HARINA Y POLVO DE CARBÓN

By C-WILLOW

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Las teselas ya no son suficientes, a Gale lo atraparon los Agentes de la Paz, el Capitolio reforzó la segurid... More

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"ES TRABAJO, NO HOBBY"

—Debo encontrar un trabajo. Cuando el invierno llegue, los animales comenzarán a hibernar. Además, quiero ahorrar algo de dinero. Quedan dos años para terminar con esto: falta poco para la cosecha, unos meses solamente, no sabemos qué pueda pasar, y en caso de que no salgamos cosechados, el año que entra tendrás que trabajar en la mina... —le digo a Gale, mientras desenredo la pata del conejo gris que cuelga en la trampa de alambre.

—Por lo menos tú puedes decidir... Estoy de acuerdo, Katniss. Me gustaría acompañarte esta tarde a buscar uno —contesta.

Me siento mal por el comentario, es cierto, él no tendrá elección; pero tomando en cuenta su propuesta... no, la gente lo verá y pensará que no soy lo suficientemente independiente o capaz, tengo que ir sola. Mi respuesta es negativa, él se sorprende.

—¿Qué?

—Quiero ir sola, Gale, tengo que...

—Está bien.

—Lo siento.

—No importa —contesta serio—. ¿Qué llevamos hoy?

Le echo un vistazo a las presas de la bolsa antes de contestar.

—Tres conejos, dos pavos, doce peces y fresas.

—Bien. Los conejos y los pavos a agentes de la paz, fresas a la hija del alcalde y seis pescados por familia.

Dividimos las presas y caminamos a la alambrada, después de vender lo acordado cada quién se dirige a su casa, en mi caso, para darme una ducha e ir al colegio junto con Prim.

Debo encontrar trabajo antes de que acabe el ciclo escolar; mis dos opciones son trabajar para Sae (si es que me quiere contratar) o trabajar como sanadora con mi madre y Prim, pero no me convencen. Tal vez termine vendiéndome a Agentes de la Paz como cientos de chicas en el distrito. Podría abrir un puesto en el quemador... ¿Pero de qué? Mi madre sabe tejer y eso, aun así haría falta alguien que lo atendiese y no estoy como para pagarle a nadie. Tal vez, ir a los juegos después de todo no suena tan mal.

Borro el pensamiento en seguida.

...

Ya en el colegio las clases son aburridas, interminables y difíciles, sobre todo cuando Gale está conmigo en los descansos y las chicas continúan mirándome feo.

La clase de música es la que más disfruto, me recuerda a mi padre y su voz, dulce y entonada.

Biología es asqueroso cuando se trata del cuerpo humano (aquí es cuando desecho la idea de trabajar con mi madre).

Matemáticas no comprendo nada, y la verdad es que, para la vida que llevamos, lo necesario lo aprendimos en quinto grado. Sé contar las presas que cazo, lo que cobro y lo que pago; es lo único que necesito saber acerca de números.

Pintura se me da fatal, en lugar de garabatear en hojas de papel, me dedico ver al hijo del panadero, Peeta Mellark. Intento encontrar el momento adecuado para agradecerle por el pan que me salvó de morir de hambre —a mí y a mi familia— pero nunca lo encuentro, es más, tal vez ni siquiera se acuerde de eso, puede que suene ridículo agradecerle no sé cuántos años después. Él también me mira a veces, es la rutina desde hace años: yo lo miro, me devuelve la mirada y yo la aparto... ¿Por qué lo hace?

Suelto un suspiro y salgo de clases. Me encuentro con Prim a la salida y caminamos en silencio hasta que recuerdo que tengo que buscar empleo, le digo que la alcanzo más tarde, ella se va sola a casa y yo voy al Quemador con intenciones de encontrar una buena propuesta de trabajo.

Al entrar varias personas me reconocen, pero al ver que no traigo nada que vender continúan con lo que estaban haciendo antes de que apareciera. El puesto de Sae está vacío, sólo está Darius... ¿y Peeta Mellark? Es extraño verlo por aquí, nunca viene si no es para conseguir harina de vez en cuando. De cualquier forma, me siento a comer.

—Gracias por las presas de hoy, niña —agradece Sae, extendiéndome un plato de famosa sopa, yo la acepto con gusto. Es parte de la paga por la carne fresca.

—¿Qué pasa hoy, Katniss? —pregunta Darius.

—Ya sabes, lo normal.

—¿Cuándo me darás el placer de acompañarte uno de estos días después del colegio?

—Nunca —me burlo.

—Oh vamos, Katniss, Gale no se molestará.

—Calla y traga, Darius.

—No quise exponer a tu novio, lo siento. —Se me borra la sonrisa de la cara.

—¡No es mi novio! —espeto molesta.

—¡Ah! ¡No esperarás que nos creamos eso! Vamos, dile muchacho. —Le da un codazo a Peeta Mellark, este se remueve incomodo—. Todos sabemos que hay algo entre ustedes aquí: te acompaña a caminar por la Veta, pero nadie sabe qué harán en el bosque mientras nadie los puede escuchar...

—No la molestes —habla Peeta, sereno.

—Oh, ya veo, Katniss tiene otro novio... —Sonríe pícaramente.

—¡Él no es mi novio! ¡No tengo tiempo para tonterías! Ahora, dime, ¿sabes de alguna oferta de trabajo?

—Bueno, no es un trabajo, y mucho menos es un servicio bien pagado, pero...

—No pienso tocar la puerta del viejo Cray. Otra.

—Bien, bien... Escuché que Haymitch busca un ama de llaves...

—No sé limpiar y no me dan ganas de estar con un borracho todo el día.

—Bueno Kat, es trabajo, no hobby; hay que hacer sacrificios. La paga lo vale ¿no? Piénsalo, el dinero significa el estómago de tu hermana lleno, y un bonito suéter para el invierno...

—Estamos buscando a alguien que atienda en la caja —habla Peeta, después de tragar con dificultad la sopa de Sae, está le fulmina con la mirada y le dice que coma—. Mi madre la atiende normalmente, pero se le ha metido en la cabeza que está harta de nosotros y que quiere su propio dinero. —Señala con la cabeza un puesto escondido de telas y suéteres de lana, allí está su madre, tejiendo un suéter de mala gana—. ¿Por qué no vienes esta tarde para una prueba? Sabes dónde es.

Me le quedo viendo sin decir nada. Peeta termina su comida en silencio también.

—Gracias por la comida, estaba deliciosa. Provecho.

Sin decir nada más se levanta y se va.

—Ese niño gana bastante bien por pintar letreros de negocios, le he dado dos sopas gratis por pintar el mío. Además de unas monedas, claro —dice Sae.

Eso explica qué hacía Peeta aquí, aunque teniendo todo ese pan recién horneado... ¿por qué venir por sopas de perro salvaje? Bueno, se supone que la receta es un secreto, pero no lo es para quien vende los ingredientes (que en este caso somos Gale y yo)... El padre de Peeta, el Sr. Mellark, a veces me compra ardillas...

...

Más tarde hago lo que Peeta me dijo y voy a la panadería. Paso los demás locales, suspirando al ver la tienda de caramelos, desearía poder comprarle algunos a Prim, siempre comenta lo deliciosos que aparentan ser los de menta...

Llego a la entrada del local de la familia Mellark, empujo la puerta y suena la campanilla del cliente. En seguida, la mirada furibunda y poco amigable de la señora Mellark se posa en mí, escudriñándome de arriba abajo lentamente.

Bien, necesitas el trabajo, Katniss, ten valor.

—¡Oh! ¡Me parece que se nos ha escapado un cerdo! —brama, molesta.

—¿Perdón?

—¡Vaya, no sabía que los cerdos hablasen! ¡Largo niña! ¡Fuera de aquí!

—¡Basta! —Entra el señor Mellark detrás, justo a tiempo para evitar que su mujer quedara con la nariz rota y sangrando—. ¡Katniss! ¿Vienes a venderme ardillas?

—Bueno, la verdad es que...

Un ruido detrás de mí me sobresalta, parece ser que algo se ha caído. Volteo inmediatamente para ver de qué se trata.

—¡Viniste!

El saco de harina que tiró Peeta ha soltado migas al aire. «Sí, aquí estoy», pienso; después estornudo y no puedo contestarle. Él se pone colorado, me dedica una sonrisa, lo recoge y lo lleva detrás de la cocina... ¿Por qué tanta emoción? Regresa en seguida y me dice que le siga. Pasamos a la cocina bajo la atenta mirada de sus padres: el panadero me sonríe, su esposa me aniquila con sus iris negros. Huele delicioso, a pan recién horneado, y a muchos otros olores dulzones que no reconozco.

—Bien, toma asiento —dice Peeta, extendiendo una silla que no sé de dónde sacó.

—Hola —digo tímida. Vamos Katniss, necesitas el trabajo, muéstrale que eres capaz.

—Me alegra que estés aquí.

—Ah, ¿sí?

—Sí... necesitamos a alguien con urgencia. Hoy es el último día de mi madre, ya la han contratado allá, aunque me da curiosidad ver cuánto dura, Ripper dice que espanta a la clientela. —Ríe de su propio comentario y agacha la cabeza—. Tú... ¿tú qué opinas?

—¿Yo? —Él asiente—. Bueno creo que hay que ser valiente para acercarse a comprarle bufandas, pero la gente dejará su miedo atrás para no morir congelado en el invierno.

—Buen punto... Entonces, ¿Tienes experiencia vendiendo?

—Sé más de lo que parece.

—Lo sé .—Frunzo el ceño todavía más, él se da cuenta—. Se nota, digo, sé que vendes en el Quemador, tú y otro...

—Ah. Sí, la tengo; años vendiendo en el quemador, fresas a Undersee y ardillas a tu padre.

—¡Peeta! —dice una voz lejana.

—¡En un momento papá! Bueno, decías...

—Y...

—¡Peeta, ven ya, por favor! —La voz de su padre es muy grave, nunca me había percatado de ello, es muy diferente a la de mi padre.

—Crío estúpido —se escucha decir a su madre. Ni siquiera puedo comparar su voz con la de la mía, porque mi madre apenas y suelta un murmuro.

—Dame un segundo, por favor.

Asiento. Él sale corriendo y vuelve con una sonrisa después de unos cinco minutos. Me deja sola lo suficiente como para identificar que hay un olor a menta entre todos los que se pueden apreciar en el ambiente.

—Perdón.

—Está bien —contesto.

—Bueno, mira, te necesitaríamos solamente en las tardes. Hasta las siete. La paga no es mucha, pero prometo que no te faltará comida, ni a ti ni a Prim mientras...

—¿Conoces a Prim? —interrumpo. Peeta hace un gesto afirmativo con la cabeza. ¿Pero de dónde? ¿Cuándo? Creí que sabía todo de la vida de Prim... bueno, al parecer no.

—Somos buenos amigos —ofrece Peeta. Arqueo una ceja—. A veces le comparto de mi almuerzo, no es mucho: pan rancio, pero es mejor que nada. Ella a veces me comparte un trozo de ardilla asada y la acompañamos con el pan. En el colegio la vemos seguido, Delly y yo la apreciamos mucho. Hay veces que Prim come con nosotros y unos amigos más... No te molesta, ¿verdad?

—¿Y desde cuándo...? —Me digo a mi misma, desconcertada—. Está bien.

Quedamos en silencio, Peeta me da una pequeña sonrisa que me hace desviar la mirada.

—Gracias... por el pan —comento al fin. ¡Dios Katniss, enserio! ¡Es la peor forma de agradecerle que se te pudiera haber ocurrido!

—Oh, no es nada, quiero mucho a Prim —contesta sonriéndome. ¿Por qué hace eso? ¿No puede dejar de hacerlo? ¡Me molesta! ¡Me pone nerviosa!... Sin embargo... es justo lo que yo evité que pasara cuando me dio aquel pan, que sonriera.

Creo que no se dio cuenta que le agradecí por aquel pan que nos salvó la vida años atrás, no del que comparte con Prim, que también se lo agradezco como no tiene una idea, pero aun así, me va a pagar por atender la caja, por lo menos, le debo las gracias. Quiero estar a mano, no me gusta ni me conviene andar con deudas, aunque sean morales; además es un peso menos en la conciencia.

—No, por el pan que me salvó la vida, tal vez no lo recuerdes, ni siquiera te interese y cuando te lo diga te suene ridículo, pero en verdad, gracias por el pan quemado, el que me diste bajo la lluvia hace seis años atrás, yo no...

Peeta niega con la cabeza.

—Shhh, Katniss, no sigas por favor. Soy yo quién debería disculparse...

¿Disculparse? ¿Por salvarme la vida y ganarse unos buenos golpes? ¿Tan mala fue la inversión que se arrepiente de que esté viva? ¡Vaya! ¡Bueno, que descaro!

Tranquila, Katniss, Tranquila

—Ahhh... pienso en eso todo el tiempo. —Suelta un suspiro frustrado—. Tenía que haber salido, ir y dártelo, sin importar nada más.

Oh. Vaya, ahora me siento culpable por haber pensado mal de él.

—No digas idioteces. Solo acepta las gracias. Me salvaste la vida. Fin.

—Lo sé, pero quedé como un cobarde, y es que lo fui, no puedo creer que...

—¡No! ¡Basta! ¡Te habrían golpeado aún más! ¡Ya habías hecho demasiado!

—¡Que me golpearan es lo que menos me importa!, estoy acostumbrado a eso, mi madre nos golpea por cualquier cosa cuando se le da la gana. Si hubiera dejado mi miedo atrás y te los hubiera entregado en la mano, por lo menos los golpes habrían valido la pena, no habrían sido en vano como lo han sido toda la vida.

—Escucha: para mí fue más que suficiente y lo será hasta que me muera. Te lo voy a pagar, lo prometo, no te preguntaré cómo de nuevo, sólo haré algo que yo crea que está a la altura de lo que tú hiciste, y lo vas a aceptar.

Me voy de allí después de un rato, con la promesa de una paga, ya sea comida o algo de dinero, pero vale la pena. Puedo ir a cazar en las mañanas con Gale y cuando yo tenga que trabajar en la tarde, él irá solo; ya en la noche nos dividiremos las cosas.

Lo veo a la mañana siguiente en nuestro punto de encuentro. Es un poco difícil apreciar que está allí sentado, la poca luz y las sombras de la madrugada desdibujan su silueta y la ropa obscura no ayuda mucho.

—¡Hawthorne! —le llamo.

—Hey, Catnip.

—¿Qué te sucede? —pregunto. Al escuchar su tono de voz desanimado, puedo apreciar que algo no anda bien, puede que esto de los sentimientos no sea lo mío, pero tampoco soy idiota.

—Posy tiene varicela. No tengo dinero para las cremas.

—Mi madre preparará un brebaje como siempre, se curará.

—Viene la cosecha, Katniss. Más de cuarenta papeletas. ¿Qué haré si salgo cosechado? ¿Si muero? ¿Cómo se sostendrán ellos solos? Rory aún es pequeño...

—Tiene casi doce —digo, más para mí misma que para él.

—Que nosotros hayamos tenido la mala suerte para tener cargas tan pesadas a esa edad no significa que él tenga que hacerlo —espeta molesto.

—Tampoco dice que no pueda aprender. Tráelo mañana. Tenemos un mes antes de la cosecha, podemos enseñarle a poner trampas aunque sea, a pescar.

—No es una buena idea, pero lo pensaré.

Parece que se ha calmado un poco, pero aun así veo que algo le preocupa. Conocerlo tanto a veces me aterra.

—Dímelo —ordeno. Me pongo de pie y comienzo a caminar hacia el tronco hueco para conseguir las armas, Gale me sigue.

—Tu nuevo trabajo —murmura bajito.

—¡Hey, era una sorpresa! ¿Quién te lo dijo? ¿Qué tiene?

—Eso no importa. No me gusta, Catnip.

—¿Por qué? Me darán comida, tengo horarios disponibles para cazar y no tengo que venderme a agentes de la paz. Además, es legal.

—El panadero no me agrada.

—Es un buen hombre —contesto. Gale rueda los ojos—, no como su mujer...

—Su hijo, Katniss, Peeta Mellark.

—Oh. Es una buena persona, creo. No lo sé sinceramente...

No puedo decirle a Gale lo del pan, tengo la sensación de que se enfurecería. Además, es evidente que no debe de enterarse que estoy endeudada con mi vida con y por Peeta Mellark.

—Puede ser, pero le atraes. Eso no está bien Katniss.

Sé que cuando no me llama Catnip sino Katniss está hablando enserio, pero lo que dice es tan tonto que no puedo evitar reírme.

—¡Por favor, Gale! ¿Me has visto la cara alguna vez? compárame con Madge o con De... ¿Demy? ¡La hija de zapatero, pues! Y notarás las miles de diferencias.

—No es una broma, Katniss. No te acerques a él. Encontrarás otra buena oferta de trabajo.

—No.

—¿Qué?

—No voy a renunciar, es un buen empleo, ya te lo dije; no veo en qué pueda ser contraproducente para ti o para mí, sino al contrario —le digo—. Ahora, deja de despotricar y dispárales a unas cuantas ardillas. Puedo ofrecer una en la panadería.

—Hablando de eso... consideré lo que dijiste y...

No le da tiempo de terminar porque detrás de él llega Rory tropezando en la irregularidad del camino.

—¡Hola Katniss!

...

—Hasta luego, Katniss.

—Nos vemos a la salida Prim.

Camino hacia el salón de la clase que creo que me toca a primera hora según el horario, cuya respectiva hoja arrugué y tiré a la hoguera una noche en la que hacía demasiado frío y había olvidado comprar carbón.

Una voz inconfundible me saluda como ya es costumbre desde hace tres días.

—Hola Peeta.

—¿Qué tal la mañana?

—Un poco escasa —respondo, refiriéndome a la caza. Gale y yo logramos conseguir sólo unos pocos animales, el tiempo se nos vino encima, los peces no pillaban el anzuelo y las ardillas regordetas han huido, hemos tardado demasiado en intentar que Rory atinara con una flecha: le va mejor en las trampas de alambre—, probablemente hoy comerás una ardilla escuálida.

—Vale la pena, el pan no sabe tan rancio si lo acompañas.

Por la tarde trabajo en la panadería, empieza a ser agradable. Nunca ayudo en la cocina, soy un desastre total en ello, pero la caja se me da bastante bien, es decir, si la madre de Peeta podía hacerlo, ¿por qué yo no?

Y así pasan los días, después de la primera semana la rutina se vuelve un poco monótona, pero Peeta lo compensa con sus conversaciones en las tardes y Gale pasa como siempre en las mañanas. Ahora en el colegio a veces Peeta se sienta conmigo y con Madge.

...

Es casi una semana antes de la cosecha. La mañana transcurre normal, Gale y yo vamos al bosque y le vendemos algunas fresas al alcalde, caminamos al colegio y allí me encuentro con Peeta. Tengo mi jornada en la panadería y regreso a casa.

La mañana siguiente, es Domingo, Gale no viene al bosque, no está en nuestro punto de encuentro. Lo espero un rato apreciando la vista del lugar, sentada en la roca, pero no llega. Lo busco en otros lugares con esperanza, pero es en vano; entonces pienso que quizás Posy empeoró.

Regreso a casa con las presas, pero al ver a mi madre allí, sentada con Hazelle, sé que algo está mal. Ella mueve sus pies con ansiedad y sus ceja definen la angustia que siente.

—Hazelle, ¿cómo va Posy?

—Katniss, ¿en dónde está Gale?

—Creí que estaba en casa, venía a buscarlo. No ha venido al bosque hoy.

—Ayer no llegó a dormir —completa mi madre, intentando apaciguar a Hazelle.

No digo más, salgo por la puerta de mi casa y corro a buscar a Gale por todas partes.

Primero voy a su casa, puede que haya llegado en lo que Hazelle vino, pero Vick y Rory sólo me confirman lo que ya sé. Luego voy al quemador, le pregunto a Sae que si no lo ha visto, incluso a Ripper y a Haymitch Abernathy, que estaba comprando alcohol.

Salgo de allí corriendo y me voy a casa de Madge.

—No ha pasado por aquí ¿Él está bien?

—Espero que sí, Madge.

Voy al lugar de los comerciantes, primero con Rooba, teniendo en cuenta la posibilidad de que Gale le esté intercambiando una presa. Pero ella asegura que no ha sabido de él desde la mañana del sábado.

Aquí es cuando en verdad el pánico me invade.

—¡Gale! —Comienzo a gritar— ¡GALE!

Entonces se me ocurre un lugar. La escombrera. ¿Cuál es la posibilidad de que Gale esté allí? ¿Y con quién? Da igual, si lo encuentro vale la pena.

Corro hacia allá desde la carnicería, pero choco con alguien sin darme cuenta y lo que sea que llevaba cargando cae al suelo.

—¡Ey! —exclama una voz tierna.

—¡Quítate!

—¿Katniss?

Me toman un hombro, el toque es increíblemente familiar, volteo convenciéndome de que el Gale, pero evidentemente no es quien me detiene.

—Me tengo que ir.

Hago el intento de soltarme, pero no me lo permite, en lugar de eso, el agarre se vuelve más fuerte, pero sin llegar a lastimarme; me toma de la cintura y me da la vuelta.

—Llévate eso, Rai, te lo pagaré —dice Peeta—. ¿Estás bien Katniss? —pregunta con una voz tranquila, aunque denota preocupación.

—¡Suéltame, Peeta! ¡Me tengo que ir!

—Tranquilízate y te dejo ir.

—No puedo, tengo que ir a buscarlo.

Empiezo a forcejear con Peeta.

—Cálmate Katniss. —No le hago caso, sigo suplicando que me deje ir y retorciéndome para intentar librarme de sus manos, pero son fuertes. Sin embargo, no es más ágil que yo, le doy un pisotón con todas mis fuerzas y salgo corriendo para la escombrera.

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