Mi vida sin ti

Da Eriada-Casbeks

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Algo horrible ocurre en la vida de Castle y Becket, ella sufrirá un accidente mortal. ¿Cómo afrontará su vida... Altro

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Epílogo

Capítulo 3

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Da Eriada-Casbeks

"Lo que no me mata,

me hace más fuerte"

Friedrich Wilhelm Nietzsche


.
Los policías que lo vieron entrar en comisaría lo saludaron con cariño. Él tomó el ascensor y subió a la planta de homicidios. Ryan y Esposito trabajaban en sus mesas y no advirtieron su llegada hasta que un escueto: "¡Hola chicos!", les hizo levantar la cabeza.

¡Hola Castle! – dijo Ryan que se levantó de inmediato y lo sorprendió con un abrazo – ¿Cómo estás tío? – dijo mirando con pena el lastimoso estado del escritor.

Y es que Castle, había decidido vestir únicamente de negro. Nunca había sido amante de los colores estridentes, pero ahora no se sentía con ánimo de ponerse nada que no fuese negro. Esa falta de color en su vestuario, así como la evidente pérdida de peso y las ojeras, debidas al poco sueño, lo hacían estar en un estado lamentable.

¡Hola Castle! – lo saludó un serio Esposito, que primero le dio la mano para terminar abrazándolo también – ¿Qué te trae por aquí?

Castle había respondido a los saludos, sin apartar la mirada de su mesa, que seguía igual que si Kate siguiera allí con ellos. Esposito que había seguido su mirada, le dijo:

Todavía no han mandado a nadie para que la sustituya y sus cosas siguen ahí, no hemos sido capaces de quitarlas, esa siempre será su mesa.

Será mejor que me lleve todo esto – y lo primero que hizo fue retirar la silla que estaba al lado de la mesa y que usaba él, llevándola a donde había estado siempre.

Como quieras – dijo Ryan – te traeré una caja.

Durante un rato observaron como metía en la caja los elefantes, los marcos de fotos, las cajitas y los bolígrafos, para ver como después abría los cajones y sacaba varios objetos, entre ellos el muñeco de palitos que hizo con su padre en Coney Island. Luego fue a la sala de descanso y cogió la taza azul que él le regalase. No es que tuviese mucho valor, pero no quería que hubiese nada de ella rodando por la comisaría.

Cuando terminaba de recogerlo todo, llegó Gates que al verlo allí se acercó a saludarlo.

Señor Castle, ¿Cómo se encuentra?

¿Usted qué cree? – respondió de mala manera, pues seguía resentido con ella, porque no le había dicho que Kate estaba en peligro.

Siento mucho todo lo que ha pasado aunque usted no lo crea – dijo Gates – imagino por lo que estará pasando, yo también he perdido a personas que quería.

Discúlpeme por haberle contestado así – dijo Castle – sé que no es culpa suya capitán, es solo que no puedo dejar de pensar que si lo hubiese sabido, podría haberla ayudado de alguna manera – dijo con un suspiro.

¿Quiere pasar un momento a mi despacho? – lo invitó, pues no quería hablar allí delante no solo de Ryan y Esposito, sino de otros policías.

Castle la siguió hasta su despacho y se sentó en una silla después de que el capitán lo invitara a tomar asiento.

¿Sabe ya quienes atentaron contra la vida de Becket, señor?

No, no lo sé – mintió al escritor, pues sabía que si le decía que había sido Bracken era capaz de liarla y hacer que todo lo que estaban llevando a cabo se fuese al traste.

¿Pero la investigación no ha avanzado nada en este tiempo?

Lamentablemente no hay investigación, no hay caso, para todo el mundo la inspectora Becket y su padre murieron en un accidente, por eso no hay investigación abierta.

Pero eso, eso es inaudito – protestó el escritor exaltado – usted misma me ha dicho que ella recibió amenazas, ya por ahí se podría investigar algo.

Lo de las amenazas solo lo sé yo, usted y sus compañeros. Estábamos planeando de que forma ponerle protección cuando ocurrió todo, no se ha podido demostrar nada.

¿Y usted se ha quedado tan tranquila? – preguntó ofendido.

No estoy para nada tranquila, estoy investigando por mi cuenta – Gates sabía que tenía que decirle algo para mantenerlo distraído y no se metiera en medio de aquel embrollo – creo que la amenaza pudo haber venido de alguien a quien ella encarceló en el pasado.

Kate metió a mucha gente en la cárcel – dijo Castle, a saber cuál de ellos la mató.

Pues seguiré investigando, aunque tarde en hacerlo.

¿Podría ayudarla? – preguntó Castle – ya sabe que se me da bien buscar cosas.

Gates lo miró.

¿Se me va a pegar como hizo con Becket? – dijo sin pensar – lo siento, no debí haber dicho eso, sé lo que ella significaba para usted.

¿Usted sabía que…? – empezó a preguntar sorprendido.

¿Estaban juntos? – lo interrumpió – lo intuía y Kate me lo confirmó. Estaba supremamente preocupada pensando que las amenazas contra ella pudiesen repercutir en usted o en su familia.

Ella debería habérmelo dicho – se lamentó Castle – hubiese podido ayudarla.

Fue ella quien no quiso que usted lo supiera y yo apoyé su decisión. Lo siento mucho. Nunca pensé que no nos daría tiempo a protegerla y que esto ocurriese tan pronto.

Ahora ya no hay solución – dijo un triste Castle – vine a recoger sus cosas y de verdad capitán piénselo, me gustaría seguir ayudando en comisaria aunque fuese un rato, y si es posible en la investigación o lo que sea que está usted haciendo para atrapar al asesino de Kate – dijo suspirando – necesito hacer algo y mantener la cabeza ocupada, o me volveré loco.

A Gates no es que le entusiasmara tener a Castle de nuevo pululando por la comisaría. Reconocía su valía y que había acertado en sus predicciones más de una vez. También sabía de su talante inquieto y que tarde o temprano se pondría a investigar por su cuenta, y con su habilidad y su dinero podría averiguar cosas que no convenía que se supiesen de momento, así que pensó que lo mejor era tenerlo distraído, en una investigación paralela, tendría que buscar algo que a la vez que lo distraía, le sirviese a ella de algo, ya que iba a echarle una mano, no era cuestión de desperdiciar su ayuda. Así que le dijo:

El lunes en la tarde pásese por aquí, ya veré en que puede echarnos una mano.

Gracias capitán, de verdad, muchas gracias.

Cuando salió del despacho se le acercaron los chicos y le dijeron que lo invitaban a comer, que habían avisado a Lanie y que esta quería saludarlo y les esperaba en Remy.

Cuando llegaron a la cafetería, la forense ya les estaba esperando y al ver a Rick, se acercó a él y lo abrazó y besó cariñosamente.

¿Cómo lo llevas chico escritor?

Pienso en ella a cada minuto, no se me va de la cabeza – dijo con un suspiro – la echo terriblemente de menos, y no puedo dejar de sentirme culpable por lo que le pasó.

Tú no tienes culpa de nada Castle – afirmó Lanie con convencimiento.

Podría haberla ayudado si hubiese sabido que estaba en peligro, pero no quiso decirme nada.

Quiso protegerte, no puedes reprochárselo, tú también te callaste una vez para protegerla, ¿recuerdas?

Si Lanie, pero todo acabó bien entonces, y no como ahora.

Pidieron la comida. Esposito reanudó la conversación.

¿Qué has hablado con Gates?, si puede saberse claro.

Le pregunté cómo iba la investigación sobre el atentado a Kate y me dijo…

Que no hay ninguna investigación – le interrumpió Ryan resoplando molesto – créeme, nosotros también lo hemos intentado, nos ha dicho que ella se está encargando de eso, de manera extraoficial, pero no nos deja inmiscuirnos, dice que ya es bastante conque ella se salte las reglas, que nosotros no nos metamos en eso.

¿Y le habéis hecho caso? – preguntó Castle curioso.

Por supuesto que no – dijo Esposito – pero tenemos que ir con mucho cuidado para que no nos pille, no nos quita ojo de encima, así que vamos lentos.

Yo le pedí si podía seguir viniendo y colaborar con ella y me dijo que si, que viniese el lunes.

¡Qué raro! – dijo Lanie pensativa – a vosotros que sois polis, no os deja intervenir y a Castle, que es un civil y no precisamente de su agrado, lo invita a ayudarla.

Si que es raro, pero no me voy a poner a averiguar que extrañas razones tiene Gates para hacer eso, vendré y la ayudaré en lo que me pida, todo sea por averiguar quién le hizo esto a Kate.

Comieron y todos animaron a Castle a que se terminara el ridículo sándwich que había pedido, y que solo había comido a medias, alegando que no le pasaba nada más.

Se despidieron de Lanie y Castle volvió a subir para recoger la caja con las cosas de Kate, confesándole a sus compañeros, que todavía no se había atrevido a ir a su apartamento, sino que había hablado con sus abogados, para que se hiciesen cargo del alquiler tanto del piso de Kate como del estudio de Jim Becket, no quería que los efectos personales de ninguno de los dos fuesen a terminar subastados por ahí.

Desde su despacho, una atareada capitán Gates, los observaba sin que ellos la vieran. No podía evitar sentir lástima por el escritor. Ella se sentía tranquila, aunque un poco culpable por no poder decir nada, al saber que Kate y su padre estaban a salvo en algún sitio, pero era por el bien de todos.

Ahora le tocaba a ella pergeñar un plan para tener entretenido a Castle en una investigación que pareciera que tenía que ver con la muerte de Kate, a la vez que se ocupaba de ir frenando la investigación "secreta" de Esposito y Ryan, para que no diese resultados, pues sabía lo perspicaces e insistentes que eran y lo que menos quería era que se averiguaran más de la cuenta. Suspiró agotada, y sonrió al recordar lo que siempre le decía su marido, cuando se mostraba tan preocupada por sus chicos de la comisaría: "Vicky, tienes que dejar de comportarte como una gallina clueca cuidando de sus polluelos", y así era, a pesar de dar esa imagen de mujer implacable, cuidaba a sus muchachos como si de sus hijos se tratasen, no podía evitar sentirse responsable de la vida de todos y cada uno de ellos.

"¿Qué sería de la vida,

si no tuviéramos el valor

de intentar algo nuevo?"

Vincent Van Gogh

Kate miraba la nueva ropa que tendría que usar a partir de ahora, en su nueva identidad, y por más que la miraba no se veía con ella puesta. No tenía absolutamente nada que ver con su estilo, pero desde ese momento debía representar un papel y éste tenía que ser lo más creíble posible.

Los preparadores que la visitaron en comisaría eran en realidad los agentes encargados del cuidado de su vida y la de Jim. No eran matrimonio, como ella le dijo a Rick. Lawrence Hollister y Pamela Edwards, Larry y Pam, los habían visitado por separado en el piso donde estaban. Pam le había explicado que ella sería la primera en salir hacia el lugar donde empezaría su nueva vida y que Jim se quedaría en el piso donde ahora estaban para reunirse con ellas en mes o mes y medio. Preguntó por qué tenían que separarse y solo le dijeron, que era lo mejor para el plan que tenían previsto.

Pam se había instalado con ellos hacía un par de días, para ayudarles a conocer sus nuevas personalidades. Acompañaría en todo momento a Kate, para eso se harían pasar por una pareja que se mudaba a Santa María Beach, una pequeña localidad costera de California, con una población censada de no más de 1500 habitantes, pero con un gran trasiego de personas que visitaban el lugar, y se quedaban un tiempo. A pesar de sus buenas playas, no albergaba grandes complejos hoteleros, su atractivo turístico consistía en que allí había establecida desde final de los años 70, una amplia comunidad de hippies, basada en el intercambio, la artesanía y el mantenimiento mutuo.

El lugar estaba lleno de mercadillos artesanales, tiendas y pequeñas fábricas comunales, espacios verdes, cafés y lugares culturales, bastante controlado por las autoridades, para evitar el tráfico y consumo de drogas.

¿Y ahí estará segura? – preguntó Jim con tono dudoso.

No es la primera vez que escondemos a alguien en ese sitio, como ya has visto hay bastante policía que se integra muy bien con la población. Son gente tranquila, viven en casitas pintorescas, se dedican a la artesanía, la agricultura y la pesca, para autoabastecerse. Los turistas no se quedan allí, solo van a curiosear como viven estos hippies del siglo XXI, compran algún recuerdo, hacen unas cuantas fotos y se van tan tranquilos – les explicó Pam – hemos pensado en ese sitio, no solo porque está en la otra punta del país, sino porque en tu estado nos parece más conveniente que estés relativamente cerca de la civilización que no escondida en medio de ninguna parte de la América profunda. Hay un hospital a 20 kilómetros, y allí mismo vive el doctor Lester. Mark Lester fue testigo del asesinato de un mafioso en Filadelfia. Estuvo escondido en Santa María por un tiempo, pero allí conoció a Kendra, que casualmente es matrona y se casó con ella. Se integró muy bien en el lugar y no quiso volver a la gran ciudad. Es completamente de fiar, nos ayuda con otros testigos y podrá vigilar de cerca tu embarazo.

¿Por eso me tengo que vestir así? – preguntó Kate señalando su nuevo vestuario, compuesto por faldas largas, vestidos de flores, pantalones anchos, camisetas enormes, sandalias de cuero, cintas para el pelo y una amplia colección de pulseras y collares de abalorios.

Si, vas a ser una hippie en toda regla – le dijo Pam con una sonrisa.

¿Y a qué se supone que me voy a dedicar? – dijo con una mueca – no se me da muy bien el arte.

¿Quién ha dicho que no? – dijo su padre – sabes tocar la guitarra y tienes una bonita voz – dijo con orgullo.

¡Estupendo! – intervino Pam – te buscaremos una guitarra, pero en esta ocasión la artista soy yo – dijo con modestia – la pintura es mi profesión frustrada, esta misión será como unas vacaciones donde podré dedicarme a pintar mientras no te pierdo de vista.

Pero, ¿Qué pinto yo allí? – preguntó Kate confusa.

Seremos pareja – dijo Pam – espero que no tengas ningún prejuicio con el colectivo gay.

¿Yo?, ninguno, pero no lo soy – dijo seria.

¡Anda!, ni yo – dijo Pam con una sonrisa – el que vayamos hacernos pasar por dos, no significa que lo seamos, y que conste que yo tampoco tengo ningún problema con estas señoras, al contrario – dijo riendo – lo hemos hecho porque necesitas un agente viviendo contigo y nos pareció que quizás estarías más cómoda viviendo con otra mujer. Se supone que tenemos que compartir vivienda, y cama. No queremos que nos visite nadie y se dé cuenta que dormimos en cuartos separados, hay que mantener las apariencias siempre, somos una pareja que se muda y van a venir a visitarnos los vecinos con toda probabilidad. Por cierto estamos muy felices porque pronto seremos mamás, es una decisión que tomamos las dos pero al ser tú la más joven fue la que se inseminó, yo ya no tengo edad para eso.

¿Inseminación?, ¿así es como se supone que me quedé embarazada? – preguntó Kate.

Tu mejor que nadie, sabes como te quedaste embarazada – dijo Pam en medio de una gran carcajada – pero a los ojos de los demás somos dos mujeres que no tenemos relaciones con los hombres, así que el padre de nuestro hijo es un donante anónimo.

Por primera vez en muchos días, Kate esbozó una sonrisa.

Pobre Rick – dijo – si supiera que lo hemos reducido a un simple donante anónimo.

Algún día lo sabrá – dijo Pam – recordareis estos días como una anécdota de vuestras vidas, ya verás que cuando menos te lo esperes, estáis juntos otra vez.

Bueno, ¿y yo que pinto en toda esta historia? – preguntó Jim que había asistido entre sorprendido y alucinado al relato de la futura nueva vida de su hija.

Usted será un ejecutivo que después de superar una grave enfermedad ha decidido jubilarse e irse con su hija para estar con ella en el nacimiento de su primer nieto – dijo Pam con seguridad – es por eso que no va a aparecer hasta que nosotras estemos instaladas en nuestra nueva casa.

Pero – intervino Kate – en esa comunidad a la que vamos, ¿no les extrañará que lleguemos así de pronto?

Para nada, es gente muy abierta y amable y reciben bien a todos los que llegan atraídos por su modo de vida, ya verás cómo te gusta el sitio Meg, hay que ir acostumbrándose a usar los nuevos nombres. Por cierto, yo no seré Pamela, sino Patricia, podrás llamarme Pat.

¿Cuándo nos vamos?

En un par de días, tienes que tenerlo todo preparado.

¿Y a que voy a dedicarme yo todo el rato?, voy a aburrirme como una ostra, tendré que trabajar en algo, ¿no?, y además el dinero no cae de los árboles.

Pues a cuidar tu barriga, y a componer música, por ejemplo – dijo Pam – no se me da mal la pintura, espero vender alguno de mis cuadros, para salir adelante.

¿Voy a ser una mantenida?

Sé que suena mal, dicho de esta manera. Digamos que ahora eres un bien de interés para el estado, y el estado se encarga de tu manutención y cuidado, pero puedes dedicarte a cultivar un huerto, por ejemplo si quieres sentirte útil.

No he cultivado un huerto en mi vida, es más, cualquier maceta que intente cuidar se me muere a los dos días – dijo seria – no tengo mano con las plantas, arruinaría cualquier huerto que quisiera cuidar.

Puedes hacer pendientes y pulseras – dijo su padre – recuerdo lo bien que se te daba hacerlos y que siempre andabas vendiéndolos cuando estabas en el instituto.

Hace años que no lo hago – protestó.

Es una buena idea – corroboró Pam – te buscaremos los utensilios necesarios y cuando hagas bastantes, los puedes vender en el mercadillo de la plaza. Será estupendo, yo venderé mis cuadros y tú, tus pulseras.

Lo dices como si fuese una aventura, para mi va a ser como una cárcel.

No lo considero una aventura, más bien y como te dije, unas merecidas vacaciones. He trabajado duro toda mi vida, me casé muy joven, tuve dos hijos casi seguidos. Mi marido también era agente del FBI, murió en acto de servicio, cuando los niños acababan de empezar la escuela primaria. No he dejado de trabajar ni un solo día, a mis hijos los criaron sus abuelos. Ahora están ya en la universidad, y este es un trabajo más, con la diferencia de que con toda probabilidad y si no ocurre nada, que no tiene porque ocurrir, será muy tranquilo y la verdad es que me apetece pasar una temporada pintando en la playa. Espero que pueda ser en compañía de una amiga, pues de verdad confío en que lleguemos a serlo, pues nos queda mucho que compartir – dijo Pam de un tirón – sé que para ti es duro haber abandonado tu vida, pero piensa que peor hubiese sido que te hubiesen matado, a ti y a ese hijo que está por nacer.

Eso mismo le digo yo – intervino Jim intentando quitar hierro al asunto, pues la situación se había puesto un poco tensa – que se considere afortunada por estar viva.

Lo siento – dijo Kate tensa – sé que puedo parecer egoísta, pero toda esta situación me está superando.

Estás disculpada – le dijo Pam pasándole cariñosamente un brazo por encima de los hombros – y te entiendo perfectamente, no solo es por lo que estás pasando, son también las hormonas que este jovencito o jovencita – señalándole la tripa – te tiene más que alborotadas.

Estoy cansada, me voy a descansar un rato – se disculpó – ya luego termino de prepararlo todo.

Descansa hija, lo necesitas – le dijo su padre conciliador.

Entró a su habitación y se echó en la cama. Al hablarle Pam de las hormonas alborotadas, había recordado a Castle, su desayuno especial antihormonas alborotadas, lleno de azúcar y calorías y la orejoterapia, como le había dado por llamar a los momentos, en que ella se mosqueaba por algo con él y le tiraba de la oreja.

Se le humedecieron los ojos y los cerró con fuerza en un vano intento de que no salieran las lágrimas, cosa que no consiguió. Llorando en silencio y con los ojos cerrados, evocó el recuerdo de Rick, su olor y el tacto de su piel, y pidió que nunca se le olvidasen esos recuerdos que un día tuvo que apresurarse en fabricar.


CONTINUARÁ…

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