HARINA Y POLVO DE CARBÓN

By C-WILLOW

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Las teselas ya no son suficientes, a Gale lo atraparon los Agentes de la Paz, el Capitolio reforzó la segurid... More

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"SE LLAMA KATNISS EVERDEEN"

El impacto que provocó la caída hizo que me raspara las manos, ahora estas arden y cosquillean, están rojas.

Alzo la vista de ellas y me encuentro con una mano extendida, fuerte, las venas saliendo denotan la avanzada edad y que son de un hombre. Si las arrugas y las cicatrices de quemaduras no la delataran, pensaría que es la mano de Peeta; no estoy muy lejos, ya que pertenece a su padre.

Tomo su mano y la uso como apoyo para ponerme en pie. Enseguida el Sr. Mellark me da un abrazo, y sin que diga nada, me arrastra de vuelta a la plaza por obvias razones.

Cuando llego gran parte de la gente se ha ido y Peeta ya no está en el escenario junto con aquella otra chica. Sigo al Sr. Mellark, sin saber bien a dónde quiere ir; tal vez si pusiera más atención me daría cuenta, pero la verdad es que mi única atención en este momento la tienen el dolor y la decepción, la confusión.

—Katniss, hija. —Siento las manos de mi acompañante en mis hombros y vuelvo al mundo. Mis ojos se mueven buscando una ubicación, pero sinceramente jamás he entrado a un lugar tan lujoso en toda mi vida, entonces pienso en los únicos dos lugares con este posible aspecto en todo el distrito: la casa de Madge y el Edificio de Justicia. Recuerdo haber pasado por la plaza, eso quiere decir que estamos en el Edificio de Justicia, para decirle adiós para siempre a Peeta—. Iré a despedirme de mi hijo, tengo poco tiempo. Puedes entrar después de mí.

Asiento y veo como él se aleja. Hay dos puertas, una a la derecha y la otra a la izquierda, de una madera obscura con figuras de flores talladas en la parte superior; el padre de Peeta ha entrado a la que está del lado derecho. Las dos puertas se encuentran custodiadas por Agentes de la Paz, por lo que tomo asiento en un sillón rojo y espero.

Paso mis manos nerviosamente por la tela del sillón, es muy suave, tanto como... Un momento, mi madre solía tener un vestido así que después convertimos en funda de almohada y lo rellenamos con papel, pero ese no es el punto. Sé el nombre de esta tela, era algo como... ¡Terciopelo! Sí así se llamaba.

Suspiro. Me gustaría poder contarle a Peeta, tener la oportunidad de enseñarle el nombre de la tela así como él me ha enseñado cosas en la cocina las últimas semanas: gracias a él ahora sé diferenciar una espátula de una pala de madera y el glaseado de la cobertura. Me gustaría haber sido capaz de pasar más tiempo con él, de haberle enseñado el libro de plantas de mi padre y decirle para qué sirve cada una... Supongo que ya no será posible.

Una lágrima rueda por mi mejilla y la limpio inmediatamente. No puedo imaginar que tan horrible será para una persona como él estar en Los Juegos del Hambre, ni siquiera creo que tenga el coraje necesario como para clavarle un cuchillo a alguien o como para clavarle una flecha a algo que no sea un animal. No está acostumbrado a hacer deporte, a madrugar o a pasar varios días sin comer, aunque sea pan rancio. Sinceramente, no creo ni un solo momento que tenga la posibilidad de regresar, aunque tengo esperanza en que lo haga, porque yo quiero que lo haga.

Vuelvo la cabeza y veo hacia la otra puerta, si no voy mal, la chica debe estar allí, y parece que no hay nadie dentro. No puse mucha atención, pero seguramente estará asustada y destrozada por dentro, en especial porque nadie ha querido venir a despedirse de ella, como si a su familia le pareciera un alivio que ella vaya a morir en esa arena.

Lo medito un momento, lo suficiente o demasiado poco, que es lo más probable, pero me pongo en pie y dejo que los agentes de la paz me den el paso a la habitación. Dentro, la misma decoración de la salita de afuera me llama la atención, sobre todo un sillón muy similar al que yo usaba hace unos segundos, y allí está sentada la chica, observándome fijamente. Tomo aire antes de hablar y lo suelto pesadamente.

—Ya sé que no nos conocemos. Ni siquiera sé tu nombre, pero eres de casa y no es justo que vayas allá. Hmm... Te deseo suerte, en verdad.

—¿Por qué, Katniss?

Momento, momento. ¿Katniss?

—¿Cómo es que sabes mi nombre...? —pregunto.

—Mi padre también murió en aquel accidente de minas. —De repente me siento mal por haber pensado que su familia no quería venir a verla—. Además trabajo para Darius, ya sabes, ofrezco mis servicios. —Abro mucho los ojos, por supuesto que he entendido a lo que se refiere—. Él se la pasa hablando de ti todo el día.

—Sí, bueno, dile que ya no lo haga —digo, e inmediatamente me doy cuenta de la estupidez que he dicho. ¡Bravo, Katniss! ¡Ahora intenta arreglar esa metida de pata!—... yo lo siento, no era mi intención...

Ella se encoje de hombros.

—Está bien, lo comprendo. Gracias por venir de todos modos, fue un bonito detalle de tu parte. Mi madre murió el día que yo nací... complicaciones de parto..., así que no me queda nadie.

—Lo siento —balbuceo, porque es lo único que se me ocurre. Estoy por decir algo más cuando un agente abre la puerta y me avisa que nuestro tiempo se ha acabado.

—Escucha, sé que no pasará, pero si vuelvo, me gustaría que fuéramos amigas —se despide, y antes de que pueda responderle el mismo agente me arrastra de vuelta a aquella bonita salita y escucho el eco de la puerta cerrarse.

—Es hora de que te vayas, los tributos tienen que irse —dice el agente de la paz, arrastrándome a la salida, yo intento soltarme.

—¡No! ¡Tengo que decirle adiós a alguien más!

—Es tarde chica.

—¡No! ¡Suélteme!

Estamos por llegar a la puerta de salida, el agente continúa tirando de mí y de un momento a otro logra hacer que no tenga capacidad de moverme.

No puedo irme sin despedirme de Peeta ¡No pueden quitarme eso! ¡No!, ¡No!

—¡Peeta!, ¡PEETA! —comienzo a gritar su nombre, con la esperanza de que me escuche; de todos modos el agente consigue llevarme afuera y cerrarme la puerta justo en la cara.

Este es un de los constantes momentos en los que no sé qué hacer y podría tener un ataque de pánico, por lo que comienzo a pegarle a la puerta, con la falsa esperanza de que me permitan verlo por última vez. Pero no pasa. Llega otro agente y me toma por los brazos, los cruza detrás de mi espalda para tener más control y me jala lejos. No reconozco quién es hasta que me habla.

—¡Basta Katniss!

Es Darius. ¡Es Darius!

-¡SUÉLTAME INÚTIL!

—¡Katniss, estás llamando la atención de todos, cállate!

—Me callo si me dejas ir —digo.

—Tendré que arrestarte si no te calmas.

—Hazlo.

Me apoya contra una pared y saca las esposas, manteniéndome a raya con sus piernas y su otro brazo, pero soy ágil y en un momento de distracción lo empujo hacia atrás y corro.

Miles de maldiciones y groserías llegan a mi boca cuando segundos después me vuelve a atrapar y esta vez si logra esposarme.

Las lágrimas salen a no poder más. No podré despedirme de él. Primero Gale y ahora Peeta ¿Qué más quieren de mí?

Darius comienza a empujarme fuera de la plaza, pero yo sigo luchando contra él. Es entonces cuando la puerta trasera del Edificio de justicia se abre y la chica con la que hablé sale de él, seguida de ella está Peeta.

—¡PEETA! ¡PEETA!

Él parece escuchar mis gritos, y mira en varias direcciones buscando el origen, cuando sus ojos se encuentran con los míos una lágrima más cae y veo a Peeta intentar avanzar hacia mí, lo escucho gritar mi nombre, pero al igual que a mí los agentes de paz se lo llevan. En ese momento, puedo sentir como cada una de las cosas que conocía se derrumban.

...

Al llegar a casa Prim me da un abrazo y se va a dormir, mi madre me ofrece un té calmante, pero le digo que no, y yo espero a que las dos estén completamente en otro mundo para encender el proyector de la televisión y ver la repetición de la cosecha. Comienzo a llorar en el momento en el que mencionan en nombre de Peeta y enfocan su cara de incredulidad, también suelto una risa porque a pesar de todo la mueca me ha hecho gracia. Lo veo subir las escaleras y estrechar la mano con la chica, de la que al final, nunca supe el nombre, incluso me lo perdí en la repetición.

La función acaba y estoy por apagar la televisión, ya que probablemente repetirán aquél discurso ridículo y luego reproducirán de nuevo todas las cosechas desde el distrito uno al doce, pero unos gritos me llaman la atención.

—¡PEETA!, ¡PEETA!

No puede ser. ¡Soy yo! ¡Han transmitido el momento en vivo! Puede verse también cómo él me responde, pero después se corta la escena.

Doy un golpe en la mesa, una de las cinco tazas que tenemos se rompe. Escucho a mi madre levantarse y venir para acá. Intento levantar los trozos de la... Peeta me dijo como se llamaba esto... era algo como el material con que hacen las velas, la cera, pero con algo más...

—Era la última taza de cerámica que nos quedaba —suspira mi madre. Con que eso era cerámica. Yo también suspiro y termino de levantar el desastre. Cuando acabo, dejo los trozos en la mesa, mi madre se acerca y me toma la mano cuando nota que están manchados de rojo. Intento zafarme de su agarre: ya he tenido suficiente con eso el día de hoy, pero ella no lo hace y comienza a curarla.

—Lo lamento, ya la reemplazaré —digo.

—No es necesario.

Eventualmente mi madre se retira y puedo aprovechar ese momento para pensar lo horrible que ha sido todo, aunque no me sirve de mucho, ya que prácticamente cinco minutos después me quedo dormida.

...

El agua del lago está helada, hoy hace bastante frío, pero la verdad no me interesa. Necesito deshacerme de todos los pensamiento que tengo rodando en la cabeza, todos hablan al mismo tiempo, y siento que si no paran me volveré loca.

Es muy temprano, los rayos de luz apenas aparecen entre las hojas de los árboles, y seguramente todo el distrito sigue dormido. He decidido venir aún más temprano al bosque el día de hoy: la primera razón es por seguridad, muy posiblemente sigan vigilando y eso no me conviene, y dos, no quería ver a nadie, o que nadie me viera a mí.

Salto de un clavado al agua y me hundo, inmediatamente puedo sentir que el frío me invade. Llego al fondo del lago con los ojos cerrados y me quedo allí todo lo que mi respiración me permite, cuando salgo a la superficie, la mañana ya está presente: el cielo aún es claroscuro, pero ya no parece de noche.

Me pongo a nadar unos minutos más hasta que el sol sale por completo, en ese momento salgo del agua y me pongo toda mi ropa. Ya se puede escuchar a los pájaros cantar, sobre todo a los sinsajos.

...

—Lo lamento, Katniss, con toda esta situación no podremos continuar pagándote, cerraremos la panadería por un tiempo debido a...

—Salúdeme a su esposa de mi parte, Sr. Mellark —interrumpo, y salgo de la panadería.

Durante los juegos no hay clases y mucha gente no trabaja, como lo hará la familia de Peeta.

No ha sido mi intención ser grosera, es decir, ellos me han acogido y pagado a tiempo la cantidad acordada, su generosidad me ha ayudado con los gastos y el alimento para las dos familias, he pasado grandes momentos con ellos, pero todo eso no importa mucho cuando Peeta está al borde de la muerte y nosotros de morir de hambre.

Camino por la plaza, donde la gente ya comienza a reunirse para ver el desfile de tributos, pienso un momento en quedarme a verlo, pero recuerdo que tengo que buscar otra forma de obtener dinero (aunque Hazelle me haya casi amenazado para que no lo hiciera), así que me voy al bosque, donde lo único que hago es llorar e intentar cazar algo más, aunque al final fracaso completamente.

...

Hoy es, según mis cálculos, el día de las entrevistas. En estos últimos días terminé cazando más de lo que alguna vez en la vida había logrado con Gale en tan poco tiempo: tengo cinco pavos, ocho ardillas, tres conejos, doce peces y muchas, muchas bayas. Las dejaré en casa y mañana temprano saldré a vender muchas, quiero llegar a tiempo a la plaza para ver cada una de las entrevistas.

Prim decidió acompañarme, por lo que justo ahora vamos de la mano por la Veta. No me emociona la idea, pero puede que sea la última vez que lo vea con vida, ya que no pienso ni por un momento ver la transmisión de los Juegos —es obligatoria, lo sé, pero ya encontraré una forma de evitarlo. No pienso ver como Peeta muere.

Las entrevistas van por el distrito tres cuando llegamos, se nos ha hecho tarde porque Prim no quería dejar a Buttercup y tuvimos una pequeña discusión, al final el gato bufó y se fue por la ventana, Prim no tuvo más opción que resignarse y venir sin el horrible animal. Pero no importa, son los distritos ricos, sus tributos son voluntarios, son profesionales y fuertes, guapos, los favoritos; no tiene caso ver las entrevistas solo para corroborar que... me duele decirlo, pero Peeta no tiene mucha oportunidad contra ellos, es decir, él es fuerte (lo he visto cargar costales de harina que pesan cinco veces yo) pero no tiene manejos de armas o trucos de supervivencia y eso en la arena le costará caro.

Pasan las entrevistas hasta el distrito diez, donde no pongo mucha atención, en realidad es Prim quien me ha estado resumiendo todo. Llega el momento del distrito once, dos personas de piel obscura aparecen para la entrevista con Caesar, y uno de ellos, la mujer, parece tener seguridad en lo que hace; para empezar, es casi veinte centímetros más alta que yo, o tal vez más —sé que soy bajita, pero su estatura es demasiado para cualquiera, hasta para Gale, que me saca poco más de una cabeza—, además de que sus músculos dejan bastante que temer.

Para cuando es el turno de Peeta Prim se está cayendo dormida, pero la despierto porque sé que quiere verlo tanto como yo. Al principio muestra su carisma y su sonrisa encantadora a todo el mundo, debo admitir que la ha contagiado, se ha ganado el cariño del público y ha sabido tener empatía con las personas del Capitolio, y muy probablemente con las de otros distritos también (aunque puede que los profesionales se estén burlando de él, ¡¿Pero eso a quién le importa cuando Peeta puede tener patrocinadores?!).

Por primera vez pienso que Peeta puede salir de aquella arena. Recuerdo que hubo un tributo que ganó gracias a los patrocinadores, le regalaron un tridente, a sus catorce años, Finnick Odair ganó los Juegos del Hambre, todo gracias a su encanto. Claro que viene de uno de los distritos profesionales... pero mi esperanza me permite dejar eso ignorado.

Dejo mis pensamientos y me concentro en la conversación de la gran pantalla:

—Entonces, Peeta, pongámonos serios —dice Caesar Flickerman, intentando poner una cara de seriedad, pero resulta en una mueca con cara de mustia y finalmente ríe— ¿Hay alguna chica esperándote en casa?

Peeta se sorprende por la pregunta, puedo notar que no era algo que se esperaba, pero aun así responde. Yo inmediatamente pienso que sí, que aquí estoy yo esperando a que regrese, aunque no tenga muchas esperanzas de que lo haga, pero como ya he dicho antes: quiero que lo haga.

—Hmmm... Bueno Caesar, la verdad es que no.

«Ay.»

—Oh, ¡Vamos, Peeta! ¿Con esa cara y esos ojos? ¡Seguro hay más de una chica detrás de ti! —Todos ríen ante lo que acaba de decir Caesar. Yo solo observo que Peeta está meditando si decir algo o no, lo sé porque pone la misma cara cuando intenta decir algo que me haga parar de llorar.

—Bueno. —Suspira—. Hay una chica. He estado enamorado de ella desde siempre, pero no me notó hasta hace poco...

—¿Hablas de la chica de la cosecha? Parecía muy interesada en irse a despedir de ti... Dinos, ¿es ella? ¿Cuál es su nombre?

—Se llama Katniss, Caesar, Katniss Everdeen.

«¿Qué?»

—Te daré un consejo: ¡Ve a esos juegos! ¡Gana! Y no habrá forma de que no se fije en ti... Señores y señoras ¡Peeta Mellark! ¡Distrito doce!

Y sale.

•~•♢•~•♢•~•♡•~•♢•~•♢•~•

¡Hola!

¡Aquí les traigo el capítulo cinco!

La verdad me he emocionado bastante con el final, porque me imaginé la cara de estupefacción de Katniss, y sinceramente, el siguiente capítulo está mejor, ¡Así que no se pierdan la próxima actualización!

Recuerden dejarme sus comentarios, opiniones, críticas y sugerencias.

Compártanlo con sus amigos tributos .lll.

&

¡DENLE COLOR A LA ESTRELLITA!

Los quiero :)

-C. Willow

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