y se sentía muy ligera.

—Keera Pevensee, del distrito dos. ¿Aceptas como esposo a Finnick Odair?— su prometido notó la debilidad en ella, por tal razón la sostuvo de la mano, diciéndole en silencio que todo estaría bien, porque estaban al lado. Era una promesa más allá del momento, porque ambos siempre se habían protegido y lo seguirían haciendo hasta el final de sus días. La castaña recordó las palabras que había oído decir a Haymitch. Estaban organizando unos escuadrones para ir contra Snow y ella quería estar allí para acabar con su vida. También supuso que Finnick la obligaría a quedarse, para ir tan solo él, pero nada funcionaba con una mujer decidida. Pasarían su luna de miel peleando por sus vidas y por las de todo Panem, para liberarse. Juntos.

—Acepto.— respondió, con sus ojos brillosos. Los gritos se escucharon, felices, vitoreando el nuevo matrimonio.

—Puede besar a la novia.— Finnick tomó el rostro de la muchacha, con su mano, detallando sus rostro con sus ojos. Y sus labios chocaron, ansiando más. Ambos se agarraron de sus cuerpos, sellando el trato que acababan de hacer oficial.




La fiesta era la parte más divertida de toda la ceremonia, donde podían danzar y divertirse, celebrando su matrimonio. Con algunas copas de más, Finnick se comportaba meloso frente a todos, mientras bailaban, olvidándose de los demás. Le había dejado varios besos en el cuello y sentía que en cualquier momento se la llevaría volando a la habitación.
La castaña enfocó sus ojos en Artemis, que hablaba con Remus, sería, pero con su boca demostrando todo lo contrario. También estaba Rocco, hablando con una niña del distrito doce. Luego, Katniss bailaba con su hermana y las cámaras las filmaban. Se había olvidado por completo, no recordaba que estaban grabando todo lo que sucedía cuando había dicho sus votos. Probablemente todo el país había visto su casamiento, como si estuvieran allí frente a ellos. ¿El presidente también lo habría visto? Intentó no darle demasiada atención a ello, así que se movió por la pista intentando seguir la música. Habían mezclado varias canciones de diferentes distritos y eso le parecía genial. Finnick gritaba entusiasmado cuando se oía alguna música proveniente de su distrito.

Todos la pasaban bien, pero Keera no podía estarlo por completo. Giró su cuerpo, viendo la felicidad en su esposo. ¿Él permanecería así cuando ella se lo dijera? La muchacha no podía seguir con el secreto amenazando salir de su boca. Le había jurado a Finnick minutos atrás que le sería sincera, pero le había mentido un poco. Su papá solía decirle que los secretos no podían permanecer mucho tiempo guardados y que en algún momento saldrían a la luz. La única manera que habría de que impactaran menos, era que lo dijeran los causantes.

—¿En qué piensas?— cuestionó él, con su completa atención en ella. Sus manos se posaron en su espalda baja y la atrajo más a su cuerpo, Keera levantó su cabeza hacia él. Dudó sobre decir la verdad, pero sus ojos parecían tan interesados ante su esposa, que supo que no había escapatoria. Debía decirlo, tal vez su matrimonio no duraría un día más, quizás él se marcharía después de eso, arrepintiendose de haber sido tan apresurados. Eso le asustaba como el demonio, tal vez perdería todo su amor, pero no podía ocultarle algo tan importante para ambos.

—Creo que estoy embarazada.— soltó Keera, esperando por su respuesta. El detuvo su baile abruptamente. — Pensé en decírtelo luego, pero no podía esperar más. Estoy terriblemente asustada y no puedo ocultarlo más.

Finnick soltó una gran risa de felicidad y sus ojos brillaron como nunca antes. El alcohol seguía en él y ella también quería tomar un poco, pero no lo hizo. No con el feto creciendo en su estómago. Tendrían tiempo luego para evaluar lo que hacer, como dos personas responsables.

—¡¿Qué?! ¡Dios mío!— él rubio la tomó en brazos, girándola sobre su cuerpo, dándole unas vueltas alrededor de la pista. Keera soltó un grito, sin entender por completo la reacción del rubio. Cuando deslumbró algunas lágrimas cayendo de sus ojos y una gran sonrisa, supo que él estaba muy emocionado con la situación. Soltó un suspiro, creyó que Finnick se lo tomaría para mal. — ¡No puedo creerlo! ¿Cuándo sucedió? ¿Cómo?

—No lo sé, empecé con arcadas, vómitos, y le pedí una prueba de embarazo a la mamá de Katniss. Dio positivo. Creo que quedé embarazada cuando nos reconciliamos, después de volver de la arena.— confesó, entrando en el mismo estado que se encontraba él rubio. Sonrió al murmurar sus palabras. Al parecer más de uno se interesaba en la emoción que los recorría a ambos, puesto que sintió varios flash de las cámaras.— Vamos a ser papás.

Y Finnick se creyó él hombre más feliz, porque no sólo se casaba con la mujer que amaba, sino que también ahora esperaba un hijo de ella. Nada podía estar mejor para los dos sobrevivientes. Habían luchado contra el fuego y contra todo lo que los quería separar, demostrando que no le pertenecían a nada ni a nadie. Ellos podían luchar contra todo, para luego entregarse por completo a sus amantes. Keera y Finnick eran felices, lucharían por su amor y por su hijo en camino. Su futuro deseado, donde estaban sus hijos, se estaba acercando más pronto de lo que había creído.

**

Así estuve en todo el capítulo.

Estoy llorando de la emoción, ESTÁN ESPERANDO UN BEBÉ.
Soy una pelotuda pero los shippeo demasiado, tanto que duele. Realmente se convirtieron en mi pareja favorita jamás creada y les deseo todo lo mejor del mundo.

Espero que les haya gustado, den sus opiniones. Recuerden votar y comentar. Besos. 💕

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