Mi vida sin ti

By Eriada-Casbeks

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Algo horrible ocurre en la vida de Castle y Becket, ella sufrirá un accidente mortal. ¿Cómo afrontará su vida... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Epílogo

Capítulo 12

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By Eriada-Casbeks

"Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad

para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco

y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero,

que nunca te olvidaré."

Gabriel García Márquez

.
Abandonó la sala custodiada por dos agentes de policía y los abogados Cary y Alice, para volver al despacho donde había estado esperando a que le llegara la hora de intervenir. Pam la esperaba, ansiosa por saber cómo había ido todo. Ella, que iba aguantando las lágrimas, se derrumbó nada más cruzar el umbral de la puerta. Enseguida acudió Pam que la estrechó entre sus brazos, intentando darle consuelo.

-¿Qué ha pasado? – preguntó preocupada – ¿ha habido algún problema?

-¡Qué va! – dijo Cary con un gran sonrisa – ha estado sublime, ha contestado todo lo que le han preguntado perfectamente, con mucha serenidad, ni te imaginas el vapuleo que le ha dado a los abogados de Bracken, tenías que haber visto la cara de todos de descomposición.

-Entonces, ¿Qué ocurre?, ¿Por qué estás así?

Pero Kate no podía ni hablar, habían sido varias horas en constante tensión, además de enfrentarse a Bracken y por supuesto haber vuelto a ver a Rick y de esa manera. No podía apartar de su mente, la cara de incredulidad, de desconcierto y de dolor de Castle. Se sentía la persona más ruin del mundo por haberlo engañado de esa manera.

-Él estaba allí, ¿verdad? – preguntó Pam comprendiéndolo todo.

-Si – sollozó Kate – y me miró de una forma, nunca voy a poder olvidar la cara que puso cuando me vio, se había levantado de su asiento incluso antes que yo saliera…

-Lo haría cuando escuchó tu nombre – dijo Pam – te llamaron dos veces. Pobre hombre, que impresión se llevaría.

Pam la acompañó a sentarse en una silla, tenían que esperar a que se calmase un poco el ambiente, pues suponían que habría sido una conmoción cuando salió a declarar una persona a la que todos daban por muerta.

El fiscal general, que era un agradable cincuentón de cabellos entrecanos, llamado Peter Morrison, entró en ese momento. Quería saludar a Kate y agradecerle por su declaración tan acertada. Le dijo que aunque con toda seguridad, no sería necesario que volviera a declarar, a lo mejor tenían que llamarla de nuevo por lo que debería permanecer en el piso franco hasta que todo terminara e incluso tendrían que aumentar la seguridad, pues ya era del dominio público que seguía con vida, aunque por otro lado en el hipotético e improbable caso de que le pasara algo todo el mundo sabría quien había sido el culpable.

Llamaron a la puerta y un oficial pidió permiso para entrar. El fiscal lo hizo pasar, preguntándole que se le ofrecía.

-Ahí afuera hay un señor que dice llamarse Castle y que pregunta si sería posible hablar con la testigo, ahora que ha terminado la sesión – dijo el oficial.

Kate no pudo evitar sobresaltarse al escuchar su nombre, pero antes de que pudiese decir algo, fue el mismo fiscal quien respondió.

-Dígale a ese señor que hasta que no termine el proceso no va ser posible hablar con la testigo.

-De acuerdo señor – dijo el oficial – con permiso – y salió de la sala.

-¿Conoces a ese tal Castle que quiere hablar contigo? – le preguntó el fiscal a Kate.

-Es mi novio – dijo ella con lágrimas en los ojos – o al menos lo era hasta que me morí, ahora no sé qué será.

-¿Estaba presente en el juicio?

-Parece ser que sí – respondió Pam.

-¿Y ese pobre hombre no sabía que estaba viva?, ¿acaba de enterarse ahora? – preguntó el fiscal solidario.

-No tenía ni idea – dijo Kate – es lo que me dijeron, tenía que desaparecer sin implicar a nadie de mi vida.

-Menudo papelón – dijo el fiscal – y ese novio suyo, ¿es insistente?

-Ni se lo imagina – respondió Kate esbozando una media sonrisa y recordando lo pesado que podía llegar a ser Castle cuando se lo proponía.

-Bueno, pues si insiste demasiado, tendremos que ver la forma de tranquilizarlo – dijo el fiscal pensativo.

-¿Cómo? – preguntó Kate alarmada – ¿no irán a hacerle daño? – pensando en que podrían hacerle para mantenerlo alejado.

-Tranquila mujer – sonrió el fiscal – ya verás como no le pasa nada. Bueno será mejor ir saliendo, ya tienen que haberse ido los periodistas y todo el mundo – y dirigiéndose a Kate – siento que tenga que seguir encerrada, pero tenemos que seguir teniendo cuidado. De todas maneras, no será por mucho más tiempo. Mañana vamos a presentar a otro testigo esencial, ya es el último, y si mi intuición no me falla, vamos a darle el golpe de gracia al senador Bracken.

-¿Es el otro testigo que también estaba escondido como yo? – preguntó curiosa.

-¿Cómo sabe usted de ese testigo? – preguntó el fiscal.

-Se lo dijimos nosotros cuando fuimos a California a prepararla para declarar – explicó Alice – ella quería saber si de verdad había valido la pena tener que esconderse, si realmente había estado en peligro y entonces nosotros le contamos un poco, pero ella no sabe quién es, solo que hay alguien más como ella.

-No importa – dijo el fiscal – si Dios quiere en unos días acabará todo esto, vaya a descansar, se lo merece – y se despidió sin más.

Salieron del despacho. Los pasillos estaban desiertos. Tomaron el ascensor hasta el garaje y ya allí cada uno se dirigió a su vehículo, Kate, Pam y otros dos agentes, a la furgoneta negra que Kate tenía más que aborrecida.

Estaba agotada, de lo único que tenía ganas era de llegar a la casa, abrazar a su hijo y dormir un rato.

.
oooooooooooooooooooooooooo

.
"Hay probabilidad de que ocurran cosas inesperadas

en cada segundo de nuestra frágil existencia."

Paulo Coelho

.
Como cada día y al finalizar la sesión, las diferentes cadenas de radio y televisión hacían un especial informativo con los pormenores de la jornada. El juicio contra el senador Bracken se había convertido en la noticia más comentada de la ciudad. En otra parte de la gran manzana, en la comisaría 12th la agente Karpowsky que seguía religiosamente el juicio por una pequeña radio que llevaba conectada a la oreja, fue la primera persona del lugar que escuchó el nombre de la testigo sorpresa. El café que tenía en las manos se le cayó al suelo y sin detenerse a recogerlo salió corriendo hasta las mesas de sus compañeros Ryan y Esposito que estaban ya recogiendo para marcharse.

-Chicos, chicos – gritó una acalorada Karpowsky que se acercaba corriendo a ellos.

-¿Qué te pasa?, ¿Hay un caso nuevo? – preguntó Ryan más que extrañado, porque no era ella precisamente quien les avisaba de los nuevos casos.

-Poned la televisión – dijo señalando al aparato que había allí, en una repisa en alto.

-Pero, ¿Qué ocurre? – preguntó Esposito mientras la encendía.

-No os lo vais a creer, pero Becket ha declarado esta tarde en el juzgado.

-Pero, ¿Qué dices? – preguntó Esposito molesto – ¿acaso te has vuelto loca?, eso es imposible.

-Que no, que no lo es – intentó explicar Karpowsky – que lo han dicho por la radio, que todo este tiempo ha estado escondida y…

-¡Callaos los dos! – dijo Ryan interrumpiendo para poder prestar atención a las palabras de un periodista jovencito, vestido con traje de chaqueta oscuro, con gafas y repeinado que parecía el empollón de la clase.

El periodista estaba dando cuenta de los últimos acontecimientos de la jornada hablando de la sorprendente aparición de la inspectora Becket a la que todos daban por muerta después de haber sufrido un terrible accidente. Explicó también para los que desconocían los hechos, como después de sufrir serias amenazas contra su vida, había simulado su muerte, entrando dentro del programa oficial de protección de testigos.

-¡La leche! – no pudo menos que exclamar Esposito – tengo que avisar a Lanie – y tomó el teléfono para avisar a la forense.

Poco a poco se había ido formando un corrillo con todos los policías que había en la comisaría, que escuchaban atentamente como la compañera a la que creían muerta, realmente no lo estaba.

Gates esa tarde se había marchado temprano, alegando que tenía que asistir a una reunión importante, pero sin dar muchas más explicaciones. Sabía que era el día que le tocaba declarar a Becket y que más tarde o más temprano, todos se enterarían de que estaba viva, y aunque era consciente de que no tendría más remedio que dar explicaciones, esa tarde no le apetencia en absoluto, así que se quitó cobardemente de en medio y se fue a su casa a seguir las novedades sobre el juicio por la televisión.

Los policías de la 12th no salían de su asombro. Esposito había hablado con Lanie que se había quedado bastante impresionada y que fue la única que se acordó del escritor, preguntándole por él a Javier, que le dijo que no tenía ni idea, que ni siquiera se había acordado de él con la impresión de la noticia y que en cuanto le colgase a ella, lo llamaba. Lanie le dijo que lo dejaba y que le esperase en la comisaría que en cuanto recogiese todo se iba para allá, y que intentase localizar a Castle, que seguro que él la había visto pues estaba allí y que tenía que contarles todo.

Nada más colgarle a Lanie, marcó el número de Castle, pero el escritor seguía con el teléfono en silencio después de la sesión de la tarde, así que no lo oyó y no pudo contestarle.

-¡Ey bro! – llamó la atención de su compañero que seguía atentamente lo que daban por televisión.

-¿Qué quieres? – dijo Ryan mirándolo – estoy que no me lo creo.

-Ni yo – le contestó su amigo – y Lanie también se ha impresionado bastante y estoy llamando a Castle, pero no me contesta.

-¡Ahí va!, es verdad, Castle ha tenido que verla, él ha ido todos los días, vuelve a llamarlo.

-Ya lo intento, pero no lo coge.

-A saber como se habrá quedado cuando la haya visto. Voy a llamar a su casa, a ver si está allí.

Ryan llamó al loft y después de varios tonos de llamada, le contestó Martha un poco agitada, explicándole que acababa de entrar por la puerta, Kevin le preguntó por Castle y Martha le dijo que aún no había vuelto del juzgado, que si no habían quedado con él como los demás días. Le explicó lo que había ocurrido y como todos acababan de enterarse que Kate seguía viva. Martha casi se cae de la impresión al conocer la noticia, y ya bastante preocupada les dijo a los chicos que no tenía ni idea de donde estaba su hijo, pero que seguro que estaba pasando un mal rato. Los chicos se despidieron de ella, prometiéndole que saldrían a buscarlo y diciéndole que la avisarían en cuanto supiesen algo. Martha les dijo que si volvía a casa, ella misma les avisaría.

Estuvieron allí esperando a que llegara Lanie, pendientes de la televisión. Cuando llegó la forense, volvió a preguntar por Castle, cuando le dijeron que no contestaba al teléfono y que además tampoco estaba en su casa, Lanie se preocupó por él y propuso salir a buscarlo, a lo que los chicos contestaron que ya lo habían pensado, pero que la estaban esperando.

Salieron a la calle y se montaron en el coche de Ryan, poniendo rumbo a los juzgados, por si estuviese por allí. Dieron un par de vueltas con el coche, pero allí no había nadie, solo los camiones de televisión y algún que otro curioso, pero a Castle no se le veía por ningún lado. Además la Audiencia ya estaba cerrada.

Fue Esposito quien propuso acercarse a "La Guarida" por si el escritor había decidido pasarse por allí.

Entraron y enseguida se dirigieron al camarero a quien le preguntaron por Castle. A Brian ni siquiera le dio tiempo de responder, pues ya Castle subía por las escaleras.

-¡Hola chicos! – dijo con sorpresa – ¿Qué hacéis aquí?

-Pues buscándote, tío – respondió Esposito – que nos tenías preocupado.

-Ya os habéis enterado, ¿no? – dijo el escritor.

-Es la noticia del día – dijo Ryan – ha salido en la televisión y la radio.

-¿La viste, Castle? – preguntó Lanie acercándose a él – ¿Cómo está ella?...

-Si la he visto – dijo con una expresión indescifrable en la cara – tiene el cabello más corto, me miró y… – tragó saliva – chicos por un momento creía que me había vuelto loco, no podía creer lo que veían mis ojos.

-Menuda impresión, yo tampoco podía creérmelo cuando Javi me llamó para contármelo – dijo Lanie con un suspiro – quien se iba a poder imaginar que Kate estaba por ahí escondida – y, ¿Cómo estas tu chico escritor?

-No lo sé Lanie – dijo Castle con sinceridad – por un lado me siento como un idiota al que han engañado durante meses, pero por otro no puedo dejar de alegrarme de que esté viva.

-¿Pudiste hablar con ella después de la sesión? – preguntó la forense con curiosidad.

-No – respondió Castle – lo intenté, pero no me dejaron, dicen que no es seguro hasta que no termine el juicio.

-¿Y qué vas a hacer ahora? – preguntó Ryan.

-No sé, la verdad, sé que debería irme a casa, pero por otra parte quisiera saber más, pero no sé a quién acudir – dijo suspirando audiblemente.

-Por cierto Castle, llama a tu casa y tranquiliza a tu madre – dijo Esposito.

-Pero, ¿Qué ha pasado?

El hispano le explico que en cuanto se enteraron de que Kate seguía con vida, empezaron a intentar localizarlo y que llamaron a su casa. Tuvieron que contarle a Martha y esta se había quedado preocupada. Así que Castle sacó el teléfono notando la cantidad de llamadas perdidas que tenía, no solo de sus amigos sino de su casa y llamó a su madre para decirle que estaba bien y en compañía de los chicos en "La Guarida".

-¿Queréis tomar algo? preguntó el escritor.

-Unas cervezas no estarían mal – dijo enseguida Esposito.

-El mismo Castle sirvió las cervezas, él decidió seguir tomándola sin alcohol, necesitaba estar lo más lúcido posible en esos momentos.

Estuvieron hablando un rato sobre los últimos acontecimientos. Castle estaba nervioso, una idea había empezado a rondarle la cabeza.

-¡Ey chicos! – dijo llamándoles la atención – estoy pensando y ¿os parece que Gates pueda saber algo?

-¿Por qué lo preguntas? – dijo Ryan con curiosidad.

-¿Os acordáis de los últimos días antes del accidente?

-Yo si me acuerdo – dijo Esposito – Becket se pasaba el día entero metida en el despacho del capitán.

-Exacto – corroboró Castle – ella me dijo que era porque la habían propuesto para un ascenso, luego cuando todo pasó y Gates nos explicó que había recibido amenazas, llegue a pensar que se reunía tanto con el capitán viendo la forma de ponerle seguridad, pero ¿Y si lo que estaban era organizando su inclusión en el programa de protección de testigos?

-Si es como dices, Gates nos ha estado mintiendo todo este tiempo – dijo Esposito con cierto resentimiento.

-Tengo que hablar con ella – dijo Castle con decisión – ¿Seguirá aun en comisaria?

-Gates se marchó temprano en la tarde – dijo Ryan – a lo mejor sabía lo que se avecinaba y prefirió quitarse de en medio – dijo el irlandés con acierto.

-Entonces iré a su casa – dijo Castle levantándose – ¿Sabéis donde vive?

-Claro que lo sabemos – dijo Esposito – pero no vamos a llevarte a su casa, ¿es que quieres que nos expedienten?

-No hace falta que me llevéis, puedo tomar un taxi.

-Yo te acerco – dijo Ryan – pero te espero fuera.

Al final se montaron los cuatro en el coche de Ryan y este condujo hacia la zona residencial, donde sabía que vivía el capitán Gates.

-No creo que le haga mucha gracia que invadas su intimidad – dijo Esposito – y además es tarde.

-Me da igual, todavía no son las nueve de la noche, más de una vez hemos estado en comisaría a estas horas, ella incluida y no ha puesto ninguna pega, solo quiero que me diga cómo puedo ponerme en contacto con Kate, no tenéis ni idea de la necesidad que tengo de verla.

-Nosotros mejor te esperamos en el coche, ¿Vale tío? – dijo Esposito.

-¡Cobardes! – escupió Lanie con desprecio – ¿Quieres que vaya yo contigo chico escritor?

-No hace falta Lanie – dijo Castle con media sonrisa – si Gates me mata y no salgo nunca de su casa, necesito que haya testigos fuera – y salió del coche.

Llegó hasta la puerta y llamó al timbre, oyó un perro ladrar y la voz de un hombre que decía:

-¡Tranquilo Cooper, tranquilo!, vamos a ver quién es.

Un hombre alto, aguantando por la correa del cuello a un labrador, abrió la puerta.

-Buenas noches, ¿Qué se le ofrece?

-Buenas noches señor, me llamo Richard Castle – se presentó – ¿Podría hablar con el capitán Gates?

-Yo soy el capitán Gates, ¿nos conocemos?

-Perdón señor – dijo Castle dudoso – el capitán que yo busco es Victoria Gates.

-¡Esta mujer…! – dijo el capitán Gates meneando la cabeza, abriendo más la puerta e invitándole a pasar – ¡Vicky! – llamó – te buscan.

Una sorprendida capitán Gates embutida en un chándal de color rosa arropía llegó hasta la entrada.

-Señor Castle, ¿Qué hace usted aquí?, ¿Cómo se le ocurre venir a mi casa y a estas horas?

-Lo siento mucho señor – dijo Castle – pero tenía que hablar con usted.

-¿Y de que tiene que hablar conmigo si puede saberse? – inquirió a sabiendas de lo que ese hombre quería.

-De Kate Becket – dijo serio – usted lo sabía, ¿verdad?, todo este tiempo lo ha sabido y me ha estado engañando, se ha estado riendo de mi dolor, haciéndome perder el tiempo en una investigación absurda y…

-Oiga – dijo el señor Gates – no sé quien es usted aunque lo imagino, pero no le permito que le hable así a mi esposa.

-Lo siento – se disculpó Castle – pero es que ella…

-Las cosas no son como usted piensa – lo interrumpió Gates.

-Pues dígame como son – suplicó Castle.

-Pete – refiriéndose a su marido – estaremos en el despacho, no te preocupes.

Y con un gesto lo invitó a pasar hasta una amplia habitación con dos mesas de escritorio enfrentadas. En medio había dos sillones y una mesa baja.

El señor Gates se asomó por la puerta.

-¿Quiere tomar algo? – preguntó educado – ¿Un café?

-No gracias – contestó Castle – solo quiero hablar un momento con el capitán, y en seguida me marcho.

Gates tomó asiento indicándole a Castle el otro sillón. Se sentó nervioso, ansioso por escuchar lo que Gates tenía que contarle.

-Verá señor Castle – empezó a hablar la mujer – como le he dicho las cosas no son como parecen…

Y le fue relatando como había sucedido todo, desde que la llamaron para avisarle de las amenazas de muerte a Becket y como fueron tramándolo todo para ponerla a salvo.

-Pero, ¿Por qué no me dijeron nada? – preguntó confuso y dolido – usted mejor que nadie sabe lo que he llorado la pérdida de Becket.

Gates le contó de la preocupación de Kate, tanto por su padre y su posible recaída en el alcoholismo, como de hacerle saber a él lo que ocurría.

-A su padre tuvo que decírselo, estaba muy preocupada por su salud…

-¿Jim se fue con ella?, ¿Está bien?

-Perfectamente – contestó Gates – ese hombre decidió abandonar su vida y acompañar a su hija.

-¿Y yo? – preguntó exaltado – ¿Y a mí por qué no me lo dijeron? Yo también hubiese abandonado todo por estar con ella, no me hubiese importado dejar mi vida, para acompañarla.

-¿Y su hija y su madre? – preguntó Gates – ¿Qué hubiese sido mejor para ellas, abandonar también su vida para irse con ustedes o llorar su repentina e inesperada muerte?

Castle no supo que responder ante esto.

-Fue una decisión dolorosa, pero se hizo lo que se debía.

-¿Cómo pudo engañarme de esa manera? – preguntó dolido – debí parecerle un auténtico idiota.

-Para nada señor Castle, no crea que ha sido fácil mantener el secreto y verlo sufrir de ese modo, no solo a usted sino a Esposito, Ryan y a los demás de la 12th. – dijo con pesar – no soy tan insensible como pueda parecer, ha habido momentos en los que literalmente he tenido que morderme la lengua para no gritar que Kate Becket, estaba viva, pero pensar en que estaba a salvo, me hacía mantenerme callada.

-Señor – titubeó Castle – al poco de morir, bueno de irse Kate me enteré que estaba embarazada, ¿sabe usted si en el accidente…? – preguntó temeroso de que ese niño hubiese dejado de existir.

-Ya le he explicado que no hubo ningún accidente, fue todo simulado y déjeme decirle que tiene usted un bebé encantador – dijo Gates con una sonrisa, recordando al simpático Ricky, la verdad es que en las pocas veces que lo había visto, el niño le había ganado el corazón con su simpatía.

-¿Un bebé?, yo… ¿un…? ¿es…? – Castle no paraba de titubear nervioso.

-Es un niño, y además de su nombre también lleva su cara – no pudo evitar volver a sonreír, sintiéndose como una autentica abuela – es realmente asombroso como se parece a usted.

-Tengo un hijo – fue capaz de decir por fin – señor, necesito verlos, me dijeron en el juzgado que no podría ver a Kate hasta que acabase el juicio, pero necesito verlos por favor.

-Lo entiendo – dijo Gates comprendiendo – ¿Asistirá mañana al juzgado?, ¿Sabe si Kate volverá a declarar?

-No sé si ella volverá a declarar – dijo dudoso – y en cuanto a asistir al juicio, debería hacerlo – dijo recordando su proyecto de libro – pero no sé qué hacer.

-Vaya al juzgado y mientras yo intentaré por todos los medios que pueda verlos, en cuanto sepa algo le mandaré un mensaje, avisándole. Y ahora vuelva a su casa y descanse, le hace falta.

-Gracias señor – dijo Castle levantándose – muchas gracias y buenas noches – encaminándose hacia la puerta – esperaré ansioso su mensaje.

-Veré lo que pudo hacer aunque no le prometo nada, buenas noches señor Castle – abriendo la puerta – ¡ah! y salude a Esposito y Ryan, de mi parte.

-Claro señor – dijo Castle, pensando que esa mujer tenía un ojo en el cogote, por lo menos.

Castle salió a la oscura calle. De momento pensó que sus amigos se habían cansado de esperar y se habían marchado, pero un destello de luces, le indicó que aún seguían ahí. Se acercó hasta el coche y abrió la puerta para entrar.

-Creí que os habíais ido – les dijo a sus amigos.

-Estos dos cobardes – espetó Lanie – que tenían miedo de que los viesen.

-Sabía que estabais aquí, me ha dado recuerdos para los dos.

-¡Vaya! – dijo Esposito.

-¿Y bien? – preguntó Lanie.

-Están bien, todos están bien – dijo alegre – Kate, Jim y chicos ¡tengo un hijo! – rio de felicidad.

-¡Enhorabuena chico escritor! – dijo Lanie abrazándole efusivamente – ¿Cuándo podrás verlos?

-Gates me ha dicho que mañana vuelva al juicio, por si Kate volviese a declarar, y que ella mientras va a hacer todo lo posible para que pueda verlos.

-¿Qué más te ha contado Gates, Castle? – preguntó Lanie con curiosidad.

Castle les fue contando lo mismo que Gates le había dicho a él sobre cómo habían pasado las cosas. Llegaron hasta el loft de Castle, Ryan aparcó en la puerta mientras Castle les terminaba de contar. Cuando por fin acabó les dijo:

-Os invitaría a subir, pero estoy agotado.

-Claro que sí, ahora a descansar, y ya mañana nos vemos – dijo Kevin.

Lanie le dio un beso de despedida en la mejilla, diciéndole:

-Me alegro mucho, si consigues verla, dile que la queremos y que la hemos echado de menos.

Castle se despidió de sus amigos y subió a su casa, donde una intranquila Martha, acompañada de Alexis, que se había enterado de la noticia por la televisión, lo estaban esperando.

-¡Hijo!, ¿estás bien?

-¡Papá! – dijo la pelirroja abrazando a su padre.

-¡Hola madre! – dijo dándole un beso en la mejilla – Alexis, ¿Qué haces aquí?

-Lo vi en la tele, llame a la abuela, porque tu no cogías el móvil, y cuando me contó, me vine para acá.

-¿Qué ha pasado?, ¿Cómo es eso de que Kate está viva?, es inaudito, querido – preguntó Martha, curiosa – y por supuesto, una gran noticia.

-Venid, que os cuento. Se sentó con su madre y su hija en el sofá de la sala y como anteriormente había hecho con sus amigos, les fue contando todo, para terminar con un felicísimo:

-¡Tengo un hijo!, el bebé nació y está bien, es un niño y se llama como yo – dijo sin poder ocultar el orgullo y la alegría que sentía – tienes un hermanito, calabaza.

-¡Oh papá! – dijo Alexis abrazándolo – me alegro tanto, estoy deseando conocerlo, ¿Cuándo podremos verlo?

-No lo sé, hija, espero que sea pronto, y ahora si me disculpáis, creo que me voy a la cama, mañana quiero volver al juzgado, y la sesión es muy temprano.

-Claro hijo, descansa – dijo Martha, dándole un beso – estoy feliz de saber que todos están vivos.

-Buenas noches papá, yo también me voy a dormir – y abrazando a su padre le dijo – me alegro mucho de que Kate y el bebé estén bien, papá.

-Lo sé, cielo. Buenas noches a las dos, os quiero – y se encaminó a su habitación.

Cuando se acostó, volvió a pensar en ella, como cada noche hacía, pero ya no le acompañaba la melancolía, al contrario, un enorme sentimiento de alegría y sobre todo una inmensa paz y tranquilidad llenaban su corazón.

CONTINUARÁ…

N/A: alexandra_1010, espero que después de este capítulo, no me llores más, salvo que sea de alegría 😘💙😎 (por lo menos en esta historia 😋)

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