Mi vida sin ti

By Eriada-Casbeks

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Algo horrible ocurre en la vida de Castle y Becket, ella sufrirá un accidente mortal. ¿Cómo afrontará su vida... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Epílogo

Capítulo 7

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By Eriada-Casbeks

"Aprendí que no se puede dar marcha atrás,

que la esencia de la vida es ir hacia adelante.

La vida, en realidad, es una calle de sentido único."

Agatha Christie

.
Castle estuvo casi diez días sin aparecer por la comisaría. Saber que Kate estaba embarazada cuando murió lo sumió de nuevo en una profunda tristeza. Martha, lo miraba preocupada, lamentándose que aquel hecho volviera a alterarle, ahora que parecía que empezaba a recuperarse un poco. Alexis vino de Columbia a quedarse unos días, había terminado sus exámenes exitosamente, y pensó en pasar ese tiempo con su padre. Venía decidida a organizar varias actividades padre – hija, a ver si así conseguía animarlo un poco.

Cuando lo vio otra vez tan decaído, se preocupó y fue cuando su abuela, le contó lo de la ecografía que había encontrado en casa de Kate. Alexis lo sintió mucho y se le hizo un nudo en la garganta. Se dirigió al despacho donde su padre permanecía sentado delante del ordenador, mirando al vacío.

La abuela me lo ha contado – dijo acercándose a la mesa.

Iba a ser padre otra vez – suspiró Castle – yo quería tener hijos con Kate, pero pensé que quizás aún no estuviese preparada.

Lo sé – dijo Alexis – y lo siento mucho – se le saltaron las lágrimas – de verdad papá, me hubiese encantado tener un hermano.

Quise hacer las cosas en orden – siguió Castle a lo suyo – primero pedirle que se casara conmigo y ya luego tener hijos, pero no me dio tiempo, me la quitaron antes de que ni siquiera pudiese darle su anillo de compromiso.

¿Le compraste un anillo a Kate? – preguntó Alexis sorprendida – ¿Ibas a pedirle que se casara contigo?

Se lo iba a pedir por nuestro primer aniversario, ese era mi regalo, yo le pediría matrimonio y ella me iba a decir que iba a ser padre – suspiró audiblemente – y en solo unos minutos mi vida se fue a la mierda. Ojalá hubiese estado en ese coche con ella.

No digas eso papá – sollozó Alexis – puedo entender lo mal que lo estás pasando, pero yo también te necesito, no sé qué hubiese sido de mí, si te hubiese perdido.

Castle alzó la vista y miró a su hija, que lloraba sin ningún tipo de recato y se le partió el alma. Su niña no tenía la culpa de su desesperación. Se levantó y se acercó a ella para abrazarla.

Lo siento cariño – le dijo mientras la besaba en la cabeza – no me hagas caso.

¿Por qué no te arreglas y te vienes a dar un paseo? – le preguntó – hace un día precioso, anda anímate.

No tenía ningunas ganas de salir a la calle, pero Alexis no tenía la culpa y además le vendría bien un poco de aire.

Vale, voy a ducharme y me arreglo para salir.

Mientras yo se lo digo a la abuela, por si quiere acompañarnos – y salió del estudio en dirección a la cocina.

Castle entró al baño para ducharse y afeitarse, había vuelto a descuidarse en su aspecto personal. Tardó alrededor de media hora, pues una vez debajo del chorro de agua caliente dejó volar su imaginación recordando las veces que había hecho el amor, con Kate en esa misma ducha.

Cuando salió de su cuarto al estudio, ya vestido y como era habitual en él en los últimos tiempos, de riguroso negro, le sorprendió oír voces en el salón de la casa. Y más se sorprendió cuando vio a Lanie y Esposito sentados en el sofá.

¡Hola chicos! – saludó – ¿Qué os trae por aquí?

¡Tú, nos traes por aquí! – dijo Lanie un poco exaltada – ¿se puede saber por qué has desaparecido sin decir nada?

Yo no he desaparecido – dijo confuso – solo dejé de ir unos días porque no me sentía bien – dijo sin querer dar más explicaciones.

Cuando uno no puede asistir a su trabajo, llama para excusarse – dijo Esposito – pensamos que te había ocurrido algo.

¿Y por qué iba a ocurrirme algo?

Cuando te fuiste el último día ibas a ir a casa de Becket a ver si encontrabas algo que pudiese servirnos de ayuda – explicó Javier – era la primera vez que ibas a entrar en esa casa desde, desde… – y no supo cómo seguir.

Desde la muerte de Kate – dijo Castle – si, era la primera vez que iba hasta allí.

¿Y encontraste algo? – preguntó Esposito curioso – ¿has visto algo que nos pueda servir para seguir la investigación?

Yo…, yo no encontré nada – dijo con un nudo en la garganta y sentándose en el sofá frente a ellos.

Lanie no había apartado la mirada de Castle y perspicaz como era notó enseguida, que el escritor no les contaba la verdad.

Sí que encontraste algo, ¿cierto Castle?, ¿Qué es lo que viste en casa de Kate que te ha trastornado tanto?

Castle iba a seguir guardando el secreto, pero tampoco tenía nada de malo, compartirlo con sus amigos, a lo mejor eso le aliviaba un poco su pesada carga.

Kate estaba embarazada – dijo escuetamente, mirando a Lanie a los ojos – encontré el regalo que iba a hacerme por nuestro primer aniversario – y se levantó para traer del cajón de la mesa del estudio la ecografía enmarcada, que le tendió a la forense.

¡Oh Castle! – dijo Lanie comprensiva y con los ojos brillantes – lo siento, lo siento tanto, imagino como debiste sentirte – dijo tomándole las manos intentando transmitirle ánimos.

¿Y encontraste algo más que pudiera servirnos? – dijo Esposito un poco brusco, interrumpiendo el conmovedor momento.

¡Javi no seas burro! – le riñó la forense indignada – ya nos contará Castle si encontró algo o no.

No pude seguir buscando – dijo el escritor con culpabilidad – me derrumbé y cuando me repuse un poco me vine a casa, no he vuelto a ir por allí – dijo suspirando – y sé que tengo que hacerlo, debo recoger sus cosas y dejar la casa, por mucho que me duela, ella no va a volver, es absurdo seguir pagando el alquiler.

¿Quieres que te ayude a recoger sus cosas? – se ofreció Lanie – Kate era mi amiga, sé que pasaremos un mal rato, pero podemos pasarlo juntos.

¿Harías eso por mí? – preguntó Castle.

Por ti y por Kate – le contestó Lanie – si quieres podemos quedar mañana aprovechando que es domingo y empezar a recoger algunas cosas, sé donde conseguir cajas.

Y viendo que Esposito iba a volver a intervenir probablemente para decir otra inconveniencia, lo señaló mandándolo a callar, antes de que volviese a meter la pata, diciendo:

Y estaremos pendientes por si encontramos algo que pueda servir a la investigación.

¿Cuándo volverás por comisaría? – preguntó Javier – Gates nos preguntó si te había ocurrido algo.

Volveré el lunes, debo terminar de revisar todos esos archivos, ¿se sabe ya la fecha del juicio contra Bracken?

No – dijo Javier – después de las noticias que salieron el otro día cuando tú llevaste los periódicos, no se ha vuelto a saber nada, supongo que saldrá en prensa cuando se sepa la fecha. No te preocupes que ya nos enteraremos.

Quiero estar allí y ser testigo de primera fila cuando condenen a ese desgraciado a cadena perpetua, lástima que no haya pena de muerte en este estado – se lamentó Castle hablando con rencor.

Yo también, y Ryan, eso no vamos a perdérnoslo.

Lanie y Javier se despidieron de él y como prometió, salió a dar un paseo con su hija. Martha les dijo que prefería quedarse en casa y preparar el almuerzo.

Al día siguiente se encontró con Lanie en la entrada del apartamento de Kate, que es donde habían quedado. Ella llevaba varias cajas desmontadas para utilizarlas para embalar las cosas de Becket.

Estuvieron gran parte del día guardando la ropa y otras pertenecías de Kate. Muchas prendas, todavía conservaban su olor. Los dos lo pasaron mal, muy mal, porque no podían evitar evocar muchos momentos que habían compartido con ella. Más de una vez terminaron los dos llorando o riendo, recordando alguna anécdota. Fue una larga jornada, pero al final habían empaquetado toda la ropa y objetos personales en varias cajas, incluidos los libros y discos. Solo quedaba desmontar el ordenador y vaciar los cajones donde ella guardaba documentos y papeles importantes.

¿Qué vas a hacer con todo esto? – preguntó Lanie señalando el montón de cajas.

Supongo que alquilaré un trastero para guardarlo todo, no me siento capaz de regalar nada – dijo con un suspiro – ¿tú quieres quedarte con algo?

Solo con algunas fotos, si no te importa.

Claro que no, puedes llevarte lo que desees, no imagino nadie mejor para quedarse con sus cosas.

¿Y el piso?, ¿Dejarás de pagar el alquiler?

Mis abogados se estaban encargando de este alquiler y el del estudio del padre de Kate. Creo que contrataré una empresa, para que vacíe el estudio del señor Becket y lleven todo al trastero que alquilaré. Después pueden llevarse estas cajas y los muebles, de momento lo guardaré ahí, ya más adelante veré que hago.

¿Terminamos de revisar los cajones a ver si encontramos algo que pueda ser útil?

Claro – dijo Castle lacónico.

Al final solo había lo que Castle, sabía que Kate tenía, lo de la ventana y poco más. Terminaron de recogerlo todo, cuando los sorprendió el timbre de la puerta. Castle fue a abrir y se encontró con Esposito que venía a recoger a Lanie. Lo hizo pasar mientras que terminaba de recoger y le comentó que desafortunadamente no habían encontrado nada interesante.

Castle cerró la casa y se despidieron hasta el día siguiente, que se verían en comisaría.

El lunes por la mañana, después de desayunar, Castle volvió al cementerio. Después de enterase del embarazo de Kate, se encerró en su casa y no fue capaz de ir a verla.

Se sentó como siempre junto a su lápida y quitó la flor marchita para cambiarla, esta vez por dos rosas, una roja por ella y otra blanca por su bebé. Le contó que se había enterado que estaba embarazada y que le había encantado su regalo de la ecografía enmarcada. Que ser el padre de su hijo hubiese sido el mejor de los regalos. Por primera vez le contó lo que él pensaba regalarle, el anillo de compromiso y se lamentó por la vida que pudieron haber tenido.

No pudo evitar emocionarse, estuvo allí un rato, hasta que decidió que era el momento de irse. Se levantó y se despidió de ella con un sentido:

Adiós mi amor, me voy a la comisaría, ahora me toca a mí hacer justicia.

Y salió del cementerio poniendo rumbo a la 12th. Cuando llegó, saludó a los chicos y a Gates, que estaba fuera de su despacho, hablando con ellos.

Me alegra ver que ya está bien – le dijo Gates sincera, realmente había llegado a preocuparse por el escritor – ya me dijo Esposito que estuvo un poco indispuesto.

Gracias señor, con su permiso volveré a mi trabajo – y sin decir más se dirigió a la sala de descanso a seguir con la tarea que se había autoimpuesto, que ahora además consistía en investigar al senador Bracken, pues aunque Gates no se lo había confirmado, Castle estaba más que seguro de que era él, el culpable de la muerte de Kate.

Gates lo miró con lástima, empezaba a caerle bien ese hombre. Era sorprendente la devoción que demostraba por su inspectora. Más de una vez tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano, para no gritarle que Becket estaba viva, aunque no pudiera reunirse con ella en esos momentos y que podía volver a sonreír y a gastar bromas.

Otra cosa que hizo Castle, una vez fue capaz de volver a pensar con un poco de cordura, fue ponerse en contacto con la fiscalía del estado para ofrecerse como testigo para el juicio. Habló con los abogados que le atendieron y les contó todo lo que sabía sobre el caso de Johanna Becket, los policías corruptos y las sospechas que tenía que quizás la muerte de Kate no había sido accidental como todos pensaban.

Los abogados tomaron nota de todo y le dijeron que se pondrían en contacto con él en el caso de que lo necesitasen, y que en las investigaciones que habían tenido que llevar a cabo para preparar el caso, ya se habían topado con esa historia y se habían documentado para presentarla como parte de la acusación.

Lo único que lamentaba Castle de toda esta situación es que con toda seguridad el nombre de Roy Montgomery saldría a la luz y no precisamente por sus proezas como policía.

Un par de semanas más tarde, recibieron la desagradable noticia de que al senador Bracken le había dado un infarto cerebral y estaba muy grave en el hospital, por lo que el juicio se retrasaría hasta que estuviese restablecido.

Espero que ese hijo de puta sobreviva para que lo juzguen y lo condenen – dijo Ryan muy cabreado.

Si – corroboró Esposito – sería muy injusto que muriese en una cómoda cama de hospital, sin posibilidad de pudrirse en la cárcel.

Castle que estaba allí con ellos y que no había recibido muy bien la noticia dijo categórico.

Sobrevivirá, tiene que vivir para pagar con el resto de su vida todos y cada uno de los crímenes que ha cometido. Y nosotros vamos a verlo caer en lo más bajo. Mientras, hay que seguir investigando, para encontrar todo lo que sirva para acabar con él.

Y sin más, se volvió a su despacho a seguir trabajando.

.
oooooooooooooooooooooooooo

.
"Jamás en la vida encontraréis ternura mejor

y más desinteresada que la de vuestra madre."

Honoré de Balzac.

.
Kate tuvo un parto relativamente corto, enseguida le pusieron a su bebé encima y ella solo pudo mirarlo con infinita ternura, pero se lo llevaron tan pronto para reconocerlo y asearlo que casi ni le dio tiempo a ver cómo era. Pero todos le dijeron que el bebé estaba bien, lo que la tranquilizó bastante.

Cuando estaba ya en la habitación, acompañada de Pam y su padre, llegó la enfermera con el niño y se lo puso en los brazos. El bebé estaba despierto y al mirarlo no pudo evitar recordar lo que le contó Castle que había sentido cuando le pusieron a Alexis en los brazos, porque ella sintió lo mismo. Al ver a su niño, ella también se sintió golpeada como por un relámpago, por ese sentimiento que Rick describía, como el inexplicable amor que solo puedes sentir por tu bebé y supo que como a él le pasó, su vida también había cambiado para siempre.

Solo lamentó que él, no estuviera allí con ella y su niño, y se fuera a perder los primeros días, meses o quizás años de la vida de su hijo.

Afortunadamente se recuperó muy bien del parto y en un par de días estaba de vuelta en casa. Jim y Pam, estaban un poco preocupados y habían hablado con Mark, pues temían que dado el estado de angustia en que se encontraba, y tantos cambios que últimamente había sufrido, terminaran degenerando en una depresión post parto.

Pero nada más lejos de eso, desde que Kate tuvo a su niño con ella, se sintió la mujer más feliz del mundo.

El bebé nació grande, 50 cm y 3,900 kilogramos y aunque los primeros días era difícil verle el parecido con nadie, y Mark le dijo que el color de ojos en un bebé no se definía hasta por lo menos los seis meses, ella estaba segura que el color gris azulado de los ojos de Ricky, terminaría convirtiéndose en un luminoso azul como los de su padre.

Unos meses antes del nacimiento habían empezado a preparar la habitación del niño. Justo al lado del dormitorio principal y enfrente del dormitorio que ocupaba Jim, había una habitación que habían destinado para ser su cuarto. Pam pintó tres de las paredes de azul celeste con nubecitas, simulando el cielo, y en la cuarta había dibujado un mural que sería la fantasía de cualquier niño, con un bosque encantado, que llegaba hasta una playa en la que había fondeado un barco pirata. A Kate le entusiasmó, y se prometió que cuando volviese a Nueva York, le pediría a Pam, que volviese a decorar la habitación de su hijo. Jim había comprado una bonita cuna y el resto de los muebles de madera de pino, en tono natural a un artesano de la zona. Así que la habitación del pequeño ya estaba completamente lista cuando este llegó a la casa, aunque como unos vecinos, le regalaron un precioso moisés de mimbre hecho por uno de ellos, Kate decidió usar este durante los primeros meses para poder tener al niño con ella en el cuarto, lo más cerca posible.

Pam estuvo de acuerdo, diciendo que así ella también podía ayudar en el cuidado del bebé, al fin y al cabo, era su otra mamá.

Ricky era un niño bastante tranquilo aunque tremendamente glotón, y que solo lloraba con desconsuelo cuando tenía hambre, lo que en las primeras semanas, era cada dos horas. Kate había decidido criarlo ella, mientras pudiese y de momento el niño se sentía totalmente satisfecho con la leche materna.

Le había ido sacando una foto cada día desde que nació, quería que su padre, pudiese conocer como había sido su hijo en cada momento de su vida. Claro que además de la foto diaria, le hacía muchas más, cuando estaba solo o con ella, bañándolo, con el abuelo, incluso dándole de mamar, se había sacado más de una fotografía.

Se sentía totalmente satisfecha en su nuevo rol de madre, la verdad es que nunca llegó a pensar, que su maternidad, la hiciese sentirse tan realizada. Ricky cada vez se parecía más a Castle, para su gran alegría. Tendría tres semanas, cuando le dedicó su primera sonrisa y ella en ese momento y a pesar de las circunstancias se sintió la mujer más feliz del mundo.

Otra amiga del pueblo, le regaló una manta portabebés, llamada manta canguro. A ella le encantó, aunque también había comprado un cochecito, llevar a su hijo siempre con ella, le apetecía mucho más.

Le aconsejaron que podría sacarlo a la calle, cuando tuviese dos semanas. Ella empezó las salidas, con paseos cortos por la playa, casi siempre en compañía de Jim y de Pam. Los dos estaban encantados y felices, con la llegada del bebé, Jim estaba plenamente dichoso con la llegada de su primer nieto y Pam, a quien le encantaban los niños, estaba reviviendo su propia maternidad con la llegada de Ricky y además era para Kate, una fuente inagotable de buenos consejos. Acudía a ella con frecuencia, cuando tenía alguna duda, y siempre sabía como actuar ayudándola a resolverla.

Aunque no tuviera allí a su padre, Ricky era afortunado de contar con su abuelo y Pam. Por fortuna, el niño se criaba sano y feliz. Era un bebé bastante sonriente que hacía las delicias de los tres adultos, sobre todo de su mamá que estaba absolutamente enamorada de su hijo.

Al mes de haber nacido Ricky, llegó Pam muy seria a la casa. Venía con su teléfono en la mano y le dijo a ella y a Jim que se sentaran que tenía algo importante que decirles.

Lo primero que pensó Kate, es que a Castle le había pasado algo, así que se sentó temblorosa esperando las malas noticias que creía que iba a oír. Lo que tenía que comunicarle era el infarto cerebral sufrido por Bracken, que le había dejado paralizado medio cuerpo y que esta circunstancia retrasaría el juicio varios meses. Kate lo lamentó mucho, se había hecho ilusiones de que en poco más de un par de meses podría volver a Nueva York, pero por otra parte saber que toda su gente de la ciudad se encontraba bien, hizo que se sintiera mejor. Además el niño era demasiado pequeño y temía tenerse que separar de él mientras durase el juicio, y para eso si que no estaba preparada.

Como si supiera que hablaban de él, Ricky empezó a lloriquear, demandando su ración de alimento. Estaba cómodamente instalado en su moisés, que al ser bastante manejable llevaban de un lado para otro de la casa, según estuviesen. El único sitio donde no lo ponían era en el estudio, por el fuerte olor a pinturas y disolvente, así que desde que nació, ella hacía su trabajo en la mesa del comedor.

Kate no tuvo más remedio que seguir viviendo en Santa María Beach. La verdad es que, a pesar de las circunstancias, se sentía cómoda en aquel lugar, y aunque no era donde quería estar, no podía dejar de reconocer, que era un buen sitio para criar a su hijo.

Fueron pasando los meses, Ricky iba con Kate a todas partes. En el pueblo todos lo conocían y le hacían carantoñas cuando lo veían en el portabebés con su madre. Él, que a medida que pasaba el tiempo era más sociable y extrañaba poco a los demás, a todos les contestaba con un sonrisa, que conmovía a Kate cada vez que la veía, pues le recordaba muchísimo a la sonrisa de Castle. Era costumbre verla en el mercadillo vendiendo su artesanía con el bebé a cuestas, siempre bien protegido con un gorrito y vistiendo alguno de aquellos peleles que a Kate no le gustaban mucho, pero que no podía dejar de reconocer que lo hacían parecer muy gracioso, vestido como ella decía de hippie bebé, aunque realmente más de una vez, parecía un duendecillo.

Aunque aún era pequeño, a ella le gustaba enseñarle las fotos del teléfono, o incluso algún video del ordenador, para que conociese a su papá.

Seguía pendiente de la vida de Castle, por internet, pero como su padre le dijera una vez, después de acabar la saga de Nikki Heat, de manera tan precipitada como lo hizo, no se había vuelto a saber de él en relación a la publicación de una nueva novela, aunque si había seguido asistiendo a algunos actos de promoción de sus otros libros, y como ya se había hecho habitual en él en los últimos meses, siempre serio, triste y vestido de negro.

Seguía molestándole mucho cuando en alguno de estos actos y a pesar de su cara larga y algunas veces, incluso de desagrado, lo veía rodeado de mujeres hermosas, o lo que era peor, con Gina colgada de su brazo. Entonces achuchaba al bebé y le decía seria:

Mira mi amor, ese es el ligón de tu papá, a mí a lo mejor me ha dejado de querer, pero a ti te va a adorar desde el mismo momento en que te conozca.

Mira que decirle esas cosas al niño – la reprendía su padre – Richard Castle no te ha dejado de querer, no ves la cara de kilómetro que lleva puesta.

No sé si me habrá dejado de querer o no, pero seguro que ha vuelto a estar con Gina – dijo mordaz y dolida – ella siempre está ahí con él, y no creo que Castle haya aguantado todos estos meses que llevamos sin vernos, de celibato.

¿Y por qué no? – dijo Jim muy serio e incluso molesto – a mí me costó mucho tiempo recuperarme de la muerte de tu madre, mucho y no me fui ni a los dos días, ni a los dos meses, a echar un polvo con la primera que se me puso por delante.

¡Papá! – exclamó Kate sorprendida de la forma de hablar de padre y tapándole los oídos a Ricky – no hables así delante del niño, bueno y delante mía tampoco – dijo apurada.

Solo quiero decirte que a lo mejor en un futuro Castle rehace su vida, pero por como yo lo veo, sigue estando destrozado por tu pérdida y de momento no creo que ni se le haya pasado por la imaginación acostarse con nadie. Todavía está de duelo.

Solo espero que me dé tiempo a volver a casa antes de que se le pase la pena, no soportaría llegar y encontrármelo con otra.

Ya verás como él te espera, aunque no sepa que estás viva, él sigue esperando.

Pero si sabe, bueno cree que yo no voy a volver – dijo suspirando y empezando a notar que se le saltaban las lágrimas – ¿Qué es lo que espera?

Espera a haber superado tu ausencia y a estar preparado para dejar que otra persona entre en su corazón y me parece que le queda mucho para conseguirlo, así que quédate tranquila, hija.

En ese momento Ricky empezó a protestar, era un poquito impaciente, pero en eso salía a su papá.

Me parece que este caballerito tiene hambre – dijo el abuelo con una sonrisa.

Si – dijo Kate riendo ante los morritos Castle de su hijo – mejor no hacerle esperar – y fue a sentarse en la mecedora que había junto a la ventana, para darle de mamar.

CONTINUARÁ…

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