Mi vida sin ti

By Eriada-Casbeks

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Algo horrible ocurre en la vida de Castle y Becket, ella sufrirá un accidente mortal. ¿Cómo afrontará su vida... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16

Epílogo

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By Eriada-Casbeks

N/A: ¡Hola! aquí os traigo el epílogo de esta historia. Creo que con esto ya no queda más que contar. Muchísimas gracias a todos los que habéis seguido esta historia, sufriendo y disfrutando con estos personajes que tanto queremos, leyendo y comentando cada capítulo.

Espero que este final definitivo esté a la altura del resto de la historia y que os guste lo que he escrito.

"Siempre y nunca: es tan largo el uno como el otro."

Elsa Triolet

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Decidieron casarse en unos meses. Como los dos deseaban una ceremonia sencilla pensaron que les daba tiempo suficiente para prepararlo todo. Kate contó con la inestimable ayuda de Alexis, Martha, Lanie y Jenny. Esta última, que ya había pasado por su propia boda, le fue de una ayuda inestimable y terminó convirtiéndose en una gran amiga.

Castle que terminó de escribir su libro en el mes que estuvieron en Los Hamptons se lo dio a Kate para que lo leyese, ella se emocionó hasta las lágrimas al leer que estaba dedicado a su madre con unas sentidas palabras: "A Johanna Becket, por ser la voz de aquellos que no la tienen, por defender la verdad hasta la muerte y por traer al mundo a la mujer más maravillosa, mi amor, mi compañera y madre de mi hijo. Gracias Johanna, no te olvidamos, tu recuerdo perdurará siempre entre nosotros"

Lo llevó a la editorial, donde lo recibió Gina, que le dio la enhorabuena por la vuelta de Kate. Él le comunicó que tenían un hijo y le habló de Ricky, pues aunque el regreso de Kate como testigo del juicio contra Bracken, si había salido en la prensa, no se había comentado nada sobre la existencia del hijo de ambos. Gina se sorprendió pero no tuvo más remedio que volver a felicitarlo. Le entregó el libro, comentándole de que iba. Ella lo miró extrañada, pues no era ese precisamente el género al que se dedicaba. Castle solo le dijo que lo leyera, y que después ya hablarían y ahí estaba pendiente de la contestación de su ex mujer y editora.

Castle le había hablado a Kate mucho de Rosemary y de lo buena persona que era, le había explicado que era otra de las muchas víctimas inocentes de Bracken. Kate la había visto el día que fue al juzgado, para escuchar el veredicto del jurado, pero realmente no le había dado tiempo de conocerla bien. Al escuchar a Rick hablar de ella con tanto afecto y saber el apoyo que había sido para él, no solo durante el juicio, ayudándolo mientras tomaba sus notas, sino cuando ella apareció de entre los muertos, le dieron ganas de conocerla mejor.

-Yo estaba muy enfadado contigo, ¿Sabes? - le dijo mientras la abrazaba aquella mañana de sábado que remoloneaban en la cama - me sentía dolido, engañado y traicionado y ella me dijo algo que me hizo pensar y reflexionar.

-¿Y qué te dijo si puede saberse? - preguntó con curiosidad. Aunque ya se lo habían contado todo, era inevitable que más de una vez recordaran algún hecho o situación que habían vivido mientras estaban separados.

-Me dijo que hablara contigo porque seguro que había una explicación para todo, yo negaba diciendo, que para un daño como ese no había explicación posible, y ella insistía en que lo primero que tenía que hacer era hablar contigo y perdonarte - recordó Rick - cuando le dije que me iba a ser muy difícil hacerlo, ella me contestó que era muy afortunado y que no todo el mundo tenía una segunda oportunidad en la vida, que si fuese su marido el que hubiese vuelto, no le echaría nada en cara, solo le daría gracias a Dios, por darle la oportunidad de estar de nuevo con él.

-¡Vaya! - dijo Kate que no podía evitar emocionarse cada vez que alguno de los dos recordaba esos momentos y pensando que le debía mucho a esa señora.

-Me dijo también que lo pensara y que no desperdiciase el tiempo en resentimientos y rencores, que simplemente debía alegrarme de saber que estabas viva y que me dedicara a vivir la vida que pensaba que había perdido - terminó de recordar - me hizo recapacitar y pensar mucho, sus palabras no dejaban de sonar en mi cabeza y me di cuenta que tenía razón, que no merecía la pena perder el tiempo en resentimientos, que ya nos lo habían hecho perder bastante.

-Me gustaría que fuésemos a visitarla un día de estos - dijo ella.

-Claro que si, sé que le encantaría conocerte y a Ricky también.

La llamó a su casa y ella se alegró mucho de oírlo. Cuando le dijo que les gustaría visitarla, Rosemary se mostró encantada y los invitó a merendar una tarde. La buena señora se alegró mucho de verlos y de conocer a Ricky. Durante el tiempo que pasaron juntos en el juicio, le había tomado un sincero cariño a Castle y le confesó que había empezado a leer sus libros, que sacaba de la biblioteca del barrio y que le gustaban mucho, pero que el que más ganas tenía de leer era el que había escrito sobre el caso Bracken. Castle le dijo que todavía no sabía si se lo iban a publicar, que estaba pendiente de la decisión de su editorial, pero le prometió que si se publicaba, él mismo le llevaría una copia, pero que si no llegaba a hacerse, le llevaría una copia del manuscrito original.

Rosemary y Kate se cayeron francamente bien, a sus sesenta y tres años, la señora estaba en unas óptimas condiciones físicas, y en las muchas veces que fueron a visitarla llegó a convertirse en un miembro más de la familia. A los dos les inspiraba una gran ternura la amable señora.

Al conocerla mejor, terminaron de descubrir, la gran persona que era, ya que a pesar de haberse quedado sola en el mundo, pues no tenía más familia que su difunto marido, ella no se había quedado encerrada en su humilde casita a llorar su pena, al contrario era voluntaria en el centro social de su barrio, ayudando en la cocina y el comedor que había allí instalado para familias sin recursos. También ayudaba a algunos inmigrantes a practicar el inglés.

Castle y Becket supieron de la buena labor que hacía pues ella le pidió el favor al escritor que fuese un día al centro a hablarles a algunos jóvenes sobre su trabajo. Incluso Kate, se ofreció, como policía, para ayudar a algunas personas con problemas. Se estableció una cordial relación entre Rosemary y la familia Castle, que la acogió y adoptó como una abuela más.

Unos días más tarde, Gina llamó a Castle para decirle que la editorial aceptaba publicar el libro. Aunque a ella personalmente no le había llamado especialmente la atención, otros miembros de la editorial, si fueron capaces de ver que ese libro, bien podría convertirse en uno de los best sellers de la temporada.

No se equivocaron, el caso Bracken había despertado la atención de todo el país, y cuando se anunció la publicación del libro escrito por alguien cercano a todo lo que había pasado, precedido de una gran campaña publicitaria, fueron muchos los que quisieron comprarlo. Unas semanas antes de la boda, Gina le comunicó a Castle, que su libro era el número uno en ventas y que estaba dando grandes beneficios, también le dijo que Paula hablaría con él, pues querían entrevistarlo tanto en prensa, como en radio y televisión y que querían entrevistar también a Kate, por ser parte importante en todo el proceso. Castle le dijo que él haría las entrevistas que fuesen necesarias, pero que no sabía si ella accedería a hacerlas también, que tendría que preguntarle.

A Kate no es que le hiciera mucha gracia ser entrevistada en prensa y televisión, pero por otra parte ya no tenía nada que ocultar, por fin se le había hecho justicia a su madre y ella quería que todo el mundo supiese porque la mataron, que ella solo hacia su trabajo y se interesaba por dar justicia a todas aquellas personas que por una causa o por otra, no podían defenderse. Así que para sorpresa de Castle, le dijo que no le importaría que le hicieran alguna entrevista, pero sin exagerar.

Castle se lo dijo a Gina y también le dijo que se casaban en un mes, y que hasta que no pasase la boda, no habría entrevistas, ni presentaciones, ni firmas de libros. Gina aceptó a regañadientes y lo felicitó por su inminente matrimonio.

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Se casaron un mes más tarde en una sencilla ceremonia, oficiada por el alcalde de Nueva York en su casa de Los Hamptons. Acudieron solo la familia y los amigos, incluida Pam, que vino expresamente de Washington para acompañarles en ese día, y que aprovechó su estancia allí, para pintar el nuevo dormitorio de Ricky como les había prometido. También asistieron algunos compañeros de trabajo, entre ellos el capitán Gates y su esposo, que aceptaron encantados y compartieron con ellos unos de los días más felices de sus vidas. Aunque también invitaron a Rosemary, esta declinó amablemente la invitación, diciéndoles que esperaba que no la olvidasen y una vez casados, no dejasen de visitarla.

La novia iba preciosa vistiendo un original vestido en tono marfil, de corte romántico que le sentaba muy bien. Cuando Castle la vio por poco se desmaya, parecía una princesa de cuentos de hadas. Venía peinada con un precioso recogido a la altura de la nuca, y todo él adornado con pequeñas flores secas, en marfil, beige y amarillo pálido.

El novio iba también muy elegante, con traje gris marengo, camisa blanca y chaleco gris perla. La corbata en otro tono de gris, tenía un delicado estampado en pequeños topos negros.

La ceremonia se celebró en el jardín, en una bonita pérgola blanca, adornada con flores, que Castle mandó instalar para la ocasión.

Ricky estaba para comérselo, vestido con pantalón y blusita del mismo color del vestido de su madre. Igualmente Alexis y Martha, estaban las dos espectaculares, cada una en su estilo.

La novia entró del brazo de su orgulloso padre que la llevó hasta donde la esperaba su futuro marido. Tomados de las manos pronunciaron sus promesas de amor y fidelidad, para toda la vida, se entregaron los anillos y recibieron sonrientes la declaración del alcalde de que ya eran marido y mujer, mientras se fundían en un apasionado beso. El aplauso de los presentes fue unánime, había sido un momento precioso y mágico, que hizo derramar más de una lágrima.

Después de la ceremonia y aprovechando el buen tiempo, terminaron la alegre jornada con un almuerzo y posterior baile en el amplio jardín de la casa. Todos disfrutaron mucho, incluso Gates, estaba especialmente amable con todos. Siguió demostrando su debilidad con el pequeño Ricky, al que tuvo en brazos más de una vez. Su esposo que la acompañó, también capitán de policía como su esposa, pero de una comisaría de Queens, sorprendió a todos, pues resultó ser una entrañable persona.

Las días libres que le dieron a Kate como licencia de matrimonio, decidieron pasarlos allí en Los Hamptons, Ricky aún era muy pequeño y los dos se resistían a separarse de él. También pensaron que podían llevarlo con ellos, pero por la misma razón de que era todavía muy chico, decidieron de mutuo acuerdo, posponer el viaje para mejor ocasión. Castle le prometió un viaje al lugar del mundo donde ella quisiese, ella le dijo que mientras estuviesen juntos, le daba igual donde la llevase.

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Cuando volvieron a Nueva York, no tuvieron más remedio que asistir a las entrevistas que habían prometido hacer. Aprovecharon también la publicidad del libro para comunicar que habían contraído matrimonio. Castle, orgulloso como un pavo real, la presentaba como su esposa.

En poco tiempo se supo que había pasado de ser su compañera de trabajo y musa e inspiración para el personaje de Nikki Heat, a ser su pareja. Fueron entrevistados en uno de los programas de televisión más famosos del momento, donde fue inevitable que se hablara de Johanna Becket y de su implicación en el caso Bracken, así como de su inclusión en el programa de protección de testigos. Como ninguno de los dos era partidario de ventilar su vida privada, prefirieron contar ellos los hechos tal como fueron, antes de que algunos periodistas sin escrúpulos se inventaran lo que les diese la gana.

Castle la escuchaba hablar de su madre y la labor que estaba haciendo, hasta el día que la mataron con tanto orgullo, que empezó a darle vueltas a una idea en su cabeza, idea que fue tomando forma poco a poco.

Cuando se lo contó, ella se lanzó en sus brazos llorando emocionada y dándole las gracias por su generosidad. Como el libro sobre Bracken se estaba vendiendo muchísimo y proporcionando grandes beneficios, Castle había decidido donar los ingresos que le estaba proporcionando el mismo a dos causas.

Un tanto por ciento quería que fuese para Rosemary, había notado que la mujer no nadaba en la abundancia y pensó que sería justo, no solo por su apoyo durante toda la causa sino porque más de una vez le recordó datos y le ayudó a tomar sus notas y el otro porcentaje más alto sería para otorgar más becas para costear los estudios a quienes decidiesen dedicar su carrera a defender a aquellos que no tienen voz dentro del sistema, es más, había pensado crear una fundación con el nombre de Johanna Becket, que se dedicara a proporcionar ayuda legal a todos aquellos que por la causa que fuese, no pudiesen conseguirla.

Rosemary protestó y se negó a aceptarlo, cuando Castle le comunicó que se llevaría parte de los beneficios del libro sobre Bracken. No se consideraba merecedora de los mismos. Castle, apoyado en todo momento por Kate, se mostró inflexible y al final terminaron convenciéndola, aunque a regañadientes, alegando que podría ayudar a toda la gente que quisiese de su centro cívico.

Con ayuda de Paula y con el beneplácito de Kate, organizaron una gala que terminaría convirtiéndose en anual, para recaudar fondos para la fundación. Castle aprovechó todos sus contactos y amistades y la fiesta que se celebró en la biblioteca pública de Nueva York, fue uno de los acontecimientos más comentados de la temporada. Fueron muchos, los que atraídos por la fama del escritor y la novedad del caso, donaron sustanciosos cheques para ayudar a tan noble causa.

Llevaban poco tiempo, casados y acababa de cumplir Ricky dieciocho meses, cuando Kate le anunció a Castle, que volvía a estar embarazada, noticia que le emocionó hasta las lágrimas. El segundo embarazo de Kate, fue un poco más agitado que el primero. Tuvo más nauseas matinales y más molestias, pero en compensación tuvo un marido que la mimó hasta convertirla en la futura mamá más consentida de toda la ciudad. Con este embarazo, Castle se quitó la pena que había sentido al no poder cuidarla durante el de Ricky. La acompañó a las clases de parto sin dolor, le daba masajes a sus hinchados tobillos y la complacía en todos sus antojos, que fueron varios.

Fueron felices cuando el ginecólogo les anunció que venía una niña y de momento pensaron en instalarla en el mismo cuarto de Ricky, este era lo suficientemente amplio para que cupieran las dos cunas.

Emma nació al amanecer, le costó un poco de más trabajo llegar al mundo que a su hermano mayor y fue un parto más largo y doloroso. Afortunadamente en esta ocasión, Kate contaba con la inestimable ayuda de su marido, que respiró con ella y dejó que apretara su mano hasta casi dejarlo manco.

Kate es completamente feliz con su familia. Cuando terminó su licencia por maternidad, pidió una reducción de jornada, y se siente totalmente realizada como esposa y como madre.

Ricky y Emma se crían sanos y felices y mientras que el niño se parece cada vez más a su padre, la niña a medida que va definiendo sus rasgos se va pareciendo más a Kate, aunque al igual que sus hermanos mayores ha heredado los ojos azules de los Rodgers.

La pequeña tiene debilidad por su padre, cuando él la coge en brazos, la mira o le habla, la niña se deshace en risas y ruiditos propios de los bebés, como queriendo expresarle en su lenguaje lo mucho que lo quiere. Al igual que hizo con Ricky, Castle la consiente al extremo, no puede soportar que llore y le canta, la acaricia, le habla mucho rato. Es un auténtico padrazo y aunque Kate teme que termine por malcriar a los niños, impera el sentido común y a pesar de costarle mucho es capaz de ponerse serio cuando la ocasión lo requiere.

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Como siempre que hace buen tiempo y cada vez que Kate tiene unos días libres, se han ido a Los Hamptons. La casa de la playa está llena de juguetes y risas de niños y es el refugio ideal para disfrutar en familia. En esta ocasión los ha acompañado el abuelo Jim. Martha sigue muy atareada en su escuela de teatro y Alexis está estudiando ese semestre en Europa.

Es por la tarde y están disfrutando del sol en el gran jardín de la casa. Kate está recostada en una hamaca con la pequeña Emma durmiendo sobre ella. La niña de algo más de ocho meses está empezando a echar los dientes y está terriblemente molesta, no ha dormido bien, tiene un poco de destemplanza y está llorosa.

Kate observa risueña como su padre, su marido y su hijo juegan al beisbol. Castle por más que lo intenta para complacer a su hijo, es un auténtico desastre, a Ricky le falta poco para cumplir tres años, y a pesar de su corta edad, se da bastante buena maña con el bate y la bola, es más que evidente que ha heredado las dotes de su madre y abuelo.

-¡Ojú papi, otra vez! - protesta el chiquillo cuando su padre, como suele ser habitual en él, lanza la bola en dirección contraria a donde tenía que haberla lanzado.

-Lo siento campeón - se excusó Castle - de verdad que lo siento, ya sabes que lo intento, pero soy el torpe más grande del mundo para jugar al beisbol - creo que voy a descansar un rato y a hacerle compañía a mamá y a Emma.

-¡Vaaleee! - consiente el niño, que hubiese preferido que su padre siguiese jugando con él, a pesar de sus protestas.

-Yo sigo jugando contigo - interviene el abuelo conciliador.

Castle se acerca hasta donde descansan su mujer y su hija y se sienta en la hamaca que está al lado de ellas.

-¿Cómo está mi princesa? - pregunta suavemente, acariciando con delicadeza los rizos castaños de su bebé.

Emma entreabre los ojos al oír la voz de su padre, y lo mira con sueño.

-Parece que está mejor y que le molesta menos.

-¿Quieres que me quede con ella y tú vas a jugar con ellos? - pregunta Castle - ya sabes que Ricky no es capaz de comprender que aunque Jim y tú seáis unos máquinas jugando al beisbol, su padre es un auténtico inútil con el bate.

-Ricky tiene que acostumbrarse a que todos no podemos tener las mismas habilidades, y de momento parece conforme jugando con el abuelo.

-Tu padre tiene una santa paciencia con él, no sé cómo es capaz de seguir su ritmo a ese torbellino, hasta a mí me cuesta a veces - dijo Castle con un suspiro - será que estoy mayor.

-Anda y no te quejes tanto - dijo ella tomándolo de la mano.

Estuvieron un rato allí, los dos en silencio observando a Jim y a Ricky jugar, con Emma dormitando apaciblemente sobre el pecho de su madre.

Castle la miraba, pues la veía sonreír perdida en sus pensamientos. Como hacía calor llevaba el pelo recogido en una coleta y como siempre estaba preciosa. Su curiosidad le pudo y le preguntó:

-¿En qué piensas?, te has quedado callada y sonriente.

-Pensaba en nosotros y en esta maravillosa familia que hemos creado - dijo ella - y en lo feliz que soy.

-Me alegro mucho de que seas feliz - sonrió él apretando su mano cariñosamente - gracias por la parte que me toca.

-¿Sabes Rick?, cuando pensaba en mi futuro nunca me veía casada y como madre, siempre pensé que solo sería policía y que como mucho llegaría a ser capitán, pero esto, nunca.

-¿Y te arrepientes de algo?, lo digo porque como a pesar del tiempo que llevas en la policía, sigues siendo inspectora...

-¿Bromeas?, no cambiaría esto por nada del mundo, tú y los niños sois mi vida, no necesito más.

-¿Y no te gustaría ascender? - preguntó él - ¿o quizás ser agente del FBI?, ¿o de la CIA?, no me digas que nunca has pensado en esa posibilidad, porque serías perfecta para eso, una de las mejores.

-¿Y perderme sus partidos de beisbol o de fútbol?, ¿Sus funciones de Navidad y fin de curso?, ¿no poderlos bañar, darles la cena o contarles o cuento?, ¿prescindir de momentos como este? - enumeró ella - nunca cambiaria esto por otro tipo de vida, que más da si sigo siendo solo inspectora, como si me relegan a hacer permanentemente trabajo de oficina, me da igual Rick, cuando me hice policía tenía una meta, esa meta se cumplió y lo que de verdad no soportaría es perderme la vida de mis hijos, nuestra vida.

-Yo tampoco soportaría no tenerte cerca, y no compartir contigo los momentos cotidianos de la vida - dijo serio - ya estuvimos separados una vez y no quiero ni recordarlo.

-Yo tampoco, aunque a veces pienso que esa separación, en cierto modo, fortaleció nuestra relación. Cuando antes me has preguntado en que pensaba, estaba recordando cuando el capitán Montgomery me obligó a llevarte conmigo y lo que te odié en ese momento, y no puedo evitar sentir que gracias a él, tengo esta vida que tengo y que adoro.

-Bueno - dijo Castle con su pícara sonrisa - no te olvides de lo insistente que puedo llegar a ser, de mi encanto innato y de mi amigo el alcalde. Menos mal que luego te fui cayendo mejor.

-Pues gracias también a Robert y a ti por ser tan insistente - y acercándose a él con cuidado de no despertar a la niña, le dio un beso en los labios - gracias por quererme y por todo lo que me das día a día.

-Gracias a ti mi amor - y ahora fue él quien la besó a ella.

El romántico y emotivo momento familiar fue interrumpido por un pequeño terremoto de cabellos castaños y ojos azules qué llegó corriendo y gritando:

-Mami, mami, tengo un hambre voraz - y es que el pequeño, además de conservar su buen apetito de siempre, tenía un vocabulario excelente e impropio de un niño de tres años, gracias a los cuentos e historias que su padre le contaba.

-Este hombrecito está que se muere de hambre - dijo el abuelo Jim - aquí te lo dejo y yo me voy a dar un paseo por la playa.

-Siii, tengo mucha hambre, un hambre atroz - volvió a gritar.

-¡Sshhh! No grites, que vas a despertar a tu hermana - dijo ella levantándose con cuidado con la niña aun dormida en sus brazos.

-Lo siento - dijo poniéndose un dedo en los labios en señal de silencio.

Castle cogió al niño y se lo sentó sobre los hombros, y pasó el brazo por encima de los hombros de Kate, dirigiéndose al interior de la casa, a darle de cenar a su pequeño tragón.

Esa noche, cuando ya los niños están acostados, ellos dos salen a la terraza a sentarse a la luz de la luna. Les encanta estar así, tranquilos, serenos, tomados de la mano y disfrutando del silencio después del ajetreo del día. Sobran las palabras, solo saber que ya nunca nadie va a separarlos, que se tienen el uno al otro y el gran amor que se profesan es suficiente para ellos.

FIN

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