Wolfhunt | Shining Awards 2017

بواسطة Freider_FJC

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Durante el otoño, una inexplicable ola de desapariciones azota la ciudad de Ontario, Canadá; haciendo que la... المزيد

Prefacio
1-. Otoño
2-. Nameless
3-. Join
4-. Las clavículas del lobo
5-. El pacto
6-. Tatuajes
7-. Transformaciones
8-. Oso Pardo
9-. Balas de Plata
10-. El hotel
11-. Trabajo sucio
12-. Perro callejero
13-. Envidia
14-. Traidor
15-. Al acecho
16-. Masacre
17-. Tiene que ser una broma
18-. Sala de espera
19-. Padres primerizos
20-. Suegros
21-. Lluvia de puños
23-. Niño o niña
24-. Segunda ronda
25-. Negociación
26-. Cacería
27-. Oliver Hunt
28-. La biblioteca
29-. Interrogatorio
30-. Abraham
31-. La novena bala
32-. Alexandria
33-. Jugando con fuego
34-. El parto
Epílogo
Agradecimientos
Curiosidades acerca de Wolfhunt

22-. Fotografías

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بواسطة Freider_FJC

Había sido un día muy tranquilo en el estudio de tatuaje. No apareció ningún cliente y tampoco tenía citas programadas, por lo que aproveché ese tiempo libre para limpiar un poco. Barrí el suelo, deseché algunos papeles acumulados y me dediqué a revisar las demás cosas del local, entre ellas, las fotografías enmarcadas junto a mi laptop. Y tan pronto como mi mirada se posó en la imagen grupal de Nameless, me invadieron los recuerdos.



Le di un trago largo a mi lata de cerveza mientras que los demás miembros de la banda conversaban. Ben, el guitarrista, se limitaba a permanecer sentado en silencio junto a mí, a la vez que Tyler, el tecladista, se encargaba de conducir la furgoneta.

—A ver, Chris, ¿cómo se supone que pudiste participar en el concierto? Pensé que necesitabas una autorización firmada por tu madre —inquirió Sam.

—¿De verdad crees que una firma iba a detenerme? —bebió de su botella de ron—. Llevo años imitándola para el colegio, podría hacerla con los ojos vendados —todos nos echamos a reír.

—Tenía entendido que el alcohol dañaba tus cuerdas vocales, Taylor —arqueé una ceja a modo de burla.

—Si no bebo, mi madre dañará mi buen humor —se encogió de hombros—. Supongo que eso es peor.

—Tu argumento es sabio, buen hombre —dijo Ben, que ya estaba visiblemente borracho—. ¿Aún apesto a cigarro?

—Déjame ver —Chris se inclinó sobre él, y en seguida arrugó la nariz—. No, no hueles a cigarrillos, pero sí a mierda —resopló.

—Por supuesto, señor higiene. ¿Piensas que después de saltar durante una hora de presentación voy a conservar el perfume?

—Eso es cierto, pero antes de empezar también apestabas —replicó Chris, soltando una sonora carcajada.

—Acabamos de bajarnos del escenario y ya están borrachos —reclamó Tyler, sin quitar los ojos del camino—. Si siguen así, terminarán con el hígado hecho trizas.

—Por pensamientos tan aburridos como ese, estás asignado a conducir todo el tiempo —Sam negó con la cabeza—. Como sea, más alcohol para nosotros. ¿Quién quiere otra cerveza?

Todos, a excepción del tecladista, levantamos la mano con rapidez. Sam abrió la hielera y repartió una para cada uno.

—Un momento, Chris, ¿no estabas bebiendo ron? —pregunté, viendo que aún sostenía la botella en su mano derecha.

—Mortales —abrió la lata, le dio un trago largo y vertió el ron restante en su interior.

—Si te tomas eso, la resaca te comerá vivo mañana.

—No le hagas caso —Ben abrió su billetera y le enseñó un billete arrugado—. Te doy veinte dólares si te la acabas ya mismo.

Antes de que hubiera terminado la frase, el chico se llevó la bebida a la boca. Segundos después, la lata estaba completamente vacía, y el guitarrista no tuvo más opción que cumplir su palabra y entregarle el dinero.

—Si sigues así, terminarás siendo protagonista de alguna novela barata —bromeó Sam, que llevaba unos cuantos tragos encima, pero permanecía consciente.

—Espero que el escritor no me mate —dijo con la mirada perdida—. Y si lo hace, quiero que sea algo digno. No uno de esos clichés aburridos donde explotan para salvar a alguien.


Sonreí al recordar aquella noche, cuando dimos nuestro primer concierto fuera de la ciudad. Al día siguiente todos, a excepción de Tyler, teníamos una resaca tan fuerte que ni siquiera pudimos ir a clases. Eso sin contar los castigos que recibimos por habernos escapado y regresar ebrios.

Aun así, valió la pena. Gracias a ello empezamos a ser conocidos como banda, y además, nos tomamos nuestra primera fotografía grupal. En ella, Ben yacía dormido sobre uno de los asientos mientras que Chris le dibujaba un miembro viril en el rostro, Sam reía a carcajadas y lo motivaba a continuar, Tyler se había estacionado para aparecer en el panorama, y yo me encargaba de retratarnos con la cámara frontal del teléfono.

Un par de lágrimas bajaron por mis mejillas, por lo que preferí desviar la mirada hacia algo más positivo: la primera foto que me había tomado con Alexandria. Hacía ya aproximadamente dos años y medio.



Eran las diez y media de la mañana. Recién me había mudado a Ottawa, y el estudio apenas llevaba unas pocas semanas funcionando, así que no recibía tantos clientes como hubiera deseado. Las ganancias apenas bastaban para cubrir el alquiler, pero seguía siendo muchísimo mejor que volver a vivir en casa de mis padres.

Revisaba mi teléfono por tercera vez en los últimos veinte minutos con la esperanza vana de que alguien quisiera agendar una cita cuando, de repente, la puerta del local se abrió, y dos hermosas pelirrojas ingresaron.

La menor de ellas traía el cabello recogido en una coleta, y sus expresivos ojos azules recorrían todo el lugar con curiosidad. Vestía un ajustado pantalón negro, una camiseta roja sin mangas y zapatos blancos deportivos.

La otra parecía ser su hermana. Tendría aproximadamente mi edad, su larga cabellera roja le caía desordenada sobre los hombros y su expresión era un poco más seria. Traía puestos una falda de tubo oscura que realzaba sus caderas, una camisa blanca abotonada hasta arriba, y tacones negros. 

Por unos instantes, su mirada se encontró con la mía, e intercambiamos sonrisas nerviosas.

—Buenos días, señoritas, soy Oliver —me recosté sobre el mostrador—. ¿En qué puedo ayudarlas?

—Soy Alexandria, ella es Brianna —se presentó la segunda chica—. Venimos a cotizar el precio de un tatuaje.

—Por supuesto —asentí, dándoles los precios por sesión—. Y por si les interesa, los certificados de Sanidad están enmarcados en la pared de allá —los señalé con el dedo.

Se apartaron para conversar algo en privado por un par de minutos, y entonces volvieron a acercarse a mí.

—¿Es posible hacerlo hoy o necesitamos cita previa? —inquirió Alexandria.

—No veo por qué no, ¿es el primero?

—¿Me veo tan inocente? —se arremangó la camisa, y pude apreciar que su piel nívea estaba cubierta por varios diseños—. Aunque esta vez es para Brianna, y sí, es el primero.

—¿Qué quieres hacerte? —pregunté, poniendo una hoja de papel sobre el mostrador y buscando un bolígrafo.

—Solo son dos letras en la muñeca, una "A" y una "W" —se rascó la nuca—. ¿Crees que sea muy doloroso?

—Para nada —le aseguré, iniciando el boceto—. Será más rápido de lo que imaginas.

Una vez terminado, se lo enseñé a las chicas, y ambas lo aprobaron. A continuación, lo digitalicé e imprimí en papel especial. Les pedí que tomaran asiento, y desinfecté el área con alcohol.

—Perdona la pregunta, pero ¿puedo saber el significado de las letras? —me puse guantes de látex nuevos y posicioné el papel cuidadosamente sobre su muñeca.

—Son las iniciales de mi novio, Albert White. Falleció hace meses.

—Lo lamento mucho —bajé la mirada—. Te prometo que haré el mejor trabajo posible para honrar su memoria.

Una vez que el diseño se había pasado a su piel, puse agujas nuevas en la máquina, preparé algo de tinta y me senté a su lado. Tras unos quince minutos, el tatuaje estaba terminado, y Brianna se encontraba satisfecha con el resultado.

—Esto amerita un recuerdo —dijo Alexandria, sacando su teléfono y activando la cámara frontal—. Sonrían.

Tomó la foto, me pagaron en efectivo, y antes de que se fueran, le entregué la tarjeta del negocio a Alexandria como excusa para que tuviera mi número. Días después, pasó a saludar, y aproveché la oportunidad para invitarla a salir. Al cabo de unos cuantos meses, decidimos llevar lo nuestro al siguiente nivel, y nos mudamos juntos.

—Y pensar que estamos a punto de ser padres —esbocé una sonrisa, antes de cerrar el local y emprender el camino de vuelta a casa.


Canción: Photograph

Banda: Nickelback

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