Mi vida sin ti

נכתב על ידי Eriada-Casbeks

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Algo horrible ocurre en la vida de Castle y Becket, ella sufrirá un accidente mortal. ¿Cómo afrontará su vida... עוד

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Epílogo

Capítulo 4

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נכתב על ידי Eriada-Casbeks

"¿En qué hondonada esconderé mi alma

para que no vea tu ausencia que como un sol terrible,

sin ocaso, brilla definitiva y despiadada?"

Jorge Luis Borges

.
Al lunes siguiente, Castle se despertó muy temprano en la mañana. La verdad es que dormía poco y mal. Se estiró en la cama y como a cada rato, desde que no estaba con él, la recordó, en esta ocasión dormida sobre su pecho, como más de una vez se quedara. Le dolía recordarla, la echaba muchísimo de menos y su ausencia le desgarraba el alma.

Llevaban cinco años casi sin separarse, cuatro como compañeros y uno como pareja, y el haber estado tanto tiempo juntos, y tan compenetrados en todos los aspectos, había creado entre ellos un vínculo de dependencia que ahora que no se tenían el uno al otro, se sentían como si les faltara una parte esencial de su vida.

La añoraba a cada instante, más de una vez había creído oír su voz o su risa. Habían pasado tantos buenos ratos en esa casa, que no había rincón ni lugar que no le trajeran algún recuerdo de ella. Suspiró pensando que se había vuelto un blandengue, pues no podía evitar recordarla, sin que se le saltasen las lágrimas y un nudo le atenazase la garganta.

Se levantó, se duchó y como siempre eligió vestuario de color negro. Ese era el día de su vuelta a la comisaría, aunque antes y como se había hecho costumbre, la visitaría en el cementerio. A Alexis no le había agradado mucho la idea de que volviese a aquel lugar, que consideraba tan peligroso y así se lo hizo saber a su padre. Tuvieron una discusión, pero Castle se mostró inflexible y le dijo que o hacía algo para encontrar a los asesinos de Kate o sería él quien terminaría matando a alguien. Se mostró tan decidido que Alexis no tuvo más remedio que claudicar, rogándole que fuese muy cuidadoso, a lo que él la tranquilizó diciendo con cierto halo de tristeza, que no pensaba salir de comisaría, que ya no tenía nadie a quien seguir.

A Martha tampoco le hacía especialmente feliz, pero pensó que ahora que su hijo tenía un objetivo en su vida por lo menos no se quedaría encerrado en casa y muriendo en vida por la pérdida de Kate.

Salió a la cocina donde Martha preparaba el desayuno.

¿Café? – le preguntó

Si, solo café.

De eso nada – dijo su madre – hoy no te vas de aquí sin que comas algo sólido.

Madre, ya sabes… – empezó a protestar.

Si, ya sé, pero no voy a consentir que te mates de hambre.

Es que no puedo comer, la comida no me sabe a nada – dijo con un suspiro – sé que debo alimentarme, pero más de una vez, me dan ganas de dejarlo todo. No creo que me queden fuerzas para seguir…

¡Ah muy bonito! – le interrumpió Martha – y Alexis y yo, ¿Qué?, ¿acaso no te importamos?

Claro que sí, pero Alexis ya es una mujer y tiene su propia vida y tú… tú eres la persona más fuerte que conozco y…

Deja de decir estupideces, ¿quieres?, todos lamentamos lo que le ha pasado a Kate y a Jim, pero tú no puedes dejarte morir, tienes que luchar, ¿crees que a ella le gustaría verte en este estado?, hijo mío pareces un sepulturero.

Es que no lo soporto, no soporto que ya no esté conmigo, la echo de menos en todo momento, cualquier cosa que veo, que leo, que huelo, que como, todo, todo me recuerda a ella, y duele, duele mucho – y ante la consternación de Martha empezó a llorar como un crío.

Se acercó a él y le abrazó. Richard necesitaba desahogarse, había llorado poco, apenas un par de veces y ella sabía que una pena tan grande como esa, no se alivia con un par de llantos. Tenía que llorar, llorar mucho, eso limpiaría su alma atormentada.

Llora hijo, llora todo lo que quieras, eso te hará bien.

¡Ay mamá!, nunca voy a superarlo, no puedo acostumbrarme a vivir sin ella.

Richard, perder a alguien es una experiencia terrible, pero el tiempo pasa y poco a poco te irás acostumbrando – le dijo su madre mientras lo besaba en la frente – algún día la recordarás sin que te duela y serás feliz.

Nunca volveré a ser feliz – dijo de manera categórica.

Claro que sí, hijo, volverás a serlo. Y ahora tómate el desayuno, lávate la cara y ve a la comisaría, tener la mente ocupada te vendrá bien.

Se obligó a desayunar y ya un poco más repuesto salió de su casa. Llegó al cementerio, y como se había hecho ya costumbre, le llevaba una rosa roja. Cambió la del día anterior por la que le llevaba fresca y se sentó a hablar con ella, para contarle entre otras cosas, que ese día volvía a la comisaría y que no saldría de allí hasta que no diese con sus asesinos. Luego sacó su Iphone y como muchas otras veces, estuvo un rato mirando las fotos que allí tenía, sobre todo las últimas que se hicieron juntos. Después de un par de horas, se levantó y puso rumbo a la 12th.

Cuando llegó, ya Gates le tenía preparado trabajo para hacer. Le dijo que le habían buscado todos los casos que había llevado Becket. La idea era que los revisase, y apartar todos aquellos que habían llevado al culpable a la cárcel. Luego informarse si estos, seguían encarcelados, o si estaban en libertad condicional o si bien, ya habían cumplido su condena. Debería hablar con los agentes de libertad condicional de todos ellos, o localizar a los que ya estaban libres.

Gates sabía que era una ardua tarea sin ningún sentido, y que para lo único que serviría, sería para actualizar los archivos de la comisaría, pero quería mantenerlo ocupado. Bastante tenía ella con todo lo que llevaba entre manos.

Bajó al sótano para ir al archivo y de nuevo lo embargó la melancolía y lo asaltaron los recuerdos. En una de aquellas salas llenas de trastos, tuvieron un intenso encuentro amoroso para aliviar un calentón que les entró en mitad de una investigación que los tuvo ocupados hasta las tantas de la noche. En el archivo le enseñaron un montón de cajas. Cuando vio tantas se desanimó bastante, pero luego pensó que ya no le quedaba más que hacer en esta vida que luchar para hacerle justicia a Kate, pensando en como se sentía ella cuando luchaba por hacer justicia a su madre.

El oficial encargado del archivo le prestó un carro que utilizaba para trasladar las cajas de un lado a otro. Eso hizo él, llenarlo de cajas, pero antes de subirlas pensó que eran tantas que no sabía donde podría ponerlas. Volvió arriba y llamó a la puerta de Gates, que le dio paso, preguntándole que quería. Él simplemente le pidió permiso para subir las cajas a la sala de descanso, a lo que el capitán le respondió que podía usar la mesa de Becket si quería.

Castle la miró horrorizado, aquella propuesta del capitán le había parecido una autentica profanación de la memoria de Kate. Al ver su cara de espanto Gates le dio permiso para que se instalara en la sala de descanso.

Salió del despacho y se encaminó de nuevo al ascensor. En varios viajes subió todas las cajas que colocó contra la pared de la salita. Cogió la primera y la abrió, sacando la primera carpeta de documentos, a nombre de Raymond Kelly que había matado a su socio, por un asunto de drogas. Empezó a leer y se sumió en la investigación.

.
oooooooooooooooooooooooooo

.
"El crepúsculo de la desaparición

lo baña todo con la magia de la nostalgia"

Milan Kundera

.
Estuvo dos semanas escondida en el piso franco. Allí mismo les tomaron fotos, y en unos días les llevaron un sobre con toda la nueva documentación con sus falsas identidades.

Kate no veía la hora de salir de allí y cambiar de ambiente. La salida de Nueva York, la hicieron por la noche. Salieron del piso, tal como habían llegado, desde el garaje, en una furgoneta oscura de cristales tintados, que después de varias vueltas y rodeos entró a otro garaje de un edificio muy alto. En el sótano cogieron el ascensor que las dejó sin detenerse en la azotea, donde había un helicóptero, que las llevó hasta un aeródromo militar en Nueva Jersey, donde tomaron el avión en el que irían a California.

Kate se despidió de su padre intentando aguantarse las lágrimas. Sabía que lo vería en breve y no quería dejarlo preocupado, pero no estaba preparada para otra separación. Su estado la hacía estar tremendamente sensible, y cualquier cosa se le hacía un mundo.

Afortunadamente para ella, Pam era una gran persona, dotada de una enorme dosis de paciencia. Estuvo durante todo el rato que se mantuvo despierta durante el viaje, contándole anécdotas y viejas historias de sus casos, que alguna que otra vez consiguieron sacarle una pequeña sonrisa, para dejarla descansar cada vez que ella daba una cabezada y se quedaba dormida. Consiguió hacerle el viaje más ameno y cuando llegaron a California a última hora de la tarde, lo hizo con la seguridad de que había encontrado una nueva y gran amiga.

En el aeródromo de Santa Catalina en California, las esperaba una antigua furgoneta Volkswagen T1, pintada en color blanco y violeta, que provocó la sonrisa de Kate, porque era exactamente el tipo de vehículo que había imaginado que usarían en su nueva vida hippie.

Subieron su equipaje y se despidieron de los otros agentes. A partir de ahí estarían las dos solas, aunque siempre en permanente contacto con ellos.

Tardaron una hora hasta llegar a su destino. Ya era tarde, así que descargaron el equipaje y entraron en la casa, que estaba pintada de color vainilla, con un dibujo de un arco iris en la pared del salón. La amplia habitación principal, pintada en verde pistacho con muebles de madera, y llena de cojines con estampados étnicos era muy agradable, con un ventanal que según dijo Pam, que ya conocía la casa, tenía unas espectaculares vistas a la playa.

Kate estaba muy cansada, Pam le cedió amablemente la cama, alegando que podría apañarse con el sofá que había en la habitación, a lo que ella dijo que con lo grande que era, no le importaba compartirla.

Se acostó en seguida, pues aunque la noche era cálida, ella tenía mucho frío. Al hacerlo, se acordó de Castle, como se acordaba en cada momento del día. Recordó el coraje que le daba y como protestaba cuando ella se metía en la cama con los pies fríos y a traición como siempre le recriminaba, los metía entre sus piernas buscando calor. Era bastante friolera, y más de una noche se acostaba con las manos y los pies helados. Aunque protestaba y se quejaba, diciéndole que era como un carámbano de hielo, aguantaba estoicamente el mal rato que ella le hacía pasar, abrazándola y haciéndola entrar en calor. Ahora que no lo tenía se daba cuenta de lo segura y cómoda que se sentía cuando estaba con él. La nostalgia de esos momentos familiares, la hizo llorar por enésima vez ese día, como le decía su padre preocupado, corría serio peligro de deshidratarse si seguía llorando así. La soledad que sentía y la angustia de la separación, la habían vuelto muy sensible y lloraba por cualquier cosa.

El sol, que entraba a raudales, por el amplio ventanal, la despertó temprano en la mañana. Se desperezó y volvió a recordar a Castle, cuando la despertaba a besos y le llevaba el desayuno a la cama.

Se levantó sin hacer ruido, pues Pam dormía profundamente en el lado opuesto de la cama. Se envolvió en una chaqueta de punto grueso de color turquesa, que formaba parte de su nuevo vestuario y se acercó a la ventana. La vista de la playa era preciosa, una amplia extensión de arena dorada, y el mar de un intenso azul, volvieron a ponerla nostálgica al recordar sus fines de semana en Los Hamptons. Después de su primer fin de semana allí chafado por el tipo que se murió en la piscina de Castle, había habido muchos otros fines de semana, llenos de risas y amor.

Suspiró y salió a la cocina. El resto de la casa era mucho más alegre a la luz del día, de lo que le pareció la noche anterior. Salió por el jardín trasero y rodeó la casa, admirándola. Era bonita y grande, de una sola planta, con un pequeño jardín delantero, y otro trasero, bastante más grande, que terminaba en la misma playa. En la parte trasera de la casa había también un gran porche acristalado, que según le había dicho Pam, usaría como estudio pues además de amplio era muy luminoso.

Era una típica casita de aquel lugar, de madera pintada en azul pastel. Volvió a rodearla y miró hacia la calle, viendo que había casas de todos los colores, siempre en tonos pastel, dando un aspecto característico a aquel lugar, que parecía el pueblo encantado de algún cuento, en vez de la sede de una comuna de hippies.

Buenos días – la saludó Pam sobresaltándola.

Buenos días, pensé que seguías durmiendo.

La luz del sol me despertó.

A mí también, siento no haber cerrado las cortinas.

No te preocupes, en un rato vendrá un camión con todos mis trastos de pintura, y algunas cosas personales que quería traerme – dijo sonriente – quiero instalarme cuanto antes y empezar a pintar, esta luz es increíble. ¿Desayunamos?

¿No tenemos que ir a comprar comida?

Si, pero de momento, tenemos lo suficiente para sobrevivir hoy. Ya iremos mañana.

Entonces voy poniendo el café.

Fue hasta la cocina, y mientras se hacía el café y las tostadas, encendió el pequeño portátil que le habían proporcionado y como siempre puso Richard Castle en el buscador, pero de momento no había ninguna novedad, ni en su página web, ni en su vida.

Pam la vio y le dijo:

Entiendo que tengas la necesidad de buscar noticias de él, pero cuando termines, no te olvides de borrar el historial de búsqueda.

Pero, ¿Quién va a verlo?

Nunca se sabe, más tarde o más temprano recibiremos visitas, podría pasar que alguien te pidiese prestado el ordenador.

Lo guardaré siempre en la habitación, pero tampoco creo que tenga nada de malo que a una hippie le guste la novela de misterio.

Claro que no, pero es mejor prevenir.

Desayunaron y casi enseguida llegó el camión de mudanza, con todos los trastos de Pam. Kate la ayudo a desembalar y organizarlo todo. Entre las cosas que venían, había una caja, con todo lo necesario para que Kate hiciera los complementos que había comentado que sabía hacer. Cuando Kate la vio, no pudo menos que decir:

Pero, ¿lo de hacer pulseras y pendientes para venderlas iba en serio?

Totalmente – dijo Pam – eso te mantendrá ocupada y te ayudará a dar a entender que te dedicas a algo. Esta gente es muy trabajadora en las tareas que se proponen.

Bueno, hace tiempo que no hago nada, veré que puedo hacer. Miraré en internet a ver si me actualizo en diseños e ideas.

Organizándolo todo, se les pasó parte del día. Kate había salido temprano en la tarde a pasear por la playa y ahora, cercana ya la hora de la cena, estaba bastante cansada.

¿Qué planes tenemos para mañana? – le preguntó a Pam.

Pues pensaba dar una vuelta por el pueblo e ir de compras, hay que llenar la despensa. Además así nos va viendo la gente. Ya verás como te sientes a gusto aquí.

Me gustaría visitar al doctor, con todo este jaleo de los últimos días quisiera saber si todo está bien.

Por supuesto – dijo Pam – mañana mismo visitaremos a Mark.

¿Y podrá hacerme una ecografía?, me gustaría ver cómo está el bebé.

Claro mujer – sonrió Pam – aunque esto sea un pueblo, Mark tiene un instrumental bastante avanzado.

No sé – dijo Kate dudosa – siempre me había imaginado que los hippies vivían todos juntos en la misma casa y lo compartían todo.

Bueno, podríamos decir que Santa María no es una comuna, es una comunidad de personas que han cambiado la vida ajetreada de la gran ciudad, por un lugar más tranquilo – explicó Pam – muchos de ellos son profesionales, que han trabajado en empresas, hospitales, bufetes. La estética hippie, solo hace que el lugar sea más pintoresco, a veces pienso que es como una estrategia publicitaria, se visten así, atraen al turismo y eso les reporta beneficios en sus pequeños negocios. Viven tranquilamente, pero como irás comprobando con todas las comodidades. Vas a ver que tienen teléfonos móviles, ordenadores, televisiones, lavadoras y frigoríficos, no son tan trogloditas como pudiera parecer. La comodidad no está reñida con la sencillez de vida.

Me alivia saberlo – dijo Kate – mejor me acuesto, me caigo de sueño.

Si, descansa, a mí también me dio mucho sueño cuando estuve embarazada de mi hijo pequeño, del mayor en cambio lo que me dio fue un hambre atroz.

Buenas noches Pat.

Buenas noches Meg.

Kate se levantó temprano a la mañana siguiente, Pam dormía profundamente y aunque ya había amanecido, aún era pronto, así que se acordó de cerrar las cortinas y salió a la cocina. Hacía un día cálido y soleado y pensó en dar un paseo por la playa antes de desayunar. Le dejó a Pam, una nota diciendo donde iba, pegada en la nevera y salió a caminar por la playa.

Le gustaba caminar y hacerlo por la playa era uno de sus grandes placeres, que en Manhattan no podía permitirse. Aunque en la ciudad paseaba o corría por el parque, le encantaba hacerlo descalza por la orilla del mar. Volvió a recordar a Castle y los paseos que dieron en sus varias estancias en Los Hamptons. Aprovechó que llevaba una falda por debajo de la rodilla, y que el sol empezaba a caldear el ambiente y se quitó las zapatillas de lona, que llevaba puestas para mojarse los pies.

El agua estaba muy fría y la hizo saltar, hasta que se acostumbró a ella. Se remangó un poco la falda y empezó a pasear. Anduvo bastante rato, hasta llegar a un espigón desde el cual se veía un faro un poco más lejos, pensó en ir hasta allí, pero como no sabía qué hora era, prefirió volver para desayunar e ir al médico. De ese día no pasaba que le hicieran una ecografía. Estaba un poco preocupada, el único síntoma que había tenido eran el sueño y el cansancio, y quería saber si todo estaba bien. Ese bebé se había convertido en lo más importante de su vida en esos momentos, era lo único que le quedaba de él, y se descomponía con solo pensar en que pudiese perderlo.

Volvió a la casa, Pam ya estaba levantad y recién duchada. Sonrió al verla.

¿Un buen paseo?, ya veo que has caminado descalza, tienes los pies llenos de arena.

Lo siento, ahora la recojo – dijo un poco apurada.

No te preocupes, puedo hacerlo yo, ve a ducharte si quieres – le dijo Pam – he hablado con Kendra, y nos recibirá dentro de un rato.

¿Kendra? – preguntó confusa.

Si, la esposa de Mark, el doctor, ¿no te acuerdas?

¡Ah si! – dijo Kate, de momento no recordaba su nombre – voy a ducharme.

Se duchó y se vistió con unos pantalones anchos de color azul añil, una blusa estampada en diferentes tonos de azules y violetas y una rebeca de color verde pistacho. Se miró al espejo, seguía estando pálida, pero no le apetecía maquillarse. Se sentía muy rara con esa ropa tan amplia, acostumbrada como estaba a vestir más ceñida, aunque tenía que reconocer que no le quedaba del todo mal. Se imaginó a Lanie mirándola y diciéndole lo mona que estaba con su nuevo estilo "Flower power" y sonrió, pues era como si la estuviese escuchando.

También pensó en Castle, en que diría si la viera así vestida y se le ocurrió una idea. Salió a la cocina y se sentó ante la mesa que Pam había puesto con varios alimentos.

Solo café – le dijo a Pam.

De eso nada, a partir de ahora desayunarás en condiciones, además del café tomarás esto – y le puso por delante un plato con fruta variada – y esto – unas tortitas.

Pero es que no tengo hambre – protestó.

Pues vas a tener que comer algo, tu bebé no se puede alimentar de solo café, zumo y poco más, ahora le preguntamos a Mark, y ya él te dirá lo que debes y no debes tomar.

Se obligó a comer y después de terminar, salieron de la casa rumbo a la consulta del doctor Lester. Al llegar les abrió la puerta una mujer de cabellos largos y negros, vestida de modo similar a como iban ellas, se presentó como Kendra y saludó cariñosamente a Pam, diciéndole que se alegraba de volver a verla, después de tantos años y alegrándose también de conocer a Kate.

Las condujo al despacho del doctor. Este era un hombre agradable de cabello entrecano y muy rizado. Tenía barba y usaba gafas redondas de montura metálica. Las recibió con una sonrisa y un apretón de manos y como Kendra, le dijo a Pam, lo que se alegraba de verla tan bien.

El doctor empezó a preguntarle a Kate para abrirle una ficha médica. Ella le fue contando lo poco que podía contarle de su reciente estado y miró a Pam como pidiendo permiso, esta asintió y entonces fue cuando le dijo que estaba un poco preocupada pues no sabía si los últimos acontecimientos de su vida, podrían haber afectado a su embarazo.

Mark le dijo que podía confiar plenamente en él, que no era al primer testigo que ayudaba, que él mismo estuvo escondido ahí hacía ya muchos años, casi veinte. Fue así como se enteró Kate, que Pam ayudó a Mark cuando tuvo que ser protegido, por entonces ella era aún muy joven y estaba empezando a trabajar en el Programa de protección de testigos.

Después de hablar un rato, pasaron a la habitación de al lado, donde le indicaron una camilla a Kate para que se tumbara, para hacerle una ecografía. Se subió la blusa y se bajó un poco los pantalones. Kendra procedió a ponerle un gel en el vientre que la hizo estremecer por lo frio que estaba. Mark, empezó a pasar el ecógrafo y las primeras imágenes se vieron en el monitor.

¿Está bien el bebé? – preguntó preocupada.

Por lo que se ve aquí, perfectamente – dijo Mark con una sonrisa – deja de preocuparte. El peso y el tamaño son normales, ¿Quieres escucharlo? – y le dio a un botón que encendió los altavoces y pudo oír el fuerte latido del corazón de su bebé.

No pudo evitar que se le saltaran las lágrimas, al pensar en lo que le hubiese gustado que Castle estuviese allí con ella. Como si le leyeran el pensamiento, Mark le dijo que le grabaría un CD, para que lo tuviese de recuerdo.

¿Puedo saber si es niño o niña? – preguntó.

Aún es pronto para acertar, estas de unas trece semanas, cuando vuelvas dentro de quince días casi seguro que podremos decirte algo, ¿Alguna preferencia?

Quiero un niño – dijo con determinación, y así era, desde que había tenido que irse tan precipitadamente, deseaba fervientemente que su bebé fuese un niño y que se pareciese a su padre.

¿Y si es una niña? – preguntó Kendra con una sonrisa, al verla tan decidida.

Pues también me la quedo – dijo ella sonriendo como la esposa del doctor – que prefiera un varón no quiere decir que no quiera una niña, de hecho su papá seguro que preferiría que fuese chica.

Después de terminar, pasaron de nuevo a la consulta. Ya allí, le mandaron unas vitaminas, y le recomendó una dieta sana. Pam intervino diciendo lo poco y mal que comía. Mark le dijo que solo podría tomar un café al día y le pasó un papel con una dieta, que le aconsejaba lo que debía comer. Ella prometió que se portaría bien, pues no quería que le pasase nada a su niño.

Terminó la consulta y fueron dando un paseo hasta la tienda de comestibles, que por lo que parecía era como un centro comercial en pequeño, pues vendía de todo.

Mientras caminaban Kate le preguntó a Pam, si podría comprarse una cámara de fotos, ya que quería poner en practica la idea que se le había ocurrido esa mañana, y que no era otra que hacerse fotos para que cuando volviese al "mundo real", Castle pudiese saber cómo había ido transcurriendo el embarazo, y hacer un seguimiento de este y posteriormente de la vida de su hijo. Sabía que cuando volviesen a verse tendrían mucho de qué hablar, pero ella quería tener también testimonios gráficos de todo lo ocurrido, en su nueva vida, sería una forma de hacerlo participe de lo que él se había perdido, todo el tiempo que estarían separados.

Pam, no puso inconveniente y le dijo que podía comprarla en la tienda, que allí seguro habría. Al entrar en la tienda, las saludaron algunas personas, preguntándoles si eran las nuevas vecinas de la casa azul de la calle 15. Ellas contestaron educadas, y pudieron comprobar que la gente era agradable y no parecían excesivamente cotilla, e interesada por la vida de los demás. Después de saludar a varias personas, se dedicaron a hacer la compra, que les llevaría a casa Kirk, el hijo de los dueños que se encargaba del servicio de reparto.

Volvieron andando hasta la casa. El lugar era tranquilo y agradable para pasear, vieron un autobús de turistas y se desviaron, tampoco era plan de salir en fotos ajenas, que quien sabe dónde colgarían en internet y quien podría verlas. Pam le aconsejó que se pusiera gafas de sol y sombreros a partir de ahora, cada vez que saliese a la calle, y se podría hacer unas gafas sin graduación que también serviría para disimular un poco.

Esto alarmó a Kate, que preguntó si allí podría encontrarla alguien, Pam le dijo que era muy poco probable, pero que nunca estaba de más tener el mayor de los cuidados, que el mundo la creía muerta, pero que a saber si alguien la fotografiaba por error y la reconocían, era casi imposible, pero era mejor prevenir.

Llegaron a la casa y ya era hora de comer. Kate se ofreció a cocinar, lo que Pam agradeció, pues dijo que aprovecharía mientras para empezar a armar los lienzos, pues quería empezar a pintar cuanto antes.

Cuando terminó, la comida ya estaba preparada. Comieron tranquilamente la pasta que Kate había preparado y por la tarde mientras Pam aprovechaba la luz que quedaba para empezar a pintar algo, Kate se sentó en el sofá del porche, y como muchos días tomó prestado el teléfono móvil que Pam tenía y cambió la tarjeta de ella por la suya, que desde que adquirió su nuevo look, llevaba escondida en un colgante de cuero con forma de flor y que hacía un pliegue por detrás, donde cabía perfectamente la micro tarjeta.

Estuvo un gran rato mirando las fotos, hasta que la volvió a cambiar. No quería ni por un momento que se le olvidase nada de lo que había vivido con Rick en todo el tiempo que había estado con él y especialmente, en los últimos días que pasaron juntos. Luego se recostó y se puso a pensar otra vez, en los últimos acontecimientos de su vida y por supuesto en su escritor de ojos azules, al que echaba desesperadamente de menos. Se quedó dormida pensando en él y soñó con ellos dos paseando por la playa y llevando de la mano entre los dos a un niño de cabellos castaños que empezaba a dar sus primeros pasos.

CONTINUARÁ…

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