Hurricane ✓ ⋆ Finnick Odair

By astrolupin

228K 20.6K 3K

Keera Pevensee no quería ser parte de la revolución, así como tampoco deseaba seguir los honorables pasos que... More

INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE
00| Rebeldes
01| Promesas
02| Huracán
03| Descontrol
04| Violencia
05| Problemas
06| Inestable
07| Salvación
08| La Cacería
SEGUNDA PARTE
10| Chantaje
11| Cenizas
12| Supervivencia
13| Propuesta
14| Rescate
15| Familia
16| Casamiento
17| Mente Maestra
18| Capitolio
19| Mutos
20| Paz
Agradecimientos

09| Devastada

8.4K 902 34
By astrolupin

CAPÍTULO NUEVE

La hora había llegado, tan rápida como la muerte de una mariposa. El hombre mayor inició su plan destructor, aquél que los haría enfrentarse unos a los otros como unos seres desalmados. Beete colocó los alambres por el árbol, enredándolo en las ramas y en su capacidad, para que la electricidad fuera lo más intensa posible dirigida hacia la playa. Todo se freiría allí.
Keera no pudo quitar sus ojos de dicha acción; todo le resultaba extraño, y dudaba de la vida de todos. Si se quedaban allí, o sostenían el cable, cuando el rayo cayera, todos morirían hechos trizas.

Observó a Johanna, que mantenía su mirada seria, pero cuando sus ojos se encontraron, se dieron cuenta de que ambas esperaban el próximo movimiento.

—Keera, Johanna y Katniss llevarán el cable hasta la playa.— ordenó él hombre. Tragó saliva y asintió, rápidamente se percató de que había un silencio extraño. Katniss parecía divagar en sus pensamientos, mostrando que cierta parte suya no estaba de acuerdo. A Keera no le parecía mala idea, podría cuidar del sinsajo, y luego escaparse.

—Yo iré con ellas.— musitó Peeta, ofreciendose para ir con su novia.

—No. Tú y Finnick me protegerán.— les respondió él hombre, con una mirada seria. Se preguntó si él también conformaba el plan creado por el distrito trece, pues tenía muchas intenciones de hacer que Peeta se quedara allí.— Keera, Katniss y Johanna pueden llevar el cable a la playa, y luego reunirnos todos.

—Creo que Finnick es lo suficiente fuerte para poder protegerte, Keera puede quedarse contigo también.— Katniss respondió, y Keera movió sus cejas, sin saber qué demonios hacer. Parecía que todos estaban debatiendo entre algo de lo cual tenían muchas opciones, y no era así. Estaban yendo directo al final de los Juegos, quisieran o no tendrían que separarse llegado el momento.
Realmente le daba lo mismo quedarse o irse, puesto a que sabía que Peeta y Johanna podían proteger a la chica en llamas tranquilamente, había visto sus dotes en televisión. Pero su plan de huída podría haberse chamuscado. Con Beete y Finnick mirandola, era obvio que no podía irse.

—Estoy bastante segura que todos habíamos decidido protegerlo a cualquier costo.— les contestó Johanna Mason con su característico tono de amabilidad.

—¿Tienen algún problema?— cuestionó Finnick. Los amantes trágicos negaron, sin embargo parecía una mentira.

—Espero que estén listos, porque si nos quedamos aquí no habrá tal cosa como un plan.— comunicó la castaña.— No se trata sobre quién es más fuerte para proteger a quién. Da lo mismo. Todos llegamos aquí por un motivo. Detengan sus charlas y hagamos algo.

Katniss y Johanna asintieron, los demás guardaron silencio. Mientras el Sinsajo tomaba los cables, le dio una última mirada a esa escena. La próxima vez que los vería quizás todo sería diferente, o quizás no tendrían un reencuentro. Observó a Finnick, alguien que ansiaba que sus ojos se acoplaran, y cuando lo vió, sintió un líquido subir por su garganta. Él lucía hermoso, inclusive su aspecto desorganizado lo hacía ver bien; su cabello rubio estaba despeinado y sucio, su rostro tenía tierra y varias lastimaduras. Una carcajada salió dentro suyo, la ausencia del alcohol la transformaba en una Julieta.
Los ojos azules del muchacho fueron a parar más debajo, persiguió la mirada y se encontró con su propio brazo. Recordó la inyección que el Capitolio le había dado, el rastreador.

—Sácatelo.— susurró él. Tardó unos segundos en darse cuenta por su pedido. Era el plan. Ella debía quitarse el transmisor para que el Capitolio no supiera dónde estaba.

Keera lo miró una vez más, estrechó sus ojos diciéndole que sí, y se dio la vuelta sin hacer ningún movimiento extraño. Con todas las cámaras mirando no quería arruinar algo que llevaba tanto tiempo siendo planeado.

Caminó tomando la delantera, mientras oía a su buen amiga Katniss despedirse de su amado. Keera sostuvo su katana, esperando por si Brutus venía en su búsqueda. Habían entrenado en el mismo lugar desde que tenían memoria, se habían criado en el mismo sitio, pero no era más que un desconocido. La mayoría de la población del Distrito Dos eran unos farsantes, había prometido alejarse de todos ellos mucho tiempo atrás.
Oyó los pasos de ambas chicas y avanzó estratégicamente por la arboleda.

—Debemos apurarnos.— musitó Johanna con un característico tono de irritación en su voz.

Keera continuó avanzando por minutos hacia la playa, con el corazón en la boca. Su mirada traspasó los árboles, dándose cuenta de que nadie estaba detrás de ellos. Brutus no estaba en la mira. Caminaron en silencio por unos minutos, alejándose de los hombres. Calculó que habían pasado unos cinco minutos de su caminata cuando de repente, sintió los pasos a sus espaldas detenerse. Giró su cuerpo, viendo como la chica del doce insistía con el cable, tratando de avanzar, pero algo lo mantenía retenido... O alguien. Frunció su ceño, pero antes de poder hacer algo, sintió como alguien le golpeaba la cabeza con fuerza.
Keera gritó, sin poder resistirse al dolor que sentía. Su vista se nubló y el malestar se hizo intenso propagándose por toda su cabeza y cuello. Cayó al suelo, mientras sentía como su cuerpo pedía a gritos descansar. Ansío poder tener las fuerzas para levantarse, pero no pudo. Sus ojos cansados miraron la situación, mientras una lágrima caía por éste. Johanna clavándole a Katniss su cuchillo en el brazo, Johanna sacando el aparato rastreador. Johanna corriendo, mientras Brutus la perseguía. Escuchó los gritos de Katniss, y no supo en qué momento había cerrado sus párpados.

• • •

Keera abrió bien los ojos, mientras tocó su cabeza, aquella parte donde había sido golpeada con brutalidad. Sintió su cabeza escocer, y gimió de dolor. Sus dedos estaban manchados de rojo.
Se levantó del suelo, todo se movía a su alrededor y su cabeza caía pesada. El cansancio la arrolaba y sabía que era cuestión de tiempo para desvanecerse nuevamente, pues comenzaba a ver puntos en el aire. A pesar de eso, mantuvo sus pupilas mirando, y puso sus pies una vez más en el suelo, intentando mantenerse de pies. Apoyó ambas manos en los árboles y se arrastró por allí, intentando buscar su arma; pero no había señales de ella. Divagó hasta decidir que la había perdido, o quizás la habían tomado.

—Mierda.— susurró.

Dio un paso y luego otro, así rápidamente pudo restaurar su estado y avanzar por la arena, estando muy segura de que no tenía nada más que sus manos para defenderse.
No gritó nada, no llamó a nadie y tampoco hizo el intento. No sabía en quién confiar, Johanna la había traicionado y quién sabía si los demás habían hecho lo mismo. Ya no sentía que ellos eran sus aliados, todos tenían intenciones diferentes.
Cayó rendida al suelo, sofocada. Necesitaba que ese dolor en su cabeza se detuviera, le perforaba sus pensamientos y no podía dejar de sentirse mal. Su piel estaba mojada del sudor y su mano izquierda dolía.

Los ojos de Keera divisaron algo en el pasto, algo que brillaba en la poca luz de la noche. Su mano se movió, agarrando el objeto brillante. Y al tocarlo, notó que cortaba por los bordes, un metal frío. Era un cuchillo. Lo tomó y sin dudarlo por unos segundos, lo clavó en su piel. Mordió su labio, conteniendo el grito, pues no deseaba llamar a nadie. El metal perforó su piel, abriéndose paso por su brazo. Hizo una herida pequeña, capaz de que sus dedos pasaran por allí y no volverla inconsciente una vez más. Dejó el arma en el suelo, aguantando el dolor. Metió sus uñas en la herida, y todo lo que veía era sangre en sus brazos, en el suelo y en todo su cuerpo.
Después de unos minutos de intenso sufrimiento, sacó su rastreador y no hizo más que pisarlo. Se levantó sabiendo que debía ir a buscar a Katniss. Limpió su frente sudada, dándose cuenta de que no había servido de nada, puesto a qué hora tenía todo el líquido sangriento en su frente. Agarró el cuchillo con fuerza, siendo lo único que la separaba entre la vida y la muerte.

Corrió por entre los árboles, mientras sentía el sudor asomándose por sus poros. Se concentró, pensando en algo que la mantuviera con los pies en la tierra, y se sorprendió al escuchar una voz gritando su nombre.

—¡Keera!— era Finnick. Se cuestionó si ir con él, o sólo correr hacía Katniss. Pero no sabía dónde se encontraba ella. Habían bastado sólo unos segundos para que todo se convirtiera en un caos. Estaba totalmente segura que él no la mataría, lo sentía en su pecho.

—¡Finnick!— gritó en respuesta. Se movió alejando las ramas de los árboles de su cara.

Su cuerpo chocó con el de alguien más, impactando fuertemente. Antes de caer, Finnick la sostuvo en brazos. Keera se sorprendió al verlo, le entró nostralgia y miles de emociones más. No confiaba en nadie allí, sólo en él. Y tal vez era una estúpida, una estúpida por creer en él: en una persona que engañaba a los demás bajo su propio provecho, exactamente igual que ella. No obstante, Finnick se encontraba acercando su cara a la de la muchacha. Keera soltó un gemido cuando sintió sus labios, mientras le devolvía el gesto.

—Estaba preocupado, no podía encontrarlas.— explicó él, aún dándole pequeños besos.

—Johanna me atacó.— confesó, alejándose unos pasos. Él rubio miró el cuerpo de la muchacha, percatandose de la sangre saliendo del brazo de la castaña.— Eso lo hice yo.

Él asintió y agarró el cuchillo que ella misma tenía en manos, para recortar un pedazo de su traje, y depositarlo en la herida. Él enroscó la tela, con presión y la sangre no salía con la misma intensidad de antes. Keera observó los movimientos.

—Hice una promesa.— susurró Keera, una vez que él finalizó con su acción.— Prometo cumplirla.

Finnick entendió a lo que ella se refería. Asintió en respuesta.— Yo también.

—¡Katniss!— grito la castaña, dando varios pasos atrás. Movió su cabeza intentando buscar un sonido fuera de lo normal, pero era difícil de descubrirlo. La selva estaba viva, miles de animales e insectos se paseaban por la superficie.
Los muchachos comenzaron a recorrer el sitio, percatandose que faltaba poco para el rayo. El cielo estaba extraño.— ¿Dónde está Peeta?

Finnick frunció su ceño y luego maldijo.— Ella irá con él, Peeta se quedó con Beetee, al lado del árbol.

Los tributos comenzaron a correr con rapidez, Keera por delante de él. Sintio las manos del rubio dirigirla hacia la derecha, y pronto estuvieron frente al árbol. Alrededor del árbol gigante había un gran remolino en el cielo, no dudó en que el rayo caería en menos de lo esperado.

En el suelo se encontraba una figura que conocía, Beete. Él estaba inconsciente en el suelo y el cable estaba a su lado. Alguien lo había emboscado.
Sin embargo, olvidando todo lo que veía, sintió que alguien la observaba en la lejanía. Tenía el suficiente conocimiento para saber eso, pues toda su vida había sentido esa mirada helada clavada en sus espaldas. Y cuando sus ojos se pusieron en aquél árbol pequeño, donde se ocultaba la persona, se percató de la flecha que apuntaba en su dirección, y también los fríos ojos de Katniss en su búsqueda. Keera la miró fijamente, intentando no mostrar ningún sentimiento. Parecía que siempre todo apuntaba a ellas como enemigas.

—No voy a hacerte nada, lo juro.— reconoció Keera, con una voz clara.— Tuve miles de oportunidades de hacerlo, pero no lo hice.

La flecha no parecía titubear.

—¡Katniss, recuerda quién es el verdadero enemigo!— gritó Finnick, agarrando a Keera y posicionando su cuerpo detrás de el de él. Ella quería decir que se podía defender sola, que no necesitaba a un hombre para que la respaldara, tampoco deseaba que Finnick muriese por su propia culpa. Pero sólo guardó silencio. Estaban en una situación complicada y no era la primera vez que el sinsajo ponía una flecha en dirección a su rostro.

—Me prometiste que no me matarías, porque tú no eres así, Katniss, ¿Dónde quedaron todas las palabras que nos dijimos?— reiteró, saliendo un poco de detrás del rubio. Quería verla a los ojos, quería mostrarle la veracidad en sus palabras.— No pienso hacerte daño, porque sé que tu puedes detener todo esto. Incluso tu misma lo sabes, todos creemos en ello. Si quieres lanzar una flecha en mi rostro, házlo. Pero yo no soy tu enemiga. Solo porque nos hayan puesto en la misma arena, pretendiendo que debemos matarnos para poder salir con vida, no significa que estemos obligados a ser rivales.

» Snow es nuestro rival y apuesto a que él se está riendo por lo que harás, mirando la pantalla con satisfacción. Él es sádico y corrompe a todos, nadie a su alrededor sale intacto. No necesitamos ser sus títeres, si nos matas, harás exactamente lo que él quiere. Y tú no quieres ser un títere.

La lengua de Keera se había movido sin pudor, sin miedo, sin emoción. Habían sido unas palabras secas, pero que expresaban todo lo que ella sentía dentro.
Estaba muerta, supuso. Ya no tenía más esperanzas de vida. Todas esas palabras habían sido la muestra de que una rebelión se estaba creando en medio de la arena. El presidente Snow no se quedaría con las manos guardadas luego de eso, si Katniss no le diparaba, alguien más lo haría. Probablemente sería mejor que el Sinsajo acabara con su vida. Las ideas suicidas se estaban intersectando en su mente. Entonces, Katniss bajó la flecha, dejando el alma de Keera libre. La castaña soltó el aire que había retenido, y salió de detrás de él rubio.

Todo sucedía rápido. Escuchó un trueno y la cabeza de la chica del dos, se movió hacia el cielo artificial, percatandose en aquél rayo que se formaba. Sus ojos se abrieron.

—¡Katniss, sal de allí!— gritó Finnick. Ignorándolo, el sinsajo corrió en búsqueda del cable cortado, con sus ágiles dedos enroscó el material en la punta de la flecha. Katniss apuntó al cielo, mientras Keera le pedía que se detuviera, pero sólo bastaron unos segundos, para que el rayo cayera, y la flecha se disparara.

Keera corrió en la búsqueda de la muchacha, pero su cuerpo se sacudió al notar los brazos del rubio cuidandola. El rayo estalló a unos metros y ambos pudieron notarlo, ya que su cuerpos se habían despedido a unos metros. A pesar de estar agarrada del rubio, el impacto había provocado la distancia entre ellos. Y Keera mantuvo sus ojos bien abiertos, sintiendo como el dolor en su cabeza aumentaba. Sentía como el rayo había dejado su cuerpo ardiendo en una llama intensa. Sus labios se movieron, tratando de articular alguna palabra, pero no pudo. Su cuerpo tardaba en responder y luego de unos momentos en shock, logró dormirse.

(...)

Cuando Keera despertó, notó que no estaba en la arena, sino que en una habitación completamente gris. Al lado de la cama donde yacía, había una mesa de luz de color opaco, y arriba de ésta se encontraba una bandeja con un vaso de agua, y algunas pastillas. Se preguntó si eran para ella, o alguno las había olvidado en la habitación. Keera continuó mirando el sitio, no había ninguna presencia de nadie, tampoco habían sillas para que alguien tomara asiento. Era una habitación fantasma, como esas que solían asustarle de pequeña: no había ventanas, tampoco tecnología del Capitolio. Desechó la idea de que Snow fuera el culpable de su encierro.
Se quitó las sabanas que cubrían su cuerpo y se encontró con que aún se mantenía con el traje que su estilista le había diseñado. Su piel ahora estaba algo limpia y la herida de su brazo estaba vendada. Alguien con conocimiento médico se había encargado de ello. Se quitó la mascarilla que le daba oxígeno puro, y comenzó a respirar el aire del exterior, sus pulmones ardían. Después, notó las vías que se encontraban en su brazo derecho y sin dudarlo, las quitó. Gimió, pero la adrenalina la calmó.
Puso sus pies en el frío suelo, preparada para ver dónde estaba y si aún permanecía viva. Su cabeza estaba imaginando miles de cosas, cosas que tenían que ser explicadas por alguien más.

La puerta se abrió, y ella se sacudió, detrás de esta, se encontraba Haymitch. Frunció su ceño. No esperaba verlo por un largo tiempo.

—¿Dónde estoy?— preguntó, su voz sonando frágil.

—En el distrito 13. Nuestros planes salieron bien.— confesó, con una sonrisa en su boca. Keera asintió, por alguna razón estaba allí y no muerta.— Tú, Katniss, Beetee y Finnick salieron bien de allí.

—¿Dónde está mi familia?— no tenía tiempo para pensar en los demás, sólo quería saber de su familia. Quería correr en brazos de su padre, para luego llorar con sus hermanos. Necesitaba el amor de ellos. Los extrañaba tanto que dolía, había pasado por una tortura física y psíquica.

El rostro de Haymitch se mostró diferente, se había transformado en uno más duro. Habían cosas oscuras en él, secretos.

—¿Dónde están, Haymitch?— separó las sílabas, apretando sus puños con fuerza.

—Intentamos sacarlos de allí, pero no pudimos. El distrito 12 fue bombardeado en el mismo momento que Katniss desató la flecha, la prioridad fueron ellos.— las lágrimas comenzaron a caer por los ojos de Keera.— Lo lamento.

»Cuando quisimos ir a salvarlos, Snow ya había hecho lo irremediable. Él mandó a matarlos.

La muchacha sintió un ardor en su corazón, junto a un fuego que se armaba en su interior. Se imaginó miles de escenas donde su familia moría, todas eran horribles y la hacían sentir como la mierda misma. Ellos eran su todo, había conformado el plan para salvar a sus hermanos y su padre. No le importó arrasar, no le importó nada, Keera le propinó un gran golpe a Haymitch en la mejilla, haciendo que él hombre cayera al suelo.

—¡Me mintieron! ¡Me prometieron mantener mi familia a salvo, si yo mantenía a Katniss viva!— escupió las palabras y golpeó al hombre cuando intentó levantarse, él no hizo nada para detenerla. Viendo eso, ella sólo se alejó, con las lágrimas bañando su rostro. No quería golpearlo sin recibir una paliza por su parte. Necesitaba descargar su furia, pero no con alguien que no demostraba nada.— ¡Me lo prometieron! ¡Las promesas no se rompen, maldición!

Keera Pevensee se sentía devastada. Nada podía devolver la felicidad que brindaba su familia. Y después de todo, quizás sí era un huracán. Todos los que se mantenían cerca morían. Ella ahora deseaba que otra tormenta arrasara con ella. Miró al suelo, sintiendo su alma hecha trizas. Snow pagaría por ello, estaba segura. Haymitch, y los malditos que organizaban las misiones de rescate, todos los del distrito trece que no habían salvado a su familia, ella también los asesinaría.

Sintió un gran vacio en su interior. Un agujero abriéndose paso en su corazón.

Continue Reading

You'll Also Like

264K 23K 46
❝Sé que no lo puedes ver, pero en la grandeza del universo, eres hermosa para venus, grandiosa para plutón y arte para la luna.❞ chandler bing fanfi...
115K 1.8K 5
Mitad capitolense, mitad del Distrito Cuatro. Diana Storm era una bomba de relojería a punto de explotar. Se cría con un padre capitolense y una mad...
2.4K 302 9
Invisible string, Jason Grace
2.1M 217K 130
Dónde Jisung tiene personalidad y alma de niño, y Minho solo es un estudiante malhumorado. ❝ ━𝘔𝘪𝘯𝘩𝘰 𝘩𝘺𝘶𝘯𝘨, ¿𝘭𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘪𝘴 𝘰𝘳𝘦𝘫...